Cuando se aproximan nuevas elecciones vale la pena
recordar cuáles son los problemas reales y las fantasías imaginarias que
afronta el país. Y esto es esencial para realizar una opción de voto (o de
abstención que también es una opción). En esta legislatura que no ha servido ni
para elegir presidente del gobierno se han producido algunos debates y
presentado proyectos de ley, especialmente por parte del PP y del PSOE. En
estos proyectos se demuestra cuáles van a ser las orientaciones electorales de
estos partidos. El PP sigue empeñado en “vitalizar la economía” utilizando
las mismas fórmulas que ya empleó Aznar hace más de veinte años y que nos
precipitaron a la mayor crisis (hasta ahora) vista en nuestro país:
estimular el ladrillo, abrir el crédito, contener salarios y mirar a otro lado
ante el problema de la inmigración. En cuanto al PSOE, ya se sabe: vender
igualdad, ideología de género, “Welcome refugies”, derechos humanos y cualquier
otra memez que encuentre eco en un electorado privado de capacidad crítica por
el sistema educación socialista generado desde la transición y nunca alterado
por el PP. ¿Y Ciudadanos? Equidistantes políticamente de unos y de otros,
pero ambiguos en sus propuestas de fondo que contienen tanto de lo uno como de
lo otro. ¡Qué lejos están los tiempos en los que se sabía que votando a Cs
se votaba contra el independentismo catalán!
Seamos claros: la crisis que se asoma por las ventanas y que
terminará cristalizando en el 2020, no es nueva, es la anterior crisis, la crisis
de la globalización, a la que se van añadiendo incrustaciones cada vez más profundas.
Hasta ahora no hay ningún partido que confiese públicamente que la globalización
es inviable, que afecta a unas economías más que a otras, que aumenta las desigualdades
y que genera una pequeña cúpula de corporaciones y una élite financiera
extremadamente acomodada y genera una miseria creciente en pueblos y
poblaciones. Así pues, todos aquellos partidarios de una economía mundial
globalizada no son más que distintas opciones incapaces de identificar el gran
mal de nuestro tiempo. Si no lo hacen, no es solamente porque ellos mismos
no lo adviertan, sino porque la población tiene una percepción muy débil de lo
que implica la globalización y para ella no es un tema capital.
Pero la globalización cristaliza en dos direcciones: de
sur a norte en flujos migratorios tendentes a abaratar salarios y destruir la
identidad de los pueblos, y de norte a sur en forma de deslocalización en busca
de abaratar costes de producción y aumentar los beneficios de las inversiones.
Y estos elementos si que son, necesariamente, muy visibles para la población:
el primero porque altera el sustrato étnico de los países y su perfil identitario,
generando, además, todo tipo de disfunciones y patologías sociales (empezando
por la inseguridad y terminando por el choque de etno-cultural). El segundo, la
deslocalización, porque reduce los puestos de trabajo de la economía real y los
traslada a otros horizontes.
En este mismo blog existen decenas de artículos sobre esta
temática. Si hoy volvemos a recordar lo que ya hemos dicho es, precisamente,
porque estamos ante unas nuevas elecciones y hace falta decantar posiciones:
aunque un partido político se niegue a ir en contra de la corriente en materia
de globalización, alegando que no es tema sobre el que la población esté particularmente
sensibilizada, hace el mismo trabajo oponiéndose a las deslocalizaciones
empresariales y a la inmigración masiva. Y la pregunta es: ¿algún partido
tiene claro los riesgos de estos dos fenómenos? Gracias a ellos, España
ha pasado de ser un país productor de manufacturas industriales a un país
importador de esas mismas manufacturas. Y, por otro lado, un país homogéneo en
su población, se ha convertido en un damero multicultural de grupos
inintegrables que generan disfunciones en materia de seguridad (lo hemos
dicho muchas veces: a pesar de que la mayoría de inmigrantes hayan venido aquí
para trabajar, lo cierto es que la mayoría de delitos son cometidos por inmigrantes),
por no hablar de la ruptura etno-cultural que se está produciendo especialmente
en las grandes ciudades. Sin olvidar que la comunidad que más crece es la islámica
que no comparte ni uno solo de los principios de organización y valores del
mundo occidental.
Si existe un problema de seguridad en las grandes
ciudades es SOLO porque se ha producido un aluvión migratorio. Si existe un problema
irresoluble generado por los menas es SOLO porque a la falta de respeto por
la ley de inmigración se une una ley del menor contemplada para NUESTROS
MENORES, no para miles y miles de niños enviados por sus padres a un país en el
que les está permitido hacer cualquier cosa que se les ocurra. Si existe violencia
doméstica y agresiones sexuales en manadas, es porque, en su inmensa
mayoría estadística, están protagonizadas por inmigrantes que han entrado sin
respetar la legalidad vigente en materia de inmigración y que, a partir de ahí,
creen tener patente de corso para cualquier exacción, capricho o perversión. Y
si existe un lastre para los servicios sociales y para los presupuestos
es por los costes de una inmigración íntegramente subsidiada: todo euro de
ayuda a la inmigración masiva es un euro que se retrae a los que hemos
construido este país durante generaciones.
Ni era necesaria la inmigración cuando fue favorecida para
el aznarismo, ni lo es ahora, cuando, cada vez es más evidente que, se trata de
un grupo social subsidiado que crea más problemas de los que resuelve y que,
para colmo, tal como se acaba de demostrar en Hungría, hubiera bastado con
una simple campaña demográfica y de estímulo a la natalidad, para que hubiera
sido innecesaria. Pero, para eso, hubiera sido preciso que la clase
política pensara en España y en su futuro, no en los cuatro años que dura una
legislatura y con una ignorancia absoluta de cualquier perspectiva a un plazo
más largo.
Mirad las calles y mirad vuestra sociedad: resolviendo el
problema de la inmigración masiva, el mercado laboral volvería a la normalidad,
las cargas sociales del Estado se verían liberadas de esa inmensa aspiradora de
recursos que es la inmigración masiva. Las calles se verían libres de delincuentes
en un 85% y solamente permanecerían entre nosotros aquellos inmigrantes
necesarios que han llegado para trabajar y ganarse honradamente la vida.
Quedaría pensar sólo en cómo “relocalizar” la industria y
eso es algo que no compete solamente a España, sino que debería realizarse en
el marco de la Unión Europea. No es tan difícil: comercia con aquellos países
que mantienen el mismo sistema jurídico, social y productivo. En realidad, existen
problemas irresolubles (como el agotamiento de recursos o el aumento de la
población), pero otros sí tienen fácil solución: la lucha contra la inmigración
ilegal y masiva pertenece a estos últimos: basta con ligeros cambios
legislativos para desembarazarnos de legiones de delincuentes y
desincentivarlos de actuar en España, basta con algo tan simple como entregar a
los miles de niños marroquíes a su embajada para que los reúnan con sus padres,
basta con hacer pasar por la puerta de salida a los que han cruzado la valla de
Ceuta o Melilla y basta, con hacer abandonar el país a inmigrantes que hayan
delinquido, no demuestren un trabajo estable en los últimos años o células
familiares que hayan recibido más subvenciones y generado más gastos públicos
que ingresos. Bastaría con que se cumpliera la ley de inmigración, en lugar de
aceptar el chantaje de ONGs subsidiadas con dinero público y campañas de pobres
tontos estilo “Welcome refugies” o “ningún ser humano es ilegal”. No hace falta
construir muros sino solamente garantizar la integridad de nuestras fronteras.
Eso es todo. Y esto compete a las autoridades españolas. Si Hungría ha resuelto
el problema ¿acaso España no lo podría resolver igualmente?
Así pues: no estoy dispuesto a votar, ni siquiera a considerar
el voto a ningún partido, que no presente en primer lugar, en letras bien
grandes y destacadas, las propuestas para resolver la cuestión de la
inmigración. El tema del independentismo catalán ya ha sido redimensionado
a su tamaño de “tigre de papel”, el resto de los problemas -incluso el económico-
están vinculados, directa o indirectamente, a la inmigración masiva. Así que recomiendo
votar solamente a opciones que tengan MUY CLARO como actuar ante este problema,
sin miedo a vulnerar la corrección política y a reconocer aliados en Europa.
La ambigüedad ya no puede ser una opción electoral.