miércoles, 5 de noviembre de 2025

SITUACIÓN EXCEPCIONAL DE ESPAÑA Y SU REMEDIO (1 de 2) La “tormenta perfecta” insuperable.

Siento náuseas por lo que la clase política está haciendo a España. Por eso procuro no hablar nunca de corrupción: ni lo hice cuando el PP monopolizaba el poder, ni ahora, cuando cada día que pasa tenemos más conciencia de que el poder está en manos de una banda de mangantes de la peor especie. Podemos decir que la corrupción ha ido creciendo, a medida que la constitución española ha ido envejeciendo. De hecho, yo incluso diría que la corrupción es hija directa de la constitución. ¿Cómo deberíamos considerar, pues, el que los nacionalistas “nacionalistas” de 1978, entre los que se encontraban varios “padres de la constitución”, diez años después de su aprobación ya se habían trocado en “independentistas”? ¿Es que en 1978 no existía “memoria histórica” para saber que los que practicaban el culto necrófilo a José Antonio Aguirre o a Francesc Macià, apostaron por “estatutos de autonomía” no como un fin en sí mismos, sino como un paso al frente en su camino hacia la independencia? ¿Cómo debemos considerar hoy la concepción “ultragarantista” de la justicia que evita que prácticamente no haya ni un solo político encarcelado? Era como si en 1978 se desataran las amarras de la impunidad y del “todo está permitido… mientras no te pillen in fraganti”.

Hablar de la corrupción es hablar sobre la constitución de 1978.

LOS RASGOS DE LA TORMENTA PERFECTA DE NUESTRO TIEMPO

De la misma forma que el caciquismo fue el rasgo de la Restauración (1876-1923: 47 años), la corrupción es la dominante en este período constitucional (1978-2025: 47 años). Casi medio siglo: demasiado tiempo perdido en el que se han ido acumulando elementos que nos llevan a la “tormenta perfecta” en la que ya nada tiene solución porque ni existe voluntad política, ni siquiera inteligencia suficiente para elaborar salidas y todo el tiempo en el que un gobierno dispone de los resortes del poder lo emplea en favorecerse a sí mismo y evitar salir muy malparado en las siguientes elecciones.

En el año 2000 el problema de la inmigración masiva podía solucionarse fácilmente. Hoy no.

Hacia la última década del milenio anterior, el problema de la vivienda tenía solución: hoy no.

La deuda del Estado no fue un problema real hasta la llegada de Zapatero con el que pasamos de 20.000 millones de euros de superávit a 500.000 de déficit. Hoy vamos camino de los dos billones y ninguno de los dos partidos mayoritarios habla de “reducción del gasto público”, ni de “apretarse el cinturón”: se sigue derrochando dinero a espuertas y la deuda aumenta casi 25.000 millones cada trimestre.

La educación se ha caído en pedazos: ni forma, ni informa, ni educa, sino que, más bien deforma, genera ignorancia y almacena alumnos.

La sanidad pública es responsable de dilaciones que cuestan la vida a personas, los transportes, se están paralizando.

Los entes creados por el Estado, empezando por el CIS y terminando por las decenas de “observatorios” dependientes de ministerios, sirven solo informaciones sesgadas, cuando no falsas, para allanar el camino y construir excusas a quienes los han creado.

Miles de “chiringuitos” y ONGs, sin ningún control, viven del dinero público, mientras la clase media tiene que pagar un IRPF desmesurado y bandidesco del 45%.

Se cede cada día más terreno a la delincuencia, los “juicios rápidos” son una broma: el robo al descuido de un frasco de perfume en unos grandes almacenes puede demorarse meses, con demasiada frecuencia, el delincuente es ilocalizable, incluso en casos graves de asesinatos en los que se ha puesto al sospechoso pillado in fraganti, a la espera de juicio, las cárceles están saturadas, y todo el problema del ministerio del interior es tratar de demostrar lo indemostrable, a saber, que hay más españoles que inmigrantes encarcelados.

Tribunales saturados, población penal estabilizada, con cierta tendencia inexplicable a la baja, en un momento en el que la percepción general de la calle es que la delincuencia está creciendo, barrios enteros controlados por mafias, zonas del país que están viviendo del narcotráfico y del cultivo in door de marihuana.

Unidades de eficiencia demostrada de la Guardia Civil disueltas hacen sospechar de pactos secretos con Marruecos para dar salida a sus excedentes de haschisch y de inmigración.

Y en política internacional un sometimiento absoluto y sin principios a las directrices de la UE: de una UE que, desde el principio, arrojó a España a la periferia a cambio de migajas. Después desintegrar nuestra industria pesada en un proceso que paradójicamente se llamó de “reconversión industrial”, ahora es nuestra agricultura y ganadería (la nuestra y la de toda Europa) la que se ve amenazada por “acuerdos preferenciales” con países extraeuropeos.

Sin política exterior (las recientes declaraciones de Albares sobre la Conquista de México, no solo son bochornosas, sino propias de un ignorante que no merecería ni recoger la basura del ministerio).

Sin política de defensa (desde el nombramiento de Narcís Serra el frente del Ministerio de la defensa en 1983, la característica, casi habitual de este departamento ha sido colocar a su frente a alguien que careciera por completo de conocimientos en materia militar y de defensa), sin previsiones de conflictos futuros, sin tener la confianza de los que oficialmente son nuestros aliados.

Hoy España es una chalupa a la deriva cuyo capitán ni siquiera sabe a qué puerto llevarnos: lo único que le interesa es la comisión que le puede reportar la compra de gasolina o de equipos de navegación, incluidos salvavidas de plomo.

Para colmo, todo lo anterior ha generado una desconfianza en el futuro que impide que las parejas jóvenes tengan hijos; para colmo, los “estudios de género” y el “feminismo radical” han hecho casi imposibles las relaciones hombre-mujer, en beneficio de cualquier relación estéril, incluso hasta la caricatura.

Todo esto no son exageraciones: son los rasgos de nuestro tiempo, las características de la “tormenta perfecta” que tenemos ante la vista y que estallará entre 2030 y 2050, el período decisivo en nuestra historia (y en la de Europa). Si todo sigue como hasta ahora: Europa Occidental, simplemente, desaparecerá anegada por la inmigración masiva islámica, por la falta de nacimientos y por las políticas fiscales erróneas y suicidas.

UNAS SIMPLES ELECCIONES ¿CAMBIARÍAN ALGO?

Contra los que opinan que un simple cambio de gobierno bastaría para enderezar la situación, nosotros les decimos que esto podía creerse en 1983, en 1996, incluso en 2011, pero hoy ya es imposible esperar nada de las dos columnas sobre las que se mantiene el sistema político constitucional: el centro-derecha y el centro-izquierda, PP y PSOE. Todo lo que podían dar de sí, ya lo han dado. Esperar algo más de ellos es favorecer el que la “tormenta perfecta” amplíe la intensidad de su devastación.

¿Piensa Feijóo que el problema de la okupación que afecta a casi medio millón de personas puede resolverse con una ley que declare “ilegal” la okupación de cualquier edificio público o privado?

¿Ha hallado Feijóo la cuadratura del círculo para bajar impuestos y pagar la deuda pública?

De los 9.000.000 de inmigrantes, sobran como mínimo, entre 5 y 6.000.000 ¿cómo se va a deshacer Feijóo de ellos y repatriarlos? ¿va a tener redaños suficientes para abordar esta medida que, por sí misma, nos quitaría de encima una losa y generaría una bajada inmediata del precio de la vivienda, una mejora radical en las cifras de delincuencia, en el gasto en prisiones, en policías y en juzgados? ¡Si ni siquiera está claro que Feijóo entienda el problema de la inmigración y sea capaz de detener el flujo de entre 300 y 600.000 inmigrantes que cada año vienen a España atraídos por que aquí se les mantiene, pueden hacer lo que les apetezca y no les pasa nada!

“SÓLO NOS QUEDA VOX”. SI, PERO…

Claro está que, como se está imponiendo en estos momentos “sólo nos queda Vox”. Admitamos lo que parece seguro: que, en esta situación, Vox es la única fórmula que no se ha ensayado, el único partido al que no se le puede responsabilizar de la actual situación y el único que tiene ideas claras sobre la mayoría de problemas. Así pues, dejándonos ya de zarandajas, sobre las carencias reales o supuestas de este partido, la realidad es que “sólo nos queda Vox”.

Pero el problema es que, si bien el crecimiento de Vox parece asegurado en el próximo ciclo electoral, también hay que reconocer que la política de la UE determina el que los dos grandes partidos, apliquen el principio del “cinturón sanitario”. De hecho, hoy, en la UE, este principio es el único que puede contener el avance de la “ultraderecha”. Se ha aplicado en Alemania (que, a fin de cuentas, es quien dicta las reglas de la UE en este momento), se está aplicando en Francia para evitar convocar nuevas elecciones que den la mayoría al Rassemblement National y fuera de la UE, en el Reino Unido, con un partido laborista en sus horas más bajas después de dos años de gobierno Starmer y con un partido conservador dirigido por una africana de nombre exótico, empequeñecido, Nigel Farage y su Reform UK, obtendrían una cómoda mayoría absoluta sin prácticamente posibilidades de que se le aplicara el famoso “cordón sanitario”.

Así pues, todo induce a pensar que, ante un crecimiento de Vox, no será una coalición de centro-derecha la que pacte Feijóo, sino más bien una “gran coalición” a la alemana. Eso, o la UE le reprocharía el haber hecho saltar por los aires, la doctrina del “cinturón sanitario” y, por tanto, de desencadenar una caída de piezas del dominó europeo a favor de la presencia de la “extrema-derecha” en los gobiernos de Europa Occidental.

Y Feijóo prefiere la amistad con Ursula von der Leyen que con Santiago Abascal.

Ni tiene carácter para otra cosa, ni imaginación para prever el futuro de España de aquí a 20 años, ni colaboradores con valor suficiente como para ser acusados de “facilitar el acceso al poder de la ultraderecha”.

Cuando toque ir a votar, el elector debe ser consciente de que, si quiere erradicar la peste socialista de una vez y para siempre, votar al PP garantiza justo lo contrario: que el PP y el PSOE son las dos columnas sobre las que se mantiene el sistema político español y que pactarán antes entre ellos, que con un recién llegado que suponga una alternativa, tanto en España como en Europa.

Vox seguirá creciendo y lo hará cada vez más rápidamente, pero vale la pena no olvidar que en Francia, el Rassemblement National, lleva 20 años intentando el “cinturón sanitario” y, a pesar de estar cerca, todavía no lo ha logrado. Es de prever que en España se dé una situación muy parecida. El problema es que la “tormenta perfecta” que hoy se cierne sobre España, es de una intensidad demasiado grande y grave como para poder aguantar 20 años más.

Así pues ¿qué nos queda en el período inmediato? Porque en los próximos 5-10 años, todavía podría salvarse el país a condición de reconocer la situación real en la que nos encontramos, sin intereses electoralistas, sin falsas demagogias, ni "optimismos antropológicos" y, sobre todo, teniendo el valor de plantear alternativas radicales. Pero, más allá del 2030-2035, la situación se va a poner tan absolutamente cuesta arriba, que ya va a ser imposible remontar las consecuencias de la “tormenta perfecta” que se está gestando y cuyos elementos principales están TODOS presentes en este momento histórico.