Cuando terminó la transición democrática (esto es, con la victoria
electoral socialista en octubre de 1982), se empezaron a acumular los males que
han venido aquejando a la sociedad española desde entonces. Por citar unos
pocos: vertebración del Estado, aumento del gasto público, corrupción (la
primera muestra se dio con la expropiación y saqueo de Rumasa 100 días después de la llegada de Felipe
González a la Moncloa), la inadecuación creciente del modelo económico a la
realidad cambiante, el abandono de la agricultura, la sumisión silenciosa a la
Unión Europea y a la OTAN, el orden público, la distancia creciente entre el
coste de la vida y los niveles salariales, la degradación de la clase política
y la conversión de los sindicatos negocios privados, niveles de paro endémicos,
la caída en picado del nivel cultural de la población (y especialmente de la
juventud) y, así sucesivamente. Durante cuarenta años estos problemas han
ido creciendo y todos los gobiernos, de derechas y de izquierdas, han optado
por las fugas hacia delante y/o la política del avestruz: pretender ignorar que
los problemas pueden crecer más y más, pero no hasta el infinito. Un día u
otro, los problemas terminan estallando.
Se ha evitado reconocer la naturaleza de todos estos problemas, se
han ocultado, se han mostrado solo “realizaciones” y así hemos llegado hasta
2023 con los distintos gobiernos habituados a trampear la situación. Es
evidente que España no es una excepción. A decir verdad, las cosas no van mucho
mejor en los EEUU e, incluso Francia empieza a preocuparse después de los
últimos motines en los “barrios particularmente sensibles”. Los problemas son
los mismos en todas partes, solo que en unos países están mucho más agravados
que en otros. Incluso, es posible afirmar, que en algunos países aparecen
reacciones y resistencias, mientras que en otros -el nuestro, por ejemplo- se
sigue utilizando la mentira, la ocultación de la realidad y los paños calientes,
en un clima de indiferencia general. Pero, en nuestro país se dan
circunstancias que nos colocan a la cabeza de Europa -con mucho- en varios de
estos frentes de conflicto.
Ningún país de tamaño medio de la Unión Europea, tiene, por
ejemplo, el problema de España en materia de vertebración nacional. Sorprende,
incluso, que, gracias a la constitución, los independentistas ocupen hoy un
lugar privilegiado en la gobernabilidad del Estado y un gobierno de izquierdas
dependa de ellos y de su intransigencia en la marcha hacia un “Estado
plurinacional”, paso previo a la independencia… y esto cuando el
independentismo catalán es, en Cataluña, una sombra, aún más grotesca, de lo
que fue hace un lustro.
Un problema lleva al otro: ningún país europeo -absolutamente
ninguno- tiene un presupuesto tan lastrado por las múltiples administraciones,
verdaderas agencias de empleo para amigos, correligionarios y familiares. Insostenible
desde el punto de vista económico. El hecho de que, hasta ahora, se vaya “sosteniendo”,
es gracias a la narcosis social que impide al ciudadano medio ver cómo, cada
día que pasa, aparece un impuesto nuevo o se refuerza uno ya existente,
devaluando sus ingresos más y más.
Claro está que, desde 1982 han aparecido problemas nuevos.
Aznar, por ejemplo, entreabrió las puertas a la inmigración para facilitar su “modelo
económico” (salarios bajos, facilidad de acceso al crédito, economía basada en
el ladrillo… e inmigración masiva); los gobiernos socialistas posteriores, la
abrieron de par en par. El resultado es hoy que una quinta parte del país
es, hoy, de origen extranjero y que, lejos de contribuir a “pagar las pensiones
a los abuelos” o a la “sostenibilidad del sistema de pensiones”, se han
convertido en un grupo social subsidiado cuya natalidad, incluso, va
descendiendo (al tiempo que la autóctona se ha paralizado, por debajo de la
línea de “reposición” desde hace mucho). Un auténtico lastre que pesa como una
losa sobre la sanidad, la educación, los servicios sociales, el orden público, las
prisiones, etc.
El gran problema en estos momentos es doble: por una parte, el que
el déficit del Estado y su endeudamiento ya ha llegado a un límite. Solamente en junio de 2023 creció 26.930 millones de euros
¡respecto al mes anterior! Y se ha situado por encima del ¡BILLON Y MEDIO!
(Exactamente 1.568.791 millones de euros). Estamos hablando de que, cada
español, “debe” nada más nacer 32.450 €. Y solamente en el último año, ha
crecido 1.597 € por habitante. Lo sorprendente es que, antes de las
elecciones, ningún partido, alertara sobre estos niveles insoportables de
endeudamiento, que nada garantiza que vayan a detenerse aquí.
Una curva imparable: más alta, más intereses - más intereses más impuestos
Pero, por otra parte, la situación que tenemos ante la vista, no
deja espacio para el optimismo. Antes, era
posible pensar que, en un período de bonanza económica, se crearían puestos de
trabajo suficientes, al menos para reducir el paro a los niveles a los que -aun
elevadísimos- nos hemos acostumbrado (en torno a los 2.000.000 – 2.500.000
de parados). En el segundo trimestre de 2023 teníamos 2.762.500 parados teóricos,
bajando desde el segundo trimestre de 2014… pero siempre por encima del período
2002-2005 (en donde se situó por debajo de los 2.000.000).
Las cifras de paro en el mes de agosto de 2023, tienen algunos
rasgos sorprendentes. En primer lugar, porque agosto es uno de los meses en los
que, históricamente, el turismo ha generado empleo masivo en el sector
servicios. Sin embargo, en agosto de 2023, lejos de crear empleo, por
temporal que fuera, se han perdido 24.826 puestos de trabajo, confirmando que
está resultando imposible bajar de los 2.700.000 parados.
Finalmente Sánchez tenía razón: "¡Somos líderes en Europa!"... en paro
¿Cómo es posible que el empleo en el mes de agosto descienda, pero
haya aumentado –“hasta los niveles anteriores a la pandemia”, como indican
triunfalmente los informativos del pesebre sanchista- el paro? Sí, hay más
turismo, pero ese turismo encuentra todo más caro; en consecuencia, consume
menos. Hay más turistas… pero están menos tiempo. Gastan lo mismo, pero por la
simple razón de que la inflación real -muy superior a las cifras
gubernamentales incluso en materia de “inflación subyacente”- ha tendido a
igualar las cantidades gastadas en relación a años anteriores. Pero -y esto
es lo más importante- el hecho de que haya más turistas, no implica que el
sector de la hostelería “vaya bien”: en muchas regiones se ha alcanzado el “90%
de ocupación hotelera”, por el simple hecho de que hay muchos establecimientos
que han cerrado sus puertas.
Pero todo esto, es solamente el prolegómeno de lo que nos espera
en los próximos cuatro años: desde hace tiempo [ver los artículos publicados en
este blog] muchos venimos advirtiendo de lo que significa la entrada en la “cuarta
revolución industrial”. Contrariamente a lo que proclama el Foro de Davos, esta
revolución no generará “nuevos empleos” como las anteriores. Al menos, no en
número suficiente para compensar todos los puestos de trabajo que quedarán
destruidos. Por otra parte, así como en anteriores revoluciones industriales tendían
a generar empleos para todas las categorías profesionales y para todas las
titulaciones, en la actual, los empleos que se generen estarán vinculados a las
modernas tecnologías y requerirán titulación universitaria.
En pruebas en Madrid
Si se piensa en que en los próximos cinco años, la robótica irrumpirá
en nuestra vida cotidiana y desaparecerán de un día para otro, puestos de cajeros
y reponedores en supers, camareros en hostelería, sustituidos por robots
especializados, conductores y servicios de transporte y mensajería sustituidos
por vehículos autónomos guiados por GPS, si tenemos en cuenta que, incluso en
la administración pública, se tenderá a que determinadas tareas sean realizadas
por Inteligencia Artificial, o que en la construcción se tenderá a la utilización
de módulos y desaparecerán buena parte de las especialidades del sector, por no
hablar del abandono del campo y de la irrupción de nuevas tecnologías de
cosechado en los campos… y así sucesivamente.
"Reponedor robótico" haciendo el trabajo en un Wallmart
Por todo ello podemos estar seguros de que, a la vuelta de cinco
años, los niveles de empleo caerán drásticamente y a la vuelta a cuatro años se
situarán por encima de los cinco/siete millones de parados, sin posibilidades
de volver a las cifras que hoy nos parecen “altas” (3.000.000). Y esto, con la imposibilidad de adecuar los estudios
universitarios y de bachillerato a la nueva realidad laboral (para lo que haría
falta, no solamente reformar la enseñanza, sino seleccionar y formar al
profesorado) y advertir que quienes sigan determinados estudios (derecho,
económicas, carreras de letras, etc.) no van a encontrar trabajo ni en la
especialidad que han estudiado, ni siquiera como reponedores de supers…
"Robot-taxi", sin conductor, guiado por GPS, ya en uso en California
Todo esto, no es un negro futuro para dentro de 20 o 30 años, ni
siquiera una distopía pesimista, esto es lo que vamos a ver EN LOS PRÓXIMOS CUATRO
AÑOS.
Cuando paletos y analfabetos políticos de la talla de Yolanda Díaz,
se las dan de “estadistas” yendo a ver a otro “estadista” (del que todo aquel
que no viera TV3 no sabía ni siquiera si estaba vivo o muerto), Carles
Puigdemont y este plantea la condonación de los 50.000 millones de euros de
deuda de la gencat, eso equivale a decir que esa cifra se cargaría en el déficit
de todos los españoles, incluidos de los catalanes, pero se anularía de la
deuda de la gencat… En otras palabras: nadie ha entendido la gravedad de la
situación.
La endiablada combinación entre nuevas tecnologías (que
repercutirán masiva y negativamente en el empleo) y el límite de la deuda
(imposible de enjugar y que genera cada año, más y más, intereses, hasta el
colapso final), se agrava porque los socialistas (pero no solo ellos), se han
habituado a comprar al peso electores ofreciéndoles subsidios, pero ninguno ha acometido
la urgente tarea de ALIGERAR LA ADMINISTRACIÓN Y REDUCIR DRÁSTICAMENTE EL GASTO
PÚBLICO. Y ahora lo que tenemos son grupos
sociales habituados a recibir subsidios (pagados por todos aquellos que cobran
una nómina) que reaccionarán “airadamente”, en caso de que se les corten su
fuente de ingresos.
De la misma forma que dudamos que un gobierno de derechas resuelva
el problema de la “okupación” que, en el fondo, supone trasladar el problema
de la vivienda (que deberían de haber resuelto las administraciones) a los
ciudadanos particulares (que son los que sufren las consecuencias de las
ocupaciones). Esta es la tendencia que se registra hoy. En Cataluña, este
verano, en las playas, la mayoría de ayuntamientos no ha instalado el servicio
de duchas; la excusa ha sido, por supuesto, “el cambio climático” y “la
sequía”. Nadie ha pensado en las decenas de desaladoras instaladas por toda
la costa, cuya producción no sirve ni para la agricultura, ni para el consumo
humano: tampoco nadie parece haber pensado que la ducha que uno se da a pie de
playa, se la dará en su domicilio, con lo que el consumo global es el mismo y
no se contribuye en nada a paliar la “sequía”, solo que la factura pasa del
ayuntamiento al bolsillo del ciudadano. Esta es la tónica: cargar cada vez
más al ciudadano con gastos y tareas que, en buena lógica, corresponderían a las
administraciones.
Verano 2023. Ducha en una playa del litoral español. Todo sea para salvar el planeta...
El resultado es la inviabilidad del Estado Español. Lo sorprendente es que los partidos pugnan por situarse en el
poder, aun a pesar de que ninguno de ellos, en sus programas, “coge el toro
por los cuernos”, dice la verdad sobre la situación y explica que esto ya
ha llegado al límite: más allá del cual no hay más que negrura (sino caos). Está
muy claro que, sea quien sea el que gobierne en los próximos cuatro años, estos
problemas le van a estallar en las manos. Sea el bloque de la derecha o sea el
Frankenstein-II, ninguno de las dos opciones va a salir indemne, entre otras
cosas porque, ninguna quiere reconocer la verdadera naturaleza y la totalidad
de los problemas, ninguno quiere perder ni un solo voto planteando las cosas
descarnadamente, e, incluso, es posible, que ninguno de los bloques sea
consciente de lo que se avecina.
Porque, si fueran conscientes, cabría preguntarse, “¿Cómo es
que quieren tener las riendas del país en la mano cuando se produzca el
colapso?”. Respuesta: porque quien tiene las llaves de la caja, al menos
tiene siempre la posibilidad de salir corriendo con la bolsa del dinero bajo el
brazo.
No busquéis honestidad en la clase política: cuando ya se ha perdido cualquier principio doctrinal, cuando
todos los dirigentes políticos son capaces de esgrimir el “estos son mis
principios, si no le gustan, tengo otros”, cuando llevan cuarenta años
comprobando que modelar a la opinión pública es tan fácil como jugar con “Míster
Potato”, cuando ya no queda ni un atisbo remoto de “servicio al país”, la clase
política está formada solamente por pobres oportunistas ansiosos de hacer
buenos negocios a la sombra del poder.
El problema es, a fin de cuentas, que tenemos a la peor clase política de Europa Occidental. Una clase política de inútiles para un país de esclavos.