Infokrisis.- El pasado lunes, el ministro Solbes tuvo a bien prestarse a una entrevista en Onda Cero con Carlos Herrera. A nadie se le escapa que Solbes no es un ministro particularmente malintencionado, ni que Herrera es, tirando a conservador. Así que la entrevista no tuvo desperdicio. Lo que sigue son unas reflexiones extraídas a vuela pluma mientras escuchábamos la entrevista en cuestión y unas apostillas sobre lo que está en juego en este momento.
1. Nada que refundar
Se debe a Sarkozy (el presidente más norteamericano que ha tenido Francia, o dicho de otra manera: el presidente menos francés de Francia) el haber dicho teatralmente que la reunión del G-20 tenía como objetivo “refundar el capitalismo”. Luego resultó que no, que cuando a Sarkozy se le pasó el subidón y esa manía de todos los que se sientan en el Elíseo de querer pasar a la historia aunque les falte estatura y les sobren alzas en los zapatos.
Aquí lo que ha habido es una crisis del capitalismo y lo que se busca ahora, simplemente, es una construcción mediática con la que se prestigie nuevamente a este modelo económico. O dicho de otra manera, no se trata de refundar nada (lo que implicaría la muerte de una forma de capitalismo y el advenimiento de otro nuevo) sino que se trata de hacer el boca a boca al sistema económico mundial para que sobreviva hasta la crisis siguiente.
Esta crisis –o la pre-crisis en la que nos encontramos- va a tener al menos algo positivo: ya se puede volver a criticar al capitalismo, ¿en nombre de qué?, pues de algo tan simple como es el sentido común. Basta mirar el modelo productivo de los últimos 30 años para ver que era inviable. La acumulación de capital se ha ido produciendo de una manera tan acelerada en los últimos 25 años que lo raro es que esta crisis no haya aparecido antes.
El capitalismo es un ente diabólico hecho de afán desmesurado de lucro (no de beneficio, sino de lucro, esto es, de beneficio exagerado, más allá de lo razonable), de usura (fuerza motriz de la banca y único estímulo para sus accionistas) y falta de sentido de la medida y ausencia total de ética. El capitalismo nace allí donde termina la idea de comunidad. Es inseparable del individualismo. Allí donde se impone el individualismo se termina anteponiendo lo propio a lo comunitario.
Pero la ley oculta del capitalismo es bien simple: para que uno gane otro tiene que perder. Para que haya grandes acumulaciones de capital, masas inmensas de individuo deben perderlo, para que uno obtenga ventajas, otros muchos deben de sufrir privaciones. Es así de simple: eso es el capitalismo y no los principios teóricos del liberalismo defendidos por enfants terribles de la economía.
¿Para qué nos vamos a engañar? ¿Refundar el qué? Nadie ha tenido intención de refundar nada porque refundar implica reconocer el fracaso del sistema y la clase política dirigente que come de la mano de la clase económica no tiene sensación de que nada haya fracasado. A fin de cuentas, lo suyo no marcha mal. Tan sólo unos años de recortar beneficios que se compensan con despidos, suspensiones de pagos, y, cambiar la orientación del “negocio”.
Ha llegado el tiempo de los agiotistas, palabro en desuso que hizo fortuna tras la I Guerra Mundial, se extendió durante la crisis del 29 y reapareció en la Europa de la postguerra y en la España del gasógeno y las cartillas de racionamiento. Recordarla por la volveréis a oír como sinónimo de especulador, acaparador, estraperlista, monopolizador, logrero, traficante, trapicheador…
El agiotista verá un terreno fértil para sus rapacerías en la crisis que ahora se abre: viene el tiempo de los compradores de oro a buen precio (qué importa si es robado, una vez fundido, las pruebas del delito desaparecen); el tiempo de los subasteros para lo que obtener un beneficio del 1000 por 1 empieza a ser un negocio por el que merece la pena enviar a un lacayo; el tiempo de los mercaderes de zoco interesados en comprar a necesitados a precio de saldo y vender a precio de oro. Es el tiempo de los que acapararán cualquier bien hasta que la escasez haga subir su precio. Y lo más terrible no es que acaparen grandes fortunas sino que su dinero estará hecho, no por el trabajo, sino por el dolor de otros, el abuso a los desafortunados sino por estafas puras y simples. Y nadie verá en esto una ética censurable, un comportamiento digno del paredón –hay algo más grave que robar a un solo individuo: robar a toda una comunidad- sino una muestra de “imaginación en tiempos de crisis”, tal como ha dicho Trinidad Giménez.
La reunión del G-20 no va a servir para gran cosa, como no sea para iniciar una nueva etapa en la marcha del capitalismo. Lo más terrible es que la da sensación de que en tiempos de crisis, no solamente la acumulación del capital se produce más acelerada y radicalmente, sino que la clase política se convierte en el segundo grupo depredador del ciudadano común.
© Ernesto Milá – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com