Debí
escribir este artículo en 1996, no más tarde. En aquellas semanas, José Maria
Aznar había entreabierto las puertas a la inmigración. En Barcelona, ya había
acudido una gran cantidad de marroquíes que trabajaron en las obras para las
Olimpiadas de 1992 y luego se habían quedado. En 1996, estaba lejos de imaginar
que, en pocos años llegarían tres millones de inmigrantes (cuando el paro se
situaba, más o menos, en esas cifras) y que un cuarto de siglo después
constituirían casi la cuarta parte de residentes en nuestro país. En aquella
época me interesé por el Islam y por algunos hábitos islámicos. Este artículo
se publicó en varias revistas.
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La
institución del harén está muy arraigada en la mentalidad islámica. En Italia
surgió una agria polémica en enero de 1996 cuando el gobierno de derechas
endureció las normas contra la inmigración. Una de ellas era “la enmienda
anti-harén”. Las asociaciones anti-racistas condenaron esta iniciativa que
impedía a los inmigrantes traer más de una mujer a Italia, incluso cuando
procedieran de países en los que la poligamia está autorizada. En 1995 la
editorial inglesa “Virgin” publicó una colección de novela erótica escrita por
mujeres, “Black Lace” (Encaje Negro). Su éxito consistió en describir a la
perfección las fantasías eróticas de la mujer occidental, la segunda de las
cuales consistía en hacer el amor en condiciones de esclavitud o en un harén...
¿Qué tienen los harenes que suscitan un interés tan morboso incluso en un marco
geográfico y cultural que no es el suyo?
¿QUE ES UN HAREN ?
En
sentido estricto el harén es el recinto especificamente destinado a las mujeres
situado dentro de palacios o grandes edificaciones. La vivienda musulmana
consta de dos partes perfectamente diferenciadas : el “selamlik”,
destinada a los hombres y el “harenlik”, zona donde las mujeres pasan su
vida.
“Harén”
significa a la vez “sagrado” e “inviolable”. El lugar está vedado a los
visitantes del otro sexo y solo puede ser frecuentado por eunucos o por el
dueño y señor de la casa. Traspasar el umbral del harén acarrea la decapitación
inmediata del intruso.
La
vida de la mujer islámica transcurre en el hogar, mientras que el varón recorre
las calles, trabaja fuera, va a visitar a los amigos o simplemente conversa con
ellos en el zoco. La mujer islámica es prácticamente desconocida incluso para
los amigos más íntimos de su marido. Es la administradora y gobernanta de la
casa. Dentro del harén comparte su vida con otras mujeres de su misma condición
o bien sirvientas y esclavas, en una estructura piramidal, perfectamente
jerarquizada en cuya cúspide se encuentra la primera mujer que ha dado a luz un
hijo varón. Fuman, beben, duermen, reciben a amigas, cantan, bailan, realizan
pequeños trabajos manuales y, sobre todo, siguen escrupulosamente los preceptos
de la religión islámica..
LA FUNCION INICIATICA DEL
HAREN
El
primer europeo que vio un harén fue Thomas Dallan, enviado a Constantinopla en
1599 para instalar un órgano que la reina Isabel regaló al sultán. Este se
enfureció al saber que nadie entre sus súbditos sabía tocarlo y puso a
disposición de Dallan dos concubinas, luego lo llamó a palacio mientras él
estaba fuera para estimular su interés por las mujeres del harén. Lo que
describió resulta extremadamente gráfico : “Cuando llegúe vi que el muro exterior era muy ancho, pero a través de
las rejas pude ver las treinta concubinas del Gran Señor que estaban jugando
con una pelota. A primera vista los tomé por muchachos, pero cuando me di
cuenta de que llevaban el pelo caído a la espalda, en trenzas, recogido con una
sarta de perlitas y por otras señales muy evidentes, supe que se trataba de
mujeres. En la cabeza no llevaban más que un gorrito de oro, algunas llevaban
polainas y otras la pierna desnuda, con un arete de oro en el tobillo; calzaban
zapatillas de terciopelo de ocho centímetros de alto”. Dallam decidió huir
de la ciudad antes de que el sultán regresará temeroso de que el haber
observado el harén le acarreara la muerte. Las concubinas del harén procedían
todas del mercado de esclavos de Constantinopla, la mayoría capturadas y
robadas de naciones extranjeras cuando eran vírgenes, aprendían buena conducta,
a tocar y a bailar y eran entregadas luego al Sultan como regalo. Al entrar
eran incorporadas simplemente con la fórmula tradicional “La Illahe illa Allah, Mohamet rasul Allah”, no hay más Dios que
Alá y Mahoma es su profeta. Otro viajero renacentista, el veneciano Ottaviano
Bon definió así otro harén : “En los
apartamentos de las mujeres viven como las monjas en los conventos” y más
adelante añade “Las muchachas rompían
toda relación con el pasado una vez entraban en el serrallo. Recibían nuevos
nombres”.
Estos
dos testimonios son suficientemente significativos: la entrada en el harén y su
permanencia en él tienen una función religiosa. Como se sabe el Islam no conoce
el monacato, ni para hombres ni para mujeres, sin embargo, el harén es el
equivalente al monasterio católico de monjas. El hecho de recibir un nombre
iniciático, de dejar atrás su vida anterior, la pureza virginal requerida para
entrar en el harén y finalmente, el énfasis puesto por los tratadistas
islámicos en la necesaria devoción a Dios que deben reunir las concubinas, son
suficientes como para insertar el harén entre las instituciones religiosas
llegadas al Islam desde otros horizontes geográficos, fundamentalmente hindúes
y persas.
Así
como el hombre encuentra la realización de su ser en sí mismo, entregándose a
la meditación, a la guerra santa o a trabajos sacralizados, la mujer encuentra
su realización renunciando a sí misma y entregándose a su hijo (como madre) o a
su marido (como amante). En el caso del harén, las concubinas deben al dueño
una devoción casi sobrehumana y una sumisión absoluta. La costumbre, por ejemplo,
obliga a la concubina elegida para pasar la noche con el dueño del harén, a
efectuar una entrada en las habitaciones reservadas, en la que haga gala de
gran humildad, como símbolo de sometimiento dejará caer su camison, entrar en
la cama por los pies y avanzar así hasta su amo.
El
hecho de que el porcentaje de esclavas capturadas fuera muy alto, implicaba que
la presencia en el harén con su aislamiento y su estricto régimen de vida, así
como la entrega devocional a su dueño, supusieran una especie de redención. En
la sociedad islámica medieval el esclavo era considerado culpable (de no
haberlo sido Alá lo hubiera protegido y por tanto no habría caído en la
esclavitud) y el cumplimiento de las funciones propias de las concubinas en el
harén, era una forma de volver a ser querido a los ojos de Dios.
LA DANZA DEL VIENTRE Y LA DE
LOS SIETE VELOS
Galaleddîn
Rumî, gran poeta islámico, había escrito que “Quien conoce la virtud de la danza vive en Dios, porque El sabe como
el amor mata”. No es raro que la
danza sea una de las distracciones más habituales practicadas en los harenes.
La danza tiene una importancia particular en todo el ámbito islámico. En
Turquía las cofradías de derviches practican ritualmente danzas sincopadas con
fines extáticos. El movimiento circular de los danzantes hace que la sangre
llegue a zonas del cerebro en donde habitualmente no suele llegar ; el
esfuerzo, el cansancio y lo trepidante de la danza provocan una apertura
extática caracterizada por un bloqueo del consciente que permite salir a la
superficie estratos más profundos de la personalidad. Así el practicante pueda
alcanzar la experiencia mística de fusión con lo Absoluto. Tal es el principio.
En lo que concierne a la mujer islámica, practica dos danzas, suficientemente
conocidas en Occidente, con fines iniciáticos : las danzas del vientre y
de los siete velos.
En
1923 un explorador italiano que se había adentrado en Cirenaica y Tripolitania,
entonces bajo dominación de Roma, pudo asistir a ceremonias secretas de
carácter erótico, realizadas por cofradías iniciáticas musulmanas. “Gallus”,
seudónimo utilizado por el explorador, estaba adherido a un círculo esotérico
formado en torno a Julius Evola, el “Grupo de Ur”, y dio cuenta de sus
experiencias en una monografía titulada “Experiencias entre los árabes”.
“Gallus”
pudo asistir al rito de una auténtica danza del vientre. La ejecutaba una mujer
miembro de la cofradía sufí y comprendía tres tiempos marcados por la altura de
los movimientos de los brazos y por la expresión del rostro, que corresponden a
los períodos de vita de la mujer. El último tiempo alude a la función erótica
despertadora de la fuerza basal, durante la unión sexual, mediante el
movimiento del vientre y del pubis. “Gallus” apuntaba que “la mujer que ejecuta la danza sufre como en un parto. Y es que es un
parto”. Una danzarina experimentada y conocedora de las prácticas sufíes
alcanza el éxtasis en el curso de la danza y, lo que es más importante, genera
en quienes la ven una especie de fascinación erótica que les conduce a una
idéntica apertura de conciencia.
En
cuanto a la danza de los siete velos su simbolismo esotérico y su
intencionalidad erótica son palpables. La tradición refiere que Axum, rey de
los axumitas, había conquistado el reino de Saba en el 532. Su favorita era la
hermosa Aila Sah que fue sorprendida por un eunuco del harén en actitud de huir
con un invitado a palacio. Aila para salvar al cabeza prometió al sultán
bailarle la danza de los siete velos.
El
velo había sido en las sociedades egipcia e hindú símbolo de castidad y pureza.
El despojarse de cada uno de los velos suponía alcanzar la pureza del estado
edénico primordial. Cada uno de los velos significaban los cuatro elementos
(fuego, tierra, agua y aire) y los tres vehículos del Ser (cuerpo, alma y espíritu).
Despojarse de ellos suponía, simbólicamente, alcanzar tanto la “quintaesencia”
(superación del cuaternario) como la “unidad” (superación del ternario).
EL EROTISMO INICIATICO SUFI
El
harén, la danza y el ciclo de relatos de “Las mil y una noches”, tienen como
denominador común, el erotismo y la sensualidad. Era difícil que una raza
particularmente predispuesta al sensualismo, como la árabe, no penetrara en el
terreno de la magia sexual. Aun en nuestros días estas prácticas se realizan
habitualmente en el Magreb y en la Península Arábiga. El escritor Peter Bowles,
refiere que su mujer mantuvo relación lésbica con una bruja marroquí, la cual
la controlaba mediante una planta en cuyas raíces había colocado un paño de
seda en cuyo interior se encontraban restos de menstruación de la mujer junto
con antimonio. Baste recordar que el antimonio es la materia prima utilizada
por los alquimistas árabes para la obtención de la piedra filosofal.
En
la base de la magia sexual árabe se encuentra el concepto de la unión sexual
como medio empleado para poner en acción la “barakah” o influencia
espiritual. Quienes desean acceder a este tipo de prácticas deben de superar
una serie de pruebas. Se les exige que no puedan ser hipnotizados, sin duda
para prevenir un estado de pasividad o fascinación inmovilizadora, cuando
entran en contacto con la mujer.
Estas
cofradías disponen de mujeres adiestradas para la celebración de ritos
sexuales.
POLIGAMIA Y CONDICION FEMENINA EN EL ISLAM
El Profeta reconoció, a pesar de inaugurar una tradición severamente masculina, que el dominio iniciático era accesible a la mujer. El Islam reconoce una desigualdad fundamental entre hombre y mujer, y más concretamente, una complementareidad. Mahoma había escrito : “Tres defectos en el hombre se convierten en cualidades en la mujer : avaricia, orgullo y timidez”, avara con los bienes del marido, orgullosa para no rebajarse a hablar con cualquiera y tímida para evitar los lugares sospechosos.
El espinoso problema de la poligamia es tratado en el Corán IV, 3. El musulmán puede tener hasta cuatro esposas, siempre y cuando mantenga la equidad con todas ellas y puede mantenerlas. La oferta coránica no está exenta de amenazas : “Aquel que tiene dos esposas y no se comporta equitativamente con ellas, tendrá el día del juicio la mitad del cuerpo desequilibrada en relación a la otra”.
Todo esto no puede hacer ignorar la realidad social actual de los países árabes. No siempre los preceptos coránicos se cumplen y, por lo demás, el mundo árabe no ha sido impermeable a la influencia laica occidental. Cuando las mujeres islámicas miran a Occidente, algunas de ellas ven un mundo diferente y ansiado. Tal es el caso de Fatima Mernissi, socióloga nacida a 500 metros de la universidad religiosa de la Qarauyin, “reserva espiritual” de Marruecos. La abuela de Fátima, Lalla Yasmina, fue raptada en 1903 y vendida en Dar Benkirán, uno de los más importantes mercados de esclavos de la ciudad. Permaneció 15 años en un harén de Fez. Su nieta, Fatima Mernissi escribió en 1984 el libro “Marruecos contado por sus mujeres” y tres años después “El Harén Político” prohibido por la presión de los doctores en religión (“ulemas”). “El Harén Político” analiza toda la tradición transmitida con posterioridad a Mahoma con relación a la mujer y plantea la tesis de que el mensaje profético con respecto a la mujer fue falseado en el transcurso de los siglos para justificar la situación de permanente tutela en que se encuentra la mujer en las sociedades islámicas.
En 1989, Fatima fue incluida en una “lista negra” de 80 intelectuales indeseables para Jomeini...
R E C U A D R O F U E R A D E T E X T O
EL EUNUCO, GUARDIAN DEL
HAREN
Los
harenes de Constantinopla, los de Arabia y aquellos otros vinculados a otros
conceptos religiosos en la India y en Asia, fueron siempre custodiados por
eunucos y solo a ellos cabía entrar en el recinto. Su utilización va más allá
de una simple medida preventiva destinada a preservar el uso de las concubinas
solo a su propietario.
Existen
tres variedades de eunucos, el “completo”, al cual de niño se le extrae en
órgano completo de la generación (Dekeur, el pene), el escroto y los
testículos, el eunuco “incompleto” al que se le priva solo de los testículos
tras la pubertad y, finalmente, el eunuco al que se le atrofian los testículos
por frotamiento. El primer tipo es el adecuado para velar por la seguridad del
harén, los otros dos son considerados “inseguros”, al haber conocido en el
inicio de la pubertad el deseo sexual. Los primeros tras la castración cambian
física y mentalmente, no tienen barba, la laringe es de pequeñas dimensiones y
la voz resulta infantil y aniñada ; su carácter está próximo del sexo femenino.
Entre los árabes se dice que viven poco tiempo y mueren antes de los treinta y
cinco años.
La
idea general es que el eunuco sexualmente es neutro, no tiene una polaridad
femenina y se ha visto amputado de la masculina, de ahí que su presencia en el
harén no suponga una interferencia para la pura vibración de la feminidad que
luego, al entrar en contacto con el dueño del serrallo, estará íntegra y sin
haber sido menoscabada.