jueves, 14 de octubre de 2010

Crece el activismo islamista en nuestras prisiones. Chilabas en las cárceles

Infokrisis.- La crisis económica aumenta el riesgo de radicalización de los musulmanes presos. El sindicato de prisiones ACAIP ha manifestado su inquietud por lo que denomina “indicios sobre la radicalización yihadista en prisiones”. Esta inquietud arranca de la lectura del informe del mismo título elaborado por la Fundación Athena. Sobre la base del testimonio de 192 funcionarios de prisiones de 65 centros penitenciarios españoles en los que se encuentran presos procedentes de países islámicos. El resultado del estudio es demoledor: no solamente está creciendo la agitación islamista en las cárceles, sino que el gobierno no toma medidas para detener esta marejada.

Hemos superado los 70.000 presos, con un aumento del 23% en relación al período 2004-2007. El 72% de este incremento se debe a presos extranjeros que ya hoy suponen más de 25.000, esto es un 35% del total para una comunidad que oficialmente no llega al 11%. Dicho de otra manera: los extranjeros tienen una población penal tres veces superior a la que correspondería por su presencia en la sociedad.

Mientras la presencia de presos españoles está estancada y la de presos procedentes de los países de la Unión Europea va disminuyendo (un 13,5% en 2001 y un 11,8% en 2009), los presos procedentes de Argelia, Colombia, Ecuador, Marruecos y Nigeria, están en aumentando vertiginosamente. En 2004 se encontraban 4.625 presos marroquíes que habían pasado a ser 5.527 un año después y se aproximaban a 7.000 en 2008. Los presos argelinos, igualmente, había aumento se presencia en cárceles españolas pasando de 1.182 en 2004 a 1.311 en 2005 y superando los 1.500 a finales de 2008. Incluso los presos nigerianos –especializados en tráfico de drogas y estafa- habían pasado de 262 a 335 entre 2004 y 2006 para alcanzar los 400 en 2008.

Por nacionalidades los marroquíes son la primera comunidad extranjera representada en las cárceles españolas, seguida por los colombianos (en torno a 3.000), rumanos (1.480), argelinos, ecuatorianos, venezolanos y nigerianos. Una cuarta parte de los presos extranjeros son de nacionalidad marroquí que, al mismo tiempo ha sido la que más ha crecido en los últimos años (en torno a un 20%), precedida en porcentaje por los nigerianos (que han ido aumentando entre la población penitenciaria a  un ritmo del 27%). Los argelinos, por su parte, han tenido un crecimiento más moderado (un 11%), si bien es cierto que en algunos casos se trata de crímenes de mayor gravedad.

Esto implica que la tercera parte de los presos extranjeros encerrados en nuestras cárceles son originarios de países islámicos o de mayoría islámica (Marruecos, Argelia, Nigeria). Ese tercio crece a mayor velocidad que el resto de comunidades de delincuentes extranjeros y, a mucha más velocidad que los presos de nacionalidad española.

La delincuencia descontrolada

El 9 de septiembre de 2008, Pedro Luis Mélida sorprendió por su claridad a todos los que asistieron a su toma de posesión como Jefe Superior de Policía de Andalucía Oriental, cuando dijo: “Cuando la economía se desploma existe el riesgo de que aumente la delincuencia”. La economía se está desplomando… luego, no es aventurado prever que la delincuencia va a repuntar más de lo que lo ha hecho en estos últimos años.

Nadie ignora entre los profesionales del orden público de que las estadísticas triunfales ofrecidas por el gobierno están maquilladas toscamente. Ni la delincuencia está disminuyendo, ni la seguridad ciudadana ha aumentado, como se encarga de asegurar el ministro Rubalcaba intentando recurrir a su mejor mirada hipnótica y a un tono de voz que sugiera espontaneidad y sinceridad. No es cierto: cualquier ciudadano de a pie –y no digamos los funcionarios de la seguridad del Estado- son conscientes de que la delincuencia está cada vez más activa, crecida y desafiante.

El maquillado de las cifras se hace utilizando distintas  técnicas: distinguir entre delitos y faltas y hacer que estas últimas desaparezcan de las estadísticas; convertir robos de documentos en pérdidas; eliminar de las estadísticas los datos de comunidades que tienen policías autonómicas; y así sucesivamente. Pero nada de todo esto sirve para disipar la sensación –muy cierta por lo demás- que tiene el ciudadano de a pie de que la delincuencia está descontrolada.

La novedad de la actual situación es que ya no existe ningún tipo de estadística que pueda ser fiable e indicar la gravedad de la situación. A partir de ahora, el ciudadano deberá contar con su percepción directa de la realidad y con las declaraciones de los sindicatos de funcionarios de la seguridad del Estado, del cuerpo de prisiones o de la judicatura para confirmar si sube o baja la delincuencia y a qué velocidad lo hace. Nunca las estadísticas gubernamentales cayeron el tal descrédito.

Este maquillaje no es de ahora. En 2006, el entonces responsable del área de Interior y Justicia del PP, Ignacio Astarloa ya denunció que el índice de criminalidad en España había sufrido una subida "importantísima y muy superior" a la de 2005, y acusó al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, de "ocultar todos los datos" sobre delincuencia y añadió que la seguridad ciudadana es "uno de los mayores fracasos" del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.  Lo sorprendente es que el PSOE había denunciado que durante el gobierno Aznar la seguridad ciudadana se había erosionado constantemente.  Las cifras del PSOE indicaban que la delincuencia de había “reducido un 4,6%” en unos momentos en los que cundía la alarma social por los primeros robos a viviendas y chalets, proliferación del “secuestro exprés”, ajustes de cuentas y despunte de las “bandas latinas”.

Delincuencia en tiempos de crisis

Nada de lo que hemos visto hasta ahora en materia de delincuencia se parecerá en gravedad e intensidad a lo que tenemos por delante. ACAIP, por ejemplo, denunciaba: “Las situaciones de turbulencia económica pueden contribuir a aumentar los actos delictivos. Y no se equivocan: 3.000.000 de parados es un problema “laboral”, 4.000.000 de parados es un problema “social” y 5.000.000 de parados es un problema de “orden público”.

Actualmente ya hemos superado la franja de los 4.000.000 de parados (por mucho que el gobierno insista en que solamente son 3.500.000: el maquillaje estadístico que operan los portavoces del gobierno es general), estamos pues en la fase en que el problema “social” se va deslizando por la pendiente de la seguridad ciudadana.

El Plan de Empleo Municipal del gobierno supondrá un retraso de apenas tres meses para demostrar la gravedad de la situación del empleo. Este plan se ha puesto en marcha como intento desesperado de poder alardear de cifras optimistas durante la campaña de las elecciones europeas en las que un batacazo importante del PSOE haría peligrar su continuidad al frente del gobierno. Tras extinguirse los limitados y cosméticos efectos de este plan, el paro repuntará y nada parece capaz de evitar que a fin de año se haya alcanzado la cifra de 5.000.000 de parados. Demasiados como para que algunos no piensen en la delincuencia como único camino para poder obtener medios de vida.

La inmigración en el ojo del huracán

Tanto ACAIP como la Fundación Athena Intelligente sostienen que siendo la inmigración el grupo social más sensible al paro, será también el que generará una mayor delincuencia. A esto se une el hecho antes mencionado de que las tasas de delincuencia entre la inmigración son tres veces superiores a las de la población autóctona.

Están lejos los tiempos en los que ONGs como SOS Racismo o el Movimiento Contra la Intolerancia distinguían entre “inmigrantes” y “delincuentes nacidos en el extranjero”. Los primeros vendían para trabajar, los segundos –a pesar de ser formalmente inmigrantes- no podían ser medidos con el mismo rasero. Esto es, hasta cierto punto cierto, aunque es mucho más cierto decir que la mayoría de inmigrantes vienen para trabajar pero que entre los delincuentes el colectivo extranjero está sobre-representado.

Pero el problema es todavía mayor si se acepta el razonamiento de la Fundación Athena: la acumulación de presos extranjeros crece en las cárceles españolas; de esta población está, sobre todo creciendo la procedente de países islámicos o, en cualquier caso, de religión islámica; las cárceles se han convertido en centros de reclutamiento y adoctrinamiento para el fundamentalismo islámico. Así pues, llegado a un punto, el problema ya no es solamente de seguridad ciudadana sino que corre el riesgo de pasar a ser de terrorismo.

Actividad islamista en prisión

El estudio de la fundación Athena se realizó teniendo como única fuente 192 funcionarios de prisión distribuidos en 25 prisiones de las 65 en la que se encuentran presos de confesión islámica. En 21 de estas 25 prisiones el número de islamistas era igual o inferior a 200 y en las 4 restantes (Topas, Almería, Alama y Castellón) era superior a 200.

Las conclusiones del estudio fueron sorprendentes y demoledores para quien defienda que las cárceles son centros de reinserción: el estudio demuestra que los islamistas, aprovechando las frustraciones, el aislamiento, los estados depresivos, los complejos de culpabilidad inherentes a la condición de preso, han convertido a los centros en focos de reclutamiento. En realidad, hay que decir que las prisiones siempre han favorecido brotes de “espiritualidad” entre los presos y siempre han existido grupos católicos y especialmente evangélicos y testigos de Jehová, incorporados a estas confesiones y sectas durante su estancia en prisión: sí, pero ninguna de ellas mata por su religión, en el Islam en cambio sí. De ahí el riesgo.

Los investigadores de Athena, supieron por los funcionarios encuestados que tienen relación con presos islamistas que estos forman grupos separados del resto de presos y, por supuesto, de los internos no musulmanes; que existe un proselitismo activo que se manifiesta en la aparición a cada vez mayor velocidad de grupos islamistas, favorecida por la movilidad de los presos, frecuentemente llevados de una cárcel a otra a causa de los juicios que han de afrontar y por el contacto con líderes islamistas presos; cada vez ocurre que los nuevos presos procedentes de países islámicos que integran con más rapidez y velocidad en redes organizadas integristas; el idioma común entre los islamistas es el vehículo que más favorece esta integración que, inicialmente es por nacionalidades, pero también entre islamistas de distintas nacionalidades islámicas. Esta rapidez en la captación se debe a los fondos cuantiosos con los que cuentan los líderes yihadistas presos y que satisfacen las necesidades de los presos comunes o de reciente ingreso.

En todos estos grupos islamistas existe una fuerte disciplina interior que no está presente en ningún otro grupo de presos. Se trata de grupos jerarquizados y con fuerte liderazgo. Esto les sitúa en una posición de poder en el interior de las cárceles. Frecuentemente aparecen disputas con otros presos no islámicos. El informe afirma textualmente que las relaciones de los islamistas con otros presos “no son pacíficas ni respetuosas”. Es un anticipo de lo que quieren llevar a la sociedad.

El régimen penitenciario ha quedado alterado por la presencia masiva de islamistas que se niegan a realizar determinadas tareas (de la misma forma que los presos de ETA se niegan a limpiar las zonas comunes de las prisiones alegando ser “presos políticos”).  Los islamistas se suelen quejar de que los funcionarios tienen prejuicios contra ellos, aun cuando pretendan solamente aplicar las pautas del régimen penitenciario. En realidad, los islamistas hacen “rancho a parte” en las prisiones: apenas tienen contacto con presos no musulmanes, pasean juntos, forman corrillos, leen y estudian juntos, ven televisión juntos, utilizan códigos de comunicación entre ellos ajenos a los utilizados por el resto de presos. Estos grupos están extremadamente jerarquizados y todos tienen un líder natural. Aun cuando existan en la misma cárcel distintos grupos islamistas, nunca se han producido rivalidades entre ellos, pero sí es frecuente la comisión de actos hostiles contra otros grupos no islamistas.

Así como entre los presos autóctonos, determinados delitos son mal considerados (violación, aviso de menores, violencia doméstica, delitos particularmente truculentos) entre los presos islamistas el tipo de delito cometido no se valora a la hora de admitirlo o relacionarse con él.

Algunas respuestas son particularmente inquietantes. Por ejemplo, gracias a la encuesta se sabe que los presos musulmanes actúan unitariamente en las prisiones, como un solo hombre y tratan con desprecio y distancia al resto de presos de confesiones no islámicas. El hecho de que hablen otra lengua hace que las comunicaciones de los islamistas con el mundo exterior se realicen sin que exista un control por parte de traductores. Así mismo se comunican por internet sin que exista un control de las páginas que visitan. Tampoco existe supervisión sobre el control de los paquetes y lecturas que llegan a los presos islamistas. Existe un hermetismo grupal entre los islamistas que los hace prácticamente impenetrables. Se ha sabido también gracias a los funcionarios que los presos islamistas realizan actividades considerarse como instrucción militar…

Fumando sobre un barril de pólvora

El informe Athena, unido a las Reflexiones sobre el islamismo en prisión, publicado en 2008 por ACAIP, no dejan lugar al optimismo: se está formando una generación de yihadistas en nuestras cárceles y a la vista de nuestras autoridades que están desoyendo sistemáticamente las advertencias de sociólogos, expertos en terrorismo y sindicatos de funcionarios. Hasta ahora toda la actividad yihadista en España ha consistido en reclutar voluntarios para atentados suicidas en Irak o en Palestina y a recaudar fondos para las redes de resistencia en esos países en conflicto. Pero ¿hasta cuándo durará esta situación? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que la crisis económica, las distintas oleadas de inmigración magrebí y subsahariana e incluso los intereses marroquíes hagan aparecer en todas estas redes extremistas la necesidad de desestabilizar a la sociedad española? Es cuestión de tiempo.

La Fundación Athena afirma al terminar su estudio: “en estos momentos de crisis socioeconómica, sería muy saludable para la seguridad del Estado preguntarnos si el sistema penitenciario está preparado para desarrollar planes de de acción eficientes como para poder contener, llegado el caso, la expansión en red de los procesos de radicalización islamista en las prisiones de nuestro país”.

Estamos viendo como el islam más radical y agresivo está afilando las uñas en nuestras prisiones desde hace años y nuestro parlamento permanece paralizado. A la vista de la situación es lícito exigir una serie de medidas a las que se llega directamente una vez se constata el mal –algo que tanto ACAIP como la Fundación Athena han realizado con singular precisión-. Estas medidas no pueden ser más que:

-    Creación de cárceles o módulos especiales sólo para presos de países islámicos, con separación completa del resto de presos.

-    Repatriación de los presos islamistas a sus países de origen una vez extinguida su condena. Toda condena a prisión debe entrañar necesariamente el tránsito de “inmigrante con permiso de residencia y trabajo” a “inmigrante ilegal” con la contrapartida de la expulsión inmediata.

-    Cumplimiento de las condenas en los países de origen.

-    Cese del trato de favor y de las concesiones obtenidas bajo presión por parte de los islamistas y aplicación del mismo régimen penitenciario que a los presos de cualquier otra religión.

Es increíble que en un país occidental se permita el reclutamiento de yihadistas en las cárceles sin que ni gobierno ni oposición se alarmen anestesiados por sus propias ambiciones e intereses que no pasan por las cárceles. Hoy los islamistas radicales han hecho de las prisiones el campo privilegiado y el banco de captaciones para sus ideas, mañana la sociedad española lo lamentará quizás con su propia sangre. No se puede permitir tanta desidia por parte de unos, ni tanto riesgo acumulado.

[recuadro fuera de texto]

El manual del perfecto yihadista

El estudio publicado por la Fundación Athena dice textualmente: “la recesión afecta a las capas sociales más desfavorecida” y los más débiles entre los débiles suelen ser los inmigrantes, muchos de los cuales son musulmanes. Por lo tanto –avisan- “no es difícil caer en la cuenta de que, en los próximos años, podrían aumentar muy sensiblemente la población de presos musulmanes procedentes de nichos sociales muy desprotegidos (…), frustrados y propensos a refugiarse en la fe y, quizá, altamente sensibles al adoctrinamiento radical”.

El 8 de noviembre de 2008 se publicó la noticia de la incautación de un manual titulado La clandestinidad en la yihad es un deber legítimo. Manual de seguridad en el domicilio de Mohamed Mrabet en Vilanova i la Geltrú en el curso de una redada contra células islamistas.  Mrabet era un viejo conocido de la policía: carnicero marroquí de 39 años, había sido detenido en 2006 como responsable de una red que enviaba yihadistas suicidas a Irak. Consta al menos que enviaran a Belgacem Bellil, un inmigrante argelino, a Irak en donde al volante de un camión bomba asesinó a 19 soldados italianos en Nastriya, Irak.

El documento incautado consta de 30 páginas, sin autor ni lugar de edición y resume una serie de líneas para infiltrarse en las sociedades occidentales sin despertar sospechas. Hasta poco era fácil identificar a los islamistas radicales en Europa Occidental: forma de vestirse, uso de barba, intervención en mezquitas y asociaciones islamistas con posiciones fundamentalistas. Pero todo eso ha cambiado: “La clandestinidad en la yihad es un debe legítimo, en el nombre de Alá misericordioso y clemente”, dice el documento incautado.

Más adelante recuerda que “muchos ulemas permitieron usar la mentira en caso de conseguir un beneficio religioso que pueda acabar con el castigo de los infieles hacia los musulmanes” y añaden: “El musulmán tiene que imitar a los infieles en su forma de vestirse si eso va en beneficio del Islam”. El intentar pasar desapercibido se convierte en una obsesión: “hay que ir cambiando de forma de vestir, de corte de pelo, lugar de residencia, coche, rutas diarias, horas de salida y entrada, lugares, reuniones y encuentros”.

Hay en todo este documento algo a la vez ingenuo y siniestro. Abundan los consejos tópicos propios de todo grupúsculo clandestino: “Usa apodos, nombres y códigos falsos, incluso entre los miembros del mismo grupo, habla en voz baja, di lo mismo sin hablar demasiado”… En realidad, el documento no parece haber surtido mucho efecto entre los islamistas radicales españoles que, hasta ahora -si exceptuamos el extraño atentado del 11-M que parece tener muy poco que ver con estos grupos- no han estado en condiciones de cometer atentado alguno en España. Su actividad, hasta ahora, parece reducirse al envío de yihadistas a Irak o a zonas de combate… pero esto puede no durar siempre. En cualquier momento, los coches bomba y los atentados pueden realizarse en España si cambian las condiciones sociales y se produce una radicalización del islamismo español. La cuestión es: ¿puede producirse esa radicalización? Sí, si las condiciones de los inmigrantes se van deteriorando a causa de la crisis.

© Ernest Milà – infoKrisis – infoKrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen