Dicen que el
PSOE está en el poder junto con los comunistas de Podemos. Es ficción. El
PSOE se terminó en Suresnes hace casi 50 años y en cuanto a Podemos, hoy no
pasa de ser una tropa de plañideras abandonadas por el macho alfa, porreros
subvencionados, amigos de los inmigrantes con algunas harpías que tratan de
eternizar su modus vivendi (Colau-Oltra-Díaz, en concreto). Pero, en
realidad, a partir de Felipe González, el PSOE rompió con su modelo histórico que
solo conservaba para emotivos cantos de la Internacional al acabar sus
congresos. El felipismo no era “socialista”, pasó a ser “socialdemócrata”
porque así se lo sugirieron desde la Fundación Flick. El SPD alemán la hizo buena
reviviendo un partido esquelético y ausente durante los 40 años de franquismo y
cuyos líderes históricos tenían el reloj parado en el “largocaballerismo” y la
República. La agonía del felipismo fue larga. Al final, los españoles se
hubieran entregado al diablo en persona para librarse de la mezcla de
corrupción, ineficacia y propaganda triunfalista en la que se había convertido
el gobierno. Pues bien, ese proceso de hartazgo se repitió con el zapaterismo e,
incluso, el pedrosanchismo se ha instalado en la misma deriva.
ZAPATERISMO
IN MEMORIAM
En efecto, ZP no
era -como tampoco lo fue Felipe, un oportunista sin escrúpulos- “socialdemócrata”,
mucho menos socialista. ZP era un tontorrón con ideología boy-scout extraída directamente
de los catecismos de la UNESCO. Llegó al poder en un momento en el que las
cuentas públicas -oh, maravilla de maravillas- tenían superávit. No modificó en
absoluto el modelo económico de Aznar, simplemente lo aceleró: si con Aznar
se construía, con él se construiría más, si con Aznar los bancos abrieron el
crédito, con ZP lo abrirían más, si con Aznar llegaron 3.000.000 de inmigrantes
en ocho años, el nuevo jefe de gobierno aceleraría el proceso y lograría que
llegara la misma cantidad solamente en su primera legislatura; si con Aznar éramos
íntimos de Bush y nos embarcó en la guerra de Irak, con ZP nos retiramos de
Irak, para aterrizar en el conflicto afgano; si Aznar hablaba “catalán en
familia”, ZP prometió decir “amén” a todo lo que aprobara el Parlamentito de
Cataluña. Aznar intentó crear un eje de “países de tamaño medio” en la UE,
mientras que ZP tenía ambiciones mayores y su campo de aplicación fue todo el
globo con la “Alianza de Civilizaciones”.
Las diferencias
radicaban en que Aznar administraba el país como una empresa rentable y ZP -que
jamás entendió nada de economía, ni porqué el país parecía crecer, ni porqué
luego empezó a caer- como una ONG subvencionada y subvencionadora. Pero, el
percebe que había ganado las elecciones gracias a unas bombas inesperadas e
indescifrables, quería pasar a la historia como “pacificador” (dando alas a una
ETA derrotada), minero de la memoria histórico e ingeniero social.
El resultado fue
que problemas que hacía tiempo habían dejado de preocupar al grueso del país
(memoria histórica, “reconciliación”), volvían a estar presentes. La burbuja
inmobiliaria, que alcanzó su techo máximo en 2008, estalló y ZP creyó durante
mucho tiempo que era solamente por el descenso de actividad en la construcción.
Subvencionó con casi 350.000 millones de dólares al sector de la construcción sembrado
el país de rotondas que dieron vida no más de tres meses a los empresarios de
la construcción, mientras enviaban a sus empleados al paro, el mismo día que
terminaban esas rotondas. Para colmo, allí donde no había un problema (en
Cataluña), permitió que los indepes lo crearan, mientras que ETA se convirtió
en “actor político” gracias al proceso de paz. Desde entonces las cuentas
públicas dejaron de estar equilibradas.
ZAPATERO ANTE
LA GRAN CRISIS ECONÓMICA
Pero lo más
sorprendente de todo esto es que ZP, incluso a partir del inicio de la gran
crisis económica en 2007, sostuvo una y otra vez que no afectaría a España y
siguió haciéndolo, alegando que se trataba de una “ralentización del
crecimiento”, pero que “crisis”, lo que se dice “crisis”, ni se la esperaba ni estaba
en perspectiva. Todo era una “recesión circunstancial”, generada por las “tensiones
económicas internacionales”. Todo estaba, a fin de cuentas, bien. Incluso en
Andalucía podía cambiarse de sexo con cargo a la seguridad social. Y con
este programa salió elegido por segunda vez, alguien que ni siquiera hubiera ganado
las elecciones de 2004 de no ser por las extrañas y oportunas bombas del 11-M
(no lo olvidemos jamás).
Esta segunda
victoria desató las alarmas en la Unión Europea y en los EEUU. El problema era
que la crisis de una economía con las dimensiones de la española,
cuadruplicaría los efectos de la crisis de Grecia y tendría una repercusión
mundial, en especial porque consorcios de capital-riesgo anglosajones y la
banca alemana tenían cifras astronómicas invertidas en España. Sin olvidar que
la quiebra de una economía de esa dimensión podría arrastrar a la de los países
acreedores. ZP, no convocó elecciones anticipadas porque en su estúpida
inconsciencia pensara que sus fórmulas “optimistas” hubieran fracasado, sino
porque, simplemente, se lo ordenaron desde los centros de poder financiero
internacional. Eso, o hubiera debido de soportar campañas de prensa y presiones
en la calle que habrían hundido aún más a él y a su sigla.
La diferencia
de comportamientos entre la derecha y la izquierda españolas es simple: la
derecha ahorra y la izquierda dilapida. Hay cierta complementariedad entre
ambas: la derecha gestiona (reservándose una parte para sus corruptos) con
criterios empresariales, mientras que la izquierda lo hace con alegría “distributiva”
(reservándose la parte del león para sus corruptos, como no podía ser de otra
forma). El resultado es que la estructura económica de España se va quedando
progresivamente anticuada y nadie hace nada, ni para planificar a medio plazo,
ni para reformar lo que resulta imposible de soportar: en especial, el coste de
las autonomías, en concreto (ni la corrupción autonómica que compite con la
estatal y en Andalucía y Cataluña la supera con creces). Hoy España, además de
buenos gestores, precisa gestores honestos, con visión de futuro y capacidad
para planificar, sin atenerse a los cuatro años que median entre una elección y
otra.
2021: EL DEJA
VU COLECTIVO. ESTO LO VIMOS EN 1993-1996 Y EL 2008-2011
Hoy, en 2021,
parece que nos encontremos en el “túnel del tiempo”: estamos reviviendo los
últimos años del felipismo y la agonía del zapaterismo. Al igual que con el “último
Felipe”, Sánchez y sus perros de presa, se contentan con atacar al PP. Y
utilizan métodos que parecen extraídos de Sálvame Deluxe (los ataques de
Sánchez a Casado, diciendo que el Partido Popular Europeo habla mal de él),
utilización de la “Brunete mediática” subvencionada, a “tertulianas y
tertulianos” histéricos, vociferantes y agresivos, en debates, transformación
de situaciones catastróficas en desfiles triunfales, falsificación de cifras y
estadísticas. La agonía del felipismo se prolongó, desde que se apagaron las
luces de los “eventos del 92” (4.000.000 de parados), hasta que Aznar salió
elegido en 1996.
Pero eso mismo,
ocurrió durante los últimos años del zapaterismo que dejaron, en 2011, una
herencia de 6.000.000 de parados y un déficit del 8,5%, un país destrozado
por la crisis, endeudado (cada día los españoles nos levantábamos preocupados
por “la prima de riesgo”), que había pasado a ser completamente irrelevante en
la escena internacional y que había sido clasificado como país “de alto riesgo”,
junto con los “farolillos rojos” (Grecia, Portugal, Irlanda). Al zapaterismo se
le puede acusar de haber favorecido la “centrifugación” del país, haber pactado
con los terroristas vencidos, practicar la política de la “renuncia preventiva”
ante Marruecos, permanecer mudo en la UE ante los acuerdos preferenciales con
el Magreb, lesivos para la economía agrícola de nuestro país, de haber
resucitado los muertos de la Guerra Civil, de haber generado una “regularización
permanente” de inmigrantes, etc., pero nada de todo ello es comparable, por
los efectos que produjo, con el reconocimiento tardío de que existía,
realmente, una crisis económica y los errores en la gestión de esa crisis que
abrieron definitivamente el camino hacia la inviabilidad económica del país en
la que nos encontramos ahora.
PEDRO SANCHEZ
CULPABLE DE PASIVIDAD
Con el
pedrosanchismo vivimos instalados en la mentira permanente. Todo va bien para
los medios de comunicación oficiales y lo que no funciona se achaca a los
partidos rivales o a circunstancias internacionales: nunca a la mala gestión del
presidente. Eso es todo. La satisfacción general se apoya en estadísticas
falsas (“cocinadas” o simplemente improvisadas) del CIS, en cifras “macroeconómicas”
falsas destinadas a convencer a Europa de que financie la irresponsabilidad del
gobierno español, valoraciones altas, tasas de interés propias de períodos de
crecimiento económico e impresión de euros repartidos al electorado clientelar.
No es raro que algunos especialistas pronostiquen el “invierno económico” que
tenemos por delante.
Claro está que algo
de todo esto no es nuevo: por ejemplo, cuando Montoro se encontraba al frente
de la gestión económica del gobierno Rajoy, se introdujo una variación en el
cálculo del PIB: se consideró que el tráfico de drogas, el contrabando, la prostitución
y el juego ilegal, constituían “actividades económicas” y, por tanto, merecían
figurar en el PIB con cantidades “estimativas”. Y esto, a pesar de no cotizar a
Hacienda, de escapar a cualquier mecanismo económico de control y de ser
actividades ilegales y/o ilícitas. El PIB, naturalmente, subió. Hoy, estas
actividades, todavía siguen teniéndose en cuenta -y sobrevalorándose- a la hora
de calcular el PIB. Pero, además, de estos problemas heredados, el
pedrosanchismo es culpable directamente de otros: especialmente, de no actuar ante
lo que se avecina.
A principios del
año se preveía un crecimiento del 7% (algunos voceros gubernamentales llegaron
a dar la cifra del 10%). Ahora, estas cifras han sido redimensionadas por la UE
al 4%, lo que es mucho menos, si tenemos en cuenta que en 2020 la actividad
económica disminuyó a causa de los confinamientos y que, al concluir, el rebote
en el consumo era lógico. Pero lo peor es que en los últimos meses, la
inflación ha crecido un 5,4% (100 euros de los Reyes del año pasado, serán ahora
94). La Comisión Europea ha rebajado sistemáticamente las cifras del gobierno
español (un 1,6% en el último trimestre) y nos ha situado en el furgón de cola,
con farolillo rojo, de la UE. ¿Nuestros problemas? Groso modo: inflación –
deuda – déficit. Es cuestión de tiempo que el país se desplome
económicamente.
Por eso la UE es
remisa a materializar las ayudas prometidas al gobierno español: saben
perfectamente que las “ayudas” no se van a utilizar en “inversión productiva”,
sino en lo que el gobierno llama “gasto social” (que, en realidad, no pasa
de ser “gasto para generar electorado clientelar”). En estas condiciones,
cualquier ayuda que se entregue contribuirá solamente a mantener en el poder a
un partido de porreros colgaos, parásitos sociales, histéricas
antiheteropatriarles, obsesos LBTGIQ+, harpías ambiciosas, flanqueando a un
presidente que ha podido falsificar su tesis de fin de carrera, pero que no
puede afrontar las cifras macroeconómicas reales.
La triste
realidad es que en los últimos meses no hay recuperación, caemos más que ningún
otro país en Europa, hemos superado a Grecia en tasa de paro, no estamos en
condiciones de llegar a la tasa de crecimiento de uno de los países “hermanos”
en la crisis de 2009 (Irlanda, que ahora crece al ritmo del 14%), carecemos
de modelo de crecimiento, el gobierno sigue sosteniendo cifras irreales y
denunciadas como tales y anuncia que estamos “en plena recuperación” (cuando
Europa afirma que una recuperación limitada solamente podría empezar a darse en
España en el segundo semestre de 2023).
A partir del
aumento de la tensión entre Argelia y Marruecos (que podía preverse desde el
momento en que el primero indujo a su títere, el Polisario, a reiniciar la
guerra del Sahara, crisis agravada en España por la presencia innecesaria del
jefe del Polisario) era evidente que el
gaseoducto Argelia – Marruecos – España (trazado así por la estupidez corrupta del
felipismo) generaría problemas de suministro y había que empezar a buscar otros
proveedores de gas natural (el cierre del gaseoducto merma en un ¡35%! la
llegada de gas a España, generando el fantasma de un posible “apagón”
energético para el mes de enero). Porque la dependencia del gas argelino
es lo que hará que la crisis energética global, sea más aguda en España.
Los precios
están aumentando a un ritmo del 5,4%, lo que implica una pérdida constante y brutal
de poder adquisitivo. La administración -lo percibimos desde los meses de la
pandemia- está dejando de funcionar: imprevisión, baja productividad, medio
millar de “asesores” que no tienen ni el bachillerato, bajada de calidad en los
servicios (en educación los alumnos pueden llegar a la prueba de selectividad
sin recuperaciones), funcionarios contratados transformados en funcionarios de
por vida sin oposición, “ayudas sociales” que no llegan (ahí están los
afectados por el volcán en La Palma, hartos de que el “señor de los Falcon”
visite la isla, pero que todavía no han recibido ni un euro). Los camioneros
están a punto de convocar huelgas que, como ellos mismos espetaron a las
harpías (Colau – Díaz – Oltra) “se van a cagar” y así será: el país quedará
paralizado y desabastecido. Aumento un 34% de las violaciones desde principios
de año (48% de ellas en Cataluña), más y más inmigración subvencionada y
subsidiada, leyes que suponen un “efecto llamada” para delincuentes (generando
movilizaciones de todos los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado),
juzgados paralizados, órdenes de ir poniendo en libertad a delincuentes condenados
para evitar que aumenten las cifras de presos, maquillado de las cifras de
delitos, apertura de “oficinas de violencia doméstica” en cada una de las provincias
españolas, etc, etc, etc, etc.
NO BASTA CON
ENTERRAR EL CADÁVER POLÍTICO DEL PEDROSANCHISMO
Despropósitos
sobre despropósitos, indicativos de que el pedrosanchismo ha entrado en agonía
(los argumentos que presentó en la sesión parlamentaria para aprobar los nuevos
miembros del CSPJ son los de alguien quemado y requemado al que empiezan a
faltarle fuerzas incluso para mentir con convicción).
Escribimos esto
cuando se anuncian desabastecimientos en los mercados, faltan microchips para
la industria, la “transición ecológica” ha embarrancado y cogido a contrapié al
gobierno de coalición español (ahora, Europa empieza a lamentar el haber
atendido a ecolocos destruyendo nucleares, en lugar de construir nuevas y más
seguras). En España, en cambio, vivimos “tranquilos”: las noticias sobre la
elevación constante del precio de la energía no han suscitado manifestaciones
notables, las reformas de las pensiones tampoco ha suscitado grandes protestas
y una vez más los sindicatos firmarán lo que se les ponga bajo la nariz. Se están
estudiando (o aplicando ya) nuevas leyes con carácter urgente para la
legalización del porro, impedir fumar tabaco en las terrazas, nuestros menores
no podrán comprar bebidas azucaradas, ni ver publicidad de las mismas, pero
tendrán a su alcance el cambiar de sexo (todo pagado), con la ley de la
eutanasia ya aprobada podemos morir tranquilos, e incluso los ladridos de los
perros serán legislados en la próxima ley de mascotas domésticas… Así pues,
todo tranquilo y a pedir de boca.
No importa
que los presupuestos aprobados sean irreales y ninguna de sus objetivos pueda
alcanzarse al partir de cifras de crecimiento y recaudación artificiales y
falsas, lo que importa es que el catalán estará blindado en Netflix… ¿De
qué nos preocupamos? La “mesa de negociaciones” entre el gobierno del Estado y
la gencat solucionará los desencuentros entre los separatistas (aunque no entre
ellos) y el Estado. Hasta ahora las transferencias en materia de comunicación
han sido, una vez más, “triunfales” (el programa-estrella de la TV2 en catalán conducido
por Gemma Nierga, tiene una audiencia estimada de entre 1.000 y 5.000
espectadores diarios…). Aquí no pasa nada. El país feliz.
Habrá
elecciones generales anticipadas. Por supuesto. Las hemos previsto para junio y
no por iniciativa propia, sino porque los centros de poder económico utilizarán
la línea directa con la Moncloa para ordenárselo. Quizás se convoquen
entonces aprovechando que en septiembre habrá mejorado levemente el empleo
estacional. No basta con que gane la derecha. En realidad, gane quien gane,
va a poder hacer poco: el margen de maniobra es minúsculo. Hay demasiada deuda,
existirá una coyuntura internacional muy desfavorable desde el punto de vista
económico, así que no hay que forjarse ninguna esperanza. Asistiremos,
simplemente, a una alternancia que distará mucho de resolver a medio plazo los
grandes problemas.
La sustitución
de la sigla PSOE por la sigla PP, no garantiza que, en otros cuatro años o
menos, otra psicópata al estilo de Sánchez u otro psicotonto al estilo de ZP,
llegue a la secretaría general del PSOE con “ideas nuevas”. Lo que las
próximas elecciones requieren es que la sigla maldita que lleva 100 años
protagonizando y aplicando las peores y más torpes políticas, desaparezca de
una vez por todas. Incluso, si me apuran, lo mejor sería que desapareciera el
régimen de partidos y asumiera el timón un gobierno de técnicos y expertos
capaz de restablecer el ORDEN en todos los terrenos, empezando por el orden
económico y terminando por el orden público.
Si, ya sé que
eso es imposible. No me hago ilusiones: desde 1978 vivimos de ilusiones. Y
votamos ilusionados. Esto es, como ilusos. Como país, esto es indudable, tenemos,
lo que nos merecemos. Lo que hemos votado en el altar sacrosanto de la
libertad de expresión, transformando nuestra parcela individual de soberanía en
un “cuerpo místico” de soberanía nacional con el que está investido Pedro Sánchez
para gobernar y ser obedecido. Para que luego critiquemos el “pensamiento
mágico”…
Juro (o prometo)
que nunca más en mi vida, volveré a votar. Está claro que el votar no soluciona
los problemas, sino que justifica las peores y más torpes decisiones. Cuando una
balsa se hunde, votar quien será el capitán ya no sirve de nada. Solamente una
mano de hierro constituye la última esperanza. Yo espero esa mano de hierro
como quien espera ser rescatado de un pozo profundo, oscuro y estrecho.