miércoles, 13 de octubre de 2010

La formación de la mentalidad americana

info-Krisis.- Fue así como, poco a poco, cobró forma lo que hoy se conoce como "american way of life", el estilo de vida americano. La "Tierra Prometida" solo se podía alcanzar a través del sufrimiento y el trabajo. Persistir en esa línea llevaría gradualmente a un progreso indefinido cuya meta lógica era la reconstrucción del Paraiso originario.

Cuando, los impulsos religiosos iniciales se atenuaron, persistió la idea laica de progreso indefinido y de trabajo. El arraigo del calvinismo en EEUU fue inmediato; para esta doctrina la fortuna y el éxito constituían el signo inequívoco con el que la divinidad marcaba a los elegidos. El justo era el multimillonario, el hombre de éxito, y el paria, en su miseria aparecía como culpable contra la ley de Dios.

Tales conceptos no podían sino terminar por hacer de los colonos algo radicalmente diferente a la Metrópoli. El problema teológico consistió en explicar como el mal había aparecido en el Nuevo Mundo, considerado reedición del Paraiso, e incluso como el Paraiso mismo. La explicación, de un maniqueismo exasperante, relacionaba la entrada del mal el América con la presencia de colonos católicos, franceses y españoles, fundamentalmente. Eran ellos quienes habían armado a los indígenas o les habían incrustado sus malos hábitos. Eran ellos los que habían traido el anticristo a América. Los "padres peregrinos" debían alzar un muro contra la maldad: debían terminar la historia y comenzar algo nuevo.

Es desde este punto de vista que puede entenderse la inclusión del adjetivo "Nuevo" en buena parte de sus fundaciones: "Nueva York", "Nueva Inglaterra", "Nueva Haven", "Nueva Escocia", etc. Esto no era sino la traslación de un impulso interior bien arraigado en la mentalidad de los colonos: se trataba de renovar el mundo.

Luego, cuando cedió el impulso religioso originario, al secularizarse el ideal escatológico, tomó forma las concepciones de progreso indefinido y el culto a la juventud. El slogan psicológico asociado a la sociedad americana de este siglo es "el país en donde cualquiera puede llegar a Presidente" ¿acaso Harry S. Truman no era un vendedor de camisas? ¿y Clinton? ¿no es un hijo de honestos burgueses medios?

Como veremos, uno de los motores organizativos del americanismo fue la masonería, institución que se vió también influida por éste espíritu. Allí cobraron forma leyendas masónicas específicamente americanas que destilaban idéntico espíritu mesiánico y regenerador del mundo. Una de ellas -todavía en uso en las logias americanas- afirma que un grupo de caballeros templarios consiguió alcanzar las costas americanas después de la persecución de Felipe el Hermoso. Llevaron allí tesoros, reliquias y ritos que pasarían a la masonería local. Se llega a afirmar que los templarios llevaron el Grial al Nuevo Mundo. Los indios no compartían esta versión...

DEL BUEN SALVAJE Y EL HOMBRE NATURAL

El choque con los indios fue inmediato: desde los primeros momentos de la colonización existieron enfrentamientos con los "paganos". Los indios, bien arraigados en su concepción del mundo, no estaban dispuestos a abrazar el puritanismo; sus principios religiosos estaban fuertemente enraizados en su vida social, la conversión no hubiera supuesto solo el abrazar una nueva fé, sino renunciar a la totalidad de su estilo de vida.

En 1624, Thomas Morton, abogado inglés, uno de los fundadores de Massachusets, vendía ya armas a los nativos en nombre del viejo paganismo. En 1629 los puritanos lo encarcelaron después de que organizara una fiesta del "palo de mayo", equivalente a los ritos paganos de consagración del Arbol de la Vida. Los asistentes a la fiesta llevaban cuernos de ciervo y practicaron ritos orgiásticos. Quemada su casa y detenido, fue deportado a Inglaterra; regresó en 1643 a América y encarcelado de nuevo, murió en 1647.

Thomas Morton nos pone en la senda de un nuevo elemento que aparece en algunos colectivos de la sociedad americana de los orígenes: restos deformados de paganismo europeo, probablemente cultos telúricos y ginecocráticos que, supervivientes durante la Edad Media, fueron asimilados a ritos satánicos en el viejo continente. Clandestinos y ocultos en Europa, pudieron expresarse con una mayor libertad y confianza en el Nuevo Mundo.

Los puntos de vista de Morton no varían en relación a los que dieron vida a los EEUU: para Morton se trataba también de recuperar en tierra americana la pureza de los orígenes. América era la patria del "buen salvaje" o si se quiere del "hombre natural".

A pesar de las actividades de Monton en favor de los indios, a quienes considerada "buenos salvajes", estos tuvieron en los puritanos, tendencia dominante de la sociedad americana, a sus enemigos más despiadados. Los puritanos no podían admitir que los "buenos salvajes", no solo desconocieran el mensaje de Cristo, sino que además fueran impermeables a su prédica.

Desde principios del siglo XVII, paralela a la colonización, los indios resultaron diezmados; pero no fue así en todo el territorio. Solo en el Norte y Nor-Oeste. Es curioso constatar que durante la guerra civil, las tribus indias más combativas constituyeron unidades regulares de caballería que lucharon junto a los Confederados del Sur en los que el puritanismo estaba casi completamente ausente. Una de las trece estrellas de la bandera confederada pertenecían a la "Nación India". Indios cherokis, semínolas, choctaws, creeks, no solo aportaron su sangre y su valor a la Confederación, sino que fueron las últimas tropas confederadas en rendirse. Se sabe que las dos brigadas de caballería ligera, mandadas por el jefe cheroki Stan Watie, colocaron las armas a la funerala dos meses después de que se rindiera el General Lee.

Los puritanos quisieron adaptarse al esquema que había creado su fanatismo religioso: ellos y no otros eran los "hombres naturales", los "buenos salvajes". Se rendía culto a la simplicidad y se tenía a la inteligencia como un rasgo diabólico: "Más se cultiva la inteligencia, más se trabaja para Satán" expresó John Cotton. Allí donde existía un granjero puritano viviendo en las llanuras, allí había un hombre justo. Las ciudades eran anatemizadas como focos de corrupción de las que los puertos del viejo continente eran su visión más extrema y decadente.

Esta concepción constituye uno de los orígenes del antagonismo entre los Estados del Norte y del Sur que desembocaron, primero en la guerra de independencia y luego en la guerra de secesión. Los colonos puritanos pensaron primero que la condición sine qua non para el advenimiento del "milenio" era el retorno a la pureza del cristianismo primitivo, que chocaba con las fuerzas demoníacas procedentes de Europa, con sus "gentleman" ociosos y viciosos, urbanos, en definitiva; se tenía a la práctica religiosa inglesa como el culto al anticristo.

Mircea Eliade reconoce que en la marcha hacia la independencia "Inglaterra ocupa el puesto de Roma", como luego el Sur será considerado el enemigo por su refinamiento, ante el Norte que no dudaba en proclamar su superioridad moral reconociendo jubilosos su inferioridad cultural. Llama la atención como durante la guerra civil americana, las tropas de Grant, Sherman y Sheridan, saquearon con singular saña las grandes ciudades del Sur. Y sin embargo, es rigurosamente cierto que el espíritu misional, puritano y mesiánico, estaba presente en cierta medida en los Estados y en las gentes del Sur. El más grande de los generales sudistas, Jonathan Jackson , se hacía eco del mismo espíritu cuando escribía a su esposa: "Dios ha querido conceder a mi brigada el papel más importante. Lo digo sólo para informarte de quien procede mi gloria". Y es que uno de los motivos de la victoria del Norte sobre el Sur fue su homogeneidad: en efecto, el Sur era un agregado de tendencias, en ocasiones, contrapuestas que tenían como único elemento cimentador, el haber nacido sobre un mismo territorio.

La vida urbana no fue considerada con respetabilidad sino hasta los últimos años del siglo XIX. Y aun entonces la vida urbana estaba bajo sospecha. Cuando triunfó la revolución industrial en EEUU y se crearon grandes ciudades, los magnates de la industria realizaron actividades y donaciones filantrópicas en un intento de demostrar que la ciencia y la técnica también podían contribuir a hacer triunfar los valores espirituales.

Mientras, Europa languidecía en las convulsiones previas al desplome del antiguo régimen absolutista. Los americanos eran considerados desde Europa, especialmente por la Ilustración, como hombre simples, parecidos en su esencia al estado de infancia e ingenuidad primitivas. Su situación y hábitos contrastaba con la sofisticada decadencia de la nobleza de polvos, peluca y rapé que detentaba el poder en Europa. Esta era precisamente la virtud más apreciada por los puritanos: la rústica simplicidad de gentes que rechazaban la cultura por considerararla como muestra de un titánico satanismo. Puede entenderse así el odio puritano hacia los jesuitas, grandes cultivadores de la inteligencia puesta al servicio del papado. Los "buenos salvajes" gozaban en el viejo continente de una reputación exótica ajena a la mentalidad norteamericana.

Era precisamente esta opinión la que ponía a salvo a Europa de la influencia de la mentalidad americana. A lo largo del siglo XVIII y tras una larga guerra de emancipación, las colonias del Nuevo Mundo se fueron independizado de la metrópoli. La nueva sociedad allí creada, despertaba cierta admiración en los ambientes intelectuales europeos, sin embargo, precisamente esa simplicidad primitiva, constituía una barrera infranqueable para que estas concepciones influyeran sobre Europa. Se les veía como gentes sencillas y piadosas, tolerantes, se les tuvo por granjeros-filósofos, hombres justos que habían erradicado, el lujo, el privilegio y la corrupción; pero, con todo, no dejaban de ser algo intraducible en Europa.

Debió de llegar un hombre provindencial para establecer un puente entre el Nuevo Mundo y la Vieja Europa. Ese hombre fue Benjamín Franklin.


Franklin llegó a Europa con fama de hombre justo, simple y sabio. La mayoría de cuadros nos lo pintan en el último cuarto del siglo XVIII, medio calvo, ralo el poco pelo restante; un buen día mientras viajaba a bordo del "Reprisal", lanzó su peluca por la borda y no la volvió a utilizar jamás. Este hecho, aparentemente banal, causó gran sensación en la sociedad francesa, en la que incluso sus representantes más progresistas, eran incapaces de prescindir de esta engorrosa e inútil prenda. Vieron en este gesto una muestra de simplicidad y pragmatismo. La anécdota repetida mil veces en los cenáculos intelectuales franceses, suscitó una corriente de simpatía hacia el personaje; Franklin supo canalizar esta riada de adhesiones en beneficio de los intereses de la nueva nación americana y de sus ideales que difundió en Europa con celo misionero.

Condorcet escribió sobre Franklin: "Era el único hombre de América que tenía en Europa gran reputación... A su llegada se convirtió en objeto de veneración. Se consideraba un honor haberlo visto: se repetía todo lo que se le había oído decir. Cada fiesta que tenía a bien aceptar, cada casa donde consentía ir, esparcía en la sociedad nuevos admiradores que resultaban otros tantos partidarios de la revolución americana". Voltaire dijo de los cuáqueros -una derivaicón puritana- americanos que "estos primitivos son los hombres más respetables de toda la humanidad". Emmanuel Kant, el filósofo alemán escribió a propósito de Franklin que "es el nuevo Prometeo que ha robado el fuego del cielo". En 1767 conoció a Mirabeau, en el curso de su primer viaje a Europa, uno de los grandes animadores de la futura Revolución Francesa. Mirabeau lo elogió calurosamente: "Franklin es el hombre que más ha contribuido a extender la conquista de los derechos del hombre sobre la tierra". El historiador Bernard Fay reconoce la importancia que tuvo en la gestación de la Revolución Francesa: "Todo el grupo de futuros revolucionarios se halla en torno a él: Brissot, Roberspierre, Danton, La Fayette, Marat, Bailly, Target, Petion, el Duque de Orleans, Rochefoucauld". Van Doren, igualmente, le reconoce este papel: "Para los franceses es el líder de su rebelión: la del Estado de Naturaleza contra la corrupción del orden antiguo".

Benjamin Franklin fue, sin duda, el difusor de la Revolución Americana en Europa. Ciertamente algunos de sus valores coincidían con los del Enciclopedismo, pero éste no dejaba de ser una idea filosófica, por lo demás muy bien considerada por la monarquía (D'Holbach, uno de los grandes enciclopedistas franceses llamaba a Luis XVI -posteriormente guillotinado- "Monarca justo, humano, benéfico; padre de su pueblo y protector del pobre"). Al enciclopedismo le faltaba un modelo de sociedad alternativo al "ancien regime", algún lugar en donde se hubiera ensayado y mostrase su capacidad para vertebrar un nuevo modelo de organización social. A partir de la llegada de Franklin a Europa, el fermento revolucionario adquirió un modelo y un ejemplo a seguir.

Pero la prontitud con la que fue conocido Franklin en las Galias es inconcebible si hacemos abstracción de un elemento capital: la pertenencia del misionero americano a la Fran-masonería y la excepcional importancia que tuvieron las logias masónicas en el fermento de ideas intelectuales y en los primeros momentos de la Revolución Francesa.

El partido masónico es tanto el partido de la revolución americana como el de la revolución francesa.

© Ernesto Milá – infoKrisis –infokrisis@yahoo.es