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viernes, 9 de febrero de 2024

El Grupo de Ur y la tradición pagana

El presente texto está traducido de las actas del 3er Symposium internacional sobre el Grupo de Ur, celebrado en Nápoles el 16 de octubre de 2017. No está firmado. Dicho evento relanzó en Italia los "estudios evolianos" y causó cierta impacto en la vida cultural del país. El volumen que recopila las actas del encuentro es considerado como el texto más revelador y orgánico sobre el estudio del fenómeno "mágico" en los años 20-30. Como se sabe, el Grupo de Ur, inspirado esencialmente por Julius Evola y Arturo Reghini, reunió a los personajes más destacados en el esoterismo y en las corrientes ocultistas de su tiempo. Los que formaron parte del Grupo de Ur no fueron elegidos por su erudición, ni por sus cualidades intelectuales, sino por el interés en llevar la teoría a la práctica. Todos ellos -y esto era lo que les unió temporalmente- estaban interesados en la "realización del Yo" y en sus posibilidades "mágicas" (entendiendo por magia la posibilidad de operar sobre la naturaleza por medios metafísicos). En este texto (y en otros que seguirán) se alude a uno de los aspectos de los trabajos del Grupo, a los elementos que lo compusieron y a la "orientación pagana" de algunos de ellos.

El Grupo de Ur y la tradición pagana

La comunidad que formaba el Grupo Ur (1927-1929) tiene particular importancia en el campo del esoterismo porque estuvo compuesta por personalidades destacadas, dotadas de importantes cualificaciones y que procedían de escuelas diversificadas. Y si hay un aspecto que confirma una de las enseñanzas más importantes del método tradicional, es la unidad trascendente de las tradiciones que derivan de la Tradición primordial, difundida por el mundo a través de diferentes modalidades entre pueblos y civilizaciones.

El grupo fue fundado por Julius Evola y Arturo Reghini. Dos hombres moldeados por diferentes experiencias, separados por sus edades y cuyas aproximaciones al mundo eran igualmente diferentes. Como hemos dicho, el Grupo de Ur estaba formado por personas formadas a través de diversas experiencias esotéricas: citemos a los católicos Guido de Giorgio y Nicola Moscardelli (aunque fueran católicos muy particulares), los masones pitagóricos como Arturo Reghini, Giulio Parise, Aniceto del Massa, los antropósofos Girolamo Comi, Arturo Onofri, Giovanni Antonio Colonna di Cesarò (algunos de ellos afirmaban estar totalmente alejados de la teosofía) y Giovanni Colazza, notorio esoterista, uno de los más importantes de su tiempo, amigo personal de Rudolf. Steiner. Entre los kremmerzianos destacamos a Ercole Quadrelli, un esoterista muy valioso. Los otros miembros fueron Domenico Rudatis, Corallo Reginelli y Emilio Servadio, quien más tarde fue uno de los fundadores de la Sociedad Psicoanalítica Italiana.

A excepción de Moscardelli y De Giorgio, las demás corrientes pueden incorporarse a una dimensión pagana. El segundo volumen de Introduzione alla Magia quale scienza dell'Io (Edizioni Mediterranee), obra que recopila los fascículos de Ur, incluye dos ensayos muy interesantes dedicados a este tema: el primero es de Pietro Negri (alias de Arturo Reghini), "Sulla Tradizione Occidentale", el segundo está escrito por Arvo (alias de Julius Evola), "Sulla Tradizione iperborea", dos textos subrayan con cierta claridad el elemento pagano que constituyó la base de su concepción. La decisión de unirse a esta “comunidad” y la edición de los números utilizando textos sencillos que ofrecen “Istruzioni di catena” aclaran el hecho de que la práctica sigue, y a veces precede, a la teoría. El compromiso de los miembros del Grupo Ur tuvo como objetivo despertar el potencial interior de cada individuo.

La introducción al primer número (1927) revela que el elemento prioritario es el problema existencial del yo, como expresión de una oposición a los valores modernos y a todo lo que la sociedad de aquella época le confería, según un punto de vista intelectual y la visión humana y cotidiana de la existencia. En consecuencia, el deseo de la revista era buscar una solución "absolutamente decidida a disipar la niebla, a abrir un camino", volviéndose hacia el "conocimiento de sí y, en sí, del Ser" (Evola, Il Cammino del Cinabro, Scheiwiller, Milán, 1972, pág. 84). Un conocimiento que debía ser trascendente, que presuponía un “cambio de estado”. Como dice Evola, “la mutación de la naturaleza más profunda de uno es lo único que cuenta para el conocimiento superior”. En definitiva, un trabajo de transformación a través de métodos experimentales, basados tanto en la práctica como en estudios teóricos.

El Grupo de Ur rechazó así los valores del mundo burgués y cristiano. Posición que Evola expresó durante el período anterior de su producción intelectual. Un rechazo de la modernidad y de sus valores que conducía al conocimiento de uno mismo y del Ser, a una investigación interior que reivindicaba una praxis resultante de una ciencia universal, previamente expresada en diferentes formas.

El objetivo de este trabajo conjunto era invocar una fuerza metafísica, aprovechando una “cadena” y una serie de operaciones ilustradas en la revista Ur y acompañadas de instrucciones precisas. Una fuerza que pretendía ser canalizada en la acción cultural, del desarrollo de uno mismo, así como en el de la política. En definitiva, una función transformadora del mundo moderno, capaz de influir en la realidad. El entendimiento entre los miembros del Grupo Ur sobre el camino a recorrer se vio facilitado por el hecho de que ciertas prácticas eran comunes a las diferentes escuelas de donde procedían estos individuos.

La investigación teórica y la práctica estaban vinculadas mucho antes de la formación del grupo. En efecto, Arturo Reghini y sus preciosos diarios Ignis y Atanór habían propuesto un discurso tradicional y pagano capaz de proponer a la vez una teoría y una práctica. Las dos cosas coincidieron y estaban ligadas a la religiosidad romana. Con la adopción de leyes fascistas contra las sociedades secretas -las leyes Emilio Bodrero-, Reghini prefirió cerrar él mismo sus revistas, antes que se produjera una intervención del régimen.

El Círculo Virgiliano, grupo kremmerziano que también puede definirse como pagano por su referencia a las antiguas raíces de la sabiduría itálica, siguió funcionando en la ciudad de Roma. Fue en ese momento, en 1926, que Julius Evola comenzó a trabajar para reunir a representantes de estos círculos que compartieran puntos en común. Su objetivo era crear un grupo autónomo capaz de actuar en concierto. Evola conocía bien los círculos esotéricos y por lo tanto sabía a quién acudir y dónde llevar a cabo sus investigaciones. Habiendo logrado alcanzar un consenso, en particular con Reghini, trabajó para la constitución del grupo.

Julius Evola ya tenía una relación directa y personal con algunos de estos esoteristas, por ejemplo, con el profesor Ercole Quadrelli y el médico Giovanni Colazza. El filósofo quería crear una cadena, una hermandad capaz de garantizar el trabajo cuyo fin era mantener una llama común en todo el grupo, capaz de constituir una energía superior inspirada en lo que venía de arriba. Una serie de operaciones para evocar fuerzas divinas y darse la posibilidad de influir mágicamente en los líderes del Estado fascista, en un sentido tradicional, pagano y romano.

Un pequeño grupo se reunió alrededor de Evola y constituyó un puente entre esoteristas de tal o cual escuela. Los encuentros tuvieron lugar en la sede de la Asociación para el Progreso Moral y Religioso y participaron personalidades de la intelectualidad esotérica y cultural de la época: Ercole Quadrelli, Arturo Reghini, Giulio Parise, Evelino Leonardi, Giovanni Colonna di Cesarò, Nicola Moscardelli, Girolamo. Comi, Luigi Valli, María de Naglowska, Camilla Calzone Mongenet y Emilio Servadio.

Allí se discutieron temas interesantes que luego se exploraron en profundidad en los números de Ur. Muchas de estas reuniones tuvieron lugar públicamente y también se beneficiaron de la cobertura de los medios, lo que dio lugar a informes publicados en los periódicos. En estas conferencias participaron también importantes figuras culturales propias de esta época: Giuseppe Bottai, hombre de cultura antes de ser ministro fascista, el historiador de las religiones Raffaele Pettazzoni, el filósofo Adriano Tilgher, Luigi Valli, especialista en Dante, el escritor Massimo Bontempelli, el periodista y el novelista Curzio Malaparte, por nombrar sólo algunos. Después de un cierto número de reuniones, a finales de año se creó el Grupo Ur y en enero de 1927 comenzaron las publicaciones de la revista Ur.

En caldeo, Ur significa fuego. En rúnico, toro y carnero. El alemán le da el significado de primario, de original.

Como decíamos, uno de los objetivos del grupo era invocar fuerzas divinas y hacer magia en la política de la época. Pero para los miembros de Ur, "magia" no tenía el significado común tradicionalmente atribuido a este término: según su significado, la magia significaba traducir ciertas exigencias espirituales en forma de acciones, la magia concebida como conocimiento iniciático que se traduce en acciones capaces de influir en la realidad. En resumen, una óptica kshatriya, la óptica del guerrero.

El trabajo estuvo orientado principalmente a la creación de una élite espiritual a través de un proceso de transmutación interior. La publicación de ensayos, experiencias personales y la demostración de técnicas y filosofías propiciaron objetivos de orientación, ilustración y profundización. Además, la revista rápidamente explicó que el término "magia" se utilizaba en referencia al sentido etimológico del término (en iraní, la raíz mag- significa sabio), es decir, un conocimiento iniciático que reivindica una visión “solar”, activa y afirmativa en relación con lo sagrado. El Grupo Ur también ofreció aclaraciones sobre el simbolismo tradicional.

El sentido de continuidad de la Tradición, así como la necesidad de responder golpe a golpe y punto por punto a los ensayos franceses denigrantes con respecto a la Tradición romana, estaban en el centro del ensayo de Reghini citado anteriormente. Este mismo Reghini que subrayó cómo estos detractores no eran otros que martinistas (procedentes de círculos ocultistas de origen cristiano), invocando una vez más la primacía de la Tradición romana en relación al cristianismo, considerado y definido como una religión oriental y por tanto ajena a la Tradición occidental. Según el esoterista florentino, la Tradición romana seguía viva, ya que había sido transmitida de generación en generación en el marco de familias que habían mantenido la sabiduría iniciática y que habían mantenido vivo el mos maiorum mediante cultos y rituales preestablecidos.

Otra hipótesis de Reghini, formulada tras constatar una victoria definitiva del cristianismo con la promulgación del edicto de Teodosio en el año 380 d.C., era que ciertos paganos habían entrado en la Iglesia para seguir dando vida furtivamente a sus cultos, pero en el marco de la Religión católica. Por eso Evola advirtió en distintas ocasiones la diferencia entre catolicismo y cristianismo (ver Hombres entre las ruinas). En el artículo reproducido en Introduzione alla Magia, Reghini examina las leyendas romanas explicando su lado esotérico y sapiencial, concluyendo con la doctrina de las cuatro edades. Una especie de summa que sólo reivindicaba la importancia de la Tradición romana.

Este aspecto es digno de mención, ya que definió los términos de la genealogía del Grupo Ur, o al menos de la realidad sapiencial e histórica en la que se inspiraron sus miembros para ofrecer una lectura diferente de la realidad esotérica a través de Roma. En efecto, debemos tener en cuenta que esta época estuvo marcada por una amplia difusión de teorías, como la teosofía de Madame Blavatsky, de esoterismos más o menos cristianos, y por la proliferación, particularmente en los Estados Unidos, de grupos rosacruces, espiritistas y otras realidades esotéricas.

Al evocar la doctrina de las cuatro edades, Reghini no dejó de subrayar que la edad de oro del último manvantara había sido el reinado de Saturno (Saturnia Regna). El mito de Saturno tuvo un valor fundacional. Mircea Eliade lo habría definido como un “mito cosmogónico”: Saturno fue desarraigado de su trono por su hijo Júpiter. Luego huyó y se refugió en el Lacio, donde fue bien recibido por el dios Jano, que deseaba compartir el reinado a su lado. Saturno se instaló en el Capitolio (Saturnius Mons) y fundó el pueblo de Saturnia. Durante este período, Saturno enseñó a sus seguidores el arte de la navegación y la agricultura. Así fue como Italia fue consagrada a Saturno y se llamó Saturnia Tellus. Según el mito, Saturno abandonó entonces el Lacio sin dejar rastro. Una leyenda que está ligada, según Reghini, al mito de la edad de oro y a esta sabiduría primordial que está en la base de todas las Tradiciones teniendo una unidad trascendental (los caminos de la Tradición son numerosos, pero la Tradición es una). Una sabiduría que fue transmitida a los habitantes del Lacio y que habría permanecido allí, conservada por las élites espirituales latinas. Por eso la Tradición romana, que desciende de la Tradición latina, se había inspirado directamente en la sabiduría de la edad de oro y, por eso, su supervivencia habría estado asegurada hasta nuestros días.

Reghini constató así la superioridad de la Tradición romana sobre todas las demás tradiciones. Además, la raíz de Saturno, Sat, es antigua e indoeuropea. Sator significa plantar, sembrar. Según Reghini, Saturno era el cultivador por excelencia.

Pero, ¿cómo pretendía el Grupo Ur impactar en el terreno de la política? En Il Cammino del Cinabro (Edizioni Mediterranee), Evola enfatiza el deseo de influir en el régimen fascista para profundizar y fortalecer el alma "pagana" del fascismo, con el objetivo de orientar culturalmente al gobierno. Para el Grupo de Ur, el enfrentamiento entre paganismo y cristianismo siguió siendo una realidad muy viva. En el comentario al “Rituale Mithriaco” publicado en Ur, el conflicto entre paganismo y cristianismo se presenta como aún vigente, sin haber terminado en el siglo IV d.C.

En el marco de esta acción políticamente orientada, es probable que ciertos miembros del Grupo Ur contaran también con el apoyo implícito de determinadas áreas del Partido Nacional Fascista a favor de estas posiciones, pero también con el anticlericalismo de ciertos sectores y, tal vez, con la tolerancia de Mussolini. No tuvieron en cuenta que el PNF incluía un gran número de representantes católicos, muy alejados de cualquier visión pagana del fascismo. Además, Evola publicó en 1928 Imperialismo pagano, un panfleto -como él mismo lo definió- que esperaba el advenimiento de un fascismo capaz de llevar al extremo la revolución espiritual y la culminación de esta romanidad que él reivindicaba. Numerosas controversias cruzaron entonces en las filas del Partido Nacional Fascista.

Evola continuó presentando estas ideas en diversas revistas, favorecido como estaba por sus relaciones con los principales representantes del Régimen. Escribe en Il Cammino del Cinabro: “no se habría excluido la posibilidad de ejercer, entre bastidores, una acción incluso sobre las fuerzas predominantes en el entorno general”. Por lo tanto, esta planificación operativa también incluyó operaciones en cadena, operaciones mágicas y simples iniciativas culturales.

El mayor temor de la comunidad pagana era presenciar la conclusión de un acuerdo entre la Iglesia y el Estado fascista, lo que ocurrió en 1929. Los miembros del Grupo de Ur esperaban que el fascismo optara por un camino pagano. Y Evola se dedicó enormemente a ello, escribiendo regularmente sobre temas religiosos y sobre la necesidad del fascismo pagano. Dos periódicos dirigidos por destacados representantes fascistas acogieron específicamente sus escritos: Critica Fascista, de Giuseppe Bottai —a quien Julius Evola conocía desde la Primera Guerra Mundial y el apogeo del futurismo— y Vita Nova, de Leandro Arpinati, líder del fascismo de la región Emilia-Romagna.

Con estos artículos a veces muy radicales, Evola pretendía romper el silencio y marcar la diferencia entre fascismo y catolicismo. El apoyo de Bottai, que no estaba motivado por convicciones en este sentido, fue un medio para presentarse en el debate entre Estado e Iglesia. Tanto es así que cuando los artículos del filósofo romano suscitaron polémicas, las intervenciones del Vaticano con Mussolini y la publicación de artículos en el Osservatore romano y Studium (Giambattista Montini, el futuro Papa Pablo VI, jefe de la FUCI[1] y de la revista de la asociación, cita el libro Imperialismo Pagano), Bottai abandonó a Evola y este no estuvo en condiciones de responder a los ataques de los círculos eclesiásticos (su defensa se publicó más tarde, como apéndice de la siguiente edición de Imperialismo Pagano). Leandro Arpinati, opuesto al Concordato, fue más valiente y permitió a Evola expresar sus propias ideas, aunque la redacción publicó una nota a pie de página en la que declaraba apreciar las posiciones valientes de Evola, distanciándose de ellas (1).

Evola siguió la tradición romana y argumentó que el fascismo debería haber adoptado una posición filosófica y política mucho más clara, a la luz del hecho de que la decadencia de Occidente había sido causada por el cristianismo y sus valores. Así, sus artículos presentaron una interpretación de la modernidad desde una perspectiva tradicional. Algunos de sus escritos más evocadores abordaron temas como la tecnología, la sociedad de la cantidad, la igualdad, la Tradición, la naturaleza vista como parte de la vida del hombre y no como algo que simplemente debe ser dominado. Según Evola, la realidad tenía que coincidir con una voluntad heroica y solar, como en la época de la antigüedad pagana, y para ello era necesario que surgiera una aristocracia que propiciara el retorno de la Tradición romana.

En los primeros artículos que Evola escribió para Vita Nova, enfatizaba que la idea imperial debe contener un fundamento espiritual, de lo contrario habría sido simplemente imperialismo entendido en un sentido moderno: económico y social, militar, industrial, burgués, bastante diferente a los imperios de la Antigüedad. Por tanto, era necesario un cambio de valores y Evola subrayó que la única opción posible era la religión romana y, en consecuencia, una visión pagana: la vida del hombre pagano estaba sacralizada por la inmanencia de lo divino.

He aquí un extracto de este artículo: "[…] A la renuncia y al mito del dios crucificado que sufre y ama se opondrá el hombre-dios como ser de luz y sustancia radiante, cuya espiritualidad se confirma en la victoria y en el imperio. A las razas de los ‘siervos; y de los hijos del Padre’ se opondrá la raza de los seres liberados y liberadores que simplemente ven en Dios el supremo de los poderes al que hay que obedecer, o contra el que hay que luchar virilmente, con sus cabezas en alto, sin dejarse contaminar por los sentimientos, el abandono, la oración. El sentimiento de dependencia y necesidad se opondrá al de suficiencia, al de autosuficiencia griega; al deseo de igualdad se opondrá el deseo de diferencia, de distancia, de jerarquía, de aristocracia; la promiscuidad místico-consumista se opondrá a una individualidad firme; a la necesidad de amor, alegría, compasión, paz, consuelo se opondrá el desprecio heroico por todo esto y la ley de la voluntad pura y la acción absoluta; a la concepción providencial se opondrá la concepción trágica que hace al hombre sentirse solo consigo mismo, entre las contingencias de las fuerzas, consciente de que si él no se salva a sí mismo, nadie lo salvará jamás. Acabar con el sentimiento de 'pecado', acabar con la 'mala conciencia', asumir con dureza todas las responsabilidades; cerrar el camino a toda salida, dominar el alma, fortalecer lo más íntimo del ser” (2). El artículo continúa con el análisis de los nuevos mitos: la economía, el trabajo, el oro, la máquina.

Evola apeló a la sabiduría pagana como experiencia de lo divino y conocimiento del ámbito metafísico. Quienes se contentan simplemente con creer caen dentro de la concepción cristiana, basada en la creencia y la fe.

Al firmarse el acuerdo entre la Iglesia y el Estado fascista, Evola juzgó este acontecimiento como una derrota para Italia: incluso lo que concibió como un "programa mínimo" -es decir, la difusión, en el marco educativo, de la cultura, de las instituciones romanas y del mos maiorum— le parecía insuficiente.

Además, el proyecto del Grupo Ur se derrumbó incluso antes de la firma del Concordato, debido a disensiones internas: estalló un choque, a veces virulento, entre Arturo Reghini y Julius Evola. Ciertos puntos de este conflicto siguen siendo oscuros. Según Reghini, las razones de su enemistad debe buscarse en las relaciones opacas que Evola mantuvo con el poder político fascista (la participación de Bruto, alias Curzio Malaparte, colaborador cuya identidad Evola nunca reveló). Según otra versión, el hecho de que Evola optara por utilizar la expresión "Imperialismo pagano" para titular su libro despertó el disgusto de Reghini, ya que esta fórmula ya había sido utilizada por el pitagórico en un artículo publicado algún tiempo antes. Otras versiones explican que Evola habría rechazado un artículo abiertamente filo-masónico de Giulio Parise y que éste habría reaccionado mal. Reghini habría defendido a su amigo cortando todos sus vínculos con Evola. Esta hipótesis permitiría arrojar luz sobre un aspecto que quizás nunca se resolvió entre Evola y Reghini: la pertenencia de este último a la masonería, algo que Evola nunca habría aceptado, como tampoco aceptó el cristianismo. En otra ocasión, Evola afirmó que Parise y Reghini habían intentado hacerse con el control de la revista Ur con financiación del esoterista Moretto Mori, un rico florentino. Pero Evola pudo demostrar que era dueño de su título. Los dos esoteristas se encontraron ante los tribunales y llegaron a un acuerdo extrajudicial que ratificó el fin de la revista. Evola rápidamente puso fin a Ur y fundó la revista Krur, a la que contribuyeron los colaboradores de Ur, con la obvia excepción de Reghini y Parise. La revista duró sólo un año. En respuesta, Reghini publicó un número de Ignis, antes de suspender definitivamente sus publicaciones.

Evola siguió colaborando en diversas revistas y fundó La Torre en 1930, de la que asumió la dirección exclusiva. Se trataba de un periódico de corte tradicional, cuyo objetivo era intervenir en la realidad política y social de la época. El aspecto esotérico fue deliberadamente dejado de lado. Pero esta es otra historia...

(c) Por la traducción, Ernesto Milá

(c) Por la Edición: Ars Magna (Francia)

NOTAS

1. J. Evola, “Imperialismo pagano”, en Vita Nova, año III, nº 11, noviembre de 1927, p. 740-744. La nota dice: “Aunque no compartimos las ideas del valiente profesor Evola, muy conocido en el campo de la cultura, consideramos oportuno publicar su artículo, no sólo para rendir homenaje a la libertad de crítica que permitimos concedemos a todos nuestros colaboradores, independientemente de sus tendencias, pero también porque Evola, con su dura franqueza que tanto nos agrada, expone algo verdaderamente vivo; y reacciona a su manera contra la mentalidad plana y tortuosa de ciertos fascistas fervientes, que ahora sólo saben hacer circular sus frases estúpidas, tan mal construidas como llenas de insultos, en nombre de una juventud retórica y estúpida”. Otra nota, publicada dos años después, acompañará otro artículo de Evola escrito para Vita Nova: “Per un'educazione romana”, en Vita Nova, año V, número 9, septiembre de 1929, p. 786-787. La nota dice: “Publicamos estas notas de nuestro amigo Evola, que abordan un tema de capital importancia, a pesar de que son particularmente vívidos. No compartimos todas las opiniones de Evola, pero reconocemos que ha identificado la parte vital de un problema que involucra profundamente al fascismo” [nota del traductor].

2. J. Evola, “Imperialismo pagano”, en Vita Nova, op. cit. [nota del traductor].

 

Bibliografía esencial

Julius Evola, Il Cammino del Cinabro, Edizioni Mediterranee, Roma, 2018.

Julius Evola, Gli uomoni e le rovine, Edizioni Mediterranee, Roma, 2001.

Julius Evola (dir.), Introduzione alla Magia, Edizioni Mediterranee, Roma, 2009 (tres volúmenes).

Julius Evola, Imperialismo pagano, Edizioni Mediterranee, Roma, 2004.

Julius Evola, Vita Nova, Edizioni Mediterranee, Roma, 1999.

Julius Evola, La Tradizione occidentale, bajo la dirección de Luca Valentini, Edita, Taranto, 2017.

Julius Evola, La Tradizione di Roma, Edizioni di Ar, Padua, 1977.

Fabrizio Giorgio, Roma Renovata Resurgat, Settimo Sigillo, Roma, 2011 (dos volúmenes).

Renato Del Ponte, Evola e il magico “Gruppo di Ur”, Ediciones Sear, Borzano, 1994.

Gianfranco de Turris (dir.), Esoterismo e Fascismo, Edizioni Mediterranee, Roma, 2006.

 


[1] FUCI: Federación Universitaria Católica Italiana. Giovanni Battista Montini, luego Pala Paulo VI) fue el asisten eclesiástico de la organización a partir de 1925. [NdT]