Que el PSC no
haya encontrado mejor candidato que Salvador Illa, el ministro de sanidad,
quemado y requemado por la ineficacia ante la pandemia, es significativo y
remite a algo menos de un cuarto de siglo antes en la política catalana, cuando
esa misma sigla no tenía como alternativa al pujolismo más que a Pascual
Maragall, antiguo alcalde de Barcelona, con la salud muy deteriorada como
sabíamos todos los que habíamos asistido a algún acto público con su
participación. Se sabe cómo
terminó aquello: el cerebro, ya entonces confuso de Maragall, una vez en el
poder, al carecer de mayoría absoluta, selló un “tripartito” con Iniciativa per
Catalunya y con la ERC dirigida entonces por Carod-Rovira. Aquellas
aguas, trajeron los lodos locos del “procés”.
En efecto, Maragall,
acometió la errática tarea de abordar cuestiones que entonces interesaban a muy
pocos: el “nou estatut”, la “España provista de federalismo asimétrico”,
fiel a su proyecto de desbordar a los nacionalistas por el lado nacionalista: no
el PSC, sino Maragall, en aquellos años, en efecto, fueron más allá de donde el
pujolismo había llegado jamás. Para eso contaron con Carod-Rovira que pronto se
convirtió en motor real de aquel primer “tripartito”.
Hay que recordar
que ERC, en aquel momento, era el típico partido “sierra”: subía y bajaba continuamente,
parecía carecer de un electorado fiel y sus porcentajes se movían en lo
residual. Fue con el tripartido como ERC consiguió despegar, gracias al PSC y a
Pascual Maragall. Carod-Rovira, fiel a la tradición independentista de ERC
fijó una fecha: “Independencia para el 2014”. Así pues, Maragall quería que
el “nou Estatut” fuera la expresión de su idea excéntrica del “federalismo
asimétrico”, mientras que Carod-Rovira aspiraba a que fuera un paso intermedio
entre el “Estatuto” vigente desde la transición, a la independencia.
Hay que estar
atentos al lenguaje, algo que los partidos no nacionalistas, especialmente en
Madrid, nunca han entendido: desde
la época de Macià, cuando un nacionalista habla de “Estatuto de Autonomía”, no
entiende un gobierno regional autónomo, subordinado al gobierno del Estado,
sino un estado intermedio entre la inclusión de Cataluña en el Estado Español y
la independencia.
La desgraciada
época del “procés” deriva, pues, del primer “tripartito” maragallano. Es,
vale la pena no olvidarlo, un período aún no superado. Que hayan pasado siete
años desde el objetivo de “independencia en el 2014”, que el “procés” dirigido
por políticos de perfil cada vez más bajo (el día en que la historia
redimensione lo ocurrido en la década anterior, la figura de Puigdemont
aparecerá como la de un enano político casi microscópico) haya resultado un
fiasco sin paliativos y que esté más que claro que el siglo XXI no va a ser el
de los micronacionalismos, no impide el que los que lideraron el “procés”, se
nieguen a reconocer públicamente lo que admiten en sus conversaciones personales:
que la independencia de Cataluña es imposible y que, como máximo, sus
partidarios pueden aspirar a un “federalismo español” y, a partir de ahí, ir
subiendo el listón mediante pequeñas y simbólicas concesiones. Por eso,
vale la pena no olvidarlo, ERC estará siempre junto al PSC. En otras
palabras: diga lo que diga
el candidato de turno del PSC, lo cierto es que, a la hora de la verdad -que no
es antes de las votaciones, sino en el momento de formar gobierno- el PSC
siempre se apoyará en ERC. Lo hizo el pobre Maragall y lo hará Salvador
Illa, el ministro más quemado del gobierno.
España está
en la cabeza de los países con más víctimas de Covid-19 por cada 100.000
habitantes. Según las encuestas, vamos los sextos en la clasificación,
aunque otras sostienen que los terceros y, si nos atenemos al desfase entre los
muertos oficiales y la diferencial con los muertos en 2019, somos, sin
paliativos, los primeros. Parece, pues, arriesgado, e incluso, suicida
colocar al ministro responsable de toda esta catástrofe como cabeza de lista. Sánchez
es así: “¿Qué ministro ha salido más veces en televisión en los últimos
meses? Illa. Pues bien, que Illa sea el candidato, es el más conocido…”
Por una parte, era una forma de quitárselo de encima sin esperar a la patada
para arriba de las elecciones europeos. Por otra, una apuesta que venía avalada
por el propio PSC. Iceta, simplemente, no quería asumir el sabor de la derrota
y ha optado por reservarse para mejor circunstancia promoviendo a otro para una
posición muy expuesta.
No hay que
olvidar tampoco la psicopatología de Sánchez, un ególatra como nunca antes se ha sentado nadie en La
Moncloa, convencido de lo impecable y maravilloso de su gestión, un individuo
pagado de sí mismo y adulado hasta el culto a la personalidad por su entorno.
Alguien así es incapaz de ver lo que otros perciben: que Illa no es la mejor
opción para el PSC, sino más bien una piedra atada a su cuello.
Pero no importa:
al margen de los
resultados y, excluyendo la combinación ERC+JxCat, la única que puede formarse
es ERC+PSC (y quizás con Cataluña en Común, dependiendo del resultado de los
anteriores). La única pregunta que cabe formularse es: ¿ERC ha pactado ya con
Sánchez la presencia socialista en el futuro gobierno de la gencat a cambio del
indulto a los presos? Respuesta: muy probablemente.
Quienes han
percibido las maniobras inmediatamente son Puigdemont y su séquito. Saben
que las diferencias que les separan de ERC son abismales y del peor carácter (resentimientos
y odios personales entre sus direcciones). Roto el frente del “procés”, ERC va
por su cuenta y optará por el “pragmatismo”: la única forma de liquidar el “procés”
es volviendo al lugar en el que empezó todo con el “Pacto del Tinell” (aislar
al PP), ahora se trata de aislar, no sólo al PP, sino a Vox, a JuntsxCat, es
decir, a los que no quieren oír hablar de estatutos ni procesos, y a los que se
empeñan en circular por senderos que han quedado atrás. ¿Cómo hacerlo? Resucitando
la fórmula del “tripartito”, renovando el “pacto de las fuerzas progresistas”.
Dependerá de las simetrías electorales que el “tripartido” se quede en “bipartito”,
entre ERC y PSC, si con ello están en condiciones de gobernar. Todo sea
para acaparar el poder unos años, lograr que JxCat se vaya disolviendo y los “puigdemoniados”
se olviden de Waterloo y, mientras la derecha siga desunida, que pueda gobernar
la “izquierda progresista”…
Ahora bien, un
proyecto de este tipo, al que van encaminados ERC y el PSC, solamente puede
salir bien si este último partido logra un resultado aceptable. Con Iceta, desde
luego, lo más probable es que el PSC hubiera seguido conservando sus
posiciones, arrancando algún voto procedente de Cs y poco más. La apuesta con
Illa es mucho más arriesgada: resulta tan evidente que la crisis del Covid-19
se ha gestionado mal que parece difícil que haya un solo empleado o patrono del
sector de la hostelería que le vote, o algún autónomo, o alguien que haya
pasado estos últimos meses por un CAP. Si alguien quería protestar contra la
gestión del gobierno Sánchez ante el Covid-19, no tiene nada más que negar su
voto al PSC.
Mucho más fácil
lo tiene ERC: a este partido le basta con repetir la monserga nacionalista,
insistir en el indulto a los presos (indulto ya decidido, sino pactado, para
después de las elecciones), eludir el espinoso tema del fracaso del “procés”,
criticar la tocata y fuga de la camarilla de Waterloo, criticar el extremismo
infantil de la CUP, para ganar entre 2 y 5 escaños y presentarse como el amo
del gallinero. Lo que le falte para la mayoría absoluta, lo obtendrá, verosímilmente,
de un PSC que estará lamiéndose las heridas o de Cataluña en Común, que, según
las encuestas, se quedará cómo estaba o perderá algo.
Este es el
análisis pre-electoral. Inútil decir que el resultado electoral será un test
también para el gobierno Sánchez. Su situación es tan frágil, que un batacazo
de su partener catalán, podría marcar el punto de inflexión del “sanchismo”.
De ahí que la derrota del PSC sea imprescindible para
- denunciar la
gestión del gobierno Sánchez ante el Covid-19.
- acortar la
vida del gobierno Sánchez y su alianza con los restos de Podemos.
- liquidar a
la sigla que estuvo, con Maragall, en el origen del “procés”.
De lo que no puede albergarse ninguna duda es que ERC gobernará y practicará una política muy parecida a las del sanchismo: más inmigración, más “memoria histórica”, más progresismo, más presión fiscal sobre los que cobran una nómina, más subsidios… Dicho de otra manera: el fracaso del “procés” y la imposibilidad de repetirlo hacen de ERC lo más parecido en Cataluña a lo que el PSOE es en el resto del Estado. ¿Y el PSC? A remolque de ERC.