El año 2018 fue el de la obsesión feminista y el apogeo de
las ideologías de género. Casi nos atreveríamos a decir que la locura visible
de sus promotores, su inclusión en la “corrección política” y los gestos y
acciones de sus actores más extremos, ha sido uno de los desencadenantes de la
reacción “populista” en toda Europa. Llama la atención que Susana Díaz haya
dicho sobre el nuevo gobierno andaluz que no toleraría “regresiones” y cuando
le han preguntado en qué materia, inmediatamente ha respondido que en “igualdad
de género”. En su opinión, Vox amenaza la “igualdad de género”. Le va a
resultar difícil a Susana Díaz (si es que alguien, salvo en los juzgados, se
acuerda de ella, dentro de unos meses, explicar a la opinión pública, que el
gobierno de centro-derecha con apoyo exterior de Vox no ha generado pérdida de
derechos, ni de igualdad a las mujeres… Otros comentaristas y tertulianos “progres”
han optado por circular por el mismo sendero, demostrando, una vez más, que la
inteligencia ha desertado de los pastos de la izquierda.
Porque, en Andalucía
lo único que va a ocurrir es que el negocio de las asociaciones que fomentan la
“ideología de género” se ha terminado. Y es normal: recibían subsidios que
avergüenzan el sentido común y todo para realizar una tarea que corresponde al
Estado o, de manera subsidiaria, a la Comunidad Autónoma. Desde hace veinte
años se viene hablando de violencia doméstica, sí, pero nunca en estos años, la
cifra de muertes de mujeres a manos de sus cónyuges ha bajado de 47. Desde
2003, venimos diciendo que la mayor
parte de estos crímenes corresponden: a bien a grupos sociales muy concretos por
distintos motivos (toxicómanos, alcohólicos, psicópatas y ancianos que deciden
quitar la vida a sus cónyuges, no como acto de violencia, sino por amor al
verlas destruidas por el Alzheimer o la demencia senil, tras lo cual,
frecuentemente, ellos mismos, se suicidan) y que siempre existirán, a título
residual, en una sociedad por sana que sea y a la inmigración procedente de
lugares en los que la mujer es desconsiderada y tratada como un objeto: zonas
del mundo andino y, muy especialmente, grupos procedentes del mundo islámico.
Es triste, pero es así y lo saben perfectamente, todos los que se dedican a la
seguridad.
Tristemente, en lo que llevamos de 2019 ya se ha producido un
caso de violencia doméstica con resultado de muerte. Veámoslo porque dan la
razón a los que venimos diciendo que el no ser precisos a la hora de
diagnosticar los problemas es lo que genera que estos se mantengan como tales.
Hacia 2004, incluso Amnistía Internacional debió reconocer
la realidad del problema: pero dado que el zapaterismo, más que nadie, tiró el
carro de las ideologías de género, articuló una ley “contra la violencia
doméstica” elaborada sin tener en cuenta la etiología del problema: un simple
añadido estableciendo que cualquier denuncia por violencia de género que
afectara a un inmigrante, legal o ilegal, implicaba expulsión definitiva y de
por vida del país, hubiera constituido un medio de disuasión para este tipo de
agresiones (que es endémico entre la población magrebí, como saben cualquiera
que trabaje en urgencias hospitalarias). Pero, claro, esto era “discriminativo”…
Así pues, el “hombre blanco europeo”
debía de cargar con las culpas de las violencias sexuales cometidas por otros
grupos étnicos.
Ahora ha empezado el año. Ahora podemos realizar un recuento
sobre quienes protagonizan la violencia doméstica. El día 2 de enero fue
asesinada una mujer en Laredo. Tenía 26 años y fue muerta a puñaladas por su ex
pareja. La mujer era originaria de la República Dominicana, era inmigrante
ilegal. ¿Su asesino? Un tal “Tomás”, de
29 años, su compañero sentimental. En el momento del asesinato estaban en trance
de separación. Era ecuatoriano. Extrañamente, La Vanguardia, que hasta
ahora ocultaba la nacionalidad de los acusados de este tipo de delitos, en esta
ocasión ha cambiado de política: la ha resaltado, indicando además en los “destacados”
que “El agresor es una excelentísima
persona”, “de buenísimo trato” y “supereducado”, según amigos de ambos”.
Menos mal…, cabría decir, si se tratara de ironizar, sobre algo demasiado serio
como para bromear.
En la misma Nochevieja, en Burriana, ocurrió otro
desagradable agresión: una chica denunció que dos rumanos la violaron. La chica
tiene 17 años y los rumanos se enfrentan a una acusación de detención ilegal y
violación. El episodio va en la misma dirección que la anterior violación en el
intercambiador de Aluche de una estudiante norteamericana por parte de un “español
de origen argelino”. En esta ocasión, además de la violación, la chica fue
apaleada.
Y ahora vamos a vulnerar de nuevo la corrección política: una de las tareas de los medios de comunicación debería ser realizar recomendaciones a las mujeres para evitar este tipo de violaciones. Una cosa es alertar contra la violencia doméstica y pedir medidas cada vez más duras (lo que se viene realizando desde hace 20 años) y otra muy diferente lanzar algunas recomendaciones a las mujeres para evitar estos episodios. En efecto, mientras no se diga claramente a las chicas que resulta “peligroso”, ir en determinados momentos del año, sola por las calles, a altas horas de la noche, especialmente en algunos barrios y, mucho más en situación de tener las facultades disminuidas por el alcohol, el porro o la falta de sueño, seguirán produciéndose este tipo de violadores.
Y, por lo mismo, sería igualmente saludable acompañar a esta
recomendación de otra advertencia: en los países occidentales, el número de
psicópatas que hay por las callas es del 2%. Es decir, que, de cada 100 personas que nos cruzamos a lo
largo del día, dos son psicópatas peligrosos que solamente precisan encontrar
las condiciones adecuadas para desencadenar una situación de violencia contra
la mujer (o contra cualquier persona). Y los psicópatas son irreprimibles, contra
ellos no valen leyes ni manifestaciones feministas, ni acción policial. A
estos hay que unir un porcentaje igualmente significativo de individuos excitados
por el alcohol o por la cocaína, que solamente necesitan encontrar a la víctima
propicia para desencadenar su brutalidad.
No se trata de
responsabilizar a la mujer de lo que le ocurre. En absoluto: se trata de
PREVENIR LO QUE LE PUEDE OCURRIR. Y, hasta ahora, no hemos visto, ni en los
medios oficiales, ni entre los tertulianos, ni opinadores, nada en esa
dirección.
La sociedad no puede
evitar que un cierto número de personas nazcan con los genes averiados y que la
personalidad del psicópata se forma desde la infancia. Pero lo que sí puede
evitar es que los grupos más sensibles faciliten la acción depredadora de los
psicópatas. De la misma manera que quien es capaz de agredir a una mujer,
no tiene lugar en nuestra sociedad: para
eso están las cárceles y los psiquiátricos, pero con los llegados de fuera,
después del tránsito por la cárcel, la expulsión a perpetuidad del marco de la
Unión Europea sería la medida más adecuada y que solamente discutiría algún
descerebrado. Porque, en Francia, en Alemania, en el Reino Unido, la violación de mujeres se está
convirtiendo en un “deporte” para determinados grupos étnicos que ven como la
sociedad está paralizada por la “corrección política” que impide difundir los
nombres y las fotos de los violadores… cuando son de grupos étnicos no
europeos.
Y, por lo demás, la
sociedad española, lo que precisa es que se examine el destino y la utilización
de los fondos del 1.500.000 de euros repartido por el Estado a las distintas
asociaciones feministas. Ese dinero, mucho nos tememos, que ha servido
solamente para mantener chiringuitos poco efectivos y que utilizan esos fondos,
especialmente, para propagar la estúpida “ideología de género”. Lo que equivale
a decir que OCULTAN a los verdaderos culpables de la violencia doméstica.
Va siendo hora de poner los puntos sobre las íes en cuestión
de “violencia de género” y ser mucho más precisos de lo que ha sido el zapaterismo
y sus herederos en la etiología del problema.