Podemos sintetizar la historia de la UE en estas tres fases, cada una limitada a un ciclo temporal concreto, con características propias y resultados evidentes:
Primera Fase: tecnocrática.
Momento: 1960-1975 - Reconstrucción de Europa
Característica: solución tecnocrática de los problemas
Resultado: Eje exclusivamente económico.
Segunda Fase: Fantasía Federal.
Momento: 1976-2002 – Ampliaciones de la UE y Euro
Característica: nuevas adhesiones y optimismo en el futuro
Resultado: Sueño de unificación no solo económica, sino también política
Tercera Fase: Europa pata “regional” de la globalización
Momento: 2002-2025 – Sumisión de la UE al proyecto globalizador
Característica: Burocratización extrema y degradación del proyecto inicial
Resultado: Fracaso de la Constitución Europea y ascenso del euroescepticismo
Si este es el esquema general, valdrá la pena ahora remitirnos a las consecuencias y a los grandes errores cometidos:
1) Creación precipitada del “espacio único europeo” o “Espacio Schengen, que elimina las “fronteras internas” entre los países miembros y pueden cruzarse sin ningún tipo de trámite. Para que la creación de este espacio pudiera ser positivo y eficiente para todos los países de la UE hubiera sido preciso que antes se unificaran las legislaciones nacionales en la materia. Si bien ha entrañado facilidades para los ciudadanos honestos que se trasladaban de un país a otro para realizar negocios legales o por turismo, ha facilitado todavía más la acción de mafias y allanado el amino al narcotráfico: un alijo de cocaína puede desembarcar en el Guadalquivir procedente de Marruecos -y, a su vez, procedente de Colombia o México- y recorrer toda Europa hasta Finlandia, con la misma facilidad con que una tonelada de heroína puede cruzar el ”corredor turco de los Balcanes”, procedente de Afganistán y llegar hasta Finisterre sin ser molestado. Los “acuerdos preferenciales” con países “problemáticos” (Marruecos y Turquía) han terminado garantizando especialmente los tráficos ilícitos y, el envenenamiento de la sociedad europea.
2) La Unión Europea no hace absolutamente nada efectivo para detener la inmigración ilegal y masiva que está alterando radicalmente el sustrato étnico-cultural del continente y que, para colmo, supone una losa económica. A pesar de que la UE y sus distintos gobiernos dicen hacer todo lo posible por estimular la inmigración legal, para cubrir plazas laborales cualificadas, lo cierto es que ésta supone seguramente menos del 3-5% del total de inmigrantes que recibe el continente, tratándose siempre de profesionales, representantes de empresas de otros países, estudiantes. La inmensa mayoría de inmigrantes que llegan a Europa carecen por completo de formación profesional y cualificación, permanecen tras pedir sistemáticamente “asilo político”, incluso procediendo de zonas con las que la UE mantiene relaciones diplomáticas. Casi siempre, no solamente la legislación europea es burlada, sino también las legislaciones de inmigración de los distintos países que componen la UE. Especialmente en lo que se refiere a inmigración procedente de África (Magreb y países subsaharianos), los recién llegados o bien se niegan a declarar su origen, filiación y demás datos, incluso su edad, e incluso su nacionalidad, o bien, mienten descaradamente sobre todo ello, destruyendo en el mar los documentos que permitirían identificarlos.
3) La adhesión incondicional y acrítica de la UE a los valores “humanistas” y a la carta de derechos humanos de la ONU contribuyen a aumentar el caos migratorio. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que todos los seres humanos son “libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción de nacionalidad o estatus migratorio”. Esto significa que los migrantes, independientemente de su situación legal, tienen derecho a los mismos derechos humanos que los nacionales. Se reconoce sin restricciones que los migrantes tienen derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. El resultado salta a la vista: millones de personas del tercer mundo aspiran a llegar al “primer mundo” simplemente para disfrutar del progreso acumulado por generaciones y generaciones de europeos, construida con su trabajo y sus impuestos, en lugar de dedicarse a levantar su propio país con su trabajo y su esfuerzo. A medida que Europa aumenta las coberturas sociales y se muestra más permisiva y proteccionista con la inmigración, aumenta ésta y lo espurio de sus intenciones.
4) La “locomotora” franco-alemana de la UE ofreció a partir del segundo ciclo del proyecto cantidades exorbitantes (pero condicionadas) a todos los aspirantes a ingresar en el club en distintos conceptos. Estos fondos constituían atractivo suficiente para gobiernos que se encontraban en dificultades de ser reelegidos o bien cebos para acelerar la adhesión: con estos fondos de la UE han falseado los índices de crecimiento de esos países durante unos años y han contribuido a que gobiernos como el de Felipe González o el de Aznar pudieran alardear de un progreso económico que, en realidad, dependía solo de la inyección de fondos. Estos, por lo demás, no eran gratuitos, sino a costa de amputar a la propia economía de sectores en los que el tren franco-alemán no quería competencia. Pero este proceso ha coincidido con las deslocalizaciones empresariales que han afectado de manera desigual a los distintos países, pero se han sentido en toda la UE. España, ha sido de los más afectados: una industria textil que, primero, migró a Marruecos y luego a China, una industria pesada, astilleros y minería que fueron, literalmente, laminados por los acuerdos mal negociados por el gobierno de Felipe González. Con estos fondos no se lograron constituir sectores económicos nuevos, en la medida, en que, incluso entre los que España despegó -el sector de las energías renovables- inicialmente, pronto los precios operaron a favor de las empresas chinas. Finalmente, incluso las economías francesa y alemana se han visto desbordadas, invadidas y eclipsadas por las exportaciones chinas en los terrenos en los que más fuertes eran (el sector del automóvil y de la comunicación).
5) Firma de “acuerdos preferenciales” con países extraeuropeos a los que se les premió sacrificando especialmente la soberanía alimentaria desde el momento en el que la UE asumió los principios de la Agenda 2030 y las tesis sobre el “cambio climático”. A cambio se recibía la promesa de limitar la inmigración masiva en Europa y contribuir a mantener la “paz étnica” entre las comunidades inmigrantes magrebíes. A pesar de que los países con una agricultura más desarrollada de la UE podían vetar estos acuerdos, ninguno lo hizo. Existió un acuerdo entre los partidos del stablishment para “descarbonizar” Europa, y convertirlo en el paraíso de las “energías verdes”. Así empezó una lucha soterrada de la burocracia globalizadora contra la agricultura europea: los campos de cultivo, debían convertirse en “huertas solares”, las zonas de pasto en “parques eólicos”. Los “acuerdos preferenciales” han ido restando cada vez más soberanía alimentaria y creando problemas sanitarios. Y lo que es peor: la agricultura europea muere, mientras llegan desde Perú o desde China (en ambos casos a 10.000 km de distancia) frutas, verduras y hortalizas que pueden ser cultivadas en cualquiera de los países de la Unión.
6) Al aceptar la globalización como un hecho definitivo e incuestionable, había que aceptar especialmente, la deslocalización empresarial y el Acuerdo General de Aranceles. Esto implicaba como resultado reducir el potencial industrial de Europa y convertir al continente en el paraíso del sector servicios. Tal como se había configurado la UE desde mediados de los años 80, Francia y Alemania, se prepararon para ser los últimos en sufrir las consecuencias de la deslocalización. Pero, tras la última crisis económica, incluso estos países se han visto afectados más y más, hasta el punto de que, tras la subida de Donald Trump y el establecimiento de aranceles, junto con el aumento de la importación de coches eléctricos chinos, la industria metalmecánica alemana ha entrado en una fase irremediable de crisis terminal.
7) A principios del milenio, la UE fracasó en su intento de elaborar una “constitución” en función de la cual se ordenase la construcción europea. Es proyecto fue ambiguo y ni siquiera fue capaz de definir las bases, el origen, los valores y los límites de Europa (en un momento en el que se debatía el ingreso de Turquía en la UE…). Una de las primeras decisiones de Zapatero tras las bombas del 11-M que le permitieron llegar a la presidencia, fue la convocatoria de un referéndum para aprobar en nombre de España la “Constitución Europea”: apenas voto un 40% de la población, votando a favor tres cuartas partes de los que decidieron acudir a las urnas. Sin embargo, este primer “éxito”, resultó empañado por los referéndums posteriores realizados en Holanda y Francia. El voto negativo de estos países entrañó el entierro definitivo de aquel proyecto y, desde entonces, no ha existido liderazgo suficiente para impulsar un nuevo proyecto. La construcción europea se ha realizado sobre el vacío y ha facilitado el acceso a las instituciones de una burocracia abusiva, opaca y paquidérmica, abismalmente alejada de los intereses de la población europea.
8) Lentitud burocrática en la toma de decisiones en el sector agrícola. A medida que va creciendo la UE -y ya va por los 27 países miembros- cada vez resulta más difícil tomar decisiones en agricultura. El terreno para el que nació, inicialmente, la Comunidad Económica Europea y que durante años fue un modelo de desarrollo ha caído en la lentitud burocrática. El régimen de subvenciones para determinados cultivos, hace que en muchas zonas se conviertas en zonas de monocultivo, con lo que los precios -inicialmente rentables para el agricultor- caen en picado. La UE, lejos de interrumpir el régimen de subvenciones para ese cultivo crea una comisión de seguimiento que tarda, como mínimo un año en exponer sus conclusiones y otro año en que estas sean debatidas. Cuando han pasado cuatro años desde el inicio de la caída en picado del precio de algunos productos por sobreproducción, se interrumpen las subvenciones y se dan esas mismas subvenciones para arrancar cepas o frutales, pasando a subvencionar otros cultivos y reiniciando el ciclo infernal. En algunas zonas de España, los cultivos cambian según estén subvencionados y se arrancan cepas u olivos cuando está actividad está igualmente remunerada. El resultado es justo el contrario del que inicialmente se pretendía: se producen oscilaciones brutales de precios, siempre en beneficio de los intermediarios.
9) Políticas económicas erráticas lastradas por las diferencias económicas entre los distintos socios. Oficialmente, la política económica de la UE trata de promover el crecimiento económico equilibrado, la estabilidad de precios, la moneda única y la estabilidad financiera. Los instrumentos son la coordinación de las políticas económicas y fiscales de los Estados miembros y una política monetaria común gestionada por el Banco Central Europeo. La política de esta institución, si bien no era, inicialmente, estrictamente monetarista (sino que se apoyaba también en el crecimiento económico y en el control de la inflación), la detención del crecimiento económico y el desbocamiento de la inflación, han convertido a la emisión de deuda en el principal recurso a su alcance. Por otra parte, las diferencias abismales de fiscalidad y de servicios públicos prestados en cada país (y su calidad), la falta de innovación tecnológica y competitividad en sectores clave como las nuevas tecnologías, hacen que el paso de la UE se vaya ralentizando. La falta de controles políticos y económicos hace que los países de la Europa Mediterránea, especialmente, tengan unos niveles insoportables de deuda pública y una presión fiscal que no se justifica por los servicios prestados y la disciplina en la utilización de recursos (especialmente en el caso de España). Para colmo, los ecologistas y sus aliados socialistas han convertido a Europa en dependiente de la energía importada producida en otros países. Es la famosa “soga verde”, vinculada a la Agenda 2030 y al dogma de la “transición energética”, las “energías renovables”, la “descarbonización” y la “desnuclearización”. Europa renuncia así a la energía atómica y, a medida que pasen los años, se hará patente el dramático déficit energético generado por la renuncia al único tipo de energía que puede aportar el volumen necesario para garantizar el progreso tecnológico: la energía atómica. La dependencia de las importaciones de energía hace que la UE sea muy vulnerable a las fluctuaciones de los precios y a las interrupciones del suministro. Si a esto añadimos el estancamiento creciente de la economía china (y los problemas sociales internos que puede acarrear y en la dependencia creciente de Europa de las importaciones procedentes de ese país), la pérdida de influencia en Oriente Próximo y el desastre ucraniano, o las medidas proteccionistas de EEUU, parece evidente que, en los próximos años, la situación de la UE se va a hacer cada vez más difícil, como no se adopten decisiones drásticas (retorno a las nucleares, relocalización industrial, aranceles a las importaciones, revisión de los estatutos de “países más favorecidos”, contención del gasto público, bajadas de impuestos, reducción de la deuda, etc, etc, etc)
Todos estos elementos nos llevan a la doble alternativa que estará cada vez mas presente en los próximos años: o la UE se reforma o se empezarán a producir abandonos en cadena que pueden llegar hasta su disolución. Porque una institución que no cumple sus funciones ni consigue alcanzar los objetivos propuestos, solamente puede concluir con un honroso reconocimiento de los errores: así pues, “reforma o disolución”. Tal es la alternativa.
