viernes, 15 de octubre de 2010

Thierry Maulnier, un no-conformista de los años 30 situado más allá del nacionalismo (I de II)

Infokrisis.- El 11 de enero de 1988 el diario El País dio cuenta del fallecimiento de Jacques Talagrand en su domicilio en las inmediaciones de parís cuando contaba 79 años. Desde enero de1964 era miembro de la Academia de Francia. A pesar de que se mantuvo intelectualmente activo hasta la fecha de su fallecimiento, su nombre quedará íntimamente unido a un movimiento conocido como "los no conformistas de los años 30". Talagrand, desde muy joven había utilizado el seudónimo de "Thierry Maulnier" con el que firmó los ensayos que le catapultaron a la fama y que hoy todavía no han perdido actualidad, especialmente Mas Allá del Nacionalismo. Este es el resumen de su aventura intelectual. [Como acompañamiento documental a este tema, hemos encontrado esta extraña filmación que reproduce el fragmento de una conferencia de Marcel Jouandheau, redactor de La Gerbe, y que se movió durante los años de la pre-guerra por los círculos no-conformistas para desembocar finalmente en la colaboración]

Los no conformistas de los años 30

En 1969 apareció una obra que tardíamente logró encontrar un denominador común a toda una generación de escritores franceses de los años 30. En efecto, escrito por Jean-Louis Loubet del Bayle, el ensayo titulado Los no-conformistas de los años 30 suponía el primer intento de sistematización de toda una corriente de pensamiento francés que hasta ese momento permanecía perdida y olvidada como "escuela", a pesar de que muchos de sus miembros hubieran alcanzada fama intelectual en las décadas posteriores: entre ellos "Thierry Maulnier", pero también Emmanuel Mounier o Pierre Maxence.

Desde principios de los años 20, Europa estaba dividida en dos bloques: marxismo y anti marxismo. Sin embargo, hacia finales de la década, un conjunto de intelectuales intentaron la definición de una "tercera posición" en un momento en que el campo antimarxista estaba dividido entre fascismo y derecha liberal y el campo marxista entre socialdemocracia y comunismo. Es innegable que los "no conformistas" franceses simpatizaron con el fascismo, sin embargo, la agresividad y las rivalidades históricas entre Alemania y Francia, les indujeron a derivar su pensamiento hacia otras latitudes, evitando identificarse excesivamente por el fascismo alemán.

Por otra parte, el fascismo francés jamás atribuyó excesivo interés al catolicismo (a diferencia del rumano). Se da la paradoja incluso de que Action Française que, de alguna manera, fue el semillero de casi todas las "ligas fascistas" de los años 20 y 30, aún siendo oficialmente católica, estaba excomulgada por el Vaticano. Los "no conformistas", a diferencia de los escritores franceses puramente fascistas como Drieu la Rochelle, Jouhandeau o Céline, albergaban a destacados militantes católicos como Emmanuel Mounier que elaboró su propio sistema, el "personalismo". Otros "no conformistas", sin embargo, habían pasado por las filas de Action Française, pero el catolicismo de esta organización no pareció dejar huella en su pensamiento.

Los no-conformistas nunca cristalizaron como grupo político, pero si constituyeron media docena de revistas en las que siempre solían colaborar las mismas personas. Se trató, pues, de un movimiento más intelectual que político, aun cuando la politología constituía lo esencial de su reflexión intelectual.

Loubet del Bayle en su obra reconoce la existencia de tres grandes corrientes entre los "no conformistas de los años 30". La primera estará formada por la revista Esprit (que todavía se publica en la actualidad), formada en 1931 en torno a Mounier y en torno a cuyo equipo redaccional irá cobrando forma con el paso del tiempo la doctrina "personalista". En segundo lugar la "Jeune Droite" formada casi exclusivamente por disidentes de Action Française (entre ellos Thierry Maulnier, Pierre Maxence y Jean de Frabrègues) que animarán revistas cómo Les Cahiers, Reaction pour l’Ordre, La Revue Française o La Revue du Siècle. Finalmente, el grupo Ordre Nouveau formado en torno a la revista del mismo nombre y en el participarán como figuras señeras Arnaud Dandieu y Robert Aron.

El grupo Ordre Nouveau

Vale la pena extenderse algo más sobre estos grupos. El precedente de Ordre Nouveau es el grupo Le Club du Moulin Verd formado en 1929 por Alexandre Marc que inicialmente no tiene un carácter político sino religioso y ecuménico. Solamente, a medida que el club va realizando actividades, se adentra en el terreno político-social dando lugar al grupo Ordre Nouveau en el que ya participan Robert Aron y Arnaud Dandieu. Tres años después aparecerá la revista del mismo nombre que sumará a los nombres ya existentes los de Daniel-Rops, Jean Jardin y Denis de Rougemont. Entre tanto, Aron y Dandieu ya habían escrito sus ensayos sobre la Decadencia de la Nación francesa, El cáncer americano y La Revolución necesaria, trilogía que forma el sustrato teórico del grupo.

El grupo no difiere excesivamente de las otras dos componentes del movimiento de los no-conformistas de los años 30, incluso admite la orientación personalista ya presente en el grupo Esprit de Mounier y el federalismo que está algo más acusado que en las otras dos componentes. De hecho, cuando se disipe el trauma de la II Guerra Mundial, los miembros de este grupo -especialmente Aron y Rougemont- reaparecerán en la escena como integrantes del movimiento federalista europeo.

No son fascistas -en general pocos no-conformistas de los años 30 se orientaron hacia el fascismo como tal- repiten una y otra vez que es preciso realizar una "revolución espiritual" que conciben como el arranque para alcanzar un "orden nuevo" en el que el "desorden capitalista y la opresión comunista, el nacionalismo homicida y el internacionalismo impotente, el parlamentarismo y el fascismo" serán superados para crear un sistema a medida de los humano y de su personalidad. Se ha dicho que su orientación intelectual es tributaria de Proudhom y de los socialistas utópicos franceses, del primer existencialismo de Kierkagaard, de la filosofía de Nietzsche o del misticismo ingenuo de Péguy.

El grupo Jeune Droite

En cuanto a la Jeune Droite, es inevitable, para comprenderla, hacer referencia a la obra de Nicolás Kessler aparecida no hace mucho, Histoire de la Jeune Droite (1929-1942), voluminoso estudio sobre el fenómeno. En tanto que herederos del maurrasianismo, recibieron también la influencia de Henri Massis y Jacques Maritain, escritores católicos ambos que influirán decisivamente en la orientación doctrinal del grupo. Por esas fechas, Maritain ha escrito Antimoderne y Massis su obra emblemática La Défense de l’Occident que serán glosadas ampliamente en las primeras publicaciones de la Jeune Droite, especialmente en los Cahiers de Jean-Pierre Maxence y en la revista Réaction de Jean de Fabrègues. Se trata de revistas en las que el catolicismo es militante, atraído por la Edad Media y la experiencia de las cruzadas. El "nacionalismo integral" de Maurras está muy atenuado e incluso son perceptibles fugas hacia la idea europea en tanto que posible cristalización de la "catolicidad medieval".

La Jeune Droite no se define ni como individualista ni como materialista (y en esto coincidirán con las otras dos corrientes no-conformistas). En su lugar afirman los valores humanistas y cristianos. Su catolicismo es "social", está muy inspirado por Pío X y por los intelectuales cristianos de la época especialmente por Bernanos y Péguy a los que consideran sus maestros. Redescubren el tomismo a través de Maritain. El grupo, a pesar de tener una componente católica no desdeñable, dista mucho de ser coherente. Desde siempre Pierre Maxence y Jean de Fabrègues protagonizan disputas frecuentes. Cuando llega la condena del Vaticano a Action Française en 1927, todavía permanecen fieles a Maurras y Fabrègues tardará todavía unos años en romper políticamente con él.

En 1929 ya han llegado a dos conclusiones: el crac de ese año les ha confirmado en su consideración de que el capitalismo es detestable y se les hace tan odioso como el dirigismo soviético. Buscando en la tradición intelectual francesa encontrarán los escritos corporativistas de René de La Tour du Pin y la doctrina social de la Iglesia enunciada por León XIII. Su objetivo será siempre la instauración de un "orden social cristiano".

Junto a los miembros de Ordre Nouveau elaboran un "personalismo de derecha" e intentan establecer un pacto de unidad de acción con el grupo de Mounier. La idea inicial era lanzar un Frente Común de la Juventud, para el que cuentan también con contactos fuera de Francia. Hasta principios de 1934, todo este sector se manifiesta como católico, a pesar de que en su seno ya están presentes elementos agnósticos (Maurice Blanchot, Claude Roy y Thierry Maulnier). Hasta ese momento habían opuesto al nacionalismo integral de Maurras un extraño nacionalismo humanista y universalista que desaparecerá cuando Maulnier entre en el grupo y publique Más allá del nacionalismo.

Cuando tienen lugar en París los sucesos de febrero de 1934 (protestas tumultuosas contra la corrupción que ocasionan decenas de muertos) la Jeune Droite ha logrado una unidad doctrinal que, paradójicamente, no se traducirá en el mismo comportamiento político para todos sus miembros. Habían llegado a la conclusión de que los sucesos de febrero del 34 suponían un verdadero "sobresalto espiritual" que impulsaría una revolución personalista y comunitaria de carácter anticomunista y anticapitalista. A eso lo llamaban "la revolución del Orden". Sin embargo, en ese momento en el que han encontrado una desembocadura teórica a su proyecto, los distintos elementos del grupo se disgregan: Jean Pierre Maxence se adhiere a Solidarité Française, mientras Maulnier se suma al Partido Popular Francés de Jacques Doriot. Otros acaban sosteniendo la causa del Conde de París, pretendiente a la corona de Francia, renovando los planteamientos y las aspiraciones de esta tendencia del monarquismo legitimista francés.

La llegada al poder del Frente Popular de León Blum radicaliza a todos estos grupos. Algunas consignas que podían leerse en las revistas de este sector entre 1936 y 1938 son significativas: "Francia intoxicada por la política", "El terrorismo como método de salud pública", "Abajo la cultura burguesa", "Nos disgusta Francia", "Desobediencia a las leyes" o, el título de un artículo del propio Thierry Maulnier: "Queremos agitadores".

La Joven Derecha busca más allá de las fronteras francesas a equivalentes intelectuales. Los encuentran en la revolución conservadora alemana hasta el punto de que Maulnier escribe el prólogo a la obra de Arthur Moeller van den Bruck, El Tercer Imperio, y ellos mismos editan las primeras traducciones de obras de  Ernst von Salomon. Terminan variando su postura hacia el nazismo alemán, pero nunca se adhieren completamente a él, ni al fascismo mussoliniano. Su origen maurrasiano les pesa mucho: ven en el nazismo al "espíritu eterno de la Alemania, romántico y bárbaro" y contraponen el "corporativismo" de Mussolini al de La Tour du Pin, permaneciendo fieles al segundo. Cuando en 1938 la guerra parece inevitable en Europa, ellos se muestran pacifistas pero aparecen algunos artículos solicitando el rearme espiritual y militar de Francia, denunciando que el país está indefenso y desarmado. En junio de 1940, cuando las tropas alemanas desfilan en los Campos Elíseos, el peor fantasma previsto por la Jeune Droite se acaba de materializar.

A partir de ese momento, algunos miembros de la Jeune Droite colaborarán con la "Revolución Nacional" de Vichy y con su jefe el Mariscal Petain. Algunos de ellos juzgan que el mariscal es aquella persona predestinada para dar nuevamente forma a la nación francesa y sacudir las bases del "régimen podrido" en el que se había convertido la república. Cuando se produce la llegada de los aliados y la consiguiente depuración, todo este ambiente desaparece. Ya no hay más revistas, ni más iniciativas de la Jeune Droite. Muchos de ellos se han aburguesado o simplemente han desaparecido de la escena. Sin embargo, el hecho de que a finales de los años 60 apareciera la Nouvelle Droite es altamente tributario de la proximidad física y temporal con la Jeune Droite. En efecto, si bien la Jeune Droite puede ser considerada como la forma que adoptó la "revolución conservadora" en Francia, no es menos cierto que la Jeune Droite, como movimiento cultural es lo que desde los años 70 es la Nouvelle Droite.

El grupo Esprit

Mounier se levanta también contra el "desorden establecido" para afirmar su "revolución personalista y comunitaria". ¿Qué es el personalismo? Sería excesivo considerarlo una escuela filosófica, como máximo es una corriente de pensamiento que aparece como reacción al individualismo y al materialismo, haciendo de la "persona", el ser humano diferenciado y con rostro propio, frente al átomo exactamente igual a otros átomos como él. Para que el ser humano así concebido, como persona, puede desarrollarse en la sociedad precisa de un marco que facilite y potencia sus cualidades. Ni el liberalismo ni el materialismo lo favorecen. Mounier desarrolló su sistema con esa doble intención: combatir al capitalismo y al marxismo. Para Mounier en el cristianismo estaba la respuesta y los fundamentos para definir esa "tercera posición".

Influido por las especulaciones kantianas y por el existencialismo de Kierkagaard (como otros no conformistas de los años 30), Mounier debe casi todo al filósofo católico Jacques Maritain, incluso la acuñación de la palabra "personalismo". El personalismo tiene en cuenta lo que denomina "la dimensión religiosa del ser humano" pero, paradójicamente, se configura como una forma extrema de "humanismo integral". Cuando las ideas de Maritain llegan a Mounier este se cuida especialmente de definir qué entiende por "persona". Y escribe: "Una persona es un ser espiritual constituido como tal; mantiene esta subsistencia por su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una conversión constante: unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla, por añadidura, a impulsos de actos creadores la singularidad de su vocación". Luego, a partir de aquí, distingue entre "cuerpo" y "espíritu", lo material y lo inmaterial que forman el todo que define al ser humano.

Desde el punto de vista del comportamiento cotidiano, Mounier recomienda la lucha contra el egocentrismo y el individualismo, lo que llama "salir de sí mismo". Esto facilita la aparición de una empatía entre los individuos de la misma comunidad: situarse en el punto de vista del otro. La empatía debe facilitar el entendimiento con los demás y el intercambio de experiencias con los demás. El comportamiento que resulta de este punto de vista es un altruismo ("dar sin reivindicarse como individuo"), de manera desinteresada. Y, finalmente, la vida es considerada como una "aventura creadora". Éste último punto parecía ser el zeitgeist de la época: vivir la vida como aventura.

Personajes del catolicismo como Gabriel Marcel o Karol Wojtyla, se sumaron al personalismo de Mounier. Las consideraciones ideológicas de Mounier le llevaron por senderos contradictorios. Si bien algunos miembros de su entorno, a principios de los años 30, habían pertenecido a Action Française y todos, sin excepción, eran católicos, la coloración de sus ideas fue a partir del último tercio de los años 30, difícil y complicado. Después de la guerra, el grupo se dispersó, a pesar de que la revista creada por Mounier en 1930 sobreviviera hasta nuestros días: Esprit.

Desde el principio, Mounier se preocupó mucho de mantener las equidistancias entre el "capitalismo" y el "marxismo", pero ¿dónde quedaba el fascismo? A Mounier no se le escaba que era un fenómeno político antiliberal y, por tanto, anticapitalista, pero había algo en el fascismo que le repugnaba: la uniformización de las masas y esas formas y rituales en los que la personalidad parecía desaparecer en beneficio de un colectivo que desdecía sus tesis sobre la "persona".

Cuando se produce el desplome del Estado francés tras la invasión alemana, Mounier, católico no se olvide, sigue durante unos meses con interés la experiencia de la "revolución nacional" propugnada por el Mariscal Petain que, a fin de cuentas, no es más que un gobierno católico y paternalista. Pero la deriva autoritaria de Vichy, así como su alineación con los alemanes, le induce a distanciarse del régimen que, por lo demás, había autorizado la publicación de Esprit. A finales de 1941, Mounier entra en contacto con Combat, uno de los grupos de la resistencia, cuando Esprit ya ha sido prohibido. Será arrestado y liberado poco después tras protagonizar una dramática huelga de hambre. En la paz se convierte -como buena parte de los no conformistas de los años 30- en uno de los puntales de la "amistad franco-alemana" (creará el Comité Francés de Intercambio con la Nueva Alemania) y uno de los profetas de Europa, cuando las cancillerías europeas empiezan a tomar contactos para impulsar lo que luego será el Mercado Común Europeo. Mounier no podrá ver plasmarse nada de todo esto. Muere tempranamente de un ataque al corazón con apenas 44 años.

Hoy es un pensador muy discutido incluso dentro de la Iglesia. Algunos le atribuyen la creación de la "leyenda negra" sobre el papel de Pío XII durante la guerra mundial, al haber evocado sus "silencios". Así mismo, el personalismo ha sido adoptado como doctrina complementaria en sectores tan diferentes como la democracia cristiana, la extrema-izquierda de origen católico o incluso en los medios falangistas españoles.

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