Infokrisis.- Debió ser un artículo que no llegamos a concluir y para el que estábamos reuniendo documentación. El archivo de debió perder en alguno de los cambios de ordenador. Fue escrito en torno a 2003 y hoy lo he reencontrado casualmente. Dado que en castellano apenas existen referencias conspiranoicas sobre la muerte de Lincoln (otro gran misterio de la historia norteamericana y, como todos los demás, no resuelto por la historia), aprovechamos la ocasión para reproducirlo aquí. Nos pintan a un Lincoln anticlerical y obsesionado con las órdenes religiosas católicas.
Notas sobre el asesinato de Abraham Lincoln
Sin duda, uno de los personajes más desagradables en toda la historia norteamericana, es Abraham Lincoln, fue el primero en manejar el doble lenguaje para invadir el Sur y someterlo, utilizando como excusa algo que, tanto a él como a la mayoría de norteamericanos de la Unión, les traía absolutamente sin cuidado: la emancipación de las gentes de color. Pero no es el momento de debatir sobre las razones que llevaron a Lincoln a declarar la guerra al sur, sino a recordar que se trataba de un fanático religioso obsesionado con los jesuitas y con la persecución que según él habría desencadenado Roma. En una Carta de Lincoln a la Nación, escribía algunos párrafos propios de un paranoico:
“El hombre no debe preocuparse de su muerte con tal que muera en su puesto de honor y deber. Pero puedo agregar que tengo el presentimiento que moriré a través de la mano de un asesino. El papa y los Jesuitas, con su infernal Inquisición, son los únicos poderes organizados en el mundo que tienen como recurso la daga del asesino, para asesinar a quienes ellos no pueden conquistar con la espada o convencer con sus argumentos. Desgraciadamente, yo siento mas y mas cada día, que no es en contra de los americanos del Sur, solamente, contra quienes estoy luchando, es más en contra del Papa de Roma, sus pérfidos Jesuitas y sus ciegos y sanginarios esclavos. Esta guerra civil parece ser sólo un asunto político para quienes desconocen la verdadera naturaleza de las cosas. Pero es más una guerra religiosa que una guerra civil. Roma quiere gobernar y degradar el Norte, así como ha gobernado y ha degradado el Sur, desde el mismo día de su descubrimiento. Son pocos los líderes del sur que no están bajo la influencia de los Jesuitas, a través de sus esposas, relaciones familiares y sus amigos varios miembros de la familia de Jeff Davis pertenecen a la Iglesia de Roma. Pero es muy cierto que si el pueblo americano supiera lo que yo sé, del odio feroz de los sacerdotes de Roma, contra nuestras instituciones, nuestras escuelas, nuestros más sagrados derechos, y nuestras amadas y atesoradas libertades, ellos los echarían de entre nosotros o los ejecutarían como traidores. La historia de éstos últimos mil años nos nuestra que dondequiera que la Iglesia de Roma se encuentre ha sido una daga para herir el pecho de una nación libre, ella es una piedra a su cuello para paralizarla, y prevenir su adelanto por los caminos de la civilización, ciencia, inteligencia, felicidad y libertad. Esta guerra nunca habría sido posible sin la influencia siniestra de los Jesuitas. Nosotros se lo debemos al papado, el hecho que ahora nosotros vemos nuestra tierra enrojecida con la sangre de sus hijos más nobles. Aunque había grandes diferencias de opinión entre el Sur y el Norte sobre el problema de la esclavitud, ni Jeff Davis, ni cualquiera de los lideres de la Confederación se habrían atrevido a atacar el Norte, sino fuese por haber confiado en las promesas de los Jesuitas. Con la máscara de la Democracia, las armas de los Católico Romanos y las armas de Francia, el Sur nos atacó. El Profesor Morse me ha contado sobre las conspiraciones iniciadas en la misma ciudad de Roma para destruir a esta República. El pueblo no sabe cómo los sacerdotes, las monjas, y los monjes que llegan diariamente a nuestras costas, bajo el pretexto de predicar su religión, de instruir personas en sus escuelas, cuidar de enfermos en sus hospitales, son nada más que emisarios del Papa, de Napoleón y de los otros déspotas de Europa, para socavar nuestras instituciones, para apartar los corazones de nuestro pueblo de nuestra constitución, y nuestras leyes, destruir nuestras escuelas, y preparar un reino de anarquía aquí como lo han hecho en Irlanda, en México, en España, y donde quiera que estén personas que quieran ser libres".
La carta está firmada por Abraham Lincoln, fue escrita durante la fase final de la guerra civil y, es regularmente citada por toda una línea literaria conspiranoica en la que se culpa a los jesuitas de todos los males que llevaron a la guerra civil de 1860-65.
En 1886 un ex-sacerdote por el nombre de Charles Chiniquy escribió un libro titulado Cincuenta Años en la Iglesia de Roma que escribió sobre el asesinato de Lincoln como una gran conspiración católica. Chiniquy mantenía que Jefferson Davis había ofrecido 1.000.000 de dólares para quien matara a Lincoln. Chiniquy, previamente, había sostenido que "...los Jesuitas solamente podrían seleccionar a los asesinos, entrenarlos, y podría mostrarles una corona de gloria en el cielo...". Booth fue la herramienta de los Jesuitas, corrompido y dirigido por el Vaticano. Lo curioso es que Chiniquy fue denunciado por calumnia por un obispo católico. El juicio tuvo lugar el 20-22 de mayo de 1856 en Urbana, Illinois, y el abogado defensor no era otro que Abraham Lincoln. Lincoln ofreció un arreglo, pero Chiniquy interpretó el pago como una victoria sobre la iglesia. Siempre consideró que los jesuitas culpaban a Lincoln de la sentencia contraria. En 1897 Thomas M. Harris, miembro del ejército de los EEUU, escribió un libro, recién terminada la guerra civil, titulado la “Responsabilidad de Roma por el Asesinato de Abraham Lincoln”. En 1924, la responsabilidad de los jesuitas volvió a estar de actualidad con la aparición de “La Verdad Suprimida” de Burke McCarty (1924). El último texto de la serie conspiranoica sobre el asesinato de Lincoln se publicó en 1963, su título era El Asesinato de Abraham Lincoln y el autor Emmett McLoughlin. Recordaba que la mayoría de Católicos americanos estaban a favor de la esclavitud y opuesto a Lincoln. El Papado habría considerado a Lincoln como su mayor enemigo, y el libro recordaba otros episodios en los que se rumoreó el papel de la Iglesia en numerosos casos similares.
Sea como fuere, lo cierto es que ya en la época, existía un fuerte movimiento político de matriz evangélica, antipapista, por supuesto y antijesuita como moda de la época, que intervenía políticamente y de cuyo núcleo fundamental surgió el movimiento “fundamentalista” y “creacionista”
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