Diario de un pobre Diablo (29)
LA OFENSIVA CONTRA TRUMP TAMBIÉN EN LOS
OSCARS
Los
Oscars de 2017 no pasarán a la historia. Películas mediocres, flojas o
simplemente malas, recibiendo premios no por su valor en sí mismas, sino como
acto de protesta de la industria del cine, reducto de progres, fortaleza de lo
políticamente correcto y despedida, en realidad, de la era Obama. Se va un
presidente negro y, mira por donde, actores de esa raza reciben una granizada
de premios. Es como para sospechar. ¿Lo peor? Que los Oscar, de seguir ese
camino terminarán convirtiéndose en algo equivalente a los Goya. Resumiendo,
podría decirse que en la edición de 2017, para hacerse con una estatuilla había
que ser negro o musulmán. Seamos claros: Mehershala Alí no es un gran actor, es
de los miles que pugnan por hacerse un hueco en Hollywood. Nada más. Su papel
en Moonlight, es bueno, pero no
brillante. Hay como mínimo dos docenas de actores con las mismas o superiores
cualidades interpretativas y el papel que ha realizado como narco en el
extrarradio de Miami, pasa bastante desapercibido. Pero el apellido Alí y/o el
color de su piel, marcan la diferencia. Era preciso encontrar un titular
provocador, multicultural, globalizador y… anti-Trump. Y los medios han
recogido el testigo arrojado por la Academia del Cine: Ali es, obviamente negro
y, no menos obviamente, musulmán. Bingo. Es el que está hoy en las portadas de
toda la prensa mundial. ¿La “mejor vestida”? No es merecedora de un Oscar, pero
está también presente en todas las portadas de hoy: Vila Davis, afroamericana,
considerada como la “mejor vestida”… pretenciosa sí, mejor vestida, será con
permiso de Meryl Streep y de Charlize Theron. ¿Lo peor de la velada? Los
mansajes políticos anti-Trump que remitían a las peores ediciones de los Goya
en los que actores, directores y demás, se creían panfletos parlantes,
olvidando que estaban ahí por un trabajo profesional, no por la bondad de sus
opiniones políticas. ¿Alguna conclusión? El año que viene, Hollywood volverá a donde
siempre ha estado: a dar espectáculo y a situar la política en otro terreno. La
edición de este año ha sido impuesta por los centros de poder mundial que se
han marcado una campaña de erosión y desgaste contra la figura de Trump. Nada
más. Si a esto añadimos que Warren Beatty metió la pata como pocas veces se
había visto en esta ceremonia, nos haremos una idea de que la edición de los
Oscars de 2017 fue una excepción en todos los sentidos.
EFECTOS
SECUNDARIOS DEL BREXIT: BAJA LA INMIGRACIÓN EN EL REINO UNIDO
La
revista francesa Valeurs Actuelles
nos explica que de septiembre de 2015 a septiembre de 2016, el saldo neto migratorio
en el Reino Unido ha registrado 50.000 inmigrantes que el año anterior y
cortando la tendencia que venía produciéndose desde principios del milenio de
un aumento de entre 200 y 300.000 inmigrantes por año. La primera ministra
Theresa ay se ha felicitado por estas cifras que demuestran dos cosas: 1) que
los fenómenos migratorios pueden ser desincentivados y, por tanto, controlados
y 2) que los efectos secundarios del Brexit están resultando positivos. Si la
población británica votó contra la permanencia de su país en el Reino Unido, fe
especialmente por las obligaciones en materia migratoria a las que les obligaba
el Tratado de la Unión.
INGLESES
EN ALICANTE. ÉXODO
Otro
fenómeno digno de atención: en algunas zonas de la Costa Blanca y de la Marina
Alta alicantina el número de ingleses presentes en urbanizaciones
(habitualmente jubilados) está descendiendo. ¿Cifras? En San iguel de las
salinas se ha io el 43% en los últimos 8 años, en Benitatxell el 50%, el San
Fulgencio el 55%, en Calpe los empadronamientos de ingleses han descendido el
73%. Mal asunto si tenemos en cuenta que aquella provincia ha visto en los
últimos 20 años como se ha hundido la industria del juguete, del textil y del
calzado y la agricultura se encuentra en recesión. A Alicante le quedaba el ser
el “geriátrico de Europa” y los jubilados ingleses, holandeses y alemanes, su
principal esperanza. Con vender una plaza de parking en Londres podían
comprarse un chalet de 45 metros cuatros y 250 de jardín en Alicante.
Muchos
de aquellos ingleses vinieron por el bajo coste de la vida que les permitía
disfrutar al máximo de sus pensiones (en libras). Se organizaron en
urbanizaciones en las que incluso en las tiendas solamente se hablaba inglés e
incluso aparecieron logias masónicas “solo para ingleses”. Buscaban el sol (y
lo encontraron además de algún cáncer de piel) pero huían de la delincuencia y
de la inmigración masiva.
No
se dieron cuenta de que se estaba produciendo una mutación étnico-cultural en
nuestro país y que los chalets en los que vivían en buena media habían sido el
producto de la llegada de 8.000.000 de inmigrantes en unos pocos años. Junto a
los trabajadores low-cost, llegaron también ladronzuelos, traficantes y
delincuentes de todo el mundo atraídos por el sistema garantista y la comodidad
del régimen penitenciario. ¿El resultado? El reflujo del fenómeno. Luego, a
medida que avanzaban en la edad, vieron que otros dos elementos que les habían
traído hacia Alicante se diluían: este año el coste de la vida ha ascendido un
3%, sus pensiones ya no son tan competitivas como antes. Y lo peor: el sistema
sanitario español, cuando más lo necesitan –a los 70/80 años- empieza a
colapsarse, muestra una lentitud exasperante y, para colmo, desde 2004, la inmigración
magrebí tiende a colapsarlos.
Resulta
significativo que los ingleses ya no se sientan seguros en Alicante.