viernes, 15 de octubre de 2010

Cinco canciones para un ideal (III). "Los muchachos peronistas" o la impermanencia del populismo





Infokrisis.- Creo que fue Ángel Ricote, el fundador de CEDADE, quien me dejó un viejo disco de canciones peronistas que le había regalado un antiguo miembro de la Tacuara cuando ya había dado el salto al peronismo. Era un long-play de audición dificultosa que me costó trasladar a cinta casete durante mi estancia en el Círculo José Antonio de Barcelona. En aquella época, teníamos la sensación de que lo más parecido a "lo nuestro" era el peronismo. En esa época mantenía contacto epistolar con algunos argentinos que se mostraban mucho más críticos hacia el fenómeno. Los viejos militantes de la Tacuara y de la Guardia Restauradora, en su mayoría no eludían críticas hacia el peronismo. Tardé en entender que "nuestro ambiente" en Argentina estaba roto desde los años 40 en dos líneas: el peronismo y el nacionalismo. Era difícilmente comprensible porque en el peronismo hay un fondo de nacionalismo y los nacionalistas, por su parte, acompañaban sus proclamas de frecuentes alusiones a la política social. Les separaba el origen y la historia.

El long-play de canciones peronistas contenía algo más de una docena de himnos que no he logrado recuperar en Internet. Tan solo he encontrado el más famoso de todos ellos, "La Marcha peronista", "Juventud peronista", o el nombre más habitual "Los muchachos peronistas". En realidad, es la marcha oficial del partido justicialista. Un canto encomiástico hacia el general que contiene alusiones a su mujer. Se hicieron varias versiones. Los montoneros -la izquierda peronista- introdujeron alguna modificación. Es una marcha alegre cantada con ese particular acento arrabalero que se suele asociar al tango, esa maravilla musical de la Argentina canalla y arrebatada. Pegadiza y de fácil canto, la he oído acompañada por decenas de bombos.

La oí por primera vez en la soledad de mi habitación de estudiante harto de formular hidróxidos y de aprender la química del carbono. Me sugirió que un movimiento que había sabido conquistar el corazón del pueblo argentino era algo grande. Debieron de pasar todavía siete años antes de que pudiera establecer contactos directos con camaradas argentinos peronistas y no peronistas y volviera a oír la marcha en manifestaciones y actos de protesta. Una vez exiliado en París, llegó el jefe de la juventud peronista de la época acompañado por un diputado de camino a Roma en donde debían entrevistarse con Juan Pablo II para solicitar que mediara en la liberación de María Estela Martínez de Perón, presa por el gobierno militar en San Juan de Bariloche.

En aquella época, París era un hervidero del exilio argentino (por algún motivo, París siempre ha constituido la meca del exilio argentino y el tango dedicado a "La Maga" habla de otros tiempos remotos en los que ya era así). De un lado el almirante Masera había instalado en Neully su Centro Piloto, dirigido por la sobrina del general Lanusse, una especie de institución para promocionar las aspiraciones del almirante a ser elegido democráticamente presidente del país. Masera había organizado un "reservado" en la Escuela de Mecánica de la Armada (la "pecera") en donde los montoneros "recuperables" eran separados de los aspirantes a desaparecer y empleados en tareas burocráticas y de información periodística. Algunos, tras ser liberados, habían recalado en París. Otros como el antiguo Tacuara Rodolfo Galimberti se habían refugiado allí trenzando una leyenda sobre si habían tenido que ejercer oficios malamente remunerados para sobrevivir (en realidad el "loco Galimba" contaba con una seriedad pasmosa que había sido taxista, aun cuando fuera incapaz de distinguir Clichy de Montmartre). En realidad, la cúpula montonera vivía discretamente, pero en absoluto en la miseria, gracias a los buenos dólares de los hermanos Born, secuestrados por los montoneros y liberados contra el pago de 100 millones de dólares. De hecho, lo que ocurrió después del cobro del secuestro explica el fin de los montoneros: Galimberti y Firmenich enviaron al interior a los exiliados… que fueron detenidos en los mismos aeropuertos. Con razón suele decirse que ambos "cagaron" la vida de toda una generación de revolucionarios.

Pero en el París de aquella época, además de argentinos exiliados existían antiguos nacionalistas que ejercían funciones en la misión diplomática. Hablando con uno de ellos consiguió explicarme la fractura entre nacionalistas y peronistas. Elitistas los primeros y populistas hasta las trancas los segundos el encuentro era casi imposible. Para colmo, los primeros -en buena parte militares- ironizaban sobre las múltiples formas que el peronismo había adoptado. En la embajada de calle Cimarossa me mostraron filmaciones de la época del retorno de Perón, entre ellas la famosa ruptura con los montoneros pocos meses antes de la muerte del general, cuando los expulsó de la plaza de Mayo tras llamarles imberbes y negar sus méritos. Si lo hizo fue porque el run-run de los montoneros como música de fondo terminó por hacer blanco de sus críticas a "Isabelita" Perón. Aquel acto, naturalmente, terminó en medio de un ambiente excepcionalmente enrarecido, con el canto de "Los muchachos peronistas".

De nada servía que recordara a los militares nacionalistas los desvelos de Eva Perón por su pueblo. Simplemente la despreciaban. Recordaban que los arrebatos de "caridad" de Eva Perón, arrojando los trajes de su fondo de armario por la ventana de la Casa Rosada no eran más que demagogia ofensiva incluso para los beneficiarios. En esa misma época, Jaime María de Mahieu que había ocupado el cargo de director de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Justicialista, había terminado separándose del peronismo y no ahorraba críticas mordaces. Había, eso sí, otros amigos y camaradas que habían conocido a Perón y lo comparaban con Degrelle o con un Codreanu pampeño. Pero también estos contaban historias preocupantes: uno de ellos había sido testigo en la mansión de Puerta de Hierro de un ataque de ira de "Isabelita" cuando al general se le cayó al suelo un libro que le había regalado Rucci (poco después asesinado por los montos) en el interior del cual se encontraba un mensaje privado. Ni "Isabelita" ni López Rega ("Lopecito", como lo trataba despreciativo el general) permitían que nadie tuviera reuniones privadas con Perón. El cerco que le habían estrechado era férreo en esa época.

Hacia 1980 seguía leyendo las revistas peronistas y… las anti-peronistas, pero empezaba a dudar de que aquella línea populista fuera la correcta. Es cierto que Perón realizó grandes aportaciones a la clase obrera argentina… pero es que en aquella época en todo el mundo ocurrían fenómenos parecidos. Aquí, en esos mismos años, Girón de Velasco instituyó la Seguridad Social. No hay pues que sorprenderse mucho. Lo preocupante era que los contornos del peronismo no estaban nada claros: por una parte abarcaban desde la publicación "Cabildo"  con ósmosis con la ultraderecha clásica, hasta "las organizaciones armadas" que compartían espacio con los trotskistas del ERP. Demasiado espacio como para poder encontrar un denominador común. Llegó un momento en que era posible dudar de todo: ¿Quién mató a Rucci? ¿Quién secuestró a Aramburu? Estaba claro, los montoneros. Lo que no estaba tan claro es si actuaban por iniciativa propia o en sinergia con algún sector militar. Los contactos entre Masera y Firmenich en París hacia 1977-8 dejan interrogantes en el aire.

Las dudas se disipaban mal que bien oyendo y repitiendo las estrofas de "Los Muchachos peronistas". Cuando permanecí en el Cono Sur, la política que seguíamos era intentar soldar el movimiento nacionalista con el movimiento sindical. Practicábamos la misma política en Bolivia en donde mantuvimos buenas relaciones tanto con los militares como con Juan Lechín Oquendo, el presidente de la Central Obrera Boliviana. En Chile ya se había producido alguna aproximación de este tipo entre los gremios y el poder militar. Sosteníamos en la época que los dos sectores más sanos de la política sudamericana eran los militares y los sindicatos y que un sistema de pesos y contrapesos en la colaboración entre ambas fuerzas hubiera podido dar 20 años de estabilidad a la política sudamericana. Ciertamente, algunos sectores recogieron este mensaje, pero había muchas más fuerzas en juego y se sabe lo que ocurrió después. Los gobiernos militares cayeron y les sustituyó el liberalismo salvaje, los ajustes y reajustes económicos, la corrupción. Y en eso están. Dentro de este clima "Los Muchachos Peronistas" suponían un soplo de aire fresco.

Volví a oír esta marcha peronista no hace mucho acompañada por imágenes en youTube. La volví a percibir con otros ojos. El peronismo se ha institucionalizado desde Carlos Saúl Menem y no digamos con la saga de los Kirchner. Lo que había de revolucionario, de alternativista, se ha evaporado. Hoy es un partido más cuyas bases siguen manteniendo algunos rituales peronistas, pero cuya cúspide solamente precisa de la sigla para asegurarse un suelo mínimo de votos. Del justicialismo de Perón ya no queda nada, salvo en recuerdo y el mito. Los ideales centrados en un personaje carismático, nacen, crecen, viven y mueren habitualmente con la muerte del fundador. El peronismo sobrevivió a Perón apenas una década. Durante el gobierno militar, el peronismo estalló, unos colaboraron abiertamente con los mílicos, otros lo hicieron desde las alcantarillas, muchos permanecieron indiferentes, otros optaron por la oposición política y otros por la oposición armada. Acabada la dictadura, el radicalismo ocupó el poder y cuando el peronismo regresó ya era otra cosa muy diferente a lo creado por Perón y por Evita.

A fin de cuentas, lo que me ha sugerido hoy "Los muchachos peronistas" es la impermanencia de lo político. Una ideología -y el justicialismo lo era- pierde pronto actualidad y termina siendo un arcaísmo en el mejor de los casos y una traición al ideal en el peor. Por otra parte, el populismo, cualquier forma de populismo es siempre una concesión a lo más primario (en ocasiones a lo más primitivo) que pueda anidar en el "demos". Sirve para ganar elecciones y para movilizar masas, pero no para construir estructuras duraderas y estables. Dicho de otra manera, el populismo es pan para hoy y hambre para mañana, éxito hoy y derrumbe mañana. No es, desde luego, la vía, por atractiva que sea la marcha peronista por excelencia.

Letra de "Los muchachos peronistas"

Los muchachos peronistas
todos unidos triunfaremos,
y como siempre daremos
un grito de corazón:
¡Viva Perón! ¡Viva Perón!

Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital.

¡Perón, Perón, qué grande sos!
¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor,
sos el primer trabajador!

Imitemos el ejemplo
de este varón argentino,
y siguiendo su camino
gritemos de corazón:
¡Viva Perón! ¡Viva Perón!

Porque la Argentina grande
con que San Martín soñó,
es la realidad efectiva
que debemos a Perón.

¡Perón, Perón, qué grande sos!
¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor,
sos el primer trabajador!

Después de haber liberado
a toda la economía
gritamos SOBERANÍA
con fundamento y razón
¡Viva Perón! ¡Viva Perón!

Porque las Islas Malvinas
y el Antártico Sector
son netamente argentinos
aunque nos digan que no.

¡Perón, Perón, qué grande sos!
¡Mi general, cuanto valés!
¡Perón, Perón, gran conductor,
sos el primer trabajador!


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