#fracasoUE, #reformaUE, #hispanexit, #disoluciónUE, #euroescepticismo
Esta incapacidad coincidió con la percepción en el Reino Unido de los efectos negativos de la política de permisividad ante la inmigración y a la sensación de que fuera del marco de la UE, la inmigración ilegal podría ser contenida. Así tomo cuerpo el “Brexit”. Mientras que la UE iba incorporando a todos los países del antiguo bloque del Este, el Reino Unido, el “séptimo socio”, la primera ampliación de la Comunidad Económica Europea, se retiraba reconociendo la incapacidad de la UE para defender los intereses del Reino Unido.
A partir de este momento, el “euroescepticismo” fue avanzando hasta el punto de convertirse en una alternativa cada vez más cercana para amplios sectores de la opinión pública. Existen distintas formas de “euroescepticismo”: desde el radical (abandonar la UE), hasta el más moderado (abandonar el concepto “federal”, manteniendo los acuerdos económicos (esto es, remitir la UE a las intenciones iniciales presentes en su fundación en los 60: ser únicamente un espacio de intercambios económicos sin fronteras y nada más), pasando por los eclécticos que aspiran al espacio económico con una moneda única…
Pero, lo evidente es que la UE no puede seguir durante mucho tiempo en su actual deriva. Especialmente cuando Europa Occidental afronta los riesgos de islamización e, incluso, de guerra civil racial-étnica-religiosa-y-social. Desde el momento en que el eje franco-alemán se ha debilitado y, ha ido en aumento el “euroescepticismo” y/o el “populismo”, pocos creen en el futuro de la “Unión Europea”. Resulta significativo que el proyecto de paz en Ucrania alternativo a la propuesta de Donald Trump, no haya sido presentado por la UE, sino por el Reino Unido y Francia. Macron necesita algún éxito unilateral para contrapesar su escasa popularidad y sus fracasos (de los que los Juegos Olímpicos han sido el enésimo error “ultraprogresista”) y Starmer no tiene otra posibilidad de apuntalar su gobierno y su soledad ante la nueva situación en EEUU, su aliado tradicional. Ambos han creído que, proponiendo un plan absurdo, recuperarían terreno y protagonismo en política internacional. Por su parte, la presidencia de la comisión europea, ha apoyado este plan añadiendo el “rearme” de Europa a la vista de que los EEUU exigen más compromiso en el marco de la OTAN.
Parece evidente que hemos llegado a un límite y que ahora, cualquier decisión de la UE, constituye, en sí misma, una “fuga hacia adelante” derivada y obligada por los errores cometidos anteriormente. Ese es el camino que lleva directamente al precipicio.
De ahí que la UE precise urgentemente una reforma. La cuestión es si la “reforma necesaria” es posible y puede hacerse en las actuales circunstancias. Para ello haría falta que en los países que han sido las “locomotoras” de la UE (Francia y Alemania) y en los países de tamaño medio (Polonia y España), alcanzaran -en solitario o salvando el “cinturón sanitario”- a gobernar opciones “populistas”. E, incluso, en estas condiciones y dada la estructura actual de la UE y la inamovilidad del andamiaje burocrático que se ha generado, la posibilidad de un intento de reforma parece muy remota, compleja y sometida a vaivenes electorales.
La otra vía es la disolución de la UE. El “exit” generalizado y la disolución formal de la Unión. Incluso existiría una vía intermedia: la posibilidad de que un país -España, por ejemplo- anunciara el “Hispanexit” condicionado a una reforma interior de la UE, a la aprobación de una constitución, y a un desguace del corsé burocrático, en un plazo concreto. Para ello haría falta “liderazgo”: y este no existe, no solamente en España, sino tampoco en prácticamente ningún país “motor” de la UE, ni, por supuesto, en la cúpula de la UE.
Y, finalmente, claro está, medidas como el “Hispanexit” deberían de estar precedidas por movimiento independientes del gobierno español al margen de las instituciones europeas, tendentes, especialmente, a ampliar la colaboración económica con los países iberoamericanos, reconstruir una línea propia en política internacional y de defensa y a poner en cintura a Marruecos cortando sus chantajes y reduciendo a cero la inmigración ilegal procedente de ese país y procediendo a “devoluciones en caliente”.
No existe otra vía. La paradoja es que, en estos momentos, “Europa”, como unidad, es cada vez más necesaria. Pero la Europa que nos ofrece el stablishment es, justamente, lo contrario de lo que ha sido y ha representado Europa en la historia. Europa, no hay que olvidarlo, es la tierra de los europeos (como China es de los chinos y África de los africanos): Europa es la tierra de los pueblos blancos. Si se niega o se duda de esto, ya se está en la “anti-Europa”, o lo que es peor, en la Agenda 2030.
Si deseamos un futuro europeo, valdrá la pena recuperar la vieja consigno de “Sí a Europa, pero no así…”.
