TRES TIPOS DE CORRUPCIÓN
Existen tres tipos de corrupción: la política, la económica y la
humanitarista. Los tribunales, la UCO, actúan solamente contra la corrupción
económica. En teoría, la corrupción política
debería solventarse mediante los procesos electorales, dando por supuesto que
el electorado castiga a las opciones corruptas y premia a los partidos
“honestos”. Pero esto es mucho suponer.
Creer que el electorado castiga a la corrupción es una falacia:
el elector entrega a su voto, en el 90% de los casos, ignorando lo que el
partido tal o cual va a hacer con él e incluso sin haber estado al tanto de la
actualidad política desde el día en que nació. Ciertamente, el electorado
va variando: sigue existiendo el voto cerril “se vota a los que siempre se ha
votado” (fundamentalmente en medios nacionalistas periféricos), pero
actualmente, se vota más “en contra de" que “a favor de” (alguien con “tanto
carisma” como Feijóo solo puede ser votado por aquellos que, sobre todo,
quieran ver a Sánchez descabalgado). ¿La corrupción? Afecta, pero cada vez afecta
menos y la prueba es la defensa del PSOE ante las acusaciones de corrupción.
En teoría, en el parlamento deberían solventarse los casos de
corrupción política. Pero el parlamento sirve para poco: aprobar leyes por
parte de mayoría y crear “comisiones de investigación” que nunca han servido
absolutamente para nada. El perjurio, por ejemplo, no tiene absolutamente
ninguna repercusión y es el pan de cada día en todas las comisiones.
El desarrollo en los últimos días de la investigación sobre la
corrupción de la cúpula sanchista demuestra muy a las claras que la
corrupción política precede a la corrupción económica.
En efecto, Sánchez llega al poder después de garantizar buenos
negocios a todos sus socios regionalistas e independentistas. Comprar el voto
en el parlamento es tan corrupto como entregar una obra pública a una empresa
que se ha comprometido a pagar una mordida. Y Sánchez lleva siete años en el
poder realizando esta práctica corrupta. La constitución se lo permite: hay
que recordar que Sánchez perdió las elecciones generales. Buena parte del país
lo quería fuera de juego, tras la caída de Rajoy ya se había visto su fuste y
sus intenciones: “todo por la poltrona moncloita”. Estaba muy
claro que se trataba de un enfermo mental, un psicópata del poder, del que
ahora sabemos que los primeros traicionados y engañados, fueron los propios
pipiolos del PSOE (el pobre Madina, la no tan pobre protectora de
corruptos, Susana Díaz y todos los que no estaban suficientemente enfermos de
poder que rechazaron nombramientos y promesas de seguridad a cambio de hacer lo
que le cúpula de la organización exigía).
Ahora sabemos que Sánchez derrotó a Rajoy ofreciendo al PNV obra
pública. No existe la menor duda de que compró
la mayoría parlamentaria que hizo del partido derrotado en las elecciones de
2023 el partido que ha gobernado despóticamente España, el partido del
saqueo y de la mentira, de la vergüenza y la humillación, que nos ha sumido en
el aislamiento internacional y en la peor situación social de la historia de la
Europa contemporánea.
Les dio a los independentistas, todo lo que le pidieron… sin tener
en cuenta que los indepes catalanes estaban derrotados, maltrechos y
desmovilizados después del ridículo fracaso del “procés”, le dio, primero a
Podemos y después a Sumar, todo lo que exigieron para satisfacer su imaginario
de izquierda “alternativa”. Podemos se cubrió de gloria con sus leyes aprobadas
(desde la que disminuyó las penas a violadores, hasta la que defendía los
“derechos de las mascotas” y que, en la práctica no ha tenido la más mínima
repercusión a nivel de calle), Sumar lleva años batallando por las 35 horas y
el aumento del salario mínimo, pero, de hecho, lo único que ha conseguido es un
aumento espectacular del “absentismo laboral”.
La estupidez de los “aliados catalanes” de Sánchez es algo con lo
que ha sabido jugar de maravilla: ha condonado 17.500 millones de deuda de la
generalitat ¡gobernada por el sacristán Illa, el “filósofo” de la pandemia y de
las mascarillas (ese que cada día reza para evitar que la UCO se acuerde de su
existencia)! Ha negociado con Bildu y con Junts a través de Cerdán. Con los
primeros ha puesta en la calle a matarifes etarras que hubieran merecido
décadas de prisión. Con los segundos, una amnistía (en la que Puigdemont sigue
en el “exilio”) declarando que con ella ha llegado la “pacificación” a
Cataluña. En realidad, la “pacificación” se impuso después de que los niños de
la CUP se fueran de vacaciones y dieran por concluida su etapa de adolescentes
violentos.
Los últimos mohicanos del independentismo, ir vosotros mismos a
verlos, se reúnen todos los viernes tarde delante de la estación de Fabra i
Puig. Si vais a eso de los 19:00 horas los veréis en pleno: con suerte una
docena de abuelos avinagrados, alguno con silla de ruedas. Lamentablemente, el
ayuntamiento de Collboní no ha dispuesto cerca una UCI móvil para casos de
deshidratación. Durante el gobierno de la Colau esa ínfima minoría (que nunca
pasó de dos docenas de descerebrados) estuvieron durante más de cuatro años
interrumpiendo el tráfico de la avenida Meridiana los viernes tarde. Y la
Colau, comprensiva ella y siempre dispuesta a defender causas con mucho inri
(recuérdese su inefable “Welcome refugies”), siempre envió a fuerzas de la
policía municipal para evitar el linchamiento de estos pobres merluzos, por
parte de automovilistas enfurecidos que trataban de entrar o salir de la ciudad
por su arteria más populosa.
En el fondo, la política de Sánchez en relación a Cataluña ha consistido en convencer a sus socios nacionalistas e indepes de que, ya que el Tribunal Constitucional había reconocido que la independencia era imposible, la única vía no era la secesión de Cataluña, sino la extinción del Estado Español en Cataluña. Y para eso ha sido comisionado “don mascarillas”, Salvador Illa… el perro fiel de Sánchez en la región. De hecho, si los indepes no insisten más en el referéndum (lo poco que lo hacen es de cara a la galería) es porque, de convocarse hoy, daría un resultado MUY NEGATIVO a la independencia.
Sánchez llegó a ser candidato del PSOE gracias a la “corrupción política” (altas falseadas, crowfounding visiblemente fake, votos falsos) traicionando a su propio partido. Derrotó a Rajoy gracias a proponer al PNV la entrega de obra pública a gente próxima a él. Llegó, finalmente, a la Moncloa tras unas elecciones que había perdido, comprando los votos a todas las fuerzas políticas que lo apoyaron: votos (corrupción política) a cambio de contratos (corrupción económica) o a cambio de determinadas prebendas.
Sánchez, desde el día 1 de su llegada a La Moncloa, en lugar de
gobernar, ya se dedicó a situar en los puestos clave del Estado a su trata de
corruptos y corruptores.
Sumar ha dicho que hay “corrupción” porque hay “empresarios
corruptos”, algo en lo que podemos estar relativamente de acuerdo. Pero vale la
pena ir mucho más lejos: la peor de todas las combinaciones es la presencia
en el poder de un gobierno que, desde que llegó a la política, no ha hecho otra
cosa más que jugar sucio, la de unos aliados -Sumar entre otros- que
políticamente indigentes, verdaderos ceros a la izquierda y que sin prestar
apoyo al sanchismo, estarían en las listas del paro político y laboral, junto
con tiburones empresariales dispuestos a robar el alicatado de un baño a la
competencia por mucho que tengan que pagar una comisión más alta que el valor
de la reforma.
Pero no debemos olvidar la corrupción “humanitarista” en la que ni
la UCO, ni juzgado alguno osan entrar.
