En
los primeros días, cuando ya nadie creía en que lo que quedaba en pie de las
tropas anglo-francesas consiguiera contener a los alemanes, en España el
régimen franquista inició la campaña para dar a conocer las reivindicaciones
españolas en África. Los alemanes ya eran consciente en ese momento (informados
puntualmente por el embajador von Stroher) de que la posición española oscilaba
entre el temor a verse arrastrados a la guerra y la sensación de que esa era la
única forma de reconstruir el imperio. Beigdeber transmitió a los alemanes las
“reivindicaciones españolas”: Gibraltar, Tánger, la parte francesa de Marruecos,
ampliación de las fronteras en Guinea... Lo que ignoraba Beigdeber es que los
alemanes tenían otra hoja de ruta en África del Norte. Ignoraba especialmente
que los nacionalistas marroquíes tenían relaciones con los agentes de la Abwher
y que éstos los habían preparado para la revuelta. En efecto, en el caso de que
hubiera ocurrido en el frente franco-alemán una situación similar a la que se
dio durante la Primera Guerra Mundial, la estrategia alemana habría consistido
en generar problemas en las colonias francesas para que éstos tuvieran que
desplazar tropas para sofocar las revueltas descongestionando el frente
franco-alemán. A principios de junio, los agentes de la Abwher tenían preparada
la insurrección antifrancesa, pero el día 13 estaba ya muy claro que el
ejército francés metropolitano se había derrumbado y no era preciso recurrir al
Plan B. El Reich no informó en ningún momento a España de estos contactos.
Las órdenes transmitidas se cumplieron al pie de la letra. El contingente desfiló por la plaza con los oficiales al frente precedidos de banda de música militar aplaudidos por la numerosa población española. Los franceses e ingleses permanecieron callados y el cónsul italiano se sumó al entusiasmo. Era evidente que se habían utilizado a tropas indígenas para evitar crear fricciones con la población. El cónsul español en Tánger, Manuel Amieva relevó al administrador francés. Dos días antes los alemanes habían entrado en París. En España los medios de comunicación vitorearon unánimemente la ocupación y los diarios del Movimiento Nacional de FET y JONS la presentaron como el “primer paso hacia la constitución de un imperio español en África”[3] y eludieron el comentar que la ocupación había sido el producto de una negociación con el gobierno francés. Mientras que Beigdeber había dicho a los diplomáticos franceses que la ocupación era temporal, Serrano Suñer la presentó como “irreversible” en cuanto fue nombrado ministro (17 de octubre de 1940).
Para Franco se trataba, una vez más, de realizar un juego que pudiera ser explicado de manera diferente a cada una de las partes en conflicto: que los franceses e ingleses, considerasen como un “favor” la ocupación de Tánger por parte de un país neutral, pues así se evitaban el riesgo de que la estratégica ciudad fuera ocupada por las fuerzas militares del Eje; para los países del Eje se trataba de presentar la ocupación de Tánger como una “conquista militar” realizada por parte de un gobierno amigo que evitaría que fuera utilizada junto con Gibraltar para forzar el cierre del Mediterráneo. Y, en lo que se refiere a la opinión pública, era fácil presentar la ocupación, tal como querían los falangistas, como un punto de arranque en la reconstrucción del Imperio. A partir de conocerse la declaración de guerra de Italia, Franco, a través de Beigdeber, dio a conocer a las partes la nueva postura y el día 13 declaro que el gobierno español era “no beligerante”. La postura de la neutralidad quedaba atrás[1] y el 14 de junio de 1940 a primera hora de la madrugada el general Carlos Asensio, Alto Comisario en Tetuán, recibió un telegrama de Beigdeber en el que le ordenaba “movilizar inmediatamente dos mehalas[2] completas con toda su dotación y armamento incluso ametralladoras, que deberán entrar en las fronteras con Tánger en las dos entradas (Larache y Tetuán) simultáneamente a las siete de la mañana del 14 de junio”. Se le indicaba también el motivo de la misión: “Se harán cargo del servicio de vigilancia y policía, algunos destacamentos con los de la gendarmería internacional e irradiando enseguida destacamentos por todos los puntos estratégicos”. Se añadía igualmente que las tropas de acuartelarán en los edificios de los Grupos Escolares José Antonio, mientras que el oficial al mando (el coronel Yuste) “visitará al Administrador en nombre del Gobierno y del Mendub (…) diciéndole que en vista de las circunstancias y en nombre del Sultán se encarga provisionalmente España de los servicios de seguridad y vigilancia de Tánger”. Se insistía en el telegrama en que la ocupación deberá ser pacífica y se evitarán incidentes. Finalmente se enfatizaba “Absoluta reserva para que no perciban nada los cónsules francés, inglés, italiano y alemán”
En
los primeros meses de ocupación, nada cambió en Tánger. Pero entre septiembre y
octubre de 1940 se produjeron episodios significativos. Serrano Suñer había
viajado a Alemania el 13 de septiembre de 1940, entrevistándose con Hitler para
preparar la entrevista con Franco que tendría lugar un mes después. El nuevo
ministro de exteriores tenía una visión de conjunto completamente diferente a
la de Beigdeber. La prudencia de éste fue sustituida por declaraciones
explícitas de germanofilia que solamente se vieron decepcionadas cuando resultó
evidente que Hitler no estaba dispuesto ni a ceder Gibraltar a España, ni a
enfrentarse a Petain restando a Francia territorios marroquíes, aún así Serraño
envió a la Divisón Azul al Frente del Este, una vez iniciada la guerra del
Reich con la URSS a modo de compensación por el envío de la Legión Cóndor y de
ayuda militar alemana durante la guerra civil.
Serrano Suñer proponía integrar a Tánger en el Protectorado de Marruecos (lo que se hizo el 3 de noviembre, cuando se disolvió por decreto la Comisión de Control y la Asamblea legislativa de la ciudad. Y se hizo efectivo el 13 de noviembre publicando el decreto en el BOE. Era evidente –como opinaba el embajador alemán en Madrid, von Stroher- que este paso había sido dado al percibir Franco la falta de apoyo a las “reivindicaciones de España” tras el encuentro de Hendaya.
Mientras, en la ciudad se abordaron algunos cambios significativos: la peseta fue la moneda de curso legal, los rótulos de los comercios debían poder leerse en castellano, las normas de circulación eran las del código de tráfico español, las aduanas de Tánger pasaron a depender de las de Tetuán y el gobierno español expulsó a la autoridad indígena pro-francesa, el Mendub, que fue sustituido por un Pachá nombrado por el califa de Tetuán. La ciudad que no producía absolutamente nada era abastecida desde el exterior y con la anexión pasó a ser sobrevivir gracias a los envíos procedentes de la península y especialmente del Protectorado Español. En uan segunda etapa, cuando fue necesario algo más para evitar la carestía, el comercio de liberalizó y empezaron a llegar productos de los países aliados y también de EEUU, Portugal y Argentina. A cambio España facilitó 600.000 toneladas anuales de mineral de hierro al gobierno inglés, mientras que los norteamericanos (que a todo esto habían entrado ya en la guerra) suministraban carburante. A pesar de que alemanes e italianos invirtieron ingentes cantidades de fondos en conseguir que la opinión pública tangerina se decantara a su favor, lo cierto es que a medida que fue evidente que la mayoría de suministros se recibían de los países aliados, ésta fue cambiando de bando.
EL ESTRAMBOTE FINAL
El
8 de noviembre de 1942 tuvo lugar la Operación Torch, el desembarco
anglo-franco-americano en Marruecos y Túnez. La operación había sido exigida
por Stalin durante mucho tiempo para aliviar la presión alemana sobre la URSS y
suponía crear un “segundo frente” que resultaría fatal para el Reich. El 16 de
mayo de 1940 concluyeron los combates en torno a Túnez, quedando todo el Magreb
(salvo el Protectorado Español de Marruecos, el Sáhara e Ifni) en manos
aliadas.
Al producirse estos episodios, Tánger y la zona española vivieron un período de precariedad, los precios subieron y se produjo carestía agravada con casos de corrupción en la administración de la ciudad. Cuando terminaron los combates en Túnez y los aliados se hicieron con el control del norte de África, era evidente que el sueño de reconstrucción del Imperio era inviable. Nadie con un mínimo de visión de futuro podía ignorar que los aliados ganarían la guerra en un plazo más o menos breve y que el problema que se plantearía al gobierno español era cómo subsistir a partir de entonces. Que no iba a ser un camino de rosas lo indicó tempranamente el hecho de que en julio de 1945, concluida ya la guerra en Europa, se convocó una Conferencia Internacional en París para tratar sobre el Estatuto de Tánger... España no fue invitada al ser considerada como "potencia transgresora" del anterior acuerdo, pero no opuso resistencia a finalizar la ocupación de la ciudad y retirar a la totalidad de sus unidades militares el 11 de octubre de 1945.
La ocupación de Tánger distó muchísimo de ser el primer paso para la reconstrucción del Imperio; apenas fue una operación coyuntural, pactada con la parte más afectada (Francia) para evitar que la zona fuera ocupada por los alemanes. Ahí quedó el sueño imperial. Poco a poco, la totalidad de los españoles, incluso los sectores falangistas más exaltados, empezaron a darse cuenta de lo que reconocería Raimundo Fernández Cuesta en una entrevista en el tardío 1970: "Hacer la revolución nacional hubiera supuesto el reparto de la miseria". No solamente no hubo "revolución nacional", sino que tampoco pudo darse la "reconstrucción imperial".
Once años después de la Segunda Guerra Mundial, la propia Francia se veía obligada a dar la independencia a Marruecos de manera coordinada con España. Mucho más sangrante resultó para el ecino país y, por supuesto, para la comunidad francesa de la que formaban parte miles de españoles, especialmente en el Oranesado, la independencia argelina que incluso fue causante del hundimiento de la IV República Francesa. Los tiempos habían cambiado, no solamente era imposible reconstruir un imperio sino que aquellos países que lo habían tenido lo perdieron a la vuelta de los veinte años que siguieron a 1945.
[1] Hay que distinguir entre “no beligerancia” y “neutralidad”, dos
conceptos diferentes en el sutil lenguaje diplomático: la neutralidad consiste
en no actuar a favor de ningún país, mientras que la no beligerancia supone
estar a favor de una de las partes pero no apoyarla militarmente.
[2] Mehalas (o mejalas)
unidades militares marroquíes. Un tábor es el equivalente a un batallón (700
soldados), una mehala, a su vez, está compuesta por entre 3 y 5 tábores.
[3] M. Ros, op. cit., pág.
109.