El presente texto está traducido de las actas del 3er Symposium internacional sobre el Grupo de Ur, celebrado en Nápoles el 16 de octubre de 2017. No está firmado. Dicho evento relanzó en Italia los "estudios evolianos" y causó cierta impacto en la vida cultural del país. El volumen que recopila las actas del encuentro es considerado como el texto más revelador y orgánico sobre el estudio del fenómeno "mágico" en los años 20-30. Como se sabe, el Grupo de Ur, inspirado esencialmente por Julius Evola y Arturo Reghini, reunió a los personajes más destacados en el esoterismo y en las corrientes ocultistas de su tiempo. Los que formaron parte del Grupo de Ur no fueron elegidos por su erudición, ni por sus cualidades intelectuales, sino por el interés en llevar la teoría a la práctica. Todos ellos -y esto era lo que les unió temporalmente- estaban interesados en la "realización del Yo" y en sus posibilidades "mágicas" (entendiendo por magia la posibilidad de operar sobre la naturaleza por medios metafísicos). En este texto (y en otros que seguirán) se alude a uno de los aspectos de los trabajos del Grupo, a los elementos que lo compusieron y a la "orientación pagana" de algunos de ellos.
El Grupo de Ur y la tradición pagana
La comunidad que formaba el Grupo Ur (1927-1929) tiene particular
importancia en el campo del esoterismo porque estuvo compuesta por
personalidades destacadas, dotadas de importantes cualificaciones y que procedían
de escuelas diversificadas. Y si hay un aspecto que confirma una de las
enseñanzas más importantes del método tradicional, es la unidad trascendente de
las tradiciones que derivan de la Tradición primordial, difundida por el mundo
a través de diferentes modalidades entre pueblos y civilizaciones.
El grupo fue fundado por Julius Evola y Arturo Reghini. Dos
hombres moldeados por diferentes experiencias, separados por sus edades y cuyas
aproximaciones al mundo eran igualmente diferentes. Como hemos dicho, el Grupo
de Ur estaba formado por personas formadas a través de diversas experiencias
esotéricas: citemos a los católicos Guido de Giorgio y Nicola Moscardelli
(aunque fueran católicos muy particulares), los masones pitagóricos como Arturo
Reghini, Giulio Parise, Aniceto del Massa, los antropósofos Girolamo Comi,
Arturo Onofri, Giovanni Antonio Colonna di Cesarò (algunos de ellos afirmaban
estar totalmente alejados de la teosofía) y Giovanni Colazza, notorio
esoterista, uno de los más importantes de su tiempo, amigo personal de Rudolf.
Steiner. Entre los kremmerzianos destacamos a Ercole Quadrelli, un esoterista
muy valioso. Los otros miembros fueron Domenico Rudatis, Corallo Reginelli y
Emilio Servadio, quien más tarde fue uno de los fundadores de la Sociedad
Psicoanalítica Italiana.
A excepción de Moscardelli y De Giorgio, las demás corrientes
pueden incorporarse a una dimensión pagana. El segundo volumen de Introduzione
alla Magia quale scienza dell'Io (Edizioni Mediterranee), obra que recopila
los fascículos de Ur, incluye dos ensayos muy interesantes dedicados a
este tema: el primero es de Pietro Negri (alias de Arturo Reghini), "Sulla
Tradizione Occidentale", el segundo está escrito por Arvo (alias de Julius
Evola), "Sulla Tradizione iperborea", dos textos subrayan con cierta
claridad el elemento pagano que constituyó la base de su concepción. La
decisión de unirse a esta “comunidad” y la edición de los números utilizando
textos sencillos que ofrecen “Istruzioni di catena” aclaran el hecho de que la
práctica sigue, y a veces precede, a la teoría. El compromiso de los miembros
del Grupo Ur tuvo como objetivo despertar el potencial interior de cada
individuo.
La introducción al primer número (1927) revela que el elemento
prioritario es el problema existencial del yo, como expresión de una oposición
a los valores modernos y a todo lo que la sociedad de aquella época le
confería, según un punto de vista intelectual y la visión humana y cotidiana de
la existencia. En consecuencia, el deseo de la revista era buscar una solución
"absolutamente decidida a disipar la niebla, a abrir un camino",
volviéndose hacia el "conocimiento de sí y, en sí, del Ser"
(Evola, Il Cammino del Cinabro, Scheiwiller, Milán, 1972, pág. 84). Un
conocimiento que debía ser trascendente, que presuponía un “cambio de estado”.
Como dice Evola, “la mutación de la naturaleza más profunda de uno es lo
único que cuenta para el conocimiento superior”. En definitiva, un trabajo
de transformación a través de métodos experimentales, basados tanto en la
práctica como en estudios teóricos.
El Grupo de Ur rechazó así los valores del mundo burgués y
cristiano. Posición que Evola expresó durante el período anterior de su
producción intelectual. Un rechazo de la modernidad y de sus valores que
conducía al conocimiento de uno mismo y del Ser, a una investigación interior
que reivindicaba una praxis resultante de una ciencia universal, previamente
expresada en diferentes formas.
El objetivo de este trabajo conjunto era invocar una fuerza
metafísica, aprovechando una “cadena” y una serie de operaciones ilustradas en
la revista Ur y acompañadas de instrucciones precisas. Una fuerza que
pretendía ser canalizada en la acción cultural, del desarrollo de uno mismo,
así como en el de la política. En definitiva, una función transformadora del
mundo moderno, capaz de influir en la realidad. El entendimiento entre los
miembros del Grupo Ur sobre el camino a recorrer se vio facilitado por el hecho
de que ciertas prácticas eran comunes a las diferentes escuelas de donde
procedían estos individuos.
La investigación teórica y la práctica estaban vinculadas mucho
antes de la formación del grupo. En efecto, Arturo Reghini y sus preciosos
diarios Ignis y Atanór habían propuesto un discurso tradicional y
pagano capaz de proponer a la vez una teoría y una práctica. Las dos cosas
coincidieron y estaban ligadas a la religiosidad romana. Con la adopción de
leyes fascistas contra las sociedades secretas -las leyes Emilio Bodrero-,
Reghini prefirió cerrar él mismo sus revistas, antes que se produjera una
intervención del régimen.
El Círculo Virgiliano, grupo kremmerziano que también puede
definirse como pagano por su referencia a las antiguas raíces de la sabiduría
itálica, siguió funcionando en la ciudad de Roma. Fue en ese momento, en 1926,
que Julius Evola comenzó a trabajar para reunir a representantes de estos
círculos que compartieran puntos en común. Su objetivo era crear un grupo
autónomo capaz de actuar en concierto. Evola conocía bien los círculos
esotéricos y por lo tanto sabía a quién acudir y dónde llevar a cabo sus investigaciones.
Habiendo logrado alcanzar un consenso, en particular con Reghini, trabajó para
la constitución del grupo.
Julius Evola ya tenía una relación directa y personal con algunos
de estos esoteristas, por ejemplo, con el profesor Ercole Quadrelli y el médico
Giovanni Colazza. El filósofo quería crear una cadena, una hermandad capaz de
garantizar el trabajo cuyo fin era mantener una llama común en todo el grupo,
capaz de constituir una energía superior inspirada en lo que venía de arriba.
Una serie de operaciones para evocar fuerzas divinas y darse la posibilidad de
influir mágicamente en los líderes del Estado fascista, en un sentido
tradicional, pagano y romano.
Un pequeño grupo se reunió alrededor de Evola y constituyó un
puente entre esoteristas de tal o cual escuela. Los encuentros tuvieron lugar
en la sede de la Asociación para el Progreso Moral y Religioso y participaron
personalidades de la intelectualidad esotérica y cultural de la época: Ercole
Quadrelli, Arturo Reghini, Giulio Parise, Evelino Leonardi, Giovanni Colonna di
Cesarò, Nicola Moscardelli, Girolamo. Comi, Luigi Valli, María de Naglowska,
Camilla Calzone Mongenet y Emilio Servadio.
Allí se discutieron temas interesantes que luego se exploraron en
profundidad en los números de Ur. Muchas de estas reuniones tuvieron lugar
públicamente y también se beneficiaron de la cobertura de los medios, lo que
dio lugar a informes publicados en los periódicos. En estas conferencias
participaron también importantes figuras culturales propias de esta época:
Giuseppe Bottai, hombre de cultura antes de ser ministro fascista, el
historiador de las religiones Raffaele Pettazzoni, el filósofo Adriano Tilgher,
Luigi Valli, especialista en Dante, el escritor Massimo Bontempelli, el
periodista y el novelista Curzio Malaparte, por nombrar sólo algunos. Después
de un cierto número de reuniones, a finales de año se creó el Grupo Ur y en
enero de 1927 comenzaron las publicaciones de la revista Ur.
En caldeo, Ur significa fuego. En rúnico, toro y carnero.
El alemán le da el significado de primario, de original.
Como decíamos, uno de los objetivos del grupo era invocar fuerzas
divinas y hacer magia en la política de la época. Pero para los miembros de Ur,
"magia" no tenía el significado común tradicionalmente atribuido a
este término: según su significado, la magia significaba traducir ciertas
exigencias espirituales en forma de acciones, la magia concebida como
conocimiento iniciático que se traduce en acciones capaces de influir en la
realidad. En resumen, una óptica kshatriya, la óptica del guerrero.
El trabajo estuvo orientado principalmente a la creación de una
élite espiritual a través de un proceso de transmutación interior. La
publicación de ensayos, experiencias personales y la demostración de técnicas y
filosofías propiciaron objetivos de orientación, ilustración y profundización.
Además, la revista rápidamente explicó que el término "magia" se
utilizaba en referencia al sentido etimológico del término (en iraní, la raíz mag-
significa sabio), es decir, un conocimiento iniciático que reivindica una
visión “solar”, activa y afirmativa en relación con lo sagrado. El Grupo Ur
también ofreció aclaraciones sobre el simbolismo tradicional.
El sentido de continuidad de la Tradición, así como la necesidad
de responder golpe a golpe y punto por punto a los ensayos franceses
denigrantes con respecto a la Tradición romana, estaban en el centro del ensayo
de Reghini citado anteriormente. Este mismo Reghini que subrayó cómo estos
detractores no eran otros que martinistas (procedentes de círculos ocultistas
de origen cristiano), invocando una vez más la primacía de la Tradición romana
en relación al cristianismo, considerado y definido como una religión oriental
y por tanto ajena a la Tradición occidental. Según el esoterista florentino, la
Tradición romana seguía viva, ya que había sido transmitida de generación en
generación en el marco de familias que habían mantenido la sabiduría iniciática
y que habían mantenido vivo el mos maiorum mediante cultos y rituales
preestablecidos.
Otra hipótesis de Reghini, formulada tras constatar una victoria
definitiva del cristianismo con la promulgación del edicto de Teodosio en el
año 380 d.C., era que ciertos paganos habían entrado en la Iglesia para seguir
dando vida furtivamente a sus cultos, pero en el marco de la Religión católica.
Por eso Evola advirtió en distintas ocasiones la diferencia entre catolicismo y
cristianismo (ver Hombres entre las ruinas). En el artículo reproducido
en Introduzione alla Magia, Reghini examina las leyendas romanas
explicando su lado esotérico y sapiencial, concluyendo con la doctrina de las
cuatro edades. Una especie de summa que sólo reivindicaba la importancia
de la Tradición romana.
Este aspecto es digno de mención, ya que definió los términos de
la genealogía del Grupo Ur, o al menos de la realidad sapiencial e histórica en
la que se inspiraron sus miembros para ofrecer una lectura diferente de la
realidad esotérica a través de Roma. En efecto, debemos tener en cuenta que
esta época estuvo marcada por una amplia difusión de teorías, como la teosofía
de Madame Blavatsky, de esoterismos más o menos cristianos, y por la
proliferación, particularmente en los Estados Unidos, de grupos rosacruces,
espiritistas y otras realidades esotéricas.
Al evocar la doctrina de las cuatro edades, Reghini no dejó de
subrayar que la edad de oro del último manvantara había sido el reinado
de Saturno (Saturnia Regna). El mito de Saturno tuvo un valor
fundacional. Mircea Eliade lo habría definido como un “mito cosmogónico”:
Saturno fue desarraigado de su trono por su hijo Júpiter. Luego huyó y se
refugió en el Lacio, donde fue bien recibido por el dios Jano, que deseaba
compartir el reinado a su lado. Saturno se instaló en el Capitolio (Saturnius
Mons) y fundó el pueblo de Saturnia. Durante este período, Saturno enseñó a
sus seguidores el arte de la navegación y la agricultura. Así fue como Italia fue
consagrada a Saturno y se llamó Saturnia Tellus. Según el mito, Saturno
abandonó entonces el Lacio sin dejar rastro. Una leyenda que está ligada, según
Reghini, al mito de la edad de oro y a esta sabiduría primordial que está en la
base de todas las Tradiciones teniendo una unidad trascendental (los caminos de
la Tradición son numerosos, pero la Tradición es una). Una sabiduría que fue
transmitida a los habitantes del Lacio y que habría permanecido allí,
conservada por las élites espirituales latinas. Por eso la Tradición romana,
que desciende de la Tradición latina, se había inspirado directamente en la
sabiduría de la edad de oro y, por eso, su supervivencia habría estado
asegurada hasta nuestros días.
Reghini constató así la superioridad de la Tradición romana sobre
todas las demás tradiciones. Además, la raíz de Saturno, Sat, es antigua
e indoeuropea. Sator significa plantar, sembrar. Según Reghini, Saturno
era el cultivador por excelencia.
Pero, ¿cómo pretendía el Grupo Ur impactar en el terreno de la
política? En Il Cammino del Cinabro (Edizioni Mediterranee), Evola
enfatiza el deseo de influir en el régimen fascista para profundizar y
fortalecer el alma "pagana" del fascismo, con el objetivo de orientar
culturalmente al gobierno. Para el Grupo de Ur, el enfrentamiento entre
paganismo y cristianismo siguió siendo una realidad muy viva. En el comentario
al “Rituale Mithriaco” publicado en Ur, el conflicto entre paganismo y
cristianismo se presenta como aún vigente, sin haber terminado en el siglo IV
d.C.
En el marco de esta acción políticamente orientada, es probable
que ciertos miembros del Grupo Ur contaran también con el apoyo implícito de determinadas
áreas del Partido Nacional Fascista a favor de estas posiciones, pero también
con el anticlericalismo de ciertos sectores y, tal vez, con la tolerancia de
Mussolini. No tuvieron en cuenta que el PNF incluía un gran número de
representantes católicos, muy alejados de cualquier visión pagana del fascismo.
Además, Evola publicó en 1928 Imperialismo pagano, un panfleto -como él
mismo lo definió- que esperaba el advenimiento de un fascismo capaz de llevar
al extremo la revolución espiritual y la culminación de esta romanidad que él
reivindicaba. Numerosas controversias cruzaron entonces en las filas del Partido
Nacional Fascista.
Evola continuó presentando estas ideas en diversas revistas,
favorecido como estaba por sus relaciones con los principales representantes
del Régimen. Escribe en Il Cammino del Cinabro: “no se habría
excluido la posibilidad de ejercer, entre bastidores, una acción incluso sobre
las fuerzas predominantes en el entorno general”. Por lo tanto, esta
planificación operativa también incluyó operaciones en cadena, operaciones
mágicas y simples iniciativas culturales.
El mayor temor de la comunidad pagana era presenciar la conclusión
de un acuerdo entre la Iglesia y el Estado fascista, lo que ocurrió en 1929.
Los miembros del Grupo de Ur esperaban que el fascismo optara por un camino
pagano. Y Evola se dedicó enormemente a ello, escribiendo regularmente sobre
temas religiosos y sobre la necesidad del fascismo pagano. Dos periódicos
dirigidos por destacados representantes fascistas acogieron específicamente sus
escritos: Critica Fascista, de Giuseppe Bottai —a quien Julius Evola
conocía desde la Primera Guerra Mundial y el apogeo del futurismo— y Vita
Nova, de Leandro Arpinati, líder del fascismo de la región Emilia-Romagna.
Con estos artículos a veces muy radicales, Evola pretendía romper
el silencio y marcar la diferencia entre fascismo y catolicismo. El apoyo de
Bottai, que no estaba motivado por convicciones en este sentido, fue un medio
para presentarse en el debate entre Estado e Iglesia. Tanto es así que cuando
los artículos del filósofo romano suscitaron polémicas, las intervenciones del
Vaticano con Mussolini y la publicación de artículos en el Osservatore
romano y Studium (Giambattista Montini, el futuro Papa Pablo VI,
jefe de la FUCI[1]
y de la revista de la asociación, cita el libro Imperialismo Pagano),
Bottai abandonó a Evola y este no estuvo en condiciones de responder a los
ataques de los círculos eclesiásticos (su defensa se publicó más tarde, como
apéndice de la siguiente edición de Imperialismo Pagano). Leandro
Arpinati, opuesto al Concordato, fue más valiente y permitió a Evola expresar
sus propias ideas, aunque la redacción publicó una nota a pie de página en la
que declaraba apreciar las posiciones valientes de Evola, distanciándose de
ellas (1).
Evola siguió la tradición romana y argumentó que el fascismo
debería haber adoptado una posición filosófica y política mucho más clara, a la
luz del hecho de que la decadencia de Occidente había sido causada por el
cristianismo y sus valores. Así, sus artículos presentaron una interpretación
de la modernidad desde una perspectiva tradicional. Algunos de sus escritos más
evocadores abordaron temas como la tecnología, la sociedad de la cantidad, la
igualdad, la Tradición, la naturaleza vista como parte de la vida del hombre y
no como algo que simplemente debe ser dominado. Según Evola, la realidad tenía
que coincidir con una voluntad heroica y solar, como en la época de la antigüedad
pagana, y para ello era necesario que surgiera una aristocracia que propiciara
el retorno de la Tradición romana.
En los primeros artículos que Evola escribió para Vita Nova,
enfatizaba que la idea imperial debe contener un fundamento espiritual, de lo
contrario habría sido simplemente imperialismo entendido en un sentido moderno:
económico y social, militar, industrial, burgués, bastante diferente a los
imperios de la Antigüedad. Por tanto, era necesario un cambio de valores y
Evola subrayó que la única opción posible era la religión romana y, en
consecuencia, una visión pagana: la vida del hombre pagano estaba sacralizada
por la inmanencia de lo divino.
He aquí un extracto de este artículo: "[…] A la renuncia y
al mito del dios crucificado que sufre y ama se opondrá el hombre-dios como ser
de luz y sustancia radiante, cuya espiritualidad se confirma en la victoria y
en el imperio. A las razas de los ‘siervos; y de los hijos del Padre’ se
opondrá la raza de los seres liberados y liberadores que simplemente ven en
Dios el supremo de los poderes al que hay que obedecer, o contra el que hay que
luchar virilmente, con sus cabezas en alto, sin dejarse contaminar por los
sentimientos, el abandono, la oración. El sentimiento de dependencia y
necesidad se opondrá al de suficiencia, al de autosuficiencia griega; al deseo
de igualdad se opondrá el deseo de diferencia, de distancia, de jerarquía, de
aristocracia; la promiscuidad místico-consumista se opondrá a una
individualidad firme; a la necesidad de amor, alegría, compasión, paz, consuelo
se opondrá el desprecio heroico por todo esto y la ley de la voluntad pura y la
acción absoluta; a la concepción providencial se opondrá la concepción trágica
que hace al hombre sentirse solo consigo mismo, entre las contingencias de las
fuerzas, consciente de que si él no se salva a sí mismo, nadie lo salvará
jamás. Acabar con el sentimiento de 'pecado', acabar con la 'mala conciencia',
asumir con dureza todas las responsabilidades; cerrar el camino a toda salida,
dominar el alma, fortalecer lo más íntimo del ser” (2). El artículo
continúa con el análisis de los nuevos mitos: la economía, el trabajo, el oro,
la máquina.
Evola apeló a la sabiduría pagana como experiencia de lo divino y
conocimiento del ámbito metafísico. Quienes se contentan simplemente con creer
caen dentro de la concepción cristiana, basada en la creencia y la fe.
Al firmarse el acuerdo entre la Iglesia y el Estado fascista,
Evola juzgó este acontecimiento como una derrota para Italia: incluso lo que
concibió como un "programa mínimo" -es decir, la difusión, en el
marco educativo, de la cultura, de las instituciones romanas y del mos
maiorum— le parecía insuficiente.
Además, el proyecto del Grupo Ur se derrumbó incluso antes de la
firma del Concordato, debido a disensiones internas: estalló un choque, a veces
virulento, entre Arturo Reghini y Julius Evola. Ciertos puntos de este
conflicto siguen siendo oscuros. Según Reghini, las razones de su enemistad
debe buscarse en las relaciones opacas que Evola mantuvo con el poder político
fascista (la participación de Bruto, alias Curzio Malaparte, colaborador
cuya identidad Evola nunca reveló). Según otra versión, el hecho de que Evola
optara por utilizar la expresión "Imperialismo pagano" para
titular su libro despertó el disgusto de Reghini, ya que esta fórmula ya había
sido utilizada por el pitagórico en un artículo publicado algún tiempo antes.
Otras versiones explican que Evola habría rechazado un artículo abiertamente
filo-masónico de Giulio Parise y que éste habría reaccionado mal. Reghini
habría defendido a su amigo cortando todos sus vínculos con Evola. Esta
hipótesis permitiría arrojar luz sobre un aspecto que quizás nunca se resolvió
entre Evola y Reghini: la pertenencia de este último a la masonería, algo que
Evola nunca habría aceptado, como tampoco aceptó el cristianismo. En otra
ocasión, Evola afirmó que Parise y Reghini habían intentado hacerse con el
control de la revista Ur con financiación del esoterista Moretto Mori,
un rico florentino. Pero Evola pudo demostrar que era dueño de su título. Los
dos esoteristas se encontraron ante los tribunales y llegaron a un acuerdo
extrajudicial que ratificó el fin de la revista. Evola rápidamente puso fin a Ur
y fundó la revista Krur, a la que contribuyeron los colaboradores de Ur,
con la obvia excepción de Reghini y Parise. La revista duró sólo un año. En
respuesta, Reghini publicó un número de Ignis, antes de suspender
definitivamente sus publicaciones.
Evola siguió colaborando en diversas revistas y fundó La Torre
en 1930, de la que asumió la dirección exclusiva. Se trataba de un periódico de
corte tradicional, cuyo objetivo era intervenir en la realidad política y
social de la época. El aspecto esotérico fue deliberadamente dejado de lado.
Pero esta es otra historia...
(c) Por la traducción, Ernesto Milá
(c) Por la Edición: Ars Magna (Francia)
NOTAS
1. J. Evola, “Imperialismo pagano”, en Vita Nova, año III,
nº 11, noviembre de 1927, p. 740-744. La nota dice: “Aunque no compartimos
las ideas del valiente profesor Evola, muy conocido en el campo de la cultura,
consideramos oportuno publicar su artículo, no sólo para rendir homenaje a la
libertad de crítica que permitimos concedemos a todos nuestros colaboradores,
independientemente de sus tendencias, pero también porque Evola, con su dura
franqueza que tanto nos agrada, expone algo verdaderamente vivo; y reacciona a
su manera contra la mentalidad plana y tortuosa de ciertos fascistas
fervientes, que ahora sólo saben hacer circular sus frases estúpidas, tan mal
construidas como llenas de insultos, en nombre de una juventud retórica y
estúpida”. Otra nota, publicada dos años después, acompañará otro artículo
de Evola escrito para Vita Nova: “Per un'educazione romana”, en Vita
Nova, año V, número 9, septiembre de 1929, p. 786-787. La nota dice: “Publicamos
estas notas de nuestro amigo Evola, que abordan un tema de capital importancia,
a pesar de que son particularmente vívidos. No compartimos todas las opiniones
de Evola, pero reconocemos que ha identificado la parte vital de un problema
que involucra profundamente al fascismo” [nota del traductor].
2. J. Evola, “Imperialismo pagano”, en Vita Nova, op. cit. [nota
del traductor].
Bibliografía esencial
Julius Evola, Il Cammino del Cinabro, Edizioni
Mediterranee, Roma, 2018.
Julius Evola, Gli uomoni e le rovine, Edizioni
Mediterranee, Roma, 2001.
Julius Evola (dir.), Introduzione alla Magia, Edizioni
Mediterranee, Roma, 2009 (tres volúmenes).
Julius Evola, Imperialismo pagano, Edizioni Mediterranee,
Roma, 2004.
Julius Evola, Vita Nova, Edizioni Mediterranee, Roma, 1999.
Julius Evola, La Tradizione occidentale, bajo la dirección
de Luca Valentini, Edita, Taranto, 2017.
Julius Evola, La Tradizione di Roma, Edizioni di Ar, Padua,
1977.
Fabrizio Giorgio, Roma Renovata Resurgat, Settimo Sigillo,
Roma, 2011 (dos volúmenes).
Renato Del Ponte, Evola e il magico “Gruppo di Ur”,
Ediciones Sear, Borzano, 1994.
Gianfranco de Turris (dir.), Esoterismo e Fascismo,
Edizioni Mediterranee, Roma, 2006.
[1] FUCI: Federación Universitaria Católica Italiana. Giovanni Battista Montini, luego Pala Paulo VI) fue el asisten eclesiástico de la organización a partir de 1925. [NdT]