jueves, 14 de octubre de 2010

América se escribe con "Ñ"

info-Krisis.- Gane quien gane las próximas elecciones europeas, pocas cosas van a cambiar en las relaciones de EEUU con el resto del mundo. Mientras los poderes fácticos sigan siendo los mismos –y lo serán bajo Kerry como lo han sido con Bush- no habrá otra política más que las aventuras exteriores, la ruina interior y el enriquecimiento de la clase de los especuladores bursátiles. Pero existen elementos nuevos en la política norteamericana. Sin duda el más importante es el crecimiento de la comunidad hispana.

CUANDO AMERICA ES… AMERICA DEL NORTE

Llama la atención que el libro de Zbigniew Brzezinski, “El Gran tablero mundial”, se pasa revista a la geopolítica de todo el mundo… pero no de África (verdadero centro del enfrentamiento larvado actual entre Francia, China y EEUU), ni de América Latina. Da la sensación de que Brzezinski cree que no vale la pena aludir a algo que se considera el “patio trasero” de los EEUU y que, de ninguna manera, se toleraría que alguien cuestionara el dominio neocolonial con que se mira al hemisferio centro y sur norteamericano.


Haría bien el judío-polaco Brzezinski en preocuparse sobre el mundo hispano por que este será mayoritario en sólo unas generaciones en EEUU. De hecho, la composición originaria de los EEUU se ha reconstruido gracias a la inmigración masiva mexicana. Efectivamente, a principios del siglo XIX existían tres troncos étnicos: el blanco, el negro y el aborigen. Cien años después, los aborígenes habían desaparecido prácticamente recluidos en exiguas reservas y mermados por la caballería de los EEUU, por las epidemias, el alcoholismo y la pobreza endémica. Hoy, grupos étnicos indígenas, procedentes de México se están asentando masivamente especialmente en el sur de los EEUU… en la parte que en otro tiempo se robó a México. EEUU es un país trirracial y no todas las comunidades crecen a la misma velocidad.
La tasa de fecundidad de los hispanos residentes en EEUU era casi el doble que el de la comunidad blanca. En 1999, era de 1’82 para los blancos, el 2’9 para los hispanos. Para colmo, los hispanos tienen una baja tasa de matrimonios misterios, especialmente en los últimos años en donde ha podido constatarse que, a medida que crece el peso de la comunidad hispana, desciende el número de matrimonios mixtos, como si los hispanos ya no tuvieran necesidad de acercarse a personas del otro sexo de origen blanco, para progresar socialmente.
Y lo que es peor: también la unidad lingüística del país está a punto de romperse. Hoy, los hispanos son mayoría en determinadas zonas. Miami es una ciudad hispana y en breve Nueva York, será la ciudad con un mayor número de hispanoparlantes de todo el mundo. Hubo un tiempo en el que los hispanos debían necesariamente dominar el inglés para tener alguna posibilidad de progreso en la sociedad norteamericana. Esto hizo que a principios de los años 80 se considerase que la “integración” de los hispanos era ejemplar. Pero se trató de un espejismo. A medida que se fueron formando comunidades mayoritarias hispanoparlantes, la población anglófona fue abandonando esas zonas (Miami es el ejemplo de una gran ciudad que ha ido perdiendo población anglófona a ritmo de 15.000 anuales, 143.000 en los últimos 10 años.
Hasta ahora resultaba significativo que una frase habitual entre los presidentes de los EEUU fuera “Dios bendiga a América”… por “América” entendían, naturalmente, “América del Norte”, pero, desde la Doctrina Monroe, los EEUU habían decretado que todo el continente, de Norte a Sur, era su zona de influencia y así lo hicieron saber: tras la independencia de las colonias españolas, no tolerarían que otras potencias europeas estuvieran presentes en el continente americano. Así ha sido. Sólo que ahora es la otra América la que asciende hacia el coloso del Norte y lo ocupa.
DOS ESCALAS DE VALORES DIFERENTES
A diferencia de la comunidad negra que pronto perdió su lengua y sus tradiciones seculares, los hispanos han conservado bien tanto como otros factores de identidad étnica y antropológica. El hecho mismo de que cada vez sea más evidente que un candidato a la presidencia de los EEUU deba, necesariamente, hablar español, es suficientemente significativo de la pujanza de esta comunidad.
Pero la diferencia va mucho más allá. En el terreno religioso, por ejemplo, es donde ambas comunidades se sitúan en las antípodas. Mientras que el dios de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes), es el dios de los triunfadores, el dios que otorga su gracia a quienes han triunfado socialmente gracias a su justeza y pureza de intenciones, el dios de los multimillonarios, en definitiva, por el contrario, el dios de los hispanos es aquel que se identifica con los pobres, que está con los pobres y que él mismo, a su vez, es pobre. Sería difícil encontrar dos escalas de valores tan alejadas.
Hasta ahora, los EEUU habían sido viables en la medida en que solamente existía un modelo de ser norteamericano. La presencia masiva de hispanos ha roto esta unanimidad. Ahora ya no se trata de peleas de bandas como las que pintó Gershwin en su “West side Store”, ahora es algo mucho más masivo, profundo y arraigado: dos comunidades, dos valores, dos evoluciones distintas.
BLANCOS NO HISPANOS PIERDEN LA MAYORIA
EEUU se ha constituido a lo largo de su historia por distintas oleadas étnicas. El film “Bandas de Nueva York”, ambientada en los arrabales de la ciudad mientras se desarrollaba la guerra civil americana, pinta el ambiente de odio y resentimiento que existía en la época entre los “americanos viejos”, nacidos en el continente e hijos de inmigrantes europeos que llegaron durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX y de otro, los nuevos llegados en esa época, fundamentalmente irlandeses. Mientras los primeros eran puritanos y protestantes, los otros eran católicos. El conflicto, tal como muestra la película con cierto rigor, estaba servido.
A finales del siglo XIX, los principales contingentes de inmigración llegaban de Alemania, los países nórdicos y, particularmente, Irlanda. Tras la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de media Europa por la Unión Soviética, generó una diáspora en muchos núcleos de población del Este que llegaron a EEUU. Así mismo fue también el tiempo de oro de la inmigración italiana.
En 1960 las principales comunidades de inmigrantes en EEUU eran europeas: 748.000 polacos, 833.000 ingleses, 953.000 canadientes, 990.000 alemanes y 1.257.000 italianos. Parecía mucho, pero las cifras 40 años después son completamente diferentes. Las comunidades inmigrantes con mayor número de ciudadanos son: cubanos (952.000), hindúes (1.007.000), filipinos (1.222.000), chinos (1.391.000) y mexicanos (¡7.841.000!).
En apenas quince años algunos Estados de la Unión han variado sensiblemente su composición demográfica. California, por ejemplo, en 1990 tenía un 57% de blancos y un 25% de hispanos y, en la época, esto parecía alarmante ya a algunos políticos de extracción anglosajona. Era realmente poco, por que en la actualidad, la proporción es 50-30 y los demógrafos calculan que en el año 2040 –a la vuelta de la esquina en la historia- existirá un 31% de población blanca por un 48% de hispanos. California, el Estado más pujante y con mayor peso económico de los EEUU, será un Estado con una amplia mayoría hispana. En todo el país, los blancos no hispanos eran en 1990 el 76’5% de la población, diez años después ya habían descendido hasta el 69’1%. En la fecha clave de 2040, no solo California, sino también Hawai, Nuevo México y el Distrito de Columbia, los blancos no hispanos serán minoría.

LA OLEADA HISPANA
EEUU mantiene con México una frontera de 3500 km de longitud. Se trata de una frontera peligrosa, mucho más, desde luego, que la que EEUU mantiene con Canadá. Y es lógico que así sea. Existe una igualdad de ingresos medios entre la población canadiense y la estadounidense, pero, en el Sur ocurre justamente lo contrario: la diferencia de ingresos a uno y otro lado del Río Grande es la mayor que existe entre dos países contiguos en todo el mundo.
Estos diferenciales de renta, cuando aparecen, siempre son peligrosos y generan migraciones masivas. Es, en el fondo, lo que ha ocurrido a uno y otro lado del Mediterráneo, solo que la contigüidad entre Europa del Sur y el Magreb está rota por Gibraltar y las aguas del Mare Nostrum. Esto hace también que si bien el 60% de la población marroquí desee emigrar a Europa (y, en concreto, mayoritariamente, a España), no todos tengan la posibilidad de hacerlo, mientras que hoy el 30% de la población mexicana ya se encuentra en EEUU.

La revista “Foreing Policy” en su número de abril/mayo de 2004, dedicaba su portada a “La amenaza hispana a EEUU”. El artículo anunciado en la portada, había sido escrito por el teórico neoconservador de la “lucha de civilizaciones”, Samuel Huntington. Algunos de los datos ofrecidos por Huntington eran, sencillamente, espectaculares y se comprende que no hubiera lugar para el optimismo. El crecimiento de la población mexicana en EEUU ha sido casi asindótico. En la década de los 60 entraron en EEUU 640.000 mexicanos. Parecía poco y nadie se preocupó. En los años 80, entraron 1.656.000 mexicanos y entre 1981 y 1991, 2.249.000. Solo que las altas tasas de natalidad de esta comunidad falsean estas cifras. Antes hemos hablado del 2’9%, lo que hace que, solamente mexicanos, residan en estos momentos en EEUU, un mínimo de 20 millones de personas. Así mismo, es significativo el número de detenciones en la frontera: 1,6 millones en la década de los 60, 11,9 en la década de los 70 y 14 millones en la década de los 80. En la actualidad se estima que cada cruzan ilegalmente la frontera 350.000 mexicanos. No hay ni un solo datos demográfico, económico o sociológico, que indique que estas cifras van a moderarse o a bajar en los próximos años.

LA ROTURA DE LA UNIDAD LINGÜÍSTICA
El español da coherencia a la sociedad hispana en EEUU. El origen cristiano refuerza esta identidad, pero corresponde, fundamentalmente, a la lengua el papel de cemento unificador.

Mientras los afroamericanos perdieron en la primera generación todo rastro de su lengua y de sus tradiciones, los hispanos la han conservado. En 1990, el 95% de los hispanos hablaban castellano en su hogar. Este porcentaje no ha disminuido sino que tiende a aumentar levemente. Por el contrario, lo que sí ha aumentado, es el número de hispanos que hablan inglés con dificultades y, especialmente, el número de hispanos que han renunciado a hablar inglés: respectivamente, el 73’6% y el 43% en 1990. Del total de hispanos residentes en EEUU, 28 millones en el año 2000, 13’8 hablan inglés con dificultades.

En la aglomeración de Los Ángeles, el 11’6% de la población solamente habla español, el 25% habla ambas lenguas por igual, un 32% habla más inglés que español, un 30’1% habla sólo inglés. Es evidente que, cada vez para un mayor número de mexicanos, hablar inglés tiene cada vez menos incentivos. En la actualidad, las posibilidades de encontrar trabajo de un ciudadano norteamericano bilingüe son superiores a las de un ciudadano que sólo hable inglés o sólo español. El bilingüísmo está ya implícito en la sociedad norteamericana, aun cuando la Constitución no lo sanciones. Observen: las familias que hablan solo español tienen unos ingresos medios de 18.000 dólares, mientras que las familias angófonas llegan hasta los 32.000 dólares anuales… pero las familias bilingües llegan a los 50.000 dólares de ingresos. Hoy, para ocupar un puesto cómodo en la burguesía media norteamericana es cada vez más imprescindible hablar inglés. Uno de los problemas insolubles que sumen a la comunidad negra en la pobreza, es precisamente el hecho de que la casi totalidad de sus miembros son angloparlantes.
El clima lingüístico de los EEUU está descrito con unas breves pinceladas en la película “Un día de furia”. El protagonista, un burgués medio norteamericano, WASP, se siente airado por la pérdida del empleo y el cambio de paisaje en su entorno: cada vez encuentra a gentes que, o bien no hablan su idioma (recuérdese el shop coreano o vietnamita), o bien las bandas de delincuentes hispanos se enseñorean de ciertas zonas. El clima de decadencia moral, cultural y económica, se corona con la pérdida de la hegemonía lingüística inglesa.
Las alarmas sonaron en 1998 cuando el nombre de “José” encabezó la lista de los más inscritos en el registro civil de Florida y California, desplazando a “Michel”. La autoridades intentaron cortar la afloración de leyes locales que tendían a la cooficialidad lingüística, pero no fue posible impedir las reivindicaciones cada vez más masivas y radicales de los hispanos a favor de su lengua común. En 1998 se produjo un nuevo trauma: por primera vez en el inicio de un partido de fútbol en Los Ángeles, el himno norteamericano fue abucheado por los asistentes hispanos. Lo más parecido a un sacrilegio. Realmente poco por que Osvaldo Soto, uno de los miembros notables de la comunidad hispana estadounidense explicó: “El inglés no nos basta, no queremos una sociedad monolingüística”. Las asociaciones hispanas pidieron en esas fechas que el Congreso autorizara el desarrollo de programas de protección cultural y educación bilingüe. En Florida y Los Ángeles, cada vez un mayor número de empresas contestan a las llamadas telefónicas preguntando en qué idioma desean que se les atienda: “¿inglés o español?”. Ciertamente, se trata de una muestra de pragmatismo empresarial… pero que supone un impacto en la línea de flotación de uno de los elementos sobre los que se ha asentado el poder de los EEUU: la lengua inglesa. Un espacio lingüístico homogéneo formado por 300 millones de personas, asegura un mercado igualmente homogéneo, a diferencia de Europa en donde los productos culturales deben ser traducidos a 40 lenguas nacionales diferentes, sin contar las lenguas regionales.

CAMBIO DE PAISAJE PREVIO AL CAMBIO POLITICO

Huntington cita una frase de Theodore Roosevelt, pronunciada en 1917: “Debemos tener una sola lengua y una sola bandera. Debe ser la lengua de la Declaración de la Independencia, el discurso de despedida de Washington, la proclamación de Lincoln en Gettysburg y en su segunda toma de posesión”. Pero en 2000, Hill Clinton, realizaba un giro copernicano, cuando expresaba ante representantes de la comunidad hispana: “Confío en ser el último Presidente de los EEUU que no sepa hablar español”. De hecho, así ha sido; su sucesor, George W. Bush, se expresaba habitualmente en español y a partir de mayo de 2001, prnuncia su discurso semanal radiado en inglés y español. Huntington concluye estas consideraciones escribiendo textualmente: “Si la división lingüística prosigue será la escsición más grave en la sociedad estadounidense”. Pues bien, dicha escisión ya se ha producido. Cuando Clinton deseó públicamente que su sucesor hablara español, justamente se había producido una polémica decisión en el Estado de California, la Proposición 187 de que limitaba el acceso a la Seguridad Social de los hijos de los inmigrantes. Los hispanos se manifestaron por las calles con la bandera mexicana en alto y la norteamericana boca abajo, “a la funerala”.
Los inmigrantes mexicanos, a diferencia de los “chicanos” de los años 50-70 (los protagonistas del “West Side Story”), no se consideran norteamericanos; cuando se les pregunta, contestan que “hispanos” (un 41’2%) o simplemente “mexicanos” (36’2%).
En la actualidad, los equilibrios políticos implican que los próximos presidentes de los EEUU pueden gobernar –por el momento- de espaldas a los hispanos, pero no contra los hispanos. En el futuro, sin duda dentro de esta década, quien desee ser elegido presidente deberá cortejar –y no solo mediante unas pocas frases dichas en español- a la comunidad hispana, otorgando concesiones, lo que implicará la materialización del peor fantasma descrito por Huntington, “la escisión lingüística”.
MIAMI COMO PARADIGMA
En Miami no son los mexicanos sino los cubanos quienes han conquistado la ciudad. Dos terceras partes de la población en estos momentos, son hispanos, y la mitad cubanos. El 75% de la población se expresa corrientemente en castellano. El número de angloparlantes que abandonan la ciudad es de 15.000 anuales. En diez años, el inglés se habrá desterrado completamente de Miami. No hará falta saber inglés para vivir en Miami y desenvolverse por la ciudad.
Paradójicamente, los culpables de la hispanización de Miami, fueron los distintos presidentes de los EEUU que, desde Kennedy sometieron a Cuba a cerco económico, mientras que fueron recibiendo a los anticastristas huidos de la isla. En tanto que los cubanos residentes en Miami no podían enviar sus ahorros a Cuba, los inviertieron en la ciudad. A medida que Cuba fue segregando más y más exilio, el capital cubano fue acumulándose en Miami. Hoy es una de las grandes ciudades de EEUU que viven del comercio internacional. Por Miami pasaron en 1993, 25600 millones de dólares en negocios de importación. En 1998, una televisión no inglesa, de habla española, ocupó en Miami el primer puesto en el share de audiencia.
Hoy no cabe ninguna duda de que la tendencia imparable es que la población hispana conquiste las zonas que en otro tiempo EEUU robaron a México. Se trata, innegablemente, de una reconquista, mediante la colonización demográfica imparable. Algunos han bromeado diciendo que en el 2080, los EEUU se llamarán “Mecicamérica”, “Améxica” o “Mexifornia”… pero, para otros, no se trata de un peligro, sino de la peor pesadilla que sufre el “imperio” crepuscular y decadente. A nadie se le escapa que lo que ha ocurrido en Miami está a punto de ocurrir en Los Angeles y en los Estados de California, Texas y Nuevo México. La América que resulte de este avance hispano no será, desde luego, como la que hemos conocido, ni por su fisonomía, ni por sus valores.

© Ernesto Milà – infoKrisis – infokrisis@yahoo.es