info-Krisis.- En 1926, León Trotksy escribió una despedida al poeta Sergio Esenin que fue incluido como apéndice del libro Literatura y Revolución. Esenin había nacido en 1895. De él dijo Lunacharski que “llegó de la aldea no como aldeano, sino en cierta forma, como un exponente de la inteligencia campesina”. Ganado para la agitación revolucionaria. Alcanza en Petogrado fama literaria cantando la vida campesina y la belleza de la naturaleza. Hay mucho espiritualismo en su obra que desemboca finalmente en una especie de panteísmo que percibe las estrellas, las flores, los árboles, tratados como objetos animados y en constante movimiento, transformándose unos en otros. Formó parte del grupo de socialistas místicos dirigido por Ivanov-Razumnik que proclamaban que “en el socialismo el sufrimiento del mundo salva al hombre”. Nunca pudo dejar atrás completamente su educación cristiana hasta el punto de aludir en 1971 a la Revolución de Octubre con Cristo resucitado, lo que no le impidió recibir una calurosa glosa por parte de Trotsky cuando falleció.
El elogio fúnebre de Trotsky es un pequeño texto de apenas cuatro páginas titulado En Memoria de Sergio Esenin. Escribe Trotsky: “Se ha ido por voluntad propia, diciendo adiós con su sangre a un amigo desconocido, quizá, para todos nosotros”, y más adelante, añade: “En su último momento, ¿a quién escribió Esenin su carta de sangre?”. Y apenas una página después: “cada uno de cuyos versos estaba escrito con la sangre de sus heridas venas”. Y finalmente, entre los últimos párrafos, Trostky escribe: “Los artistas vivían y viven en una atmósfera burguesa, respiran el aire de los salones burgueses, se impregnan cada día, en su carne y en su sangre, de las sugerencias de su clase. Los procesos subconscientes de su actividad creadora se alimentan ahí”. ¿A qué viene tanta insistencia con el tema de la “sangre”…?
La sangre ejerció una fascinación particular en la Revolución Rusa, tal como antes la hubo ejercido en la Francesa. El recuerdo de esta última está inevitablemente asociado a la sombra de la guillotina, sin duda la forma más sangrienta y espectacular de ejecución. En la revolución de octubre todos estos elementos están incluso más acentuados y dominados por la bandera roja tomada como estandarte revolucionario. De hecho, la bandera roja ya se había utilizado como insignia de los movimientos obreros durante la Revolución Francesa. La Ley del 20 de octubre de 1789 decretaba el despliegue de una bandera roja para anunciar que el ejército iba a intervenir, con el fin de reprimir revueltas y motives urbanos. La Comuna de París utilizó como bandeja la roja que a partir de ese momento se convirtió en el símbolo de la insurrección revolucionaria y del movimiento obrero. En aquella ocasión, en marzo de 1871, los revolucionarios se apoderaron del Hotel de Ville en París, que era el centro de operaciones de la Comuna de París, e izaron la bandera roja de la revolución hasta el punto de que Marx pudo escribir en La guerra civil en Francia: “El viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja”. Antes, se había utilizado como símbolo de la insurrección contra Louis Philipe y de nuevo en febrero de 1848 volvió a ser estandarte de luchas sociales. Ya durante la insurrección de la Comuna de París, los revolucionarios proclamaron: “¡La bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial!”. Años después, Federico Engels dijo de la Comuna: “Fue un valiente desafío a toda expresión de chovinismo burgué”s.
Comentando todo esto, Julius Evola, el genial compilador del pensamiento contra-revolucionario de la postguerra escribió en un artículo en el diario Roma (4 de mayo de 1955): “Nos podemos referir en primer lugar al simbolismo del color rojo. Se conoce muy bien aquel cántico que nos dice: "Levántate o pueblo para la liberación, bandera roja triunfará". A partir de la bandera del Terror de los jacobinos en la Revolución Francesa , el "rojo" ha señalado permanentemente las consignas del radicalismo revolucionario, luego fue la insignia del marxismo y del comunismo hasta arribar a las "guardias rojas", a la estrella roja de los Soviet y a la armada roja de la Rusia bolchevique”. Pero, añade Evola, no siempre fue así: “El color rojo, que se ha convertido ya en emblema exclusivo de la subversión mundial, es también aquel que, como la púrpura, se ha vinculado habitualmente con la función regia e imperial, es más, no sin relación con el carácter sagrado que tal función, fue muchas veces reconocido de esta manera. Al rojo de la revolución se le contrapone el rojo de la realeza. La tradición podría remitirnos hacia la antigüedad clásica, en donde tal color, que tenía una correspondencia con el fuego, concebido como el más noble entre todos los elementos (es el elemento radiante que, de acuerdo a los Antiguos, indicaría al cielo más elevado, el cual por tal causa fue denominado empíreo), se asoció también al simbolismo triunfal. En el rito romano del triunfo que, en la antigüedad tuvo un carácter más religioso que militar, el imperator vencedor no sólo vestía la púrpura, sino que en su origen se teñía de este mismo color, en el intento por representar a Júpiter, el rey de los dioses; esto en tanto se pensaba que Júpiter hubiese actuado a través de su persona, en modo tal de ser él el verdadero artífice de la victoria y el principio de la gloria humana”.
Evola prosigue su análisis simbólico citando ejemplos en los que, en otro tiempo rojo y púrpura fueron emblemas de la realeza: “En el mismo catolicismo, los ’purpurados’ son los ’príncipes de la Iglesia’. Existía el dicho: "haber nacido en la púrpura", con referencia a una cámara del palacio imperial bizantino, en donde se hacía en modo que nacieran los príncipes de la Casa reinante. Entró en el uso de la lengua inglesa la expresión: he was born in the purple, para significar que una persona había nacido en un ambiente regio o, por lo menos elevadísimo”. Nuestro autor termina percibiendo una “inversión”: “El hecho que, sucesivamente, la asociación del rojo con la subversión puede haber tenido ciertas relaciones con el Terror, con el esparcimiento de sangre que formaba parte integrante de los pregoneros de la religión jacobina de la humanidad, no le quita para nada su carácter singular de proceso efectivo de inversión: el color de los reyes se convierte en color de la revolución”. Y, apurando este punto de vista, añade: “Justamente el uso moderno de la palabra "revolución" acusa una idéntica inversión de significado. En efecto el término ’revolución’, en su sentido primario y originario no quiere decir subversión y revuelta, sino justamente lo contrario, es decir el retorno a un punto de partida y movimiento ordenado alrededor de un centro inmóvil: por lo cual, en el lenguaje astronómico la "revolución" de un cuerpo celeste es justamente el movimiento que el mismo cumple gravitando alrededor de un centro, centro que regula la fuerza centrífuga, obedeciendo a la cual el mismo se perdería en el espacio infinito. Por lo cual, en razón de una natural analogía, también este concepto ha tenido un papel importante en la doctrina de la realeza. El simbolismo del ’pueblo’ aplicado al Soberano, punto firme, ’neutro’ y estable alrededor del cual se ordenan las diferentes actividades político-sociales, ha tenido carácter y difusión casi universales. He aquí por ejemplo un dicho característico de la antigua tradición extremo-oriental: "Aquel que reina a través de la virtud del Cielo (en términos occidentales se diría ’por la gracia de Dios’) se asemeja a la misma estrella polar: la misma permanece fija en su lugar, pero todas las otras estrellas giran a su alrededor". En el cercano Oriente el término Qutb, ’polo’, ha designado no solamente al Soberano, sino también a aquel que en un determinado período histórico decreta la ley como jefe de la tradici&o