Durante cinco días, todo el país, salvo funcionarios y asesores
paniaguados y nombrados a dedo, sindicatos marisqueros, grupos sociales
subsidiados y nacionalistas periféricos, tuvimos la esperanza de que Sánchez
abandonara, de una vez por todas, esa forma de “hacer política” que, en el
fondo, no es más que culto a la personalidad y la exteriorización de sus problemas
y malformaciones psicológicas. Ciertamente, algunos dudábamos de tanta
felicidad y, conociendo a Sánchez, nos temíamos que fuera su última argucia. Lo
era. Pero, el que permanezca en el cargo, incluso el que prolongue está
legislatura agónica hasta el límite de las posibilidades del país, no quiere
decir que haya triunfado.
NADA HA CAMBIADO: LOS PUNTOS NEGROS DEL GOBIERNO SEGUIRÁN AHÍ
En nuestro anterior comentario en este blog se titulaba: “La
última bala de Sánchez: currarse la página de la pena”. Lo ha
intentado. Intuíamos el resultado y, por eso, mostramos las causas que debían
considerarse a favor y en contra de la amenaza de dimisión. Lo importante es
señalar que, el hecho de que no haya dimitido, no implica que los elementos
que sugerían la posibilidad de hacerlo, hayan desaparecido. Por el
contrario, lejos de diluirse en el tiempo, poco a poco irán filtrándose más y
más datos (actualmente en fase de estudio e investigación por distintos medios
digitales, básicamente El confidencial, The Objective y El Debate)
sobre el “Caso Begoña”. Sin olvidar que el “Caso Koldo” ya es imparable y se
encuentra en fase de investigación judicial (a diferencia del “Caso Begoña” que
está todavía en sus primeros pasos). Y luego está todo lo relacionado con Marruecos,
Pegasus, etc.
A la vista del fracaso rotundo de las “movilizaciones” convocadas
para apoyar e Sánchez durante el fin de semana (12.500 personas en el mejor de
los casos, unos pocos cientos en el peor), ha quedado claro que el gobierno, en
este momento, está apoyado solamente por nacionalistas, independentistas, ONGs
y los habituales paniaguados. Poco más.
La única forma que tiene Sánchez de detener todo esto es mediante un “proceso a la venezolana” en el que, utilizando excusas legales y mayorías, más o menos artificiales, logre amordazar a los organismos judiciales y a los medios digitales independientes. Es un proceso muy arriesgado, casi imposible, en el contexto de una España que pertenece a la Unión Europea y en la que reformas de este tipo solamente serían viables siempre y cuando en el parlamento y en las instancias europeas existiera una mayoría de izquierda radical que las avalara. Y no es el caso. Más bien, todo induce a pensar que la polarización que están experimentando todas las sociedades occidentales, entre una “derecha” cada vez más radicalizada y una izquierda “marciana”, irá en dirección contraria.
UNA SIMPLE MANIOBRA PARA RECUPERAR LA INICIATIVA
El “número” circense de Sánchez no era tal: era una simple
maniobra electoralista. Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina
y las catalanas se resolverán en quince días. En democracia, las crisis de un
gobierno, solamente se resuelven mediante éxitos electorales ineludibles. En
las catalanas, todo el misterio radica en su saldrán antes o después de las
elecciones más datos que exhiban la incapacidad de Illa durante su estancia en
el Ministerio de Sanidad y el desmadre auténtico que tuvo lugar durante la
pandemia con las mascarillas y los test, y no hay duda de que las tres
fuerzas más votadas serán ERC, Junts y el PSC (en orden inverso con dudas
sobre si ERC se impondrá a Junts, lo que, en el fondo importa poco por el “tanto
monta” de ambas opciones). Pero, en las europeas, parece mucho más difícil
que el PSOE obtenga el éxito rotundo que precisa para su política.
Incluso, aunque consiguiera mantener sus posiciones, el problema
es que el vuelco que se va a producir en Europa, dejará a la izquierda muy
debilitada. Sin olvidar que, Sánchez es un “accidente” dentro de la
izquierda europea: se encuentra mucho más lejos del SPD alemán o de los
socialismos nórdicos, mientras que se siente más próximo a los restos del Grupo
de Puebla (los gobiernos de México, Colombia y Chile y los regímenes de
Venezuela y Cuba).
Sánchez ha comprobado que los medios de prensa convencionales
(sumidos ya en una crisis angustiosa y en una falta de ventas, publicidad y
suscripciones: todos sus ejemplares, sumados, apenas vendían en 2023, 113.000
ejemplares de media; en algunos casos, como La Vanguardia, diario barcelonés
por excelencia que cuesta incluso de encontrar por la desaparición de la
mayoría de puntos de venta en la Ciudad Condal) cuestan mucho y sirven para
poco. Además, la edad media de sus lectores está próxima a la de jubilación.
Los medios digitales y determinados youtubers tienen un seguimiento creciente y
repercuten en informativos de televisión. Y Sánchez ya no puede controlarlo
todo. Por tanto, si quiere acallar las críticas procedentes de esos medios,
debe de actuar por vías legales o, simplemente, asfixiándolos económicamente. Pero
eso supone poner límites a la “libertad de expresión”.
Por otra parte, los embrollos judiciales, a pesar de que
demuestran tener poco impacto en un electorado anestesiado y fatalista, suponen
una espada de Damocles sobre su cabeza y sobre muchos ministros y
colaboradores. La justicia es lenta, muy lenta, excesiva e innecesariamente
lenta… pero es implacable. Y, ante el desparpajo y la irresponsabilidad con
la que han actuado los integrantes del “Caso Koldo” o la protagonista del “Caso
Begoña”, ni siquiera las “garantías procesales extremas” que hasta ahora han
evitado que la inmensa mayoría de ministros y personajes públicos entraran en
prisión, servirán ahora para evitar que lo casos judiciales abiertos vayan a
más.
LAS DOS PRIORIDADES DE SÁNCHEZ:
ESPAÑA ES A LA DEMOCRACIA, LO
QUE UN HUEVO ES A UNA CASTAÑA
Así pues, la prioridad para Sánchez, a partir de este momento es:
- la neutralización de la prensa digital independiente y
- la neutralización del sistema judicial.
Lo primero le evitaría el desprestigio constante y la sensación ya
muy extendida entre la sociedad española de que la corrupción no es solo algo “sistémico”
(que lo es), sino que ésta afecta a todos los partidos, pero muy en especial, al
PSOE.
Lo segundo supondría una garantía de futuro: las fechorías
cometidas quedarían impunes. Pero esto tiene un punto débil: hundir todavía
más la “separación de poderes” y, por tanto, hacer creíble que el “modelo
sanchista” de Estado es cualquier cosa, salvo una democracia a la europea.
Porque en España, hoy, quien crea que existe “separación de
poderes” se engaña. El fiscal general del Estado lo nombra el presidente del
gobierno. Y la fiscalía se rige por el principio de jerarquía: se acusa o no,
lo que el fiscal general decide que hay que acusar. Y, resulta imposible pensar
que alguna vez, sea quien sea el “poncio” situado en la poltrona, investigará a
quien lo ha colocado ahí o algo que puede perjudicarle. Pues bien, a este
absurdo antidemocrático, se une la aspiración de Sánchez de controlar el
Consejo General del Poder Judicial (y, en este sentido, la postura del PP
parece mucho más razonable: no deben ser los partidos, sino los órganos
representativos de la judicatura quienes elijan a sus componentes), la
intención de introducir modificaciones en la actividad judicial desplazando la iniciativa
de las investigaciones del juez a los fiscales… fiscales que se deben a su
superior jerárquico y que deberán limitarse a investigar lo que éste dedica
como “investigable”.
No son ideas ni proyectos nuevos: estaban ya en la médula del
sanchismo.
LOS TRES ERRORES DE LA DERECHA ESPAÑOLA
España ha dejado de ser una democracia desde hace años y esto no
va a cambiar en breve. La derecha -la única alternativa en este momento- se
equivoca en tres elementos:
1) Las deficiencias actuales del Estado no son problemas generados por Pedro Sánchez. Éste, por su particular construcción psicológica, ha tendido a aprovechar las deficiencias, las ambigüedades y los vacíos constitucionales, para utilizarlos a su antojo… pero no los ha inventado. Simplemente, es que la constitución estuvo mal redactada, debería de haberse modificado ya en los años 80, cuando se percibieron los problemas que planteaba.
2) La “defensa de la constitución” es una posición perdida: la constitución es indefendible porque es el texto que nos ha llevado hasta donde nos encontramos. Hoy, cada vez está más claro, que no puede existir “oposición” digna de tal nombre, si va unido a una “defensa de la constitución”. Toda oposición que no plantee una reforma constitucional en profundidad, cae en un error de percepción y en puro oportunismo político.
3) La obstinación de la derecha en mantenerse desunida es la garantía de que el PSOE + independentistas seguirán gobernando este país, incluso por tiempo indefinido, introduciendo cada vez más maniobras y elementos que alejen de los estándares democráticos europeos y nos acerquen a subproductos bananeros. Mientras Feijóo no diga en voz alta BIEN ALTA, clara y sin sombras de duda, ni matices, que su prioridad de alianzas ya no es el PSOE libre de Sánchez, sino que tienda la mano a un “programa común de la derecha” para alcanzar una mayoría regeneradora, tendremos pedrosanchismo para rato. La Ley d’Hondt -otra de los patinazos constitucionales- lo confirmará. El PP era la única derecha, pero ya no lo es y contra antes lo advierta, mejor para todos.
En resumidas cuentas: las esperanzas suscitadas por el amago de
dimisión no eran más que una escenificación teatral con finalidad
electoralista. Todo sigue igual. Igual de mal; peor incluso que antes porque
toda Europa habla de la “corrupción en España” y se conoce más a Begoña y sus
milagros que a la esposa del primer ministro del propio país… Después de las
elecciones europeas vamos a asistir a una carrera entre el agravamiento de
todos los primeras que se han acumulado durante el pedrosanchismo (los que
incluíamos en nuestro artículo sobre La
última bala de Sánchez como elementos que hacían creíble su
dimisión) y las resistencias que encontrará en ese camino. Como se dice
coloquialmente, el pato lo pagará la sociedad española…