1. El tiempo del ZPedrosanchismo está concluyendo.
Las agonías socialistas suelen ser largas. Tanto el final del
ciclo felipista, como del zapateriano, España vivió años (dos legislaturas en
el primer caso) en el que un gobierno que ya no contaba ni con el favor
popular, ni con la confianza de los inversores, acompañado de gestiones
catastróficas, se resistía a abandonar el poder. Pero, tarde o temprano, la
cuerda se rompe y un tropiezo electoral o presiones interiores o pérdidas insuperables
de intención de voto, terminan imponiendo la realidad. En el caso del ZPedrosanchismo la agonía empezó el mismo día en
el que se conoció el resultado de las anteriores elecciones, cuando en lugar de
una “gran coalición” con el PP, Sánchez optó por aliarse con un Podemos. En su
segunda legislatura, debió aliarse con el “sindicato de los fracasados”,
nacionalistas, independentistas y extrema-izquierda, todos los cuales habían
perdido votos. Pero ahora es evidente que el ciclo está concluyendo entre
aromas a corrupción en la sede misma de la presidencia, intentos de enmascarar
la realidad y concesiones ilimitadas a unos o a otros. Todo, incluida la
amnistía a Puigdemont, para nada…
2. La agonía puede prolongarse, pero cada día que pasa el gobierno
estará más débil
En la mente enferma de Sánchez -como antes en la de ZP- anidaba la
idea de que la crisis pasará y que las cifras económicas mejorarán o los
problemas se resolverán solos. Sánchez cree que, si ha logrado embaucar varias veces
a media docena de pequeños partidos nacionalistas, independentistas y de
extrema-izquierda, logrará seguir así durante mas tiempo, hasta que el PP se
desmorone interiormente. Pero es muy difícil que
eso ocurra. Sánchez ya no puede ceder mucho más a los nacionalistas y sus
aliados, poco a poco, se están dando cuenta de que su compañía es difícilmente
justificable para ellos. Cada día que pasa el gobierno se debilita, cada
mena que llega, cada foto de pateras desembarcando, cada tirón, cada violación,
cada anuncio de los costes de la inmigración, cada intento de enmascarar el
deterioro del orden público y de la seguridad, se convierten en una pérdida de
más y más votos que no puede compensar siquiera la facilidad para naturalizar
inmigrantes, ni el cultivo de bolsas de votos clientelares. El fango judicial
que el propio presidente ha generado, ha salpicado a su entorno, ahora le está
salpicando a él y los indultos (como en el caso de los ERE de Andalucía)
solamente redundan en una mayor impopularidad de la sigla “PSOE”.
3. Los problemas planteados, lejos de resolverse se acentuarán
Hace unos días eran solamente 400 los menas que había que
distribuir en la península, luego resultaron ser 4.000 y ahora se habla de
10.000 antes de final de año. Y resolver la
cuestión de los menas es tan simple como llamar a la puerta de la embajada de
Marruecos y decir: “Este niño ha perdido a sus padres, les corresponde a
ustedes buscarlo”. Y esto puede hacerse desde Canarias con la seguridad de
que ningún padre marroquí pagará los 2.500 euros del billete en patera para que
su hijo esté de vuelta con un tirón de orejas del embajador una semana después.
Así se solucionan los problemas. O la okupación que puede ser resuelto con la
figura de la “apropiación indebida” o bien, si tanta necesidad tiene el Estado
de “viviendas sociales” y se ha visto incapaz de construirlas, comprando las
viviendas ocupadas a precio de mercado y cobrando a los okupas, convertidos en
inquilinos un alquiler justo… Nada de todo eso se va a hacer, por supuesto: Sánchez
y su gobierno nunca reconocerán que se han equivocado en algo. Y, sin embargo,
en siete años de gobierno, cuesta encontrar UNA SOLA decisión de Sánchez que
pueda ser considerada acertada y positiva. Los problemas, cuando se eluden,
cuando no se afrontan con valentía y de frente, se acumulan y aumentan en
intensidad. El tiempo difícilmente soluciona los problemas de Estado. La
misma idea de Estado implica “estabilidad” y en siete años, cada día más,
España va camino de convertirse en un Estado frustrado a la cola en todo en
Europa, salvo en corrupción e ineficacia en la tarea de gobierno.
4. Feijóo no está en condiciones de advertir, ni rectificar los
errores del ZPedrosanchismo
Si llega Feijóo a La Moncloa, no será, desde luego, por su
carisma, ni por sus propuestas, ni por su tarea como opositor, si no,
simplemente, por el fracaso del ZPedrosanchismo. Feijóo promete ser un
interregno de transición -si es que llega al poder- entre el ciclo actual y el
que se seguirá y que, inevitablemente, registrará una polarización de las
fuerzas políticas en España: veremos lo que queda de la sigla “PSOE” tras el ZPedrosanchismo
y veremos cómo queda la sigla “PP” después de que un futuro gobierno de este
partido se limite a políticas continuistas y a tratar de apretar el cinturón al
gasto público, pero decepcionando a su electorado en todos los demás rubros.
De hecho, si atendemos a la posición tomada por el PP en el Parlamento Europeo,
casi puede decirse que esta sigla es la “marca blanca” del “PSOE” (y viceversa)
y que el destino de ambos partidos va íntimamente unido. Por de pronto, es
difícil que el PP en solitario tenga la mayoría absoluta y, una vez más, hay
que recordar que la política de alianzas de Feijóo SIEMPRE se ha orientado
hacia el “PSOE” y que esto no va a cambiar, porque es la política recomendada
por el PPE y la única que la miopía política de Feijóo es capaz de concebir.
5. La esperanza de un “PSOE sin Sánchez” se llama Alberto Núñez
Feijóo
La actual clase política dirigente del “PSOE” tiene su futuro
vinculado al ZPedrosanchismo. Es decir: su recorrido es muy corto. Patxi López,
el único de la “vieja guardia” que podría sustituirle, tiene un perfil político
demasiado bajo como para ser respetado por los barones regionales y, por lo
demás, está muy próximo al entorno ZPedrosanchista. No hay muchas más opciones. Después de llegar al liderazgo del
PP, Feijóo manifestó que el PSOE era su principal opción de alianza; esta
declaración generó malestar incluso en el electorado pepero, así que semanas
después se vio obligado a matizar “un PSOE sin Pedro Sánchez”… Este
planteamiento valía en 1996, porque el PSOE sin Felipe seguía teniendo un
número no desdeñable de personalidades de prestigio, con peso político y
profesional. Pero eso quebró durante el zapaterismo y fue, gracias a esa caída de
“calidad política” que se produjo en el “PSOE” que un tipo como Sánchez y su
entorno pudo llegar a dirigir el partido… Pero no parece que vaya a existir un “más
allá” del ZPedrosanchismo. La sigla “PSOE”, sin duda, la más nefasta de
la historia de España, puede estar dando sus últimas boqueadas: demasiada
corrupción, demasiado intento de asumir una “vía venezolana”, demasiada
frivolidad en el maneja del dinero público, demasiado inepto en puestos de
responsabilidad. Sin poder, esto es, sin las llaves de la caja, la sigla “PSOE”,
se secará. Por nuestra parte, opinamos que las distintas fórmulas de la
izquierda -si es que aún les queda alguna neurona en funcionamiento- deberían
tender a hacer tabla rasa, liquidar sus siglas presentes (“PSOE”, Sumar,
Podemos, Equus, Izquierda Unida, Partido Comunista, y así hasta varios cientos
de pequeñas siglas locales, grupúsculos, círculos y sectas) y formar un nuevo
partido de izquierdas, a la italiana, que haga olvidar todo lo precedente.
6. Ser realistas: ante nuevas elecciones catalanas,
programa común
de la derecha nacional
En los próximos días se resolverá el “enigma catalán”: o bien
gobernará el PSC con ERC con Illa como “honorable” (con lo cual, los puentes
con Puigdemont se romperán y el ZPedrosanchismo perderá sus siete votos
necesarios para mantener su mayoría parlamentaria) o bien las bases de ERC
rechazarán el pacto (forzando a nuevas elecciones y prolongando unos meses más
el apoyo de Junts al ZPedrosanchismo), o bien, Sánchez sacrificará a Illa
-completamente sacrificable- aceptando el retorno de Puigdemont y apoyándole
para que ocupe la presidencia de la gencat, desencadenando un terremoto
político y judicial (dado que el delito de “alta traición” -por su intento de
contactar con el gobierno ruso- no está previsto en la muy chapucera ley de
amnistía). Incluso sería posible otro escenario
en el que estando todo preparado para el pacto PSC-ERC, la llegada a España de
Puigdemont radicalizara la situación y creara una situación excepcional que solo
podría resolverse con la detención de éste y con la ruptura del apoyo de Junts
al ZPedrosanchismo. En caso de que se volvieran a repetir las elecciones en
Cataluña, haría falta decir bien alto que la situación en esa autonomía es
diferente a la del resto del Estado: aquí haría falta una candidatura común de
la derecha conservadora, nacional e identitaria, que sumara tanto a los restos
de Ciudadanos, como a Voz, al PP, incluso a los incipientes grupos que apoyan a
Se acabó la fiesta (Alvise Pérez) y a cualquier otra fuerza no nacionalista ni
independentista.
7. Buena parte del problema depende de
solucionar la inmigración
ilegal y masiva
El núcleo central del problema que está generando la pérdida de
peso de los partidos “oficialistas” en beneficio de alternativas populistas en
toda Europa, es la inmigración masiva. Y el problema irá creciendo. Por mucho que los medios -incluso la COPE y la TreceTV- lo
oculten, lo cierto es que los núcleos de inmigración ya se sienten lo
suficientemente fuertes en varios países de Europa Occidental y del Norte para
imponer sus reglas del juego. Y estas son poco tranquilizadoras,
especialmente por la presencia del islam y de su “sexto pilar”, la yihad. De
hecho, los continuos enfrentamientos que se están produciendo en Europa, los
barrios en los que los Estados occidentales han dejado de existir y que están
controlados por mafias, los armamentos cada vez más sofisticados, los grupos de
narcotraficantes, las bandas étnicas con sus violaciones, con sus robos
continuos, con la degradación del orden público que los medios oficialistas
intentan ocultar pero que cada vez es más profundo, no son más que los choques
entre vanguardias de dos ejércitos que preceden a la batalla final. O se
soluciona el problema de la inmigración ilegal y masiva procedente
especialmente de países islámicos y africanos, o bien la guerra civil étnica,
religiosa y social, está servida a corto plazo. “Resolver el problema de la
inmigración” quiere decir expulsar del territorio nacional a todos aquellos
inmigrantes que vivan de subsidios, que no tengan forma de acomodarse al
mercado laboral, que hayan cometido algún delito o, simplemente, que lleguen
ilegalmente. No hay otra solución: FRENTE A INMIGRACIÓN MASIVA,
REMIGRACIÓN ACELERADA. Resolver el problema de la inmigración, liquidar los
chiringuitos que se han generado en torno suyo, establecer “juicios rápidos”
para delincuentes cogidos in fraganti o establecer el control de la marina en
el Estrecho y del Ejército de Tierra en los aeropuertos, pedir las mismas
exigencias que se pide a los viajeros españoles al entrar en Canadá, en
Australia o en Nueva Zelanda (mostrar el billete de retorno, especificar dónde
se va a residir, el motivo del viaje, el seguro médico privado, y la cantidad
de dinero de que se va a disponer
durante la estancia) y la solicitud de refugio en el consulado español más
próximo al lugar de residencia, son exigencias mínimas para ser admitido en el
territorio nacional. Cualquier otra actitud es síntoma de debilidad y la
debilidad de los gobiernos y de las sociedades de Europa Occidental constituyen
el mayor “efecto llamada” para la llegada de más y más ilegales atraídos por la
permisividad, las ayudas sociales y el descontrol que permiten a un inmigrante
hacer cualquier cosa que en su país podría costarle la cárcel de por vida.
8. La necesidad de cambiar las reglas del juego.
Pero el final del ZPedrosanchismo es solamente una parte del
problema. La triste realidad es que la constitución española de 1978 tiene
suficientes agujeros negros como para haber permitido que un tipo como el
actual presidente del gobierno, la retorciera en beneficio propio. El hecho de que el poder se lo repartan entre los partidos
políticos -sean del signo que sean- ya es un mal síntoma porque solamente el
0’8% de los españoles están afiliados a alguna formación política (ver Vozpopuli)
que corresponden, más o menos, al número de cargos públicos remunerados… Se
milita en un partido, no por afinidad ideológica, sino con la esperanza de obtener
un cargo. Esto sugiere un empobrecimiento de la democracia: porque este
0’8% ocupa el 100% del poder político. Haría falta que la sociedad civil
se integrara en el parlamento y que estuvieran presentes -como en la antigua “democracia
orgánica”- representantes de los distintos cuerpos sociales: de las
universidades y de las fuerzas armadas, de los colegios profesionales, de los
sindicatos y del asociacionismo cultural… Y, por supuesto, deberían
establecerse condiciones para poder acceder a puestos de responsabilidad: años
de experiencia, conocimiento de la materia, titulación, etc. Lo que resulta
inadmisible es que gente sin preparación se ponga al frente de un ministerio,
se rodee de “asesores” (en realidad, de amigos) y estos deban recurrir a
especialistas para resolver los problemas. Hemos visto como verdaderos catetos
han construido leyes que agravaban los problemas que debían resolver, como un
gobierno elije ministros, no entre los más capaces, sino entre los más sumisos
y obedientes. Sin olvidar que el “café para todos autonómico” ha llegado hasta
aquí, pero ha constituido una losa para nuestro crecimiento económico y que
ahora somos el país con más funcionarios (de carrera y contratados) de Europa. Solo
en 2022 el número de funcionarios creció en 95.800 personas, un 7’12%, el
crecimiento mayor en Europa, 5’3 veces mas que la creación de empleo privado.
Hoy viven del Estado 3.530.000 empleados públicos, un 17’2% del empleo total
(véase El
Economista). Excesivo e insoportable. Por no hablar de la tan cacareada “división
de poderes” que en España es una ficción creciente desde el inicio de la
democracia (Alfonso Guerra hacia 1984 ya dijo aquello de que “Montesquieu
está pasado de moda”) o un sistema judicial garantista paralizado y
saturado desde hace años que para el robo de una colonia de 20 euros es capaz
de abrir un procedimiento judicial que tarda años en sustanciarse… Esta
constitución ya no sirve; sirvió solo para evitar mayores trastornos durante la
transición, pero vale la pena reconocer los hechos: si ser “constitucionalista”
es aceptar la constitución de 1978 tal como fue elaborada, vale la pena decir
bien alto que las constituciones son lo que son, duran lo que duran y conviene
revisarlas de tanto en tanto en función de su eficiencia demostrada.
Ha sido la esclerosis constitucional lo que ha permitido al ZPedrosanchismo
llegar hasta el punto en el que nos encontramos. Vale la pena no olvidarlo.