jueves, 14 de octubre de 2010

Un cursillo dado en 1972 a un grupo de militantes…

Infokrisis.- Hemos rescatado del olvido (y de la humedad) este texto que tiene casi 40 años. Es la transcripción de un cursillo sobre concepción del hombre y evolución de las ideas que se dio en Badalona a los miembros de la Asociación Juvenil “Jaime I”, una de las “tapaderas” que utilizaba el PENS en aquellos momentos. Se publicó como “Anexo Cultural” a la revista “¿Utopía?”, órgano de ese círculo. A pesar de que el cursillo se debió dar en el último trimestre e 1972, se imprimió ya entrado 1972 y contaba de 20 folios en holandés, impreso por ambas caras. El PENS estaba en aquel momento prácticamente disuelto y se había iniciado la etapa de tránsito que nos llevó a un período de espera y de reflexión, así como de formación y preparación. 

Se trata de un documento curioso en la medida en que demuestra preocupaciones por encontrar las justificaciones últimas de nuestra lucha política. Existen tres componentes de mayor a menor: conceptos de filosofía convencional, ideas que en aquellos momentos empezaba a difundir la Nouvelle Droite y, finalmente, elementos extraídos de la obra de Julius Evola. Con esto se hizo la síntesis que, finalmente, es este cuaderno. Repasadas sus páginas casi cuarenta años después (cuando ni siquiera teníamos 20 años) vemos que muchas de las ideas eran juveniles, el tratamiento a menudo pedante, muy lastrado por la jerga de la época, algo acomplejado por el alud de las filosofías y doctrinas de izquierda que dominaban la universidad y la cultura) pero hemos decidido no tocarlo en la medida en que constituye un testimonio de aquella época. 

Era curioso que un grupo de jóvenes (que jamás superó las 30 personas) se plantearan problemas ideológicos o doctrinales en lugar de limitarse a repetir los “textos clásicos”. En este sentido hay que reconocer que en los años siguientes asistiríamos a una caída en el nivel de la militancia y de los cuadros. Repetimos: este es un texto curioso, no un texto para tomarse hoy al pie de la letra. A nosotros, en aquel momento, nos sirvió para seguir “pistas” que luego nos llevarían a madurar mucho más posiciones que, a la postre, resultaron muy similares a las aquí expuestas.

Documento 1973 – Asociación Juvenil “Jaime I”

Los presentes apuntes son un extracto de las charlas y coloquios realizados durante el invierno de 1.972‑73 con ocasión del II Curso Intensivo de Formación de Mandos. En ellos se advierte, con un mínimo indispensable de claridad y precisión, las causas auténticas que subyacen bajo los bloques ideológicos del presente, así como su presencia permanente a través de la Historia de la Cultura Occidental

En todo momento se ha tenido presente la imposibilidad material de condensar en unas cuantas horas, y mayormente dada la distinta formación de los concurrentes, los pormenores analíticos de las distintas filosofías así como su incidencia y grado de relación en el transcurso de la Historia. Se ha querido, por encima de todo, dar una visión sucinta que mejore tanto la mayor comprensión de la ideología como las distintas formas en que se presenta la de sus enemigos.

El enemigo ha desplegado en lo ideológico una ofensiva formidable. Su ataque es profundo, amplio, y lo que es más importante, perfectamente articulado. Desde las Ciencias de la Naturaleza hasta la Teología todo nos da una visión del hombre y de la Historia que está de acorde con sus propósitos estratégicos y sus ‑últimas necesidades tácticas. Los libros y ensayos, los artículos, las obras de teatro, los reportajes, se suceden unos a otros con tanta intensidad que ni siquiera para un hombre de cultura universal sería posible un rechazo efectivo, rápido y sin titubeos.

¿Cómo puede el hombre de la calle, y mayormente los Mandos –nuestros mandos‑ encontrar un atisbo de claridad en una selva inexpugnable de hipótesis y teorías, en la que se esconde hábilmente la Doctrina del enemigo? ¿Cómo actuar frente, por ejemplo, a las argumentaciones del llamado Movimiento Ecológico, o a una nueva interpretación del freudismo, o a un revisionismo moderno de la Fenomenología del Espíritu de Hegel? Hasta el presente el joven resolvía todo esto de una forma simple y rudimentaria: a través de la Editorial; cuando esto no era posible se valía ‑únicamente de su instinto político para renovar el linaje ideológico de una exposición.

El Curso, a nuestro entender, presenta la ventaja de poder, en cualquier momento y con un bagaje cultural mínimo, de dar la filiación de un hombre o de un pensamiento científico, político o religioso. Parte, eso si, porque está en la médula de la ideología tradicional, de una concepción dualista de la Historia y del Universo. Paralelamente a la lucha permanente entre la materia y el espíritu, se encuentra la oposición secular entre los pueblos de tradición espiritual y los meramente sensuales y materialistas. La Historia es, por su parte, la confrontación entro el hombre surgido y confundido con el Reino Animal, y el hombre que aspira a lo Perfecto, a la Divinidad.

 No era esta la ocasión para hacer hincapié en la siempre compleja cuestión de la raciología, ni para profundizar en cuestiones que han sido ya tratadas en anteriores cursos. De todas maneras, se volvió a insistir en el tema central de toda nuestra problemática; a­ saber, 'existencia de un pueblo y una raza muy antigua, que, por motivos desconocidos, efectúa un movimiento migratorio entre, el 1.600 y el 1.200 a. JC dando origen a las principales Civilizaciones históricas conocidas. Así, los arios, los asirios, los hititas, los persas, los griegos y los pueblos itálicos. Todos ellos tenían en común­ una serie de características que son justamente las que nos permiten preciar su Unidad dentro de la diversidad del indefectible que nos marca los distintos encuadres geográficos o históricos. La filología descubrió hace tiempo que todas aquellas lenguas, junto con las germánicas y sajonas, venían de una lengua común: la indoeuropea. Las características étnicas, por encima de los mestizajes y de las mutaciones que habían de aparecer forzosamente en un grupo tan extenso y tan incomunicable entre sí, nos llevan también a un prototipo único. Finalmente, su mitología, sus dioses, sus organizaciones sociales, su forma de entender la vida y la muerte, nos hablan de una unidad forzosa hundida en la noche de los tiempos.

El problema histórico empieza ante la certeza y el hecho evidente de que unos pueblos seminómadas, eminentemente guerreros, como los que penetraron por el valle del Indo sobre el 1.500 a. JC, no podían llevar de por sí todo el bagaje filosófico y cultural que presuponen los Vedas, los libros sagrados del hinduismo. El estudio de los mismos, ha maravillado a los investigadores de los más dispares rincones del mundo. Su exégesis ni siquiera está comenzada y alguna de sus técnicas psicológicas sólo hasta en los últimos años no empieza a ser descifrada por la Ciencia de Occidente. Todo nos lleva a suponer la existencia de una Cultura perdida de la cual nosotros sólo hemos podido recoger escuálidos fragmentos.

En este punto se abrió un camino interesantísimo que, al parecer, empezó a ser trabajado en el II Reich por el equipo de Rosenberg. Ante nosotros desfilaron los mitos, las antiguas leyendas germánicas y las del Mundo antiguo, tan parecidas en muchos puntos a aquellas. La idea del origen divino del hombre, del paraíso perdido, de la pri­mera caída, se aparecen bajo un nuevo aspecto, lleno de sugerencias e intuiciones. El pensamiento tradicional adquiere un nuevo matiz y se revigoriza y lo que es más importante se inserta y se articula con la mística que debe de informar necesariamente a todo movimiento restaurador.

El hombre en el pensamiento tradicional

Habría que empezar definiendo que se entiende por Pensamiento Tradicional. Mejor dicho, que grado de parentesco guarda con el denominado Tradicionalismo Católico, del cual, por regla general, estamos todos mejor informados. El conferenciante sostuvo una teoría que para muchos había de resultar nueva, a saber: que todas las religiones del os pueblos indo-europeos eran muy parecidas entre sí y que esta similitud no podía interpretarse sino por un factor común –un factor idiosincrático- y también por la existencia de unas fuentes originales únicas.

Las relaciones entre el Islamismo y el Cristianismo se aparecieron bajo un ángulo diferente, sugestivo e interesante y también el parentesco de estos dos bloques, aparentemente opuestos, con el Brahamanismo de los arios de la India. La problemática religiosa en incidencia con la militancia política, y aún las mismas disensiones religiosas (inexistentes en el presente como lucha armada), cobraban un planteamiento radicalmente distinto.

Si las grandes religiones de los arios Auden a esquemas fundamentales idénticos, y el concepto de la Divinidad, del Hombre, de la Vida y del Universo coinciden en su consideración metafísica, las variaciones que a través del tiempo y de la geografía haya podido experimentar esta doctrina Unitaria, carecen de sentido a la hora de levantar comunitariamente un programa de RENOVACIÓN. Poco importa ser católico, cristiano, musulmán o brahamánico. SI ES MUCHÍSIMO MAS LO QUE NOS UNE QUE LO QUE NOS SEPARA y si realmente vamos a enfrentarnos a una ideología (la liberal) que es antítetética a este factor común antes aludido, presente en todas las religiones de la raza blanca, y que de ahora en adelante conoceremos con el nombre de PENSAMIENTO TRADICIONAL.

El Hombre, en el Pensamiento Tradicional tiene siempre una Naturaleza doble (espiritual y material), ha sido creado por Dios y está sobre la Tierra para atender a este desarrollo interior que le permitirá, tras la muerte, regresar al Ser Divino. El Brahamanismo ha elaborado sobre esta doble naturaleza del hombre sutilezas y consideraciones que con mucho no llegan a elaborar ninguna otra de las grandes religiones. El espíritu de la India, la misma estructura semántica de la lengua sánscrita, permiten especulaciones metafísicas a las que nosotros sólo muy difícilmente nos podemos asomar. Pero fundamentalmente se dice lo mismo que en la religión judeo-cristiana y que en el Islamismo.

La Vida es entendida coro la búsqueda permanente del Hombre Integral. El desapego del hombre a la materia y este recogimiento interior en el que sobreviene el reencuentro con el propio ser y con lo Divino. Sólo en este estado se librará el âtman, en la concepción brahmánica del sâmsara (cadena de reencarnaciones) y podrá fundirse ‑con Brahma, el Ser Divino. Algunos consiguen este estado de "ilumina­ción" en vida, y tanto el proceso por el que se llega a este estado interior, como la descripción del mismo nos lo identifican con los estados de gracia y éxtasis de nuestros m1sticos en Occidente.

En el Cristianismo y en el Islam, la vida se entiende como­ una peregrinación, un viaje al término del cual, el alma ennoblecida regresará a Dios. La concepción ascética de la Vida entre los cristia­nos tiene su paralelismo con la "Pequeña Guerra" del Islam. Todo es una lucha constante para abandonar la periferia de la rueda del Mundo y llegar hasta su eje, donde se resuelven todos los contrarios, se complementan las oposiciones, y se encuentra esta ausencia de movi­miento, esta paz “beatífica" del hombre santo, del espíritu preparado para entrar en el Paraíso.

El HOMBRE TRADICIONAL es un ser rico en posibilidades que deberá desarrollar a lo largo de un proceso interior que durará toda­ su vida, y la Vida del Hombre y SU HISTORIA SOBRE LA TIERRA son esta ­lucha y este afán por encontrarse a SI mismo.

 El hombre en el pensamiento materialista

Normalmente tales filosofías materialistas han aflorado siempre como una consecuencia final del Monismo, es decir como la doctrina que niega la existencia de dos naturalezas distintas en el seno mismo del hombre. Es la conclusión natural de la no valoración exacta del hombre en el Reino Animal. Su aparición es una constante en la Historia del Pensamiento filosófico y científico, y lo encontramos desde Grecia, con Leucipo y Demócrito, hasta en el centro de todas las discusiones naturalistas que conmueven las Escuelas y Universida­des en los siglos XVII y XVIII.

Para el materialismo, esencialmente, pues en todo ello hay ­notables matices y distintas valoraciones, el hombre, es básicamente, un primate con un cerebro superior. Pero el centro de la discusión no está en el hecho especulativo en sí, sino en las consecuencias inme­diatas que de ello se va rápidamente a extraer. As1, por ejemplo, cier­tos biólogos modernos están, al menos en la exposición, dentro del materialismo sensu stricto, pero en todo el replanteamiento de la ­cuestión está presente la idea original de que el hombre es algo substancialmente distinto en la Naturaleza, y por lo tanto, de sus predo­cesores inmediatos inferiores. Inversamente puede darse el caso, como está ya sucediendo en algunos teólogos jóvenes postconciliares, que aunando a una concepción dualista del hombre, se encuentren todos los errores habituales del materialismo.

La cuestión sigue siendo pues, entre si se considera al hombre sujeto de una ascesis, o, por el contrario, abandonado a una con­cepción sensualista de la vida. De si su naturaleza, por su ORIGEN DIVINO, o su nivel de desarrollo por su GRADO DE EVOLUCION son tales que harán de la vivencia un ejercicio de desarrollo de las facultades latentes, o bien un simple hedonismo, un abandono a las más llanas necesidades del organismo.

 La libertad en el pensamiento tradicional

Ortega y Gasset decía que la libertad fue siempre en Europa la "franquía para que el hombre pudiese ser lo que realmente es". Es­ta es, en efecto, la noción de libertad en la Sociedad afecta al Pen­samiento Tradicional.

Si la vida del hombre es desarrollo, camino hacia la pleni­tud de su propia manera de ser no habrá más alternativa que conferir los elementos indispensables para que esto pueda ser así y no de otra manera. La libertad se nos aparece pues como un medio y no como un fin. La Vida del Hombre es una trayectoria y la libertad es la posibilidad inalienable de ser recorrida.

En el Pensamiento Tradicional el concepto de libertad se opone a la simple franquía para el ejercicio de la volición individual que es la característica más destacada de la sociedad liberal. Lo que el individuo quiera o no quiera ser, carece en absoluto de importancia, puesto que se está en la advertencia de que el hombre puede ir muchas veces en contra de su propio destino. La libertad mal ejercida o ejercida fuera de lugar se resuelve contra el hombre mismo pudiendo, incluso, llegar a dar en la pérdida absoluta e integral de toda libertad. El repertorio de libertades que afectan al hombre tradicional y por ene a su Sociedad, viene en función de las distintas categorías de responsabilidad. El “poder hacer tal cosa” viene en función del “para poder elevarme hasta” de la noción ascéntica, y el posterior ejercicio del fuero conseguido se condiciona lógicamente al haber alcanzado el nivel de responsabilidad que se quería alcanzar.

La libertad en el sentido tradicional configura al Derecho ­y a todas las Leyes que tienen que regir una colectividad. Así, siempre por encima de las normas interiores que ningún hombre puede perder, las leyes del Estado parten del hecho de la desigualdad de los hombres y de los ciudadanos.

En este punto surgió una pregunta interesante, que por el interés que suscitó reproducimos en toda su extensión. Se refiere a cuál podría ser la posición de una Sociedad en el sentido tradicional ante el hecho, hoy frecuente y juzgado natural, de las relaciones amorosas entre dos jóvenes.

El instructor consideró, en primer lugar, la oportunidad de la pregunta y el grado de ilustración que tenía para todo el discurso habido hasta el momento. Según nuestra manera de pensar ‑contestó‑, la juventud es una etapa de la Vida del Hombre, una etapa especialmente­ sensible y eminentemente de formación. Quizás, entre todas, la que debería tener menos derechos y más obligaciones. Se considera pues, que, el ejercicio de una libertad, que años más tarde puede llevar al hom­bre hasta su plenitud espiritual ‑esta es la importancia que en nues­tro mundo conferimos a los sentimientos‑ es en determinadas etapas de la Vida algo completamente negativo y por ello censurable y prohibido.

Uno de los presentes consideró necesario hacer la distinción entre ­una relación puramente platónica y otra que implicase una relación­ sexual importante. Que no es que se juzgase "antinatural" la fuerza que tiende a juntar a dos personas del sexo opuesto en un lazo, si se quiere, puramente afectivo, sino que lo que pasa es que el deseo, o la necesidad de la Naturaleza, es anterior a la maduración exigible en el Hombre para ello. Unas relaciones fuera de tiempo, el ejercicio de los sentimientos fuera de su lugar cronológico, frustrarán al­ hombre como tal y lo incapacitarán para, en el futuro, encontrarse a­ sí mismo en tan importante esfera de la vida. La Naturaleza humana, se concluyó, es helicoide, un resorte metálico, que debiésemos necesariamente desarrollar para poder apreciar su longitud; en el esfuerzo, que tiende siempre al recogimiento, a volverse sobre sí mismo, a volver a las formas sencillas de lo primitivo.

Individualismo y colectivismo. Génesis del espíritu revolucionario

Cuando un pueblo es joven y se está haciendo, es cuando tiene mayor influjo sobre él el pasado. Pensar, querer, sentir, es para­ estos hombres circular por cauces preformados, repetir en sí mismos un inveterado repertorio de aptitudes. Cuando un hecho nuevo se pre­senta, a nadie se le ocurre reformar la estructura de lo constituido, lo que hace es dar en él cabida al factor nuevo. LO ALOJA EN EL BLOQUE INMEMORIAL DE LA TRADICION.

El mundo clásico, como el medieval, tenla tal concepción ­del Mundo y de las cosas. El Universo no era caótico, y albergaba en ­su centro a la Tierra, y en el eje de la misma al hombre. Las leyes de la Sociedad reflejaban esta confianza del hombre para consigo mismo ­esta concepción canónica de la Vida misma. El hombre se encuentra íntegramente sumido en este estado de cosas y justamente la perfección es ­el grado de acercamiento a la regla específica tradicional.

La Sociedad tradicional es pues de base comunitaria. Hay un pasado que nos orienta para seguir el presente y alcanzar el futuro, y esto presupone la universalización de las normas y de las leyes. La persona tiene sentido pero el individualismo no.

El individualismo repudia lo recibido, aspira a producir un ­pensamiento nuevo. Ahora bien, esta ideación tiene que sostenerse por su eficacia convictiva, no por su grado de afinidad con el pasado que es precisamente lo que se niega. Su atributo principal debe de ser su Perfección intelectual, es decir LA RAZON. Cuando una circunstancia histórica produce un tipo de hombre que reacciona contra la comunidad, surge inmediatamente el individualismo y el racionalismo. El hom­bre cree entonces poseer una facultad casi divina que es capaz de re­velarle de una vez para siempre la esencia última de las cosas. Paralelamente, a través de la Razón, intentará obtener un Orden Social defi­nitivo, alcanzado deductivamente.

El individualismo devenido racionalista, construirá un futuro ideal por medio del intelecto puro, el cual deberá suplantar el pa­sado y el presente. Esta es en última instancia la definición más am­plia y substancial de la IZQUIERDA.

Históricamente, la Revolución Francesa fue posible por la agitación de un estado de ánimo que era consecuencia inmediata de un ra­cionalismo, que venía preparándose desde el siglo anterior. Y el mode­lo Constitucional se entresaca de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, es decir de unas colonias inglesas que precisamen­te se separan "por querer vivir su vida", por estar total y absoluta­mente desvinculadas de la idea secular del Imperio Británico.

Descartes y el racionalismo

La filosofía de Descartes (1596‑1650), nace justamente, en ­una época cuya coyuntura histórica, en la que por una parte los espíritus más selectos de la época sienten la necesidad de liberarse del blo­que mental del Medievo, y en la que, por otra, se asiste a un desarrollo espectacular de las Ciencias experimentales. Es la época de Copér­nico, Galileo y Kepler, de sus luchas con la Iglesia Católica, con to­da la socuela de consecuencias que ello comporta.

Descartes fue Rosacruz, es decir uno de los grados de la Ma­sonería y ello, al parecer, influyó esencialmente en su obra. El 10 de noviembre de 1619 se operó en él la “Invención Maravillosa” en que había de consistir su Método, es decir, exactamente un año después de haber conocido al hombre que más incidió sobre su vida intelectual, el matemático Isaac Bekman. 

Descartes declara dudosa y, por tanto, desdeñable toda idea ­o creencia que no haya sido construida por la pura intelección o "ra­zón”. Si la verdad es una, absoluta e invariable ‑afirma‑ no puede ser atribuida a nuestras personas individuales que son distintas entre sí, corruptibles y mutables. Debe de existir un sujeto abstracto, común a todos los hombres, sin variaciones y peculiaridades individuales, que ­sea capaz de aprehender la verdad. Esto sujeto os la Razón.

¿Cómo explicar la muchedumbre de opiniones y de gustos que ­según las edades, las razas, los individuos, han dominado la Tierra durante el transcurrir de la Historia? Para el Racionalismo, la Historia con sus incesantes peripecias, carece de sentido y es propiamente la historia de los estorbos puestos a la ranzón para manifestarse. Así di­ce en la meditación cuarta: "Todo lo que la razón concibe, lo concibe ­según es debido y no es posible que yerre. Mis errores nacen simplemente de que siendo la voluntad mucho más amplia y mucho más extensa que el entendimiento, no se la contiene en los mismos límites sino que se la extiende también a cosas que no entiende, a las cuales, siendo de suyo indiferente, se descarrían con suma facilidad y escoge lo falso como verdadero y el mal por bien: esta es la causa de que nos equivoquemos y pequemos”.

Decía Ortega y Gasset que la actitud específica del pensamiento moderno que nace con Descartes es la DEFENSIVA INTELECTUAL. Se comienza siempre no por el intento audaz de atrapar la verdad, sino por la precaución de excluir previamente el error. El Racionalismo es, a la filosofía lo que la suspicacia y la cautela al espíritu burgués de la época.

Una sociedad desvinculada con un pasado con el que quiere romper y aun del que se avergüenza, deslumbrada por la metodología de las ciencias experimentales y girando sobre un tipo e hombre del cual el burgués es el espécimen más representativo, tales son los ingredientes finales de los que va a nacer y aposentarse el racionalismo de los siglos XVII y XVIII.

La sociedad liberal

 La Historia de la Sociedad liberal, su génesis, sus vicisi­tudes, presiden durante casi 150 años los distintos acontecimientos de la política europea. Desde los primeros escritos de los enciclope­distas hasta la Constitución de 1.789 es una secuencia continua de personajes de opiniones distintas y aun opuestas, los que van preparando el camino de la Revolución Francesa. Una comprensión profunda de tal acontecimiento, nos obligarla también al análisis de los principales encoclopedistas, así como de los pormenores de su obra (Voltaire, Rouseau, Diderot, D’Alembert, Buffon, Holbach, Montesquieu, Baubeton, Condorcet, etc).

El liberalismo es pues la consecuencia lógica del racionalismo. Podría decirse que el segundo es la metafísica del primero. Es pues el sistema que considera el Derecho como un producto de la voluntad humana, en cuanto supone que la RAZÓN INDIVIDUAL es absolutamente libre. No ya pues más verdades que las que la razón descubra ni más derecho que el decretado en cada momento histórico por la mitad más uno de la población.

El individuo en sí, es decir aquella unidad biológica que se encuentra de pronto en el mundo y que va a intentar vivir su vida con un máximo de felicidad y un mínimo de esfuerzo, es lo básico y definitivo en el orden social liberal. Ahora bien, como resulta que las limitaciones de la naturaleza humana obligan al hombre a vivir en comunidad, se infiere que en la base misma de la sociedad subyace el pacto con un reparto concreto de servicios mutuos, que van a permitir al hombre subsistir con un máximo de comodidad en su lucha perenne contra el medio ambiente. A este cuadro simple de proposiciones se añade entonces la solución racionalista, el pensamiento “more geométrico” a la hora de coordinar y dirigir un conjunto de hombres multitudinario y heterogéneo.

En efecto, sentado de entrada cuál es el ORIGEN y el FIN  de toda sociedad, y habiéndose refutado y olvidado los cánones tradicionales, no hay más remedio que erigir otros nuevos que valgan para todos. Mejor dicho, hay que configurar el Derecho según este sujeto universal, común a todos los hombres, que no es otro que el ente racional cartesiano. Para la sociedad liberal que HA DEDUCIDO MATEMÁTICAMENTE lo que el hombre es y lo que el hombre quiere, no hay más remedio que erigir unas leyes que MATEMÁTICAMENTE sirvan a este SUJETO UNIVERSAL que está en el fondo de todos los hombres. Es sobre esta concepción que debe de entenderse la idea roussoniana del “sufragio universal”.

El concepto de la decisión y la resolución social sobre la voluntad del cincuenta por ciento de la población más uno, está, anclado profundamente en esta visión individualista que afecta a todo el sistema liberal. En efecto, previsto el desacorde de pareceres, se opta por la DECISION GEOMÉTRICA de cubrir con el ropaje de garantías y facilidades que se representa el cuerpo social, a la facción mayoritaria de la población. ¿Por qué no se matiza sobre quién o quiénes forman esta parte? Porque en la concepción liberal, todos los hombres son iguales, porque no hay distinción posible ni concebible entre unidades biológicas que a lo único que aspiran es a vivir su vida.

Veamos ahora algunos de los puntos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 4 de Agosto de, 1.789:

- "Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, comprendiendo que la ignorancia, el olvido o el despre­cio de los derechos del hombre son la causa de la infelicidad pública, y de la corrupción del Gobierno, han resuelto exponer en una declaración solemne los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sus derechos y deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, pudiendo en todo instante ser comparados con el objeto de toda institución política, sean mayormente respetados, y a fin de que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora en principios simples e incontestables, tiendan siempre al mantenimiento de la Constitución y a la felicidad de todos. En consecuencia, la Asamblea Nacional recono­ce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Sor Supremo, los siguientes derechos del Hombre y del ciudadano:

1º.- Los hombres nacen libres o iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común.

Sic. O sea que las clases o categorías sociales, la jerarquía, el mando, etc., dejan de tener sentido en sí mismas y se apoyan únicamente, en su razón de ser en el beneficio. La distinción, aunque sutil, es importante porque viene a decir lo siguiente: “el privilegio de fulano o de zutano no es porque responda a un orden natural, o a una concepción orgánica de lo social, sino porque de esta manera esta probado y DEMOSTRADO que las cosas irán mejor, que el beneficio común será precisamente el esperado”. No tendrá sentido, por ejemplo, mantener una población científica con privilegios especiales sobre el resto de la población, sino que se puede DEMOSTRAR que esto vaya a beneficiar al cuerpo socia; entendámonos, se trata de un beneficio que las gentes entienden que es tal, y en caso de duda puedan dilucidar por el sufragio universal, pues está claro que la actividad científica revierte siempre, de una forma u otra, sobre la sociedad.

2º.- El objeto de toda sociedad política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

4º.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no daña a otro: por tanto el ejercicio de los derechos naturales del hombre no tiene otros límites que aquellos que aseguren a los demás miembros de la sociedad, el goce de los mismos derechos. Estos límites solo pueden ser determinados por la ley.

5º.- La ley no tiene derecho a prohibir sino las acciones nocivas a la sociedad. Todo lo que no esta vedado por la ley no puede ser impedido, y nadie puede ser constreñido a ejecutar lo que ella no ordena.

Sic. Está pues claro, que lo que realmente importa es el orden, la estabilidad y la persistencia del cuerpo social. Parece como si estuviéramos delante de un simple reglamento de régimen interior, que a lo único que aspirase es a mantener el silencio  el buen estado de los servicios en todo el establecimiento.

6º.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho de concurrir a su formación personalmente o por representantes.

Sic. Esta es la última consecuencia del pensamiento liberal. La misma modulación del conjunto de normas que van a fijar los límites de las libertades individuales van a ser los mismos interesados, la población en sí. Y como en caso de duda el proceso resolutivo es el sufragio universal, se sobreentiende que el radio de acción del ciudadano respecto a los demás, va a aestar fijado no sobre “lo que debe ser”, sino sobre “lo que quiera que sea”, determinado por la mitad más uno de la población.

12º.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita una fuerza pública; esta fuerza es, por tanto, instituida en beneficio de todos y no para la utilidad particular de aquellos a quienes es confiada.

Sic. Todo parece, pues, o recuerda a una asociación burguesa cuya característica esencial es la defensa interior ante su propia codicia, y la exterior frente a los demás. En la esencia misma del liberalismo, como en la de su filosofía madre, el racionalista, está presente una aguda DEFENSA E INQUIETUD.

LA SOCIEDAD LIBERAL ES UN CONJUNTO DE HOMBRES UNIDOS NO PARA QUE LES PASE ALGO, SINO SENCILLAMENTE PARA TODO LO CONTRARIO: PARA QUE NO LES PASE NADA. ES LA DIFERENCIA CUALITATIVA ENTRE EL GUERRERO Y EL COMERCIANTE.

Distinciones entre el Estado grecolatino y el Estado germánico

Sería un error suponer que el espíritu indoeuropeo fue lo suficientemente compacto y unitario para dar formas de convivencia política que, en lo substancial eran lo mismo en todas partes. A nuestros pensadores queda la noble tarea de precisar las afinidades y diferencias entre el mundo clásico y el mundo germánico. De precisar hasta qué punto llegaron a ser antagónicos y de si, en realidad, en el espíritu organizador de Grecia y Roma no empezaron a manifestarse ya los primeros síntomas de una decadencia.

En Roma se parte de un Estado municipal, de una idea colectiva e impersonal. El Estado es anterior a la persona. Para organizar la vida de un pueblo lo primero que hay que hacer es construir el aparato del Estado. En los pueblos germánicos –por el contrario- el Pueblo consiste en unos cuantos hombres enérgicos que con el vigor de su puño y la amplitud de su ánimo saben imponerse a los demás y, haciéndose seguir de ellos , conquistar territorios, hacerse “señores de tierras”.

Par el romano, el hombre terminó naciendo con derechos. Para el germano los derechos tenían que sr ganados y después de ganados, defendidos. Al germano le interesaba más el derecho a la autoridad que no el derecho a la propiedad. No quiere cobrar en sí, sino mandar, juzgar y tener leales. El Medievo es la continuación natural del germanismo; en él los reinos están formados por feudos, que no son nada más que la concreción social, vital y jurídica de los viejos caudillajes.

El mundo greco-latino es democrático, pero profundamente antiliberal. A su vez, el mundo germánico es antidemocrático pero liberal.  Esto viene a significar que por encima del Reino, de la idea comunitaria que subyace en as naciones incipientes o, incluso, en las ya formadas, está el feudo, es decir el castillo y su señor, y con ellos las tierras conquistadas con la fuerza de la espada, la adhesión indubitable de los súbditos que están bajo su protección, y la convicción profunda de que el principio y fin del derecho, la ordenación de la vida económica y social descansan en él.

La comprensión del fenómeno feudal es básica para entender diez siglos de la historia europea. El mismo fenómeno de la Reforma protestante y de la Contrarreforma se articulan en él, puesto que el primitivo cristianismo como ya apuntábamos en las primeras páginas, se vio enseguida configurado por el espíritu imperial y estructuralista de Roma.

La problemática está hoy latente, quizás más que nunca, la hora de erigir la Gran Europa, y es justamente a nosotros, a los jóvenes, a quienes nos toca la síntesis moderna entre el sentido de la independencia germánica y el espíritu absorbente y sincrético de Roma. ¿Hasta qué punto los mismos son dos facetas distintas y complementarias?

La aparición de la filosofía crítica. El pensamiento moderno

Para nosotros, el estudio de la filosofía que empieza con Kant encuentra su significado en el intento de comprender más perfectamente a Hegel y de poder hacer, consecuentemente, una réplica más eficaz al materialismo histórico de Marx. Sin embargo, tal intento escapa obviamente de los límites del Curso, ni siquiera a título de introducción. Está fuera de nuestras posibilidades, no tan sólo la exposición de la Crítica de la Rezón Práctica y de la Paz Perpetua, de Kant, sino también el obligado paseo por el pensamiento de Fichte y de Schelling, sin el cual ni la lógica ni la Fenomenología del Espíritu de Hegel pueden ser perfectamente comprendidas.

Kantismo y neo-kantismo. Hegelianismo y hegelianismo de izquierdas. El pensamiento de Nietzsche en oposición al de Hegel en la filosofía postkantiana. También Schopenhauer y, ¿por qué no?, Dilthey. Es todo un mundo, el mundo de la filosofía en el que hay que sumergirse para no emerger probablemente por ninguna parte. Y, sin embargo, pesa sobre nosotros la doble obligación intelectual del estudio de tales doctrinas en sí, y del estas preparados en un campo en el que el enemigo ha trabajado especialmente. La acusación de Marx contra Proudhom (Miseria de la Filosofía) de no haber comprendido la dialéctica de Hegel debe ser un aviso para nosotros en el sentido de darnos cuenta hasta qué punto el prestigio de la obra del filósofo alemán es un factor importantísimo a tener en cuenta.

Ni hay más remedio que abordar la sinopsis de la filosofía crítica desde otro unto de vista. Intentando, si es que ello es posible, ver qué grado de parentesco tiene esta filosofía con la época en que está enmarcada. No se quiere decir con ello que adoptemos una actitud parecia a la de Marx, en creer que las formas de pensamiento de cada época son las de su clase dominante, que las utiliza de esta manera para defender sus privilegios, sino simplemente, que la filosofía es en última instancia el hombre, es decir, el filósofo y que éste vive necesariamente inserto en su tiempo. El cartesianismo es, Descartes, y Descartes es un desafecto al espíritu tradicionalista del Medievo, inserto y desarrollado sobre la misma madera del hombre que pudo permitir el crecimiento y la expansión universal del burgués.

Kant lleva hasta sus últimas consecuencias, el estilo de filosofía que empieza en el Renacimiento. Desaloja de la Metafísica los problemas ontológicos y se queda con los epistemológicos. El kantismo, no se preocupa de qué es o de cuál es la realidad, de qué son las cosas o de qué es el mundo, sino de cómo es posible el conocimiento de la realidad. Más que saber, lo que realmente importa a Kant es no errar. El kantismo se halla pues inserto, como el cartesianismo o el pensamiento de Hume, en la suspicacia imperante en la época. La solución que da Kant a los problemas permanentes de la filosofía, son fruto de varios factores entre ellos, por ejemplo, cabría considerar los métodos de trabajo y de estudio de que dispuso, así como la propia tradición intelectual germánica en la que se había educado. A nosotros nos interesa únicamente destacar que el pensamiento de Kant, como el de Descartes son la última consecuencia de un tipo de hombre en el que la falta de confianza en la intuición y en las facultades trascenentes del espíritu, ha llegado hasta sus últimas consecuencias. No es lugar aquí para hacer un análisis de su filosofía; el hombre de Kant surge de una época vacía de afirmaciones contundentes. Su idiosincrasia es radicalmente opuesta a la del hombre clásico que se creyó siempre en el centro del universo, descendiente directo de los dioses, y en una confianza absoluta tanto en su capacidad de dominar la verdad, como la Historia o la Naturaleza.

Hegel y Marx

La interpretación que hace Hegel de la Historia es consecuencia directa de su tríada lógica (tesis, antitesis, síntesis), y el pro­tagonista de la misma es el Espíritu en el sentido que da él mismo a esta palabra.

El principal atributo del Espíritu de Hegel es conocerse, a sí mismo, introspeccionarse. En virtud de esta actitud, reflexiva sobre sí misma, el Espíritu es capaz de mandar sobre sí mismo y darse, a su vez, una ley. Esta actitud creadora de marcarse unas normas de conducta, de imponerse una autodisciplina, en en lo que consiste la auténtica Libertad.

Cuando el hombre vive fuera de sí, pendiente continuamente de su lucha por la subsistencia, el proceso reflexivo no es posible y el espíritu no se manifiesta. El Espíritu aparece en el mundo con el Estado, y la Historia del Estado no es nada más que el progreso en la conciencia de la libertad, el contenido de la Historia Universal.

El espíritu nacional, lo que podemos entender también con el nombre de Pueblo, no es nada más que una versión del Espíritu en un momento y lugar determinado. Un estilo de vivir la Vida, una interpreta­ción que de sí mismo hace el Espíritu.

Los pueblos, con el tiempo, alteran las condiciones contra las que habían luchado en un principio y, a su vez, se alteran a sí mismos, transformándose. En este proceso se manifiesta el desarrollo,­ total del espíritu nacional, y le corresponde en su culminación un ni­vel de Libertad, un grado de perfeccionamiento.

Nos encontramos ante una forma de Estado, y posibilitado por ella, una forma de interpretar la Vida. Este es el nivel que ha alcan­zado el Espíritu en esta peregrinación terrenal por la Naturaleza.
Otro pueblo, en otro tiempo y en otro lugar, empezará su historia, y al final de ella nos encontraremos con otra forma de Estado y con otra forma de desarrollo espiritual concreta. En esta otra manera de ser el Espíritu, y en qué consiste el espíritu nacional de este pueblo, se pondrá de relieve el nuevo peldaño alcanzado por el Espíritu en su subida.

La manera de interpretar la historia que tiene Hegel, presu­pone que el presente es una consecuencia forzada de pretérito, y que este a su vez, es el condicionamiento absoluto del futuro. Nada de lo que pasa podría pasar de otra manera. En el final de los tiempos se vaticina un Estado máximo, con un espíritu nacional tal (leyes, artes, ciencia, etc.) y un nivel de perfeccionamiento en que el Espíritu habrá alcanzado su plenitud definitiva.

Para Marx, que se apropia inmediatamente de la Lógica de Hegel, el protagonista de la Historia no es este ente obscuro y de difí­cil interpretación que el filósofo alemán llamaba Espíritu, sino sencillamente la Naturaleza. Y por Naturaleza se entiende básicamente la naturaleza humana, el hombre biológico. El espíritu nacional de Hegel es sustituido por las relaciones económicas o por la estructura econó­mica si se quiere entender mejor. Ellas son las que determinan las condiciones sociales, la estructura social, y ésta, a su vez, las leyes, el arte, la ciencia, la religión...

Según Marx, la Historia viene presidida por el grado de equilibrio o de relación entre las fuerzas de la producción y las condi­ciones de la propiedad. En un momento dado las primeras contribuyen a levantar el edificio social y ocon6mico en que se parapeta una clase, pero luego lo hacen estallar y se entra en un período de revolución so­cial.

Un ejemplo clásico en Marx es el del monopolio. Para é1, el monopolio moderno no es una consecuencia de la libre, concurrencia ‑co­mo había asegurado Proudhon‑ sino la síntesis del monopolio feudal y ‑de la concurrencia liberal‑burguesa que surgió como antítesis del pri­mero. La estructura social y económica feudal habla originado el mono­polio feudal, el cual subsistió hasta el día en que se implantó la concurrencia libre de la burguesía naciente, esto dio lugar, con posterioridad a dos fenómenos distintos pero paralelos: la destrucción de la estructura económica feudal y la abolición de los privilegios feudales, y el asentamiento de las bases que llevaban a1 monopolio moderno.

En el presente, según Marx, como consecuencia final de la rueda hegeliana que preside 1as relaciones económicas, se va a una con contracción cada vez mayor de capitales y empresas en manos de unos po­cos. Los antiguos artesanos y los pequeños propietarios serán arruinados e irán a engrosar las filas del proletariado. Posteriormente, se darán dos hechos: una progresiva carestía de la clase obrera, frente a un simple enriquecimiento de 1a dominante, y una creciente sensibilización de las gentes que llevará a la revolución social y a un nuevo estado de cosas.

El nuevo estado de cosas será el estado obrero, la dictadura del proletariado. La reconquista de una mayoría de desposeídos de, la riqueza minoritaria de los posesores. La estructura económica inicial será la del totalitarismo comunista que forjará consecuentemente unos nuevos valores y un nuevo tipo de hombre, el hombre comunista. Final­mente desaparecerá el Estado y devendrá el comunismo socialista absoluto.

Análisis final del marxismo

Hay que considerar en primer lugar el carácter intrincado y obscuro en que fue escrito "El Capital". Por otra parte, el materialismo histórico fue ya recordado y circunscrito por el mismo Engels en su tiempo. No puede probablemente hablarse de “marxismo”, tanta es pues la proliferaci6n de interpretaciones distintas y aun opuestas que se han hecho del pensamiento de Marx.

Los vaticinios de Marx no se han cumplido. La revolución so­cialista se hizo en un país agrario y feudal y la crisis de las socie­dades industriales capitalista no han desembocado, por otra parte, en/el caos pre‑revolucionario de la dictadura del proletariado. Lenin ya dijo en su época que la última fase del Capitalismo era el Imperialis­mo y que por ello su agonía sería lenta. Marcuse últimamente ‑agente de la C.I.A., según se ha dicho‑ expuso con toda claridad la problemática de la sociedad. de consumo ante la dialéctica marxista.

La interpretación materialista de la Historia del marxismo es para nosotros insostenible. Sus predicciones económicas indemostrables. Es el pensamiento consecuente de una mente materialista; del que ve en el hombre única y exclusivamente un ente biológico y del que pretende por lo tanto un bienestar puramente vegetativo. EL MARXISMO DEBE DE INSCRIBIRSE DENTRO DEL CONTEXTO REVOLUCIONARIO LIBERAL.

Antes de que Marx elaborara totalmente su teoría, su posición ideológica estaba definida y sabia de antemano que quería encon­trar en la Historia. El Marxismo es el socialismo de siempre galvanizado POR EL METODO FILOSOFICO Y LA CIENCIA de la época. Su finalidad no es otra que el probar "científicamente” que lo que va A SER del mundo es lo que RACIONALMENTE debe ser y que invariablemente, nosotros, seres racionale, deseamos en el fondo que sea

 Identidad entre el liberalismo revolucionario y el comunismo utópico

Se basan en un mismo concepto del hombre, y por lo tanto pretenden sensiblemente lo mismo. La diferencia esta en el procedimiento e, históricamente, la aparición masiva del segundo sobreviene frente al funcionalismo pésimo del Estado liberal.

Hemos visto la génesis del pensamiento revolucionario liberal. Podr1a decirse, incluso, que esta revolución no ha terminado, que es permanente y que se manifiestan en todas aquellas partes en que se reproducen las causas iniciales de la desafección. Así, por ejemplo, vemos que la apetencia liberal se da mayormente en los individuos y en las sociedades profundamente trastornadas por la problemática socio-económicas de la época. ¿Cuál es el tipo de hombre, en nuestros días más
fuertemente atraído por el espejismo de las concepciones liberales?­ ¿No es acaso, el inmigrante, el hijo de inmigrantes, el que ha dejado atrás ‑en una palabra‑ la tierra de sus antepasados, con sus modos, su lengua, sus costumbres? No puede esperarse que lo que nace después de una huida precipitada y dolorosa, originada por la desesperación de la vida familiar y con el arrambamiento de los mitos y tabúes religiosos y morales, esté precisamente incluido dentro del modo de ser tradicional. En este hombre o en esta mujer que, frecuentemente, con su trabajo, con su duro trabajo, se convierte de la noche a la mañana, en el principal soporte económico de la familia, y que fuera ya de su pueblo natal, en un ambiente distinto, no se cree ya con la obligación de dar explicaciones a nadie, es justamente donde reside el prototipo liberal.

Un pueblo de inmigrantes, como es o como fue el de los EEUU de América en el siglo XVIII, formado en buena parte por los desheredados y por los delincuentes de las principales ciudades europeas, no podía ser de ninguna manera, al menos por mucho tiempo, un afecto a la Monarquía y al Imperio encarnados, para ellos en la Gran Bretaña. Se huye, como en el caso de nuestro inmigrante, de todo lo que tenga re­lación con el pasado, con un pasado que es compendio de oprobios y humillaciones, y se abraza incondicionalmente todo lo que gira sobre el hombre y una libertad y felicidad que no se ha tenido nunca y que aho­ra se empieza a vislumbrar.

El hombre y la sociedad tradicional se mantienen y perseveran en aquellas condiciones sociales que permiten la continuidad. Mayormente en las sociedades agrícolas y también en las grandes familias industriales o artesanas. Cuando el hombre no tiene motivos objetivos ni emocionales o sentimentales para huir  y renegar del medio en el que ha nacido y se ha criado; cuando la infancia y el mundo de los mayores es recordado con cariño y admiración, cuando se está orgulloso del pasado de la familia, del pueblo o de la Nación y sobre este respecto fundamos nuestra actuación y levantamos nuestro futuro, entonces están sentadas las bases de una sociedad en el estilo tradicional. El Comunismo, que no es nada más que “el socialismo más la electricidad”, en el decir de Lenin, no es nada más que una de las facciones del socialismo que nace y se desarrolla en el siglo pasado, coincidiendo con el auge de la civilización industrial. Es el socialismo llamado científico y por ello el más convincente, puesto en manos de una raza para servir así a sus propósitos personales.
¿Qué es lo que subyace en la mentalidad de los hombres afectos, en general, al comunismo, sea éste el utópico o el marxista-leninista de los últimos tiempos? Respuesta: el deseo y la necesidad de REORGANIZAR LA SOCIEDAD LIBERAL  para mejor conseguir la utopíaa de aquel paraíso terrenal antropocéntrico que apuntaba tímidamente en la REVOLUCION FRANCESA.

El fin es la Libertad en el sentido de poder hacer lo que el hombre quiera y no lo que realmente deba. El placer, la felicidad, el gozo temporal según la concepción materialista de la vida.

El pensamiento tradicional en el siglo XX

Debemos entender pues, dentro de él todo los intentos surgidos en los últimos cincuenta años que han INTENTADO SUPLANTAR EL HOMBRE LIBERAL-MODERNO por el ARQUETIPO TRADICIONAL EUROPEO. Esta visión renovadora ha cristalizado en los distintos países europeos en otros tantos Movimientos que, salvadas las diferencias geográficas y el “impasse” de los tiempos históricos, han venido a ser siempre las ramas fructíferas de un gigantesco  árbol que sacaba toda su savia y toda su fuerza del magma biológico común a todas las etnias continentales.

Toda raza es portadora de una forma concreta de entender la Vida, la cual es básicamente propia, minguar y por lo tanto irreductiblemente intransferible. La Cultura que esta raza llega a crear es algo que con mucho trasciende a es minúscula facultad de nuestro ser que llamamos Razón. Sólo una concepción del hombre fragmentaria y parcial, como la que tiene el Racionalismo de nosotros, puede incurrir en el error de suponer la viabilidad de una Cultura Universal aplicable a todos. Por el contrario, el Pensamiento Tradicional, nacido de una concepción integral del hombre, vincula la Cultura a la Raza y ésta a su vez a las estructuras sociales que permitirán desarrollarla.

Consciente o inconscientemente movimientos tales como el Fascismo italiano, el Nacionalsocialismo (que no llamaremos alemán pues este país fue tan sólo uno más de los veinte en que existió), el Rexismo belga, Falange Española, la Guardia de Hierro rumana… son los INTENTOS ESPONTÁNEOS (la llamada Internacional Negra sólo existió en la mente de los comunistas) de RECONQUISTAS PARA UNA MANERA DE SER LOS ADELANTOS DE LA ERA MODERNA. No son como algunos pretenden “soluciones” económicas y sociales a los problemas del siglo XX, sino las fórmulas dispares de una Revolución que intenta eliminar  el PROCESO DEGENERATIVO al que nos vemos abocados desde hace 150 años y RESTURAR EL ORDEN PERDIDO, EL NUEVO ORDEN.

Hoy más que nunca podemos ver que el Comunismo NO ES UNA REVOLUCION sino el apéndice y el corolario de la revolución liberal (que no sería tal revolución –dice textualmente el conferenciante- sino una especie de mutación espiritual nacida de un proceso dispersivo, con analogías inclusiva en la Naturaleza viva). NO INTENTA NADA NUEVO y es en última instancia el PENSAMIENTO REACCIONARIO POR EXCELENCIA. Todas sus argumentaciones –inclusive la de las “motivaciones” de los que les llevan la contraria- se apoyan en una visión paupérrima de la Naturaleza del hombre. El “paraíso” que pretende como summun de la felicidad sobre la Tierra –al margen de que sea o no posible- es de una pobreza  y una sociedad incontenibles. No puede, pues, extrañarnos que las obscenidades de un Hebert durante la Revolución Francesa se repitan en los anarquistas de hoy (y de mañana, y de siempre), pues está en definitiva en la base de todo el proceso esta retracción de la Materia sobre sí misma, a la que antes aludíamos, esta exaltación del TAMAS, como dice el brahamanismo, que se revuelve y REACCIONA contra las fuerzas espirituales del Hombre.

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