Empieza
noviembre. Y empieza con el Día de Todos los Santos y sigue con el Día de Difuntos. Mes triste. Se avecinan unas
fiestas navideñas en la que todos los augurios sugieren que el consumo no va a
poder satisfacerse por problemas de abastecimiento. Para colmo, el sol se hace
cada día más avaro, agravado por el infame cambio horario. Veo los estrenos de
series y películas de este mes y esto agrava aún más la sensación de que va a
ser un mes poco estimulante. Además de las noticias económicas y de la deriva
del pedrosanchismo, todo induce a pensar que estamos en puertas de la “tormenta
perfecta” que tanto temíamos desde que empezó la globalización.
Los gobiernos
dicen que están preocupados por el “cambio climático” y quieren, por todos los
medios detener la subida de 1,5 grados de temperatura. Y nos trasladan la
responsabilidad a usted y a mí. Nos hablan con tanta suficiencia y
circunspección como cuando diariamente nos daban las cifras de muertos de la
pandemia y presentaban como alternativas la mascarilla, el no comer en público
y el lavarse las manos con la constancia de un maníaco obsesivo-compulsivo. Y
nosotros nos creíamos que eso servía para algo, como luego nos creímos que con
las vacunas todo se resolvería.
EL CLIMA CAMBIA, LO QUE NO SABEMOS ES HASTA DONDE EL SER HUMANO ES RESPONSABLE
Y, de la misma forma que las epidemias tienen un ciclo vital (hasta la epidemia de peste remitió espontáneamente después de unos lustros, salvo el Covid que parece ser eternamente "estacional" con vacuna y todo) y sin que médicos ni cirujanos de la época hicieran nada, así mismo el clima ha cambiado siempre y seguirá cambiando, aunque el ser humano recicle, reduzca las emisiones de CO2 y vaya pedaleando al trabajo.
En el siglo X, se sabe que los vikingos llegaron a
Groenlandia y así la llamaron: “Grünes land”, “tierra verde”. Ni hielos, ni
ventiscas huracanadas, sino más bien tierras de cultivo, fértiles y ricas. Los
asentamientos vikingos en la isla se prolongaron 300 años más. Luego
desaparecieron, según unos se fueron a Vinland (ya en el continente americano),
según otros se quedaron ateridos de frío y los ecologistas de hoy aventuran que
talaron demasiados árboles y deforestaron los bosques. Mentira ecológica
políticamente correcta, por supuesto, pero no por ello menos mentira. Una isla
como Groenlandia no podía ser deforestada por los descendientes de los 15 drakares
que consiguieron llegar hasta allí. Lo que ocurrió fue que se produjo una
“pequeña edad de hielo”. Las temperaturas subieron sin que el ser humano
participara. La bajada del mercurio se debió a varios factores: las radiaciones
solares no son continuas, la actividad solar está sometida a ascensos y
descensos y, para colmo, el eje de la tierra no es vertical, sino que se mueve
como una peonza. Eso hace que la Estrella Polar (“la Polar es lo que importa”)
ya no marque exactamente el Norte, sino que se haya desplazado. Es cierto que
hacia 1850, con el inicio de la “era industrial”, entramos en una era de
“calentamiento global”, pero es que en el 1.300 se produjo una “pequeña Edad
del Hielo” y en el 900 un “período cálido medieval”, al igual que 2.500 años
antes de Cristo, tuvo lugar un ciclo de “enfriamiento”. Antes, en el 6.000
antes de Cristo se inició un período cálido y así sucesivamente. El clima
siempre ha ido variando, incluso antes de la aparición del ser humano. No hay
motivo para pensar que esto no proseguirá por mucho que los ecolocos y buenas
gentes concienciadas pontifiquen sobre cómo salvar al mundo reciclando.
NINGUNA "CONCIENCIA ECOLÓGICA" EN EL PEDROSANCHISMO
Por cierto, no
me hablen de reciclar. Pertenezco a una generación que reciclaba: cuando había mucho papel en casa o botellas, se llamaba al trapero y asunto resuelto. ¡Y te pagaban por lo que se llevaban! Si los gobiernos tuvieran una voluntad de resolver el
problema del clima (porque hay un problema en el medio ambiente, sobre el que
luego llegaremos), lo primero que harían sería prohibir todo tipo de plásticos.
Cuando era pequeño no existían botellas de plástico. Un buen día empezaron a
invadirlo todo. Se envolvía la carne en papel de estraza. Y aquello no creaba
ningún problema. Hoy, los “blisters” traspasan el sabor aséptico del plástico a
cualquier alimento. Se tiene la sospecho de que el traslado de moléculas de los
plásticos al organismo, no es precisamente una ganga y está en el origen de
muchas enfermedades y cánceres- Si el gobierno español tuviera una conciencia
ecológica haría años que impondría el reciclado de envases de vidrio y la
prohibición de envases de plástico o de latas. Es más fácil prohibir la
publicidad para menores de bebidas azucaradas (prohibición imposible de llevar
a la práctica, por cierto), sin olvidar que los mismos menores que pueden
decidir sobre si les castra y se les corta la pilila para cambiar de sexo, no
pueden decidir sobre si tragarse una coca light o un zuño de brócoli.
No,
decididamente, los gobiernos utilizan la coña del cambio climático para crear
señuelos, desviar protestar, encarrilar la corrección política para senderos
fácilmente trillables, etc. Lo mismo podríamos decir de las “panaceas
ecológicas” de nuestro tiempo: el coche eléctrico. ¡Qué maravilla, lanzarlo
cuando aún no han sido resueltos los grandes problemas técnicos de esta forma
de trasporte! Ciertamente, el CO2 no contaminará, no habrá malos olores de la
gasolina quemada, en absoluto: pero nadie nos asegura que la fabricación de
acumuladores no dañará al clima, tanto o más. Como el papel reciclado que se
puso de moda en los ayuntamientos “progresistas” en los años 80: no se
derribaban árboles, pero se contaminaba tanto o más con la coña del reciclado
que precisaba de detergentes en cantidades masivas. Podríamos seguir, pero
estos ejemplos bastan para establecer una ley.
NI SIQUIERA EL DECRECIMIENTO ES LA SOLUCIÓN
Cualquier actividad que realice el ser humano, cualquier, incluso las básicas (comer, defecar, dormir) generan alteraciones en el medio ambiente. Además, la superpoblación hace que los problemas aumenten. Esta situación no tiene salida. Los que crean que bajando 1,5º la temperatura salvarán al planeta, o son tontos de baba o quieren engañar. El planeta se regenera… sí, pero hasta cierto punto, más allá del cual, el tiempo hace lo demás: se alternan ciclos de altas temperaturas con otros de fríos glaciares. Con o sin ser humano. El titanismo humano hace que se atribuya una importancia hasta ahora no cuantificada en este proceso natural.
Y digo que no hay solución porque el “decrecimiento” que sería el único paradigma posible, que resolvería la parte de la degradación del medio que corresponde al género humano (pero no la que corresponde al propio planeta de clima siempre cambiante), no deja de ser una utopía inasumible: ¿está usted dispuesto a renunciar a algo? Piénselo bien, antes de contestar: ¿Está a favor de la sustitución de envases plásticos por otros de vidrio? ¿Sí? Bien, pero ¿está dispuesto a que la cesta de la compra pese 1/3 más? Ahí ya duda ¿verdad? Pues imagínese si le pregunta si está dispuestos a renunciar al aire acondicionado o al teléfono móvil; ¿y al coche?
Salvo unos pocos “luditas” que
viven de fantasías de otra época, no creo que nadie esté dispuesto a renunciar
a nada. Si coincidimos en esto, deberá usted aceptar que la ecopolítica que nos
regala el G20 o merluzos psicópatas del nivelazo de Pedro Sánchez, basada en el
mito del “crecimiento sostenible” (no puede haber “crecimiento”, sostenible sí,
pero ilimitado también, en un planeta de posibilidades y recursos limitados),
es pura actuación exterior, gesticulación que no tiene más objetivo que sembrar
el miedo (otro Miedo más, que se va sumando al Gran Miedo que domina toda la
escena actual: miedo al terrorismo, miedo a la pérdida de empleo, miedo a la
delincuencia, miedo a la degradación del medio, miedo a las pandemias, miedo a
no pagar la hipoteca, miedo al aburrimiento, a la enfermedad y a la muerte…).
Pero ahí están vendiendo mercancía averiada.
NO SE ENGAÑE: NO HAY NADIE EN EL TIMÓN
En realidad, la
crisis ecológica de nuestro tiempo es un frente más que nos recuerda y que
evidencia que hoy NO HAY NADIE EN EL TIMÓN. Si hubiera alguien al frente de los
destinos humanos (incluso esa restringida élite que los conspiranoicos
identifican con la masonería, con los judíos, con los “facistas”, con los
Bildelbergs, etc), existiría un mínimo de “previsión”. Pero los gobiernos y las
élites se han habituado a ser cortoplacistas: sus proyectos no alcanzan más
allá de una legislatura (y quienes hablan del “horizonte 2030” es que quieren
prolongar su mandato 10 años y no limitarse a dos legislaturas: eso es todo).
“Gobernar”
quiere decir prever, planificar, proyectar para el futuro. Hoy los gobiernos se
conforman con administrar el presente, quedarse su comisión, procurar ahorrar
patrimonio suficiente para tener una vejez tranquila y poco más. Y pasa lo que
pasa: en 2003 en mi libro Marruecos: el enemigo del Sur”, ya denuncié la
absoluta estupidez del felipismo que había elegido un gaseoducto que trajera el
gas de Argelia a España ¡a través de Marruecos! Sin tener en cuenta que los dos
países del Magreb se llevan como el perro y el gato y que, antes o después, se
enzarzarían en disputas que impedirían la llegada del gas argelino a España. Quizás
una de las decisiones más sensatas de Aznar fue crear un segundo gaseoducto más
directo que uniera España con Argelia. Pues bien, hoy aquello que temíamos en
2003 -y que temía todo aquel que conociera un mínimo de política magrebí- ha
ocurrido: el grifo del gaseoducto felipista se ha cerrado a causa de las
polémicas entre vecinos a cuál más insoportable.
ELEVACION DEL PRECIO DE LA ENERGÍA Y FALTA DE PREVISIÓN
Los medios están
muy preocupados con las noticias sobre la elevación del precio de la energía
que vienen ocupando las primeras planas de los informativos desde hace 90 días.
¿Es que nadie lo podía prever? ¿Cómo es que los poderes públicos no alertaron y
actuaron en consecuencia sobre que el mercado de vehículos eléctricos iba a absorber
demasiado consumo de electricidad, algo que la red no estaba preparada? ¿Cómo
es que los moderes públicos no alertaron hace cinco años que las operaciones
cifradas de criptomonedas y los certificados digitales NTF realizadas por los “mineros
de criptomonedas”, no iban a absorber una parte creciente de energía eléctrica,
además de tarjetas gráficos y chips capaces de hacer estos cálculos y que
escasean desde hace 10 meses? En China se están construyendo a razón de cinco
centrales nucleares al año. ¿Nos extraña? Aquí en la Europa bienpensante, el
político que ose decir que hay que construir centrales nucleares con tecnologías
del siglo XXI (las que existieron se construyeron con técnicas de mediados del
siglo XX) se arriesga a ser crucificado por sus propios partidarios. Y sin
embargo, son necesarias. Pero no se construirán porque ningún político, a lo
largo de la historia de las últimas décadas, ha tomado ninguna iniciativa que
pudiera perjudicar su carrera. No hay nadie en el timón. No lo olviden. Y los
que lo ocupan no pasan de ser grumetillos ególatras e ignorantes.
Que el gobierno
español piense solo en buitrear los presupuestos públicos, generar “paguitas”
para crearse un electorado clientelar y cobrar bajo mano comisiones por
subsidios dados a ONG inútiles, todo esto entra dentro de lo normal y no es
algo que pueda sorprendernos. Aquí no es que haya o no políticos corruptos:
todos lo son en mayor o menos grado, lo que hay es una diferencia entre los que
son pillados en algún marronazo y los que salen indemnes. Pero es que eso mismo
ocurre en la Unión Europea que demuestra la misma falta de previsión: ¿cómo es
que la UE ha estimulado especialmente al sector primario con subvenciones por plantar
viña y, al mismo tiempo, por arrancar vides? ¿se puede adoptar alguna política
más absurda que la de traer naranjas marroquíes, argelinas, israelitas y sudafricanas
en lugar de consumir SOLO naranjas españolas? ¿Cómo es que ningún plutócrata de
la UE previó hace dos décadas que Europa precisaba tener en cada rincón una
fábrica de microchips y que ese era el sector del que sería más dependiente la
industria en las décadas que siguieron?
No busque conspiraciones, no intente identificar a los “maestros del mundo”. No
existen. Existen, eso sí, las “dinastías económicas” que no coinciden con las
grandes fortunas de la lista de millonetis (los Elon Musk, los Gates, los Soros, los
Amancios, etc.). Las grandes acumulaciones de capital no son de ayer, no
pertenecen a nombres propios, sino a holdings familiares. ¿Sus apellidos? Los Rothschilds,
los Vanderbilt, los Rockefellers, los Koch, los Walton, los Mars, etc. (y no piensen mal, el hecho de
que la mayoría de ellos sean judíos no implica que no haya judíos que lo pasan
tan mal como un cristiano viejo para llegar a fin de mes). Pero, la realidad,
es que estas dinastías solamente actúan en comandita ante enemigos comunes. La
mayor parte del tiempo compiten entre ellas. Cada cual juega en su liga contra otros que son lo más parecido a él. Y los encuentros de la "liga de millonetis" son los menos amistosos de todos los partidos. Lo que aumenta la sensación de que
no hay nadie en el timón de los destinos de la humanidad.
REPENSAR EL MUNDO PARA DESPUÉS DE LA "TORMENTA PERFECTA"
¿Entonces?
Entonces, si no estamos dispuestos a aceptar el “decrecimiento”, si somos
conscientes de que con una disminución de 1’5º de temperatura, no se
solucionará ninguno de los problemas climáticos y si se ignora que el clima no
solo depende de nosotros, sino que la naturaleza también tiene su arte y parte,
si aceptamos que los gobiernos no hacen nada por nosotros, ni son capaces de
planificar a medio y largo plazo, entonces llegaremos a la conclusión -muy
realista, por lo demás- de que no puede hacerse nada. Salvo aceptar las cosas
como son, recluirse en el propio mundo interior y en el del propio clan
familiar o social y dar la espalda a toda esta acumulación de mentiras, de
incongruencias, de verdades a medias, de negligencias y de estupideces.
Entonces y, solo entonces, podremos empezar a repensar el mundo: y para ello
habrá que inhibirse del presente, renunciar a actuar sobre el presente, generar
redes en las catacumbas capaces de ofrecer un proyecto común después de que
haya pasado la “tormenta perfecta”.
A nuestra
generación le ha sido dada ver el ocaso de una era. No podremos ver el
advenimiento de la que se seguirá, pero, al menos, tenemos el privilegio de ver
que todo lo que denunciamos como absurdo en la modernidad, termina siendo el
acelerador que conduce a una humanidad al precipicio. Otras generaciones ni
siquiera se darán cuenta de que se están cayendo…