martes, 9 de febrero de 2021

La concepción estratégica de Ramiro Ledesma (5 de 8) - La etapa de construcción del partido: las JONS

Allí donde muere La Conquista del Estado, allí nacen, precisamente, las JONS. Incluso el nombre del grupo que incluye el término “ofensiva” parece una traslación de la idea de “conquista”, incluido en el nombre del fracasado semanario.  En los primeros números del semanario ya había aparecido un entrefilet en el que podía leerse: “Afiliese a las células políticas de la Conquista del Estado – Afiliese a las células sindicales de la Conquista del Estado” (1). Luego, en aquel momento lo que Ledesma pretendía era organizar el embrión de un partido. Parece que los afiliados no fueron muchos a pesar de que en el manifiesto fundacional afirmaban ser “un grupo compacto de jóvenes” (2). En números sucesivos, los llamamientos a organizarse se multiplicarán (3) hasta que en el número 21 aparezca por primera vez y en primera página la intención de constituir unas “Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas”.

Aun no existe la “masa crítica” suficiente para organizar un partido político digno de tal nombre (aunque sí un grupo juvenil) a causa del alcance limitado tanto de Ledesma como de La Conquista del Estado y el impaciente promotor juzga que ya está dispuesto a lanzar unas siglas políticas y no una mera revista. Voluntarista y optimista hasta el límite, aunque desenfocado en relación a sus propias posibilidades reales y a las del proyecto que alumbra en ese número 21, conseguirá a duras penas ampliar su radio de acción y reclutar a un cierto número de estudiantes y de jóvenes con los que la primera sigla nacional-sindicalista obtendrá una mínima estructura que le permitirá aproximarse a Falange Española: pero, no nos engañemos, no será tanto la extensión militante de las JONS como el prestigio intelectual con el que ha logrado aureolarse Ledesma en el limitado ámbito del “fascismo español”, lo que favorecerá esa aproximación, así como, por supuesto, el hecho de que Ledesma y Primo de Rivera beban prácticamente de las mismas fuentes financieras: los “amigos vascos”.

De nuevo, Ledesma cree que dispone de un “capital político” superior al que realmente tiene. Así que el 24 de octubre de 1931 “termina la Conquista del Estado y el 30 de noviembre se presentan nueve muchachos en el negociado correspondiente de la Dirección General de Seguridad, en solicitud de que les aprueben los estatutos de una nueva agrupación política: las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista” (4). El propio Ledesma reconoce que “en la fecha de aprobación de los estatutos [los afiliados] no llegaban a diez. En la asamblea de constitución estuvieron presentes nueve camaradas…”  (5). Pretendían “salvar a España” pero no estaban en condiciones de pagar una modestísima oficina de apenas 100 pesetas de alquiler. A las pocas semanas, los afiliados habían llegado a ser 25, pero apenas estaban en condiciones de tirar unos pocos miles de panfletos (6).

En este primer período de las JONS el eje del partido estaba más bien situado en Valladolid que en Madrid. Y lo que era peor: la identidad ideológica entre ambos grupos era relativa. Ambos, Ledesma y Redondo, eran conscientes de que lo que les atraía eran los nuevos movimientos fascistas, pero aquí empezaba y terminaban las coincidencias, amén del común denominador patriótico y social que realmente sentían, aunque no con las mismas tonalidades. Las diferencias se perciben cuando en el número 1 de Libertad (el semanario que publicaba Redondo) un pequeño entrefilet saludaba a su homólogo madrileño, La Conquista del Estado, añadiendo esta coletilla: “Nos parece bien el ardor combativo y el anhelo hispánico de La Conquista del Estado. Pero echamos de manos la actividad antisemita que ese movimiento precisa para ser eficaz y certero. No nos cansaremos de repetírselo” (7). A pesar de que, en realidad, les unía poco, en el número 19 de La Conquista del Estado se inserta un saludo al grupo vallisoletano: Nuestro grito hispánico ha encontrado en Valladolid un eco pulcro. Varios camaradas publican allí, con entusiasmo, un periódico “Libertad”, que recoge vigorosamente las más finas pulsaciones de la España que nace… en las páginas de “Libertad” advertimos nuestra misma angustia. Estos camaradas se debaten contra los mismos enemigos que nosotros… Por último, enarbolan las mismas frases, los que nos orgullece y llena de optimismo” (8).

La primera reunión entre Ledesma y Redondo tuvo lugar en octubre de 1931 cuando ya había parecido el que sería último número de La Conquista y Libertad había glosado con palabras de apoyo los 29.000 votos que Primo de Rivera había obtenido en las elecciones por la circunscripción de Cádiz. Justo debajo de la esta noticia, Redondo incluía otro comentario sobre La Conquista, acaso para compensar (9).

El hecho de que Ledesma y Redondo estrecharan lazos, implica que el primero seguía teniendo prisa por formar un equipo revolucionario, confiaba en poder ir atrayendo a su órbita a los vallisoletanos, más en la órbita de los propagandistas católicos (Redondo lo era y había seguido los cursos impartidos por el entonces periodista Herrera Oria que luego llegaría a cardenal) (10). De ahí que Redondo viera con mejores ojos los movimientos que se estaban realizando en el entorno de José Antonio Primo de Rivera que luego se concretarían en la fundación de Falange Española. Y así puede entenderse la rapidez con la que Ledesma pasó a constituir las JONS: comprometer al grupo de Valladolid y lograr que se alineara definitivamente con él. El hecho de que se reconociera que el Libertad era una “revista hermana” no implicaba que su redacción compartiera la misma militancia que los del semanario La Conquista. Sin embargo, una sigla común y un mando único, si que tendería a unificar políticamente ambas redacciones. Dicho de otra manera: si en octubre-noviembre de 1931, Ledesma parece cambiar de estrategia es, especialmente, para afianzar las relaciones con el “grupo vallisoletano”, el único con cierta entidad (y tampoco era muy numeroso, en torno a dos decenas de afiliados) que manifestaba su intención de “hacer algo” en común con él.

En el mes de agosto de 1931, exactamente en la tarde del día 9, Redondo escribe la proclama que anuncia el nacimiento de las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica. El manifiesto es de un radicalismo inusitado en el que no se evita el recurso a la violencia (11). El propio Redondo escribió a máquina los estatutos del nuevo grupo que constaban de 16 artículos. El tercero aludía a que el grupo sería regido por un “triunvirato”, elemento que luego recogió Ledesma en los estatutos de sus JONS. En ese otoño de 1931 tuvieron lugar varias reuniones entre ambos jóvenes. Fue Redondo quien se desplazó a Madrid aprovechando las gestiones que debía realizar como letrado del sindicato remolachero y ambos jóvenes consiguieron empatizar y compenetrarse (12). Ninguna de las dos partes dio cuenta de que las negociaciones para la fusión de ambos grupos fueran particularmente duras: ambos tenían la sensación de que estaban demasiado solos en medio de un ambiente político cada vez más enrarecido; es posible que se empezaran a dar cuenta de que para ser “eficaces” (la “eficacia” es una palabra que aparece repetidamente tanto en los escritos de ambos jóvenes y la sigue en importancia en Ledesma al término “rigor”) era preciso sumar fuerzas.

Lo esencial de este período es la formación de algunos grupos locales (Valladolid, Valencia, Zafra) y en la universidad de Madrid. Nada que espectacular, en cualquier caso. El propio Ledesma reconoce que “Durante todo el año 1932, la actividad de las JONS fue casi nula. La organización estaba en absoluto desprovista de medios económicos” (13), pero Tomás Borrás, el biógrafo de Ledesma se permite incluso corregir al biografiado y añade: “Roberto Lanzas pinta en ¿Fascismo en España? La situación. ¿De agonía? No. De barbecho” (14). Ni es agonía, ni es barbecho: es lo que dice Ledesma, falta de medios. Si Borrás es optimista se debe a que 1933 será llamado “el año de las JONS”. Pero, en parte, si las JONS crecen en 1933, no es tanto por el esfuerzo propagandístico de JONS (que fue en todo momento muy limitado), sino por causas exteriores. El 30 de enero de 1933 Hitler ha llegado al poder en Alemania y desde entonces todas las noticias que llegan de aquel país exaltan la gestión de Hitler. Y el partido, por limitado que sea, más o menos organizado, que defiende ideas similares en Espala, es precisamente JONS. Luego, cuando con medios, aparezca Falange Española, el crecimiento de JONS quedará clavado en seco.

Lo más contradictorio de este período es que Ramiro Ledesma parece jugar con varias barajas: se considera “revolucionario” y, por tanto, no duda en mantener relaciones con las gentes procedentes de la CNT, en ese tiempo empieza a aludir a la “nacionalización de las masas de la CNT” (15), pero, al mismo tiempo, mantiene relaciones con Acción Española, la revista de Ramiro de Maeztu situada a la derecha de la derecha parlamentaria en donde se han ido a encontrar monárquicos alfonsinos, ex dirigentes de la dictadura y doctrinarios del nacionalismo, con los “jóvenes lobos” del naciente fascismo español, Ledesma y José Antonio Primo de Rivera (16). Es difícil intentar “nacionalizar a las masas de la CNT” y al mismo tiempo tener vínculos visibles con el sector más derechista del panorama político español de la época. Se diría, una vez más, que ni Primo de Rivera, ni Ledesma, han meditado suficientemente sus concepciones estratégicas. En esas circunstancias la fase de “construcción del partido” (la única que está en condiciones de realizar Ledesma en ese año) corre el riesgo de estrellarse a causa de la indefinición y de las brumas que rodean al diseño estratégico.

De hecho, ese ha sido el drama histórico del fascismo mundial que solamente en muy raras ocasiones ha sido capaz de superar: formado por gentes procedentes de la derecha y de la izquierda, ideología de síntesis entre “lo nacional” y “lo social”, con demasiado frecuencia intentará seguir orientaciones contradictorias y autoexcluyentes: cuando la personalidad de los líderes y la solidez de su liderazgo es elevada (Hitler, Mussolini, Codreanu, por ejemplo), la figura del “conductor” representa siempre la síntesis y el camino elegido en cada momento. No importa que a un lado esté la derecha alemana intentando salvar lo salvable de la hecatombe del 1 de enero de 1933, y al otro las “secciones bistec” de las SA intentando hacer la “revolución social”: es Hitler quien marca el camino con brazo de hierro y se hace justo aquello que él ordena. Lo mismo le ocurre a Mussolini cuando parece que va a decepcionar a amplios sectores de su partido pactando con el Vaticano o tolerando la monarquía de los Saboya: pero es él quien encarna el principio de liderazgo y es él, por tanto, quien marca el camino. En el “fascismo español” este liderazgo no está tan claro, al menos en esos primeros pasos. Ledesma, sí, es indiscutible, pero lo que tiene detrás, por el momento, es apenas un pequeño grupo de jovenzuelos, imberbes muchos de ellos, pocos tienen opiniones políticas formadas y en esas circunstancias es fácil imponer el propio criterio. No hay comparación posible entre las dimensiones de los partidos fascistas italiano, alemán, húngaro, rumano u holandés, con las minúsculas dimensiones de las JONS.

Además, esos meses son de una violencia inusitada. El establecimiento de la República, lejos de calmar los ánimos parece haberlos exaltado. Los episodios de violencia política se suceden continuamente, sin contar huelgas generales, conatos insurreccionales, incendios de iglesias y conventos y todo lo que hoy se considera como causante de “alarma social”. En esta situación, la existencia de un partido fascista, por minúsculo que sea, es considerado como otro motivo de alarma y más, si como ocurre con Onésimo Redondo, su nombre sale a relucir en la conspiración militar de Sanjurjo. Quienes más motivos tienen para sentirse inquietos son, desde luego, los católicos: hay una presencia masónica en las bancadas republicanas (se ha hablado de hasta 200 diputados masones, aunque otras cifras los reducen a 44) que, muy en su papel, piden y obtienen la disolución de la Compañía de Jesús, cuando medio centenar de iglesias y conventos madrileños han sido ya pasto de las llamas. La puntilla es la supresión del crucifijo en las escuelas. A diferencia de nuestros días en los que España, verdaderamente ha dejado de ser católica porque los españoles han –hemos- desertado de las iglesias, en aquellos momentos, el pueblo español mayoritariamente era católico por mucho que los dirigentes republicanos firmaran decretos anticatólicos. La batería de medidas hostiles al catolicismo se sucede una tras otra: la ley del divorcio, la supresión de la asignatura de religión, la prohibición de las prácticas religiosas en los cuarteles…  (17) Y, para colmo, a mediados de enero de 1932 estalla la huelga general en la cuenca del Llobregat y prosiguen los disturbios motivados por las aspiraciones independentistas catalanas, como demostrando que no hay nada nuevo bajo el sol y que por ellos no pasa el tiempo.

Y en estas circunstancias, el partido, beneficiándose del clamoroso ascenso al poder del NSDAP en Alemania, consigue avanzar relativamente. “Silenciosamente se crearon, sin embargo, varios grupos en provincias a base de antiguos lectores de La Conquista del Estado, distinguiéndose el de Valencia organizado por Bartolomé Beneyto, y el de Zafra, formado con gran pujanza, a base de campesinos, por Bernardino Oliva. Y desde luego el de Valladolid….”  (18). Desde entonces, una constante en el movimiento nacional-sindicalista ha sido el pensar que el activismo y el militantismo puede ser un sustituto ventajoso de la estrategia. La actividad incesante, incluso frenética, de un grupo de militantes, aun reducido a sus mínimas dimensiones, puede determinar el crecimiento de una organización. Tal parece que en 1932-33 era la opción adoptada por Ledesma como sustituto de la línea estratégica. Pero hay que hacer algunas consideraciones: el activismo permite cierto crecimiento, pero sus bases son extremadamente frágiles. Lo comprobaron los grupos de extrema-derecha durante la transición (19) que desarrollaron un activismo frenético durante años no superando nunca unas dimensiones mínimas que, por aquello de las casualidades, se asemejaban bastante a las que consiguieron las JONS durante 1932: no más de medio millar de activistas.

Al no estar fundamentada sobre una opción estratégica el crecimiento que proporciona el activismo es siempre limitado. Desarrollar alguna actividad implica siempre, una forma más o menos limitada de crecimiento, pero solamente el plan estratégico hace que los resultados del activismo sean susceptibles de ser capitalizados. Y eso, en las JONS e 1932-33 fue lo que ocurrió.

No estaba claro si las JONS se presentarían o no a futuras competiciones electorales. En ningún texto del movimiento se plantea ese debate. Así pues, no existe debate sobre vía electoral o vía insurreccional. El error en el que cayó Ledesma, especialmente en sus primeros años, fue el mismo en el que cayeron los grupos de extrema-derecha durante la transición: agitar y agitarse, antes y por encima de definir estrategias. Pero la estrategia es lo que permite “capitalizar” la acción política; sin estrategia clara, cada acción activista se convierte en un “vector” que va en direcciones divergentes en relación a todos los demás y, por tanto, puede quedar contrarrestado por otras acciones: eso fue precisamente lo que le pasó a Ledesma, mirando por un lado a la CNT y por otro colaborando con Acción Española.

Era natural, por otra parte, que un partido que era esencialmente juvenil no alcanzara a definir una línea estratégica precisa. Era el tributo que tenía que pagar Ledesma y los suyos a la norma de que ningún cargo de las JONS podía ser ocupado por “mayores”. Ledesma y los suyos se dejaron ganar por el clima de violencia de la época y quisieron aportar su grano de arena al caos que vivía la España de los primeros años de la República. Varios ejemplos son suficientemente significativos de que las JONS sin haber teorizado una estrategia de “lucha armada”, estaban realizando acciones de “guerrilla urbana” antelitteram (20).

- La recepción a Maciá en Madrid. Maciá, el dirigente independentista catalán había ordenado que La Conquista del Estado no se distribuyera en Cataluña. La animadversión era mutua porque desde el primer número hasta el último Ledesma hacía campaña en su revista contra el separatismo, así que cuando, tras las elecciones para las Cortes Constituyentes, llegaron a Madrid los diputados afectos a Maciá y a ERC, Ledesma movilizó a sus escasas huestes. Primero se prepararon para colocar unos cuantos petardos en la estación que debían estallar cuando llegaran los independentistas. Cerca debía estar el grupo de militantes protestando de la manera más ruidosa posible. Se imprimieron unas hojas clandestinas convocando a la protesta, pero el propio encargado de la imprenta vendió la confidencia a la Dirección de Seguridad que intervino los 20.000 panfletos. Los diputados evitaron llegar en el tren oficial y lo hicieron camuflados en trenes regulares (21). Ledesma reconoce que en todo esto apenas participaron “media docena de militantes”. Él, sin embargo, fue encarcelado (22).

- La conferencia en el Ateneo de Madrid celebrada el 2 de abril de 1932 con el título de “Fascismo frente a marxismo”. Las JONS en ese momento apenas podían movilizara 25 jóvenes, así que el salón del Ateneo –lugar habitual de propaganda de izquierdas- estaba completamente lleno de izquierdistas. Para aumentar la provocación, Ledesma vestía camisa negra y corbata roja. Apenas pudo hablar media hora entre constantes interrupciones: se declaró no-monárquico, censuró a la violencia marxista el haber arruinado la democracia y han matado el patriotismo. Definió como antinacional la doctrina de Marx, defendió los valores naciones y repitió la frase de Mussolini “Nada contra el Estado, todo dentro del Estado”. Se produjeron algunos enfrentamientos violentos  (23).

- El asalto a las oficinas de los Amigos de Rusia realizado el 14 de julio de 1933 realizado por tres militantes jonsistas pistola en mano. Creían que iban a encontrar documentos sobre futuros procesos insurreccionales comunistas. Ledesma escribe que los tres militantes “se mostraron violentos para sin efusión innecesaria de sangre”. Resultó detenido un centenar de personas entre las que figuraba un par de jonsistas que no fueron reconocidos por los funcionarios de la asociación (24).

Se trata de tres acciones que entran dentro de lo que hoy se llamaría “terrorismo de baja cota” y que hacen pensar que, en aquel momento, Ledesma dudaba entre el camino de la acción política o el de la lucha armada o que, para él, en definitiva, ambos eran un único camino. Tácticamente, ¿se trató de acciones bien planteadas? En realidad, no. Afortunadamente, las JONS no prosiguieron por ese camino, si lo hubieran hecho habrían sido completamente pulverizados por el Ministerio de Gobernación.

En efecto, en el episodio de los petardos preparados para la llegada de Maciá a Madrid, la noticia de que se habían preparado llegó a la policía (25). Así pues, a la filtración realizada por el encargado de la imprenta, hubo otro desde el interior de las filas jonsistas (que en aquellos momentos apenas podían movilizar… 6 militantes en Madrid).

En cuanto a la acción en la Asociación de Amigos de Rusia, cabe recordar aquello de que “por la boca muere el pez”; en efecto, escribe Ledesma: Sin que se supiese de fijo qué patrulla jonsista realizó el hecho, aquellas semanas circuló por el Partido una versión detallada de él, así como de todas sus incidencias” (26).

La organización, y el propio Ledesma, se jactaban de estas pequeñas acciones y procuraban que todos sus militantes conocieran los particulares del episodio. Esto demuestra que se trataba de una organización juvenil, inmadura, nada que ver con los “revolucionarios profesionales” y los “agitadores técnicos” a los que aludía Malaparte en su Técnica del golpe de Estado. En cuanto al episodio del Ateneo es evidente que los militantes de las JONS, incluido Ledesma no eran conscientes de la desproporción de fuerzas existente y de que el Ateneo era, precisamente, uno de los centro de la agitación izquierdista en el Madrid de la pre-guerra. Quizás, Ledesma se había dejado ganar por los relatos procedentes de la literatura próxima al NSDAP alemán en la que el verbo del führer conseguía que los miembros del Partido Comunista que habían ido, no tanto a oírle como a boicotearle, se adhirieran al nacional-socialismo (27).

En realidad, vemos que las tres acciones constituyeron inmensos errores tácticos, habituales en toda organización juvenil (errores de este tipo fueron cometidos hasta la saciedad por los grupos extraparlamentarios de extrema-derecha durante la transición que, como hemos visto, tenían muchas similitudes con las JONS históricas. Lo interesante es que estas acciones se plantearan cuando en realidad no existía ningún diseño de lucha armada (episodio de Maciá y de los amigos de Rusia) y tan solo se había hipotetizado con la idea de “nacionalizar a las masas obreras de la CNT”... que, sin embargo, no eran las que frecuentaban el Ateneo de Madrid (mayoritariamente controlado por comunistas, socialistas y republicanos).

Por otra parte, si de lo que se trataba era de iniciar “acciones armadas” o lo que las policías modernas llaman “terrorismo de baja cota”, resultaba evidente que la organización JONS no estaba todavía suficientemente preparada para afrontar este tipo de estrategia. De hecho, las guerrillas urbanas y los grupos terroristas de los años 70-80 (incluida ETA) se cuidaban mucho de que la “fase de luchar armada” siguiera a la de “agitación y propaganda”, en la que se trataba de crear la organización política que debería aportar cuadros para la lucha armada. De no existir esa organización política, la detención de unos pocos miembros de la organización armada, genera su final, mientras que si, antes la organización política ha conseguido arraigo, inmediatamente se producen unas detenciones, no hay problema en derivar a más militantes hacia la lucha armada. No era este, desde luego, el caso de JONS: estamos hablando de una organización que cuando llega Maciá apenas puede movilizar 6 militantes en Madrid y apenas 25 para la conferencia en el Ateneo. Es evidente que no existía “organización” digna de tal nombre, capaz de aportar cuadros “frescos” cuando se hubieran producido las primeras detenciones. En su lugar tenemos una organización permeable a sus enemigos y en la que la circulación de información problemática supone un alarde de petulancia juvenil, mucho más que de “eficacia” activista.

Tampoco se entiende como estas actividades que implicaban un entendimiento con la violencia y, por tanto, despertaban la atención de los servicios de seguridad del Estado, se podían compaginar con la edición de una revista mensual de tipo doctrinario (que consiguió duplicar la tirada) y con la de los “semanarios jonsistas” que iban apareciendo entre 1932 y 1933 (Libertad, en Valladolid; Revolución, en Zaragoza; Unidad, en Santiago; Patria Sindicalista, en Valencia) (28). Es cierto que Curzio Malaparte insistía en que la violencia era una característica del fascismo italiano (29) e incluso que cualquier intento de moderación del mismo acarreaba problemas internos (30). Pero cuando Malaparte comentaba estos episodios, Mussolini y su Estado Mayor tenían a su disposición 200.000 hombres perfectamente pertrechados para la guerra civil. Ledesma, como hemos visto contaba con entre 6 y 25…

La estrategia de Ledesma en ese tiempo, seguía sin estar clara. Era, más bien, contradictoria y confusa. Estaba utilizando elementos tácticos sin ponerlos al servicio de una estrategia previamente establecida, sino como fines en sí mismos. Lo propio, en definitiva, de un movimiento juvenil. Sin embargo, también es patente que, poco a poco, Ledesma va ampliando su cultura política y aproximándose a la elaboración de un diseño estratégico hacia finales de ese período (1932-1934), casi dos años. El trabajo intelectual de Ledesma en esos meses es portentoso porque, por una parte, es el principal autor de artículos para la revista JONS. No se trata, a diferencia de La Conquista del Estado, de una revista de “agitación” (destinada a captar masas o a interesarlas), sino de “propaganda” (es decir, destinada a crear cuadros). Ese es el primer acierto de Ledesma en este período: priorizar en la revista los artículos serenos y destinados a la formación del cuerpo doctrinal que precisaba (31). A lo largo de ese período debió caer en la cuenta de que:

1) las acciones armadas de “baja cota” eran peligrosas, el partido todavía no estaba maduro para abordar nada parecido (32),

2) las revistas de agitación debían de aparecer allí en donde existían grupos locales con suficiente dimensión como para impulsarlas,

3) el equipo debía de estar unido por una cohesión vincular entre sus miembros que derivara de un alto grado de identidad ideológica y ese nivel sólo lo podía haber dado una revista teórica en la que se perfilara la doctrina.

A diferencia de La Conquista del Estado en la que de la decena de colaboradores, la mitad desaparecen pronto para reaparecer en las más varias opciones políticas, entre los colaboradores de JONS ya se perfila el “núcleo duro” del nacional-sindicalismo: Ledesma (“desarrolla las consignas”), Redondo (“que escribe trabajos luminosos sobre el problema histórico de España”), Juan Aparicio (quien escribe sobre  “la valoración del gran Imperio español del siglo XVI, la figura del César Carlos y los mitos fecundos de ese gran momento de España”), José María de Areilza (“escribió sobre nacionalsindicalismo y sobre la unidad nacional”), Francisco Bravo (“coincidía con las JONS en una aspiración cardinal: la de arrebatar al seudorrevolucionarismo de las izquierdas la bandera catilinaria, subversiva y liberadora, poniéndola al servicio del pueblo y de la patria”), Cordero (“particularmente apto para los problemas internacionales, muy informado”), Montero Díaz (“que publicó un eficacísimo alegato en pro de la unidad nacional”), Emiliano Aguado, García Blázquez, Guillén Salaya, Bedoya, etc. (33). El cuerpo de doctrina, gracias a todas estas aportaciones, adquiere la solidez necesaria que antes no tenía. Es natural, pues, que la reflexión intelectual hubiera precedido a la reflexión estratégica, pero el cerebro de Ledesma trabaja en esos años a velocidad vertiginosa y es capaz de realizar una autocrítica a medida que va adquiriendo experiencias militantes: descarta unas y retiene otras como válidas.

No es raro que en el año 1933 las JONS crecieran en la medida de sus posibilidades: nada espectacular, pero si un crecimiento visible entre los jóvenes y dentro de las aulas universitarias (34). Existía todavía cierto desenfoque entre la imagen que el “triunvirato” quería dar del partido y lo que el partido era en realidad: en efecto, Ledesma seguramente recordaba aquello que Malaparte había escrito: “La lucha contra la burguesía era mucho más popular entre los fascistas que la lucha contra el proletariado” (35); los estudiantes no eran más que pequeño burgueses, mientras consideraba que la fuerza objetivamente revolucionaria era el proletariado… y apenas había proletarios en las JONS. Así pues, de lo que se trataba era de captar trabajadores y para ello, el triunvirato dio algunas instrucciones:

“1º Incrustar dentro de los grupos sindicales de dichas centrales todos los elementos obreros afines a nosotros; 2º Que estos camaradas se encarguen de la agitación revolucionaria nacional-sindicalista dentro de esos grupos sindicales, hasta conseguir formar una gran potencia de oposición nacional-sindicalista que descomponga la unidad sindical; 3º Una vez desarticulados los cuadros sindicales marxistas y anarquistas, nos será fácil la constitución de sindicatos revolucionarios nacionales y anticlasistas; 4º La forma más fácil y eficaz para conseguir lo que nos proponemos es: que apoyados en la inmoralidad política y económica y en la traición de que son responsables a diario los jefes marxistas y anarquistas ante los trabajadores de España, se les flagele violentamente en reuniones y asambleas sindicales, para que, poniendo de manifiesto su conducta, se les desprestigie y se les anule para la acción sindical revolucionaria” (36).

Pero, a diferencia de la sección estudiantil, las aspiraciones a constituir un sindicato obrero nunca pudieron concretarse por mucho que Enrique Gutiérrez Palma intentara dar una visión casi triunfal del panorama sindicalista en aquella época  (37). Al respecto del resultado de las consignas obreristas del triunvirato, Gutiérrez Palma añade de manera muy realista: No sabemos si estas consignas llegaron a estos lugares que se enviaron, porque el servicio de correos, en manos de los marxistas, intervenía y boicoteaba la correspondencia nacional-sindicalista. Creemos que no, porque nada se hizo en este sentido; a Valladolid sí llegaron porque Onésimo Redondo, que había intervenido en su elaboración en Madrid, a su regreso las trajo consigo(38).

Y explica la ausencia de obreros en JONS: … los amigos estudiantes de que antes hablé me dieron a conocer que se estaba empezando la formación de unos grupos políticos que se iban a llamar Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. Pregunté si entre los que formaban parte había obreros, y me dijeron que sólo estudiantes, pero que uno de los objetivos principales era la captación de los núcleos de trabajadores. Aunque dudaba de la eficacia de aquellos grupos que empezaban por llamarse revolucionarios, pensé que al menos dentro de los mismos mi labor había de ser más eficaz y más fácil y posible(39).

Lo que va del Ledesma de los primeros números de La Conquista del Estado, al Ledesma de finales de 1933, es el tránsito de lo que podríamos llamar el “espontaneismo juvenil revolucionario y patriótico”, entusiasmado por Malaparte e influido muy de cerca por el Gecé, a una obvia moderación en las posiciones y a búsqueda de una estrategia. El primer síntoma de esta mutación es el artículo que aparece que aparece comentando los resultados obtenidos por José Antonio Primo de Rivera en Cádiz durante las elecciones: 29.000 votos avalan su candidatura (40). No hay que olvidar que el hijo del dictador se había presentado a esta contienda para defender la memoria de su padre y que Ledesma, unos números atrás, había atacado a la saciedad a ese período histórico que ya había concluido. Lo que existe, a partir de ese artículo es lo que podemos llamar una “apertura a la derecha”.

Paralelamente, desaparece casi completamente en los once números de la revista JONS el verbalismo empleado en tender cables hacia el sindicalismo. Ledesma en estos once números solamente cita en dos ocasiones a la CNT y para recordar apenas que hay elementos no marxistas en sus filas  (41) o decir que tanto la CNT como los nacional-fascistas se opone al PSOE (42). Ya no está presente el interés demostrado incluso en los últimos números de La Conquista por comentar a toda plana los resultados del congreso de la CNT  (43), cesan los elogios a la CNT y aumentan los ataques a la FAI el primero de los cuales aparece en JONS en el documento titulado Manifiesto de las JONS a todos los trabajadores de España  (44).

Sin olvidar que ya en uno de los últimos números de La Conquista, incluso se trataba con deferencia y cortesía la muerte de Don Jaime, el pretendiente carlista  (45) y que en la revista JONS elogió a los tradicionalistas  (46) llamándoles a aceptar el tiempo nuevo y especialmente a las juventudes carlistas con estas palabras: En la marcha siempre tendremos un saludo que ofrecer a los tradicionalistas, cuyas juventudes serán necesariamente nuestras, porque la gravedad de la hora española y su misma exigencia vital de sacrificarse eficazmente, las conducirá a nosotros, las traerá a nuestra causa «jonsista», esgrimiendo nuestras flechas revolucionarias contra los enemigos visibles e invisibles de la Patria”.

Así pues, algo ha cambiado en Ledesma, algo que quizás pasa desapercibido para los miembros de su organización: ha ido moderando sus posiciones en apenas dos años forzado por las circunstancias (sensación de aislamiento, falta de medios, metabolización de las lecturas previas sobre las experiencias fascistas y nacionalsocialistas), abandonando las exaltaciones juveniles de los cinco primeros números de La Conquista (previos a la proclamación de la República y en donde algunos pensaban que todo iba a ser posible).

Durante el período de las JONS, Ledesma y su organización van madurando: hay en ellos todavía mucho de radicalismo juvenil, pero también se va imponiendo la necesidad de adquirir una estrategia. Y entonces ocurre algo no previsto…

A finales de enero de 1933, Ledesma está en la cárcel detenido para cumplir una condena de dos meses a causa de un artículo publicado dos años antes contra el separatismo catalán. Hitler, en ese momento llega al poder (47), pero hay algo más importante que esa buena noticia. Lo cuenta Tomás Borras:

“Ledesma, vestía un desgastado “buzo” de mecánico. Su buena y valerosa madre iba a verle todos los días con obsequios vulgares, para el que carece hasta de aire, preciosísimos. Sabía además, que Ramiro era escrupuloso para la comida, y la madre, a su lado las hijas, cuidaba en lo posible su alimentación. Una tarde salió la madre del locutorio, serena y, como siempre, sola. Jamás dio muestras de debilidad, madre de la entereza. Un joven asimismo acudido a visitar a los presos, se le acercó sumamente afable:

-¿Es usted la madre de Ramiro Ledesma? ¿Va usted a la estación? El tren tarda en pasar y además es incómodo. ¿Me permite que la lleve a Madrid en mi coche?

El rostro del joven era de expresión dulce y al tiempo viril. Su acento cariñoso. La anciana aceptó. Fue en el coche que guiaba el joven. La dejó en Santa Juliana, 3, abrió la portezuela, apretó su mano al ayudarla a descender:

- Su hijo tiene un gran talento, señora, vale mucho. A su disposición. Soy José Antonio Primo de Rivera” (48).


NOTAS

(1) La Conquista del Estado, nº 1, pág. 5.

(2) La Conquista del Estado, nº 1, pág. 3.

(3) “Si le interesa luchar eficazmente contra el comunismo, debe usted afiliarse a las células de La Conquista del Estado” (nº 4), “Recibimos numerosas simpatías y aplausos. No es suficiente. El que simpatice con nuestras ideas y nuestras tácticas y no se afilie a nuestras falanges de combate es un cobarde” (nº 6), “Si le interesa el resurgimiento hispánico, afíliese a la organización de La Conquista del Estado” (nº 4), etc, etc.

(4) Cfr. Ramiro Ledesma Ramos (1891-1976), Tomás Borras, Editora Nacional, Madrid 1971, pág. 314.

(5) Cfr. ¿Fascismo en España? Edición digital, página 30. Ledesma abre el período de las JONS titulando el parágrafo, no sin cierta autoironía: “Nueve jóvenes quieren salvar a España”.

(6) “En el mes de mayo de ese año [1931] tuvo [la organización] incluso que abandonar su domicilio en Madrid, una modestísima oficina de cien pesetas mensuales. (…) No llegaban a 25 los militantes inscritos y apenas si podía el Partido tirar unas hojas de propaganda cuyo importe lo satisfacía ese pequeño grupo, no sin grandes sacrificios, pues todos ellos eran pequeños funcionarios, estudiantes y obreros”. ¿Fascismo en España? Edición digital, pág. 31-32.

(7) Libertad, nº 1, junio de 1931.

(8) La Conquista del Estado, nº 19, 25 de julio de 1931, pág. 4.

(9) “Terminadas las vacaciones veraniegas, bien explicables, La Conquista del Estado sale con reforzados bríos al palenque periodístico en el que este inteligente lealísimo colega “Nacional-sindicalista”, hace grupo aparte porque sólo él enarbola lentamente la única bandera de la salvación nacional la lucha marcial contra la traición y la podredumbre marxista. Nos unimos a los camaradas de La Conquista del Estado, en su acción de fidelidad hispana y antimarxista. Como verá el lector, honraremos a menudo las columnas de Libertad coadyuvando a la extensión del frente nacional de salvación por la difusión del pensamiento Nacional-Sindicalista, demasiado poco conocido” (cfr. Onésimo Redondo, caudillo de Castilla, Ediciones Libertad, 26 de febrero de 1937, edición digital, pág. 8).

(10) Sobre Herrera Oria puede consultarse El cardenal Herrera Oria: Pensamiento y acción social, José Sánchez Jiménez, Ediciones Encuentro, Madrid 1986. Así mismo, existen distintas recensiones de sus obras entre las que destacamos Meditación sobre España: ideario político-social de Angel Herrera Oria, compilada por José Luis de Simón Tobalina, Editorial Católica, Madrid 1976.

(11) “El momento histórico, jóvenes paisanos, NOS OBLIGA A TOMAR LAS ARMAS. Sepamos usarlas en defensa de lo nuestro y no al servicio de los políticos” (Onésimo Redondo, caudillo de castilla, op. cit., pág. 7. El redactor de la obra añade a continuación, a modo de confirmación de que aquellos jóvenes no iban en broma: “A las afueras del Puente Mayor se compraron vergajos en cumplimiento exacto de nuestra fe permanente en la violencia”)

(12) La primera entrevista, el primer encuentro entre estos dos primogénitos y protomártires de la Revolución Española tuvo lugar en el mes de octubre en Madrid, hasta donde se desplazó Onésimo para reunirse con Ramiro a la sede de Eduardo Dato y, al no estar en ese momento, se desplazó hasta la cafetería Zahara, en el eje central de la Gran Vía Madrileña, por ser un café frecuentado por los miembros de la redacción y donde tuvo lugar, finalmente, la primera charla entre ambos. La cordialidad y la compenetración presidió el ambiente. Juan Aparicio, el Secretario de la redacción que estuvo presente describe asi el evento “recuerdo mi primera visión de Onésimo en el café Zahara de Madrid en el que nos reunimos en octubre de 1931 con Ramiro. Onésimo quiso ponerse en contacto directísimo con los iniciadores del sindicalismo nacional. Al no hallarnos en la redacción, dejó la cita para la tarde en el café, que en aquel tiempo tenía un aire entre audaz y exótico, como el mobiliario del despacho de Ramiro. Onésimo venía con prisa, apresurado y desorbitado siempre, no obstante, su talante de labriego enjuto de Castilla, a unas gestiones remolacheras, sirviendo como letrado asesor a un progresivo y emprendedor sindicato…” (web Thule-Italia, artículo Onésimo Redondo, adelantado del nacionalsindicalismo (segunda parte) http://thule-italia.com/wordpress/archives/3089).

(13) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit.

(14) Cfr. T. Borrás, op. cit., pág. 321.

(15) Las referencias a este proyecto son muchas y se inician ya en el período de La Conquista, Borrás alude a ellas en la página 329 (T. Borras, oo.  Cit).

(16) Ledesma publicará, por ejemplo, un denso artículo en el número 24 de Acción Española (correspondiente al 1 de marzo de 1933,) titulado Ideas sobre el Estado, mientras que Primo de Rivera publicará otro en el número 40, correspondiente a noviembre de 1933 con el título de Una bandera que se alza.

(17) Tomás Borrás op. cit., ofrece un rápido resumen de todas estas convulsiones en págs. 329-332.

(18) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit., pág. 32.

(19) Cfr. Revista de Historia del Fascismo, nº XIX, El Frente Nacional de la juventud y el Frente de la Juventud, los extraparlamentarios durante la transición, Ernesto Milá.

(20) En 1979 se publicó el folleto La guerrilla urbana falangista, Ernesto Milá, sin más indicaciones. Este folleto fue difundido especialmente entre los militantes del Frente de la Juventud. La tesis del autor es que los militantes falangistas antes de la guerra se habían visto obligados a actuar como lo habían hecho las guerrillas urbanas iberoamericanas en los años 70 y extraía distintos episodios históricos del nacionalsindicalismo de la pre-guerra, narrados por los protagonistas, comentándolos y dándoles un significado táctico dentro de la estrategia de guerrilla urbana. El folleto ha sido reeditado en distintas ocasiones desde entonces.

(21) “La primera desgracia entre los fascistas españoles, ocurrió [en Valladolid] el 11 de mayo de 1932, cuando los jonsistas, desafiando la expresa prohibición, se manifestaron para mostrar su oposición a la autonomía catalana. Desde Madrid se envió un destacamento de guardias de asalto para contenerlos que acabó abriendo fuego contra los manifestantes, frente al ayuntamiento, causando la muerte a un jonsista de dieciséis años” (S. Payne, Ramiro Ledesma Ramos… op. cit., pág. 6). El dato está extraído de La España de Ayer, Víctor Fragoso del Toro, Madrid 1973, pág. 168-170.

(22) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit., págs. 23-24

(23) Idem, págs. 32-33

(24) Idem, págs. 41-42

(25) También, aunque no los descubrieron, pudo enterarse la Policía de que se habían fabricado petardos -ella suponía que bombas-, presumiendo, en fin, una terrible organización, dispuesta a la violencia contra los diputados separatistas”, Ledesma, ¿Fascismo en España? Op. cit., pág. 24. Stanley Payne está de acuerdo en la imposibilidad de que las JONS llevaran adelante una lucha armada incluso de baja cota: “La verdad es que un número tan escaso de activistas no estaba en condiciones de llevar a cabo actos de una violencia verdaderamente digna de ese nombre y tan sólo se limitaron a quemar algún quiosco que vendía literatura izquierdista o a tratar de interrumpir en algún cine la proyección de una película soviética” (S. Payne, Ramiro Ledesma Ramos… op. cit., pág. 6).

(26) Idem, pág. 42.

(27) En el último número de La Conquista, por ejemplo, en la primera página figuraba un artículo de Gotfried Feder, el economista del NSDAP y nacionalsocialista de los primeros tiempos, sobre “la tiranía del interés del capital”. Y en la página 4 del número 21, se publicaba otro artículo firmado por Rudolf Bader, sobre el triunfo del NSDAP en Hamburgo, ilustrado con dos fotos de miembros de las SA. Artículos de este tipo se venían publicando regularmente desde el primer número de la revista (Crónica de Alemania, Nacionalsocialismo y comunismo, firmado por José Francisco Pastor) e indican el interés de Ledesma por el nacionalsocialismo. En la página 3 del número 6 se publicó incluso un artículo firmado por Adolf Hitler sobre “propaganda y organización política”. Y no tendríamos dificultades en encontrar otros muchos artículos del mismo género que nos confirman en que Ledesma estaba al corriente de la literatura nacionalsocialista que insistía mucho en que sus SA estaban formados en buena medida por antiguos comunistas ganados para el nuevo ideal.

(28) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit., pág. 45

(29) Malaparte hacía escrito: “… el ejército revolucionario de Mussolini no era el Ejército de Salvacion y los camisas negras no iban armados de puñales y granadas por pura filantropía, sino para hacer la guerra civil” (Técnica del golpe de Estado, op. cit., pág. 200) y más adelante añade: “Le diré que los camisas negras no son sólo violentos, sino despiadados” (pág. 208). Y, por fin: “No hay que olvidar tampoco que el dios de los hombres armados no puede ser más que el dios de la violencia” (pág. 208) 

(30) “… cuando [Mussolini] quiso llegar a una tregua con los socialistas hubo hasta rebeliones y escisiones en el fascismo, que se declaró por unanimidad a favor de la continuación de la guerra civil” (pág. 208)

(31) La revista mensual JONS cumplía su misión orientadora de un modo magnífico. Su colección -se publicaron 11 números y duró año y medio, siendo suspendida gubernativamente dos o tres veces- es hoy la única referencia teórica y la única fuente donde aparecen explicadas las consignas del jonsismo. Puede decirse que el movimiento jonsista salió íntegro de la revista. En ella surgieron tanto el vocabulario como las ideas, los gritos y la bandera que han sobrevivido a todas las peripecias internas del Partido, y que hoy constituyen la única sustancia sugestiva, fresca y nueva, incorporada por los grupos fascistas.  A pesar de su carácter mensual y teórico, cumplió también una misión de agitación, utilizando un estilo polémico, directo y combativo.”, ¿Fascismo en España?, op. cit., págs. 47-48. En la presentación del primer número Ledesma escribió sobre la intencionalidad de la revista: La revista será justamente el laboratorio que proporcione al Partido la teoría revolucionaria que necesita. No hará, pues, un camarada nuestro el gesto más leve, la acción más sencilla, sin que sirva con rotundidad a una teoría revolucionaria, a unos perfiles implacables, que constituyen nuestra fe misma de españoles, nuestro sacrificio, nuestra entrega a la España nuestra” (pág. 48).

(32) Estas acciones siguieron realizándose a pesar de que, acaso por pudor, Ledesma no aluda a ellas en su ¿Fascismo en España? Guillén Salaya cuenta una anécdota que luego recoge Tomás Borras, en la que un par de jonsistas jóvenes aparecieron en la biblioteca del Fomento de las Artes (trinchera izquierdista en la época que se empeñaron en desalojar) con un ejemplar de JONS para que la incluyeran en el catálogo. El bibliotecario, tal como esperaban, se insolentó con ellos y ante la escandalera acudieron decenas de jóvenes comunistas y socialistas. Los dos jonsistas se precipitaron huyendo por las escaleras hasta el portal, en donde les esperaban un grupo de activistas de las JONS. Termina Salaya el relato: “La paliza que se llevaron los comunistas fue bastante dura, ejemplar y aleccionadora. De resultas de esta lección, un comunista, vocal de la Junta Directiva del “Fomento” ingresó poco después en Falange Española” (Ramiro Ledesma, op. cit., pág. 428). Y sigue Borrás: “… las JONS disponían de una organización “de infantería”. Ramiro tuvo la fortuna de hallar un colaborador, para esa disciplina “ofensiva” de veras, en aquel Ramón Ruiz que con sus dotes de mando y espíritu militar logró que cien jonsistas, elegidos escrupulosamente, le obedecieran distribuidos en patrullas de a cinco (…) El ala de pelea de las JONS disputó la supremacía en la calle a los pistoleros socialeros (…) Por su parte, Ruiz de Alda formó la de Falange, al nacer ésta al final del año. Las dos se fundieron, llegado el momento, en la “Primera Línea”, numerosa y bajo mando de militares aguerridos de FE de las JONS” (idem., pág. 428).  “También asaltaron los de Ramiro la Universidad de Verano de Santander (…) Los jonsistas buscaban al enemigo en su acotado terreno” (idem., pág. 429). Así se produjo el asesinato en Daimiel de José Ruiz de la Hermosa, apuñalado por socialistas (idem., pág. 429).

(33) Los textos colocados entre comillas en el párrafo son las opiniones que Ledesma da sobre cada colaborador en ¿Fascismo en España?, op. cit., págs. 46-48.

(34) “Con la aparición de las primeras JONS en Madrid, en Valladolid, Zaragoza y algunas capitales más de España, comenzó la agitación nacional-revolucionaria en las dos grandes centrales sindicales que entonces ejercían el control de la casi totalidad de la clase obrera sindicada: UGT y CNT. Por el Triunvirato Nacional de las JONS, constituido por Ramiro Ledesma Ramos, Bermúdez Cañete y Onésimo Redondo Ortega, se cursaron, por orden circular en que había grupos jonsistas, las primeras consignas para llevar a cabo una labor eficaz de captación y agitación dentro de las centrales sindicales antes mencionadas”, ¿Fascismo en España?, op. cit., págs. 48-49.

(35) Cfr. Técnicas del golpe de Estado, op. cit., pág. 231.

(36) Enrique Gutiérrez Palma, Sindicatos y agitadores nacional-sindicalistas, 1931-1936. Ediciones Libertad, Valladolid, 1937. Existe edición digital que es la que hemos consultado.

(37) “Con la aparición de las primeras JONS en Madrid, en Valladolid, Zaragoza y algunas capitales más de España, comenzó la agitación nacional-revolucionaria en las dos grandes centrales sindicales que entonces ejercían el control de la casi totalidad de la clase obrera sindicada: UGT y CNT” (E. Gutiérrez Palma, op. cit., pág. 4).

(38) Idem, op. cit., pág. 4.

(39) Idem, op. cit., pág. 5-6.

(40) La Conquista del Estado, nº 21, 10 - Octubre – 1931.

(41) JONS, nº 5, 1933, web http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn5a1.html

(42) JONS, nº 3, agosto 1933, web http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn5a1.html

(43) Escribe Maximiano García Venero: “Ledesma Ramos escribió que las JONS equivalían al "abandono de las tácticas de aproximación a los intentos subversivos de los anarco-sindicalistas. Un afán de crear la propia doctrina” (cfr. Historia de la unificación (Falange y Requeté 1937), Madrid 1970, edición digital, pág. 9).

(44) JONS, nº 7, diciembre de 1933, web http://www.ramiroledesma.com/nrevolucion/jn7a2.html

(45) La Conquista…, nº 22, 17 de octubre de 1931.

(46) Cfr. JONS, nº 2, junio de 1933, recogido en Ramiro Ledesma Ramos. Escritos políticos. 1933-34. Edición digital, pág. 23.

(47) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit., pág. 34.

(48) Cfr. T. Borras, Ramiro Ledesma, op. cit., pág. 375.

 

ENLACES DE LA SERIE:

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (2 de 8) – Paralelismos entre Ledesma y la Técnica del Golpe de Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (3 de 8) – Las cuatro etapas en la evolución estratética de Ledesma

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (5 de 8) – La etapa de construcción del partido: las JONS

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (6 de 8) – La etapa de unión del “fascismo español”. La fusión con Falange

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (7 de 8) – La pérdida de la iniciativa estratégica: de la ruptura del Falange al final de La Patria Libre

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (8 de 8) – Las dudas finales: ¿construcción del partido o lucha armada?

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA – Conclusión