Info|krisis.- Como la niña siniestra de aquella película de los años 80 (Terror en
Amity Ville) podríamos empezar diciendo aquello de “Ya están aquiiií”, pero
sería una forma frívola de comenzar una reflexión que, por sí misma, excluye cualquier
ligereza. Lo que ha ocurrido desde la primavera en relación al virus ébola anima
(sino obliga) a preguntarse una vez más si este país tiene o no remedio.
Anunciado el nuevo brote de la enfermedad y sabido que reaparecía con más
violencia que en ocasiones anteriores, a nadie pareció interesarle mucho un
problema que se daba a 3.000 km. Hoy 8 de septiembre las cosas han cambiado
sólo en parte: todo un país (y las redes sociales son un termómetro del país)
está preocupado por si se sacrifica o no al perro propiedad de la familia de la
enfermera contagiada… mientras, en la valla de Melilla doscientos subsaharianos
procedentes de países en los que el ébola está causando estragos, han saltado
la valla. La noticia apenas ha merecido espacio en los informativos y ha sido
completamente ignorada en las redes sociales. Vamos a intentar ordenador
nuestras ideas en unos cuantos puntos que consideramos esenciales:
1) Quien esto escribe no puede
ser considerado de desaprensivo ni hostil en relación a los animales: he tenido
perros y ganado (vacas, corderos, cabras y, por supuesto, gallinas), pero mientras
persistan las actuales circunstancias de crisis global de la sociedad, nunca se
me ocurrirá salir en defensa de los animales, al considerar que existen otros
muchos problemas de mucha mayor envergadura que afectan a los humanos. El que
esto escribe recomienda que se tenga en cuenta la gradación jerárquica entre
“lo humano” y “lo animal”: parece razonable preocuparse por la “defensa de los
animales”… cuando haya mejorado la situación de “los humanos”, algo que por el
momento tiene múltiples frentes de erosión.
2) Resulta absolutamente
incomprensible la movilización ciudadana que se ha producido en torno a la
mascota de la pareja afectada por el virus ébola. No es el ciudadano medio (que
lo ignora casi todo sobre el virus y las posibilidades de contagio) el que debe
exigir que no se sacrifique al perro en cuestión, sino que hay que dejar la
iniciativa de sacrificarlo o no a los especialistas en este tipo de
enfermedades y siguiendo siempre el principio de prudencia. Quien carece de
suficiente preparación para entender el alcance de tal o cual medida no puede
opinar sobre algo cuya naturaleza y gravedad se le escapa.
3) Pero lo más sorprendente es
que esas “masas concienciadas” por el bienestar de la mascota (y, por
extensión, casi toda la sociedad), permanezca de espaldas al fondo de la
cuestión y a una de las noticias más inquietantes para nuestra salud que han
ocurrido el mismo día: el enésimo salto masivo a la valla de Melilla que
implica aumentar las posibilidades que tiene el virus de avanzar en nuestro
país, generando una catástrofe sanitaria como no se había vivido en esta tierra
desde las grande epidemias de cólera-morbo del siglo XIX.
4) En efecto, el mismo día, a la
misma hora en que las redes sociales se infestaban con mensajes de solidaridad
hacia el perro, doscientos subsaharianos procedentes en gran medida de los
países en los que la epidemia ha arraigado, nuevamente volvían a intentar
imponer el hecho consumado de su presencia en España, vulnerando nuestra
soberanía nacional y aun a sabiendas de que en España existe un mercado de
trabajo en el que ni remotamente tendrán acomodo en los próximos años.
5) Me parece absolutamente
increíble que desde 1996 hayan entrado oleadas masivas de inmigración en España
sin el más mínimo control sanitario y que los últimos gobiernos, socialistas y
populares, hayan engañado sistemáticamente a la ciudadanía negando que esta
inmigración incontrolada había reintroducido en España enfermedades que habían
sido desterradas, que habían reavivado la difusión del VIH y que estaban
introduciendo enfermedades tropicales desconocidas en España. Y todo ello sin
el más mínimo control sanitario, un control que hubiera sido comprensible si
tenemos en cuenta que en todos los países “serios” se exige, para poder
inmigrar, un certificado médico expedido por un servicio sanitario que goce de
confianza del consulado más próximo al lugar de residencia del aspirante a
emigrar. Ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy, ni la UE, se atrevieron a establecer
nada parecido.
6) Me parece increíble que dos
misioneros españoles hayan sido traídos a territorio nacional estando
contagiados por el virus ébola, cuando el “principio de prudencia” establecía
que todo el tratamiento que debían recibir por parte del Ministerio de Sanidad
español debía haberse realizado en el país en el que se encontraban. Hemos
asistido por primera vez en la historia a la importación de un virus en un
avión del ministerio. Conociendo,
además, los riesgos inasumibles de este tipo de repatriaciones. Toda la
práctica clínica ante este tipo de enfermedades consiste en aislar a los
enfermos, no en repatriarlos.
7) Estos elementos (desmesuradas
protestas por el posible sacrificio del perro, ignorar por completo que el gran
peligro de contagio en nuestro país procede de la inmigración descontrolada, el
no exigir certificado médico a la inmigración, el repatriar a enfermos
contagiados) se ha producido porque existe en todos ellos un común denominador:
una visión hiper-humanista insertada en
nuestra sociedad y que es el germen de la debilidad de nuestro Estado y de la
falta de autoridad de nuestros gobiernos.
8) Este hiper-humanismo llega
incluso a conceder “derechos casi humanos” a los animales y a generar que,
incluso en situaciones de desintegración social, caos económico, alarma
sanitaria, descoyuntamiento del Estado… existe un porcentaje de población que
sitúe el “animalismo” por encima y por delante de cualquier otro frente de
conflicto.
9) Este hiper-humanismo llega a
devaluar la soberanía y la identidad nacional, considerando que cualquiera que
lo desee puede establecerse en nuestro territorio con igualdad de derechos con
los nacidos aquí, últimos descendientes de quienes han construido este país,
con argumentos tales como “ningún ser
humano es ilegal”, “papeles para todos” y demás ideologías soft propias de ONGs ulta-subvenionadas
y del humanismo-universalista predicado desde el “poder cultural mundial” de la
UNESCO.
10) Este hiper-humanismo
permanece de espaldas a los problemas de todo tipo que viajan con la
inmigración: desde la adulteración de nuestro mercado laboral, hasta la llegada
de virus y de nuevas enfermedades, pasando por la aparición de yihadistas con pasaporte español y
nacionalidad recién adquirida, alteración del sustrato antropológico y cultural
de nuestro pueblo y de nuestra identidad y generando problemas de adaptación
provocados por una bolsa de inmigrantes subsidiadas por el Estado que suponen
otro peso muerto para nuestra comunidad, especialmente en omentos de crisis y
cando el Estado Español acumula una deuda de un billón de euros.
11) Este hiper-humanismo está en
contradicción flagrante con el “principio de prudencia” que debe regir la
política de un Estado en materia sanitaria. Resulta, como mínimo sorprendente
que una comunidad como la mayoría de españoles que permanece completamente de
espaldas a la tarea de los misioneros españoles en África, ajenos completamente
a su tarea y a sus esfuerzos, bruscamente reclame a su gobierno que repatríe a
dos misioneros enfermos de ébola… y más sorprendente es que un gobierno, sin
personalidad, sin carácter, sin talla y sin autoridad, acceda a hacerlo para
arrancar unos pocos votos y simpatías entre el electorado ¡a pesar de conocer
que nuestros servicios sanitarios no están preparados para afrontar el ébola!
Hasta ahora, nunca un virus mortal había viajado con gastos pagados hacia el
territorio nacional.
12) En el momento en que
escribimos estas líneas, las primeras páginas de todos los medios de
comunicación en Europa y en todo el mundo están hablando de la llegada del
virus ébola a Europa. Es inevitable que el turismo caiga en picado en los
próximos meses… desapareciendo la gallina de los huegos de oro y casi único
puntal de apoyo del modelo económico español. Regiones como Cataluña y ciudades
como Barcelona, cuya principal actividad económica son los ingresos procedentes
del turismo, caerán en situaciones explosivas de indigencia económica.
Y es por todo ello por lo que
consideramos que en estos momentos en los que se avecinan momentos muy duros,
es necesario que nuestro pueblo, o al menos sus élites intelectuales y
científicas, sean capaces de establecer entre lo importante y lo accesorio,
entre aquello que va a ser dramático en nuestro futuro y aquello otro que es mera
anécdota. Es el tiempo de los especialistas y los técnicos, de quienes afrontan
los problemas de manera objetiva y al margen de intereses electoralistas. El
tiempo de la clase política ha pasado.