Infokrisis.- [artículo escrito en 1994] En otro tiempo incontestable, el psicoanálisis sufre hoy ataques por todos los frentes. Se duda de su eficacia terapéutica, se cuestionan sus bases e incluso se pone en entredicho la estabilidad mental de su fundador y de muchos de sus exponentes. Cuando se ha cumplido un centenario desde los primeros trabajos de Freud, es lícito preguntarse que queda de la psiquiatría freudiana y de sus continuadores... pero ello implica realizar una excursión por un terreno resbaladizo en el que frecuentemente se cae en lo paranormal.
EL PUNTO DE PARTIDA DEL PSICOANALISIS: UNA RAYA DE COCAINA
El 2 de junio de 1884 un hombre escribía a su novia: "...si te atreves, veremos quién es el más fuerte, una dulce chiquilla que no come lo necesario o un hombretón fogoso que lleva cocaína en el cuerpo". El autor de la carta era Sigmund Freud que a continuación añadía: "En mi última depresión seria tomé de nuevo la cocaína y una pequeña dosis me llevó a las alturas de manera prodigiosa"; la frase bien parece un slogan publicitario del Cartel de Medellín...
Es importante subrayar que este párrafo no tiene nada que ver con el interés médico-científico de Freud por la cocaína: refleja solo una adicción viciosa. En 1886 el doctor Erlenmayer, definió a la cocaína como "el tercer azote de la humanidad", después del alcohol y la morfina. Cuando Freud experimentaba con cocaína, otros muchos científicos ya habían dictaminado lo peligroso de esta droga y estudiado sus efectos nocivos sobre el organismo.
La fijación de Freud por la cocaína y su afición a ingerirla es significativa en más de un aspecto. Hace falta considerar el poder afrodisíaco de esta droga para advertir que ya, desde su juventud, el factor erótico tenía un peso anómalo en su ecuación personal. La cocaína efectivamente, no es solo un tonificante muscular, el sector que activa con más violencia y de manera más compulsiva es la imaginación erótica.
El flujo de sugerencias e imágenes eróticas que invaden el cerebro son el principal elemento creador de adicción. Y en Freud esto no fue diferente. Sin embargo, Freud intentó durante unos años edificar una teoría médica, acaso para justificar su adicción, afirmando contra toda lógica que la cocaína curaba distintos tipos de enfermedades, desde la morfinomanía, hasta el dolor de estómago, pasando por las enfermedades cardíacas y las manías depresivas.
Es innegable que Freud, a lo largo de toda su vida, fue un paciente y minucioso observador de sí mismo: lo que valía para él, aquello que le atraía, tendía a generalizarlo hasta alcanzar valor para los demás. No es de extrañar que, sobre esta base tan poco científica, estableciera la sexualidad como nudo de todos los conflictos de la psique.
Probablemente si la cocaína no hubiera estimulado la mentalidad erótica de Freud como solo esta droga puede hacerlo, el psicoanálisis no hubiera colocado tanto énfasis en la sexualidad. De ahí que el episodio de la cocaína no sea un mero accidente en el freudismo, sino la primera piedra sobre la que se edificó luego todo el sistema.
La adicción a cualquier droga, después de ser abandonada, crea siempre un vacío que ya nada puede colmar jamás. Freud intentó olvidar este episodio volcándose en una nueva dirección -la psiquiatría analítica- pero sus contenidos denotan que, efectivamente, nunca terminó de superar el recuerdo de sus excesos cocaínicos.
FREUD EL HIPNOTIZADOR
El nacimiento de la terapia psicoanalítica debe también mucho al fracaso de Freud como hipnotizador. En la última década del siglo XIX, famosos psiquiatras como Charcot (de quien Freud se decía discípulo y con quien trabajó en la siniestra clínica parisina de la Salpetriere para enfermos mentales), Bernheim, Liebeault o Breuler, utilizaban la hipnosis para curar ciertas depresiones y afecciones histéricas. Freud fue uno de ellos.
Aprendió la técnica del propio Charcot, pero hacia 1890 empezó a convencerse de que jamás sobresaldría como hipnotizador. No es que dudara en aquel momento de la eficacia de la hipnosis, era que carecía de cualidades de hipnotizador. Se terminó convenciendo cuando, tras la preparación previa, con el consabido péndulo moviéndose ante los ojos de una paciente, le ordenó que se durmiera; por fin, sentenció imperioso: "Ya está dormida". La muchacha, sin inmutarse abrió los ojos: "No, doctor; no me he dormido".
Este hecho es igualmente significativo en el nacimiento del psicoanálisis. El hipnotizador consigue resultados solo con individuos altamente sugestionables y cuando es capaz de imponer su personalidad a la del hipnotizado. Freud carecía de esta capacidad. Charcot, en cambio no. Casi nadie dudó en su tiempo que, Charcot era capaz de hipnotizar con suma facilidad a todo tipo de pacientes y en ese estado les ordenaba que olvidaran síntomas de sus enfermedades; una vez regresados del trance éstos parecían haber mejorado su salud. Por el contrario, podía infundir síntomas histéricos a pacientes que jamás habían estado aquejados por esta enfermedad.
Todo esto no se situaba precisamente dentro de las coordenadas positivistas y científicas que dominaron la evolución del saber entre finales del siglo XIX y principios del XX. Más parecen propias de un espectáculo de variedades.
FREUD Y FLIESS: LA KHABALA NUMERICA
El psicoanálisis tuvo mucho más contactos con lo irracional. Wilhem Fliess, amigo íntimo de Freud, frenólogo, tenía ciertos conocimientos de khábala hebrea, en particular, estaba obsesionado por la numerología y supo transmitir esta obsesión al propio Freud, hasta bien entrada la madurez. Este, inducido por Fliess, creyó hasta 1920 que la vida del hombre se gobernaba por ciclos de 28 días en la mujer y de 23 días en el varón. Las relaciones hombre-mujer estarían marcadas por las cifras 5 (28 - 23) y 51 (28 + 23).
Fliess, como Freud, eran judíos. Como se sabe la khábala (= tradición) es el compendio de esoterismo hebreo que atribuye gran importancia a la numerología. Cada letra del alfabeto hebreo tiene un valor numérico y la suma de las letras de una palabra da una cifra concreta. Puede darse el caso de palabras con distinto significado, cuyo valor numérico sea el mismo: se dice entonces que ambas palabras contienen conceptos identificables. La khábala floreció en el judaísmo medieval y lo que se encuentra en tándem Fliess-Freud es un eco remoto y cortado de todo contacto con la tradición hebrea.
Pero hay otro eco, igualmente lejano, del hebraísmo en la obra de Freud. Nos referimos a los sueños. El hebraísmo, ya desde los tiempos bíblicos, había hecho de la interpretación de los sueños una especialidad sacerdotal. Existía toda una codificación de los distintos tipos de sueños, que se suponía albergaban contenidos premonitorios.
Todas las civilizaciones tradicionales insistieron en el análisis de los sueños: era en el sueño, cuando el espíritu se liberaba espontáneamente de la cárcel de la materia y volaba solo. Esta experiencia incondicionada, estaba más allá del espacio y del tiempo, por tanto, podía ser utilizado con fines paranormales: adivinación, videncia, etc. siempre dentro de un contexto sagrado: era el sacerdote, quien interpretaba el sueño, no un profano.
Freud, lo que hace, es abordar el estudio de los sueños desde una perspectiva laica y pansexual. Los reflejos del sueño, no serán otros que los que deriven de la líbido, condicionante universal, no tendrán ningún poder premonitorio, sino que serán un reflejo de los bajos fondos de la psique, que sacarían a la superficie y permitían intuir lo que el paciente, inconscientemente, se negaba a revelar a su psicoanalista.
CONSCIENTE Y SUBCONSCIENTE: LA ESPADA ROTA Y EL REINO DE NEPTUNO
El gran mérito de Freud consistió en enunciar, en un momento en el que el materialismo y el positivismo inundaban todos los aspectos del universo científico, la existencia de una región inferior a la conciencia ordinaria pero que influye en ésta, el "subconsciente" y lo condiciona.
La idea de esta región situada por debajo de la conciencia ordinaria no era de Freud, si bien la popularizó él. En el remoto pasado védico, los sabios hindúes ya habían teorizado sobre la diferencia entre "samskara" y "vasana". El mundo clásico greco- latino aludió a las "oscuras profundidades del reino de Neptuno en donde moran terribles monstruos", aludiendo al subconsciente o inconsciente. En los relatos graélicos y en las sagas nórdicas se aludía a la enigmática presencia de espadas rotas que el héroe debe unir, haciendo referencia a las dos partes de la conciencia que debe unificar y sacar a la superficie.
En un período más reciente, desde Gustav le Bon hasta von Hartman aludieron a un mismo orden de ideas. El propio Franz Messmer que hizo furor a principios del siglo XIX con su teoría sobre el magnetismo animal y sus capacidades como hipnotizador, pueden ser considerados como redescubridores de esta dicotomía entre conciencia ordinaria y subconsciente.
Ahora bien, el concepto freudiano adolece en un aspecto fundamental: Freud considera solo los aspectos negativos de una componente "infernal" en la mentalidad humana, en absoluto de una componente "divina". Freud solo se fija en lo que está "por debajo" de la conciencia ordinaria, nunca en lo que puede estas "por encima" de la misma.
De la misma forma que la personalidad humana puede sufrir dos tipos de disolución -en el seno de la masa o disolverse en el curso de una experiencia mística disolución "hacia abajo" una y "disolución por arriba", la otra-, también la conciencia ordinaria puede ser trascendida. El hombre así considerado, desde el punto de vista freudiano, es un hombre roto, lejos de una integridad totalizadora, amputado de toda aspiración hacia la trascendencia que es considerada como una neurosis.
EL SEXO COMO FUENTE DE NEUROSIS
El aspecto más extremista de la teoría psicoanalítica es precisamente el percibir en la sexualidad el origen de toda neurosis, y más específicamente en la sexualidad infantil.
"El niño tiene un deseo innato de tener relación sexual con su madre, pero se siente amenazado en la ejecución de estos deseos por el padre, que parece tener derechos de prioridad sobre la madre. El niño desarrolla ansiedades de castración al darse cuenta de que su hermana no posee un pene, el maravilloso juguete que tanto significa para él y su miedo agravado le hace rendirse y "reprimir" todos esos deseos inconvenientes, que viven, como en el famoso Complejo de Edipo, en el subconsciente, promocionando toda suerte de terribles síntomas en la vida posterior". Tal es el resumen que el profesor Eysenk hace de la médula de la teoría freudiana.
Solamente la historia de la cultura occidental ha alcanzado un grado tal de aberración, cuando Lutero definió el alma humana como un burro que no importa si es montado por
Dios o por el Diablo... Cualquier persona de espíritu sano que sienta por sus padres y hermanos un normal y natural amor desinteresado y puro, puede percibir en las teorías de Freud un aroma insano y enfermizo y si escarba un poco más y comprueba la ausencia absoluta de pruebas científicas que demuestren tales perversiones, no dudará en atribuir a una mente enferma tales enunciados: de la misma forma que el GULAG estaba en Marx, la enfermedad mental anidaba en Freud.
LA EXTRAÑA SECTA DEL DOCTOR FREUD
Llama la atención, desde el primer momento, que el freudismo buscó organizarse en la Asociación Psicoanalítica de Viena, primero y luego en la Asociación Psicoanalítica Internacional. En ambos casos, estuvo presente un aroma sectario.
La secta del doctor Freud, como cualquier otra secta 1) rendía fidelidad acrítica al "gurú", 2) se creía detentadora absoluta de la "verdad" ("Estamos en posesión de la verdad; tanto ahora como hace 15 años". Freud), 3) toda desviación de la verdad oficial establecida por el "gurú" era castigada con la expulsión y el ostracismo (casos de Adler, Rank, Jung), 4) la secta tiene sus propias joyas y signos de reconocimiento: una entalladura griega antigua, en un anillo de oro distribuidos por el propio Freud a los más fieles, y 5) la secta tiene su "capítulo secreto": compuesto por psiquiatras psicoanalizados por el propio Freud, quien impuso el carácter secreto de este "comité".
¿Se trataba o no de una secta?
Solamente ha existido una secta en este siglo que pudiera ser similar en su actuar a la organizada por el doctor Freud: el movimiento surrealista cuyo interés y puntos de contacto con el psicoanálisis son evidentes. Constituido en torno a André Bretón, Louis Aragon, Paul Eluard, etc. tuvo su papa -el propio Bretón-, su libro sagrado (los distintos manifiestos surrealistas), sus sacerdotes (los poetas, escritores, pintores y cineastas, sus damas inspiradoras (Lou Salomé en el psicoanálisis y Gala en el surrealismo), sus disidentes (el propio Dalí entre otros), sus contactos con el universo paranormal (en el surrealismo abundaron tarotistas, ocultistas, libros escritos en estado de trance, etc.).
Si las similitudes entre freudismo y surrealismo son, al menos a nivel formal, evidentes, hay que reconocer en beneficio de éste último, que nunca pretendió aureolarse de aspiraciones cientificistas, ni pretendió ser redentor de almas sufrientes.
¿REALMENTE CURA EL PSICOANALISIS? EFECTO PLACEBO Y EFECTO DOLEBO
El profesor Eysenk en su libro "Decadencia y caída del Imperio Freudiano" recuerda las características del paciente ideal: “Preferentemente debería ser joven, bien educado, no demasiado seriamente enfermo y razonablemente rico...", aun así no se le garantiza, ni el tiempo que va a durar el tratamiento, ni si va a dar resultado. Si finalmente el paciente se cura es por obra del psicoanálisis, si persiste en su patología es que no ha alcanzado a saber explicar en qué consiste su problema. Ahora bien, cuando en medicina un tratamiento fracasa es que la teoría sobre la que se basa es incorrecta; Freud insiste en que un tratamiento puede no funcionar -por motivos desconocidos- aunque la teoría sea correcta. Por el contrario, no duda en descalificar tratamientos alternativos que tienen éxito en pacientes sobre los que el psicoanálisis ha fracasado, en tanto que se basan en "teorías erróneas".
Así por ejemplo el psiquiatra freudiano que trate un caso de agorafobia se preocupará por conocer el origen del mal e interminablemente obligará al paciente a que se explaye sobre los más nimios recuerdos de su infancia con la esperanza de poder encontrar una pista que le permita comprender las motivaciones profundas. Aun en el caso -estadísticamente no muy alto- que consiguiera conocer el origen infantil de la fobia, no se asegura que la psiquiatría analítica pudiera curarlo. Un psicólogo no freudiano, conductivista, se limitaría a acompañar al paciente al campo y, por mucho que sea su inquietud inicial, le conminará a que siga allí; hasta que el terror a los espacios abiertos se disipe por sí mismo y el paciente comprueba -a la fuerza- que nada debe temer. El adiestramiento basado en la educación, es anatemizado por los freudianos. En efecto, es más simple, menos costoso para el paciente y aporta menos beneficios al terapeuta...
Sin embargo, es cierto que algunos pacientes del psicoanálisis se curan. Esto no demuestra en absoluto la bondad de la teoría. Generalmente los pacientes acuden a un psiquiatra cuando ya están muy destrozados por la enfermedad; en ese momento ya existen pocas posibilidades de que puedan empeorar más. Por otra parte, es cierto que un porcentaje alto de neurosis se curan por sí mismas después de hacer crisis, sin ayuda de nadie. En el resto, entra en juego el llamado efecto placebo: es decir, un tratamiento que no aporta nada, absolutamente inocuo pero que al infundir confianza en el paciente, contribuye a sanarlo de sus males, al menos temporalmente. El psiquiatra, como cualquier persona aun carente de titulación académica, pero que sepa escuchar pacientemente, ofrece un punto de apoyo sobre el que propulsar el "efecto placebo".
Ahora bien, también se ha estudiado, el efecto contrario, lo que podríamos llamar "efecto dolebo". Algunas terapias hacen más mal que bien. Obsérvese sino el siguiente relato que tiene como protagonistas al propio Freud y a una de sus pacientes más famosas "Dora", entresacado del libro de Janet Malcom "El psicoanálisis, profesión imposible": "Freud trató a Dora como un adversario mortal. La acorraló a gritos, la puso trampas, la empujó hasta los rincones del estudio, la bombardeó con sus interpretaciones, no le dio cuartel, fue tan intratable, a su manera, como cualquier miembro del siniestro círculo familiar de la enferma, fue demasiado lejos y finalmente la echó" (...) "Dora la dijo que había sufrido un ataque de apendicitis. El Freud lo negó bruscamente y perentoriamente decidió que la apendicitis había sido, en realidad, una preñez histérica que expresaba sus inconscientes fantasías sexuales".
Dora era Ida Bauer, apenas tenía 18 años, era inteligente y hermosa, sufría desmayos, catarros y pérdida ocasional de voz, y otros trastornos. A Freud le importó poco el cuadro médico de la joven, muy sensible por lo demás, ni siquiera se tomó la molestia de proceder a un reconocimiento médico clásico. Puede suponerse el trauma que representó para la muchacha el encontrarse sola, encerrada y sin posibilidad de abandonar la sala, con un sujeto que la acosaba con obscenidades, gratuitas por lo demás. A las pocas semanas Dora abandonó el tratamiento en el mismo estado en que llegó.
No ha sido el único caso. Frecuentemente los psiquiatras inducen en los pacientes el tipo de respuestas que quieren obtener: los psiquiatras freudianos obtienen de sus pacientes "sueños freudianos", los psiquiatras "junguianos", obtienen sueños "junguianos"; los pacientes, poco a poco, a lo largo de los extensos tratamientos, cotejan las preguntas y los comentarios realizados por sus terapeutas y, en muchos casos, suelen dar aquellas respuestas que los psiquiatras esperan obtener de ellos. Solo así logran evitar el acoso y eludir terrenos que les parecen insoportables. A partir de aquí, a la dolencia específica del paciente se añade una preocupación suplementaria: el evitar el asedio del psiquiatra. No es raro que pacientes que han llegado en momentos en los que se enfermedad remitía, hayan vuelto a recaer en las más profundas depresiones.
El psiquiatra es humano y nada más que humano, los hay alegres y que irradian bondad, los hay amargados y rasgos crispados; parece demostrado que un psiquiatra abierto, afable y simpático ayuda mucho más a la curación del paciente, que otro psiquiatra distante, aburrido y frío. Esto debería bastar para dudar de la oportunidad del método freudiano: no es la teoría lo que sana, sino el contacto humano, es decir, no es el título académico, sino la calidad humana, lo que puede curar (efecto placebo) o representar un mal mayor (efecto dolebo).
PSICOANALISIS Y JUDAISMO
A poco de iniciar su andadura, la Sociedad Psicoanalítica de Viena cayó en la cuenta de que estaba formada casi exclusivamente por judíos; hasta el punto de que el propio Freud en carta a uno de sus primeros discípulos Karl Abraham, escribió: "Nuestros camaradas arios nos son indispensables para que el psicoanálisis no sucumba al antisemitismo".
Pero en las décadas siguientes la presencia de judíos, siguió siendo anómala en relación al porcentaje de población de esta raza. Según Fulles Torrey en "La muerte de la psiquiatría", el 50% de los psiquiatras son judíos. Existen otras dos áreas en donde la proporción de judíos es anómala, especialmente en el mundo anglosajón: entre los humoristas y entre los revolucionarios de izquierda. Buena parte de las huestes maoístas, trotskistas y anarquistas que impulsaron la revolución de mayo del 68 en París, la nueva izquierda americana, son nombres judíos; otro tanto puede decirse de la mayoría de líderes de la hoy semidesmantelada, pero en otro tiempo, fuerte y activa IV Internacional trotskista. En cuanto a los humoristas, desde Woody Allen, hasta los hermanos Marx, pasando por Mel Brooks o Louis de Funes, Jerry Lewis, son algunos entre las docenas los judíos que nos han hecho sonreír o reír a carcajadas.
¿Tiene esto algún significado? contrariamente a lo que piensan los antisemitas, el judío revolucionario, o el judío provisto de un humor ácido y corrosivo, o el mismo psiquiatra freudiano, no suelen ser individuos que frecuenten la sinagoga; es decir, no se trata de judíos religiosos, sino laicos que han abandonado su tradición secular. Carlos Marx fue uno de ellos, como también el doctor Freud y una abrumadora mayoría de miembros de la Asociación Psicoanalítica de Viena: Adler, Rank, Nelken, Ferenczi, Stekel, Abraham, etc.
La segregación del judío se produjo a lo largo de la historia por motivos religiosos; él mismo, para preservar su integridad e identidad, se refugió en la sinagoga y en su tradición. Pero en el caso del judaísmo, el factor religioso iba íntimamente ligado al factor racial; de tal forma que el alejamiento de la tradición secular, el abandono de la sinagoga, creaba al judío un problema añadido: seguía siendo judío (al menos en sus caracteres raciales), pero no gozaba de la protección, física y/o psicológica de la sinagoga. Y esté problema estaba muy acentuado en Europa Central durante el siglo pasado hasta la caída del nazismo.
No es de extrañar pues que judíos, alejados de su tradición figuren en las vanguardias más disolventes de la política, la cultura, e incluso la medicina. Alejados de su tradición, no les queda más remedio, para sobrevivir, que demoler los residuos que pudieran quedar en la sociedad burguesa. Esto hace que hayan figurado en las vanguardias más radicales y subversivas. Harina de otro costal es intuir su tal actitud es un mecanismo psicológico inconsciente de autodefensa, o bien una toma de postura deliberada. Existen escritos del propio Freud en defensa de la primera posibilidad; los nazis, por el contrario, creyeron en la segunda; se sabe el horror que siguió.
CARL GUSTAV JUNG: PSICOANALISIS "ARIO"
Freud consciente de que el psicoanálisis corría el riesgo de ser identificado con el judaísmo, no dudó en ofrecer la presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacioanal al "Sigfrido suizo", alto, rubio, bien parecido, con rasgos germánicos e inteligencia aguzada: Carl Gustav Jung.
No pasó mucho tiempo sin que Jung y Freud terminarán por pelearse con la misma virulencia con la que otros disidentes anteriores habían abandonado la secta del doctor Freud: Rank y Adler, ambos, por lo demás, judíos.
Si la figura de Jung viene al caso no es solo por que representara el contrapunto "ario" que Freud deseaba encontrar para parar los golpes antisemitas que podía recibir su movimiento, sino porque Jung, manifestó siempre un particular interés por las doctrinas esotéricas y ocultistas. Sus libros sobre la alquimia o el taoísmo rescataron del olvido un precioso material procedente de fuentes tradicionales, mucho más valioso que las interpretaciones a que lo somete.
Pero, aparte de esto, Jung fue siempre ajeno al espíritu de las tradiciones que examinaba. De hecho, estuvo más cerca del ocultismo que de otra cosa: él mismo solía utilizar la oui-ja y participar en sesiones espiritistas, pero, en lo esencial, manifestó una incomprensión similar a la de Freud, por las doctrinas esotéricas en las que tanto se interesó.
Jung atenuó la importancia de la sexualidad en los procesos psicológicos, enunció la teoría de un inconsciente colectivo en donde anidarían los arquetipos que se manifestaban en las distintas experiencias místicas y esotéricas, y a través de las cuales explicaba la similitud de experiencias paranormales en personas que no tenían nada que ver entre sí.
Dado que Jung representaba el contrapunto "ario" al psicoanálisis judío, su obra fue apreciada en ciertos medios del régimen nazi, e incluso, él mismo, parece que en algún momento albergó simpatías hacia Hitler.
WILHEM REICH, DEL ANTIFASCISMO A LOS OVNIS PASANDO POR LA PSIQUIATRIA
Durante un tiempo fue frecuente que los psicoanalistas terminaran ante el juzgado de guardia: Ernest Jones, introductor del psicoanálisis en EEUU fue denunciado por intentarse sobrepasar sexualmente con una paciente. También en los EE.UU., Wilhem Reich, psicoanalista de origen alemán emigrado, murió en 1956 de un derrame cerebral en la cárcel, donde se encontraba después de haber sido condenado por un tribunal.
En la Alemania previa al advenimiento del nazismo, Reich había sido una personalidad excepcional su libro "Psicología de masas del fascismo" dio una respuesta, desde la izquierda intelectual a la explicación del triunfo del nazismo que trascendía con mucho los esquemas propios de la ideología marxista. Reich, fue el primero en reconocer que muchos proletarios habían contribuido al ascenso del nazismo, creyó ver en el nazismo, no tanto la dominación de una clase sobre otra, sino de un tipo de represión sexual sobre la libertad de la líbido.
La Asociación de Psicoanálisis Social creada por Reich llevó el psicoanálisis a la clase obrera. Freud mismo había escrito que "la terapia psicoanalítica no era alcanzable para los pobres" debido a sus altos costos.
Sin embargo, la llegada de Reich a EE.UU. hizo que cambiara el objeto de sus investigaciones. Por de pronto se sintió atraído por los OVNIS y por un espacio poco claro entre la mística y la sexualidad. Algunos de los rasgos de su personalidad en los últimos años de su vida demuestran desequilibrios psíquicos profundos.
Reich en los últimos 15 años de su vida desarrolló toda una teoría sobre los OVNIS; sus herederos han preferido cubrir un tupido velo sobre la última etapa de evolución de su pensamiento, especialmente entre 1942 y 1957. De todas formas existen artículos y rastros que permiten reconstruirlo.
Al llegar a EEUU Reich se radicó en Maine creando la comunidad que llamó "Orgonon". Luego veremos el porqué del nombre. Todo se inició en 1952 cuando algunos miembros de la comunidad afirmaron haber visto "platillos volantes". Poco a poco fue obsesionándose con la idea de la presencia de naves extraterrestres que supuestamente observaban a la comunidad de "Orgonon". El las llamaba "EA" iniciales de las palabras "Energía" y "Alpha"; sus tripulantes eran llamados CORE, siglas de "Cosmic Orgone Engineering".
Llegó a obsesionarse con la idea de que algunas estrellas eran, en realidad, naves extraterrestres situadas sobre la comunidad de "Orgonon" para vigilarla; construyo un "cloudbuster", más adelante denominado "cañón espacial", que disiparía la energía orgónica negativa -DOR- liberada por las naves extraterrestres y causante de las enfermedades del hombre. Estaba convencido que gracias a este instrumento había logrado debilitar algunas "luces azules" estacionadas sobre Orgonon.
Por lo demás la presencia de naves extraterrestres en nuestro planeta estaría dictada por su necesidad de cargarse aquí de energía orgónica positiva (OR) y desprenderse de la negativa (DOR) en forma de polvo negro que provocaría una lluvia y la consiguiente nausea, cianosis y malestar general.
En 1956 es condenado a dos años de cárcel por tráfico ilegal de "acumuladores de energía orgónica" que consideraba el único remedio contra el cáncer... Murió en la penitenciaría de Willisburg el 3 de noviembre de 1957. En la última fase de su vida Reich había abandonado la práctica psiquiátrica y proyectaba un nuevo culto basado en la eugenesia y denominado "Hijos del Porvenir"; una parte de sus seguidores renunciaron a sus extravagantes teorías enunciadas tras su llegada a EE.UU., mientras que otros asumieron todos los contenidos, incluidos los ufológicos.
La "teoría orgónica" habla de que una parte del universo está compuesto por "materia orgónica" que se manifiesta en nosotros en el momento de las relaciones sexuales. Contra más acumulación de "orgón" haya, más posibilidad tendremos de llevar una vida equilibrada. De aquí que Reich y discípulos vendieran -y vendan todavía- "acumuladores" de energía orgónica, cuya comercialización fue causa de las desgracias de Reich.
Woody Allen satirizó la imagen de Wilhem Reich en la figura del científico loco de su película "Todo lo que usted quiere saber sobre el sexo y no se atreve a preguntar".
LOU ANDREAS SALOME: LA DEVORADORA DE GENIOS
En la historia de la psiquiatría encontramos pocos personajes que en su vida no estrictamente profesional resulten atractivos. Pero si hay uno es curioso que se trate de una mujer. En efecto, Lou Andreas Salomé, no solo fue una mujer tan inteligente como hermosa, puede ser considerada una verdadera "grouppie" en el círculo psicoanalítico de Viena y, en cierta forma, su musa inspiradora.
Se trataba de una mujer excepcional y no es raro que cautivara a Freud. Antes Federico Nietzsche se había enamorado locamente de ella, antes lo había hecho el filósofo positivista Paul Ree y después sería el poeta alemán Reiner Maria Rilke el que se dejó seducir por esta mujer procedente de Rusia.
Su nombre era Lou Salomé, el apellido Andreas procedía de su marido, con el que casó a los treinta años, un médico de aspecto "bajo y grotesco", nacido en la Batavia (Malasia), de madre malaya, y casada con un noble persa. Con estos antecedentes, a nadie le puede extrañar que, de regreso a Alemania, le concedieran la titularidad de una cátedra de orientalismo en Berlín.
"Herr" Andreas jamás mantuvo relaciones sexuales con su mujer, su declaración de amor consistió en clavarse un cuchillo en el pecho... mantuvieron su extraña pareja durante 40 años. El doctor Andreas estaba particularmente interesado en la medicina oriental y los amigos de la pareja atribuyeron la extraña eterna juventud de Lou a los conocimientos de su marido sobre esoterismo y medicinas alternativas. Sus colegas siempre afirmaron que realizaba en su casa "estudios ocultos". El vecindario de la ciudad de Gottingen la llamaba "la bruja de Bamberg" (colina próxima a su residencia).
Se aproximó a Nietzsche, con apenas 20 años, más interesada por su pensamiento que por su persona en sí. Pero el filósofo solitario se sintió irresistiblemente atraído por la joven, como no podía ser de otra manera. El teórico de la voluntad de poder y del superhombre, el iconoclasta misógino, no dudó sin embargo en fotografiarse, junto a Paul Ree, tirando de un carro sobre el que se encontraba, látigo en mano, Lou Salomé. Y sin embargo, este hombre, sometido al eterno femenino fue el que escribió "¿Vas con mujeres? no olvides el látigo".
Al ser rechazado por Lou, Nietzsche, se encerró durante un mes en febrero de 1883, en pocos días sublimó su frustración escribiendo "Así hablaba Zarathustra", poema más que filosofía y mística mucho más que método. Sus biógrafos no dudan que Lou Andreas Salomé constituyó la experiencia sentimental más intensa de Nietzsche y tuvo importancia decisiva, tanto a la hora de escribir el "Zarathustra", como en su descenso por los abismos de la locura.
Lou Salome conoció a los más importantes sociólogos, poetas y escritores de su tiempo. Participó en sus reuniones frecuentemente como la única mujer. Muchos de ellos eran atractivos y su inteligencia privilegiada. Nietzsche terminó escribiendo que Lou sufría "atrofia sexual"; su fuero interno era completamente inaccesible, se dijo que era "hermafrodita, insensible y frígida" y sus biógrafos coinciden en que antes de conocer a su marido -no precisamente el más atractivo de sus pretendientes, solo el más misterioso- "le faltaba calor y vida en el rostro". Durante sus 43 años de matrimonio su marido nunca la poseyó, si bien es cierto que tampoco jamás la perdió.
Una personalidad así es lógico que se sintiera atraída por el psicoanálisis ya desde sus albores: como otros muchos psiquiatras de ayer y de hoy, como el propio Freud, la reflexión psicoanalítica constituía un intento de conocerse a sí misma y de dar respuestas a los porqués de su comportamiento.
CONCLUSION: EL PSIQUIATRA COMO INVERSION DEL SACERDOTE
Algunos datos elegidos al azar sobre la historia del psicoanálisis son escalofriantes. Los primeros psiquiatras no dudaban que una de las causas principales de la locura era la masturbación. Rush, uno de los fundadores de la psiquiatría norteamericana, utilizaba un sillón giratorio como instrumento terapéutico para "descongestionar la sangre en el cerebro". Es significativo que más del 50% de los pacientes que utilizan el psicoanálisis, abandonen el tratamiento prematuramente: no solo los altos costos de las sesiones les inducen a ello, sino también el no experimentar mejoría alguna. El profesor Hans J. Eysenck, después de examinar 10.000 expedientes de enfermos mentales que pasaron por la consulta de algún psicoanalista, debió reconocer que no había ¡absolutamente ninguna prueba de que mejorasen tras el tratamiento! En efecto, la proporción de curaciones era la misma que la que se daba entre los mismos enfermos que habían sanado espontáneamente, sin ayuda de la terapia.
Para colmo, los principales usuarios de la terapia psicoanalítica en Inglaterra son, en un 50% personas relacionadas con el ambiente psicoanalítico, tales como otros psiquiatras, sus enfermeros, ayudantes y sus familiares, es decir gente que "necesita creer" en el psicoanálisis porque de él dependen sus ingresos y su vida cotidiana. En universidades españolas en donde algunas cátedras vitalicias están ocupadas por psiquiatras freudianos y se sigue enseñando freudismo cuándo las nuevas corrientes psiquiátricas lo han sumergido de forma total y para siempre.
El famoso psicoanalista Cesare Musatti, italiano de origen judío, en su libro "Todos somos neuróticos" -título, por lo demás, abusivo- a la pregunta de "Pero usted ¿le promete al paciente que lo curará?", responde "¿Yo? ¡Ni hablar! Sería un imperdonable error técnico..." y luego pasa a aceptar la similitud entre el psiquiatra y el sacerdote. En otra parte del libro describe sus propios ataques de paranoia y hacia el final nos cuenta el caso de un psiquiatra milanés que había creado una asociación para atender a los suicidas frustrados. Un buen día, sin motivo aparente, se tiró por la ventana y murió en el acto...
Todo esto contribuye a reforzar la sensación, subjetiva, si se quiere, pero no por ello menos sentida, de que el psiquiatra al estar en contacto con la locura, más que cualquier otra profesión, termina sucumbiendo a la locura, al igual que el bombero tiene más posibilidades de resultar quemado que un vendedor de barquillos.
Se suele considerar que el psiquiatra ha sustituido al confesor, al sacerdote y director espiritual, en su tarea de "escuchar". Existe cierta similitud entre una y otra actividad, pero solo a costa de realizar algunas precisiones.
El sacerdote no deja ver su rostro en la penumbra del confesionario; el paciente tampoco puede ver a su psicoanalista situado tras el canapé; pero a partir de aquí todo
son divergencias: el psiquiatra apenas habla, solo lo suficiente para aclarar algún aspecto de la exposición del paciente, el sacerdote, por el contrario, aconseja, reflexiona, indica el camino a seguir, en absoluto permanece pasivo; no es solo confesor, es también "director espiritual"; no apela al subconsciente, sino a un estadio más profundo de la personalidad, al Alma.
El sacerdote es un mediador -en la palabra "pontífice", pontifex, hacedor de puentes se evidencia más todavía este carácter- entre el sujeto y el dios: le enseña el camino a seguir para transcender del mundo físico al metafísico; el psicoanalista busca solo la salud mental del paciente, no le preocupa su alma y, de hecho, ni siquiera cree que exista. Y así sucesivamente...
Entre el psiquiatra y el sacerdote, existe cierta relación: uno es el reflejo especular del otro; y si bien, en toda imagen reflejada podemos encontrar similitud, una será la inversión de la otra. El psiquiatra es la inversión del sacerdote, como lo sagrado lo es de lo profano. La simbología tradicional considera a Satanás como "el mico de Dios", esto es, el imitador por excelencia. Pues bien, algo de todo esto hay en el freudismo.
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EL PUNTO DE PARTIDA DEL PSICOANALISIS: UNA RAYA DE COCAINA
El 2 de junio de 1884 un hombre escribía a su novia: "...si te atreves, veremos quién es el más fuerte, una dulce chiquilla que no come lo necesario o un hombretón fogoso que lleva cocaína en el cuerpo". El autor de la carta era Sigmund Freud que a continuación añadía: "En mi última depresión seria tomé de nuevo la cocaína y una pequeña dosis me llevó a las alturas de manera prodigiosa"; la frase bien parece un slogan publicitario del Cartel de Medellín...
Es importante subrayar que este párrafo no tiene nada que ver con el interés médico-científico de Freud por la cocaína: refleja solo una adicción viciosa. En 1886 el doctor Erlenmayer, definió a la cocaína como "el tercer azote de la humanidad", después del alcohol y la morfina. Cuando Freud experimentaba con cocaína, otros muchos científicos ya habían dictaminado lo peligroso de esta droga y estudiado sus efectos nocivos sobre el organismo.
La fijación de Freud por la cocaína y su afición a ingerirla es significativa en más de un aspecto. Hace falta considerar el poder afrodisíaco de esta droga para advertir que ya, desde su juventud, el factor erótico tenía un peso anómalo en su ecuación personal. La cocaína efectivamente, no es solo un tonificante muscular, el sector que activa con más violencia y de manera más compulsiva es la imaginación erótica.
El flujo de sugerencias e imágenes eróticas que invaden el cerebro son el principal elemento creador de adicción. Y en Freud esto no fue diferente. Sin embargo, Freud intentó durante unos años edificar una teoría médica, acaso para justificar su adicción, afirmando contra toda lógica que la cocaína curaba distintos tipos de enfermedades, desde la morfinomanía, hasta el dolor de estómago, pasando por las enfermedades cardíacas y las manías depresivas.
Es innegable que Freud, a lo largo de toda su vida, fue un paciente y minucioso observador de sí mismo: lo que valía para él, aquello que le atraía, tendía a generalizarlo hasta alcanzar valor para los demás. No es de extrañar que, sobre esta base tan poco científica, estableciera la sexualidad como nudo de todos los conflictos de la psique.
Probablemente si la cocaína no hubiera estimulado la mentalidad erótica de Freud como solo esta droga puede hacerlo, el psicoanálisis no hubiera colocado tanto énfasis en la sexualidad. De ahí que el episodio de la cocaína no sea un mero accidente en el freudismo, sino la primera piedra sobre la que se edificó luego todo el sistema.
La adicción a cualquier droga, después de ser abandonada, crea siempre un vacío que ya nada puede colmar jamás. Freud intentó olvidar este episodio volcándose en una nueva dirección -la psiquiatría analítica- pero sus contenidos denotan que, efectivamente, nunca terminó de superar el recuerdo de sus excesos cocaínicos.
FREUD EL HIPNOTIZADOR
El nacimiento de la terapia psicoanalítica debe también mucho al fracaso de Freud como hipnotizador. En la última década del siglo XIX, famosos psiquiatras como Charcot (de quien Freud se decía discípulo y con quien trabajó en la siniestra clínica parisina de la Salpetriere para enfermos mentales), Bernheim, Liebeault o Breuler, utilizaban la hipnosis para curar ciertas depresiones y afecciones histéricas. Freud fue uno de ellos.
Aprendió la técnica del propio Charcot, pero hacia 1890 empezó a convencerse de que jamás sobresaldría como hipnotizador. No es que dudara en aquel momento de la eficacia de la hipnosis, era que carecía de cualidades de hipnotizador. Se terminó convenciendo cuando, tras la preparación previa, con el consabido péndulo moviéndose ante los ojos de una paciente, le ordenó que se durmiera; por fin, sentenció imperioso: "Ya está dormida". La muchacha, sin inmutarse abrió los ojos: "No, doctor; no me he dormido".
Este hecho es igualmente significativo en el nacimiento del psicoanálisis. El hipnotizador consigue resultados solo con individuos altamente sugestionables y cuando es capaz de imponer su personalidad a la del hipnotizado. Freud carecía de esta capacidad. Charcot, en cambio no. Casi nadie dudó en su tiempo que, Charcot era capaz de hipnotizar con suma facilidad a todo tipo de pacientes y en ese estado les ordenaba que olvidaran síntomas de sus enfermedades; una vez regresados del trance éstos parecían haber mejorado su salud. Por el contrario, podía infundir síntomas histéricos a pacientes que jamás habían estado aquejados por esta enfermedad.
Todo esto no se situaba precisamente dentro de las coordenadas positivistas y científicas que dominaron la evolución del saber entre finales del siglo XIX y principios del XX. Más parecen propias de un espectáculo de variedades.
FREUD Y FLIESS: LA KHABALA NUMERICA
El psicoanálisis tuvo mucho más contactos con lo irracional. Wilhem Fliess, amigo íntimo de Freud, frenólogo, tenía ciertos conocimientos de khábala hebrea, en particular, estaba obsesionado por la numerología y supo transmitir esta obsesión al propio Freud, hasta bien entrada la madurez. Este, inducido por Fliess, creyó hasta 1920 que la vida del hombre se gobernaba por ciclos de 28 días en la mujer y de 23 días en el varón. Las relaciones hombre-mujer estarían marcadas por las cifras 5 (28 - 23) y 51 (28 + 23).
Fliess, como Freud, eran judíos. Como se sabe la khábala (= tradición) es el compendio de esoterismo hebreo que atribuye gran importancia a la numerología. Cada letra del alfabeto hebreo tiene un valor numérico y la suma de las letras de una palabra da una cifra concreta. Puede darse el caso de palabras con distinto significado, cuyo valor numérico sea el mismo: se dice entonces que ambas palabras contienen conceptos identificables. La khábala floreció en el judaísmo medieval y lo que se encuentra en tándem Fliess-Freud es un eco remoto y cortado de todo contacto con la tradición hebrea.
Pero hay otro eco, igualmente lejano, del hebraísmo en la obra de Freud. Nos referimos a los sueños. El hebraísmo, ya desde los tiempos bíblicos, había hecho de la interpretación de los sueños una especialidad sacerdotal. Existía toda una codificación de los distintos tipos de sueños, que se suponía albergaban contenidos premonitorios.
Todas las civilizaciones tradicionales insistieron en el análisis de los sueños: era en el sueño, cuando el espíritu se liberaba espontáneamente de la cárcel de la materia y volaba solo. Esta experiencia incondicionada, estaba más allá del espacio y del tiempo, por tanto, podía ser utilizado con fines paranormales: adivinación, videncia, etc. siempre dentro de un contexto sagrado: era el sacerdote, quien interpretaba el sueño, no un profano.
Freud, lo que hace, es abordar el estudio de los sueños desde una perspectiva laica y pansexual. Los reflejos del sueño, no serán otros que los que deriven de la líbido, condicionante universal, no tendrán ningún poder premonitorio, sino que serán un reflejo de los bajos fondos de la psique, que sacarían a la superficie y permitían intuir lo que el paciente, inconscientemente, se negaba a revelar a su psicoanalista.
CONSCIENTE Y SUBCONSCIENTE: LA ESPADA ROTA Y EL REINO DE NEPTUNO
El gran mérito de Freud consistió en enunciar, en un momento en el que el materialismo y el positivismo inundaban todos los aspectos del universo científico, la existencia de una región inferior a la conciencia ordinaria pero que influye en ésta, el "subconsciente" y lo condiciona.
La idea de esta región situada por debajo de la conciencia ordinaria no era de Freud, si bien la popularizó él. En el remoto pasado védico, los sabios hindúes ya habían teorizado sobre la diferencia entre "samskara" y "vasana". El mundo clásico greco- latino aludió a las "oscuras profundidades del reino de Neptuno en donde moran terribles monstruos", aludiendo al subconsciente o inconsciente. En los relatos graélicos y en las sagas nórdicas se aludía a la enigmática presencia de espadas rotas que el héroe debe unir, haciendo referencia a las dos partes de la conciencia que debe unificar y sacar a la superficie.
En un período más reciente, desde Gustav le Bon hasta von Hartman aludieron a un mismo orden de ideas. El propio Franz Messmer que hizo furor a principios del siglo XIX con su teoría sobre el magnetismo animal y sus capacidades como hipnotizador, pueden ser considerados como redescubridores de esta dicotomía entre conciencia ordinaria y subconsciente.
Ahora bien, el concepto freudiano adolece en un aspecto fundamental: Freud considera solo los aspectos negativos de una componente "infernal" en la mentalidad humana, en absoluto de una componente "divina". Freud solo se fija en lo que está "por debajo" de la conciencia ordinaria, nunca en lo que puede estas "por encima" de la misma.
De la misma forma que la personalidad humana puede sufrir dos tipos de disolución -en el seno de la masa o disolverse en el curso de una experiencia mística disolución "hacia abajo" una y "disolución por arriba", la otra-, también la conciencia ordinaria puede ser trascendida. El hombre así considerado, desde el punto de vista freudiano, es un hombre roto, lejos de una integridad totalizadora, amputado de toda aspiración hacia la trascendencia que es considerada como una neurosis.
EL SEXO COMO FUENTE DE NEUROSIS
El aspecto más extremista de la teoría psicoanalítica es precisamente el percibir en la sexualidad el origen de toda neurosis, y más específicamente en la sexualidad infantil.
"El niño tiene un deseo innato de tener relación sexual con su madre, pero se siente amenazado en la ejecución de estos deseos por el padre, que parece tener derechos de prioridad sobre la madre. El niño desarrolla ansiedades de castración al darse cuenta de que su hermana no posee un pene, el maravilloso juguete que tanto significa para él y su miedo agravado le hace rendirse y "reprimir" todos esos deseos inconvenientes, que viven, como en el famoso Complejo de Edipo, en el subconsciente, promocionando toda suerte de terribles síntomas en la vida posterior". Tal es el resumen que el profesor Eysenk hace de la médula de la teoría freudiana.
Solamente la historia de la cultura occidental ha alcanzado un grado tal de aberración, cuando Lutero definió el alma humana como un burro que no importa si es montado por
Dios o por el Diablo... Cualquier persona de espíritu sano que sienta por sus padres y hermanos un normal y natural amor desinteresado y puro, puede percibir en las teorías de Freud un aroma insano y enfermizo y si escarba un poco más y comprueba la ausencia absoluta de pruebas científicas que demuestren tales perversiones, no dudará en atribuir a una mente enferma tales enunciados: de la misma forma que el GULAG estaba en Marx, la enfermedad mental anidaba en Freud.
LA EXTRAÑA SECTA DEL DOCTOR FREUD
Llama la atención, desde el primer momento, que el freudismo buscó organizarse en la Asociación Psicoanalítica de Viena, primero y luego en la Asociación Psicoanalítica Internacional. En ambos casos, estuvo presente un aroma sectario.
La secta del doctor Freud, como cualquier otra secta 1) rendía fidelidad acrítica al "gurú", 2) se creía detentadora absoluta de la "verdad" ("Estamos en posesión de la verdad; tanto ahora como hace 15 años". Freud), 3) toda desviación de la verdad oficial establecida por el "gurú" era castigada con la expulsión y el ostracismo (casos de Adler, Rank, Jung), 4) la secta tiene sus propias joyas y signos de reconocimiento: una entalladura griega antigua, en un anillo de oro distribuidos por el propio Freud a los más fieles, y 5) la secta tiene su "capítulo secreto": compuesto por psiquiatras psicoanalizados por el propio Freud, quien impuso el carácter secreto de este "comité".
¿Se trataba o no de una secta?
Solamente ha existido una secta en este siglo que pudiera ser similar en su actuar a la organizada por el doctor Freud: el movimiento surrealista cuyo interés y puntos de contacto con el psicoanálisis son evidentes. Constituido en torno a André Bretón, Louis Aragon, Paul Eluard, etc. tuvo su papa -el propio Bretón-, su libro sagrado (los distintos manifiestos surrealistas), sus sacerdotes (los poetas, escritores, pintores y cineastas, sus damas inspiradoras (Lou Salomé en el psicoanálisis y Gala en el surrealismo), sus disidentes (el propio Dalí entre otros), sus contactos con el universo paranormal (en el surrealismo abundaron tarotistas, ocultistas, libros escritos en estado de trance, etc.).
Si las similitudes entre freudismo y surrealismo son, al menos a nivel formal, evidentes, hay que reconocer en beneficio de éste último, que nunca pretendió aureolarse de aspiraciones cientificistas, ni pretendió ser redentor de almas sufrientes.
¿REALMENTE CURA EL PSICOANALISIS? EFECTO PLACEBO Y EFECTO DOLEBO
El profesor Eysenk en su libro "Decadencia y caída del Imperio Freudiano" recuerda las características del paciente ideal: “Preferentemente debería ser joven, bien educado, no demasiado seriamente enfermo y razonablemente rico...", aun así no se le garantiza, ni el tiempo que va a durar el tratamiento, ni si va a dar resultado. Si finalmente el paciente se cura es por obra del psicoanálisis, si persiste en su patología es que no ha alcanzado a saber explicar en qué consiste su problema. Ahora bien, cuando en medicina un tratamiento fracasa es que la teoría sobre la que se basa es incorrecta; Freud insiste en que un tratamiento puede no funcionar -por motivos desconocidos- aunque la teoría sea correcta. Por el contrario, no duda en descalificar tratamientos alternativos que tienen éxito en pacientes sobre los que el psicoanálisis ha fracasado, en tanto que se basan en "teorías erróneas".
Así por ejemplo el psiquiatra freudiano que trate un caso de agorafobia se preocupará por conocer el origen del mal e interminablemente obligará al paciente a que se explaye sobre los más nimios recuerdos de su infancia con la esperanza de poder encontrar una pista que le permita comprender las motivaciones profundas. Aun en el caso -estadísticamente no muy alto- que consiguiera conocer el origen infantil de la fobia, no se asegura que la psiquiatría analítica pudiera curarlo. Un psicólogo no freudiano, conductivista, se limitaría a acompañar al paciente al campo y, por mucho que sea su inquietud inicial, le conminará a que siga allí; hasta que el terror a los espacios abiertos se disipe por sí mismo y el paciente comprueba -a la fuerza- que nada debe temer. El adiestramiento basado en la educación, es anatemizado por los freudianos. En efecto, es más simple, menos costoso para el paciente y aporta menos beneficios al terapeuta...
Sin embargo, es cierto que algunos pacientes del psicoanálisis se curan. Esto no demuestra en absoluto la bondad de la teoría. Generalmente los pacientes acuden a un psiquiatra cuando ya están muy destrozados por la enfermedad; en ese momento ya existen pocas posibilidades de que puedan empeorar más. Por otra parte, es cierto que un porcentaje alto de neurosis se curan por sí mismas después de hacer crisis, sin ayuda de nadie. En el resto, entra en juego el llamado efecto placebo: es decir, un tratamiento que no aporta nada, absolutamente inocuo pero que al infundir confianza en el paciente, contribuye a sanarlo de sus males, al menos temporalmente. El psiquiatra, como cualquier persona aun carente de titulación académica, pero que sepa escuchar pacientemente, ofrece un punto de apoyo sobre el que propulsar el "efecto placebo".
Ahora bien, también se ha estudiado, el efecto contrario, lo que podríamos llamar "efecto dolebo". Algunas terapias hacen más mal que bien. Obsérvese sino el siguiente relato que tiene como protagonistas al propio Freud y a una de sus pacientes más famosas "Dora", entresacado del libro de Janet Malcom "El psicoanálisis, profesión imposible": "Freud trató a Dora como un adversario mortal. La acorraló a gritos, la puso trampas, la empujó hasta los rincones del estudio, la bombardeó con sus interpretaciones, no le dio cuartel, fue tan intratable, a su manera, como cualquier miembro del siniestro círculo familiar de la enferma, fue demasiado lejos y finalmente la echó" (...) "Dora la dijo que había sufrido un ataque de apendicitis. El Freud lo negó bruscamente y perentoriamente decidió que la apendicitis había sido, en realidad, una preñez histérica que expresaba sus inconscientes fantasías sexuales".
Dora era Ida Bauer, apenas tenía 18 años, era inteligente y hermosa, sufría desmayos, catarros y pérdida ocasional de voz, y otros trastornos. A Freud le importó poco el cuadro médico de la joven, muy sensible por lo demás, ni siquiera se tomó la molestia de proceder a un reconocimiento médico clásico. Puede suponerse el trauma que representó para la muchacha el encontrarse sola, encerrada y sin posibilidad de abandonar la sala, con un sujeto que la acosaba con obscenidades, gratuitas por lo demás. A las pocas semanas Dora abandonó el tratamiento en el mismo estado en que llegó.
No ha sido el único caso. Frecuentemente los psiquiatras inducen en los pacientes el tipo de respuestas que quieren obtener: los psiquiatras freudianos obtienen de sus pacientes "sueños freudianos", los psiquiatras "junguianos", obtienen sueños "junguianos"; los pacientes, poco a poco, a lo largo de los extensos tratamientos, cotejan las preguntas y los comentarios realizados por sus terapeutas y, en muchos casos, suelen dar aquellas respuestas que los psiquiatras esperan obtener de ellos. Solo así logran evitar el acoso y eludir terrenos que les parecen insoportables. A partir de aquí, a la dolencia específica del paciente se añade una preocupación suplementaria: el evitar el asedio del psiquiatra. No es raro que pacientes que han llegado en momentos en los que se enfermedad remitía, hayan vuelto a recaer en las más profundas depresiones.
El psiquiatra es humano y nada más que humano, los hay alegres y que irradian bondad, los hay amargados y rasgos crispados; parece demostrado que un psiquiatra abierto, afable y simpático ayuda mucho más a la curación del paciente, que otro psiquiatra distante, aburrido y frío. Esto debería bastar para dudar de la oportunidad del método freudiano: no es la teoría lo que sana, sino el contacto humano, es decir, no es el título académico, sino la calidad humana, lo que puede curar (efecto placebo) o representar un mal mayor (efecto dolebo).
PSICOANALISIS Y JUDAISMO
A poco de iniciar su andadura, la Sociedad Psicoanalítica de Viena cayó en la cuenta de que estaba formada casi exclusivamente por judíos; hasta el punto de que el propio Freud en carta a uno de sus primeros discípulos Karl Abraham, escribió: "Nuestros camaradas arios nos son indispensables para que el psicoanálisis no sucumba al antisemitismo".
Pero en las décadas siguientes la presencia de judíos, siguió siendo anómala en relación al porcentaje de población de esta raza. Según Fulles Torrey en "La muerte de la psiquiatría", el 50% de los psiquiatras son judíos. Existen otras dos áreas en donde la proporción de judíos es anómala, especialmente en el mundo anglosajón: entre los humoristas y entre los revolucionarios de izquierda. Buena parte de las huestes maoístas, trotskistas y anarquistas que impulsaron la revolución de mayo del 68 en París, la nueva izquierda americana, son nombres judíos; otro tanto puede decirse de la mayoría de líderes de la hoy semidesmantelada, pero en otro tiempo, fuerte y activa IV Internacional trotskista. En cuanto a los humoristas, desde Woody Allen, hasta los hermanos Marx, pasando por Mel Brooks o Louis de Funes, Jerry Lewis, son algunos entre las docenas los judíos que nos han hecho sonreír o reír a carcajadas.
¿Tiene esto algún significado? contrariamente a lo que piensan los antisemitas, el judío revolucionario, o el judío provisto de un humor ácido y corrosivo, o el mismo psiquiatra freudiano, no suelen ser individuos que frecuenten la sinagoga; es decir, no se trata de judíos religiosos, sino laicos que han abandonado su tradición secular. Carlos Marx fue uno de ellos, como también el doctor Freud y una abrumadora mayoría de miembros de la Asociación Psicoanalítica de Viena: Adler, Rank, Nelken, Ferenczi, Stekel, Abraham, etc.
La segregación del judío se produjo a lo largo de la historia por motivos religiosos; él mismo, para preservar su integridad e identidad, se refugió en la sinagoga y en su tradición. Pero en el caso del judaísmo, el factor religioso iba íntimamente ligado al factor racial; de tal forma que el alejamiento de la tradición secular, el abandono de la sinagoga, creaba al judío un problema añadido: seguía siendo judío (al menos en sus caracteres raciales), pero no gozaba de la protección, física y/o psicológica de la sinagoga. Y esté problema estaba muy acentuado en Europa Central durante el siglo pasado hasta la caída del nazismo.
No es de extrañar pues que judíos, alejados de su tradición figuren en las vanguardias más disolventes de la política, la cultura, e incluso la medicina. Alejados de su tradición, no les queda más remedio, para sobrevivir, que demoler los residuos que pudieran quedar en la sociedad burguesa. Esto hace que hayan figurado en las vanguardias más radicales y subversivas. Harina de otro costal es intuir su tal actitud es un mecanismo psicológico inconsciente de autodefensa, o bien una toma de postura deliberada. Existen escritos del propio Freud en defensa de la primera posibilidad; los nazis, por el contrario, creyeron en la segunda; se sabe el horror que siguió.
CARL GUSTAV JUNG: PSICOANALISIS "ARIO"
Freud consciente de que el psicoanálisis corría el riesgo de ser identificado con el judaísmo, no dudó en ofrecer la presidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacioanal al "Sigfrido suizo", alto, rubio, bien parecido, con rasgos germánicos e inteligencia aguzada: Carl Gustav Jung.
No pasó mucho tiempo sin que Jung y Freud terminarán por pelearse con la misma virulencia con la que otros disidentes anteriores habían abandonado la secta del doctor Freud: Rank y Adler, ambos, por lo demás, judíos.
Si la figura de Jung viene al caso no es solo por que representara el contrapunto "ario" que Freud deseaba encontrar para parar los golpes antisemitas que podía recibir su movimiento, sino porque Jung, manifestó siempre un particular interés por las doctrinas esotéricas y ocultistas. Sus libros sobre la alquimia o el taoísmo rescataron del olvido un precioso material procedente de fuentes tradicionales, mucho más valioso que las interpretaciones a que lo somete.
Pero, aparte de esto, Jung fue siempre ajeno al espíritu de las tradiciones que examinaba. De hecho, estuvo más cerca del ocultismo que de otra cosa: él mismo solía utilizar la oui-ja y participar en sesiones espiritistas, pero, en lo esencial, manifestó una incomprensión similar a la de Freud, por las doctrinas esotéricas en las que tanto se interesó.
Jung atenuó la importancia de la sexualidad en los procesos psicológicos, enunció la teoría de un inconsciente colectivo en donde anidarían los arquetipos que se manifestaban en las distintas experiencias místicas y esotéricas, y a través de las cuales explicaba la similitud de experiencias paranormales en personas que no tenían nada que ver entre sí.
Dado que Jung representaba el contrapunto "ario" al psicoanálisis judío, su obra fue apreciada en ciertos medios del régimen nazi, e incluso, él mismo, parece que en algún momento albergó simpatías hacia Hitler.
WILHEM REICH, DEL ANTIFASCISMO A LOS OVNIS PASANDO POR LA PSIQUIATRIA
Durante un tiempo fue frecuente que los psicoanalistas terminaran ante el juzgado de guardia: Ernest Jones, introductor del psicoanálisis en EEUU fue denunciado por intentarse sobrepasar sexualmente con una paciente. También en los EE.UU., Wilhem Reich, psicoanalista de origen alemán emigrado, murió en 1956 de un derrame cerebral en la cárcel, donde se encontraba después de haber sido condenado por un tribunal.
En la Alemania previa al advenimiento del nazismo, Reich había sido una personalidad excepcional su libro "Psicología de masas del fascismo" dio una respuesta, desde la izquierda intelectual a la explicación del triunfo del nazismo que trascendía con mucho los esquemas propios de la ideología marxista. Reich, fue el primero en reconocer que muchos proletarios habían contribuido al ascenso del nazismo, creyó ver en el nazismo, no tanto la dominación de una clase sobre otra, sino de un tipo de represión sexual sobre la libertad de la líbido.
La Asociación de Psicoanálisis Social creada por Reich llevó el psicoanálisis a la clase obrera. Freud mismo había escrito que "la terapia psicoanalítica no era alcanzable para los pobres" debido a sus altos costos.
Sin embargo, la llegada de Reich a EE.UU. hizo que cambiara el objeto de sus investigaciones. Por de pronto se sintió atraído por los OVNIS y por un espacio poco claro entre la mística y la sexualidad. Algunos de los rasgos de su personalidad en los últimos años de su vida demuestran desequilibrios psíquicos profundos.
Reich en los últimos 15 años de su vida desarrolló toda una teoría sobre los OVNIS; sus herederos han preferido cubrir un tupido velo sobre la última etapa de evolución de su pensamiento, especialmente entre 1942 y 1957. De todas formas existen artículos y rastros que permiten reconstruirlo.
Al llegar a EEUU Reich se radicó en Maine creando la comunidad que llamó "Orgonon". Luego veremos el porqué del nombre. Todo se inició en 1952 cuando algunos miembros de la comunidad afirmaron haber visto "platillos volantes". Poco a poco fue obsesionándose con la idea de la presencia de naves extraterrestres que supuestamente observaban a la comunidad de "Orgonon". El las llamaba "EA" iniciales de las palabras "Energía" y "Alpha"; sus tripulantes eran llamados CORE, siglas de "Cosmic Orgone Engineering".
Llegó a obsesionarse con la idea de que algunas estrellas eran, en realidad, naves extraterrestres situadas sobre la comunidad de "Orgonon" para vigilarla; construyo un "cloudbuster", más adelante denominado "cañón espacial", que disiparía la energía orgónica negativa -DOR- liberada por las naves extraterrestres y causante de las enfermedades del hombre. Estaba convencido que gracias a este instrumento había logrado debilitar algunas "luces azules" estacionadas sobre Orgonon.
Por lo demás la presencia de naves extraterrestres en nuestro planeta estaría dictada por su necesidad de cargarse aquí de energía orgónica positiva (OR) y desprenderse de la negativa (DOR) en forma de polvo negro que provocaría una lluvia y la consiguiente nausea, cianosis y malestar general.
En 1956 es condenado a dos años de cárcel por tráfico ilegal de "acumuladores de energía orgónica" que consideraba el único remedio contra el cáncer... Murió en la penitenciaría de Willisburg el 3 de noviembre de 1957. En la última fase de su vida Reich había abandonado la práctica psiquiátrica y proyectaba un nuevo culto basado en la eugenesia y denominado "Hijos del Porvenir"; una parte de sus seguidores renunciaron a sus extravagantes teorías enunciadas tras su llegada a EE.UU., mientras que otros asumieron todos los contenidos, incluidos los ufológicos.
La "teoría orgónica" habla de que una parte del universo está compuesto por "materia orgónica" que se manifiesta en nosotros en el momento de las relaciones sexuales. Contra más acumulación de "orgón" haya, más posibilidad tendremos de llevar una vida equilibrada. De aquí que Reich y discípulos vendieran -y vendan todavía- "acumuladores" de energía orgónica, cuya comercialización fue causa de las desgracias de Reich.
Woody Allen satirizó la imagen de Wilhem Reich en la figura del científico loco de su película "Todo lo que usted quiere saber sobre el sexo y no se atreve a preguntar".
LOU ANDREAS SALOME: LA DEVORADORA DE GENIOS
En la historia de la psiquiatría encontramos pocos personajes que en su vida no estrictamente profesional resulten atractivos. Pero si hay uno es curioso que se trate de una mujer. En efecto, Lou Andreas Salomé, no solo fue una mujer tan inteligente como hermosa, puede ser considerada una verdadera "grouppie" en el círculo psicoanalítico de Viena y, en cierta forma, su musa inspiradora.
Se trataba de una mujer excepcional y no es raro que cautivara a Freud. Antes Federico Nietzsche se había enamorado locamente de ella, antes lo había hecho el filósofo positivista Paul Ree y después sería el poeta alemán Reiner Maria Rilke el que se dejó seducir por esta mujer procedente de Rusia.
Su nombre era Lou Salomé, el apellido Andreas procedía de su marido, con el que casó a los treinta años, un médico de aspecto "bajo y grotesco", nacido en la Batavia (Malasia), de madre malaya, y casada con un noble persa. Con estos antecedentes, a nadie le puede extrañar que, de regreso a Alemania, le concedieran la titularidad de una cátedra de orientalismo en Berlín.
"Herr" Andreas jamás mantuvo relaciones sexuales con su mujer, su declaración de amor consistió en clavarse un cuchillo en el pecho... mantuvieron su extraña pareja durante 40 años. El doctor Andreas estaba particularmente interesado en la medicina oriental y los amigos de la pareja atribuyeron la extraña eterna juventud de Lou a los conocimientos de su marido sobre esoterismo y medicinas alternativas. Sus colegas siempre afirmaron que realizaba en su casa "estudios ocultos". El vecindario de la ciudad de Gottingen la llamaba "la bruja de Bamberg" (colina próxima a su residencia).
Se aproximó a Nietzsche, con apenas 20 años, más interesada por su pensamiento que por su persona en sí. Pero el filósofo solitario se sintió irresistiblemente atraído por la joven, como no podía ser de otra manera. El teórico de la voluntad de poder y del superhombre, el iconoclasta misógino, no dudó sin embargo en fotografiarse, junto a Paul Ree, tirando de un carro sobre el que se encontraba, látigo en mano, Lou Salomé. Y sin embargo, este hombre, sometido al eterno femenino fue el que escribió "¿Vas con mujeres? no olvides el látigo".
Al ser rechazado por Lou, Nietzsche, se encerró durante un mes en febrero de 1883, en pocos días sublimó su frustración escribiendo "Así hablaba Zarathustra", poema más que filosofía y mística mucho más que método. Sus biógrafos no dudan que Lou Andreas Salomé constituyó la experiencia sentimental más intensa de Nietzsche y tuvo importancia decisiva, tanto a la hora de escribir el "Zarathustra", como en su descenso por los abismos de la locura.
Lou Salome conoció a los más importantes sociólogos, poetas y escritores de su tiempo. Participó en sus reuniones frecuentemente como la única mujer. Muchos de ellos eran atractivos y su inteligencia privilegiada. Nietzsche terminó escribiendo que Lou sufría "atrofia sexual"; su fuero interno era completamente inaccesible, se dijo que era "hermafrodita, insensible y frígida" y sus biógrafos coinciden en que antes de conocer a su marido -no precisamente el más atractivo de sus pretendientes, solo el más misterioso- "le faltaba calor y vida en el rostro". Durante sus 43 años de matrimonio su marido nunca la poseyó, si bien es cierto que tampoco jamás la perdió.
Una personalidad así es lógico que se sintiera atraída por el psicoanálisis ya desde sus albores: como otros muchos psiquiatras de ayer y de hoy, como el propio Freud, la reflexión psicoanalítica constituía un intento de conocerse a sí misma y de dar respuestas a los porqués de su comportamiento.
CONCLUSION: EL PSIQUIATRA COMO INVERSION DEL SACERDOTE
Algunos datos elegidos al azar sobre la historia del psicoanálisis son escalofriantes. Los primeros psiquiatras no dudaban que una de las causas principales de la locura era la masturbación. Rush, uno de los fundadores de la psiquiatría norteamericana, utilizaba un sillón giratorio como instrumento terapéutico para "descongestionar la sangre en el cerebro". Es significativo que más del 50% de los pacientes que utilizan el psicoanálisis, abandonen el tratamiento prematuramente: no solo los altos costos de las sesiones les inducen a ello, sino también el no experimentar mejoría alguna. El profesor Hans J. Eysenck, después de examinar 10.000 expedientes de enfermos mentales que pasaron por la consulta de algún psicoanalista, debió reconocer que no había ¡absolutamente ninguna prueba de que mejorasen tras el tratamiento! En efecto, la proporción de curaciones era la misma que la que se daba entre los mismos enfermos que habían sanado espontáneamente, sin ayuda de la terapia.
Para colmo, los principales usuarios de la terapia psicoanalítica en Inglaterra son, en un 50% personas relacionadas con el ambiente psicoanalítico, tales como otros psiquiatras, sus enfermeros, ayudantes y sus familiares, es decir gente que "necesita creer" en el psicoanálisis porque de él dependen sus ingresos y su vida cotidiana. En universidades españolas en donde algunas cátedras vitalicias están ocupadas por psiquiatras freudianos y se sigue enseñando freudismo cuándo las nuevas corrientes psiquiátricas lo han sumergido de forma total y para siempre.
El famoso psicoanalista Cesare Musatti, italiano de origen judío, en su libro "Todos somos neuróticos" -título, por lo demás, abusivo- a la pregunta de "Pero usted ¿le promete al paciente que lo curará?", responde "¿Yo? ¡Ni hablar! Sería un imperdonable error técnico..." y luego pasa a aceptar la similitud entre el psiquiatra y el sacerdote. En otra parte del libro describe sus propios ataques de paranoia y hacia el final nos cuenta el caso de un psiquiatra milanés que había creado una asociación para atender a los suicidas frustrados. Un buen día, sin motivo aparente, se tiró por la ventana y murió en el acto...
Todo esto contribuye a reforzar la sensación, subjetiva, si se quiere, pero no por ello menos sentida, de que el psiquiatra al estar en contacto con la locura, más que cualquier otra profesión, termina sucumbiendo a la locura, al igual que el bombero tiene más posibilidades de resultar quemado que un vendedor de barquillos.
Se suele considerar que el psiquiatra ha sustituido al confesor, al sacerdote y director espiritual, en su tarea de "escuchar". Existe cierta similitud entre una y otra actividad, pero solo a costa de realizar algunas precisiones.
El sacerdote no deja ver su rostro en la penumbra del confesionario; el paciente tampoco puede ver a su psicoanalista situado tras el canapé; pero a partir de aquí todo
son divergencias: el psiquiatra apenas habla, solo lo suficiente para aclarar algún aspecto de la exposición del paciente, el sacerdote, por el contrario, aconseja, reflexiona, indica el camino a seguir, en absoluto permanece pasivo; no es solo confesor, es también "director espiritual"; no apela al subconsciente, sino a un estadio más profundo de la personalidad, al Alma.
El sacerdote es un mediador -en la palabra "pontífice", pontifex, hacedor de puentes se evidencia más todavía este carácter- entre el sujeto y el dios: le enseña el camino a seguir para transcender del mundo físico al metafísico; el psicoanalista busca solo la salud mental del paciente, no le preocupa su alma y, de hecho, ni siquiera cree que exista. Y así sucesivamente...
Entre el psiquiatra y el sacerdote, existe cierta relación: uno es el reflejo especular del otro; y si bien, en toda imagen reflejada podemos encontrar similitud, una será la inversión de la otra. El psiquiatra es la inversión del sacerdote, como lo sagrado lo es de lo profano. La simbología tradicional considera a Satanás como "el mico de Dios", esto es, el imitador por excelencia. Pues bien, algo de todo esto hay en el freudismo.
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