GRAVES INCIDENTES EN NANTES PROVOCADOS DURANTE LA VISITA DE MARINE LE PEN
¿Podríamos imaginar un mitin del candidato socialista o del
candidato conservador atacado por militantes de “extrema-derecha”?
Inmediatamente se desatarían las alarmas, se practicarían detenciones y se
responsabilizaría al Front National de crear un clima de inquietud con
intenciones de llevar al país a la guerra civil. En realidad, es la cantinela
que suelen pronunciar a modo de jaculatoria los medios progresistas, aun cuando
no haya excusa para ello. Pues bien, ayer en Nantes, Bernard Cazeneuve,
dirigente socialista, dijo textualmente que él, personalmente, “va a entrar en
guerra contra el Front National”. ¿Cuál ha sido la provocación? Simplemente, la
presencia de Marine Le Pen en un mitin del Front National en aquella localidad,
que fue precedido por una manifestación convocada por lo que queda de la CGT
(el sindicato huérfano de trabajadores francesa y cada vez más compuesto por
funcionarios de origen argelino). Apenas 2.000 manifestantes de todas las
formaciones de izquierda, extrema-izquierda y ONGs subsidiadas. Y, claro, ellos
también estaban dispuestos a recoger el mensaje de Cazenave y participar en la
guerra civil. Saqueos, comercios incendiados, vidrios rotos, once heridos entre
los policías que intentaron hacer frente a la “guerra civil”. A esto hay que
añadir una caravana de coches del Front Nacional que iban a acudir al mitin,
atacados por un centenar de activistas enmascarados que realizaron lo que los
presentes llamaron “un ataque a la diligencia”. ¿Cuál es la estrategia de la
izquierda? Mostrar, simplemente, que una victoria del Front National llevaría a
Francia a la guerra civil. ¿El resultado? Convencer a más ciudadanos de votar
por la candidatura de Marine Le Pen y dar la espalda al chantaje del “muy serio”
Partido Socialista y de sus perros de presa, la extrema-izquierda.
LOS MOSSOS DECAPITADOS POR INTERESES POLÍTICOS
Hay independentistas entre los Mossos d’Esquadra, sí, pero
pocos. En realidad, muy pocos. La policía en cuya creación insistió mucho la
Generalitat desde su creación, queriendo hacer de ella una especie de perro
fiel con el que justificar la salida de “cuerpos de seguridad españoles”, Policía
Nacional y Guardia Civil, siempre ha sido considerada por el Palau de la
Generalitat como una especie de “fuerza armada” al servicio del nacionalismo. En
muchas ocasiones, los intereses políticos han sido prioritarios sobre los que
requería la seguridad en Cataluña (una de las zonas más afectadas por la
delincuencia). En algunos temas, los Mossos han fracasado completamente (lucha
contra el narcotráfico) y hay que felicitarse de que la única competencia que
queda en manos de la policía nacional sea extranjería, que da la excusa para poder cubrir ese frente.
Pero, las injerencias políticas siempre han lastrado la actividad de los
Mossos, los cuales, en una inmensa medida no han sido esa “fuerza armada” con
la que la Generalitat con cuya fidelidad a toda prueba contaba ante la hipótesis de la
independencia. No es raro que las “purgas” políticas pesen siempre sobre la cúpula
de los Mossos. Estos, en sus bases, además, se han visto atraídas por las
condiciones salariales y las perspectivas de empleo, pero en amplísima medida
sus miembros ni siquiera son nacionalistas. Es fácil oírlos hablar en
castellano entre ellos, aun cuando, si te diriges a ellos te responden en
catalán. Bien, pero sus cúpulas siempre han dejado claro que tienen muy clara
la cadena de mando y la legalidad vigente. Desde luego mucho más claro que en
el Palau de la Generalitat y en el Parlament. Hace poco el jefe de los Mossos
ha dicho que “no dudaría en obedecer al juez y cursar la detención e políticos
rebeldes”. Es Allbert Batlle, llevado al cargo por su amistad con Ramon
Espadaler (UDC) y tiene razón: a fin de cuentas los Mossos no son más que una
policía judicial, no el “brazo armado de la Generalitat” como los ven los
cerebros calenturientos del independentismo. Las declaraciones e Batlle son “imperdonables”
para exCDC y para la CUP (que es quien impone los ritmos al desventurado
president de la Generalitat. En cualquier caso, mientras el independentismo se
mantenga en Plaza Sant Jaume, Batlle está condenado y su permanencia en el
cargo puede ser cuestión de semanas. El problema es que el asunto no tiene
solución: no existe vía legal para el independentismo, ni tampoco un clima
favorable para experimentos insurreccionales. Por otra parte, exCiU, hoy PDCat,
tiene muy pocas perspectivas de obtener buenos resultados en las próximas
elecciones que consagrarán a ERC como partido mayoritario y hegemónico en el
panorama catalán (al menos por unos años). Y ya se sabe que en materia
independentista, la actual dirección de ERC es la más fantasiosa que nunca ha
tenido y nunca aceptará bajarse del burro (y qué burro) independentista.
Problema enquistado mientras Barcelona se ha convertido en la capital europea
de la delincuencia.