viernes, 15 de octubre de 2010

Notas para entender el siglo (I de V). PERSPECTIVA INTERNACIONAL. Las líneas de derrumbe del sistema mundial y de la globalización (5). El papel histórico de Obama

a. Nada nuevo con Obama… salvo la crisis

Justo en el momento en que se empieza a evidenciar la crisis del imperio americano aparece la figura de Barak Obama considerado como una "bocanada de aire fresco" en la política mundial o como el "Zapatero mestizo". Sin embargo, Obama no representa nada nuevo en América: tras él están las mismas fuerzas económicas que ya estaban presentes a partir en la historia de los EEUU, las dinastías financieras agrupadas tras siglas e think-tanks influyentes. La América de los Rockefeller y del "dinero viejo", la América del CFR, la América populista promocionada mediante las técnicas del "entetanimiento", esto es del espectáculo convertido en forma de hacer política.

Obama no es más que el personaje que aparece en una situación nueva (una crisis económica sin precedentes) con una imagen populista destinado a generar esperanzas en las minorías étnicas (las más afectadas por la crisis y a las que, por tanto, hay que dar esperanza y confianza en el futuro) y, ante la imposibilidad de seguir manteniendo el gasto militar y el "esfuerzo imperial", aportar un rostro "amable" que anteponga la sensación de "amor a la paz", "diálogo mundial", frente a la sensación de derrota y declive "imperial".

b. Las iniciativas de Obama en política exterior como síntoma

En el primer semestre de su mandato, el gobierno de Obama no se ha caracterizado por grandes cambios de orientación, confirmando que, muy lejos de constituir una innovación en la "ideología americana", es más de lo mismo. Ayudas a la banca, pobres resoluciones en la reunión del G-20, cierre de Guantánamo (y marcha atrás), promesas de acción rápida contra la crisis y los conflictos bélicos, anuncio de retirada limitada de tropas de Irak en 2009, plan de estímulo económico consistente en limitar el gato público medio billón de dólares… y, eso sí, reuniones con dirigentes iberoamericanos, europeos, de la OTAN, con tropas en Irak. Nada más: poco para un "dirigente cósmico".

La actitud de la administración Obama no cambia en relación a Oriente Medio, prosiguen las bravatas contra los países del "eje del mal" (Corea del Norte e Irán),  la retórica sobre la "lucha contra el terrorismo internacional" se sigue utilizando como eje de la política exterior en función de la cual se justifica cualquier actitud. No existe ni siquiera la evidencia de una nueva relación de los EEUU con el resto del mundo que borre la sensación de prepotencia que se ha ido transmitiendo en la administración Bush.

Obama no es sino el representante del "dinero viejo" (paradójicamente más liberal, e incluso fabiano, que las nuevas formas de capitalismo americano, el "dinero nuevo" que acompañó a Ronald Reagan en su ascenso) y de los intereses de las "dinastías" formadas a mediados del siglo XIX en los EEUU

c. El acuerdo de limitación nuclear

De todas las manifestaciones políticas realizadas por Barak Obama sólo una es altamente significativa: el inicio el pasado 19 de mayo de las conversaciones entre EEUUU y Rusia sobre la reducción de armamento nuclear estratégico. Esta iniciativa confirma que Obama está a favor de la "reducción de armamento nuclear". La cuestión es por qué. Obama proclamó antes, en Praga, su intención de proponer la reducción de cabezas nucleares a 1.000 por superpotencia y a trabajar para la prohibición de las pruebas nucleares (cuyo tratado no está firmado desde 1996). El actor Michael Douglas, "embajador de paz en la ONU" comentó que Obama firmaría en un plazo máximo de dos años. Antes, los neocon habían roto unilateralmente el acuerdo ABM sobre mísiles antibalísticos firmado en 1972,  lo que llevó a Rusia a retirarse del acuerdo START-II que contemplaba la prohibición de mísiles intercontinentales dotados de cabezas múltiples.

Detrás de este giro en la estrategia nuclear norteamericana lo que se esconde es el enorme coste de mantenimiento de los arsenales nucleares. Washington ha optado por lo que se conoce como armas de "quinta y sexta generación" que utilizan la miniaturización de circuitos y la microinformática, disminuyendo el poder disuasivo del armamento nuclear y mucho más baratos en coste de fabricación y mantenimiento. La nueva doctrina militar norteamericana prevé la creación de una "fuerza especial" para intervenir en "cyber wars" y "net wars", instalada en Maryland y dependiente de la NSA. Los objetivos de esta "guerra informática" tenderían a desbaratar los sistemas informáticos del adversario y, por tanto, a inmovilizarlo. Rusia tendrá operativa antes de dos años una fuerza similar.

Todo esto es enormemente significativo: ahora son los EEUU quienes no pueden mantener tan alto como hasta ahora el listón armamentístico y precisan negociar con el enemigo principal una reducción de armamento nuclear a la vista de que el resto de actores todavía no disponen de acumulación de armas atómicas suficientes como para ser un peligro. El inicio de las conversaciones para la reducción de armamentos está motivada por la necesidad de los EEUU de reducir presupuesto militar a causa de la crisis económica y la deuda.

d. Nada detrás del espectáculo

Fuera de este elemento no hay novedades en la figura de Obama que se ha sobrevalorado en Europa (y particularmente entre la progresía española), pero cuya aprobación en EEUU ha experimentado una merma de tres puntos en las encuestas. La impresión general es que, a medida que pase el tiempo se irá disipando la aureola de innovación con que se ha vendido el producto Obama.

Las declaraciones del jefe de la CIA, Leon Panetta, definiendo a los EEUU como una "nación en guerra" no son completamente alocadas: los planes de intervención en Irak, Afganistán y Pakistán, los programas de guerra psicológica contra Moscú y Pekín, la excusa de la lucha antiterrorista para justificar cualquier intervención en exterior, la retórica sobre el "eje del mal" que permita amedrentar a terceros países a costa de enfrentarse verbalmente con potencias de tercera, cuarto y quinto nivel, las operaciones encubiertas diseñadas especialmente para Iberoamérica, todo ello demuestra que nada esencial ha cambiado de Bush a Obama, quizás, tan sólo, un intento de mejorar la imagen. Nada más.

e. Obama, el liquidador del Imperio

El papel histórico de Obama es el de contener la protesta popular que se va a generar en los EEUU cuando los efectos de la crisis económica se adivinen irreversibles y estimular una ola de simpatía en el exterior que permita recuperar confianza y neutralizar adversarios. Pero le va a costar mantener la paz interior en una sociedad golpeada por la crisis, fracturada étnicamente, progresivamente brutalizada y en la que la inhibición del Estado en el mantenimiento de inversiones públicas ha hecho que las infraestructuras del país se hayan quedado atrasadas y anticuadas. Esto y la imposibilidad de acrecentar la deuda hasta el infinito así como el ascenso de nuevas potencias -y en especial la reconstrucción del poder militar ruso- harán tambalear la sociedad norteamericana. Como en el caso de la URSS,  no será una derrota militar sino la constatación de la imposibilidad de mantener el esfuerzo armamentista, unido a la rapacidad de una parte de las dinastías económicas, lo que correrá el riesgo de generar un desplome interior que puede tener lugar a lo largo del mandato de Obama.

Si éste quiere evitar el desastre absoluto deberá adoptar una serie de medidas geopolíticas y la primera de todas ellas es el repliegue de los EEUU en sí mismos: renunciar al proyecto imperial, acometer la renovación de infraestructuras, minimizar el papel del complejo militar-petrolero-industrial, convencer a las "dinastías" de que hay que realizar concesiones a cambio de la paz social e intentar salvar lo salvable. Este proyecto que sintonizaría bien con el tradicional "aislacionismo" del que suele hacer gala la población norteamericana encajaría muy mal con los intereses de los poderes fácticos que gobiernan en los EEUU desde la conclusión de la Guerra Civil a mediados del siglo XIX.

Obama puede pasar a la historia como el "Gorvachov norteamericano", el liquidador de un imperio, o bien puede pasar a la historia como el presidente que no pudo evitar el desplome de los EEUU.