Info|krisis.-
De entre todos los mitos de la modernidad uno merece ser examinado algo más de
cerca: el liberalismo, sin saber cómo, ha regresado a la historia después de
permanecer durante más de un siglo en el estercolero. Su rehabilitación se ha
debido en primer lugar a Margaret Tatcher y luego a Ronald Reagan. Ambos
bebieron en las fuentes de Friedrich Hayek, el cual, a su vez lo hizo en von
Misses. Llama la atención la simplicidad de esta escuela economicista y sus
planteamientos esquemáticos que en otro tiempo no hubieran superado un examen
de acceso a la universidad.
Donde
hay un pueblo arruinado, allí hay un liberal actuando
Básicamente
sostienen que todo lo que no es el “liberalismo” es “socialismo” y que, para
evitar caer en el pecado de socialismo el Estado se tiene que abstener de
cualquier interferencia en los “mercados”. De ahí el lema “más mercado, menos
Estado”… Para Hayek cuando el Estado realiza una pequeña corrección en los
mercados es que el “socialismo” se ha manifestado aun cuando esa corrección
haya sido formulada por un partido de derechas. No puede extrañar que Hayek
considerara a Keynes y a sus colaboradores “una panda de socialistas”…
La
crisis de 1929 desarzonó a todos estos teóricos del abstencionismo estatal.
Misses fue durante muchos años olvidado y Hayek vivió durante casi toda su vida
en una especie de “exilio interior”. Sin embargo, el ascenso al poder de
Margaret Tatcher supuso la resurrección del zombi liberal. Algo antes Milton
Friedman y los “Chicago boys” habían hundido la economía chilena y generado una
oleada de paro sin precedentes que fue más costosa para el gobierno del General
Pinochet que cualquier medida represiva sobre la izquierda. En efecto, dando
vía libre a las importaciones Friedman y sus compinches lograron que una
cerilla fabricada en Canadá recorriera desde las Montañas Rocosas hasta los
Andes y terminara prendiéndose en Valparaíso o Santiago entrañando la
destrucción de sectores enteros –además del fosforero- de la economía chilena.
En
los 15 años siguientes, “reajustes” como éste se dieron en toda Iberoamérica
generando paro, miseria, destrucción de la clase media y establecimiento de
sistemas democráticos de baja calidad guiados por títeres al servicio de las
oligarquías locales. El resultado a medio plazo ha sido la irrupción de un
populismo de izquierdas en buena parte de Iberoamérica y, en especial de la
“doctrina bolivariana” que hundía sus raíces en la desesperación de sectores de
las clases medias en fase de proletarización y de los proletarios en base de
pauperización.
En
realidad, la “pasada por el liberalismo” tuvo tres fases: una fase de impacto
brutal sobre las economías locales, una segunda fase en el que “las cifras
macroeconómicas” empezaron a registrar alzas y los Estados sacaron a flote sus
economías (fundamentalmente como efecto de los beneficios obtenidos por la
venta de las empresas de los sectores públicos, muy abundantes en Iberoamérica,
mucho más que por su buena gestión), lograron atraer inversión financiera…
antes de que todo esto se divisara como flor de un día, los beneficios
obtenidos por la venta de empresas públicas tardaron poco en dilapidarse,
volvió a hacer falta financiación, pero el Estado ya no disponía de sector
público que avalase la petición de créditos y, finalmente, se produjeron
fenómenos perversos como el “corralito” o vuelcos políticos como el que tuvo
lugar en Venezuela, demostrando una vez más –y por si la historia del siglo XX
no lo hubiera demostrado hasta la saciedad- que el “socialismo” es el resultado
de los excesos del “liberalismo”.
La
dialéctica liberalismo-socialdemocracia
Desde
hace 150 el péndulo se decanta unas veces hacia el “socialismo” y luego vuelve
hacia el “liberalismo”. Los liberales no reconocen este proceso dialéctico que
une los excesos del liberalismo al nacimiento del socialismo y que luego va del
agotamiento de éste a la búsqueda de su opuesto, el liberalismo, iniciando un
nuevo ciclo. Los liberales de estricta observancia afirman con una seriedad
pasmosa que jamás se ha llevado a la práctica su modelo teórico: siempre, en
algún momento, el Estado ha intervenido en la economía falseando el mercado. Es
una falacia. Habría que añadir que en determinados momentos, si el Estado no
hubiera intervenido para salvar al seudo-liberalismo o neo-liberalismo, el
propio sistema económico hubiera desaparecido.
En
el fondo, lo que subyace es un dogmatismo presente con tanta fuerza como estuvo
presente en el marxismo: un enrocamiento en las propias posiciones concebidas
de la manera más extrema y una justificación ante los errores afirmando que se
habían producido porque la ideología no se había puesto en práctica sin
alteraciones. Como si un marxista dijera que el fracaso del colectivismo se debía
a que nunca se fusiló suficientemente a todos los opositores. Más soft el
liberalismo atribuye sus fracasos al incumplimiento relativo y por la mínima
del dogma del abstencionismo del Estado en materia de economía.
Esta
última crisis económica, sin embargo, se ha producido dentro de una nueva
perspectiva: ha sido una crisis del “sistema”, esto es, del liberalismo que
desde el período Reagan-Tatcher abrió el camino a la globalización. Esta ha
sido la primera gran crisis de la globalización y este modelo económico mundial
es la quintaesencia del liberalismo: un mercado financiero mundial y unos
Estados que ya carecen de potestad para regularlo dada la desproporción entre
su dimensión y la del mercado… ¿Qué más quieren los liberales? Que el Estado
desaparezca definitivamente.
Llama
la atención que lo más cerca del liberalismo –al menos a nivel conceptual- sea…
el anarquismo. En efecto, ambos predican la desaparición del Estado y su
reducción al mínimo. A diferencia del liberalismo, el anarquismo predica también
la desaparición del mercado y, en este pequeño detalle es donde radica la
diferencia. Los EEUU constituyen sin duda el primer Estado liberal aparecido en
la historia y aun hoy su población mantiene una extendida desconfianza hacia el
aparato estatal al que frecuentemente atribuyen todos los males. El liberalismo
pasa así como una forma de anarquismo económico al que le repele cualquier
intervencionismo estatal y se muestra libertario en relación al “mercado”.
La
mística del mercado como dios omnipotente
Y
¿qué es el mercado? El mercado es el escenario en el que discurre el juego de
la oferta y de la demanda. Las “leyes del mercado” jamás podrán cumplirse tal
como fueron concebidas teóricamente porque los procesos de acumulación de
capital general desequilibrios y asimetrías que falsean la libre competencia.
Son, además, peligrosas. El negocio de las farmacéuticas es la “salud”, lo que
equivale a decir que alcanzada la “salud” y desterrada la enfermedad, el
negocio de las farmacéuticas desaparecería. De ahí que sea preciso –para
mantener la única ley del liberalismo que sigue incólume, la del “beneficio”,
el “lucro” y la “usura”- que el “enfermo” se recupere de su dolencia mediante
el uso de fármacos que le conducirán a otra enfermedad (los “efectos secundarios”).
Si el Estado no interviniera mínimamente intentando “vigilar” a las
farmacéuticas, episodios como el de la Gripe A (enfermedades ficticias) se repetirían
todos los años.
Por
otra parte, cuando un grupo de empresas (un oligopolio o un monopolio) alcanzan
una posición hegemónica en el mercado tienden a utilizarlo a su antojo y a
evitar que otras empresas puedan posicionarse en el mismo. Y, finalmente,
cuando determinadas acumulaciones de capital superan –tal como ocurre hoy- el
PIB de la mayoría de países, son los mercados los que imponen su tiranía a los
Estados. Hace falta recordar que mientras los mercados son, en realidad, el
teatro preferencial de la actividad de inversores y especuladores, el Estado
somos –al menos en teoría- todos. Así pues, el liberalismo es el mejor
escenario para que los tyranosaurius se coman a los humanoides… Porque si hay
una idea que sea ajena al liberalismo es la idea de justicia social… Y si hay
hoy una idea necesaria cuando una cuarta parte de la sociedad está rozando el
umbral de la pobreza o zambullido en él, es precisamente la de justicia social.
El
liberalismo que trajo a la globalización
El
liberalismo ha sido el hacedor miserable de la globalización y la globalización
es el sistema para matar pueblos. La globalización tiende a que los rasgos de
identidad de los pueblos se diluyan: a un mercado mundial, corresponde un
melting-pot en donde cualquier producto tienda a poder venderse en cualquier
lugar, fabricarse en donde sea más barato.
Y
esto ha generado dos fenómenos peligrosos cuya responsabilidad descansa
únicamente en el liberalismo: de un lado la deslocalización empresarial, fuga
de las plantas de manufacturas a los países en donde el precio de la mano de
obra es más barato… que no pueden ser sino países “socialistas”, como China en
una curiosa colusión de intereses que atenta contra los trabajadores del Primer
Mundo (que ven inevitablemente contraído el mercado de trabajo en sus países) y
del Tercer Mundo (que ven cómo la riqueza para sus élites económicas se realiza
a costa de salarios de hambre y trabajo semi-esclavo).
Pero
hay otro fenómeno generado por la globalización liberal que constituye un
verdadero atentado no sólo contra los pueblos sino también y sobre todo contra
la historia: el facilitar el desplazamiento de millones y millones de personas
hacia Europa para abaratar el coste de la mano de obra. Aznar, en este sentido,
fue paradigmático en su política de generar un modelo económico liberal basado
en salarios bajos, inmigración masiva, crédito fácil y beneficios rápidos para
los inversores con un sector hipertrófico de la construcción.
Cómo
hacerse liberal
Los
“liberales” de hoy en España han llegado a las posiciones en las que se
encuentran a través de distintas vías: tras la pérdida de vigor de las
democracias cristianas, la única ideología más o menos somera que le quedaba a
la derecha para afrontar a la socialdemocracia, parecía ser el liberalismo.
Buena parte de los liberales españoles no han llegado a defender estas
posiciones (de las que suelen ignorar sus inconsecuencias) no tanto por
adhesión a la doctrina de Adam Smith y demás, como por el rechazo a la
socialdemocracia. Para algunos ese rechazo no es más que un reajuste en su
anticomunismo, en su antiizquierdismo e incluso en su franquismo de otros
tiempos.
La
raíz de “liberalismo”, remite al concepto “libertad”, lo que contrasta con la
ideología que algunos de estos liberales reconvertidos sostuvieron en otros
tiempos. Losantos, por ejemplo, era un maoísta defensor de la “guerra popular prolongada”
y la “insurrección armada de masas” dentro de la Organización Comunista
de España Bandera Roja (a donde, por cierto, iban a parar decenas de chicas y…
los machitos que no ligaban ni con cola ni con cerote). Caído en el descrédito
más absoluto el marxismo, a muchos de estos maoístas les faltaba el “libro” en
donde se contuvieran todas las explicaciones y creyeron encontrarlo en La
Riqueza de las
Naciones o en La teoría monetaria y
el ciclo económico de Hayek. Además, la referencia a lo liberal parecía
limpiar sus ofensas a la libertad realizada desde el sumidero marxista siempre
cerca del GULAG.
Neoliberales
y extrotskystas
En
realidad, toda la primera generación de neoconservadores aparecida en EEUU a
finales de los años 50 y que prolongó su influencia intelectual hasta finales
de los 70, procedía de intelectuales marxistas -frecuentemente trotksystas- que
no estuvieron dispuestos a pasar ante el comité de actividades
antinorteamericanas y, una vez emprendida la disidencia con el stalinismo, tras
un breve paso por las filas del trotkysmo, pasaron al anticomunismo y, por el
mismo precio, acamparon en el conservadurismo mas acrisolado (los Dewey, los
Shactman, los Kristol, los Burham –con su Revolución de los Managers y
especialmente si El fin de las ideologías- y los Podhoretz entre otros muchos)
que luego enlaza con la generaciones de neoconservadores, también extrotskystas
que pasaron a ser los cerebros grises de la administración Bush.
Ultraizquierdistas reconvertidos en defensores del liberalismo con una fe
propia del converso.
El
liberalismo es hoy un proyecto siniestro avalado por teóricos ciegos y cerriles
anti socialdemócratas. No soplan buenos tiempos para defender el liberalismo en
medio de una crisis económica generada por ese mismo liberalismo y ante la que
no hubiera sobrevivido de no ser por traicionarse a sí mismo cuando decenas de
instituciones de crédito en todo el mundo no fueron salvadas por los
“principios liberales” sino por… los Estados. Ese pequeño detalle sería
suficiente hoy para descalificar al liberalismo para opinar sobre cualquier
caso… y, sin embargo, a sus defensores ultramontanos apenas les interesa:
Losantos sigue tronando a quien quiere oírle contra ZP, Rodríguez Braun desde la COPE se sigue creyendo
gracioso saludando cada día a la audiencia con un “buenas noches liberales”,
incluso en Internet se postula un “Partido de la Libertad ”… en la “línea
de Hayek”.
La
mayoría de liberales hoy no hacen sino defender sus propios intereses (en el
fondo el leit-motiv del liberalismo es el individualismo y el individualismo
quiere decir “yo primero y luego todos los demás”) y sobre todo alardear de
falta de imaginación y renuncia a la herencia aristotélica de nuestra cultura
en la que el razonamiento lógico siempre ha ocupado un lugar preponderante. Sí,
porque no hay nada más inconsecuente que un liberal tronando contra el
“Estado”, pero sollozando para que ese mismo Estado ayude a bancos, entidades
financieras y sectores económicos. Ser consecuentes nunca ha sido el fuerte de
esa llama “doctrina liberal”.
De
esta crisis no se sale con liberalismo sino con planificación
De
todas formas, la cuestión no es tanto si Keynes o Hayeck, si más Estado o más
mercado, sino, pura y simplemente, ¿cómo salir de la crisis? Y aquí el
liberalismo solamente aporta su fórmula maravillosa: la primacía del Mercado.
El “mercado” no es una entidad intangible: tienen nombres y apellidos, son los
George Soros, son los grandes consorcios financieros, son las legiones de
especuladores (eufemísticamente llamados inversores en momentos de crecimiento
económico, verdaderos usureros y arribistas sin escrúpulos). El mercado
solamente vela por el beneficio de los “grandes” de la economía. Si se tratara
de seguir dando primacía a los mercados, eso desembocaría simplemente en un
sometimiento de los Estados (esto es de todos nosotros) a sus caprichos.
En
realidad, el liberalismo es hijo de la burguesía cuando ésta reivindicó en el
siglo XVIII la primacía como clase hegemónica de la sociedad en detrimento de
la aristocracia. Y algo le ha quedado. Sigue queriendo tener la primacía pero
se ha convertido en una aristocracia económica. No aspira a controlar a los
Estados directamente sino a través de los mercados.
En
la actualidad, para salir de la crisis el Estado tiene que ampliar sus poderes.
De una sima como la que estamos no salimos con los mercados… sino con la
planificación. Y eso solamente corresponde a los Estados. El mercado no puede
planificar porque está sometido a las leyes de la oferta y la demanda
corregidas y condicionadas por el peso de los grandes capitales financieros y
de las concentraciones de capital. El “mercado” no tiene necesidad de salir de
ninguna crisis, simplemente porque no la percibe. Pero el grueso de las
poblaciones sí. Y para eso hace falta justamente el remedio contrario al que
propone el liberalismo: planificación, planificación y planificación. Y mucho
más en España en donde desde el franquismo el modelo económico se basa en
turismo y construcción.
La
crisis de la socialdemocracia quizás parezca más grave que la crisis del
liberalismo, pero ambas no son sino dos formas de un mismo sistema que se está
desintegrando ante nuestros ojos. Si hoy la socialdemocracia solamente gobierna
en dos países europeos y si partidos de derecha y de centro-derecha se
enseñorean por toda Europa, no es más que porque el “pensamiento único” ha
hecho imposible la emergencia de otras opciones. Pero ambos están agotados: la
socialdemocracia porque, en su intento de insertarse en el “pensamiento único”
y en su aceptación del liberalismo, lo ha gestionado de manera atroz mientras
ha permanecido en el poder, y el liberalismo habitualmente identificado con
partidos de centro-derecha, de derecha e incluso de extrema-derecha (caso de
Gert Wilders) ha fracasado en su proyecto globalizador.
De
hecho el liberalismo está tan avejentado como el viejo marxismo y huele a tanto
alcanfor como su colega el anarquismo. Ideologías surgidas hace 200 años y en
el caso del liberalismo, cuya matriz se remonta a 250 años en pleno siglo XVIII,
ya no están en condiciones de aportar nada a las sociedades del siglo XXI, como
no sean su cadáveres siempre en condiciones de ser triturados y aptos para
fermentar como cualquier estiércol, a la tierra. Hoy es el tiempo en el que no
se trata tanto de rescatar cadáveres como de abordar la creación de nuevos
modelos doctrinales que trasciendan tanto al liberalismo como a la
socialdemocracia.
Cuando
alguien os pregunte “¿Qué es el liberalismo?” La respuesta correcta es: el
liberalismo el sistema económico que nos ha traído la crisis en la que estamos
inmersos.
ANEXO
Las mentiras del liberalismo
Desde hace varias semanas viene circulando por
Internet este artículo en el que se refutan las tesis del liberalismo
globalizado y globalizador. El “desconocido” autor ha identificado los tópicos
más frecuentes utilizados por la ideología globalizadota y los ha refutado de
manera inapelable. Reproducimos aquí este artículo e invitamos a todos los
lectores a difundirlo.
"El
liberalismo, es mas elección y mejores precios para el consumidor"
FALSO: Según el mismo dogma liberal, el liberalismo
solo funciona si existe una competencia suficiente por el lado de la oferta.
Sin embargo, en los hechos, el capitalismo liberal tiende hacia la
concentración y la formación de monopolios que eliminan toda competencia,
reduciendo la elección del consumidor y hacen subir los precios (y bajar la
calidad ).
En el área de los
servicios públicos como por ejemplo la distribución del agua, el correo, o los
ferrocarriles, su privatización siempre se ha traducido por un aumento de los
costos para el pasajero, una reducción del servicio, y una reducción de las
inversiones en el mantenimiento de las infraestructuras.
En cuanto a los
sistemas de jubilación privados (fondos de pensiones), consisten en privar a
los asalariados de toda seguridad, entregándoles a la incertidumbre de la
gestión de dichos fondos a organismos financieros. En caso de quiebra de estos
últimos, los asalariados se hallan sin jubilación a pesar de años de
cotización. Lo que ya ha sucedido en Estados Unidos en 2002 con la quiebra de
Enron.
"El
liberalismo, es el juego del libre mercado"
FALSO: Siempre según el dogma liberal, el
libre-mercado requiere la transparencia del mismo mercado y de la información.
En realidad, a causa
de prácticas opacas y de la inequidad en el acceso a la información, el
consumidor no puede escoger con conocimiento de causa.
"El
crecimento crea empleos"
FALSO: El crecimiento crea empleos en primer
momento, pero sirve sobretodo para financiar las
"re-estructuraciones" y las relocalizaciones. A final de cuentas,
destruye mas los puestos de trabajo de lo que crea.
"Solo el
mercado es apto para determinar el precio justo de las materias primas, divisas
o de las empresas"
FALSO:
Los mercados son esencialmente guiados por la especulación y la busca del mayor
lucro a corto plazo. Las fluctuaciones y variaciones del mercado son a veces
irracionales, excesivas, y sometidas a la manipulación. Estas oscilaciones
excesivas en el mercado (bolsas) son destructoras, provocan ruina y quiebras en
la economía real. Pero al mismo tiempo, estas variaciones son generadoras de
ganancias para los especuladores. Nuevamente el principio de los vasos
comunicantes…!
"La empresa
crea riqueza. Es la fuente de la prosperidad de los países y de sus
habitantes"
FALSO: Por lo general, las empresas no crean
riqueza, porque el valor creado es inferior al costo real de los recursos
utilizados o destruidos, si tomamos en cuenta el costo medioambiental y humano,
así como el costo real de las materias primas renovables.
El "lucro"
de las grandes empresas es logrado en realidad en detrimento de la naturaleza,
pillada por la explotación, la urbanización y la contaminación, o
"vampirizado" sobre otros factores económicos:
- sobre los
asalariados, a quienes se los habrá despedido para ahorrar costos u
"aumentar la productividad", o a quienes se habrá reducido la
remuneración o la protección social.
- sobre los
consumidores que deben pagar mas por una calidad o cantidad menor.
- sobre los
proveedores (en particular sobre los productores de materias primas de
minerales o agrícolas)
- sobre otras
empresas a los cuales se habrá provocado su quiebra mediante practicas
desleales de competencia, o que son compradas para ser posteriormente
desmanteladas, vendidas por partes, y cuyos asalariados serán transformados en
desempleados.
- sobre las poblaciones del Tercer Mundo que serán
expoliadas de sus tierras y de sus recursos, y que han sido reducidas a la
esclavitud, obligadas a trabajar en las minas o en "talleres del
sudor" de empresas transnacionales, o peor aun, obligadas a servir de
conejillos de india para la industria farmacéutica, o de vender sus órganos
(por lo general riñones o un ojo) que serán operados a enfermos afortunados. (el
precio pago para un riñón llega a 20.000 $us en Turquía, a solo 800 $us en la
India)
"La
Globalización beneficia a todos "
FALSO: Entre 1992 y 2002, el ingreso por habitante
ha decaído en 81 países. En el Tercer Mundo, el número de personas
"extremadamente pobres" ha aumentado en mas de 100 millones.
La diferencia entre
salarios ha aumentado de forma impresionante. Tomemos el ejemplo de una obrera
de una empresa sub-contratista asiática de Disney que fabrica ropa con el
logotipo de Mickey para consumidores occidentales. Esta obrera trabaja en un
"taller de sudor", 14 horas por día, 7 días sobre 7, sin ninguna
protección social, sin derecho a huelga, el todo por un salario horario de 0,28
dólar. Al mismo tiempo, el salario horario de un Gerente de Disney (PDG) es de
2800 dólares, es decir 10.000 veces mas.
Las 225 personas más
ricas del mundo acumulan un patrimonio global de 1000 billones de dólares,
equivalente al ingreso anual de los 3 mil millones de personas más pobres del
planeta, es decir 47% de la población mundial. La fortuna adicionada de las 84
personas más ricas sobrepasa el producto interior bruto de China con sus 1,2
mil millones de habitantes
.
En 2002, 20% de la población mundial acapara 80% de las
riquezas, posee más de 80% de los coches en circulación y consume 60% de la
energía, mientras que mil millones de los habitantes más pobres comparten el 1%
del ingreso mundial.
© Ernest Milà
– infoKrisis – infokrisis@yahoo.es – http://info-krisis.blogspot.com –
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