Cuando en 1974
se filma Ilsa: She Wolf of the SS, este subgénero va adquiriendo
carta de naturaleza y es a partir de ese momento cuando empieza a ser
considerado como tal. La película fue dirigida por Don Edmonds, un oscuro
director del que constan varias películas en los archivos pero del que
vanamente buscaríamos una biografía sucinta, hasta el punto de que cabe
preguntarse si existió realmente o, una vez más, se trata de un pseudónimo o
acaso de un actor que apenas ha representado unos cuantos papeles y que,
igualmente, ha dirigido algunas películas, especialmente sobre temática
erótica.
La actriz que
encarnó a “Ilsa”, fue Dyanne Thorne, una norteamericana curtida en el porno,
nacida en 1943. En su juventud fue pin–up y modelo de desnudos, también
trabajo como streeper en Las Vegas, pero su fama procede de las cuatro
películas de naziexploitation en las que encarnó el papel de “Ilsa”. En
la primera entrega encarna a una comandante de las SS que dirige un campo de
concentración. Habitualmente abusa de los prisioneros masculinos y femeninos y,
cómo no, también tiene ambiciones científicas, realizando experimentos
diabólicos de redundante crueldad y sadismo. En las últimas escenas de la
película, por cierto, Ilse resulta asesinada, lo cual no es óbice para que
reaparezca con el mismo nombre, grado y hechuras –voluptuosas, por cierto,
hasta el exceso– en Ilsa, Harem Keeper of the Oil Sheiks (1976),
situada en el Oriente Medio de la postguerra. Aquí los desnudos de la Thorne
son mínimos e incluso el derramamiento de sangre va muy por detrás de la primera
entrega de la serie. Si la película siguió ostentando el rango de “apta para
mayores” fue por una escena en la que “Ilsa” es violada por un esclavo
enloquecido. La película juega con la idea del harén y de europeas secuestradas
para ser internadas en casas de prostitución árabes, idea muy en boga en la
época, y tiene como principal y único atractivo un dúo lésbico que hasta
entonces era casi inédito en la pantalla grande.
A la vista de
que la actriz consiguió seguir manteniendo la atención del público que había
visto la primera entrega de la serie, al año siguiente, en 1977, se rodó la
tercera parte, Ilsa, the Tigress of Siberia. En esta ocasión ya
no son ni los stalags, ni los exotismos árabes, los que constituyen el
trasfondo sobre el que se desarrollarán las casi dos horas catárquicas de
sadismo y crueldad sexual, sino que será en el gulag siberiano en donde, la
Thorne conjuntará su ropa interior abundantemente exhibida con un gorro de
astracán. En efecto, en esta ocasión –las necesidades de la lucha anticomunista
apremiaban especialmente después de que el abandono apresurado de la embajada
norteamericana en Saigón hubiera desatado las alarmas– la denuncia contra el estalinismo
prevalecía sobre la habitual denigración al nazismo. La película fue producida
en Canadá y la Thorne, de ser Ilsa la loba pasó a ser tovarich y
“camarada coronel”. Naturalmente, estamos en un campo de concentración
siberiano hacia los últimos tiempos del stalinismo, pero Ilse sigue con su afán
de destruir las mentes y los cuerpos de los prisioneros que, como es habitual,
se ven sometidos al mismo régimen de vejaciones y crueldades como en los más
afamados e improbables stalags alemanes.
A la vista de
que los productores avispados sospechaban que a la vista de las carencias
interpretativas de Dyanne Thorne, la serie podía deshincharse en cualquier
momento, en el mismo año 1977 se firmó la cuarta y última secuela, Ilse,
the wiked warden. La película, aparentemente, tenía poco que ver con
las anteriores, especialmente por el hecho de que es una co–producción
germano–americana–helvética dirigida por un español, Jesús Franco (que para la
aventura utiliza el alias de “Jess Franco”). El hecho de que sea un español en
plena transición el que dirige la cinta evita que el guion sea explícito sobre
la ubicación de la trama. Aparentemente, los uniformes y la parafernalia
sugieren que todas las peripecias –erótico–sado–masoquistas, por supuesto–
tienen lugar en Cuba o en algún lugar del Caribe y es fácil percibir que la
estética sugiera la del castrismo, pero, evidentemente, ni Jesús Franco, ni
Jess Franco, hubieran sido capaces de filmar en aquellos momentos de exaltación
progresista una cinta en la que algunos de los iconos de la izquierda salieran
mal parado. De ahí también que se diga y se repita sobre esta película que no
se trata de una “secuela oficial” de la trilogía de Ilse, sino de
“otra cosa”. Incluso la protagonista encarnada por la Thorne no es ya “Ilse”
sino “Greta”… todo lo demás es un dejá vû de anteriores cintas: cámbiese
un campo de concentración por una clínica para chicas en la selva y al
arquetipo de los “científicos locos de las SS”, por simplemente “científicos
locos en estado puro” que se han propuesto la encomiable tarea de redimir a
muchachas aquejadas de distintas perversiones sexuales y hacer de ellas unas
castas y puras damas; tales serán todas las diferencias.
A pesar de que,
como siempre en este subgénero, el argumento es lo de menos, vale la pena dar
algunos brochazos sobre él mismo. Una de las chicas, en efecto, muere en el
curso de los experimentos y su hermana se propone averiguar qué ha ocurrido,
para lo cual se infiltra en la clínica. Ilsa y otra de las guardianas le
regalan todo un catálogo de perversiones y crueldades protagonizadas por las
pacientes ingresadas (travestís, lesbianas, ninfómanas y demás mujeres
desviadas y parafílicas) y prisioneros masculinos con la intención de vender
las grabaciones en el mercado de las snuf movie. Cabe decir que,
inicialmente, la cinta se comercializó con el título de Greta: Haus ohne
Männer (literalmente, Casa sin hombre…) para evitar los problemas
legales que pudieran surgir con los propietarios de la “marca Ilse”. Con
el paso del tiempo, la película recuperó el nombre de Ilse y pasó,
oficialmente, a ser la cuarta parte de la serie.
Jesús Franco,
como se sabe, fue un director español tan prolífico como mediocre artesano. La
película es una completa desgracia: lenta, aburrida, con un erotismo de
pacotilla, actores convertidos en maniquíes rígidos y una protagonista que
parece haber sufrido un fuerte deterioro físico desde su anterior
interpretación como Ilse en Siberia, a pesar de que apenas habían
transcurrido unos meses desde su filmación. Sin embargo, es su mejor
interpretación, está más comedida que en otras ocasiones. De todas formas, el
bostezo es el gesto que acompaña al espectador en toda la proyección de esta
cinta.
Habría que
reseñar también la presencia de la actriz barcelonesa Rosa María Almirall, más
conocida como Lina Romay (1954–2012), habitual en las cintas de Jesús Franco de
quien fue su pareja a partir de 1972. Se había especializado en películas de
terror, sangre, higadillos y efusión de sadismo, inevitablemente dirigidas por
su marido. Cuando su cuerpo ya no soportó la mirada escrutadora de las cámaras,
pasó a realizar guiones para él.
Otra curiosidad
de la película es que se rodó en inglés, pero, a poco que se escucha en versión
original, uno percibe que está repleta de palabras en español (tetas y culo,
fundamentalmente y por este orden). La película es enteramente deleznable y los
especialistas en cine pervertido salvan alguna escena de lucha con cuerpos
femeninos enjabonados, una sesión de acupuntura que recibe la pobre Romay y la
terapia de violaciones grupales… La banda sonora incorpora una insufrible
música de guitarra que contribuye a que la tetralogía de Ilse sea
completamente olvidable y tenga un broche final a la altura de las anteriores
entregas...
Franco es quizás
el director español que más seudónimos ha utilizado para filmar sus películas.
Vale la pena pasar revista a todos estos seudónimos: Joan Almirall, Clifford Brawn, Clifford Brown Jr., Clifford
Brown, Juan G. Cabral, Betty Carter, Candy Coster, Terry De Corsia, Rick
Deconinck, Raymond Dubois, Chuck Evans, Toni Falt, Dennis Farnon, Jess Franck,
J. Franco, James Franco, Jesse Franco, Jess Franco, Jesús Franco, A.M. Frank,
Adolf M. Frank, Antón Martín Frank, Jeff Frank, Jess Frank, Wolfgang Frank,
James Gardner, Manfred Gregor, Jack Griffin, Robert Griffin, Lennie Hayden,
Frank Hollman, Frank Hollmann, Frarik Hollmann, B.F. Johnson, J.P. Johnson,
Yogourtu Ungue, James Lee Johnson, James P. Johnson, David J. Khune, David
Khune, D. Khunne Jr., D. Khunne, David J. Khunne, David Khunne, David Kuhne,
David Kunne, David Kühne, Lulu Laverne, Lulú Laverne, Franco Manera, J. Franck
Manera, J. Frank Manera, Jesús Franco Manera, Jesús Manera, Jeff Manner, Roland
Marceignac, A.L. Mariaux, A.L. Marioux, John O´Hara, Cole Polly, Preston Quaid,
P. Querut, Dan L. Simon, Dan Simon, Dave Tough, Pablo Villa, Joan Vincent y Robert
Zinnermann…
Algunos
especialistas en la filmografía de la excesiva y rotunda Dyanne Thorne
sostienen que la película y sus tres secuelas tuvieron también una “precuela”
no menos olvidable: Las aventuras eróticas de Pinocho (1971). La
última película que filmó data de 1985, tras lo cual, bruscamente, Dyanne
Thorne sintió la llamada de la ciencia y se puso a estudiar antropología,
carrera que no terminó; si, en cambio obtuvo, un doctorado en religiones
comparadas… Actualmente, regenta un negocio de trajes de novia y organización
de ceremonias de matrimonio, junto a su marido que, en la primera entrega de Ilse,
encarna a un coronel de las SS.
La película que
se sitúa en el origen de la serie se realizó en el set que hasta
entonces se había construido para la serie cómica de televisión Los
Héroes de Hogan (que discurría precisamente en el interior de un stalag).
La serie se había cancelado por falta de audiencia y los productores de Ilse
la alquilaron, ahorrando a los propietarios el coste de demolerla.
Los
subproductos de Ilse, la loba de las SS
La lista de
películas que surgieron como secuelas de la primigenia película sobre Ilse,
están en torno a la veintena (insistiendo en que es muy probable que se hayan
filmado muchas más, productos hoy desconocidos y que no consiguieron penetrar
en los circuitos comerciales, pasando directamente de la mesa de montaje a los
circuitos específicamente pornográficos, sin pasar por las salas de
exhibición), de entre las que destacamos:
– KZ9, Lager di sterminio (1977).– dirigida por Bruno Mattei. Es el segundo y último que Mattei dedicó a este género y que siguió a Casa privata per le SS. Mattei (1931–2007), como la mayoría de directores que han rondado este subgénero, se especializó a partir de 1970 en la producción de cintas de bajo costo, de serie B, a menudo de horror y siempre ignorados por la crítica. Mattei (también como la mayoría de directores de este subgénero) ha trabajado con distintos seudónimos: Vincent Dawn, Norman Dawn, David Graham, David Hunt, Bob Hunter, Frank Klox, Wener Knox, Pierre le Blanca, Jimmy Matheus, Jordan B. Matthews, J. Metheus, Martin Miller, Erik Montgomery, Anthony Pass, Stefan Oblowsky, Gilbert Roussel, George Smith e William Snyder y un largo etcétera. Las temáticas de sus películas son habitualmente los distintos subgéneros de exploitation (especialmente en sus variedades gore, cannibal, prisiones, zombis, porno…). La película que nos ocupa está ambientada en un campo de concentración en 1943, justo cuando llega un nuevo contingente de prisioneras. Tras la habitual revista y los desnudos integrales se revela la verdadera utilidad del campo: facilitar a un sádico científico loco material humano para sus experimentos: trasplantes de órganos, reanimación de muertos, reeducación de homosexuales, creación de gases tóxicos y clonación de órganos vitales. Las prisioneras, por supuesto, no son más que cobayas humanas. En la película se pueden ver las habituales escenas de sexo explícito y sáfico, torturas infringidas por una presa colaboracionista (kapo) a las demás internas y ejecuciones sumarias. Se sabe los beneficios que dio la película en su momento: en torno a 23 millones de pesetas de la época, que supondrían medio millón de euros actuales. La crítica italiana en esta ocasión se preocupó de la película, masacrándola y llegando a definirla como “la película más cruda y violenta nunca antes producida en Italia”.
– Casa privata per le SS (1976).– Se trata de la primera incursión de Mattei en este subgénero. La película no aporta nada nuevo y el argumento repite casi textualmente a Salón Kitty. Ni siquiera el guionista se ha preocupado de variar al protagonista que en ambos casos es el jefe del SD Schellemberg, para la ocasión “general de las SS Hans Schellemberg”. También aquí se trata de crear un burdel en el que identificar traidores, un Blumenstrauss. Ignorando que las SS permanecieron fieles en todo momento al III Reich, la película presenta a los primeros clientes del establecimiento a antiguos oficiales de la SS sobre los que pesaban sospechas de traición. Una de las protagonistas es una muchacha española que ha sido violada por uno de estos oficiales felones. Las escenas muestras las habituales sesiones de tortura, orgías, números sado–masoquistas, lésbicos y violaciones. Para “prestigiar” la cinta, se contrató a algunos actores que habían participado en el rodaje de Salón Kitty. A la vista del presupuesto flaqueaba, Mattei utilizó fragmentos de otras películas e incluso tomó prestada la música de Rollerball de Norman Jewison.
– Elsa Fraulein SS (1977), dirigida por Patrice Rhomm, difundida también con los nombres de Captive Women 4, Fraulein Kitty, Fraulein Devil o Mujeres Cautivas. Dicho director solamente tiene dos películas en su filmografía y todo induce a pensar que, una vez más, se trató de un seudónimo de fortuna que utilizó para estas dos películas que se parecen a otros subproductos del mismo tipo aparecidos en los mismos años. Helga, la loba de Stilberg (1977) no alude específicamente a los campos de concentración nazis, pero toda la estética y la temática remiten al mismo tema arquetípico de una tétrica prisión alejada, un general sádico y una cruel guardiana, Helga Stiver, que tienen una irreprimible tendencia a hacer la vida imposible a Lisbeth, hija de un “opositor”. La película, de bandera francesa, da la sensación de que introdujo estos pequeños cambios argumentales para evitar que fuera excesivamente parecida a otra decena de producciones rodadas ese mismo año (1977) que taponarían su promoción. El mismo director, en ese mismo año, volvió a la carga con Elsa Fraulein SS, comercializada por Eurocine (la misma que había producido Helga… De hecho, algunos de los actores, como Marisa Longo, son los mismos). En cuanto al argumento es una mixtura de Salón Kitty y de cualquier película de campos de concentración: hasta el nombre de una de las protagonistas, Kitty, indica la “imaginación” del guionista. Aquí no se trata de un burdel estático, sino montado sobre un tren (el “tren sexual”). A partir de aquí, tras las consiguientes crueldades, la más atractiva de las prostitutas descubre que su ex amante y otra de las empleadas en el burdel se enamoran.
– Le deportate della sezione speciale delle SS (1977).– dirigida por Rino di Silvestro (1932–2009) se dedicó en su juventud al teatro como autor, intérprete y director y luego pasó a partir de 1966 al cine. Utilizó varios seudónimos para filmar sus películas, la mayoría de las cuales eran eróticas o semi–pornográficas (Los sueños eróticos de Cleopatra, Diario secreto de una cárcel de mujeres o Prostitución, por citar sólo unos títulos significativos de su filmografía). La película fue una co–producción italo–alemana que tampoco destacó por su originalidad. Simplemente la trama gira en torno a un comandante de campo de concentración que trata de conquistar a una prisionera (Lina Polito) a quien conocía previamente. Y aquí está lo primero que sorprende: que el campo de concentración no es tal sino que más parece una quinta o incluso una villa romana que solamente tiene en común con los campos de concentración las inefables duchas colectivas en donde las prisioneras se exhiben, se enjabonan y se frotan unas a otras. A partir de aquí, la sobredosis de escenas lésbicas, brutalidades y torturas, son fácilmente esperables y reconocibles como propias del subgénero. Quizás la escena más lograda es aquella en donde un “soldado bueno” es descubierto en situación amorosa con una prisionera y obligados a realizar el acto sexual ante todo el campamento. Los jóvenes, pudorosos ellos, prefieren en plena coyunda, suicidarse con cianuro. La película termina con una fuga masiva y la consabida masacre final de los kapos. Quizás la escena más increíblemente desagradable es cuando el comandante intenta violar a la protagonista que se ha introducido en la vagina un trozo de madera cóncavo con trozos de hojas de afeitar adheridos… Y en cuando a lo más sorprendente es la explicación que el director dio a una obra tan vacía, tomen nota que no tiene desperdicio: “Ahondé en el pasado de Alemania para reflejar a la sociedad italiana contemporánea, donde comenzaban a nacer movimientos políticos como las Brigadas Rojas. En aquel momento, el nazismo era una necesidad, ya que cualquiera se identificaba con cualquiera que pudiera vengarse”. La protagonista es, en efecto, encarcelada por ser novia de un terrorista… y lo que nos está sugiriendo di Silvestro es que la sociedad italiana veía films de porno anti–nazi para sublimar el deseo de aplastar al terrorismo comunista poniéndose en el lugar de los nazis… Y es que hubo un tiempo en el que cuando alguien se declaraba antifascista se le permitía todo, incluso proferir estupideces.
– Nazi Love Camp 27 (La svastica del ventre) (1977).– dirigida por Mario Caiano, que empezó a curtirse en los primeros spagheti–western. En 1970 abandona el western para trabajar para la RAI para que realizará distintos documentales hasta que en 1977 dirija esta cinta que firmará con el seudónimo de “Edoardo Re” (el propio director explicó que el “pudor” le impedía utilizar su nombre y eligió el santo del día en que firmó el contrato (San Eduardo Rey). También en la filmografía de este director encontramos cintas de tipo político antifascista (Milano violenta, 1977; Napoli spara!, 1977; La malavitta attacca… la polizia risponde!, 1978, etc). Hasta 2001 siguió realizando filmes y alguna miniserie para la RAI. Esta película trata de “Hanna”, una muchacha judía, practicante junto a su novio del amor libre, encerrada en un campo de concentración es repetidamente violada y acaba en un burdel para los soldados de las SS. Logra hacerse pasar luego por ciudadana alemana y termina dirigiendo un burdel escondiendo su identidad judía.