Alguien puede
extrañarse de que no haya dicho nada sobre lo que ocurrió ayer en el
parlamento, ni sobre las manifestaciones ante la sede de Ferraz. Creo que es
tan evidente lo que opinamos, tanto sobre el "gobierno de los
derrotados" (porque no hay que olvidar que el PP fue el partido más votado
en las pasadas elecciones y que los partidos socialista, independentistas y la
galaxia podemos-sumar, perdieron millones de votos), que nadie puede dudar de
que, en nuestra independencia, estamos -¡faltaría más!- con todos los que
protestan, pacíficamente y/o a gritos en las calles contra este gobierno
miserable.
Por lo que
recuerda mi particular memoria histórica, España no ha vivido momento más
miserable que aquel otro que entre diciembre de 1975 y junio de 1977,
constituyó un cambio de camisa generalizado y la llegada de un PSOE inventado
por la socialdemocracia alemana y la Fundación Ebert. Desde entonces, cuando el
oportunismo se hizo política cotidiana, nunca he podido asumir aquello de
"orgulloso de ser español". De hecho, en aquel momento pedí el
"pasaporte de apátrida" (que, por supuesto, el organismo correspondiente
de la ONU, me negó). Hoy ni siquiera me tomo la molestia: me considero -y no
creo que sea el único- un "exiliado interior" que siente náusea y
repugnancia, por el gobierno de los nauseabundos y repugnantes, esto es por el
gobierno Frankenstein 2.0