jueves, 14 de octubre de 2010

ROBERT KAGAN: UN HOMBRE QUE HABLA CLARO

Redacción.-Robert Kagan, cómo no, es un straussiano notorio y, como la mayoría de ellos, judío-norteamericano. A Robert Kagan puede reprochársele cualquier cosa, menos su claridad. No es un cualquiera. Titulado en las universidades de Harvard y Yale, ha escrito varios libros sobre la historia diplomática estadounidense y las tradiciones que explican la política exterior actual de su país.


Colaborador habitual del Washington Post, estuvo a cargo del Comité de Asuntos Interamericanos en el Departamento de Estado norteamericano y fue el principal redactor de los discursos del Secretario de Estado. Es miembro de la Fundación Carnegie por la Paz y del extremadamente influyente Consejo de Relaciones Internacionales (CFR), uno de los centros de planificación del “poder mundial” de los EEUU desde el primer tercio del siglo XX. Kagan vive hoy en Bruselas, cerca del núcleo de decisión de la OTAN. Además, le preocupan particularmente las relaciones entre la Unión Europea y EEUU. Seamos más claros: desprecia a Europa a quien considera como un enemigo potencial que no ha sabido agradecer lo que EEUU ha hecho por ella. Así lo ha dicho en varias entrevistas realizadas por la prensa europea.

Su último libro, Poder y debilidad (“Power and Weakness“), está dedicado a examinar desde el punto de vista de un conservador halconizado norteamericano la naturaleza del “desencuentro” con Europa. Vale la pena seguir algunas de sus tesis. Véanse algunas de las perlas cultivadas de esta preciosa obra: "Los que tienen más poder tienden a usarlo y a creer en la legitimidad de ese poder", "Los países débiles siempre han querido tener mecanismos para limitar el poder de los que lo poseen", "Son ustedes, los europeos, quienes están aislados, porque los métodos que utiliza Europa para relacionarse y entenderse con el mundo no pueden aplicarse fuera de Europa", "El orden mundial se basa en el poder (relativamente benévolo) de Estados Unidos, a lo largo del siglo". "Si la única potencia que puede afrontar las nuevas amenazas no tiene esa legitimidad, el mundo occidental no podrá enfrentarse a ellas".

Pero donde Kagan se muestra más iracundo es en la valoración del papel jugado por las NNUU: "No hemos de ser simplistas, no se hallará la legitimidad en el Consejo de Seguridad. Tengan en cuenta que los presidentes norteamericanos nunca creyeron en la ONU", "La mayoría de los europeos cree que el Consejo de Seguridad de la ONU es la única garantía de multipolaridad"… "Creo que hay muchas ventajas en un mundo unipolar". A decir verdad, Kagan desprecia la legalidad internacional que puedan suponer las NNUU y cualquier otro organismo internacional, incluidos los tribunales de justicia. Cualquier resolución de estos organismos que pudiera ser considerada como hostil a los intereses de EEUU debería ser respetada por este país. Y explica esta posición argumentando contra toda lógica que estos organismos están compuestos por “comunistas antimercado, no cristianos y dictaduras antidemocráticas”. Para colmo, EEUU es la nación elegida por Dios, así pues nada ni nadie –y por supuesto ningún organismo internacional- pueden interponerse entre Dios y los EEUU. “O sustituirán a Dios o sustituirán a los EEUU”. Por eso, las NNUU son el verdadero enemigo…

Buena parte del ensayo Poder y debilidad (EEUU es la encarnación del poder y Europa la debilidad manifestada), Kagan establece que los europeos mantenemos una visión kantiana del mundo; nos reprocha que creamos en la paz y que ésta sea alcanzable mediante consensos. Para él, la postura “normal” es la americana: "para EEUU, la verdadera seguridad siguen dependiendo de la posesión y el uso del poderío militar". La acción militar unilateral sería una muestra de poder; el pactismo europeo, el reflejo de su debilidad. Kagan olvida que Kant no era ningún alucinado ni un buenista ingenuo, en su ensayo Por la Paz Perpetua, reconocía que la paz era tarea bien difícil, pero que merecía la pena tratar de alcanzarla mediante el derecho internacional. Tampoco era un pacifista a ultranza, la guerra era para él la ultima ratio para resolver conflictos que no podían solucionarse de otra manera, pero criticaba a quines utilizan la guerra "no según leyes universalmente válidas, sino con la fuerza y según criterios unilaterales".

En Estados Unidos más del 70% de los ciudadanos está a favor de la guerra y en Europa más del 70% está en contra de la guerra. Kagan en su obra parece desconocer que desde hace 2000 años, Europa ha sido el teatro de guerras y enfrentamientos fratricidas, mientras que EEUU, desde la guerra civil de 1960, solo ha sufrido los ataques del 11-S. El pueblo norteamericano desconoce los efectos de una guerra moderna sobre su propio territorio. Europa es la voz de la experiencia y de la sabiduría en esto de la guerra. Kagan sostiene que las dos guerras mundiales del siglo XX han hecho posible que los europeos trataran de crear un sistema en el que la guerra quedara obsoleta, mientras que EEUU, al otro lado del océano, vive en un mundo “mucho más peligroso en el que la acción militar sí que está justificada”.

Kagan olvida que no todo es potencia militar en el mundo extremadamente complejo del siglo XXI. La UE es hoy la primera potencia económica y comercial del mundo. Olvida que la UE está camino de consolidar una misma actitud en política exterior y de defensa y que sus 420 millones de habitantes tienen un buen nivel cultural, están unidos por un conjunto de valores que definen la identidad europea y que confieren credibilidad objetiva a Europa ante los efectos negativos de la globalización. Kagan olvida –acaso por que le tiene absolutamente sin cuidado- que la UE aporta el 60% de la ayuda oficial al desarrollo y de la ayuda humanitaria mundiales y que en las zonas castigadas de Bosnia-Herzegovina y Kosovo asume el 80% de la ayuda a la reconstrucción y el 80% de las fuerzas de paz. En otras palabras: la UE es, mal que le pese a Kagan, un actor internacional de primero orden. Alude irónicamente, a la “misión civilizatrice” europea empeñada en jugar a la contra con el poder americano, olvidando que es “débil”. Para Kagan, lo esencial de esa debilidad es el aspecto militar “el poder, la fuerza militar de EEUU, ha producido una propensión a usar ese mismo poder; la debilidad militar de Europa ha producido una comprensible aversión hacia el ejercicio del poder militar… un interés por habitar un mundo donde el poder militar no importa, donde predominan la ley y las instituciones internacionales”. Todo lo que Europa hace, lo hace desde la debilidad y, por tanto, tiene el sello de la debilidad. Y, como todos los débiles, buscan la “paz perpetua” que les evite el compromiso. Este razonamiento lleva hasta Kant. Los EEUU, por el contrario, ven en el escenario mundial fuerzas anárquicas que actúan sin control, frente a las cuales, los EEUU han decidido ejercer su poder. Kagan opina que, en la actual situación, no se puede confiar en leyes y reglas internacionales, sino que la seguridad real y la defensa y promoción de un orden liberal depende del poder militar. Su exposición teórica se acompaña por una síntesis gráfica que parafrasea el título de un best-seller norteamericano: “los americanos son de Marte y los europeos son de Venus”.

Sin embargo, las tesis de Kagan son equívocas. Tiene razón en afirmar que en la escena internacional actúan fuerzas descontroladas y que la confianza de Europa en los organismos internacionales se debe a su falta de decisión. Acierta en la desproporción tecnológica existente entre el poder militar americano y el europeo, pero las cosas son mucho más complejas de cómo nos la cuenta: para Europa es cuestión de tiempo el unificar políticas exteriores y de defensa, es cuestión de tiempo el concentrar parte de su presupuesto hoy destinado al desarrollo de las zonas deprimidas del continente y a financiar la modernización de estructuras de las nuevas incorporaciones a la Unión, para mañana aumentar la inversión en tecnologías de defensa. ¿Veinte años? No, más. En ese tiempo, los EEUU, que llegaron al límite de su poder con el derribo escenificado de la estatua de Saddam Hussein en Bagdad, solo les queda declinar. El declive se está produciendo ya en estos momentos: por que EEUU vive una guerra civil racial y social, larvada, soterrada, pero no por ello menos real. Y un no menos real déficit público sin precedentes en la historia de la humanidad.

EEUU no es, como quiere Brzezinsky y sus compañeros, la “Nueva Roma”… muchas de sus características recuerdan a Cartago, pero es que, además, EEUU son la inversión, el reflejo especular de la antigua grandeza de Roma. Roma se podía jactar de ser civilizadora. El propio Brzezinsky en el primer capítulo de su “Tablero Mundial”, reconoce “cierta tosquedad” a la cultura norteamericana. A partir de ahí, puede deducirse que Kagan elude aspectos esenciales de la cuestión. Su libro tiene la virtud de explicar el núcleo duro del pensamiento conservador americano en versión apta para observadores europeos. Porque Kagan, calla lo esencial: que esta geopolítica expansiva, esta voluntad de poder fuera de toda medida, tiene una médula mística que resulta evidente al examinar de cerca las declaraciones de algunos líderes políticos y personajes públicos de la vida americana. Ya hemos visto una de las componentes de esta doctrina esotérica a través de Leo Strauss, apta sólo para los “filósofos”. Hemos terminado el capítulo anterior diciendo que los “filósofos” difunden entre las masas una combinación de nacionalismo y religión, como mitos necesarios para ejercer el control sobre las masas. No es raro que la base sociológica del neoconservadurismo norteamericano esté formado por los llamados “cristianos renacidos”.

(c) Ernesto Milà - infoKrisis - infokrisis@yahoo.es