viernes, 15 de octubre de 2010

Artículos sobre partidocracia. (IV de V). ¿Cómo los partidos ofenden diariamente nuestro sentido común? Descubra al político mentiroso

Infokrisis.- Los españoles desconfiamos de nuestra clase política, pero les votamos… cada vez menos, bien es cierto. Cada caso de corrupción suscita un aumento de esa desconfianza. La clase política está bajo sospecha. Esté alerta: la clase política ejerce el noble arte de la estafa. Y está especializada en la peor forma de estafa: la promesa incumplida, la estafa moral. Sepa cómo lo hacen y sepa como defenderse.

En 1986, cuando estallaron los primeros casos de corrupción la justificación utilizada por todos los partidos, en especial por aquellos que concentraban más tasa de corrupción por carnés entregados, insistían en que "la corrupción es una excepción, la mayoría de los políticos son honestos. Hoy podemos dudar de este principio.

Si cada día se inspeccionara en profundidad la concejalía de urbanismo de cualquier pueblo o ciudad, se descubrirían, casi inevitablemente, irregularidades que pudieran oscilar entre la incompetencia y la estafa pura y simple. No se hace porque se sabe lo que se va a encontrar. El político honesto es hoy una excepción y, seguramente hay alguno a título de excepción. La clase política está bajo sospecha.

En 5 de diciembre se publicó el Informe PISA que situaba a nuestro país en la cola de la educación europea y a Andalucía en el farolillo rojo de Europa, hasta el punto de que la consejera de educación de esa comunidad decía con una seriedad pasmosa: "Ocupamos el décimo puesto en España"… claro, pero es que el estudio solamente se había realizado sobre diez comunidades. Surge la sospecha de si la clase política tolera y estimula este descalabro educativo para formar ciudadanos sin la más mínima capacidad crítica, carentes por completo, no sólo de fundamentos culturales y científicos, sino también éticos y morales. En especial el sentido común se ha convertido en el menos común de todos los sentidos.

Ocurre diariamente y lo percibimos cada vez que le dan a un político la oportunidad de aparecer en un medio: ofenden, sin el más mínimo recato, nuestro sentido común. Retuercen los argumentos en beneficio propio hasta distorsionar la realidad y convertirla en irreconocible. Están permanentemente en campaña electoral, visiblemente preocupados por su poltrona y su barriga, intentando seducirnos con sus tópicos y sus justificaciones. El problema es que treinta años de democracia son muchos como para no suscitar desconfianza. Hace unos años podíamos preguntarnos si "¿no estarán tomándonos el pelo?". Hoy, esa duda, se ha convertido en una certidumbre.

Cómo los partidos ofenden el sentido común

Las técnicas son muchas y multiformes. Destacaremos solamente unas pocas:

1)    Nos prometen en períodos preelectorales lo que no han sido capaces de hacer cuando estaban en el poder. Y aquí no hay diferencias: si el PP o el PSOE querían eliminar el lacerante "impuesto de sucesiones"… lo podían haber hecho ya y no convertirlo en zanahoria electoral.

2)    Tienden a eludir responder concretamente a preguntas directas y recurriendo a subterfugios. Si a Zapatero le preguntan por qué está a la cola de la educación, la respuesta es que la culpa es de "las generaciones precedentes". Un político en ejercicio de su cargo nunca reconocerá que ha roto un plano. Le puede perjudicar en los sondeos.

3)    Justificando los datos negativos con argumentos "iniciáticos" e incomprensibles. El área económica del gobierno suele utilizar esta práctica aludiendo a "cifras macroeconómicas" para justificar que "todo va bien", ante la imposibilidad de explicar que según las "cifras de la economía doméstica", nos empobrecemos.

4)    Atribuyéndose todos los éxitos en propiedad y todos los fracasos a la tarea de la oposición. Suelen ansiar las inauguraciones en períodos electorales, aun cuando el proyecto pertenezca al gobierno anterior de otro partido. Así mismo, atribuyen todos los fracasos a la gestión del anterior gobierno.

5)    Descargan responsabilidades en otros niveles administrativos. En esta España rica en niveles administrativos apenas es reconocible un "centro de imputación". Los ayuntamientos pasan su responsabilidad a las comunidades autónomas y estas la descargan en el gobierno central, el cual las traslada a la Unión Europea. Nadie tiene la culpa de los problemas, pero todos se disputan los éxitos.

6)    Los políticos son más previsibles que un reloj suizo. Cada día, cuando sus portavoces dan la consiguiente rueda de prensa, asistimos a la ceremonia de lo irracional: es posible prever lo que van a decir conociendo simplemente la lógica con la que se mueve ese partido. Por lo demás, en esas ruedas de prensa mostradas en TV, se ven sólo a los portavoces en la tribuna, nunca al aforo de informadores: vacío o semidesierto.

7)    Todos cultivan la moderación y atribuyen el radicalismo al oponente. Decir las cosas claras, por ejemplo, se considera una intolerable forma de radicalismo o de catastrofismo. Todos buscan el espacio centrista en el que están los caladeros de votos que dan o quitan mayorías absolutas.

8)    Ofrecen promesas que no pueden ser cumplidas. ¿Os acordáis de aquella promesa de autobuses gratuitos para menores de 21 años? ¿o aquella otra de pisos para todos los que tengan ingresos menores de 3.000 euros? Por no hablar del derecho de los españoles a una vivienda digna, incluido en la constitución.

9)    Negarán siempre que la corrupción sea algo que les afecta al otro partido, nunca al propio. Siendo así, pedirán la cabeza, las "responsabilidades políticas" (que nadie sabe exactamente en qué consisten) y la dimisión, pero si se comparte sigla con él, lo que procederá es pedir "presunción de inocencia" y alegar que "los otros más".

10)    Apelando a los tópicos de moda en ese momento. Hoy, los dos grandes tópicos son los "derechos de las minorías" y "el cambio climático". Decir algo que cuestione estos dos temas puede suponer una pérdida de espacio centrista. ¡Que se lo pregunten a Rajoy y a su primo el catedrático! Algo que entendió muy bien un Gallardón a la búsqueda de clientela gay.

11)    Obstinándose en no reconocer ninguno de sus errores. El político nunca se equivoca, por tanto nunca dimite. Su infalibilidad es proverbial y palidece la del Papa que, en el fondo, solamente es en materia teológica. La infalibilidad del político es integral.

12)    Demostrando que allí donde van arrasan. Para ello precisan mostrar público en sus mítines y, especialmente, detrás de los oradores. ¿De dónde diablos sacarán a esos chicos de mirada inexpresiva que agitan las siglas del partido en los mítines? ¿lo harán por el "ideal"? ¿cobrarán como figurantes?

13)    Afirmando en la noche electoral que, sea cual sea el resultado, han triunfado. En 1981, cuando el PCF fue masacrado electoralmente, su secretario general, Georges Marchais, afirmó con una seriedad pasmosa que "el resultado ha sido una gran victoria para la izquierda". En las pasadas elecciones municipales no hubo derrotados. Y en el referéndum catalán, todos pudieron justificar su éxito a la vista del resultado.

14)    Negarse a reconocer que se desea el poder para mejorar la propia situación personal. Sabido es que los grandes negocios se hacen a la sombra del poder y que un sector de la clase política se ha habituado a cobrar comisiones en lugar de trabajar. El ejercicio del poder se ha convertido en un medio para servirse "del pueblo" en lugar de "servir al pueblo"

Siguiendo todas estas técnicas, la clase política sigue trampeando elecciones y encaramándose al poder en medio de una indiferencia cada vez más generalizada, soportando unos índices de abstención crecientes y la hostilidad de una parte de la población que exige opciones nuevas, estilos nuevos, honestidad, sinceridad y claridad. Y eso, la clase política de los partidos mayoritarios ni puede, ni está dispuesto a consentirlo.

¿Cómo el ciudadano puede evitar que le tomen el pelo?

La estafa moral o el engaño preelectoral no son nuestro destino ineludible. Existen alternativas. El ciudadano siempre tiene la posibilidad de evitar ser víctima de carroñeros políticos. Le sugerimos:

-    Ejerza su capacidad crítica. Pregúntese siempre qué ha hecho una sigla cuando ha tenido el poder entre las manos.

-    Compare lo que se dice con lo que se hace. Mucha promesa, poca realización, es igual a mucha corrupción.

-    Establezca índices de honestidad. Si un político sale del cargo renovando casa, coche, comprando chalet o si se ven signos externos de este tipo en sus cuñados, hermanos, testaferros, no lo dude: ese tipo es un corrupto.

-    Practique sistemáticamente el ejercicio de la desconfianza: el político no es honesto por principio y a la vista de la que ha caído en este país. La honestidad no es el valor del soldado que "se le reconoce". Lo debe demostrar, día a día.

-    La lógica rige también para el político. Si un político no utiliza las leyes de la lógica correctamente para construir sus argumentos, es que, o es un completo ignorante o, simplemente, miente.

-    Observe si asume o no sus errores. Los errores son humanos y el político no está más allá de lo humano, por mucho que lo crea. El reconocimiento de los propios errores y de la propia responsabilidad es un atributo de lo humano.

-    Observe como responde a la crítica. Si no la admite, si desvía los argumentos, si ataca al adversario antes de defenderse a sí mismo: ese político es culpable de algo.

-    Observe su lenguaje gestual, delata más que una colilla a un fumador. Si el político se toca la nariz o se rasca bajo la oreja cuando responde, no lo dude: ese político está mintiendo.

-    No sea fanático de nadie, sea usted mismo. No apoye cerrilmente a tal o cual sigla, simplemente porque siempre lo ha hecho. Así resultará eternamente decepcionado. Cambie sus preferencias, no se aferre a ninguna. No sea ese bovino "voto cautivo" que todos los partidos tienen como "suelo".

-    Atrévase y descienda al ruedo. Si hoy la honestidad y el sentido común en política es pura ficción, eso no quiere decir que no se requiera. Observe lo que proponen opciones políticas hoy minoritarias, siglas que todavía no han tenido la opción de entrar en las instituciones o que no gozan del favor de los medios. Seguramente ahí hay más honestidad concentrada y más sinceridad que en los dos grandes partidos.


VI
Cuando los presidentes son elegidos por su telegenia y su talante
Algo falla en las democracias
La imagen parece ser más importante que el programa

La última campaña electoral ha confirmado algo que ya podíamos intuir: el político vende una imagen, no soluciones, ni mucho menos alternativas. Habitualmente, ni gana el mejor, ni siquiera la segunda opción es envidiable. El bipartidismo tiene esas cosas. Hace falta reconocer que nuestro sistema político ni es el mejor, ni mejora como el vino bueno, sino todo lo contrario. Y, a partir de ahí, pensar en la reforma.

1) La realidad de los hechos es que Zapatero ha sido -con mucho- el peor presidente de la democracia española y, sin embargo, ha sido reelegido. Esto demuestra que en nuestro ordenamiento democrático no manda el "mejor", sino el que hace "mejor" campaña.

2) ¿Cuándo una campaña es "mejor" que otra? Cuando es capaz de evitar hablar de los errores propios, por grandes que sean, y resalta los riesgos que implicaría elegir al adversario, aunque se trate de otro partido democrático. Hoy, el elector no vota "a favor de", sino "en contra de".

3) Esto implica que las campañas electorales transmiten una idea maniquea basada en todo blanco o todo negro: el adversario es infame, la propia opción es excelsa, esto implica que las campañas electorales se basan en una mentira insostenible. Se elude la existencia de gamas de grises.

4) La campaña electoral apenas dura quince días, pero la pre-campaña se prolonga a lo largo de toda la legislatura. Los cuatro años de legislatura no se utilizan tanto para gobernar como para seducir a la población. La seducción de la población es importante porque seducir implica sumar votos.

El arte de seducir a las masas

5) ¿Cómo se ejerce la seducción sobre las masas? Existen distintas técnicas que utilizan todos los partidos mayoritarios sin excepción; el ganador de una contienda electoral es quien mejor ha manejado estas técnicas por innobles y miserables que sean:

- Se atribuye a las masas un poder y una responsabilidad que ni tienen, ni pretenden. Se les cuenta que se gobierna "en su nombre", pero no en función de sus intereses.

- La masa vota según la seducción que haya ejercido sobre ella tal o cual candidato. La masa es femenina: se deja seducir y una vez seducida, carece de voluntad propia. Ahí está en el punto que busca todo gobierno: verse apoyado por las masas, pero sin servir a los intereses de esas masas.

- Se enaltece su ego con todo tipo de halagos y lisonjas: "el pueblo no se equivoca", "el pueblo es soberano", "el pueblo es la fuente de todo poder", cuando en realidad el poder es el resultado jurídico-administrativo-coercitivo de momentos históricos concretos en los que se impone una u otra fuerza hegemónica en la sociedad (la casta guerrera, la casta sacerdotal, la burguesía, el proletariado, o las grandes concentraciones de capital como en la actualidad).

- Se engaña a la masa en sus esperanzas, prometiendo aquello que la masa desea oír y eludiendo aquello que no está dispuesta a escuchar (a ZP le ha sido mucho más fácil y rentable aludir al reparto indiscriminado de beneficios sociales que reconocer una crisis económica cuya sombra se percibía desde mediados de 2007), prometiéndole aquello que no se está dispuesto (ni en condiciones de dar).

- El "galán" salva a la masa de la tiranía del malvado que aspira a violentar su integridad. Todo depende de saber presentar al adversario con los rasgos propios de un delincuente.

- La "belleza" es una forma de seducción, el candidato de rasgos delicados, casi femeninos, cuya sonrisa sea beatífica y sus ademanes seráficos, prevalecerá sobre el candidato espontáneo, rudo y que rebose de afirmaciones rotundas y negaciones soberanas. A fin de cuentas lo que el político vende es "imagen". Esa imagen debe ser la que sintonice mejor con la masa. Decir masa, implica necesariamente aludir a la mediocridad.

6) La destreza en el manejo del doble lenguaje es esencial para el político: el  mejor político es el que es capaz de decir "respeto a la ley" y ser él el primero en vulnerarla, para luego escandalizarse si alguien se lo hecha en cara. Quien maneja diestramente el doble lenguaje es amo del terreno de juego: los Blaco, los Rubalcaba merecen un monumento por su destreza inigualable en el manejo del doble lenguaje.

7) El político actual tiende a aludir los problemas reales si la realidad certifica su fracaso y se centra en problemas ficticios, si puede aportar una salida demagógica que le beneficie: la ley de parejas gays y el cheque-bebé para inmigrantes, encubren el problema real del hundimiento de la natalidad en España y la imposibilidad para las familias jóvenes de formarse y tener hijos; la ley de violencia doméstica elude el hecho de que ha entrado inmigración que considera a la mujer como un objeto… Los problemas reales son encubiertos por falsos problemas.

8) ¿Cuál es el resultado de todo esto?

- Se produce una selección al revés en el interior de la clase política: se sienten llamados a la política los más desaprensivos o los más incapaces, los que no se han podido acomodar en la vida civil en empresas privadas, los que carecen de escrúpulos para practicar el doble lenguaje y los que sin tener un pensamiento y un proyecto propio, tienen "imagen".

- Ni gobierna el pueblo (democracia), ni gobiernan los mejores (aristocracia), gobiernan los más oportunistas utilizando una etiqueta de partido (partitocracia), los que mienten con más descaro, intermediarios entre el verdadero poder, el dinero (plutocracia) y una población cada vez más alejada de la política.

- Esta selección al revés hace que el sistema político degenere progresivamente, cada vez existe una brecha más pronunciada entre los intereses de la clase política y los intereses de la población, porque cada vez la clase política protege más sus propios intereses y los de los grupos de presión a los que representan.

- La población, el ciudadano, solamente interesa a la clase política como masa de votantes a la que, como un rebaño de borregos, se le puede llevar de un lado a otro.

- Ningún político aprueba ninguna medida que sea contraria a sus propios intereses personales. Lo que equivale a decir que el ejercicio del poder se realiza para satisfacer los propios intereses personales antes que cualquier otro. Estos intereses pueden ser un puro egoncentrismo o bien intereses económicos a la vista de que los grandes negocios, en democracia, solamente se hacen a la sombra del poder o siendo poder.

9) Si reconocemos que existe una brecha insuperable entre la población y la clase política, de un lado, y que, de otro, el sistema democrático español tiende a una progresiva degeneración, la pregunta es ¿cómo se puede mantener un sistema así y constituir una realidad estable cuya reforma es casi imposible? Para ello es imprescindible la existencia de una serie de elementos:

- Un sistema despiadado y constante de embrutecimiento de las masas que, practicado hoy exhaustivamente convierte al pan y circo de los romanos en un ingenuo juego de niños. No es por casualidad que los medios de difusión cultural, el sistema educativo y los modelos sociales oficiales son de un nivel tan absolutamente miserable que seríamos muy condescendientes si llamáramos a eso "cultura".

- Hurtando a las masas cualquier capacidad crítica y toda posibilidad de ser consciente de la miseria de los actuales mecanismos de poder, de sus mentiras y de su doble lenguaje. El poder precisa individuos adocenados, mansos como bueyes recién capados y conformistas que ni cuestionen ni critiquen ni adviertan la miseria de los mecanismos de poder.

- Mediante el ejercicio de la coerción: Hacienda es un medio de coerción que se utiliza sobre aquellos que "disientes", casi tanto como un medio de recaudación del Estado; existe todo un aparato represivo "blanco" y "dulce", basado en el culto a lo políticamente correcto y al "pensamiento único" cuya finalidad es, sobre todo, mantener la estabilidad social, extender el conformismo o desviar las protestas hacia vías muertas o contra falsos señuelos.

- Creando un sistema de tensión continua en el que el ciudadano y, especialmente, la clase media corra el riesgo de empobrecimiento, con salarios al límite de la supervivencia, alzas de precios que sitúan a capas cultas y creativas ante un permanente riesgo de empobrecimiento y de pérdida de los valores adquiridos, impidiendo tácitamente el que puedan plantearse problemas de reformas y de otra ordenación del poder, consagrándose sólo a la mera supervivencia y al día a día.

- Convenciendo a la población de que no existe más "voto" que merezca ser ejercido que el "voto útil" y estructurando un sistema político que, como el español, entronice en el poder permanentemente a la "Banda de los Cuatro" (PP y PSOE, CiU y PNV) mediante un sistema electoral fundamentalmente injusto e imposible de cambiar (recuérdese: ningún político reforma una situación que le beneficia).

- Reduciendo todo tipo de participación política a los partidos políticos y, esencialmente a la "Banda de los Cuatro". Eso implica: liquidar cualquier forma de participación que surja de la sociedad civil y creando un sistema de asociacionismo amantado por las ubres del poder y que, por tanto, jamás disentirá del mismo (desde los sindicatos, a las ONGs, pasando por todo tipo de asociaciones).

10) Existe un error de fondo en el que las partitocracias asientan su estabilidad. Ese error es la idea de "igualdad". La idea de igualdad es desconocida en la historia hasta las revoluciones de finales del siglo XVIII. Se dice que la idea de "igualdad" es un "gran avance", una idea "progresista", pero en realidad es una trampa.

11) La igualdad no existe en tanto que la ley de la naturaleza es tender a marcos cada vez más amplios de desigualdad. La evolución de las especies demuestra que la naturaleza se dispersa en formas progresivamente más desiguales. El error consiste en confundir "igualdad" con "dignidad". Todos los seres humanos tenemos la misma dignidad en tanto que pertenecientes a una misma especie, pero no somos iguales, sino, fundamental y ampliamente, desiguales.

- ¿Qué es la igualdad? El reino de la confusión. Se tiende a confundir la igualdad de derechos y la dignidad común a todos los seres humanos, con la igualdad absoluta.

- La conclusión es que si todos somos iguales, todos tenemos capacidad para opinar sobre cualquier cosa y la opinión de cada uno tiene el mismo valor que la de otros, como si la opinión del ingeniero a la hora de construir un puente valiera lo mismo que la cualquiera que no tiene estudios de ingeniería, como si la opinión de un agricultor sobre riegos y problemas del agua valiera lo mismo que la de un técnico informático y el campesino se permitiera el lujo de opinar sobre redes de comunicación.

- Los seres humanos no somos granos de arena, todos fundamentalmente iguales y todos dotados de las mismas capacidades, intereses, preparación y cualificación. La democracia del número nos supone a todos iguales, eludiendo el hecho de que en la sociedad existe gente más preparada y gente menos preparada, gente más interesada en unos temas y gente apática en todos, gente generosa y de pensamiento abierto y gente para la que su propio ego es el único dios que reconocen y lo suyo el único interés.

- Dado que el sistema cuantitativo se basa en la ley del número para elegir una u otra opción, se podría llegar a la situación teórica de que 49 Premios Nóbel perdieran una votación frente a una coalición de 51 pederastas y violadores.

12) Así pues ¿la democracia es un mal sistema de gobierno? Si y no:

- Sí mientras persista en las actuales circunstancias y el sistema se entregue a quienes dominan más las técnicas de seducción de masas y el doble lenguaje.

- No, porque es importante que la población elija directamente a sus propios gobernantes y que estos sean, precisamente, los que mejor pueden enderezar una situación, los más capacitados y aquellos que tienen más preparación para prever, reconocer y solucionar los conflictos.

13) Es inevitable que las minorías se sometan a las mayorías y la única manera de establecer el sistema de mayorías y minorías -conceptos fundamentalmente cuantitativos- es mediante el recurso a la votación y al recuento de votos, ahora bien…

14) Para que la democracia sea un sistema aceptable es preciso… que sea verdaderamente una democracia. Y para ello es preciso que nos aproximemos lo más posible a la idea de "igualdad", una igualación en calidad, no una igualdad que sea un sinónimo de masificación.

15) Es preciso reconocer en voz bien alta que nuestra democracia es manifiestamente mejorable y que hoy dista mucho de la perfección. Para ello:

- Es preciso que existe una "igualdad de oportunidades" entre las distintas formaciones políticas, que ninguna se beneficie de las ayudas del poder (lo que sirve únicamente para perpetuar unas siglas y taponar el ascenso de otras),

- Es preciso que los partidos vuelvan a ser opciones concretadas en base a doctrinas y programas concretos (aboliendo el principio del "pensamiento único" y de lo "políticamente correcto"),

- Es preciso que se eleve el nivel cultural y la capacidad crítica de las masas a todos los niveles (especialmente en la educación y en los medios de comunicación).

- Es preciso que se introduzca un tipo de representación en la Cámara Alta (Senado) que suponga un control de la sociedad civil sobre los partidos y que proceda de la sociedad civil: el Senado no puede ser ni una reproducción de las simetrías del parlamento, ni -como pretenden algunos- de las "autonomías" (como si cada diputado no procediera de alguna autonomía…)

- Es preciso que se introduzcan correcciones de carácter técnico en el sistema representativo español: abolición de la Ley d’Hont, representación proporcional, listas abiertas y desbloqueadas y facilidades para la convocatoria de referendums en temas graves o no previstos en los programas de los partidos.

- Es preciso que la sociedad civil -a través del Senado reconfigurado- sirva para ejercer un control sobre los partidos políticos e incluso sobre la moralidad de los sistemas utilizados por los partidos para hacerse con el voto del ciudadano. No todo vale y alguna estructura del Estado debe servir de contrapeso al actual poder omnívoro de los partidos políticos. A fin de cuentas una democracia digna de tal nombre, desde Montesquieu se basa en la división de poderes y en el juego de pesos y contrapesos. Hoy, esa concepción ha desaparecido. O se recupera o persistirá la configuración del sistema político actual, verdadero simulacro de democracia.

16) Se suele decir ironizando que la democracia es el menos malo de todos los sistemas representativos. La frase se ha convertido en una especie de tópico para que el sistema democrático persista en su actual configuración. Si es el "menos malo" es que todos los demás son peores. La falacia estriba en desconocer que el ser humano que ha realizado un portentoso avance tecnológico en los últimos 50 años, no puede idear sistemas de organización de la sociedad mucho más perfectos y debe seguirse rigiendo en el siglo XXI por un sistema político ideado a mediados del siglo XVIII.

(c) Ernesto Milá - infokrisis - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.