Infokrisis.-  A causa de un estudio sobre el conde Coudenhove-Kalerghi, hemos  desempolvado algunos libros que hacía tiempo no consultábamos  encontrando algún material curioso por varios motivos. Concretamente en  el volumen La Europa de los Banqueros (Henri Coston, Librería-Editorial  Argos, Barcelona 1963) en su capítulo XXIX, páginas 245-250, hemos  encontrado esta referencia a España y a la dinastía Rothschild. Se trata  de una página desconocida de nuestra historia pasada que transcurre con  el trasfondo de la I Guerra Carlista. y demuestra que con dinero rueda  el mundo y que en 150 años nada ha cambiado. Lo hemos scaneado para  nuestros lectores.
LOS ROTHSCHILD EN ESPAÑA
por Henry Coston
por Henry Coston
Desde  la intervención armada de Francia, en 1823, para restaurar el poder  absoluto del rev de España, Fernando VII, la situación había  evolucionado extraordinariamente en Europa. La Santa Alianza estaba  adormecida y la rama menor de los Borbones había tenido que ceder el  trono de San Luis al hijo de Felipe-Igualdad, el antiguo Gran Maestre  del Gran Oriente, que había votado la muerte de su primo Louis XVI. En  España, Fernando había muerto y su hermano Carlos se oponía a su viuda,  María Cristina, regente del Reino. Las dos facciones se enfrentaban  sañudamente.
Si  la Austria tradicionalista tomaba partido por Carlos, la Inglaterra  liberal, imitada por la Francia de Luis-Felipe, apoyaba a María  Cristina, cuyas tendencias agradaban a la City.
Los  dos partidos, que se batían con las armas en la mano desde 1835,  estaban faltos de fondos. Las bancas privadas, suspicaces, se mostraban  algo reacias, y, en todo caso, se negaban a abrir créditos a la parte  que no les placía. Los Rothschild de Viena, Francfort y Nápoles, estaban  demasiado ligados a los intereses de Austria para inclinarse por la  Regente liberal, Al vivir en la esfera de influencia de Metternich,  adoptaban oficialmente el punto de vista de éste. En cuanto a James, que  se encontraba en constante contacto con Luis-Felipe, sabía que el rey  de los franceses, a pesar de su liberalidad, soñaba secretamente con una  unión entre su heredero, el Duque de Orleáns, y una archiduquesa  austríaca. Esto le aconsejaba no comprometerse en el avispero español.
Nathan  tenía una doble razón para conceder un empréstito a España, es decir, a  la Regente María Cristina. Por una parte, así respondía a un anhelo del  Gobierno de Londres, del que era banquero, y, por otra, realizaría una  operación excepcional.
«En  efecto, en aquella época, el mercado europeo no recibía mercurio más  que de dos centros de producción situados en el continente europeo,  mientras que, a este respecto, los países de ultramar no contaban, en  realidad. Estas dos minas de mercurio eran, la de Indria, que la casa  Rothschild había comprado al Estado austríaco, explotándola desde  entonces, y la de Almadén, en España, cuyo rendimiento constituía una  importante fuente de ingresos para el Estado español. El que estuviera  en posesión de estas dos minas, dominarla el mercado en forma de  monopolio y podría fijar, el precio de este metal.
Nathan  había concebido esta idea y trataba de comprar a España, que tenía  constante necesidad de dinero, la mina de Almadén, proyectando  incrementar su rendimiento mediante el concurso financiero adecuado.  Además, aquella explotación había pertenecido, en el siglo XVI, a los  Fugger, y a Nathan Rothschild le halagaba subrayar el paralelo,  frecuentemente establecido, entre la importancia de dicha casa y la de  la suya. Envió a su hijo Lionel a Madrid, para poner en vías de  ejecución su proyecto. El Gobierno español, con la aprobación de la  Regente, había decidido el 27 de noviembre de 1834, adjudicar al mejor  postor, durante cinco años, la explotación de las minas de Almadén, que  entonces no producían más que unos dieciséis o dieciocho mil quintales  de mercurio, esto con la idea de incrementar el rendimiento de la mina,  por medio de capitales extranjeros, para lograr un mayor beneficio. Las  ofertas debían de ser enviadas bajo pliego sellado al ministerio de  Finanzas, y examinadas simultáneamente.» (1)
¿Cómo  supo Rothschild que la oferta más elevada, la de la banca Zelueta, no  montaba más que cincuenta y cuatro piastras? Misterio, De cualquier  forma, fue él quien ofreció cinco reales más que su competidor y quien  ganó la subasta. El 21 de febrero de 1835 se firmaba un contrato entre  Lionel Rothschild, hijo de Nathan, y el conde José María Toreno,  ministro Español de Fínanzas. Además, en esta ocasión, Lionel recibió la  orden de Isabel la Católica.
Este  Toreno, con el que los Rothschild mantenían excelentes relaciones desde  hacía años, era el hombre de la City en España. El fue quien concluyó,  en 1808, la alianza entre España e Inglaterra. Probablemente masón,  pertenecía a la fracción más radical del partido liberal español. Su  anticlericalismo feroz le había apartado del Poder bajo el reinado de  Fernando VII. Vivió, entonces, en el exilio, en París, donde James  Rothschild le hizo algunos favores. Después de la muerte del rey, la  Regente le hizo llamar para nombrarle ministro de Finanzas, en cuyo  cargo, desde el 15 de junio de 1834, gozó de un poder que había de  resultar de extrema importancia para la City y para Nathan Rothschild.
No  deseando dar lugar a críticas demasiado abiertas, Toreno no modificó  para Rothschild el contrato que se había establecido con ocasión de la  adjudicación de las minas de mercurio, pero, poco después, introdujo  ciertas enmiendas en el mismo. Así, mediante una pequeña elevación en el  precio del quintal -y diversos presentes en especies a la Corte--- el  Gobierno español renunció al derecho de denunciar el contrato a su  vencimiento. Los Rothschild detentaban así el monopolio del mercurio y  podían vender en Londres por setenta y seis u ochenta piastras, lo que  pagaban a unas cincuenta y cinco.
Entretanto,  la situación financiera de España se agravaba, y los Rothschild  exigieron el reembolso de los quince millones prestados. Como el conde  de Toreno no se apresurara demasiado en cumplir, lo compraron pura y  simplemente (se habla de un regalo de 1.660.000 francos oro). Por este  medio, los Rothschild recuperaron casi totalmente sus fondos. Pero nunca  perdonaron «la infame ingratitud y la codicia sin escrúpulos» del  ministro de Finanzas español, para el Estado español. El que estuviera  en posesión de estas dos minas, dominaría el mercado en forma de  monopolio y podría fijar el precio. de este metal.
Nathan  habla concebido esta idea y trataba de comprar a España, que tenía  constante necesidad de dinero, la mina de Almadén, proyectando  incrementar su rendimiento mediante el concurso financiero adecuado.  Además, aquella explotación había pertenecido, en el siglo XVI, a los  Fugger, y a Nathan Rothschild le halagaba subrayar el paralelo,  frecuentemente establecido, entre la importancia de dicha casa y la de  la suya. Envió a su hijo Lionel a Madrid, para poner en vías de  ejecución su proyecto. El Gobierno español, con la aprobación de- la  Regente, había decidido el 27 de noviembre de 1834, adjudicar al mejor  postor, durante cinco años,. la explotación de las minas de Almadén, que  entonces no producían más que unos dieciséis o dieciocho mil quintales  de mercurio, esto con la idea de incrementar el rendimiento de la mina,  por medio de capitales extranjeros, para lograr un mayor beneficio. Las  ofertas debían de ser enviadas bajo pliego sellado al ministerio de  Finanzas, y examinadas simultáneamente.» (1)
¿Cómo  supo Rothschild que la oferta más elevada, la de la banca Zulueta, no  montaba más que cincuenta y cuatro piastras? Misterio, De cualquier  forma, fue él quien ofreció cinco reales más que su competidor y quien  ganó la subasta, El 21 de febrero de 1835 se firmaba un contrato entre  Lionel Rothschild, hijo de Nathan, y el conde José María Toreno,  ministro Español de Finanzas. Además, en esta ocasión, Lionel recibió la  orden de Isabel la Católica.
Este  Toreno, con el que los Rothschild mantenían excelentes relaciones desde  hacía años, era el hombre de la City en España. El fue quien concluyó,  en 1808, la alianza entre España e Inglaterra. Probablemente masón,  pertenecía a la fracción más radical del partido liberal español. Su  anticlericalismo feroz le había apartado del Poder bajo el reinado de  Fernando VII. Vivió, entonces, en el exilio, en París, donde James  Rothschild le hizo algunos favores. Después de la muerte del rey, la  Regente le hizo llamar para nombrarle ministro de Finanzas, en cuyo  cargo, desde el 15 de junio de 1834, gozó de un poder que había de  resultar de extrema importancia para la City y para Nathan Rothschild.
No  deseando dar lugar a críticas demasiado abiertas, Toreno no modificó  para Rothschild el contrato que se había establecido con ocasión de la  adjudicación de las minas de mercurio, pero, poco después, introdujo  ciertas enmiendas en el mismo. As!, mediante una pequeña elevación en el  precio del quintal -y diversos presentes en especies a la Corte- el  Gobierno español renunció al derecho de denunciar el contrato a su  vencimiento. Los Rothschild detentaban así el monopolio del mercurio y  podían vender en Londres por setenta y seis u ochenta piastras, lo que  pagaban a unas cincuenta y cinco.
Entretanto,  la situación financiera de España se agravaba, y los Rothschild  exigieron el reembolso de los quince millones prestados. Como el conde  de Toreno no se apresurara demasiado en cumplir, lo compraron pura y  simplemente (se habla de un regalo de 1.660.000 francos oro). Por este  medio, los Rothschild recuperaron casi totalmente sus fondos. Pero nunca  perdonaron «la infame ingratitud y la codicia sin escrúpulos» del  ministro de Finanzas español, sido del todo regular. Rothschild hizo  intervenir a los embajadores de Inglaterra y Francia cerca del Gobierno  español.
Al  cabo de poco tiempo, Toreno era nombrado Primer Ministro y designaba  miembro de su Gabinete a Mendizábal, que era amigo de los Rothschild.  Con tal motivo, circuló el rumor de una inminente intervención de  Inglaterra y Francia en favor de María Cristina. Las tropas  gubernamentales resistían difícilmente los encarnizados asaltos de los  carlistas. Nathan, que temblaba por sus minas de mercurio, tan  lucrativas, sabía perfectamente que si el íntegro Carlos llegaba al  poder, se habían acabado sus concesiones. Su hermano James fue a verle a  Londres, con el ánimo de subvencionar los preparativos ingleses en  favor de la Regente, y, con ello, hacer que se remontaran los valores  españoles. Luego, jugando inopinadamente a la baja, las casas Rothschild  de Londres y París, especularon sobre dichos valores, llegando a la  suma de 1.800.000 libras esterlinas en sus operaciones al descubierto.
En  pocos días, el curso de la renta española descendió de setenta, a  treinta y siete. Millares de tenedores de títulos perdieron las dos  terceras partes de su dinero, mientras los Rothschild recuperaban  holgadamente las sumas que les había costado el conde Toreno (2).
«Mientras  sucedía esto, se había producido en España un cambio, de graves  consecuencias, al que no era ajena la influencia de los Rotschild. A  consecuencia de dificultades financieras insuperables y de las  vicisitudes de la guerra con Don Carlos, el conde de Toreno hubo de  dimitir y ceder paso a Mendizábal. Este, israelita de origen y de  confesión, había llevado una vida en extremo aventurera, y siendo muy  capaz desde el punto de vista financiero, había participado desde el  principio en el suministro de municiones, por haber entrado al servicio  del rico banquero de Madrid, Bertrán de Lys...» (3). 
Este  Mendizábal, que estaba en muy buenas relaciones con don Pedro de  Portugal, mantenía estrecha amistad con los Rothschild. Nathan le había  conocido en Londres, cuando Mendizábal vivía en el exilio, y le había  puesto entonces en relación con los medios directivos ingleses. No es,  pues, extraño que el nuevo Primer Ministro estuviera considerado en  todas partes como «agente de los banqueros más importantes de la City de  Londres». El duque de Wellington, que veía mal que el Gobierno inglés  apoyara a Mendizábal, declaró cierto día que aquel hombre no era más que  «un puesto avanzado» de los Rothschild.
La  acción de estos últimos en favor de Mendizábal se manifestaba bajo  todos los aspectos: en el financiero, desde luego, pero, además, en el  político y en el diplomático. Urdieron toda clase de intrigas e hicieron  los imposibles porque fracasaran los esfuerzos del banquero Ouvrard en  favor de Don Carlos.
A  todo esto, murió Nathan (28 de julio de 1836), y la dirección pasó a  James., París se convirtió en centro de las actividades de los  Rothschild, y de allí partieron, en lo sucesivo, las consignas.
La  situación de los banqueros franceses estaba gravemente amenazada. Su  representante en España, Weisweiller, les hizo saber que si no concedían  un anticipo de dos millones de francos al Gobierno español, el asunto  de las minas de mercurio quedaba enteramente perdido, pues Don Carlos  parecía próximo a triunfar. Se le atribuía la intención de tomar Madrid  por asalto, y sus victorias habían producido el pánico en el campo  liberal y entre los Rothschild.
Por  otra parte, las Cortes ponían en duda la validez del contrato existente  sobre las minas de mercurio, Se hacía observar que la adjudicación no  había sido del todo regular. Rothschild hizo intervenir a los  embajadores de Inglaterra y Francia cerca del gobierno español.
Según el conde Apponyi, estos incidentes afectaron mucho a James Rothschild.
«Parecía  estar extraordinariamente conmovido por la tentativa realizada por la  Corte para privarle de un negocio que había de reportarle, según una  estimación aproximada, de un millón y medio a dos millones de francos  anuales» (4).
La  presión de Londres y París sobre Madrid, y la retirada del canon  correspondiente al Estado español sobre cada quintal de mercurio  extraído, lograron que, finalmente se llegara a un acuerdo. A pesar de  las promesas hechas por los Rothschild a Austria de no hacer más  anticipos y de no conceder más préstamos, es decir de no apoyar  financieramente al Gobierno de María Cristina, Don Carlos fue aplastado;  puesto definitivamente fuera de combate, el pretendiente de los  tradicionalistas hubo de expatriarse. A la casa Rothschild correspondió,  pues, la última palabra: durante varios decenios, detentaría el  monopolio mundial del mercurio. Cuando el Estado español recuperó las  minas objeto de las concesiones, otros ricos yacimientos habían sido  descubiertos en el nuevo mundo...
Este  episodio, que hemos relatado superficialmente, deja ver de un modo  claro hasta qué punto van entremezclados los negocios y la política.  Demuestra, también, que, desde la primera mitad del siglo XIX, los  Rothschild se habían convertido en los banqueros de Europa.
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Notas a pié de página
(1) Conde Corti, ob. cit., Tomo II, pp. 121-122.
(2)  En una carta que Salomón Rothschild dirigía el 24 de junio de 1835 a  uno de sus secretarios, explicaba que las especulaciones de su hermano  Nathan habían dado lugar a que le amenazaran de muerte. "Tengo miedo de  salir de noche", confesaba.
(3) Corti, ob. cit., T. II, p. 138.
(4)  Carta del conde Apponyi a Metternich, París, 2 de noviembre de 1837.  Archivos del Estado austríaco. (Cf. conde Corti, ob. cit., p. l6l.)
© Scaneado del original por Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com
 
