viernes, 15 de octubre de 2010

Metralla para una reflexión global (VI de VII). Inmigración y otros elementos


¿Es decir, que la inmigración no es el gran problema del país?

No me entiendas mal: sigue siéndolo. ¡Y de qué manera! La inmigración fue traída por las patronales de hostelería, servicios y construcción para rebajar el precio de la mano de obra. Su mera presencia (una media de 600.000 inmigrantes adultos llegados desde 1996 a 2007) ya garantizaba que el medidor del consumo, el PIB, iría creciendo. No hacía falta nada más que inyectar inmigrantes para alardear de "triunfos económicos". Se nos dijo que venían para "pagar las pensiones de los abuelos". Era falso: cotizaban por las franjas salariales más bajas y, para colmo, nunca han cotizado más de 1.150.000 inmigrantes en la SS ¡sobre un total de 6.250.000 inmigrantes! Desde el principio, han absorbido más recursos públicos de los que han aportado. No solamente no pagarán las pensiones a los abuelos, sino que la quiebra del sistema de pensiones deberá mucho a su presencia.

¿Pero no se están yendo a causa de la crisis?


No, esa es la gran mentira de nuestro tiempo. Están ralentizando su llegada, que es muy diferente… están retornando a sus países de origen los rumanos, polacos y búlgaros -salvo los gitanos romanís- pero siguen llegando magrebíes y andinos, y no ilegalmente, sino por "reagrupación familiar" y por "arraigo". Se van pocos o muy pocos. El año pasado, menos de 2.000. Este año no superarán los 6.000 retornos voluntarios… ¡compensados por los que entran en una sola semana!

¿Y la solución?

Nadie les llamó… y vinieron. Impusieron su presencia vulnerando la legislación española, por la fuerza del hecho consumado. Exigieron la legalización. Los gobiernos del PP y del PSOE les legalizaron. Bajó el precio de la mano de obra, absorbieron servicios sociales, becas de alimentación en los colegios, aumentaron las población penitencia, los accidentes tráfico y los accidentes laborales, aumentaron las bolsas de trabajo negro y compitieron deslealmente con los trabajadores españoles, aceptando trabajar más por menos salario. Bien, ahora el problema es otro. Llegaron y se les recibió bien. Ahora no hay trabajo y se tienen que ir. La consigna del momento debe ser: "menos gasto público y más coberturas sociales para todos los españoles. Basta con repatriar 4.500.000 de inmigrantes". No hay trabajo para ellos. La preferencia nacional debe ser restituida como norma para la contratación. Cuando haya pleno empleo entre españoles, que vengan los necesarios de fuera, no antes: hoy se tienen que ir.

¿La izquierda lanzará la acusación de xenofobia y racismo?

Los intereses de los trabajadores inmigrantes y de los trabajadores españoles son diferentes y excluyentes. La izquierda predica que "el capital" baja los salarios… pero prefiere ignorar por qué puede hacerlo: si es capaz de disminuir salarios es porque ha aumentado el volumen de la masa laboral. No es cierto el piadoso razonamiento de la izquierda sobre que no existen contradicciones entre intereses de los trabajadores inmigrantes y de los autóctonos. Claro que hay contradicciones. Si no disminuye el número de trabajadores en España mediante la repatriación de inmigrantes y si no disminuye el número de inmigrantes que aspiran recursos públicos en forma de subsidios, subvenciones, beneficios sociales, etc, el Estado quebrara. Por eso decimos: "Menos gasto público, más coberturas sociales para españoles: repatriación inmediata de 4.500.000  de inmigrantes". El que no perciba la justeza y exactitud matemática de este razonamiento o es ciego o es idiota, cualidades que, inevitablemente, acompañan al "progre" de izquierdas: los salarios no subirán mientras haya un exceso de fuerza de trabajo; el Estado no aguantará la carta de 950.000 inmigrantes que cotizan por las franjas salariales más bajas y a una masa inerte de 5.000.000 de inmigrantes que viven del trabajo negro y los subsidios. La izquierda humanista y progre es cómplice del capital más depredador: ambos quienes que España sea tierra de inmigración aunque por razones diversas. Unos para hacer gala de mestizaje y multiculturalismo. Los otros para rebajar salarios. Si la izquierda defendiera los derechos de los trabajadores autóctonos, en lugar de monsergas universalistas y humanistas, sería la primera en liderar la necesaria repatriación de los inmigrantes. Pero la izquierda es ciega, sorda, muda y, la española, por lo demás, la más cerril y estúpida de Europa Occidental. Tiene el corazón escindido entre el humanismo universalista que le induce a solidarizarse con toda la inmigración por el simple hecho de existir, a pesar de ser uno de los factores en los que se apoya la globalización (siendo el otro la deslocalización empresarial), y de otro lado su lucha anticapitalista que debería tender a bloquear los mecanismos del capitalismo: el fomento de la inmigración el primero de todos. La izquierda está presa de la contradicción insuperable y está más perdida que la virginidad de una prostituta cincuentona.
El tema social desemboca fatalmente en la lucha contra la inmigración masiva y en la contradicción entre los derechos de los trabajadores autóctonos y los inmigrantes, ¿hay algún otro caballo de batalla?

Sí, muchos. Para que un eje de propaganda sea eficaz debe cumplir una serie de condiciones:

1)    Ser un tema en exclusiva o, al menos, poderlo desarrollar de manera original.

2)    No ser reconducible por los partidos mayoritarios.

3)    Estar explotado inteligentemente.

4)    Tener interés real entre la población: estar en el debate sobre la actualidad.

5)    Tener un enunciado claro.

6)    Enlazar con el discurso central.

En este sentido, hay como mínimo una decena de temas de agitación: la corrupción (PP y PSOE están implicados en casos de corrupción que afectan a sus cúpulas), degeneración del sistema democrático español en partitocracia (poder omnívoro de los partidos) y plutocracia (poder del dinero) que llevan a un déficit representativo, reforma del Estado de las Autonomía (con simplificación del mapa autonómico), reforma de todo el sistema educativo (de la preescolar a la enseñanza universitaria), ruptura con la globalización en beneficios de lo que Guillaume Faye llama "grandes espacios de economía integrada", autonomía alimentaria y decrecimiento en materia ecológica, necesidad de una ética y de una moral en la gestión de la cosa pública, profunda reforma constitucional, políticas de natalidad y de defensa de la familia, disminución progresiva de las diferencias de poder adquisitivo y distribución de la riqueza; en economía, reconocer que hay que recuperar el tiempo perdido y revertir el fenómeno de la deslocalización mediante la introducción de niveles de planificación y proteccionismo… temas no faltan.

Es decir, que hay elementos suficientes para redactar un programa original…

Sobran. El problema es que no todos tienen la misma importancia y el mismo tirón. Se trata solamente de asumir en cada momento aquellos que sean más rentables políticamente. El problema real es no confundir los deseos con realidades. Habrás observado que en toda esta lista no aparece el tema de la "unidad nacional" como caballo de batalla. Esto por una sola razón: hoy, ninguna fuerza política apreciable cuestiona esta unidad, entonces ¿para qué colocar en el eje central de la agitación algo que no existe como problema? Hasta ahora todos los programas de los partidos de extrema-derecha empezaban así: "Reconocemos la inquebrantable unidad de España…", dando por supuesto que el país estaba al borde de la quiebra. Esa quiebra no se ha producido y hoy España está más segura que nunca en los últimos 30 años de que no habrá movimientos secesionistas, entonces ¿para qué insistir en un tema que está resuelto justo en el momento en que hay como mínimo otros diez temas de mucha más actualidad? Durante estos últimos 30 años, a fuerza de alertar sobre el riesgo inminente de centrifugación nacional, la ultraderecha lo que ha conseguido es llevar votos al PP: si el riesgo existía, lo más adecuado era apoyar al partido que en la prensa aparecía como garante de la unidad nacional, antes, por supuesto, que a los pequeños grupos ultras. Cuando en 2006, medio millón de personas contestaron en Madrid con banderas españolas la política nefasta de ZP en la cuestión del diálogo con ETA, del Nou Estatut, éste partido encarnó el nacionalismo español configurándose como el mejor garante de la unidad del Estado… entonces ¿para que apoyar a grupos residuales? Tal fue la contestación de Mayor Oreja a César Vidal, cuando éste le preguntó por qué votar al PP y no a AES…

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