sábado, 30 de enero de 2021

La concepción estratégica de Ramiro Ledesma (3 DE 8) - Las etapas en la evolución estratégica de Ledesma

 

En el pensamiento estratégico de Ramiro Ledesma pueden identificarse cinco fases sucesivas en el curso de las cuales va afinando su idea de cómo debe desarrollarse la acción política. En ese tiempo (otoño de 1930) Ledesma ya ha superado su limitación inicial, la de teórico y doctrinario. Ha aceptado, seguramente tras haber cotejado la experiencia del fascismo italiano, el pensamiento de Mussolini y las conversaciones con Giménez Caballero, que Ledesma sabe ya que en el fascismo el pensamiento sin acción no tiene sentido. El fascismo no es una mera reflexión teórica sobre la modernidad, ni una forma de analizar el pasado o proyectar el futuro, el fascismo es, según Mussolini “pensamiento y acción” (1). La acción política, para ser efectiva precisa modularse mediante la elección de una estrategia.

Ledesma entre 1930 y 1936 va cambiando de estrategia a medida que debe desarrollar su actividad política sobre un panorama siempre cambiante. Distinguimos lo que podríamos llamar cinco “períodos” en estos seis años:

1930-31: “etapa nuclear”, formación del equipo revolucionario en torno a la redacción de La Conquista del Estado. .

1931-32: “etapa de construcción del partido”, formación de las JONS y fusión con el grupo de Valladolid.

1934-35: “etapa unitaria”, fusión con Falange Española.

1935: “segunda etapa de construcción del partido”, tras la ruptura con Falange Española.

1936: “segunda etapa unitaria”, distensión con Falange.

En la primera etapa en la que en la España de 1930 apenas existía otra cosa remotamente similar al fascismo que el Partido Nacionalista Español (2), una especie de sincretismo entre el nacionalismo conservador y católico, y las formas más anticomunistas del fascismo italiano. No era raro que este grupo no satisficiera los “criterios de calidad” de Ledesma. Por lo tanto, se trataba, no tanto de “construir el partido” como de constituir un equipo revolucionario.

Podríamos haber creado un “denominador común” a las cuatro fases siguientes que, en realidad, son una sola, la de “construcción del partido”, pero en este período dilatado que iría desde los últimos números de La Conquista del Estado hasta el estallido de la guerra civil, es demasiado diverso y rico en episodios e incidentes como para que pueda ser considerado como una sola forma estratégica. De hecho, Ledesma si bien mantiene que es preciso disponer de un “partido revolucionario”, en ocasiones se siente tentado por la vía insurreccional. Acto seguido, como veremos, su rigor (3) intelectual se impone y retorna a la ley de hierro de los partidos radicales (aquellos a los que Malaparte llama “los catilinarios”): “No hay revolución sin doctrina revolucionaria”, “No hay revolución sin partido revolucionario”. Y de eso es de lo que trata de 1931 en adelante: de disponer de lo uno (la doctrina) y de lo otro (el partido).

Inicialmente cree da a ambos el nombre de JONS, a la revista doctrinal en la que se deben de elaborar las ideas y a la formación política que las encarnará. ¿No había escrito Mussolini que el fascismo es “pensamiento y acción”? así pues, él, Ramiro Ledesma construye paralelamente lo uno y lo otro.

Luego la realidad se impone. Las JONS carecen de medios y ya es la segunda vez que Ledesma experimenta dramáticamente el no disponer de recursos suficientes. Ha entendido tanto en la experiencia de La Conquista del Estado como en el período de las JONS independientes y revolucionarias, que hace falta “carburante” para la lucha política. Lo tienen sus “amigos vascos”; es cierto que son de derechas e incluso monárquicos alfonsinos, pero de algún lugar tienen que salir los fondos y no hace ascos a las donaciones limitadas que le ofrecen desde 1930 hasta su penúltima iniciativa periodística tras la ruptura con Falange Española.

En un momento dado, Ledesma percibe que se ha formado otro partido fascista, Falange Española y que su crecimiento quedará estancado por la nueva formación que dispone de más recursos que él. Es cierto que el Marqués de Estella le parece más un último representante de la dictadura primorriverista que el primer revolucionario que precisa el nacional-sindicalismo, pero confían en que su superioridad intelectual le permita tener cierta libertad de movimientos en el nuevo partido que concibe como el “gran partido fascista”.

Las cosas se tuercen y Ledesma empieza a dudar que Falange Española pueda llegar a buen puerto. Comete el error de conspirar contra Primo de Rivera e intentar la escisión, pensando que sus antiguos camaradas de las JONS están ocupando puestos destacados, especialmente entre la juventud universitaria y que la mayor y la mejor parte de Falange (el grupo de Valladolid, los sindicatos y los estudiantes) se irá con él. Es un error de cálculo, un fallo garrafal que le dejará huérfano de estrategia durante unos meses.

Tras la salida de Falange, el semanario La Patria Libre comienza a atacar a la formación falangista. Se producen incluso incidentes en la calle entre jonsistas y falangistas. La tensión dura unos meses hasta que, finalmente, se impone la realidad: en la escisión, Ledesma ha perdido la partida y de lo que se trata ahora es de reconstruir una estrategia. Se dedica entonces a la elaboración teórica alcanzando su máxima brillantez en el Discurso a las Juventudes de España. Unos meses después regresa a la lucha. Es su última etapa.

La situación política se ha radicalizado en extremo. El país vive en la antesala de la guerra civil. Falange ha logrado superar sus problemas interiores y a partir de febrero de 1934, incluso en la clandestinidad lograr ir royendo las filas de las JAP. En cuanto a Renovación Española pasa de “fascistizada” a “crecientemente fascista” hasta que se produce el trauma del asesinato de Calvo Sotelo, entonces ya no queda más vía que la lucha armada. Pero unos meses antes de adquirir esta convicción, Ledesma ha reconstruido sus relaciones personales con Falange y en especial con Primo de Rivera. Todo induce a pensar que si no se hubiera producido el estallido de la guerra civil, Ledesma y Primo de Rivera se hubieran encontrado de nuevo en el mismo partido. En esa última etapa Ledesma reúne algunos medios para publicar su nueva revista Nuestra Revolución. En ella están completamente ausentes los ataques a Falange Española y la reivindicación de las JONS como organización autónoma. Todo induce a pensar que quería elaborar un órgano de prensa que pudiera aportar orientaciones a los incipientes grupos falangistas.

Tal es el recorrido estratégico de Ramiro Ledesma entre 1930 y 1936. Es cuestión ahora de examinarlo con cierto detenimiento. Vamos a intentar, pues, detallar el recorrido que acabamos de resumir apresuradamente.

NOTAS

(1) “El FASCISMO COMO DOCTRINA: Como toda concepción política vital el fascismo es práctico y es pensamiento, acción animada por uno doctrina inmanente, y doctrina que, surgiendo de un sistema dado de fuerzas históricas, no se desliga de él, sino que, obra en él desde dentro. Tiene, pues, una forma correlativa a las contingencias de lugar y de tiempo, pero a la vez posee un contenido ideal que, en la historia superior del pensamiento, es fórmula de una verdad. En el mundo no es posible actuar espiritualmente como voluntad humana dominadora de voluntades, sin poseer un concepto de la realidad transeúnte y particular sobre la cual se debe obrar, y de la realidad permanente y universal en la cual tiene la primera la razón de su ser y de su vida. Para conocer a los hombres, es preciso conocer al hombre; y para, conocer al hombre, es preciso conocer la realidad y sus leyes. No existe concepto del Estado que no sea fundamentalmente concepto de la vida: filosofía o intuición, sistema de ideas que se desarrolla en una construcción lógica o que se recoge en una visión o en una fe, pero que, por lo menos virtualmente, será siempre una concepción orgánica del mundo.” (La doctrina del fascismo. Benito Mussolini, edición digital http://www.upf.edu/materials/fhuma/nacionalismes/nacio/docs/mussolini.pdf)

(2) Cfr. Prefascismo: Albiñana y el Partido Nacionalista Español (I) Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº XVI, noviembre 2012  págs. 94-143 y Prefascismo: Albiñaba y el Partido Nacionalista Español (II) Ernesto Milá, Revista de Historia del Fascismo, nº XVII, diciembre de 2012, págs. 69-93.

(3) “Rigor” es una palabra que suele aparecer en múltiples ocasiones en los escritos de Ledesma, sin duda, la que se repite con más frecuencia en su obra: “finalmente, sin embargo, [Ledesma] quedó convencido de que España no podía encontrar solución tratando de regresar a su pasado cultural y llegó a la conclusión de que necesitaba una moderna revolución de unidad, autoridad y liderazgo, central y con un programa económico revolucionario, que volviera a integrar a las masas con la firme disposición de afirmar ka fuerza de la voluntad, la violencia y la conquista de un nuevo lugar en el mundo. Lo que España necesitaba era algo parecido al fascismo (…) Todo el año fue un período de autodebate en el cual la palabra “rigor” apareció frecuentemente en sus escritos”, S. Payne, op. cit., pág. 143).

ENLACES DE LA SERIE:

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (2 de 8) – Paralelismos entre Ledesma y la Técnica del Golpe de Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (3 de 8) – Las cuatro etapas en la evolución estratética de Ledesma

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (5 de 8) – La etapa de construcción del partido: las JONS

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (6 de 8) – La etapa de unión del “fascismo español”. La fusión con Falange

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (7 de 8) – La pérdida de la iniciativa estratégica: de la ruptura del Falange al final de La Patria Libre

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (8 de 8) – Las dudas finales: ¿construcción del partido o lucha armada?

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA – Conclusión