viernes, 15 de octubre de 2010

Cinco canciones para un ideal (II). "Budapest" de Leo Valeriano. Siempre hay causa por la que luchar









info-Krisis.- En el verano de 1968 los tanques del Pacto de Varsovia habían invadido las calles de Praga. Unos meses después, Jac Pallach se había quemado vivo como protesta por la invasión. Yo apenas tenía 16 años pero hacía seis meses que estaba comprometido políticamente. La muerte de Jan Pallac y la invasión de Checoslovaquia supusieron un mazazo para mi generación. A partir de ese momento, ser comunista se me volvió incomprensible. Tres meses antes la revolución de mayo del 68 había supuesto otro aldabonazo para mi generación. A fin de cuentas, tanto en Praga como en París eran jóvenes los que habían saltado a las calles. Los dos episodios florecieron bajo el símbolo de la juventud y de la libertad. Daba la sensación de que un mundo nuevo y original estaba naciendo y que se había llegado al final del status quo generado en Yalta. Salvador Dalí acababa de pintar uno de sus grandes cuadros: La Pesca del Atún en el que podía ver a un joven apuñalando a dos atunes. En la hermenéutica daliniana los dos atunes era el símbolo de la Era de Piscis y el joven asesino, el heraldo de la Era de Acuario que vendría. Pop-art, op-art, puntillismo, realismo fantástico, pintura surrealista, figurativismo, parecían sintetizarse en un cuadro extraordinario que, solo por él le hubiera valido a Salvador Dalí un lugar destacado en la pintura del siglo XX. Eran todo ilusiones, y más que ilusiones mitos movilizadores.

En el espacio político en el que militaba en la época todos hubiéramos querido estar en las calles de Praga en aquellos días. O en París. Teníamos la sensación de que ahí se estaba construyendo la historia y nosotros desperdiciábamos nuestra vida terminando el bachillerato franquista o aburriéndonos en los primeros años de Universidad. Pero, como cantaba en Europa Cliff Richard y en España el Dúo Dinámico y los Mustang: "Jóvenes éramos tan jóvenes, soñabas tú soñaba yo...".

En esa época ya tarareábamos en inglés The House Of The Rising Sun (La Casa del Sol Naciente), sin saber que aquella música encantadora que había llegado de la mano de Dylan y de la Báez aludía a un putiferio de Nueva Orleans. Muchos nos identificamos con la canción de Peete Seger sobre Woody Gootry ("Hola, hola, Woody Gootry, te he escrito una canción, sobre un raro mundo que muere y que apenas sí acaba de nacer"). Poníamos una y otra vez la Balada de Sacco y Vanzetti, El Preso nº 9, o Te recuerdo Amanda, pero solo cantada por Joan Báez.
De Dylan admirábamos Los tiempos van cambiando (Venid senadores, congresistas / Por favor haced caso de la llamada / No os quedéis en la puerta de entrada / No bloqueéis el vestíbulo / Hay una batalla afuera / Y está bramando / Esto pronto sacudirá vuestras ventanas / Y hará retumbar vuestras paredes / Porque los tiempos están cambiando…) y el Blowin’ in the Wind (¿Cuántas carreteras debe un hombre caminar, antes de que le llamen hombre? / ¿Cuántos mares debe una paloma navegar, / antes de que se duerma en la arena? / La respuesta, amigo mio, la respuesta está soplando en el viento).
Era inevitable tener los últimos discos de los Beatles. Un año antes, en junio de 1967 había ido por primera vez a Londres solamente para comprar en Carnaby Street la primera Edición de Sargent Pepper’s, la Banda del Club de los Corazones Solitarios con su portada con los cien rostros, muchos de los cuales influirían luego en nuestra formación intelectual, desde Aldous Huxley hasta Cromwley, desde Jung hasta Poe, desde William Bourroughs hasta Bernard Shaw.
A algunos nos interesaba incluso la música de protesta de nuestro país aunque respirara otro aroma político. El Paco Ibáñez de aquella época era todavía un soplo de aire fresco, en gran medida patrótico (el Nosotros somos quien somos, el A cabalgar, hasta enterrarlos en el Mar, y seguramente todas las demás canciones de su recital en el Olimpia de París suscitaron nuestra atención). Por proximidad, la Nova Canço me quedaba cerca. Uno de sus puntos de encuentro era un pub situado a 50 metros del colegio escolapio en el que languidecía en Tusset Street, pequeña calle barcelonesa de apenas 200 metros que aspiraba a emular al Carnaby Street originario, meca de lo pop. Conocí a varios y varias de los que frecuentaban aquel pub -La Cova del Drac- reconvertido hoy en un fast-food: María del Mar Bonet, que entonces frecuentaba el grup de folk del bipolar Cesco Boix, Guillermina Mota, Guillermota para los íntimos, Guillem d’Efak, señor del lugar y del otro pub, La Cucafera, el pianista mestizo hijo de funcionario colonial y guineana, que interpretaba blues como nadie.

Los camaradas de CEDADE, en cambio, iban al Liceo. Hice un esfuerzo, pero aquello no resultó. La música tiene algo de matemáticas -compases, ritmos, tempos, a la postre, no son más que posibilidades matemáticas- y en Wagner había demasiada pasión y exceso de arrebatos románticos, luego mucha emotividad y sentimentalismo y poca matemática. He compartido la idea medieval de que "Dios es geómetra", aunque es muy probable que no exista… hay algo perfecto en el cosmos que responde a leyes matemáticas. La matemática es objetividad y hecha arte conduce a un modelo de arte objetivo, incuestionable, permanente. Todo lo que es sentimentalismo o arrebato, es, por definición, puntual, efímero, perecedero, en definitiva. Por eso Wagner nunca me atrajo en exceso, a diferencia de la música barroca o de la música clásica. Además quería vivir la música de mi tiempo, la de mi generación. Quería estar al tanto de la música de nuestro tiempo y de nuestro tiempo. Por algún motivo la nostalgia nunca ha encontrado un eco en mi corazón que siempre ha precisado ritmo, medida y armonía.

En 1969 un camarada italiano (Marco Tarchi quien ahora dirige la revista Transgressione y pasa por ser la quintaesencia de la nuova destra italiana) me envió la dirección de Edizioni Europa, una empresa editorial vinculada a Ordine Nuovo. Pedí el catálogo que tuvo una importancia decisiva para mi formación cultural: supe a través de este catálogo de la existencia de un Drieu la Rochelle, de un Evola, supe de la importancia de la obra de Guénon a quién tres años antes había visto mencionado en aquella ominosa obra, El Retorno de los Brujos de Louis Pauwels y Jacques Bergier, y, finalmente, como único disco anunciaban uno de un tal Leo Valeriano. Me interesé por él y al cabo de unas semanas me sorprendió saber que era un "uomo de destra", próximo a Ordine Nuovo, en la órbita del MSI, cantautor que tenía el hábito de salir al escenario vestido completamente de negro, no para imitar a los cantantes existencialistas franceses o nuestro carpetovetónico Paco Ibáñez, sino como lealtad a los colores del fascismo. Pedí el disco de Valeriano.

Hará unos cinco años, le dediqué un artículo a su obra en este mismo blog, que traigo de nuevo a colación. Lo reproduzco a continuación. Valeriano y su obra fueron representativos de la ideología del neofascismo italiano de los años 60. En aquella ocasión escribí esto:

"Hemos rescatado del baúl de los recuerdos una cinta casette de canciones de Leo Valeriano. Está grabada sobre un vinilo de 1968. Leo Valeriano fue el primer cantautor italiano del ambiente "neofascista" y en las letras de sus canciones se percibe perfectamente el ambiente que impregnó a toda una generación. Vale la pena rescatar este casette, lamentando que no se haya remasterizado, y emplearlo como excusa para realizar un viaje a través del tiempo y retroceder al neofascismo italiano de los años 60.

La fuerza de ser uno mismo

"Padre Nuestro" es casi una oración. Iniciada con las palabras de la oración católica más conocida, esta canción de Valeriano tiene que ver con lo que podríamos llamar "la concepción del mundo del neofascismo". De hecho, en todas las obras de Evola está implícito este mensaje: "Conócete a ti mismo" y "Prueba tu calidad a través de la lucha". Valeriano arranca la canción -musicalmente muy seductora- con estas estrofas en las que está muy presente la necesidad de diferenciación:

"Padre nuestro que estás en el Cielo
Y también entre la gente,
que ya no puedes esperar nada
cada vez que alguien te llama.
Padre nuestro que estás en el Cielo
también yo te he llamado
días enteros en voz alta.
Me ha respondido sólo el silencio,
Pero no te pido reposo
No te pido riqueza,
Poder o tranquilidad";

En las estrofas siguientes de la canción, la letra asume la vocación heroica que Evola propone en sus obras como condición indispensable para alumbrar un "hombre nuevo" capaz de mantenerse en pie ante las destrucciones culturales que se avecinan y termina implorando al dios desconocido que le dé la fuerza para ser él mismo. Análogo mensaje se encontraba en el santuario de Delfos: "Sé tu mismo". La canción dice así:

"Dame Dios mío, aquello que te queda,
Aquello que nadie pide nunca.
Dame la lucha, dame la inquietud
Y la desesperada ansiedad,
Dame el tormento, dame la rabia
De esta condenada realidad,
Dámelo ahora, definitivamente,
Porque yo no sé,
Si tendré siempre tanto valor
Para poder pedírtelo
Padre nuestro que estás en el Cielo
Y también entre la gente,
Dame, Dios mío, aquello que te quede
Aquello que nadie pide jamás,
Pero dame la fe, dame el valor,
La fuerza de ser yo".

El anticomunismo: Budapest

Una de las canciones más hermosas de Valeriano estaba dedicado a los héroes de Budapest. Se trata de una de las composiciones más bellas que hayamos escuchado, tanto por su letra como por su música. En 1956, los tanques rusos cercenaron el ansia de libertad del pueblo húngaro. Stalin había muerto y en Occidente se creía que la URSS había moderado su intervencionismo exterior. Era todo lo contrario. Valeriano logró sintetizar en una estremecedora música la gesta de los patriotas húngaros.

"Estoy sobre el monte mirando
donde estaba una ciudad
sobre las torres de las iglesias
grita fuerte el gallo rojo,
rojo el cielo por las llamas,
rojas las calles por la sangre,
rojos son los carros de combate,
¡está ardiendo Budapest!"

La juventud europea se estremeció con aquel horrendo ataque. En París, los grupos de patriotas, entre los que se encontraban Pierre Sidos y Jean Marie Le Pen, se manifestaron ante la sede del Partido Comunista que resultó asaltada por la población. En Roma abundaron las manifestaciones de protesta en la que se curtieron los militantes que luego crearían Ordine Nuevo y Avanguardia Nazionale. Valeriano era uno de estos jóvenes que quedó, literalmente, horrorizado por la masacre de Budapest y por la dejadez con que las democracias occidentales. Sigue la canción de Valeriano:

Oh Budapest... Oh Budapest..
Tu burgués de Occidente,
tu que tienes mujer, hijos y amante,
tus casas son cálidas
y no vas a arriesgarte por Budapest.
Tu burgués de occidente
has recogido sacos de oro
nacidos de la sangre
¡y luego te has encadenado al gigante del Este!

En esa época estaba claro para el neofascismo que las democracias occidentales, las democracias burguesas, no estaban en condiciones de enfrentarse a la URSS y que Europa, tras la guerra, estaba viviendo el esplendor de la civilización burguesa que había pactado un statuquo con la URSS: la convivencia pacífica. A esa burguesía bienpensante no le importaba la suerte de los patriotas húngaros. El anticomunismo del que hace gala Valeriano, y por extensión, el neofascismo de la época, viene acompañado de un acusado tinte antiburgués.

Esa sensación de que las democracias occidentales no tenían arrestos suficientes para detener al comunismo, se evidencia en la última estrofa de la canción:

"Yo te acuso Occidente,
mañana también tu llorarás
como los magiares abandonados por ti en Budapest.
Aquí sobre el monte estoy mirando
El fin de una ilusión
Nacida a lo largo de nuestro río
Y que muere asesinada
Con Budapest"

El sentimiento antiburgués: "Tiempo de Lobos"

Otra canción a tener en cuenta de Valeriano es "Tiempo de Lobos". Se trata de otro alegato antiburgués, en donde se percibe fácilmente el aroma de la nueva era de la contestación juvenil que ya se percibía en el horizonte. Los padres que habían vivido la guerra y las privaciones querían que sus hijos fueran educados de espaldas a cualquier idea política y, cuando la tenían, lo que les exigían era que las ocultaran. Era la forma de "triunfar" en la sociedad, especialmente si se sostenían posiciones neofascistas. Dice Valeriano:

"Tu padre te ha dicho: sé astuto hijito
No debes arriesgar nada,
porque de nada sirve tener ideas
guárdalas para ti".


Tal era la normalidad de aquel tiempo. El padre le dice al hijo: "Este es un tiempo de lobos, un tiempo de perros, ¿qué harás con tu futuro? Es un tiempo de lobos, ya no es un tiempo de héroes". En las estrofas finales, Valeriano aporta las conclusiones:

"El miedo es una bestia que florece en el corazón
de aquella gente que no sabe lo que es el honor.
Es el miedo que te vuelve prudente
que va donde el viento la lleva.
Pero que no te suceda nunca como a quien no pueda
cantar la libertad"


La idea sostenida por el neofascismo de la época era que el comunismo era una ideología demasiado brutal como para poder ser contenida por el espíritu burgués. Hacia falta una movilización de los espíritus más duros y más decididos, para poder articular un frente anticomunista que no amenazada las libertades, como había ocurrido en Praga. Y para ello era preciso lugar en las filas del Movimiento Social y de las organizaciones decididamente anticomunistas y antiburguesas crecidas a la luz de la doctrina evoliana.

El espíritu de la contestación: El coraje de decir no

A partir de 1967 la contestación estaba en el ambiente. Al año siguiente estalla el mayo francés y pocas semanas después el "otoño cálido" italiano. En aquel momento, la universidad italiana registra una presencia importante de militantes neofascistas encuadrados en el FUAN y en otras organizaciones menores. En Valle Giulia, los estudiantes de estas formaciones ocupan la facultad de derecho y se enfrentan durante varios días a la policía. Los contestatarios de otras tendencias, ocupan filosofía y arquitectura. En los días que seguirán, Giorgio Almirante, secretario general del MSI, da la orden a su servicio de orden de desalojar las facultades, incluidas, derecho. Los contestatarios neofascistas se enfrentan a la disyuntiva de unirse a los "gorilas" de Almirante (dirigido por Giulio Caradonna) o bien permanecer defendiendo una "contestación de derechas". Optan por la segunda opción en lo que luego, la mayoría, considerará un error. Eso implica dar la excusa para que el antifascismo prendiera en la universidad. A partir de ese momento, el grueso del neofascismo se va "domesticando" y convirtiéndose en el apéndice juvenil de un partido de derecha radical. La influencia de Evola se va reduciendo en esa generación de militantes de los que, finalmente, por iniciativa propia y por la misma presión de los acontecimientos, no acentuarán otra cosa más que su anticomunismo. Las veleidades de lucha contra el sistema, poco a poco, se van retirando del MSI y recluyéndose, bien en sectores disidentes, o bien en grupos extraparlamentarios que mantendrán hasta principios de los años 80 la etiqueta "neofascista"

Pero cuando Leo Valeriano redacta la letra de esta canción, está todavía impregnado por el espíritu de la contestación que se trasluce desde el mismo título: "El coraje de decir no":

"Dicen siempre que todo va mal, que haría falta una revolución
Pero bastaría encontrar, el menos para comenzar,
El coraje de decir no, a la gente que dice Si
El coraje de rechazar las falsas etiquetas de la sociedad.
El coraje de decir no a un mundo que todo de da,
El coraje de estar solo en medio de la masa tranquila del Si.
El coraje de decir no a las ofertas que el mundo te hace,
El coraje de saber arriesgar descendiendo solo a la calle que quieres…
Pero es una fábula nacida así y que hoy no está de moda…
Una cosa para no escucharse porque puede hacer daño advertir que
No tienes el valor de decir no… el valor de decir no."

El modelo histórico: la República Social

Mientras que en España, el franquismo cayó sin que existiera un "último pelotón" de fieles que resistieran. Ninguna sede del Movimiento, ni de la OJE, ninguna delegación de la Sección Femenina o de la Guardia de Franco, fue ocupada por sus militantes. La "rendición" se hizo sin que nadie resistiera. Por eso ha sido imposible reconstruir un "neo-franquismo", por que sus principales valedores no quisieron jugarse nada esencial y se resignaron a ser barridos, intentando acomodarse unos o bien haciéndose olvidar la mayoría. Pero en Italia no ocurrió lo mismo. En 1943, con las tropas americanas en Sicilia, con Roma bombardeada a diario, con los partisanos asesinando constantemente, con la traición en el interior (Badoglio), el fascismo resistió y endureció sus posiciones. El resultado fue la creación de la República Social Italiana a la que se adhirieron cientos de miles de italianos, cuando la derrota estaba ya presintiéndose en el horizonte. Resistieron hasta el final en las más precarias condiciones que pueda imaginarse. Luego vino la represión de los partisanos comunistas. Casi 200.000 asesinatos sin juicio fue el precio de la "literación".

No es raro que, ante esta situación, el neofascismo reconociera como modelo histórico, la experiencia de la República Social que, en definitiva, era un ejemplo de lealtad. Evola había inspirado a la primera generación de militantes del MSI y sus dos obras "Orientaciones" y "Los hombres y las ruinas" eran los manifiestos de referencia que se manejaban en la época. Evola había hecho de la lealtad el valor esencial del "hombre nuevo" que coincidía con el que se había forjado al calor del a RSI. Mussolini era un ejemplo y a la figura del Duce, Valeriano le dedicó una canción que aprovechó, tanto para glosar la figura humana del Duce:

"Un hombre es siempre un hombre
aunque sea fuerte"


Pero sobre todo, aprovechó para denunciar la odiosa figura de los que colaboraron con el Duce para luego traicionarlo. A estos les dedicó esta estrofa:

"Aquellos que han vivido de su gloria
Y bajo su estrella han caminado
Aquellos que le han dicho
"Tu eres la historia",
son los mismos que luego le han traicionado".


Denunciando la cobardía de los Amíntore Fanfani que luego pasaron a ser los grandes líderes del pentapartido, y antes los grandes albaceas del ventennio, Valeriano exaltaba la fidelidad y el honor de los combatientes de la República Social y la dimensión humana del Duce.

El antiamericanismo: Banzai

Así como en el neofascismo de los años 50-70, todos estaban de acuerdo en el anticomunismo, la posiciones respecto a los EEUU no era unánime. La polémica se originó en el interior del MSI cuando un sector sostenía que Europa, por sí misma, carecía de capacidad para defenderse y era, por tanto, necesario apelar a la ayuda americana. Luego sería tiempo de arreglar cuentas, pero, inicialmente, era preciso entregar la defensa de Europa a los EEUU. No todos estaban de acuerdo, por supuesto, y en el interior del propio MSI, existía un amplio sector antiamericano; en el exterior del MSI, los grupos extraparlamentarios, adoptaron siempre una posición antiamericana. Julius Evola, por su parte, sostenía que era preciso oponerse a la "concepción del mundo" emanada del americanismo que, a la postre, era exactamente la misma que la que se desprendía del bolchevismo y a demostrarlo dedicó la conclusión brillante de su obra cumbre "Revuelta contra el mundo moderno".

Esta relativa indefinición en el interior del neofascismo hizo que Valeriano no adoptara un antiamericanismo extremo ni radical, que podía ser rechazado por una parte del MSI. Optó por contornear el problema. En aquel momento empezaba a leerse a Yukio Mishima en ambientes neofascistas. Valeriano aprovechó esta admiración creciente por el Japón y por los samurais para aludir a la gesta de los pilotos kamikaze en la Guerra del Pacífico. Era evidente que, el mensaje final, era antiamericano, pues, no en vano, el objetivo eran los buques de ese país. Pero llama la atención que optara por ese rodeo para llegar a algo que en los ambientes juveniles del MSI de la época era un dogma: "Ni Washington, ni Moscú".

La música de la canción evoca voluntariamente ritmos orientales y tiene un encanto particular. En cuanto a la letra, destacamos algunas estrofas:

"Jóvenes de veinte años, vestidos de blanco,
perlas vivas frente al color de la noche,
sobre un bimotor que extiende sus alas blancas,
van al encuentra con la muerte en el cielo del Japón.
Está escrito entre las estrellas el valor de los pinos
que no cambian de color con el peso de la nieve".


Luego, Valeriano recupera el tema de los samurais que ejercieron una seducción particular sobre el neofascismo. La propia existencia de una casta guerrera con la que los neofascistas se identificaban y que crean que podía forjarse mediante la militancia política, es reflejada por Valeriano en las estrofas siguientes de la misma canción:

"Cuando has dejado a tu madre, no ha llorado,
pero cuando esté sola, llorará en silencio al último de sus hijos.
Mientras el sol naciente tiñe de rojo el alba,
el último samurai, ofrece su vida al cielo".


¿El elemento antinorteamericano? Hace falta cierta condescendencia para verlo en las últimas estrofas de la canción, cuyo lirismo parece intentar olvidar su ambigüedad en este terreno. Y no es raro porque la cúpula del MSI siempre fue, tanto con Michelini como con Almirante y, finalmente, con Fini, absolutamente pronorteamericana, incluso cuando ya ni siquiera hacía falta (a partir de 1989 cuando cayó el Muro de Berlín). Pero esa no era, desde luego, la opinión de las bases militantes. Valeriano dice:

"Las flores del cerezo están iluminadas en ese instante
Cuando se abre al sol y caen en el viento
Pero sobre el Fujiyama, el hongo de Hiroshima
Mata toda esperanza en el corazón del Japón.
Con tu muerte escribes una condena eterna
Que tu enemigo arda en la tierra de oriente
A su último hijo.
Cien aviones se alzan en el cielo
Hacia el paraíso eterno de los héroes
Parece una rama de melocotonero suspendido sobre el Japón".
Hasta aquí el artículo escrito hace unos años. De todas estas canciones hubo una que particularmente me impresionó quizás por que en 1969 estaba todavía bajo el impacto del suicidio patriótico de Jan Pallach y de la invasión de Checoslovaquia. Era Budapest. En el fondo, los hechos de Hungría en 1956, se habían repetido casi al pie de la letra en Checoslovaquia catorce años después. No tengo absolutamente ningún recuerdo de los hechos de Budapest, ni de la gesta de los patriotas húngaros. Y es raro porque tengo recuerdos (¿o acaso serán "falsos recuerdos" injertados como a los androides de Blade Runner) mucho anteriores. Creo que estuve con mi padre en el puerto de Barcelona, por ejemplo, cuando llegó el Semiramis con los presos de la División Azul que habían permanecido en Rusia diez años. Recuerdo incluso el aroma del mar, el que un fotógrafo de la saga de los Pérez de Rozas cayó al mar, recuerdo la antigua Estación Marítima de Barcelona. Sin embargo, no logro recordar nada sobre la invasión de Checoslovaquia.

En 1969 yo hubiera deseado estar en las calles de Praga. No tenía edad. Luego acepté la opinión de Jean Thiriart de que el próximo episodio agresivo del Pacto de Varsovia debía ser contestado por la juventud europea enviando a brigadas de voluntarios a luchar contra los T-72. Nunca más debía ocurrir lo que ocurrió en Budapest cuando Occidente dejó morir a los patriotas húngaros. Nunca más debería ocurrir lo que vi en mi juventud, cuando todas las protestas generadas en Occidente contra la invasión de Checoslovaquia, no pasaron del mero formalismo. Nuestra generación quería estar presente en algún hecho histórico como lo había estado la División Azul casi tres décadas antes.

Entonces creíamos que había un belga, Roger Coudroy que había muerto con las armas en la mano al frente de un comando de Al-Assifa, luchando junto a la resistencia palestina. Era un mito. Las versiones que he podido recoger no hace mucho indican dos posibilidades: o se le disparó el arma en un entrenamiento o simplemente fue ejecutado por la resistencia palestina como traidor. Hubo otros, sin embargo, que tomaron las armas y llegaron al final de su aventura: Almerigo Griltz, padovano, dirigente del Fronte della Giuventú y concejal del MSI, terminó con un RPG al hombro lanzando granadas contra los mismos tanques rusos que habían aplastado la sublevación húngara y habían roto el asfalto del centro de la capital checa. Un bombardeo ruso lo mató en Afganistán cuando luchaba como mujaidyn. ¿Quién dijo que cada época no tiene una causa para morir?

Por mi parte, cuando escuchaba a los 17 años, las baladas de Leo Valeriano, lo que me excitaban en mí era un afán de vivir intensamente, quemarme al servicio de un ideal. Ya se sabe: "Jóvenes, éramos tan jóvenes". A partir de ese momento, la vida fue para mí una aventura y la acción política en donde fuera, la posibilidad de vivir la aventura. Había -y hay. En esta posición mucho de nihilismo y de desprecio a las categorías burguesas que, por algún motivo, nunca han encontrado eco en mi interior.

Las tristes estrofas y la música dramática del Budapest de Leo Valeriano, crearon dentro de mí una necesidad de hacer algo y la convicción de que mi pupitre en los escolapios o en la Escuela de Ingenieros Técnicos eran tristes formas de vivir. Aquella música me sugirió que siempre hay alguna buena causa por la que luchar y me enseñó también que un paso al frente es lo menos que un hombre que cree en algo puede dar.
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PD.- Leo Valeriano mantiene una web con las letras de sus canciones: LINK
BUDAPEST
Estoy en el momento mirando
allí donde había una ciudad
sobre las torres de las iglesias
picotea el "Gallo rojo".

Rojos el cielo por las llamas
Roja la calle de sangre
Rojos son los tanques
Está ardiendo Budapest
Oh Budapest....

Hemos perdido sólos
éramos tantos hablando
cuando no costaba nada,
pero hoy ¿quién muere con nosotros?
Oh Budapest...

Y tú, burgués de Occidente,
tú que tienes mujer, hijos y amante
tus casas son cálidas
Y te arriesgarás por Budapest

Y tú burgués de Occidente,
que has amasado sacos de oro
nacidas de la sangre magiar
y luego nos has encadenado
al gigante del Este.

(hablado)

¡Yo acuso! Yo, poeta mudo de 12 años
Que quizás esté mudo para siempre ¡acuso!
Y no te acuso a ti, horda enorme de Asia;
a ti oso brutal que no conseguiste
ser europeo. Y no te acuso a ti, canalla vil
que has permitido la nueva invasión de los tártaros
para salvar así tu existencia
pero te acuso a ti, Occidente, que no has atendido
a nuestro último grito de ayuda. Te acuso, Occidente,
que has preferido la Asia lejana
Al pueblo de San Esteban.
Y luego sobre las ruinas
de París, Londres, Nueva York
Marcharán los carros armados de nuestro tirano.
Recuerda entonces que todo se habrá realizado,
incluso la maldición
del magiar que has abandonado

Yo te acuso, Occidente
mañana tu también llorarás
como el magiar
por ti abandonado en Budapest
Oh Budapest...

Aquí sobre el monte estoy mirando
el fin de una ilusión
nacida a lo largo de nuestro río
y que muere asesinada con Budapest
Oh Budapest...



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