"El peluca Milei” ha arrasado en la querida República Argentina. Entre
“la casta”, “el stablishment” y el salto al vacío, Argentina ha optado por lo
segundo. En las anormales condiciones político económicas que vive aquel
país desde mediados de los 80, el electorado siempre había optado por el
juego de la alternancia: Unión Cívica Radical (Alfonsín en 1983). Partido
Justicialista (Menem), nuevamente UCR (De la Rua), otro ciclo peronista
(Duhalde), luego un largo período de “kirchnerismo” y el caos final de la
derecha progresista de Mauricio Macri. Ese período ha terminado.
Durante este largo período de 40 años, Argentina se ha ido
hundiendo más y más en la miseria, en la corrupción y en los problemas
económicos sin salida; todo ello, mientras se iba engordando la clase política,
la burocracia, la administración federal y las provincias (equivalente a las
autonomías) y el despilfarro.
Se calcula que el 30% de los argentinos que trabajan pueden ser
considerados como “pobres”, de hecho un 43% de ciudadanos son “pobres”
oficiales y un 11% están en el área de la “pobreza extrema”, con un gasto
estatal desmesurado, con unos salarios que se mantienen a los mismos niveles de
2003-2004, con un PIB que está un 14% por debajo del que tenía en 2011 y una
productividad idéntica a la de los años 50… “Corralitos”, inflación y riesgo de
hiperinflación, estancamiento, fuga de capitales y enriquecimiento del stablishment,
son los elementos que han pesado como una losa en el resultado de la segunda
vuelta (“el balotage”) de las elecciones argentinas celebradas ayer.
El electorado ha enterrado a la casta. Ciertamente, la casta ha
hecho todos los méritos para ser enterrada:
amparada en su convicción de que “lo que ha sido siempre, seguirá siendo”, se
le ocurrió avalar la candidatura de Sergio Massa autodefinido como “peronista
progresista” (esto es “no-peronista”) y ministro de economía desde julio de
2022… es decir, uno de los últimos responsables del caos económico argentino y
uno de los rostros más característicos de la casta. Al llegar Massa a la
cartera de economía exigió la fusión de los tres ministerios que tocaban temas
similares (desarrollo, agricultura y ganadería y pesca). Así que, cuando el
país acumuló una inflación del 94’8% en 2022, el fracaso de su gestión se hizo
inapelable. Era el candidato más indicado para unas elecciones “normales”, pero
no el candidato para enfrentarse al “peluca Milei”, por lo demás, economista
notable.
Milei tiene dos rostros bien diferenciados: uno el de analista
preciso de los males argentinos, que diagnostica sin reservas, y otro -mucho
más discutible- como discípulo ultra-neo-liberal de la Escuela Austríaca de
Economía. Si bien es raro el argentino que no
coincida con Milei en su crítica al “stablishment”, es mucho más discutible que
sus fórmulas neo-liberales puedan tener éxito. De todas formas, el electorado
ha decidido de manera inapelable: Milei ha vencido con 55,7% de los votos y con
una participación del 76%.
El casi medio millón de ciudadanos argentinos que se encuentran en
España, ha votado masivamente a su favor, para desesperación de una minoría de absolutos
oportunistas que no encontraron acomodo en la casta de su país y que milonguearon
(y obtuvieron) una plaza entre la carpetovetónica: Sor Lucía Caram y Gerardo
Pisarelo.
¿Y ahora qué? El tiempo dirá si las soluciones aportadas por Milei
son practicables, si tiene energía y peso político suficiente como para poder
aplicarlas con un parlamento en el que es, por el momento, minoritario. No nos
queda sino desear la mayor de las suertes para el pueblo argentino y un
deseo de que vuelva a encarrilarse en la historia y a destacar, como en otras
épocas, como faro para el subcontinente, posición que le ha hurtado una casta
política miserable y corrupta.
¿Cómo afecta la victoria de Milei a España?
Hay que recordar que en Argentina lo que ha sido derrotado es el
stablishment. La izquierda ha resultado barrida: allí no es tan fácil como
en Europa Occidental reemplazar los votos de los trabajadores que se han fugado
de la izquierda por nuevos votos procedentes de la inmigración. Pero hay algo
mucho más importante. La victoria de Milei rompe la tendencia a que
gobernaran en los grandes países iberoamericanos, agentes del llamado Grupo de
Puebla.
Como es perceptible, desde la crisis de 2007-2011, la
Internacional Socialista es poco menos que un cadáver, sin políticas propias,
doctrinalmente perdida y rota entre tendencias cada vez más dispares y con el
proyecto nacido más de medio siglo antes en Bad Godesberg, diluido en la nada.
Así que la izquierda ha tratado de recomponerse estructurando foros ad hoc
que abarca desde el centro-izquierda a la extrema-izquierda, aludiendo “al
socialismo del siglo XXI”, al “socialismo democrático” y, por supuesto, a los “estudios
de género”, a la “corrección política”, a la Agenda 2030 y demás productos de
rebajas del supermercado izquierdista (incluida la “ideología woke”, última
incorporación).
Desde la fundación del Grupo de Puebla se han celebrado nueve
reuniones: muchas entre julio de 2019 y octubre de 2023. Han participado -y
esto es lo importante- Cristina
Fernández de Kirchner, Evo Morales, Dilma Rousef, Michelle Bachelet, Ernesto
Samper, Rafael Correa, José Mújica, y el inefable José Luis Rodríguez Zapatero…
junto a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Irene Montero, Enrique Santiago
(secretario general del PCE), Gerardo Pisarello (la peste argentina), Baltasar
Garzón y demás…
En la actualidad, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y España están
dirigidos por miembros del Grupo de Puebla.
Pero, en la segunda mitad de 2023, han empezado los problemas:
por una parte, el gobierno recientemente elegido en España, por los pelos
(incluso a contrapelo) es una traducción exacta de las aspiraciones del Grupo
de Puebla (y, veremos lo que aguanta), por otra parte, en El Salvador, Bukele
ha literalmente barrido el stablishment local con una política que cuenta con
el apoyo unánime de la población (salvo de los “maras” encarcelados sin
contemplaciones y de la casta que ha quedado marginada de los centros de
decisión). En las elecciones ecuatorianas se impuso la Acción Democrática
Nacional, conservadora y neoliberal, mientras que en Uruguay gobierna desde
2019 el Partido Nacional, conservador… El desprestigio de Boric en Chile y el
rechazo a su proyecto constitucional, garantiza que pertenece más al pasado que
al futuro.
En otras palabras, el Grupo de Pueblo ya no goza de la buena
salud que tenía a principios de año y todo induce a pensar, tras la victoria de
Milei, que sus mejores horas ya han quedado atrás.
Esta victoria de un movimiento opuesto a la hegemonía cultural de
la izquierda progresista, en ruptura con el stablishment y que quiere ensayar
ideas nuevas, ha supuesto una nueva puñalada para las virgencitas desconsoladas
de la izquierda española: en un tuit, Yolanda Díaz calificaba la victoria de Milei,
de “día triste para el bloque democrático” y Ione Belarra afirmaba con
una seriedad pasmosa que “la victoria de Milei, con un programa abiertamente
antidemocrática (…) es una pésima noticia para el mundo”, rematando con una
proclama, esta sí, antidemocrática: “a esta derecha asalvajada se le frena
con más derechos y valentía”.
De la Moncloa no ha salido comunicado alguno. Sin duda, al fort apache sitiado de Pedro Sánchez, no le han llegado las noticias de que también de Iberoamérica soplan vientos en contra. Sin contar, por supuesto, la dimisión de Antonio Costa en Portugal, primer ministro portugués y secretario general del Partido Socialista, había sido detenido por un caso de corrupción relacionado con las minas de litio… También era, como no podía ser de otra manera, del Grupo de Puebla…