Turquía fue,
hasta la invasión de Irak, una cuña al servicio de los EEUU para su presencia
en una zona por la que, entonces, mostraba el mayor interés. Era una cuña
situada entre el país al que entonces se le atribuía las segundas mayores
reservas petrolíferas mundiales (Irak) y la zona del Caspio en donde se localizaban
en 2003, las terceras mayores reservas petrolíferas… Sin embargo, en la
actualidad, esta clasificación ha variado: Venezuela figuraba en 2016 como el
país con las mayores reservas mundiales de petróleo (360.000 millones de
barriles), seguido por Arabia Saudí (con 269.000), luego Canadá (171.000), Irán
(157.000), Irak (143.000), Kuwait (104.500), Emiratos Árabes (98.000), Rusia
(80.000), Libia (48.360), Nigeria (37.000), EEUU (36.520), Kazajistán (36.500),
Qatar (25.000), China (25.000), Brasil (16.000), Argelia (12.000), México
(9.800), etc. Hasta llegar a la Unión Europea, cuyo conjunto apenas supera los
5.700 millones de barriles. Turquía se encuentra en el lugar 50, con apenas 300
millones de barriles de reserva: “tiene petróleo”, pero no puede decirse que
sea una potencia en el sector.
Es importante considerar
de dónde procede el petróleo que mantiene en activo a la industria
norteamericana. Desde 2005, sus importaciones procedentes de Venezuela,
Nigeria, Arabia Saudí y México han ido descendiendo regularmente, y en la actualidad
se encuentran en sus mínimos históricos, entre 100.000 y 10.000 de barriles
diarios. Sin embargo, las comprar realizadas a Canadá se dispararon desde 1985
pasando de casi 90.000 a 4.276.000 barriles/día, alcanzados en 2018, mientras
que las de Venezuela caían a 827.000, Arabia Saudí 901.000 y México 719.000.
Pero se da la circunstancia de que EEUU, es, a la vez importador y exportador
de petróleo. Solamente en septiembre de 2019 salieron de territorio
estadounidense 89.000 barriles por día más de los que importó, habitualmente en
forma de productos derivados. Desde 2010, los EEUU fueron disminuyendo cada vez
más su dependencia del petróleo exterior a Norteamérica. Hoy, entre el crudo
obtenido mediante la técnica del fracking, las importaciones procedentes
de Canadá y el cambio en los motores de los vehículos, EEUU roza la
autosuficiencia energética y han disminuido constantemente las importaciones
netas totales de petróleo de los Estados Unidos.
Si hoy Estados
Unidos importa más petróleo crudo del que exporta, se debe a que fabrica y
envía al exterior derivados del petróleo, lo que resulta en exportaciones netas
totales de petróleo. La producción de petróleo crudo de EEUU, aumentó de un
promedio de 5,3 millones de barriles/día en 2009 a 12,1 millones en 2019.
Estados Unidos continúa importando principalmente crudos pesados con alto
contenido de azufre que la mayoría de las refinerías de EEUU están configuradas
para procesar, y más del 60% de estas importaciones provienen de Canadá y
México: es decir, de los países vecinos. Esto ha hecho que los países del
Golfo Pérsico y de Oriente Medio, disminuyan su interés estratégico para EEUU y
hayan obligado a la administración Trump a variar su política (“política del
repliegue”) en relación a la administración Obama (“estrategia del caos”) y
a la anterior política de Bush (“garantizar el petróleo de Oriente Medio”) que
derivaba de la tradicional política de los EEUU desde la administración
Roosevelt.
El factor
energético es importante para explicar porqué los EEUU han trasladado su
“teatro principal” de operaciones, desde Oriente Medio a la zona del Pacífico.
El vacío generado por el repliegue de los EEUU ha afectado a muchos países y,
concretamente, a Turquía.
Ya durante el
conflicto de Iraq, Turquía país no se mostró favorable a la intervención
neocolonial de Bush. En los momentos previos a la invasión, durante el tira y
afloja en el que los EEUU trataban de crear un clima favorable a la intervención,
alegando la cuestión de las imaginarias “armas de destrucción masiva” en
manos de Saddam Hussein, en Turquía
En el momento
en que las encuestas detectaron el ascenso imparable del Partido de la Justicia
y el Desarrollo, la proximidad de la guerra pasó a segundo plano en el interés
de la opinión pública. Aún así, los turcos temían que un conflicto armado en
su frontera sud-oriental afectase negativamente a la economía del país.
En aquel
momento, la dependencia turca de los EEUU era infinitamente superior a la
actual; de ahí que los EEUU, ofrecieran a este país una clara compensación
económica (que ya había sido negociada por la administración Clinton) a cambio
del apoyo a una intervención norteamericana en Iraq, y que consistía en una moratoria
a la deuda externa contraída con EEUU, un aval a Turquía por valor de 16.000
millones de dólares concedidos por el FMI y el Banco Mundial. Durante las
conversaciones con Elisabeth Jones, el gobierno turco entregó una larga lista
de condiciones a cambio de su apoyo, incluidas compensaciones financieras. Y, por
supuesto, EEUU ofreció garantías suficientes, complementarias a Turquía,
para que la era post-Saddan Hussein no concluyera la formación de un Estado
independiente kurdo en el norte de Iraq, el mayor miedo turco.
En diciembre de
1997, Mesut Yilmaz, Primer Ministro de Turquía, visitó los EEUU. El entonces
presidente Clinton declaró: “es muy importante que hagamos todo lo posible
por anclar a Turquía en el Oeste. Tiene un gobierno secular islámico que ha
sido un aliado serio de la OTAN. Han apoyado también muchas de nuestras
operaciones en Irak y sus alrededores desde la guerra del golfo y han sido
buenos aliados nuestros. Creo que esto es extremadamente importante. Si miramos
al tamaño del país, su significado geo-estratégico, donde está, qué puede
bloquear y a qué puede abrir las puertas, es extremadamente importante”. Bush,
un lustro después confirmó y reafirmó esta política… en unas circunstancias
completamente diferentes a las actuales.
Pero la Unión
Europea adoptó una posición diametralmente opuesta. En efecto, el 8 de
octubre de 2004, la Comisión Europea, dio un espaldarazo a la ampliación de la
UE con la recomendación oficial de que se incorporaran 10 países del Este
Europeo en el año 2004, en lo que constituirá la ampliación más importante de
la UE. Así, mientras que la República Checa, Hungría, Polonia, Eslovenia,
Eslovaquia, Lituania, Letonia, Estonia, Chipre y Malta recibieron el aprobado
de Bruselas (en realidad, del “eje franco-alemán”, verdadero vector dirigente
en la UE), se rechazó la entrada de Turquía. A juicio de la Comisión
Europea, "a pesar de los avances registrados desde el verano, Turquía
no cumple todavía los requisitos políticos ni económicos para convertirse en un
futuro en miembro de la UE".
Por entonces
Erdogan llevaba apenas dos años en el cargo de primer ministro y la negativa de
los burócratas de Bruselas se basaba en dos motivos:
1) el país no cumplía los mínimos democráticos exigidos en su forma política y su legislación, y
2) Turquía no alcanzaba los mínimos económicos exigibles para ingresar.
Eran, claro
está, meros subterfugios: en realidad, el gran problema era que el ingreso de
Turquía hubiera implicado el crecimiento de los partidos “populistas” e
“identitarios”, opuestos a la inmigración masiva y a la islamización de la
sociedad europea. Por lo demás, el eje franco-alemán, sospechaba del
excesivo conformismo que Turquía tenía en relación a EEUU y sospechaba que este
país podía desequilibrar completamente la UE, siguiendo políticas similares a
Polonia y España, con la diferencia de que, desde su entrada, Turquía sería el
país con más peso demográfico de la EU, equivalente a la población de España y
Polonia juntas.
También esto
ha cambiado. Como hemos dicho, las sucesivas negativas a la entrada de
Turquía determinaron el establecimiento de un “plan B” para la política
exterior del gobierno Erdogan. Aceptado, a partir de 2010, que el país jamás
ingresaría en la UE, era cuestión de establecer otras políticas, incluso, las
que constituyeran verdaderas novedades geopolíticas e históricas, pero que, en
cualquier caso, fueran acordes con la nueva situación internacional.
Esta nueva
situación, además de la reconfiguración del mercado petrolero mundial y del
cambio de orientación de la política exterior de los EEUU, ha tenido dos
elementos determinantes:
- Las llamadas “primaveras árabes” que repercutieron en la zona, aumentando el aislamiento de Turquía y forzando a replantear sus relaciones con Israel, aislamiento que aumento al ser uno de los propulsores de la guerra civil sitia, junto a EEUU e Israel. Turquía aspiraba a que la caída del gobierno sirio, permitiera establecer un “gobierno-amigo” que puede la llave para mejorar las relaciones con el resto de países árabes.
- Los problemas de Rusia con Ucrania que generaron para Putin resultaron privilegiados para Turquia. Rusia se vio en la necesidad de domar y doblegar a Ucrania restándole los jugosos ingresos derivados de los derechos de paso del petróleo ruso a Europa. Esto daba la posibilidad a Turquía de plantear un “giro copernicano” a su política exterior, relajando sus relaciones con la OTAN y convirtiendo a Rusia en “aliado estratégico”.
Desde el momento
en el que Rusia decidió intervenir directamente en apoyo al gobierno sirio,
todo esto adquirió otra tonalidad: Erdogan supo aprovechar la ocasión:
1) Puesto que el Asad no caería, era inútil no aprovechar la posibilidad de colaborar con Rusia en la llegada de petróleo del Cáucaso a Europa. Acuerdos que dieron vida al “Turck Stream” promovido por Gazprom) inaugurado el 15 de enero de 2020.
2) Puesto que el nuevo ciclo de la política norteamericana dejaba de considerar Oriente Medio como escenario prioritario, la pertenencia a la OTAN deja de ser importante. Turquia no podía seguir mirando a Rusia como el “adversario” y debía de tender puentes hacia ese país. La compra de armamento exteriorizó esa voluntad.
3) Puesto que el “portazo” de la UE era irreversible, no quedaba nada más que seguir chantajeándola con la cuestión de los “refugiados”, a cambio de subsidios, y actuar al margen de las imposiciones democráticas para el ingreso en la UE. Aumentó la islamización del país.
Todo esto
implicaba que la política exterior turca ya no podía ser como la establecida
por Erdogan en la primera década del milenio. De aquella voluntad inicial,
solamente quedó en pie un elemento: el “panotomanismo”.