Los niveles de delincuencia alcanzados por
El Salvador, Ecuador o Argentina, rebasaban los máximos históricos. Otro tanto
ocurre en Europa Occidental. Allí se ha tomado conciencia y en Europa, aún no: en
Europa se ha olvidado que la “seguridad” es el primer derecho humano (inexplicablemente
olvidado por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU). Sin seguridad
no puede ejercerse ningún otro derecho: si nadie garantiza la seguridad de que
no te vayan a asesinar si dices la verdad, es que el derecho a la libertad de
expresión es inexistente. Si nadie garantiza la seguridad de que podrás salir a
la calle sin que te atraquen o te peguen un tiro, la libertad de movimientos es
pura ficción. Por eso, aquella
bienintencionada (y timorata) “Declaración de Derechos Humanos” resulta hoy completamente
inútil. Lo saben en El Salvador, en Ecuador y en Argentina. Y lo intuyen en el
resto de países americanos. Lo hemos visto sobre el terreno en estos dos
meses que estamos pasando en la América Hispana.
El gran problema
al que se enfrenten el Partido Demócrata de EEUU atrincherados tras ese
monigote acartonado de Biden (lo mejor que el Partido Demócrata puede presentar
a la presidencia de aquel país), es que el ejemplo salvadoreño cunda en toda
Iberoamérica; tan grave como que los chiringuitos gestionados por los
“profesionales de los derechos humanos” caigan en el descrédito y en el
ridículo. De hecho, en El Salvador, el
90% de la población apoya al gobierno de Bukele, algo que ni siquiera el
servicio en castellano de la BBC es capaz de poner en duda.
Hay que recordar
que, hasta no hace mucho, los dos partidos que se turnaban en el gobierno en
aquel país, se habían eternizado en el poder en los últimos 40 años. Fue así
como El Salvador llegó a tener la criminalidad más alta del mundo.
En efecto, en 2015, la nación centroamericana alcanzó
su pico de criminalidad: 105,2 homicidios intencionados por cada 100.000
habitantes. Tras el primer año de gobierno de Bukele, la criminalidad descendió
a 7,2 homicidios y en la actualidad es apenas levemente superior al 2…
El Salvador es hoy, sin ninguna duda, el
país más seguro de Iberoamérica. Obviamente, en un país tan inseguro como El
Salvador no interesaba al capital inversor. Invertir o establecerse allí
suponía la posibilidad de ser secuestrado, asesinado, robado y/o expoliado.
Hoy es otra cosa: el gobierno de Bukele está consolidado. Y el ejemplo está
cundiendo en toda Iberoamérica. Incluso los ecos de la victoria sobre la
delincuencia han llegado a Europa y suscitan sana envidia entre los ciudadanos
y resquemor y reserva entre la clase política.
ARGENTINA Y ECUADOR, LAS SIGUIENTES ETAPAS
Durante la
campaña electoral argentina de finales de 2023, el candidato nacional-liberal,
Javier Milei presentó lo hecho en El
Salvador como ejemplo de lo que él quería hacer en Argentina: acabar
radicalmente con la delincuencia. En muchas ocasiones se le preguntó, en el
curso de entrevistas, si esto era posible: “Claro,
solamente hace falta que exista voluntad política”. Y no podemos por
menos que estar de acuerdo con él. De hecho, la lucha contra la delincuencia, la mano dura, va a ser el terreno más
sencillo en el que va a tener que lidiar Milei: mucho más difícil le va a
resultar enderezar la economía de aquel país, incluso adelgazar la
administración pública y sanear las finanzas. Por lo tanto, hay que pensar (y
desear) que las redes de la delincuencia argentina vayan a ser pulverizadas en
los próximos meses.
Y luego está el
caso de Ecuador.
En este último
país, las distintas bandas de narcotraficantes habían superado cualquier techo
de criminalidad. No solamente habían asesinado a un candidato a las elecciones
presidenciales, sino que, además, tomaron
un canal de televisión ante la vista de toda la nación. Son
narcotraficantes… no son muy inteligentes. Si lo fueran, sabrían que, a partir
de ese momento, estaban poniendo la
excusa perfecta para que el presidente Noboa -uno de cuyos objetivos era la
lucha contra la delincuencia- decretara el estado de excepción: en apenas 10
días 3,387 personas fueron detenidas y, de ellas, 237 bajo cargos de
terrorismo. Según las cifras oficiales, hasta el 24 de enero, se han ejecutado
un total de 40.158 operaciones contra el crimen organizado.
Realmente no
está resultando una campaña particularmente dura: apenas 5 narcoterrotistas han
resultado abatidos y solamente dos agentes han muerto en el cumplimiento del
deber, mientras que las fuerzas armadas no han sufrido ni una sola baja. De los 90 presos que se fugaron antes del
inicio de la campaña antiterrorista, 34 ya han sido capturados de nuevo. Así
mismo, en los diez primeros días de campaña se han incautado 1.130 armas de
fuego, 1.489 armas blancas, 817 cargadores de balas, 15 embarcaciones, 5.227
unidades de explosivos, 59.173 municiones, 1.177 teléfonos móviles, casi 80.000
libros de gasolina, 76.386 dólares, 35,7 toneladas de drogas, 571 vehículos,
493 motocicletas…
Y la presión
sobre el narcotráfico sigue aumentando según el esquema ya ensayado en El
Salvador. No solamente se trata de detener a los delincuentes, sino de humillarlos ante la opinión pública… lo que
ha desatado fuertes críticas de los “profesionales de los derechos humanos”.
LA OPINIÓN PÚBLICA PIDE Y APOYA LA “MANO
DURA”
Tanto en El
Salvador como en Ecuador, la opinión pública vive de espaldas a estas críticas:
“¿Les
interesan los derechos de los delincuentes? Llévenselos a su país y que
delincan allí”, dijo Bukele a una delegación de estos chiringuitos que le
visitó. La opinión pública aplaudió sus palabras. En Ecuador, por su parte,
la opinión pública vio con agradecimiento como los delincuentes detenidos del
grupo de “Los Patos”, debían andar desnudos como patos ante las metralletas de
sus captores: detención – exposición – humillación - victoria. Es lo menos que
podía esperarse de la declaración de “conflicto armado interno” realizado por
el presidente Daniel Noboa.
Los 22 grupos del “crimen organizado
internacional”, considerados a partir de ahora como “organizaciones
terroristas” y “actores no estatales beligerantes”, están resultando
sistemáticamente desmantelados por esta oleada represiva que ellos mismos
habían provocado.
Vale la pena
recordar que la espiral de violencia en Ecuador se desató después de que el
presidente Noboa anunciada la puesta en marcha del “Plan Fénix” cuyo objetivo era recuperar el control de las cárceles. Entre
2020 y 2023, las rivalidades entre grupos de presos mafiosos causaron más de
450 víctimas en distintas masacres carcelarias. Mientras eso ocurría en las
cárceles, en las calles, la tasa de asesinatos se había elevado a 45 por cada
100.000 habitantes en 2023.
Nadie duda que
las bandas de narcotraficantes ecuatorianos disponen de más medios que los “maras
salvatruchas” salvadoreños y, por tanto, se prevé que la lucha va a ser
dura. Pero, también es cierto que el
Estado ecuatoriano tiene más medios y unas fuerzas armadas más amplias para
golpear a la delincuencia. Si lo que faltaba era “voluntad política”, ahora,
cuando ha aparecido, cabe pensar que el número de detenidos será muy superior
al de El Salvador. En este último
país, en efecto, se han detenido en el curso de la campaña contra las “maras” a
35.000 miembros.
Antes de 2023, El Salvador era el segundo más americano con el porcentaje más alto de población carcelaria (562 personas por cada 100.000 habitantes), solamente superado por los EEUU. Pero en la segunda mitad de 2023 se puso en cabeza con 1,150 personas por cada 100.000 habitantes: el 2% de la población. Es muy posible que en Ecuador estas cifras, como mínimo, se tripliquen. Y veremos lo que ocurre en Argentina…
Obviamente, Bukele
cuenta con la oposición de un 10% de la opinión pública: ya hemos dicho que el
2% está compuesta por presos. Si
atribuimos a cada preso una familia de 4 personas… eso nos da casi el 10% de
opuestos a la iniciativa de Bukele y, seguramente, algún miembro de ARENA y del
FMLN que se habían alternado en el poder en los últimos 40 años… en otras
palabras: la política de “mano dura” ha surgido de un tácito consenso nacional.
Los chiringuitos
de plañideras de los derechos humanos (en especial, Amnistía Internacional) han
denunciado la “oleada indiscriminada de represión” y las condiciones de vida en
las cárceles salvadoreñas. Profesionales de la defensa de los derechos de los
delincuentes, no han tenido ninguna frase de lamento por las víctimas. Y aquí
vale la pena abandonar las cifras y dar nuestra opinión personal sobre esta
cuestión.
¿”DERECHOS HUMANOS”? ¿DÓNDE ESTÁN LOS
“HUMANOS” Y DÓNDE LAS FIERAS SEDIENTAS DE SANGRE?
Como su nombre indica, los “derechos
humanos” son los que acompañan a “los humanos”. Se nace humano… pero no
necesariamente se permanece como humano. Las bandas de delincuentes, con mucha
frecuencia actúan con un salvajismo depredador que les hace más próximo a la
animalidad que a la humanidad.
La ideología de
los “derechos humanos”, puede aplicarse en situaciones de NORMALIDAD,
cuando existe una delincuencia residual generada por inadaptados sociales,
malformaciones psicológicas o, simplemente, situaciones de miseria extrema.
Pero es ocioso hablar de “derechos
humanos” cuando la delincuencia ha superado determinadas líneas rojas de
“cantidad” (se está convirtiendo en masiva en la mayor parte de Iberoamérica e,
incluso, en Europa Occidental) y de brutalidad. En ese caso, los únicos
derechos a considerar son los de las víctimas y de los ciudadanos que confían
en que el Estado asuma su responsabilidad. ¿O es que al Estado solo existe para
recaudar impuestos y sufragar a una improductiva clase política?
¿Y el
delincuente? El delincuente merece, en ese caso, solo algunos derechos
superiores a cualquier bestia sedienta de sangre: derecho a un jergón en una
cárcel, derecho a un calzoncillo con que cubrir sus vergüenzas y derecho a
trabajar para sufragar los gastos que genera su detención. ¿El juicio justo? Por supuesto, pero, ante todo y en primer lugar,
salvajes que llevan incluso tatuados en su cuerpo el nombre y el número de los
que han asesinado, deben ser apartados de la sociedad de los humanos y colocados
en reservas de animales peligrosos.
Como hemos dicho antes, en toda Iberoamérica hemos registrado el mismo clamor: la delincuencia, las mafias, sus brutalidades, han llegado demasiado lejos y lo han hecho por dejadez de la clase política, por las blandenguerías de los chiringuitos de los “derechos humanos” y porque la delincuencia -que no es NUNCA el producto de la pobreza: hay muchos pobres que llevan con dignidad su pobreza y que intentan salir de ella sin caer en la delincuencia y sin realizar rituales sádicos y acciones criminales- es, en esas circunstancias, una “vía” para gozar de un aceptable nivel de vida. Y en toda la América Hispana se oye la misma voz: “imitar a Bukele”.
BUKELE,
NOBOA, MILEI LO TIENEN CLARO. SÁNCHEZ NO (1 de 2)
BUKELE,
NOBOA, MILEI LO TIENEN CLARO. SÁNCHEZ NO (2 de 2)