“Empate entre Bildu y PNB”. “Sánchez salva momentáneamente la
situación”. “La derecha asciende”. “Nada cambiará en Euzkalherria”… Son los titulares que pueden encontrarse hoy en la prensa
nacional glosando las elecciones vascas. ¿Eso es todo? No, porque lo que
interesa explicar no es el resultado, sino, más bien, dos elementos: ¿Cómo
se ha llegado a él? ¿y cuál es la línea de tendencia? Y las respuestas
evidencian el fracaso de una sociedad (la vasca y la española o, mejor dicho,
la vasca por española). Porque el papel de los “nuevos españoles” ha sido
determinante en el resultado.
LA DESNUDEZ DE LAS CIFRAS
Entre 1981 y 2006 la población española creció un 18’46%, mientras
que en el país vasco descendía un 0,05%. La única provincia que no perdió
población desde los años 70, fue Álava que tuvo siempre un crecimiento
demográfico positivo. En cuanto a la inmigración, en 2017 el número de
extranjeros residentes en el País Vasco era un 6,’5%, mientras que en el resto
de España era casi el triple. Pero, a pesar de estas cifras, desde 1991 -cuando
empezó a percibirse la presencia de inmigración en la sociedad vasca, la
población pasó de 2.133.684 a 2.227.581 habitantes. Y este crecimiento de casi
100.000 habitantes, se ha debido EXCLUSIVAMENTE a la inmigración. Porque la
natalidad en aquella región es una de las más bajas de Europa con 6 nacimientos
por cada 1.000 habitantes (con una caída del 30% en relación a 2012).
Más datos demográficos. En 1975, cuando muere Franco, el índice de
fecundidad era de 2’78. En 1996 llegó a 0’94 y solo a partir de ese momento se
recuperó hasta llegar a 1’6. La explicación a la caída de natalidad entre 1975
y 1996 se debió, obviamente, a las 180.000 personas que huyeron del País
Vasco a causa del terrorismo etarra, a lo que se unió la crisis
generalizada de la industria -que repercutió con mucha más dureza en aquella región
que ha perdido absolutamente toda su industria pesada- y un descenso
generalizado de la natalidad en todo el Estado. Pero -y esto es lo importante- si
desde 1996 empieza a subir el índice de fecundidad vasco, es gracias a la
inmigración que empieza a llegar masivamente en España y por goteó en el
conjunto vasco. En 2022 la proporción era de 1.938.232 vasco-españoles y
288,952 extranjeros (así como un número de entre 20 y 30.000 “nuevos españoles”
con derecho a voto).
En otras palabras:
1) se ha producido un envejecimiento de la sociedad vasca (y con ella un estancamiento de votos del PNV: 349.960 votos en
2020 a 370.554 en 2024. ¿Un aumento? Si, pero debido a dos factores notorios:
el aumento de 10 puntos en la participación que fue mucho mayor ayer que
hace cuatro años, pasando del 52’86% al 62,52% y el “voto útil de la derecha”
que se ha ido desplazando desde Ciudadanos e, incluso, desde el PP, al PNV.
2) ha irrumpido con fuerza el voto de los “nuevos españoles” que,
ha sido “trabajado” especialmente por Bildu.
Esto, unido a la muerte natural de Podemos y a la agonía de Sumar (que habían
llegado a tener en 2016, 11 escaños, para quedarse con 7 en las siguientes y
con apenas 1 ayer) explican el resultado de Bildu. A diferencia de en otras
regiones, en el País Vasco, el voto de los “nuevos españoles” no se ha
orientado ni hacia Sumar, ni hacia el PSOE.
¿QUIÉN HA GANADO?
Todos -salvo Sumar-, en realidad, pueden afirmar que “han ganado”.
Y, de hecho, así es, si atendemos a los intereses de partido, pero, si se trata
de los intereses del Estado o de la Nación, incluso de la autonomía vasca, las
cosas son muy diferentes:
- PNV.- ha perdido 4 diputados, pasando de 349.960 votos a 370.554. El aumento de votos está vinculado a la llegada de votos procedentes de la abstención y del centro-derecha (Cs). En porcentaje ha descendido del 39,07% al 35,22%. No es ningún secreto que se trata de un voto “envejecido”. Gobernar con el PSOE no le ha reportado ventajas, sino una constante pérdida de influencia en la sociedad vasca.
- EH Bildu.- ha ganado 6 escaños, obteniendo los mismos que el PNV, pero con 30.000 votos menos. A pesar de que la cocina del CIS de Tezanos le daba como vencedor, deberá esperar aún cuatro años para el “sorpasso”. El 36,9% de ayer, frente al 27,86% de 2020, supone un aumento del 9%. Ningún otro partido puede alardear de un avance así: de 249.580 votos ha pasado a 341.735 votos. Esos votos han venido de tres caladeros: votos que fueron a parar a Podemos, votos de la inmigración y votos jóvenes.
-PSOE.- con 149.660 votos, un 14,22% y dos escaños más que en la anterior legislatura, la candidatura socialista no se ha visto afectada por los escándalos, ni por el “blanqueo de ETA”. En 2020, el resultado socialista fue de un 13,65% con 122.248 votos y 10 diputados. Esos votos de más proceden preferentemente del antiguo Cs.
- PP.- también ha subido en votos, pasando de 60.650 (6,77%) a 97.149 (9,23%). Votos llegados, indudablemente, de Cs y seguramente también de algunos electores socialista decepcionados.
- Vox.- igualmente puede alardear de “victoria” a pesar de haberse quedado con un 2’02% y 21.396 votos, lo que supone 4.000 votos más que en las elecciones de 2020 y una leve mejora en el porcentaje (en aquella ocasión obtuvo 17.517 votos y un 1,96%.
- Sumar.- El único derrotado ampliamente es Sumar cuyo antecedente, Podemos (que también se presentaba a las elecciones). La extrema-izquierda ha quedado desecha por estas elecciones: sus votos han transitado hacia opciones como el PSOE (los menos nacionalistas y los más moderados) y EH-Bildu (los más radicalizados). Su derrota es evidente en la desnudez de las cifras: de 72.113 votos, 6 diputados y un 8,05% de votos en 2020, mientras que ayer perdió algo más de la mitad de votos (quedándose con 35.092, un 3,34% y apenas 1 diputado). Resulta inevitable que este fracaso repercuta en el interior de la sigla y la imagen de Yolanda Díaz empiece a ser cuestionada.
¿LA INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS?
1) El nacionalismo y el independentismo dominan la política vasca.- PNV y EH Bildu, cada uno con 27 diputados, suponen 54 diputados
del total de 85 del parlamento vasco. ¿Podrían ponerse de acuerdo nacionalistas
y filoetarras para marchar hacia un proceso independentista? Casi imposible.
Salvo en arrebatos puntuales, el PNV ya no está por la independencia vasca, es
perfectamente consciente que una “Euzkadi independiente” sería inviable. Ya no
hay industria pesada en la región, el sistema cooperativo hace décadas que está
retrocediendo, la región vive… del turismo. No hay posibilidades de que las “provincias
vasco-francesas” se unan. Incluso la incorporación de Navarra a la comunidad vasca,
no es un objetivo prioritario para el PNV que se limita a “gestionar” el
patrimonio.
2) Un resultado completamente diferente al gallego y completamente
diferente al que se dará dentro de un mes en Cataluña.- Ambos partidos tienen un fondo nacionalista, pero el gran
problema es que el PNV es la “derecha”, mientras que EH Bildu es la “izquierda”.
Tal y como se configura el actual parlamento regional vasco, lo más probable es
que se reedite la coalición PNV-PSOE, al menos en los primeros años de la
legislatura. El único elemento común en las elecciones vascas y gallegas es que
el socialismo es el tercer partido, y el hecho de que la “derecha” (PP en
Galicia, PNV en País Vasco) y el “independentismo” (UPG en Galicia y EH Bildu
en el País Vasco) son los elementos determinantes: polarización entre
conservadores e independentistas. En Cataluña la situación será muy diferente:
el nacionalismo (que presenta seis candidaturas, cada una preocupada por
aparecer como más “fieramente independentista”) tendrá enfrente a la “derecha”
(PP y Vox). En medio quedará el PSOE. Y aquí, en Cataluña, es donde
verdaderamente Sánchez se juega su futuro: si no obtiene una victoria clara, su
política de “renuncia preventiva” ante los nacionalistas, constituirá un
fracaso. La diferencia es que, mientras que Galicia y el País Vasco el PSOE es
tercera fuerza (a distancia de los “grandes”), en Cataluña -el único caladero
de votos que le queda al socialismo español- quedar en tercera posición sería
una catástrofe.
3) El resultado electoral es el resultado de las políticas
nacionalistas.- La sociedad vasca sigue anestesiada,
prefiere no pensar en su pasado, ni en los 800 asesinados por ETA, ni en su
evidente desindustrialización, ni siquiera en su pequeñez (los que han acudido
a voto, poco más de 1.000.000, es exactamente ¡un tercio! de la población de la
ciudad de Madrid…), ni en su cambio demográfico, ni siquiera en la violencia
que sigue presente en la sociedad vasca. El nacionalismo ha gobernado
ininterrumpidamente en la región, ha aplicado sus políticas durante más de 40
años y el resultado no ha sido la “vasquización”, sino la “alucinación vasca”.
Hay pocas regiones del Estado que tengan una conciencia tan errónea de sí misma,
de su propia historia y de su pasado reciente, como la comunidad autónoma
vasca. “Alucinación” es creer que lo inexistente o lo que fue, es la realidad. Y
la realidad es que en 2020 casi el 50% del electorado se abstuvo de participar
en las urnas y la abstención en 2024 ha sido igualmente alta: el 38%. El
euskera es obligatorio en la enseñanza, a pesar de que, salvo en algunas zonas
de Guipúzcoa y del norte de Navarra, se habla muy poco (nada en Álava, muy poco
en Guipúzcoa).
4) Una sociedad que ya no es independentista.- La “alucinación” vasca llega a que los jóvenes confundan entre “independentismo”
e “izquierda” y esto explica el porque el bloque nacionalista-indepe suma casi
el 75% de los escaños, cuando solamente ¡el 18% de los vascos se declaran “independentistas”!
En otras palabras, el votante vota sin reflexionar sobre a quién vota, sin ser
coherente entre lo que vota y lo que cree… como en el resto de España. Pero lo
cierto es que toda la inversión nacionalista en el terreno lingüístico (tanto
en el País Vasco como en Cataluña), verdadera obsesión del nacionalismo, se ha
revelado como un fracaso: los jóvenes son “nacionalistas”, incluso “independentistas”
en el País Vasco… pero cada vez hablan menos euskera. Votan “abertzale” porque “es
de izquierdas”, nada más, mucho más que por que sea independentista. Lo
esencial, de todas formas, no es el votante (engañado inevitablemente por unos
o por otros), sino la dirección de EH Bildu que tiene ínfulas de lograr algún
día “la Gran Euzkadi” con Navarra y con las provincias vasco-francesas. Las
encuestas sobre las posibilidades de independencia vasca indican a las claras
que el ciudadano media no está por la labor. El PNV ya no es el del “plan
Ibarretxe”, ni siquiera el sabiniano de “Dios y leyes viejas”: es un
gestor de derechas conservador, algo horrorizado por los cambios que está
teniendo la sociedad vasca y, mucho más, porque esos cambios, más que
beneficiarle a él, benefician a su “competencia”, EH Bildu.
5) La derecha desunida e impotente.-
A pesar de las declaraciones de victoria del PP, ganar un diputado no es, lo
que se dice, un “exitazo”. Otro tanto cabe decir de Vox que se ha limitado a
felicitarse por ganar 5.000 votos y conservar su diputada. El drama de la
derecha española actual es que necesita unirse para derrotar al pedrosanchismo,
pero las diferencias son abismales y siguen creciendo con las torpezas de
Feijóo (aceptar entrar en el juego de la regularización de 500.000 inmigrantes,
o no llamando a declarar a la esposa de Sánchez a la comisión de investigación
del senado, o seguir afirmando que su política de pactos apunta sobre todo al
PSOE, o su apoyo a Von der Leyen para que siga al frente de la UE…). El riesgo
de Vox era que desapareciera en el País Vasco, después de no haber entrado en
el parlamento gallego. Dos derrotas así corrían el riesgo de arrastrar en su
caída a Vox en Cataluña y estancar su crecimiento en las elecciones europeas. Es
importante que Vox siga presente (y, a la espera de “su momento” que sonará
cuando gobierne Feijóo) en la política nacional, para condicionar y erosionar a
la “derecha liberal”. Pero el drama es que, sin unidad de la derecha, sin un “programa
común”, sin un desplome judicial del pedrosanchismo, éste puede agotar la legislatura
trampeando, cediendo a unos y a otros, comprando el voto mediante subsidios y
nacionalizando inmigrantes y dejando el país, antes o después, literalmente
destrozado e inviable por el peso de la deuda y la losa que suponen millones y
millones de pensiones no contributivas.
6) Nada cambiará en el día a día vasco.- seguirán gobernando en los próximos años los mismos que lo han
hecho en los últimos años: PNV + PSOE. Es posible que para remontar su pérdida
de votos, el PNV tienda a impulsar un “nuevo estatuto”… Pero es difícil
redactar otro texto estatutario sin antes realizar una reforma “confederal” en
el Estado. Por otra parte, el ridículo del “procés” catalán pesa como una losa
en la mente de los dirigentes nacionalistas. Todo empezó con “el nou Estatut”
de Maragall. Desde entonces, la política catalana ha ido cada vez más a la
deriva y, lo que es peor, en ambos territorios la desindustrialización ha sido
constante (en Cataluña, todavía, siguen yéndose empresas y la creación de la
planta de fabricación de coches eléctricos -que cada vez se venden menos- de la
china Chery, inaugurada por Sánchez en Barcelona, no compensa la pérdida
continua de tejido industrial. La alegría de los socialistas vascos ayer era
doble: por un lado, tenían la seguridad de seguir viviendo de la administración
autonómica otros cuatro años, por otro reforzaban al pedrosanchismo.
7) ETA está “ganando la paz”.- ETA
fue, policial y socialmente, vencida de forma inapelable. Gracias a Rodríguez
Zapatero, una ETA arrinconada policialmente, derrotada, infiltrada, vencida,
odiada y sin posibilidades de proseguir sus atentados, fue reivindicada y
elevada al rango de “negociador” con el Estado. Ni se entregó el arsenal (para
evitar la identificación de los autores de los atentados), ni cesó la violencia
social en el País Vasco, la inmensa mayoría de crímenes o bien quedaron impunes
o salieron a pocos años de cárcel por muerto… Zapatero, vale la pena no
olvidarlo, fue el responsable del desaguisado. La legislación antiterrorista se
relajó, los partidos independentistas empezaron a repuntar hasta hacerse
imprescindibles para mantener al pedrosanchismo en el gobierno de la nación.
ETA, por tanto, está “ganando la paz”… dando por sentado que la sociedad vasca
esté “en paz” (que no lo está: y las agresiones contra los partidos
constitucionalistas en esta campaña así lo confirmas, de la misma forma que
sigue existiendo “presión psicológica” sobre los no-abertzales que optan por
callarse y no opinar, lo que explica el 38% de abstención de ayer).
8) El caso alavés digno de comentarse.- EH Bilda ha obtenido en Álava 8 escaños, siendo la candidatura
más votada, el PNV en segunda posición con 7, los socialistas con 4, mientras
que el PP ha obtenido 4 y Vox 1. Lo sorprendente es que esta provincia era tradicionalmente
el vivero de posiciones anti-independentistas, primero con Unión Alavesa y
luego con Ciudadanos. Cabe decir que las medidas -más cosméticas que otra cosa-
adoptada por el PNV han “vasquizado” a la provincia que hoy, mayoritariamente,
ha votado a opciones nacionalistas. Casi puede decirse que el voto a la “derecha”
estatalista es el último residuo de otros tiempos. También aquí cabe recordar
que Álava tiene el 15,1% del total de la población vasca, pero el 17’8%
(oficialmente) de inmigración (que en realidad es superior al 20% contando con
los “naturalizados”). Entre 50 y 60.000 personas (del total de 338,765 de la
provincia) han nacido en el extranjero. También en Álava, el “tirón” de EH
Bildu se ha debido a la llegada masiva de “nuevos españoles” a las urnas.
CONCLUSIÓN: ¿HACIA DÓNDE?
En condiciones normales, un País Vasco, sumido en un proceso de
desindustrialización creciente, cada vez más similar en su estructura económica
al resto de España, viviendo del turismo, con una demografía autóctona menguante
y una inmigración en aumento y en donde vota algo más de un millón de
ciudadanos, debería de pesar poco en la política española. Pero la constitución
del 78, otorgó a esta región y a Cataluña, la posibilidad de decidir cuando
ningún partido estatalista alcanza la mayoría absoluta en las elecciones
generales. Por otra parte, la importancia concedida al País Vasco en 1978 se
debía a la acción de ETA y al intento de desactivarla mediante el concierto
económico y un estatuto de autonomía de “máximos”. Pero la situación más de
cuarenta años después, es radicalmente diferente: el RH vasco está cada vez más
difuminado, el euskera es obligatorio en la enseñanza, pero se habla cada vez
menos, la industria da paso al sector servicios de poco valor añadido… incluso
la población se declara muy poco independentista (apenas un 18% en cifras aportadas
por el sociómetro publicado por el propio gobierno vasco el 28 de marzo pasado;
el 37% rechazaba cualquier forma de ruptura con España; un 35% estaría a favor
o en contra “según las circunstancias”, incluso se apuntaba que solamente el
57% del electorado de EH Bildu es “independentista”…).
Estas cifras están en contradicción con los resultados electorales
y con la composición del actual parlamento vasco que da la impresión de ser “independentista”.
Pero, en realidad, la encuesta en cuestión demuestra la falta de “apoyo social”
a la independencia, lo que, unido a la realidad socioeconómica vasca actual,
hace prácticamente imposible que se inicie un proceso independentista. Pero el
drama radica en que la rivalidad entre PNV y EH Bildu puede hacer que ambos
partidos inicien una loca carrera para demostrar quién es más “abertzale”.
Pero si alguien esperaba que el pedrosanchismo saliera debilitado
de estas elecciones, se ha equivocado, ha salido moderadamente reforzado:
- se ha tapado el fracaso del socialismo gallego.
- la campaña ha acallado los ecos del “caso Koldo” y del “caso Begoña”.
- el socialismo vasco ha evitado que el eje de la campaña tuviera que ver con la corrupción.
Poco importa que exista una alianza tácita entre Sánchez y Otegui,
poco importa que el pedrosanchismo haya “blanqueado” a Otegui, a cambio de un
apoyo en la gobernabilidad del Estado. Poco importa, en definitiva, que el
pedrosanchismo gobierne España con el apoyo de la no-España. Todo eso pasa
-para el elector medio- a segundo plano. Alardeando del “éxito” vasco del PSE
(éxito muy relativo), el PSOE afrontará las elecciones catalanas (en las que un
Illa, muy cuestionado por su gestión de la pandemia e implicado en el
despilfarro de las mascarillas, está al frente de la candidatura), esperando
obtener un resultado “aceptable” que pueda ser considerado como otro “éxito”,
para afrontar las elecciones europeas… en las que todo se le presenta cuesta
arriba. Sánchez cree en el cuento de la lechera y en que estas etapas
electorales le permitirán agotar la legislatura. Cada vez más, Sánchez se parece
un jugador de ruleta rusa con el tambor del revólver cargado con 3 balas. Del primer
disparo (el vasco) ha salido airoso, lo del segundo (el catalán) es más
problemático y decisivo (entre otras cosas porque Cataluña es el último
caladero importante de votos del PSOE); pero, será milagrosos que salga airoso
de las elecciones europeas.
¿Tensiones independentistas? El problema de todo nacionalismo regional
es que, o desemboca en el independentismo o se deshincha. Con el resultado de
ayer, el parlamento constituido podría ser considerado como “independentista”,
pero la sociedad vasca lo es mucho menos. Como máximo aparecerán tensiones,
especialmente por la competencia entre PNV y EH Bildu por el electorado “indepe”,
pero una cosa es la batalla por el voto y otra muy diferente la decisión de
marchar hacia un proceso secesionista. La sensación que da es que ambos
partidos terminarán conformándose con seguir un proceso de “vasquización” (por
mucho que no dé los resultados culturales y lingüísticos esperados), pero, al
menos, si satisface su impulso nacionalista originario. La única originalidad en
la política vasca de este momento es que la “derecha” es el PNV y la “izquierda”
EH Bildu. ¿Y el PSOE? En una situación ambigua. El gobierno PNV-PSE se
reiterará, unos para mantener lo que han gestionado desde hace 40 años, los
otros porque sin el PNV en el País Vasco, no son nada y porque Sánchez precisa
votos abertzales para mantenerse en Madrid.
El cuadro general que se da en el País Vasco tras estas elecciones confirma lo que podemos llamar "la decadencia vasca". La originalidad del caso vasco es que, ninguna otra sociedad en España ha cambiado tanto en los últimos 40 años, perdiendo tanta especificidad regional, a medida que aumentaban las inversiones en esa dirección... Pero, al igual que en el "caso catalán", esta pérdida de identidad se está realizando, especialmente, de la mano de partidos nacionalistas e independentistas. Una contradicción a meditar.
A nivel de Estado, los resultados -y en especial el aumento de EH Bildu- confirman que el eje central del debate político siguen siendo la polarización "derecha - independentismo", con la diferencia de que en el País Vasco, la "derecha" es el PNV. Una contradicción más en la política vasca que no deja de sorprender y que el propio PNV, consciente de la situación, pero también de sus orígenes y de su tradición, se preocupa mucho por ocultar y que no puede concluir más que en el agotamiento de su ciclo. Este concluirá cuando se produzca el "sorpasso" tan temido por los dirigentes nacionalistas y que auguraba Tezanos... No ha sido en estas elecciones, pero será en las siguientes...