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jueves, 17 de septiembre de 2020

DORIOT Y EL PARTIDO POPULAR FRANCES (10 de 10) – EL PPF DURANTE LOS PRIMEROS MESES DE GUERRA

A la vista de la situación interna del partido (no particularmente preocupante tras las dimisiones) y de su posición en la política francesa (más preocupante a la vista de que los vientos de guerra eran cada vez más visibles), Doriot optó por reconducir el partido hacia las fuentes originarias: el anticapitalismo. Esta línea estratégica estaba todavía más justificada en la medida en que el PCF había perdido cada vez más apoyos populares en razón de su oposición a los acuerdos de Munich (oposición, por supuesto, ordenada por el Komintern y que trataba de beneficiar a la política exterior soviética de la época.

En octubre de 1938 la presencia del PP en la Renault, por ejemplo, era importante y esto indicaba que el PPF podía, en principio, rivalizar con el PCF en las fábricas. Doriot convocó para el 28 y 29 de enero de 1939 una “conferencia obrera del partido” en Saint-Denis en el curso de la cual llamó a la constitución de un “sindicato nacional de tendencia corporativa”. La conferencia fue un éxito y los delegados volvieron animados a sus federaciones. Se trataba de una orientación inédita. Hasta ese momento, los obreros del PPF habían militado en la CGT. La velocidad con la que se sucedieron los acontecimientos internacionales durante todo el año 1939 (especialmente a partir de la primavera y hasta el 3 de septiembre) impidió conocer el resultado de esta operación.

El 15 de marzo las tropas alemanas invadieron Checoslovaquia, vulnerando lo acordado en Munich. Doriot escribió: “Hasta ahora Hitler se había limitado a romper tratados firmados por sus predecesores (…) hoy es un tratado firmado por él el que vulnera (…) Este hecho es de tal importancia que detiene todas las posibilidades de colaboración  entente con Alemana. Todos los países pueden legítimamente sentirse amenazados por la actitud del Reich”. Y, acto seguido, defiende su “ficción geopolítica”: “la seguridad francesa estará asegurada cuando hayamos reconquistado la amistad italiana y española”.

A partir de este momento, el PPF propone una política de firmeza en relación a Alemania y afirma que sus miembros estaban dispuestos a cumplir con su deber en caso de que la guerra estalle. A partir de ese momento, L’Emancipation se convirtió en uno de los diarios más chauvinistas de Francia. La única diferencia con las posiciones más difundidas en la sociedad francesa era que Doriot no quería oír hablar de estrechar lazos con la URSS. Para llevar a la práctica la política del “eje latino” (alianza entre Francia, Italia y España), Doriot envió a Roma a Marcel Marschal para llevar un mensaje destinado a Mussolini: “Os suplicamos, en el nombre de una civilización y de una cultura comunes, y de los principios por los que combatimos ideológica y socialmente, no entrar en la guerra (…) Un nuevo conflicto armado constituiría, usted lo sabe, un verdadero suicidio. Una sola potencia en definitiva saldría victoriosa de ese conflicto, la Rusia soviética”. Sin embargo, el Conde Ciano reveló a Marschal que Italia ya estaba comprometida junto al Reich y que era imposible pensar en invertir estas alianzas.

Por primera vez en su vida, Doriot había abandonado la “real-politik”: ésta sugería que la única alternativa al pacto germano-italiano y a la hegemonía creciente del Reich en Europa, era un acuerdo entre Francia y la URSS. Sin embargo, su anticomunismo le impedía adoptar esta línea y, por tanto, el realismo quedaba aparcado en beneficio de una “alianza mediterránea” inviable. El anticomunismo se opuso sobre el realismo político. Y entonces, en el inicio del verano, estalló la “crisis polaca”.

Cuando los alemanes hicieron pública su reivindicación sobre el “corredor de Danzig”, Doriot –al igual que Maurras y el equipo del semanario Je suis partout- pidió “firmeza total” ante Alemania. Rechazó la negativa que había formulado Marcel Déat en L’Oeuvre, a “morir por Danzig” y en el curso de un mitin pronunciado en Niort el 11 de junio invirtió la pregunta “¿No moriremos por Danzig?”. Doriot se ha resignado a la idea de que la guerra era inevitable. El 18 de agosto, quince días antes del estallido del conflicto había escrito: “El pueblo de Francia acepta ahora la idea de la que guerra que le daba horror hace algunos meses”. En el mismo artículo advertía: “Si, para desgracia de la humanidad, un nuevo cataclismo estallara sobre Europa por culpa de Alemania, merecería un castigo ejemplar (…) Alemania, incluso la de Hitler, puede vivir, a condición de que no nos imponga su guerra. Si no, desaparecerá bajo el peso de sus faltas y de sus crímenes”. Cinco días después de escribir estas líneas se publicaba la noticia de que el Reich y la URSS habían firmado un pacto de no-agresión, que confirmó a Doriot en sus temores. A partir de ese momento ya era cuestión de saber cuándo iba a estallar la regla. El ejército francés de movilizó y miles de militantes del PPF fueron llamados a filas. Doriot en el acto de despedida y salida hacia el frente expresó su sentimiento más profundo: “Nunca como hoy he lamentado tanto haber tenido razón y no haberme equivocado”.

Sin embargo, la nueva situación había resultado extraordinariamente favorable para el PPF: el PCF había sido el más perjudicado por la firma del pacto germano-soviético, perdiendo en pocas semanas las cuatro quintas partes de sus efectivos. Desde finales de agosto de 1939, L’Emancipation alardeaba del paso en masa de células enteras desde el PCF al PPF, incluidos sindicalistas, dirigentes del partido, concejales municipales y militantes de mase.

Doriot resultó también movilizado a sus 41 años. Encuadrado el 24º Regimiento Regional de Guardia en Senlis, se incorporó a principios de noviembre. Su comandante era simpatizante del PPF y antiguo militante de Action Française, con lo que Doriot no tuvo ningún problema en seguir escribiendo artículos para L’Emancipation y ejerciendo como dirigente del partido… aunque con otra firma, “Pierre Dutilleul”. Sin embargo, no pudo evitar que una pequeña crisis estallara en la dirección. Dos miembros, Emile Masson (tesorero del partido) y Maurice Lebrun (administrador de L’Emancipation), miembros de buró Político fueron obligados a dimitir por Henri Barbé, secretario general en ausencia de Doriot, acusados ambos de “irregularidades administrativas”. Contra todo pronóstico, Doriot apoyó a los sancionados y los defendió. Barbé dimitió de su cargo y de su pertenencia al partido. Pasó luego al entorno de Marcel Déat y del RNP y durante la ocupación volvería a mantener relaciones correctas con Doriot. Su puesto fue ocupado por Victor Barthélemy.

Durante la campaña de Polonia y la “drôle de guerre” (septiembre 1939 a principios de mayo de 1940), los editoriales de Doriot y la línea del partido siguieron siendo chauvinistas más que nacionalistas, persistiendo en su anticomunismo. Sin embargo, Doriot parecía distinguir entre el Tercer Reich y el NSDAP al que consideraba como ajeno a la guerra. Pero estas disquisiciones dejaron de tener importancia cuando el 10 de mayo de 1940, las tropas alemanas rompieran en pocas horas el frente francés. El PPF llamó “a todos sus miembros a estrechar filas para defender el suelo nacional”. El propio Doriot tuvo una actuación heroica en los combates que tuvieron lugar el 17 de junio en el Loira junto a Sully-sur-Loire y el 20 en Villebervier. Recibió por estos actos de heroísmo, la Cruz de Guerra con estrella roja y varias menciones al honor.

El valor demostrado por Doriot en el frente –inusual en aquellos momentos de desbandada general del ejército francés- fue utilizado como argumento de propaganda por el PPF, insistiendo en la falsedad de las acusaciones lanzadas por el PCF para presentarlo como un “vendido a Hitler”. Tras el armisticio, Doriot y los soldados que estaban a sus órdenes, consiguieron ropas de civiles y pudieron escapar a la detención. El 26 de junio retornó a Saint-Denis…

Lo que se inicia a partir de entonces ya no es la ruta de un partido político que actúa en condiciones normales en el seno de un Estado con el objetivo de conquistar su control, sino la actuación de un partido en un país ocupado por los alemanes en una parte y en la que un gobierno “colaboracionista” y conservados dominaba en el sur. Nada que se hubiera parecido a lo que el PPF había vivido hasta entonces.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Doriot y el Partido Popular Francés (9 de 10) - Tiempos difíciles: crisis internas, crisis internacionales

Doriot no pudo evitar que una serie de elementos objetivos se desencadenaran contra él y contra su partido. El primero de todos fue el ya mencionado cambio de clima en la política francesa con la disolución del Frente Popular y la formación del gobierno Daladier el 10 de abril de 1938 que supuso un primer parón en el crecimiento del PPF. Unos meses después el 30 de septiembre, se firmaban los acuerdos de Munich y en la semana siguiente las tropas alemanas entraron en la zona de los Sudetes. El resultado directo para el PPF no fue un nuevo parón sino el inicio de una crisis interna en el curso de la cual la figura de Doriot salió erosionada y perdió a una parte importante de sus intelectuales.

En el momento en el que la tensión empezaba a concentrarse en Checoslovaquia a causa de la presión ejercida por el Partido Alemán de los Sudetes dirigido por Konrad Henlein y justo cuando empezó el Congreso de Núremberg del NSDAP (12 de septiembre de 1938) en el que Hitler aludió a que si el gobierno checo no podía garantizar la seguridad de la población de habla alemana, el Reich se encargaría de ello, Doriot publicaba un artículo en La Liberté y en L’Emancipation en el que afirmaba: “Hitler ha tenido a bien afirmar que el problema de fronteras se ha resuelto definitivamente entre Francia y Alemania, puede decir que la catedral de Strasburgo nos pertenece, pero el francés piensa que a fuerza de romper tratados, terminará también por querer revisar la frontera del Rhin. Tal es el drama de la situación actual”. Y más adelante añadía: “Alemania y sus jefes deben comprender: si creen que Francia no combatirá en caso de ataque contra Checoslovaquia, se equivocan”. Doriot reconocía las justas aspiraciones alemanas sobre los Sudetes (“Hitler puede obtener una nueva victoria moral pacífica: es la justicia para los alemanes de los Sudetes”). Tales eran las tesis de Doriot que no podían evitar ser contradictorias: de un lado la propia de un nacionalista que quiere garantizar y fortalecer la seguridad y la integridad de su país (y que por tanto, en aquel momento, precisaba una política de fuerza hacia Alemania) y por otro la de un “fascistizado” que entiende las reivindicaciones alemanas y no está dispuesto a “morir por los Sudetes”.

El artículo causó un enorme impacto, no tanto en la sociedad francesa como en el interior del PPF y, en concreto, de L’Emancipation National. Una parte de la misma rechazó la posición de Doriot. Drieu La Rochelle entre ellos. El clima de guerra se había apoderado de Europa. Es cierto que la posición defendida por Doriot en materia de política europea era la más coherente, simple y completa (reconciliación franco-alemana y tratado de no agresión con el vecino país, sobre la base de un establecimiento de fronteras estables en Europa). Sin embargo, los gobiernos franceses que se iban sucediendo carecían de una política exterior que modificara la emprendida durante la formación de la “entente cordiale” en 1904. La alianza franco-británica, extendida en la Primera Guerra Mundial a los EEUU y, por tanto, en donde los intereses económicos anglo-sajones de ambos lados del Atlántico tenían un peso decisivo, convertía a Francia en un simple acompañamiento y, en realidad, el único territorio sobre el que, inicialmente, podría librarse un conflicto con Alemania. El 23 de septiembre Francia movilizó a sus reservistas y Gran Bretaña colocó a la flota en estado de alerta. Por su parte, Pierre Etienne Flandin, presidente de la Alianza Democrática lanzó un llamamiento a través de La Liberté, titulado “Pueblo francés, no te equivoques” en el que cuestionaba la información que iba llegando a Francia sobre el conflicto, afirmaba que los datos eran insuficientes o excesivamente parciales y denunciaba “el mecanismo consciente montado desde hace semanas y meses por fuerzas ocultas para hacer la guerra inevitable”. Y se planteaba: “¿Las tropas alemanas penetraron en el territorio de los Sudetes reconocido como alemán antes o después de la delimitación de fronteras?”. Dado que el gobierno había rechazado convocar a las cámaras representativas para tratar el tema, Flandin exhortaba a los franceses a dirigirse directamente al  jefe del Estado para salvar la paz. Sin embargo, el artículo tuvo menos difusión de la esperada: las tres ediciones de La Liberté que reproducían el artículo –pacifista y contrario a la guerra, muy objetivo por lo demás- fueron recogidas por la policía. Los carteles colocados en París y en provincia reproduciendo las tesis pacifistas del PPF fueron arrancados por la policía siguiendo órdenes del ministerio del interior y el mitin programado por el partido para tratar el tema y convocado en el Velódromo de Invierno, resultó prohibido. La política del PPF fue tachada por el gobierno y por los partidos de derecha e izquierda como una “política de capitulación” ante Alemania. Pocos días después, los carteles colocados por la Federación del Var del PPF, en los que se podía leer “No queremos morir por Checoslovaquia”, fueron objeto de una encuesta judicial y discutidos incluso en el Buró Político del partido en donde Pierre Pucheau los criticó duramente, sin poder evitar que el organismo de dirección respaldara la posición de Doriot.

En los días siguientes aparecieron nuevos artículos en los medios del partido sobre el mismo tema, comentando la firma de los acuerdos de Munich que fueron anunciados en L’Emancipation con este titular: “Hemos escapado por los pelos. Será necesario ajustar cuentas”. En cuanto a Drieu escribió: “Hasta aquí, pero no más lejos”, refiriéndose a las reivindicaciones hitlerianas. En el texto decía: “Hitler tenía derecho a reclamar Austria, lo tenía también en la cuestión de los Sudetes. Pro un derecho no es válido más que si se ejerce humanamente; ese ejercicio no puede convertirse en extorsión”. El 14 de octubre Drieu se dirigió en las columnas del diario a Daladier: “Usted ha vuelto de Munich cubierto de vergüenza”. Y concluye: “Munich es la victoria de la razón, pero una victoria pagada muy caro”. Hitler ha aparecido en Francia, incluso en el interior del PPF, como el hombre que quiere la guerra: “satisfaciendo una reivindicación justa, aspira a desarrollar la hegemonía alemana sobre Europa”.

El 7 de octubre, consciente de que las opiniones sobre la cuestión estaban generando problemas internos en el partido, Doriot publica un mensaje de dos páginas en el diario con el título de “Francia no ha traicionado a Checoslovaquia”, en el que hacía un análisis histórico el conflicto y recordaba las posiciones del PPF en materia de política exterior. El 14 de octubre publicó otro llamamiento a una reconstrucción nacional especialmente en materia de política exterior. En estas circunstancias se reunió el Consejo Nacional del PPF el 15 y 16 de octubre. En el curso de los debates aparecieron varias críticas al “jefe”. Éste leyó un discurso de 13 folios donde exponía que Francia debía aceptar la retirada que supuso el pacto de Munich para evitar una catástrofe militar y que, a partir de ese momento, le era preciso utilizar el tiempo ganado para reforzar su armamento. Bertrand de Jouvenel intervino en primer lugar (su padre, embajador de Francia, era amigo del presidente checoslovaco Benes y él mismo se encontraba en Praga cuando estalló la crisis. Afirmó que la bandera de Francia había sido lacerada y pisoteada. Pierre Pucheau demostró que la anexión de los Sudetes representaba una merma económica para Francia. Henri Barbé, por su parte, señaló que la debilidad militar francesa era incompatible con adoptar posiciones de fuerza. En la misma línea, Henri Lèbre y Claude Jeantet sostuvieron la posición de Doriot recordando que la opinión pública francesa había apoyado unánimemente los acuerdos de Munich.

Fue entonces cuando el debate dio un giro. Pucheu viendo que su ofensiva contra Doriot no tenía mayoría en el Consejo Nacional, cambió de argumentación. Aludió a la vida privada de Doriot a la que calificó como “disoluta”, criticó la aceptación de subsidios procedentes de Italia. Paul Marion en la sesión del día siguiente, recordó que el 30 de noviembre, el Conde Ciano había pronunciado un discurso en la Cámara de los Fascios y las Corporaciones en el que había aludido a “las aspiraciones naturales del pueblo italiano” sobre Córcega, Niza, Túnez y Saboya, siendo entusiásticamente contestados con un “A Noi!” por los diputados presentes”. El Buró Político respaldó igualmente la línea de Doriot, pero no pudo evitar que, especialmente las críticas formuladas a su vida personal se trasladaran a la siguiente reunión del mismo organismo que tuvo lugar a principios de 1939. En el curso de esa reunión, Pucheu renovó los ataques a la vida privada de Doriot y a su política exterior. Pero en esa ocasión estuvo acompañado por Arrighi, Jean Fontenou, Loustau y Paringaux quienes dimitieron en bloque. Fabre-Luce les había precedido unos días antes y Drieu se había ido silenciosamente dejando de publicar artículos en los medios del partido desde la anterior reunión del Buró Político. Otros, como Popelin y Maud’huy, sin dimitir, dejaron de participar en la dirección. Barbé también había abandonado el partido en el mes de noviembre. En pocas semanas, el PPF había perdido a sus intelectuales más brillantes y a algunos de sus cuadros más conocidos.

¿Qué había de cierto en los reproches formulados contra la “vida privada” de Doriot? Jean Paul Brunt recuerda en su biografía de Doriot que “la historia demuestra que la vida privada dudosa de infinidad de hombres no ha impedido que fueran grandes jefes de Estado”. Pierre Pucheu, verosímilmente, se sentía decepcionado por la escasa influencia de sus tesis sobre la línea política de Doriot. Pucheu, amigo de Robert Brasillach y de Jean Paul Sartre a los que conoció en la École Normale Supérieure de París, tras haber intentado destacar como escritor, se pasó al mundo de los negocios, deslumbrado por el capitalismo. Fue en la industria del acero en la que destacó convirtiéndose en la cabeza visible, en pocos años, del Cartel d’Acier, el mayor monopolio sobre este material estratégico. A partir de la crisis del 6 de febrero de 1934, se interesó por la política, ingresó en los Cruces de Fuego de La Rocque y luego en el PPF. Procedía, pues, de un medio social que no solamente entraba en contradicción con la base obrera del partido, sino que además era antagónico. Durante el gobierno de Vichy sería uno de sus más activos apoyos destacando como “tecnócrata”. Capturado en Argel después del desembarco norteamericano, fue el primer “colaboracionista” fusilado por De Gaulle. Incluso Pucheu que constituyó la punta de lanza en el ataque contra Doriot y, la totalidad de los que en aquel momento se dieron de baja en el partido, reconocerían más tarde que la línea política de Doriot en ese momento había sido la correcta y ellos mismos la compartieron luego. Víctor Barthélemy, testigo privilegiado de aquellos episodios, concluyó que los ataques a la vida privada de Doriot no eran más que excusas para reforzar los ataques a su línea política.

Ahora bien… sí es rigurosamente cierto que entre finales de 1937 y principios de 1938 tuvo lugar un cambio en los hábitos de vida de Doriot, algo que no pasó desapercibido ni para su entorno inmediato, ni para los servicios de información. Es posible que tuviera que ver con las relaciones con su mujer y sus hijos. A partir de ese momento deja de dormir en casa y suele hacerlo en la sede del partido. Tampoco va a casa a comer y prefiere hacerlo en restaurantes sin reparar en gastos. Suele ir a restaurantes refinados, degustar vinos selectos e ir acompañados por amigos y camaradas. El resultado directo no pasa desapercibido a quienes lo ven: la obesidad. Fabre-Luce reproduce una frase que le comunicó Paul Marion: “Doriot había cambiado. Intentó sinceramente elevarse  la altura de las esperanzas que se habían depositado en él. Cuando la corriente se invirtió pasó a consolarse en los burdeles”.

Sin embargo, la crisis en la dirección del PPF apenas afectó al partido. No se había tratado ni de una escisión, ni siquiera de dimisiones escandalosas que aceptaran continuar la pelea en medios de comunicación. En realidad, las dificultades procedían de la coyuntura (caída del Frente Popular con nueva situación en Francia y pacto de Munich con nueva situación en Europa). Lo primero hace del PPF un partido inútil para la derecha, un partido, incluso, que en razón de su anticomunismo exacerbado podría suponer un obstáculo ante el segundo problema, el pacto de Munich, que requería, para afrontarlo, un amplio consenso en la sociedad francesa: una “unión nacional”. La buena noticia era que la Asamblea Nacional había aprobado el reparto proporcional de los diputados del Partido Radical que querían sacudirse la dependencia que tenía su grupo de socialistas y comunistas. El PPF, con la nueva distribución de escaños hubiera podido obtener entre 50 y 60 diputados.

lunes, 3 de agosto de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (4 de 10) - Trece meses para una mutación



Trece meses para una mutación

Por una parte, Doriot experimentó una sensación de libertad al ser expulsado del PCF, pero por otra, recordó amargamente todo el tiempo, los esfuerzos, las esperanzas y las ilusiones depositadas en sus años como militante del comunismo francés. Contrariamente a lo que han sugerido los escribas oficiales del comunismo, Doriot no abandonó el partido para integrarse en una “liga fascista”, sino que inmediatamente, apenas un mes después de resultar expulsado siguió proponiendo las mismas salidas estratégicas: “una sola clase, un sola CGT, un solo partido”, escribió en L’Émancipation el 7 de julio de 1934. En la práctica, Doriot estaba proponiendo una coalición entre el PCF, los socialistas de la SFIO y los escindidos y expulsados del PCF. A partir de octubre de 1935, transformó su diario en una publicación de difusión nacional con el subtítulo de “Órgano Central de la unidad total de los trabajadores”.

Pero Doriot era el primero en intuir que tal proyecto frentista estaba llamado a fracasar o, en el mejor de los casos, a consolidarse sin él. Conocía perfectamente las tácticas de Stalin que el aparato del PCF no dudaría en emplear contra él: expulsarlo primeramente y luego asumir sin el más mínimo rubor la línea política que había defendido y que le había llevado a ser excluido de la formación. Así ocurrió, en efecto. El mismo día antes de que Thorez oficiara el ritual de la expulsión, el dirigente comunista expresaba exactamente las mismas ideas que habían puesto a Doriot en la picota. Dijo Doriot: “Junto a los proletarios queremos llevar a las clases medias arrancándolas a la demagogia del fascismo. Debemos sumir la defensa de cada reivindicación de las clases medias desde el momento en que no se oponen a los intereses del proletariado”. El giro del partido había sido copernicano y solamente entonces, Doriot podía ser expulsado.

Una vez fuera del PCF, Doriot debía de modificar su discurso si es que pretendía tener alguna audiencia. En el mes de julio de 1934 se manifestó en varias ocasiones en favor de la construcción de “un gran partido de los trabajadores, basado sobre la libertad de tendencias en la disciplina de la acción y en la voluntad de transformación social”. Propuso una alianza entre el proletariado industrial, las clases medias y el campesinado. Unos días después, reprochó al PCF su burocratismo y su subordinación a las exigencias de Moscú, mientras que acusaba a la SFIO de reformismo. Acto seguido, Doriot se preguntó por qué el “partido del proletariado” estaba retrocediendo en toda Europa y por qué el fascismo avanzaba (artículo en L’Émancipation del 21/7/34). Quizás sea, intuye, que los partidos tradicionales ya no sirven. Unos días después, en la edición del 13/10/34 da la respuesta definitiva: “Es necesario construir algo nuevo”.

Doriot sigue siendo comunista y así es reconocido por los militantes comunistas de Saint–Denis que lo siguen sin fisuras en su nueva aventura. Incluso sigue admirando la experiencia soviética tal como manifiesta en su alocución del mitin celebrado en el Teatro Municipal en el aniversario de la Revolución Rusa. Al acabar el mitin, cantan La Internacional puño en alto. Doriot no ha traicionado a la causa que asumió en su juventud. Sigue siendo un militante marxista–leninista. Y, además, sigue siendo alcalde de Saint–Denis.

Su actividad en la primavera es desbordante. Otro gran mitin conmemora la muerte de Lenin y otro más la Comuna de París. El municipio de Saint–Denis organizará una exposición en el Museo Municipal sobre la comuna en los meses de marzo, abril y mayo de 1935 al que asistirán intelectuales y el último de los “comuneros” que todavía vivía, Jean Allemane de 92 años.

Sin embargo, a partir del mes de octubre de 1934, cuando el partido intenta reconstruir la célula de Saint–Denis, en el mitin que seguirá, por primera vez se canta el nuevo himno que da carta de naturaleza a la formación: “En avant Saint–Denis” (Adelante Saint–Denis). La letra sigue siendo la de un partido de izquierda: “Adelante Saint–Denis, adelante | por la unidad revolucionaria | bajo la bandera roja al viento | llevaremos a todos los proletarios | contra el odioso régimen sangriento. | Ante el fascismo que nos amenaza | En nuestras filas está vuestro lugar…”. En ese momento, la escisión no se ha consumado, solamente Doriot ha sido expulsado, pero el resto de militantes de la célula siguen dentro del partido y para reorganizarlos se ha convocado la conferencia. Asiste un delegado del Comité Central que presenta la línea del partido y condena el acto convocado, según él, contra las normas estatutarias, por lo que los acuerdos suscritos en el curso del mismo, no serán reconocidos por el partido y quienes los suscriban correrán el riesgo de ser expulsados como Doriot. Asisten 220 delegados de los que 206 son “doriotistas”. La desproporción de fuerzas y la actitud displicente y orgullosa de los enviados de la dirección es tal, que el sector de Doriot no tiene ningún inconveniente en que tomen la palabra otros dirigentes enviados por el Comité Central.

Además, Doriot dispone también del apoyo de los socialistas locales con los que convoca un mitin en favor de la “unidad de la clase obrera” en el que participan altos dirigentes de la federación socialista de Seine pertenecientes al “ala izquierda” del partido. Otros dirigentes comunistas se agrupan en torno a Doriot, entre ellos los alcaldes de Pierrefitte y Villateneuse. En todas las células de la Banlieu Norte de París aparece una corriente de simpatía hacia Doriot que se entiende pronto por Bobigny, Épinay–sur–Seine, Bagnolet, Ìle Saint–Denis, etc. En todas estas localidades se constituyen grupos de “Amigos de la Unidad Obrera” y comités de difusión de L’Émancipation. La reacción del PCF será, simplemente, histérica: allí en donde los stalinistas han conseguido conservar fuerzas suficientes interrumpen las reuniones, los mítines y las ventas de L’Émancipation. La consigna es: “Doriot no saldrá de Saint–Denis”. El esfuerzo es particularmente en las provincias. En Saint–Denis el PCF opta por excluir solamente a Doriot y más adelante a Barbé y Lebrun, junto con algunas medidas disciplinarias contra algunos dirigentes del sector mayoritario y doriotista.

En el final del otoño de 1934, incluso para los más optimistas dirigentes del PCF está claro que la célula de Saint–Denis ya no responde ni a las orientaciones ni a las consignas del partido. Incluso para distinguirse se hace llamar “célula mayoritaria”, entendiendo que la minoritaria es la que si acepta las orientaciones de la dirección central. A principios de noviembre, el PCF decide crear otra célula en Saint–Denis, pero opta por hacerlo en la vecina localidad de Épinay. Hoy se sabe que Thorez, que estuvo presente en la reunión, debió movilizar a un público ficticio para llenar la sala. En la alocución que dio, Thorez no pudo evitar sacar todo el rencor que había albergado durante años contra Doriot, llegando a afirmar que permitiría el retorno de todo aquel comunista que deseara reincorporarse al PCF, salvo a Doriot a quien no duda en calificar una y otra vez de “traidor”. Éste respondió expulsando a los militantes fieles al PCF del “Comité de Vigilancia Antifascista” de Saint–Denis en el que participaban sus militantes y los socialistas. El hombre del PCF en ese momento en Saint–Denis es Auguste Gillot, un funcionario del partido a cuyas órdenes se ponen varios hombres del aparato central y que ha sido comisionado para recuperar el terreno, llegará a asaltar con efectivos llegados de otras regiones el mitin que el Comité de vigilancia convocó el 12 de febrero de 1935. Gillot, por la fuerza consiguió subirse a la tribuna, pero el canto unánime de la Internacional entonado por los partidarios de Doriot acalló completamente su voz.

Los esfuerzos de Guillot (que mantendrá responsabilidades dentro del PCF hasta su muerte y solamente logrará ser alcalde de Saint–Denis entre 1945 y 1971… con Doriot fusilado) no lograrán dar lustre y esplendor al PCF en la zona. En mayo de 1935 tienen lugar las siguientes elecciones municipales y el PCF no duda en presentar como candidato en la población a Jacques Duclos (otro stalinista que sobrevivirá a la guerra y mantendrá sus responsabilidades en el interior del partido hasta 1975). La derrota de Duclos es abrumadora: 22,8% de los votos contra 56,8% del Partido de Unidad Proletaria bajo el que concurre la lista doriotista. Los socialistas que, finalmente, no se integraron en la candidatura, apenas obtienen un 5,3% quedando completamente fuera de juego. En otras circunscripciones de la zona norte de París, las listas doriotistas también se imponen sobre las del PCF.

Tres días después de las votaciones el gobierno anuncia la firma del pacto franco–soviético. El ministro de Asuntos Exteriores, Pierre Laval (que luego ostentará la jefatura del gobierno con el Mariscal Petain como presidente, bajo la ocupación alemana) viajó a Moscú y se entrevistó con Stalin, tras lo cual se anunció la firma del acuerdo. Doriot escribió en L’Émancipation el 22 de junio de 1935: “Esta alianza entre un Estado proletario y un Estado capitalista es contra natura y pone al Estado proletario, que debía ser la vanguardia del movimiento revolucionario del mundo, a remolque de sus aliados capitalistas”. Más adelante, en el mismo artículo, alude a la “subordinación total y a la domesticación del Partido Comunista y de los demás partidos comunistas a la sección rusa de la Internacional Comunista, las alianzas entre los imperialismos y la URSS aniquilan el papel revolucionario de estos partidos y los transforman en apoyos objetivos del imperialismo”. Detrás de todo ello, lo que Doriot descubre es que se está acercando un nuevo riesgo de guerra en Europa. La alianza franco–soviética es, de hecho, una alianza contra Alemania que contravenía la orientación que Doriot creía era la justa en política exterior: la reconciliación franco–alemana.

Durante el verano de 1935, la municipalidad de Saint–Denis se convertirá en la meca de toda la extrema–izquierda disidente del PCF. Allí encontrarán acogida todos los grupos disidentes: desde los trotskistas y los anarquistas, hasta la revista de Georges Valois, el ex dirigente de Le Faisceau que en ese momento ha retornado a la izquierda y publica la revista Nouvel Âge, o al equipo de la revista Révolution prolétarienne… Todos estos grupos y revistas están de acuerdo en condenar el papel del PCF y reconocer su renuncia a ejercer un papel revolucionario. No coinciden en sus propuestas, pero si en su rechazo generalizado al stalinismo.

Al retornar de las vacaciones veraniegas, en septiembre de 1935, Doriot promueve una campaña contra la sumisión a Moscú demostrada por el PCF. El ataque es inmisericorde: “Hasta a los esclavos más dóciles les gusta presentarse como hombres libres”. En los días siguientes revelará muchos episodios que conocía directamente sobre el funcionamiento del Komintern y los límites a la autonomía y libertad de los partidos comunistas. Nadie duda en esos momentos que Doriot sigue siendo un militantes de izquierdas, un marxista convencido y en tanto que tal participará en la primera manifestación del 14 de julio de 1935 que dará nacimiento al Frente Popular. Pero el PCF se preocupará de presionar sobre los socialistas para desembarazarse de la presencia de Doriot. El 14 de noviembre de 1935 será excluido oficialmente del Frente Popular. Muchos de los apoyos que había tenido Doriot en la extrema–izquierda le abandonan y las grandes firmas del comunismo internacional que hasta ese momento habían enviado artículos a L’Émancipation, entre ellas la del italiano Pietro Nenni, desaparecen para siempre. Solamente siguen colaborando con él miembros de la izquierda pacifista. Su radio de acción de ha reducido bruscamente a la municipalidad de Saint–Denis.

En el verano de 1935 se produce la invasión italiana de Etiopía y las protestas desencadenadas especialmente por la iniciativa del Reino Unido. L’Émancipation denuncia la acción fascista en Italia como una muesta de imperialismo, pero al mismo tiempo, en un mitin convocado para el 26 de octubre, alude a que esta guerra “no es solo una operación fascista, sino la reivindicación de un gran país prolífico al que su tierra ya no puede alimentar”. Doriot en ese momento parece aceptar la teoría de Corradini sobre el derecho de las “naciones proletarias” (Alemania e Italia) a construir imperios con los mismos derechos que las “naciones burguesas” (Francia y el Reino Unido). Así pues, no se trataba de enzarzarse en una guerra contra el “pueblo italiano”, sino que había que optar por la “conciliación” y, en cualquier caso impedir que Francia se colocara nuevamente a remolque del Reino Unido capaz de transformar un “pequeño conflicto colonial en una gran guerra, primero en el Mediterráneo y luego en todo el mundo. Los puntos de vista de Doriot sobre la política exterior francesa en ese momento no son muy diferentes a las que había defendido en sus últimos años de militancia en el PCF:
1.– Necesidad de una reaproximación franco–alemana.
2.– Esta reaproximación deberá cristalizar en un Pacto de No–Agresión entre ambos países.
3.– Reservas y desconfianzas respecto al Reino Unido y crítica a su sistema colonial.
4.– Denuncia de la alianza franco–soviética.

Hitler en aquel momento había propuesto algo parecido al punto 2 tras la remilitarización de Renania en marzo de 1936 y consolidar el punto 1. En cuanto al punto 3 lo argumentaba diciendo que Inglaterra tenía dos pesos y dos medidas, una para tratar de mantener su posición de primera potencia comercial mundial gracias a sus colonias y otra para evitar que cualquier otro país pudiera rivalizar con ella. En cuanto al punto 4, cuando se vote en el parlamento francés la ratificación de los acuerdos Laval–Stalin, Doriot votará en contra. No ha habido ninguna variación sustancial respecto a las posiciones que el alcalde de Saint–Denis había defendido en el pasado. Esta persistencia en sus ideas se trasluce en la cabecera de L’Émancipation que sigue ostentando la hoz y el martillo en la portada y por los cantos de La Internacional y del Saint–Denis en avant! que se repiten en los mítines. Sigue siendo comunista y lo seguirá siendo cuando se convoquen las nuevas elecciones generales en 1936.
En esa ocasión, el PCF que ha invertido millones de francos y docenas de “hombres del aparato” en resucitar su desgraciada célula de Saint–Denis. En esta ocasión, el candidato comunista en la zona es Fernand Grenier, secretario general de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Durante la pre–campaña, en Moscú, Stalin concede una entrevista a un diario norteamericano en la que reafirma que no tiene intención de desencadenar una “revolución mundial”. Doriot coge el argumento de Stalin y lo utiliza para su propaganda contra Grenier y la candidatura comunista. Éste, por su parte, se beneficia del impulso que en ese momento tiene el Frente Popular en toda Francia. De hecho, la candidatura nacional de este Frente logrará la victoria… pero no en Saint–Denis en donde será batida por Doriot en la segunda vuelta por 51,4% de votos contra 48,3% obtenidos por el candidato del PCF.
Ocho semanas después de las elecciones Doriot crea el Partido Popular Francés. Obviamente, esta formación tiene como eje central a la “célula mayoritaria” de Saint–Denis, pero también agrupa a lo que podría llamarse “disidentes” de derechas e izquierdas. No hay que olvidar que el proceso que ha llevado a la expulsión de un conocido líder del PCF y de la Internacional, ha convertido a Doriot en un personaje extremadamente conocido –e incluso popular– en todo el país. Siempre ha hecho gala de hablar claro, le precede fama de honestidad y de valor, no en vano se ha opuesto a Stalin y al stalinismo y eso indica fortaleza en sus convicciones, valor y decisión  la hora de llevarlos a la práctica. Nadie duda –salvo el aparato de su antiguo partido- de la pureza de sus intenciones y de su sinceridad como revolucionario. Esto ha hecho que la alcaldía de Saint–Denis se convirtiera en una especie de lugar obligado de visita para todos aquellos que de alguna manera disienten de las formaciones políticas clásicas.

Uno de estos visitantes es Paul Marion. Otro será Gaston Bergery. El escritor Bertrand de Jouvenel o Alfred Fabre Luce, como también Denis de Rougemont y, por supuesto Marcel Déat, departirán habitualmente con Doriot en los meses previos a la formación del PPF, hasta el punto de que puede decirse que el nuevo partido recogerá parte de las propuestas e intenciones de todos ellos e incluso contará, de una forma u otra, en las bases militantes, en la redacción de sus periódicos, asociados a sus iniciativas o como simpatizantes, a la mayor parte de todos ellos. Algunos, como Marion, son antiguos comunistas, pero la mayoría proceden de otros ambientes políticos. Hay entre ellos muchos “no conformistas” (Reougemont, por ejemplo, que colabora con Robert Aron y el equipo de L’Ordre Nouveau, o Fabre Luce que trabaja con el Grupo Planista del 9 de julio fundado en 1934 por Jules Monains). Bertrand de Jouvenel, próximo también a los no-conformistas, procede del Partido Radical, pero lanzará en aqullos momentos la revista La Lutte des Jeunes  ubicada entre los “no conformistas”.

Marion, por su parte, había ingresado en el PCF en 1922 escalando rápidamente en el Comité Central y desempeñando en 1926 el cargo de secretario de Agit-Prop. Como Doriot fue miembro activo del Komintern, adscrito al buró de Propaganda con sede en Moscú. El stalinismo le decepcionó en la misma época en la que el alcalde Saint-Denis conoció los primeros problemas con la dirección. Marion, abandonó el PCF antes de que lo expulsaran y se unión a la SFIO, luego a los socialistas republicanos y, finalmente, entrando en contacto con los neo-socialistas de la revista Notre Temps. Ingresará en 1936 en el PPF y asumirá hasta el final de la guerra la dirección de L’Émancipation National.

Gaston Bergery, otro disidente, héroe de guerra en el frente del Marne en 1915, colaborará con el Partido Radical y será director de gabinete del ministro de exteriores Édouard Henriot. Dentro de esta formación se situará en su ala izquierda y defenderá posiciones en política exterior muy parecidas a las de Doriot: renuncia al cobro de las indemnizaciones de guerra, política de paz, desarme y mano tendida a Alemania. Se convertirá en un disidente cuando en 1932 rompa con el Partido Radical tras el rechazo de Herriot para aproximarse a los socialistas tal como proponía Bergery. Fundó el Frente Común contra el Fascismo, contra la guerra y por la justicia social a finales de 1933 que solamente conseguirá atraer al grupo Tercera Fuerza de Georges Izard (la parte política del grupo personalista dirigido por Mounier, formado en torno a la revista Esprit), con el que se fusionará adoptando el nombre de Partido Frentista (para distinguirse del Frente Popular) que conseguirá dos diputados en las elecciones legislativas de 1936. Pero en 1934, Bergery, en su búsqueda de alianzas con disidentes y no conformistas llega a Saint-Denis y trata de integrar a Doriot en su iniciativa. No lo conseguirá pero de la relación entre ambos surgirán puntos en común que Doriot desarrollará. A decir verdad, cuando Bergery se aproxime al Frente Popular y para ello cese en sus ataques al PCF, Doriot descubre en él a un oportunista en el que no se puede confiar.

Finamente, la relación con Marcel Déat, a pesar de los puntos en común entre ambos, tampoco fue muy lejos. Déat desconfiaba del antiguo bolchevique y consideraba que Doriot nunca había abandonado los métodos aprendidos en Moscú. Doriot, por su parte, veía en el antiguo socialista, devenido neo-socialista, a un intelectual pequeño-burgués. Ambos eran disidentes el primera de la Tercera Internacional y Déat de la Segunda, eran dos caracteres diferentes, procedentes de dos mundos completamente distintos. Sus encuentros sirvieron solamente para dejar constancia de que existían entre ellos territorios comunes pero que no eran lo suficientemente intensos como para salvar los recelos que ambos tenían recíprocamente.

Doriot, Déat, Bergery, Jouvenel, no consiguieron entenderse, a diferencia de Marion y de otros como Drieu la Rochelle que se integraron en el PPF. Que no se trató de diferencias momentáneas, sino de impedimentos que clavaban sus raíces en las suspicacias mutuas entre ambos, lo da el hecho de que tras la ocupación de Francia y tras el establecimiento del gobierno de Vichy, si bien todos ellos disfrutaron de una privilegiada posición política, nunca consiguieron ponerse de acuerdo y trabajar en la formación del “partido único”.

En cualquier caso, las relaciones de Doriot con todos estos intelectuales y personajes políticos disidentes le aportaron mucho. Hasta ese momento, Doriot tenía una sólida formación como “hombre del aparato” comunista, pero a partir de aquellos meses consiguió ampliar sus horizontes políticos y entrever que, más allá de la derecha y de la izquierda, existía un espacio para la disidencia. Ese espacio fue el que se propuso conquistar el PPF.

viernes, 31 de julio de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (2 de 10) - Al frente de la Juventud Comunista



Al frente de las Juventudes Comunistas de Francia y Diputado

El Doriot que vuelve de la URSS se ha convertido en un consumado agitador. Cambia varias veces de identidad, se mueve con varias identidades falsas, allí donde va organiza las juventudes comunistas, impulsa campaña contra la ocupación del Ruhr, elude la vigilancia policial y la cárcel a la que ha sido condenado durante su ausencia en Moscú. Víctor Serge que lo conoció bien en 1922 lo define como “un joven en quien se podía confiar”. Su subordinado más inmediato, Henri Barbé (que luego pasará al PPF) lo presentará como “un verdadero asceta. No bebe, no fuma, no se toma ningún placer. Se diría que un fuego interior le devora. Despliega una actividad considerable”. Va a Alemania, a la zona del Ruhr a hacer campara para la deserción de los soldados franceses de ocupación y la confraternización con los trabajadores en huelga general. De regreso a Francia en mayo de 1923 participará en el III Congreso de las Juventudes Comunistas de Francia en Villeurbanne. Sucederá a su amigo Maurice Laporte que ha dimitido como secretario general de la organización por discrepancias con la línea impuesta desde Moscú. Sin embargo, el nombre con el que participó en la asamblea no fue el suyo sino con el alias de “Jacques Guilleau” que utilizara para firmar artículos y folletos. En uno de ellos titulado Entre dos guerras, Doriot–Guilleau, como resultado de sus viajes a Alemania, denuncia la inconsistencia del Tratado de Versalles como un pacto entre capitalistas para seguir siendo verdugos de la clase obrera. La misma tesis es defendida al año siguiente en el folleto titulado El ejército y la defensa del capitalismo escrito en el otoño. En diciembre de 1923, finalmente, la policía consigue establecer gracias a determinadas confidencias de elementos infiltrados en el Partido Comunista, que “Jacques Guillau” no es otro que Jacques Doriot, el dirigente comunista desaparecido y condenado por un tribunal. Detenido, ingresará en la prisión parisina de La Santé de la que solamente saldrá para jurar su cargo como diputado.


En efecto, poco después de ser detenido, cuando se convocan las elecciones generales que tendrán lugar en mayo de 1924, las Juventudes Comunistas piden al Partido Comunista de Francia que sitúe a su secretario general en las listas electorales en posición de salir elegido. Será incluido en el cuarto sector de la banlieu parisina como segundo de la lista y saldrá elegido casi por aclamación con 105.590 votos, cuando apenas tiene 25 años. El 17 de mayo, menos de una semana después, saldrá por la puerta de la Santé camino de la Cámara de los Diputados junto a los veinticinco otros diputados comunistas que han resultado elegidos.

Una vez más, el retiro obligado ha resultado extremadamente beneficioso para Doriot. En los casi seis meses que ha durado su encarcelamiento ha tenido tiempo para leer especialmente libros de sociología completando un patrimonio cultural inusual en jóvenes de su edad. Mientras ha estado en la cárcel muchas cosas han cambiado en Moscú. Lenin ha muerto y sus sucesores convocan el Vº Congreso de la Internacional Comunista en Moscú al que Doriot asiste como delegado del partido siendo elegido miembros del Consejo Ejecutivo de la Internacional Comunista, lo que le obligará a viajar frecuentemente a Moscú.

Como diputado se incluirá en la Comisión de Asuntos Exteriores. Se distinguirá como diputado de choque cuando en esa misma comisión muestre su hostilidad al Plan Dawes concebido para que Alemania pudiera pagar las indemnizaciones de guerra a las que fue sometida en el humillante tratado de Versalles. Doriot repite de nuevo, alto y claro, que aquel tratado supone una afrenta a los obreros alemanes que deberán pagar con el esfuerzo de su trabajo los gastos generados por una guerra que ellos no han querido, ni provocado. Defenderá también el derecho de las colonias a conquistar la independencia con las armas en la mano.


Llegará a solidarizarse en aquellos meses de 1924 con Abd–el–Krim, el rebelde marroquí que estaba hostilizando a españoles y marroquíes en las montañas del Rif. La carta publicada el 11 de septiembre de 1924 en L’Humanité y firmada por Doriot y otros dos dirigentes comunistas, dice, entre otras cosas: “Felicitan al valiente jefe Ab el–Krim. Esperan que tras la victoria definitiva sobre el imperialismo español, continuará, en contacto con el proletariado francés y europeo, la lucha contra todos los imperialismos, comprendido el francés, hasta la liberación completa del suelo marroquí”. Luego se sabrá que el telegrama no había sido redactado por él, sino que se había publicado durante una de sus ausencias, redactado por Gouralsky (a) “Lepetit”, agente del Komintern en Francia y que jamás se había enviado al rebelde rifeño. De todas formas, es innegable que Doriot albergaba la más profunda simpatía política por Abd el–Krim. El 3 de febrero de 1925 en un discurso en la Cámara de los Diputados defenderá al líder rebelde condenando las “maquinación de la banca francesa en Marruecos” y dos meses después tendrá ocasión de entrevistarse con Abd el–Krim en uno de sus desplazamientos a Moscú. Eran los años en los que, tanto Francia como España se encontraban desbordadas por su actividad guerrillera en el Rif. Es interesante saber que en otro discurso pronunciado por Doriot en la cámara de representantes acusará a los militares franceses de haber armado  a los rebeldes de el–Krim para que pudieran hostigar las posiciones españolas, antes de acusar a las corporaciones francesas de aspirar a controlar las riquezas del Rif. La sesión terminó entre gritos, alborotos e injurias. Doriot, en ese momento, no estaba solamente a la cabeza del comunismo galo sino que su figura empezaba a ser conocida en toda Francia.

En cualquier caso, el extraordinario despliegue de actividades que desarrolla entre 1924 y 1925 le sitúan en la cúpula del comunismo galo. Sus opiniones son palabra de ley para los comunistas franceses, sus agresivos artículos de opinión publicados casi cotidianamente en L’Humanité, son leídos con atención en las células del partido y nadie duda que en unos años puede muy bien alcanzar la secretaría general del Partido o bien confirmarse como uno de los más destacados jefes del comunismo internacional. Y aún tiene tiempo para casarse en diciembre de 1924 con Madeleine Claire Raffinot, miembro de la secretaría del partido y la mujer que había sido designada como agente de enlace con él  durante su encarcelamiento. El matrimonio tendrá dos hijas.

Hasta ese momento, como cualquier otro soldado del Komintern, su fe estaba en Moscú. Cuando un diputado socialista le pregunta irónicamente si Doriot no forma parte del ejército rojo, éste le contesta orgulloso: “Soy soldado de honor del Ejército Rojo y me honro de serlo”. El eco de esta proclama llega a Moscú y contribuye a aumentar la confianza en el líder francés. Pero en la URSS se han empezado a producir las primeras convulsiones por la subida al poder de Stalin. Éste, decide enfrentarse, en primer lugar, con Zinoviev y sus partidarios, uno de ellos en el PCF es Albert Treint. El agente volante del Komintern, Dimitri Manoulski, llegará clandestinamente a Francia en diciembre de 1925 para preparar esos cambios. Moscú impone un nuevo secretario general, Sémard, rodeado de un buró político formado por Doriot y otros dos dirigentes que, oficialmente, saldrá del VIº Congreso del partido en 1926.

jueves, 30 de julio de 2020

> Doriot y el Partido Popular Francés - Cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (1 de 10)


El nombre de Jacques Doriot ha quedado unido indisolublemente al del fascismo francés y a su creación personal, el Partido Popular Francés, a la colaboración y a la Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo y a ser el “hombre de Hitler” en los últimos meses del gobierno de Vichy. Sin embargo, la historia política de Doriot es previa a la fundación del PPF. Se suele olvidar que estuvo en la cúpula del Partido Comunista de Francia y que fue uno de los líderes de la Internacional Comunista en ese país. Alcalde de Saint–Dennis, terminó separándose del PCF e iniciando la aventura que le llevaría a luchar contra sus antiguos “camaradas”. Esta es la historia de esa parte de su vida, la que habitualmente resulta desconocida para quienes lo tienen por un simple “líder fascista”.

Pocas biografías políticas como la de Jacques Doriot han sido tan polémicas y controvertidas en el siglo XX y pocas como la suya demuestran la teoría de los “revolucionarios conservadores” alemanes para los que la herradura era la prefiguración simbólica de las distintas opciones políticas: en ella, los dos extremos de la herradura están más próximos entre sí que del centro de la misma. A nadie se le escapa que, según esta imagen simbólica, los tránsitos de fascismo a bolchevismo (y viceversa) deberían ser más fáciles y regulares de lo que generalmente se cree.

En el caso de Doriot el paso de la extrema–izquierda bolchevique a la extrema–derecha fascista no fue un brusco salto al vacío, sino una evolución relativamente lenta y muy coherente, que le llevó a través de distintas etapas intermedias en las que puede observarse perfectamente una lógica que aleja la posibilidad de que se tratara de un cambio forzado por el oportunismo o el resentimiento: a medida que cambian los tiempos, a medida que se va alterando la situación política internacional, Doriot va modificando sus posiciones hasta devenir algo que no tenía previsto inicialmente. La Guerra Civil española, como veremos, fue uno de estos elementos que precipitaron esta sucesión trepidante de cambios que terminaron con un Jacques Doriot recibido por Hitler en la “guarida del lobo” de Rastemburgo en 1944.

Tal es el recorrido que vamos a realizar en las páginas que siguen

Un joven obrero en Saint–Denis

El que pronto sería llamado “el gros Jacques” (Gran Jacques)nació el 26 de septiembre de 1898 no muy lejos de París, en Bresles, una pequeña ciudad de apenas 2.000 habitantes, situada a la sombra de la Catedral de Beauvais, cuya bóveda ojival tiene el privilegio de ser la más alta de la cristiandad. Hijo de trabajadores que habían progresado en su oficio, su padre, maestro herrero, era propietario de una empresa de reparación de maquinaria agrícola, tras décadas de duro ejercicio de la forja de los metales. Su madre, también trabajadora, era costurera de origen flamenco y a los 21 años dio a luz el que sería su único hijo y al que sobreviviría (falleció en 1967).

Se trataba de una familia en la que el padre era protestante pero alternaba esta fe con la militancia en la Liga de los Derechos Humanos, una asociación completamente laica. No tuvo el menor inconveniente en que su hijo hiciera la “primera comunión” católica. La familia respiraba cierto ambiente de indiferentismo religioso y nunca concedió gran importancia ni la religión ni el ateísmo.


Se saben pocos datos y se conocen menos anécdotas de los primeros años del “gran Jacques” (desde muy niño su cuerpo destacó por ser visiblemente más fuerte que lo normal), tan solo que fue un alumno aplicado y dotado de una gran curiosidad intelectual. Leía las revistas de divulgación de su tiempo. En sus biografías se cuenta que estudió primaria hasta 1911, cuando contaba con 13 años, y a partir de entonces siguió una formación profesional de tornero. Dos años después, en 1913, consigue su primer empleo retribuido con 2 francos al día. A este seguirán otros empleos en industrias metalúrgicas que le llevarán de manera natural a instalarse en Saint–Denis que se convertirá en las décadas siguientes en el eje de su vida y plataforma personal.

Saint–Denis en la época era una ciudad industrial perteneciente a la banlieu parisina. Hasta ese momento, había constituido un baluarte militar que formaba parte del dispositivo de defensa de París por el Norte. Fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se produjo en su término municipal una eclosión de la industria pesada que hizo batir en retirada a las actividades que habían sido tradicionales hasta ese momento (el comercio, el artesanado, la agricultura). En el momento en el que nace el “gran Jacques”, la villa cuenta con 80 fábricas en funcionamiento la mayoría pertenecientes al sector metalúrgico. Así era Saint–Denis cuando se estableció el joven Doriot en una modesta pensión de los arrabales de la villa. Con esa configuración no era extraño que desde 1896, Saint–Denis contara con una municipalidad bajo control socialista. En 1920, cuando se produce la escisión entre socialistas y comunistas en 1920 en el interior de la Sección Francesa de la Internacional Obrera, la ciudad se convertirá en el “buque insignia”  del bolchevismo francés.

En 1916 Doriot no parece en absoluto atraído por la política. Sin embargo, Marcel Marschall, uno de los trabajadores que comparten jornada laboral con él en la fábrica de material agrícola La Fournaise , le convencerá para entrar en las Juventudes Socialistas. Es posible que se decidiera a ingresar en esta formación por su afición al boxeo y por el hecho de que en el local del grupo existe un gimnasio con instalaciones para la práctica de este deporte. Por las noches sigue consumiendo la más variada literatura. Y en el tajo ingresa en el sindicato del metal. Será allí en donde tendrá sus primeras experiencias militantes.


Con uniforme y bayoneta

Cuando se inicia la Primera Guerra Mundial, Doriot tiene apenas 16 años. Es 1914 y en los tres años siguientes, el frente del Marne se convierte en un quemadero de generaciones de franceses y alemanes en una absurda guerra de trincheras. El Estado Mayor necesita cubrir los millones –sí, hemos dicho “millones”– de bajas que se producen en esos años y en abril de 1917 moviliza a los nacidos en 1898, Doriot entre ellos. Se incorporará al 128º Regimiento de Infantería que en los dos años anteriores ha visto diezmados sus efectivos en las batallas del Oise y del Somme.

Doriot entra en filas con los 19 años cumplidos e inmediatamente se ve envuelto en las más sangrientas batallas. A los 20 años es un soldado que ha conocido las trincheras, los bombardeos, las cargas a la bayoneta, tiene el tableteo de las ametralladoras en los oídos y las imágenes de barro, sangre y pólvora en el cuerpo. En el frente de Lorena se comporta heroicamente y recibe una primera mención al valor: salvará a uno de sus camaradas herido, llevándolo a hombros a través de las alambradas y bajo el fuego enemigo.

A pesar de que su participación en el conflicto se haya prolongado apenas durante apenas dieciocho meses, ha conocido todo lo que la guerra le podía enseñar. Pero una cosa, entre otras, le refuerza a lo que había vivido en la paz: la sensación de solidaridad entre los que comparten los mismos sufrimientos y privaciones que ya había experimentado como proletario en la fábrica, queda reforzada en la experiencia de las trincheras. Sin embargo, después del armisticio del 11 de noviembre de 1918 que hace callar las armas en el frente occidental, la unidad de Doriot en ese momento es enviada al frente oriental. La guerra para él no ha terminado todavía.


Asistirá en primera fila al estallido de la “revolución húngara” de Bela Khun y a la reacción del almirante Von Horthy. Luego su unidad será transferida a Fiume en donde asistirá a la acción de los “arditi” de D’Annunzio. Luego será destinado a Scutari en Albania. Las trincheras y la intensidad de los combates eran mejor aceptadas por este joven soldado parte de cuyo espíritu ha quedado ligado a los capos de batalla de su patria. En esa época en la que se unidad es desplazada a todos estos escenarios europeos como unidad de vigilancia, es sancionado con un mes de arresto por indisciplina, lo que no le impedirá ser distinguido en 1920 con dos Cruces de Guerra: por su participación en la Guerra Mundial y por su participación en el llamado “Teatro de Operaciones Exteriores”.

En mayo de 1920 regresa a Saint–Denis y vuelve a vestir el mono azul junto a sus camaradas de La Fournaise. Ahora sí que se vincula con más convicción a las Juventudes Socialistas que están dirigidas por Henri Lozeray, un obrero del sector tipográfico que pronto se convertirá en diputado socialista. Mientras, Doriot se encontraba sirviendo en Europa Oriental, la SFIO había sometido a votación en el Congreso de Tours cuál debía ser su actitud ante la propuesta de ingresar en la Internacional Comunista, siendo aprobada una postura favorable. Luego se convoca el congreso de las Juventudes Socialistas para deliberar sobre el mismo tema, pero entonces se produce un hecho fortuito que determinará el futuro de Doriot.

Con Moscú… con el bolchevismo

Henri Lozeray, el que debía ser representante oficial de la Juventud Socialista en el congreso de Saint–Denis, cae enfermo justo antes de la asamblea. Doriot es elegido para sustituirle y recibe el mandato de la delegación de votar contra la adhesión de la organización a la Internacional Comunista. Doriot así lo hace, pero la letra pequeña del mandato establecía que la Juventud Socialista de Saint–Denis se adherirá a la posición mayoritaria –cualquiera que sea– para evitar romper la unidad. Y la mayoría se adhiere a la Internacional de Moscú. Doriot, casi por casualidad, se encuentra nombrado miembro suplente del Comité de Dirección de las Juventudes Comunistas de Francia. A partir de ese momento se dedica, en cuerpo y alma, a trabajar para la organización.


Al año siguiente, en 1921 a raíz de una campaña antimilitarista desarrollada por la Juventud Comunista, prácticamente toda su dirección en encarcelada, empezando por Maurice Laporte, primer secretario nacional de la Juventud Comunista. Éste, desde la prisión de la Santé nombra a Doriot al frente del secretariano, de manera interina y con la orden expresa de preparar el número de la revista de la organización L’Avant Garde que deberá tratar sobre el aniversario de la insurrección de la Comuna de París. Doriot cumple brillantemente y cuando Laporte sea puesto en libertad lo tendrá como uno de sus más eficientes colaboradores. Cuando eso ocurre, su primera medida es enviar a Doriot como representante de la Juventud Comunista de Francia en el congreso de la organización homóloga en Alemania que se celebra clandestinamente a finales de abril.

La participación en esa reunión le permitirá conocer en pocos días a representantes de organizaciones comunistas de todo el mundo. A partir de ese momento, su propia organización le considera un hombre bien informado y un buen analista política. Ese mismo año habla en público en varias asambleas en las que expone la situación del movimiento comunista en Europa, la evolución del capitalismo y las tareas de la Juventud Comunista. El 15 de julio aparece el primer artículo firmado por Doriot en L’Avant–Garde, ¿su título? Elocuente: “Métodos directos de acción”. En él sostiene que contra la burguesía puede llegarse a ataques armados.

Existe alguna foto de Doriot en esa época. A los 22 años aparece como un joven de frente ancha y en cuya mirada se percibe cierta ironía. Gafas que corrigen una pequeña miopía, circulares que le dan cierto tono de intelectual orgulloso de sí mismo, frente despejada coronada por un pelo que se adivina espeso peinado hacia atrás. Un rostro que denota inteligencia, agudeza, ingenio y acrimonia. En apenas año y medio, tras su licenciamiento, se ha convertido, sin apenas historial previo, en uno de los dirigentes del que se adivina como uno de los partidos comunistas más fuertes de Europa Occidental (el segundo después del KDP alemán). Sólo esto indica ya sus dotes de analista y organizador.



El año 1921 es muy conflictivo para Francia. La quinta de Doriot, ha sido desmovilizada, pero las que le siguen sin movilizadas cuando se produce la ocupación francesa del Ruhr. El activo joven comunista funda la revista Le Conscrit rouge (el recluta rojo) a través del cual hace campaña contra la intervención francesa en el Ruhr y contra la intervención del ejército francés en Polonia para detener a los bolcheviques. Desde el Ministerio de la Defensa francés, el nombre de Doriot empieza a ser conocido por sus campañas antimilitaristas. Sus artículos se leen esperando encontrar un motivo para lanzar contra él una acusación capaz de arrojar sus huesos a la cárcel y desembarazarse de tan peligroso adversario. En julio será, finalmente, inculpado por “inducción a la desobediencia”.

Sin embargo, la organización se adelanta y coloca a Doriot fuera del alcance de la justicia enviándolo a Moscú al IIº Congreso de la Internacional Comunista de la Juventud (ICJ) que se desarrolla paralelamente al III Congreso del Komintern (Internacional Comunista). Sus intervenciones causaron buena impresión en Moscú. En los últimos meses había abandonado sus lecturas de textos divulgativos de ciencia y de historia y se había dedicado al estudio de los clásicos del marxismo y de las obras de los nuevos autores surgidos al calor de la revolución de octubre de 1917. A la vista de que Laporte no tiene el más mínimo interés en incorporarse a la dirección de la ICJ en Moscú, propone a Doriot para ocupar su plaza en dicho organismo de la dirección internacional. Así pues ya tenemos a Doriot nombrado para ocupar un puesto en la dirección del movimiento comunista internacional de juventudes como suplente y durante una duración de seis meses.

El semestre se convertirá en veinte meses de estancia en Moscú en el curso de los cuales pudo conocer a los principales líderes del bolchevismo, entre otros a Béla Khun, el dirigente comunista húngaro, quien le indujo a utilizar en Francia los mismos métodos sanguinarios e implacables que él había utilizado en su país. Junto a Laporte, Doriot será enviado por Zinoviev, entonces máximo líder de Komintern y futuro fusilado por Stalin, a Shanghai para entrevistarse con los dirigentes del recién formado Partido Comunista de China. Ambos jóvenes no viajarán con las manos vacías: llevarán como ayuda un tesoro compuesto por diamantes requisados a la aristocracia rusa.

Durante esos meses, Doriot aprende ruso y rudimentos de alemán, logra seducir a Trotsky que lo nombrará provisionalmente su secretario, sigue sus cursos en la escuela de propaganda y mejora su formación y su instrucción política. Se ha formado como orador y ha mejorado sus capacidades para redactar artículos, hojas de agitación e informes políticos. Sin darse cuenta apenas, se ha convertido en un “revolucionario profesional”, un “hombre del agit–prop”, un “aparatchik” (hombre del aparato). De ser un hombre apasionado pero sin grandes conocimientos políticos, esos meses le sirven para hacer de él un hombre frío, dotado para las tareas de agitación y propaganda, preparado para cualquier tipo de trabajo político, nacional e internacional, en la base y en tareas de dirección. Era evidente que estaba llamado a desempeñar grandes responsabilidades en el seno de la Internacional.