LA CORRUPCIÓN “HUMANITARISTA”, EL MELÓN QUE QUEDA POR ABRIR
Proudhon escrito que “aquel que utiliza la palabra
‘humanidad’, ¡cuidado, quiere engañar!”. Siempre me ha llamado la atención esta
frase procedente de un socialista utópico. Y me ha llamado la atención porque
se adelantó en 150 años a denunciar la política sanchista.
Somos conscientes, ahora mismo, de lo que es la
corrupción política y de que esta precede a la corrupción económica, pero el
problema no termina ahí. El presupuesto estatal
destinado a las ONG y a la “ayuda al desarrollo” varía anualmente, pero en los
últimos años se ha mantenido en una cifra cercana a los 1.000 millones de
euros, incluyendo tanto fondos públicos como privados. De este total, una parte significativa se destina a la
cooperación al desarrollo y acción humanitaria: es el famoso 0’7% con el que
el zapaterismo estuvo dando la barrila durante todo su ciclo. Éramos
grandes porque ayudábamos al desarrollo de cualquier parte olvidada del mundo.
Éramos enormes porque confiábamos dinero a las ONGs más inverosímiles para que
hicieran lo que le correspondía hacer al Estado. Éramos de una generosidad
inconmensurable porque ayudábamos a los LGTBIQ+ de Madagascar y fomentábamos
talleres de feminismo en Costa de Marfil… Y todo este dispendio de millones
y millones de euros “en políticas de desarrollo” fue luego seguido por
comunidades autónomas y ayuntamientos. Cada una de estas instituciones
subordinadas al Estado, regalaba sin el menor control su 0’7% a “proyectos” tan
estrambóticos como los mencionados. O más.
Copio y pego de Vozpopuli: “Con idéntica subvención (200.000 euros) cuenta la Asociación de Amigos
del Cerezo de Villena [y nosotros que hemos vivido en Villena podemos
certificar que esa ONG tiene una vida asociativa nula], mientras que la
Sociedad de Gestión Artistas, Intérpretes o Ejecutantes (entidad que gestiona
los derechos de propiedad intelectual) alcanza los 1,1 millones mediante dos
ayudas; el Casino Prado Suburense, un centro recreativo de Sitges, llega a
200.000 euros; y una cifra simular percibe la Federación de Comparsas y
Chirigotas del Carnaval de Cartagena. Por su parte, la Asociación
Sardinera de Murcia obtiene 185.000 euros; la Federación Estatal de
Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales alcanza los 800.000 euros; la Fundación
Andaluza para el Desarrollo Aeroespacial (fundación privada para “el fomento
aeroespacial en Andalucía”…) tiene 1,1 millones; la Asociación de Amigos
Canarios de la Opera se acerca a los 900.000 euros; y las asociaciones de
Usuarios Financieros y de Bancos y Cajas llegan individualmente al millón.
Lo mismo sucede con la Comunidad Hindú de Ceuta que
obtiene 400.000 euros. Esta ayuda se repite para el Colegio Oficial de
Ingenieros de Navarra y también para la Fundación Cultural Privada de España en
USA; la Conferencia de Rectores Universitarios; y la Fundación Hispano-Árabe de
la Dieta Mediterránea. Por su parte, el Colegio Oficial de Psicólogos de las
Baleares obtiene 300.000 euros y también la Fundación Brigadas Internacionales
de la Paz; la Fundación Economistas Sin Fronteras y la Sociedad de Estudios
Vascos (para la promoción del Euskera existen otras más de media docena de
partidas) y la Asociación Cocina Económica de Logroño. Con 200.000 euros
figuran: la Federación de Mujeres Directivas; la Federación de Peñas
Cordobesas; la Federación Profesional del Taxi de Madrid; la Asociación de
Diseñadores de Moda de la Comunidad Valenciana; la Confederación Estatal de
Asociaciones de Estudiantes; y la Fundación de Colegios Médicos de Las Palmas.
Llamativas son también las ayudas públicas a la Asociación de Empresarios de
Campos de Golf de la Costa (127.000 euros); al Consejo Andaluz de Colegios de
Abogados (143.000 euros); a la Asociación de Librepensadores de la Sierra de
Madrid (119.000 euros) y a la Asociación de Traperos de Huelva (110.000 euros).
Por regiones, es sin duda Cataluña la más
beneficiada de las subvenciones públicas de las asociaciones. Las ayudas más
llamativas de esta región superan con creces los 30 millones. Por ejemplo, la
Fundación Gran Teatre del Liceu obtiene casi nueve millones. Le sigue, entre
otros, el Instituto de Estudios Catalanes (5,9 millones); el Instituto de
Estudios Espaciales de Cataluña (4,4 millones); la Fundación Teatre LLiure de
Barcelona; o la Fundación Orfeo Catalán Palau de la Música de Cataluña (2,9 millones).
También figura el Instituto de Barcelona de Estudios Internacionales (1,1
millones); el Ateneo Barcelonés (400.000 euros); la Asociación Catalana de
Prensa Gratuita (300.000 euros); la Federación de Entidades de Excursionistas
de Cataluña (200.000 euros); la Asociación de Editores en Lengua Catalana en
Barcelona (222.000 euros); la Asociación de Escritores en Lengua Catalana
(203.000 euros); la Cámara del Libro de Cataluña (175.000); o el Círculo
Catalán en Madrid (101.000 euros)”. Y todo así…
La cuestión es que la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo tiene previsto para los Presupuestos
Generales del Estado de 2022 una partida de hasta 490 millones de euros, entre
las que se incluyen estos programas, el tercer presupuesto más alto de la Unión
Europea.
No todas estas asociaciones son ONG. Se entiende que una ONG es
una entidad privada sin
fines de lucro que trabaja en temas sociales, humanitarios, medioambientales o
de desarrollo, operando independientemente de los gobiernos. Las ONG buscan abordar problemáticas
específicas y mejorar la calidad de vida de las personas y comunidades. No
están sujetas al control gubernamental ni forman parte de la administración
pública… pero dependen casi enteramente de los subsidios públicos. Su
objetivo principal no es generar beneficios económicos, sino cumplir con su
misión social: pero, paradójicamente, lo primero que tratan es de satisfacer
los costes de personal (especialmente de su dirección), mucho más que utilizar
sus fondos para la tarea estatutariamente declarada. La excusa casi siempre abarca
desde ayuda humanitaria y derechos humanos hasta conservación del medio
ambiente y desarrollo sostenible. A pesar de que pueden obtener fondos a
través de donaciones, subvenciones, patrocinios y otras fuentes, realmente, la
inmensa mayoría dependentes SOLO del Estado o de organismos internacionales y,
por supuesto, de fundaciones mundialistas. Y esta realidad tiene
innumerables derivaciones: la más importante es la corrupción “humanitaria”.
Existe, por supuesto un estatuto que regula las
ONG. Se les permite, por ejemplo, estar dos años sin presentar su balance,
después de su fundación, pero en realidad, la inmensa mayoría no presentan
balance y éste, en ningún caso, ha sido auditado. Todo aquel que conoce a algún
funcionario o ex funcionario de ONGs sabe perfectamente cómo funcionan la
mayoría y porqué, entre su personal, el “responsable económico” es siempre el
que buscan con mayor atención. Su perfil no es el de alguien experimentado en
balances, asientos contables y gestión… sino el que está mejor relacionado con
la administración del momento o con la entidad que distribuye fondos. Y se
entiende: “yo te doy 100 y tú, bajo mano, me devuelves 10 o 20 y eso va para
mi superior, mi partido, o simplemente me lo quedo yo que para eso me ha
costado llegar hasta este cargo”.
Es un tipo de corrupción muy fácil de detectar y
descubrir. Basta con interrogar a cualquiera que haya tenido algo que ver con
el reparto de fondos públicos y a cualquiera que haya sido responsable
administrativo de una ONG. Nadie,
por supuesto, quiere hacerlo.
Luego está el hecho de que lo esencial de las
subvenciones nunca, absolutamente nunca, se destina a la tarea “humanitaria”
por la que se justificaba: siempre, es para sueldos, publicidad, compra de
material y, en último lugar, para “ayuda humanitaria”. Muy bonito eso de
vivir de lo que muchos hemos llamado desde hacer 20 años “estafa humanitaria”.
Pero antes o después habrá que abrir este melón
podrido y la sorpresa vendrá porque se comprobará que las fugas de dinero
público para estos chiringuitos suponen, en total, las distribuidas por el
Estado, por las Comunidades Autónomas y por los Ayuntamientos, sumadas, una
cantidad igual o, en cualquier caso, incluso superior, a las mordidas recibidas
por los altos funcionarios del sanchismo.
VOSOTROS LOS JUSTOS, ABANDONAN TODA ESPERANZA…
Vosotros los que pagáis impuestos, vosotros los
que procuráis estar en orden con Hacienda, que pagáis puntualmente vuestras
cuotas de autónomos, vuestras multas de tráfico, los que ahorráis para el
futuro y para legarlo a vuestros hijos, los que creéis en la bondad natural del
ser humano y por tanto del “político”, los que dais una limosna al primero que
os tiende el cazo: este mundo ya no es vuestro mundo, la España modelada por el
pedrosanchismo no os pertenece.
La vuestra es la España de los Tercios y de los
navegantes, de nuestros escritores y místicos de nuestros frailes y de nuestras
conquistadores. La del pedrosanchismo es la de Rinconete y Cortadillo. La
vuestra es la España del Escorial y del Valle de los Caídos, de Monserrat y del
Prado. La del pedrosanchismo es la del patio de Monipodio y del puticlub de las
afueras. Son las dos España: la que trabaja y la que ansía gastarse el
dinero de vuestro trabajo. No hay solución posible: o una acaba con la otra o la
otra se apropia de todo lo vuestro.
Me recuerda a las independencias africanas:
millones de negros, en los años 60, 70 e incluso en nuestros días, atribuían su
miseria la presencia europea en África. Se fueron los europeos que
sobrevivieron a las matanzas. Y llegó la miseria real, auténtica y abisal:
nadie quería trabajar. Incluso en nuestra Guinea Ecuatorial: cuatro semanas
después de concedida la independencia, la TV creada allí por técnicos
franquistas, dejó de funcionar como miles de hectáreas de explotaciones
agrícolas. No habían caído que, si nadie trabajaba, el país se hundiría. Y
algunos “líderes africanos” pensaban (y siguen pensando hoy en Sudáfrica) que
son los “blancos” los que “hacen trabajar a los negros”… Pues bien, lo que
ocurre en España es algo parecido: los socialistas no están dispuestos a
trabajar para levantar el país. Ni siquiera a gobernar razonablemente bien para
que pueda existir un justo reparto de la riqueza: simplemente, quieren vivir
del trabajo de otros, mantenerse en el poder gracias al voto de los subsidiados
y a los impuestos monstruosamente altos de los que trabajan. Para ellos,
una “sociedad justa” es aquella en la que ellos gobiernan, apoyados en una masa
de subsidiados de todas las razas y procedentes de los agujeros más negros del
planeta, a costa del esfuerzo, la dedicación y el trabajo de un grupo cada vez
menor de personas que tratan de salir adelante con el esfuerzo de su trabajo y
que solamente ansían que termine esta bochornosa situación en la que una banda de
mangantes, compuesta a medias por individuos sin escrúpulos o por mediocridades
igualmente abyectas, termine su recorrido de gobierno en el presidio más
próximo.
La situación tiene una difícil salida. Ya hemos
dicho que España, gracias a los ZP y a los Sánchez es hoy uno de los países
más endeudados del mundo. Los impuestos siguen subiendo para alimentar los
intereses de esa deuda y para pagar el elevado tren de vida y las putas de un
gobierno de ineptos que hora solo aspiran a robar lo suficiente para asegurarse
el futuro.
El nuevo Craxi del socialismo europeo, Pedro
Sánchez, terminará en Marruecos exiliado, como Craxi terminó en Túnez, los
restos en putrefacción de su partido terminarán pactando en un problemático
“congreso de unificación” con todos los residuos que queden de la izquierda. Quien no se consuela es porque no quiere, así
que, a fin de cuentas, será una suerte que la historia de la “sigla
maldita”, PSOE, termine disolviéndose en el barro del que procede, un poco más
hediondo que el originario.
Pero no, solución no hay para España: falla la
constitución, falla el sistema
(lo lamento, pero “un hombre un voto” es garantía de que el peso de un patán valga
lo mismo que el peso de un doctor titulado o de un politólogo objetivo, o
simplemente de alguien que se interesa por los problemas de su país y, como
mínimo, está al corriente de lo que ocurre hoy, de dónde deriva la crisis
actual y de cómo se proyectará en el futuro. Hace falta ver El
enemigo del pueblo de Enrique Ibsen para darse cuenta de que hace
más de 100 años, el sistema de la democracia cuantitativa ya estaba muy
cuestionado. Los fascismos lo remataron. Y lo peor fue que la caída de los
fascismos, volvió a entronizar este sistema absurdo en el que se basan todos
los sistemas de gobierno occidentales y que nos ha llevado a donde nos
encontramos.
Mientras no se reforme la constitución, mientras
no se introduzca un modelo de representación corporativa en el parlamento no
hay nada, absolutamente nada que esperar. Vendrá el PP y hará exactamente lo
mismo que el PSOE, como ya ha hecho, tratando de que cueste más descubrirlo y
denunciarlo. Y no, absolutamente nada va a hacer el PP contra la “corrupción
humanitarista”.
LA SALIDA MÁS RAZONABLE A DÍA DE SAN FERMÍN DE
2025
De todas formas, en la situación que nos
encontramos hoy, la salida más razonable sería:
1) Moción de censura propuesta por el PP, buscando el apoyo de media docena de diputados socialistas.
2) Nombramiento de un presidente de gobierno, preferentemente, aceptado, tanto por el PP como por el PSOE (un Nicolás Redondo, por ejemplo, o algún barón socialista disidente del sanchismo).
3) Un "gobierno provisional de concentración nacional” formado por personalidades de prestigio, comprometido solamente a gestionar el día a día y a realizar una auditoria en profundidad de sus departamentos.
4) Convocatoria de elecciones anticipadas en el plazo más breve posible.
5) Petición de creación de una comisión internacional especializada en detectar fraudes electorales, tanto en los recuentos telemáticos como en el voto por correo.

Pero, incluso, aunque un programa de este tipo, que debería ser razonable tanto para el PP como para los sectores "sanos" del PSOE, pudiera llevarse a cabo, la losa en la que, primero el zapaterismo y luego la sima sanchista, nos han arrojado, es de tal profundidad que va a ser muy difícil remontar.
Así que mejor que nadie se haga ilusiones. “Iluso”
deriva, precisamente, de “ilusiones”.