Ayer comentábamos que el paso de Marine Le Pen a la segunda vuelta
de las elecciones francesas, no ha sido algo que pueda calificarse de
espectacular, ni siquiera nada que no haya ocurrido antes. Sin embargo, lo más
sorprendente es que hoy todos los medios de comunicación alertaban sobre el “peligro
de la extrema-derecha”. Vox, Orban, Marine Le Pen, el mismísimo Putin, la extrema-derecha
italiana, todos, absolutamente todos, son sombras amenazadoras sobre nuestras
virginales democracias, indefensas e ingenuas… Así que hay que movilizarse
para conjurar este maldito riesgo que puede poner en peligro la convivencia y ante
el cual nos arriesgamos a perder “conquistas sociales” como la eutanasia, el
aborto, la ideología de género o la mismísima salud del planeta… Ironizamos,
por supuesto, pero ¿qué hay detrás de tanto alarmismo?
1. EL TOQUE DE ARREBATO, VERSION 2022
Lo decía el “verdugo de Yugoslavia”, Luis solana: “Algo habrá que
hacer con Orban”. Dado los antecedentes del antiguo secretario general de la
OTAN cabría preguntarse si no estará pensando en bombardear Hungría como ya
hizo con Serbia. Aquí mismo, en España, el hecho
de que el PP “renovado”, haya pactado en Castilla-León con Vox y miembros
de “la extrema-derecha” hayan entrado en el gobierno de esa región, parece
haber aumentado las alarmas.
Y, por si esto fuera poco, de los EEUU llega la noticia de que la
popularidad de Joe Biden, cuyos movimientos, gestos y discursos son cada vez
más erráticos y confirman que se trata de un pobre anciano, enfermo y sin
capacidad siquiera para saber donde se encuentra, ha caído ¡por debajo de la del
ex presidente Trump que ya acaricia nuevamente con volver a presentarse a
las elecciones de dentro de tres años!
Para mayor desazón del progresismo, Marina Le Pen, que hace solamente
año y medio, era presentada como un fenómeno político amortizado, no solamente
ha pasado a la segunda vuelta de las elecciones, sino que otro candidato,
situado a su derecha, ha demostrado que el espacio para el populismo es mucho
más amplio de lo que inicialmente se creía. Hoy, para todos los grandes medios
de comunicación mundiales, el “gran Satán” es la “extrema-derecha”.
2. NO AMENAZAN, NO MATAN, NI SIQUIERA QUIEREN GUERRAS SANTAS
Ahora bien, a poco que pensemos, veremos que los EEUU durante el
período presidencial de Trump, ni en los ya 22 años en los que Viktor Orban es
Primer Ministro de Hungría, como tampoco en los ayuntamientos en los que
gobierna el partido de Marina Le Pen, o en las regiones austríacas controladas
por el FPÖ, en ningún lugar -y son varios- en donde ha gobernado el “populismo”,
se ha producido, ningún “recorte a las libertades”, ni mucho menos, medidas que
justifiquen el que el “verdugo de Yugoslavia” se haga esa pregunta amenazadora.
Entonces ¿por qué ese alarmismo?
La pregunta es todavía más pertinente en la medida en la que, en
los programas de todos estos partidos populistas, no aparecen puntos que
permitan intuir, medidas liberticidas, internamientos masivos, intervención en
las comunicaciones privadas, o liquidación física de los adversarios políticos.
Todos estos partidos no aspiran a otra cosa más que a reconocer algo que,
parece evidente, a poco que se examine con un mínimo rigor la situación
económica, política, social, de los países de nuestro entorno. Hay, desde
luego, problemas ¡y de qué calibre! Pero, acaso, el menor de todos los
problemas sea el “ascenso del populismo” que, en última instancia, lo que
plantea es un modelo conservador de sociedad en la que el énfasis se sitúe de
nuevo en la reindustrialización, el restablecimiento del orden público y la
única amenaza para los dogmáticos de las ideologías de género, es que se les
corte el grifo de las subvenciones públicas.
A decir verdad, sabemos que se trata de partidos “extremistas”
solamente por que nos lo remiten constantemente los medios de comunicación, no
porque, en sus programas, haya nada que sugiera “radicalismo agresivo y
violento”. De hecho, son partidos “de derecha” (con parte de cuyo electorado
procede de la izquierda sociológica), mucho más que “de extrema-derecha”. De la misma forma que el PP es un partido de “centro-derecha”,
así se afirma, así parece y así es en la práctica, Vox es una formación situada…
a su derecha, esto es, en la derecha-derecha que es algo muy diferente a la
extrema-derecha. A poco que reflexionemos, y busquemos noticias, nunca
militantes de Vox han atacado o destruido tenderetes o locales de otras
formaciones políticas… y, sin embargo, es habitual, que sus puestos de
propaganda se vean hostigados y violentados por radicales de izquierda.
Así pues, no termina de entenderse el alarmismo desatado.
3. LA PEOR NOTICIA PARA LA CORRECCIÓN POLÍTICA
Hoy, hemos amanecido con distintas encuestas y opiniones sobre las
elecciones presidenciales francesas. Al parecer, Macron ganará de aquí a trece
días, pero por un margen muy estrecho de votos, acaso el más estrecho en toda
la historia de las presidenciales francesas y, también, con un número de
abstenciones que promete ser más alto que en ocasiones anteriores. Esto no
ocurre en un pequeño país centro-europeo, o en un remoto horizonte
iberoamericano, sino en Francia, uno de los dos motores, con Alemania, de la
Unión Europea.
El problema de unas elecciones no es quién gana y quién pierde,
sino cómo se gana y cómo se pierde, o lo que es lo mismo: por cuánto se gana o
por cuánto se pierde. Porque si los márgenes son
muy estrechos, lo más probable que ocurra es que, en la siguiente convocatoria,
puedan invertirse los términos y el electorado, después de toparse varias veces
contra la misma piedra, decida cambiar sus hábitos electorales y renunciar al “más
vale malo conocido que bueno por conocer”. En Europa se está llegando a ese
punto.
Si no se ha producido un cambiar espectacular en las tendencias
del electorado es porque los guardianes de la “corrección política”, los
grandes tertulianos y analistas creadores de opinión, alertan una y otra vez
sobre el riesgo que conlleva votar a la “ultraderecha”, pero lo cierto es que
la ineficacia de las soluciones neo-liberales y progresistas, así como el
creciente caos social, es una invitación a probar nuevas opciones.
4. LA TORMENTA PERFECTA QUE SE AVECINA
Crisis energética, proceso inflacionario, deuda pública impagable,
caos social creciente, problemas de delincuencia y neo-delincuencia o
meta-delincuencia, corrupción política, progresiva brutalización de las
sociedades, fragilidad psicológica de las nuevas generaciones, instalación de
la posverdad y del relativismo en detrimento de las verdades reales y
objetivos, pérdida de cualquier referencia superior, son elementos que se unen
a los generados por el tránsito de la tercera a la cuarta revolución industrial.
La gran paradoja es la que enunciara Marcuse en los años 60: justo cuando los
avances científicos han generado el caldo de cultivo que permite a una sociedad
decir que está cerca de la Utopía… la realidad indica que vivimos una distopía
creciente e irremediable, mientras no se reconozca y se cambie el paradigma de
civilización.
Hasta ahora, las crisis han sido sectoriales: crisis de “terrorismo
internacional” a principios del milenio, seguida de “intifadas” de la población
musulmana en Europa y aumento del terrorismo yihadista, crisis económica en
2007, luego crisis bancaria, luego crisis de la deuda, más tarde, luego los
conflictos arancelarios entre China y EEUU, los dos años de Covid, y ahora, el
conflicto de Ucrania que enmascara el gran conflicto que estallará en los
próximos años: la crisis del a globalización, crisis energética en Europa,
crisis de suministros, inflación descontrolada, descontento social creciente,
chispazos de “guerra étnica”, situación de quiebra técnica de muchos Estados
ante la imposibilidad de pagar la deuda, aumento de la presión fiscal sobre las
clases medias, exasperación de la corrupción político-administrativa… Nada
que no hayamos visto hasta ahora, pero todo sumado y coincidiendo en unos pocos
años: lo que puede ser considerado como una “tormenta perfecta”.
5. LA IMPOSIBLE ESTABILIZACION DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Una “tormenta perfecta” de este tipo, implica, necesariamente,
cambios socio-políticos. Pensar que las actuales estructuras de poder, que
datan de 1945 en Europa, van a salir indemnes de una crisis de este tipo equivale
a pensar en un mundo sin gravedad. Hoy se puede especular frívolamente con estupideces
sobre los problemas de minorías hiperminoritarias (transexuales, y con todas
las variantes incluidas en las siglas LGTBIQ+, que, en el mejor de los casos,
no pasan de ser, homosexuales incluidos, un 5-7% de la población europea), se
puede especular con la “transición energética” y con la necesidad de
implementar “energías limpias”, más o menos esperanzadoras… o fantasiosas, es
posible, incluso, perder el tiempo, sobre cómo “salvar al planeta” o a tal o
cual especie de insecto y disminuimos “la desigualdad”, “la discriminación” y “le
multiculturalismo”…, pero todas estas discusiones, bizantinas unas, bizarras
otras, lastradas por los prejuicios de la corrección político, dejarán de tener
sentido en el momento en el que se desate la “tormenta perfecta”. Y está al
caer.
De hecho, si los “confinamientos” y las restricciones generadas
por el Covid se han prolongado durante dos años, al margen de cualquier lógica
científica, ha sido porque, manteniendo encerrada a la población e inmovilizada
en su pequeño hábitat individual, se reducía automáticamente y al máximo el
consumo y, por tanto, se retrasaba, lo que ahora ya se ha reconocido, como el
principal problema económica occidental: la inflación.
La “tormenta perfecta” hace muy difícil, el que pueda producirse
una estabilización del mundo globalizado. De hecho, se trata de un proyecto
imposible. Lo normal hubiera sido “globalizar” el mundo, cuando las
condiciones económico sociales, fueran idéntica en todos los continentes, pero,
desde el principio, los procesos de deslocalización industrial era evidente que
iban a conducir a desequilibrios, déficits industriales en determinadas zonas y
a dejar planear sobre el planeta la posibilidad de que el aumento del precio de
los combustibles hiciera aumentar los precios de las mercaderías enviadas de
uno a otro lugar del planeta.
Así mismo, podía pensarse que el trasvase de poblaciones africanas
a Europa, iba a generar necesariamente problemas étnicos, de convivencia, de
orden público, religiosos y culturales. Pero, con la deslocalización se
buscaba aumentar el rendimiento del capital invertido y los beneficios, y con
los trasvases étnicos se pretendía convertir Europa en un mosaico multicultural
en donde fueran imposibles las respuestas sociales únicas, las protestas
masivas y las huelgas generales. Así mismo, para salir de la crisis de 2007
se “imprimió papel”, se subvencionó a todo lo subvencionable… sin pensar que el
valor del dinero iría disminuyendo y la inflación aumentando. Cualquier
solución aportada por el sistema, genera nuevos y más graves desequilibrios: la
estabilización del sistema es imposible en estas circunstancias.
6. FORO ECONÓMICO MUNDIAL: FORO “TRIFUNCIONAL”
El Foro de Davos, hoy Foro Económico Mundial, no es una “conspiración”:
es el foro en el que los “señores del dinero” (o, mejor dicho, sus
representantes), informan a aquella clase política que perciben como favorable
a sus intereses, de las orientación que se trata de seguir en los próximos
meses, para que los negocios sigan viento en popa y para que estos sepan lo que
se espera de ellos y lo que deben hacer. A estos encuentros son, igualmente,
invitados, magnates de la prensa y la comunicación, que, a fin de cuentas, serán
los encargados de hacer digeribles estas orientaciones para la ciudadanía. Esta
estructura “trifuncional” recuerda particularmente a la que describió Georges
Dumezil como propia de las “sociedades indoeuropeas”: un “poder espiritual”
(ahora, económico, a través de los señores del dinero, sumos sacerdotes de la
economía), un “poder guerrero” (la clase política que manifiesta su voluntad de
poder a través de las luchas electorales) y una “función productiva” (hoy
representada por los medios de comunicación, simples mecanismos de transmisión de
los objetivos, y a través de los que se lanzan los nuevos “productos”
ideológicos habilitados por el Foro Económico Mundial.
Las orientaciones, ni siquiera son creadas por los “señores del
dinero”, aquellos que envían a sus delegados y a sus hombres de confianza a
Davos para debatir cada año y marcar línea y objetivos. Son simples algoritmos
destinados a conducirnos a un “mundo feliz” huxleyano. Y estos algoritmos
advierten del gran riesgo. Todo el proyecto “homogeneizador” de la humanidad
tiene un riesgo: que se desate la “tormenta perfecta” antes de que se hayan
habilitado en todos los países, leyes y medidas que garanticen la inexorable
marcha hacia el objetivo final, ese “mundo feliz”, tan igualitario que todos
podremos considerarnos como granos de arena de una playa, sobre la que los “señores
del dinero”, la élite, podrán extender sus hamacas y disfrutar de un mundo
completamente estabilizado en el que no exista más dios que el capital, ni más
realidad que la cuenta de resultados.
7. EL GRAN RIESGO PARA LA AGENDA 2030
La Agenda 2030, crea objetivos fantasiosos, problemas inexistentes
e impide, por todos los medios, que se discuta las bases sobre las que se
levanta toda la construcción. Y estas bases son dos, globalización y multiculturalismo. Todo es discutible salvo es. Si la globalización es un
producto teorizado y abordado por el Foro Económico Mundial, el
multiculturalismo es el producto de las fantasías que la UNESCO ha sostenido
desde su fundación. Por que la UNESCO es algo más que esa simpática
institución que declara a la “paella” o a la tortuga de las Galápagos, “patrimonio
de la humanidad”. La UNESCO es el laboratorio de ideas de “reforma social”,
creada, precisamente por Julian Huxley, para alcanzar ese “mundo feliz”, la
novela escrita por su hermano Aldous, en la que se definía, un futuro que entonces
era de ficción, pero que se trataba de llevar a la práctica.
Ahora bien, ese proyecto, está avanzando a velocidad cada vez más
acelerada: a ello ha contribuido, precisamente, la pérdida de cualquier tipo
de soporte doctrinal por parte de la izquierda. Al hundirse el marxismo
como patrón de interpretación de la historia, al caer, uno tras otro, los mitos
de la izquierda obrerista, este sector se vio obligado a asumir otra “ideología”
(esto es, otro esquema de interpretación de la realidad) y pasó al “lado oscuro”
al que había combatido desde el siglo XIX: aceptó la globalización alineándose
con el neocapitalismo, yendo un paso más allá de las resoluciones del Congresos
de Bad Godesberg en la que el SPD alemán aceptó el capitalismo; luego, aceptó
el igualitarismo uniformizador promovido por la UNESCO, y convirtió el “mundialismo”
en su paradigma cultural. La defensa de los desheredados, la defensa de los
trabajadores, se convirtió en la defensa de la inmigración, en el igualitarismo
a ultranza y en la defensa cerrada de las “ideologías de género”.
Mientras, la derecha, permaneció, igualmente, confusa tras el
hundimiento del Muro de Berlín. Se había quedado sin enemigo. Ni la OTAN tenia
ya sentido, ni el eje atlántico podía justificarse sin un “enemigo” que
acechara. Así pues, se crearon otros. La derecha dejó de ser “conservadora” y,
reconoció que ya no quedaba nada por conservar, así que se optó por convertirse
a lo que podríamos llamar “progresismo de paso corto”, frente al “progresismo
acelerado” de la izquierda. A partir de los años 90, la política en Europa se
había convertido en un conflicto de matices entre centro-derecha y centro-izquierda,
una carrera de dos velocidades, en las que el centro-izquierda iba más
acelerado hacia la meta final que el centro-derecha, pero siempre, ambos, en
dirección al mismo objetivo: mundialismo y globalización.
Era un camino difícil, casi imposible de alcanzar: no solo las
diferencias económicas entre continentes eran un obstáculo insalvable, sino
también la naturaleza humana. Según la UNESCO, la “educación” es capaz de
vencer los condicionantes genéticos del ser humano. La UNESCO cree que lo
humano es como un “ficus benjaminus”, cuyos troncos pueden retorcerse y
entrelazarse a voluntad en sus primeros años, y luego parecer gruesas columnas salomónicas.
Pero no es así: la naturaleza humana, no es vegetal. Tiene uso de razón y
cerebro pensante: se le puede crear falsos objetivos y señuelos que atraigan
momentáneamente su atención, pero, en cualquier momento, alguien puede dar la
voz de alarma y decir: “este camino no lleva a ningún sitio”, “la
globalización y el multiculturalismo son el caos y la pérdida de toda identidad,
nacional, personal, incluso sexual”. Y la más temida: “Hay que
emprender otro camino”.
Por eso, no puede extrañar que allí en donde se han aposentado en
el poder fuerzas que trabajan para ese “nuevo orden mundial”, estén tratando
por todos los medios (desde la aplicación del Acta Patriótica en los EEUU, en
2001) en crear mecanismos de control de la opinión pública, castigar penalmente
a la disidencia y crear leyes de excepción aplicables para momentos de crisis,
que garanticen armas constitucionales para limitar las libertades y garantizar
que las voces de protesta serán ahogadas, reprimidas, silenciadas o marginadas.
8. “ELLOS”, TODAVÍA NO HAN VENCIDO
Estamos en unos momentos en los que los “señores del dinero”, “huelen”
su triunfo. Pero, también, son conscientes de los riesgos: aún no disponen de
los mecanismos legislativos suficientes como para poder imponer su criterio y
ahogar cualquier reacción en contra de la globalización y del mundialismo.
Además, conocen perfectamente, la proximidad de la “tormenta perfecta” que
tenemos sobre nuestras cabezas y saben que, al desatarse, es muy posible que
los electores opten por el doble salto mortal sobre el vacío, apostando por
opciones que estén más allá del centro-derecha y del centro-izquierda. Los “populismos”,
por ejemplo. Por eso precisan cubrirlos de oprobios, desactivarlos,
aislarlos y, como proponía el PSOE, “crear un cinturón de protección”
ante ellos.
De hecho, si las alarmas han sonado en Francia (la victoria de
Macron se augura como una “victoria pírrica”), en España, la clase política se
ha visto impactada por la presencia de Vox en el gobierno de Castilla-León. Los verdugos liberticidas como Solana se preguntan: “¿Qué hacemos
con Vox?”, “¿Qué hacemos con Marine Le Pen?”, no solo “¿Qué hacemos con
Orban?” o “¡qué bien nos deshicimos de Trump!”.
Para colmo, hoy nos hemos levantado con una noticia escalofriante
para los partidarios del “nuevo orden mundial”: el aumento de la intención de
voto hacia Vox está próxima a producir el “sorpasso” sobre el PP. Dicho de otra
manera: de producirse tal “sorpasso, el PP, simplemente, desaparece del
escenario político, como ha desaparecido Ciudadanos.
No es raro, por tanto, que el PP haya optado por colocar poner a
Núñez Feijóo, al frente del partido, (ver el artículo FEIJÓO,
ÚNICO CANDIDATO. EL PP, CON EL FORO ECONÓMICO MUNDIAL, FRENTE A VOX) y
que éste, desde el primer momento, haya alertado sobre que NUNCA pactará con
Vox, sino que su partener preferencial será… el PSOE. Feijóo, con esta
declaración se sitúa a un lado de la trinchera, aquel en el que se encuentran,
tanto el Foro Económico Mundial, como la UNESCO, los globalizadores y los
multiculturalistas.
Pero, la amenaza del “sorpasso” está ahí, no solo en España, sino
en Francia y puede reproducirse la situación húngara (donde ni siquiera el “todos
contra Orban”, funciona). La situación, por tanto, es la siguiente: el
mundialismo globalizador todavía no ha operado las reformas legislativas
suficientes como para amputar a la “oposición al nuevo orden mundial” es lugar
bajo el sol de la política. Y este lugar, hoy secundario, puede verse
magnificado en el momento en el que se desate la “tormenta perfecta” con toda
su violencia. Incluso, sin necesidad de que las cosas lleguen hasta ese
extremo, el desorden creciente, la sucesión de problemas económicos y de
convivencia, el agotamiento de las fórmulas de centro-derecha y de
centro-izquierda en Europa, puede conducir, de manera imprevista, a un
triunfo del “populismo” y a impedir que el objetivo huxleyano de la Agenda
2030, se realice. Y eso si que supondría una verdadera catástrofe para los “señores
del dinero”.
Ellos saben que todavía no han vencido. Es más, saben que su poder
deriva solamente de la influencia que da el dinero para operar sobre una clase
política degenerada y sobre unos medios de comunicación que comen de la mano. Pero, saben también, que para superar la “tormenta perfecta” sin
perder posiciones, precisarán crear más “señuelos”, introducir más reformas
liberticidas. Por eso están acelerando el paso en estos últimos tres años. Por
eso todavía nos quedan espacios de libertad. Por eso, los dos próximos años
son decisivos: intentarán por todos los medios, afianzar su poder, aumentar su
arsenal de “posverdades”, crear más señuelos, presionar fiscalmente, forzar
gobiernos de “gran coalición” en Europa, los únicos que pueden hacer aprobar
leyes que modifiquen las constituciones hoy existentes para cercenar
libertades, aumentar el control sobre la opinión pública y neutralizar definitivamente,
no sólo a los “populismos”, sino a cualquier forma de los disidentes.
Estos si son, una vez más, “años decisivos”.