Tras quince años de
trepidante militante en el Partido Comunista de Francia y en el Komintern,
Doriot rompe con el stalinismo. En esos años había añadido a su elevada
inquietud cultural y a su interés por las cuestiones doctrinales y el análisis
política, una preparación técnica y política de primera magnitud que lo había
convertido en uno de los dirigentes más conocidos del movimiento comunista
internacional. Pronto observó que la política del Komintern se realizaba mucho
más en función de los intereses de la política exterior soviética que de las
necesidades de los partidos comunistas de cada país Eso, unido a las prácticas
stalinistas y a su libertad de espíritu, le llevaron a alejarse del PCF. En una
primera fase se siguió declarando “comunista”, pero el contacto con otras
personalidades y fuerzas políticas situadas en el ámbito “no-conformista” hace
que, poco a poco, esta orientación vaya cambiando. El objeto del presente
estudio es el Doriot situado entre la formación del Partido Popular Francés y
el inicio de la Segunda Guerra Mundial que abrirá el camino de la
“colaboración”. Así pues, tenemos a tres “Doriots”: el comunista, el que va
derivando hacia el fascismo y el “colaboracionista”. Tres etapas de un mismo
dirigente político.
Nuevas
amistades y nueva situación: el Frente Popular
El nacimiento oficial del Partido
Popular Francés tiene lugar en el curso de la conferencia celebrada por la
antigua “célula mayoritaria” de Saint Denis los días 27 y 28 de junio de 1936,
si bien hacia finales de 1935 Doriot ya había anunciado que tenía el proyecto
de constituir un “movimiento político de nuevo cuño”. A partir de ese anuncio
proliferan los encuentros de Doriot con “disidentes”, buena parte de los cuales
son antiguos miembros del PCF que se habían ido distanciando en distintas
épocas. Uno de ellos es Paul Marion que había realizado un largo tránsito desde
el PCF al neo-socialismo de Marcel Déat, pasando por el socialismo de la SFIO. Marion
pertenecía en el momento de contactar con Doriot a un círculo de reflexión, el
“Grupo de las Acacias”, que proponía un “Estado fuerte, la organización de la
economía y la renovación de las formas sociales y políticas del país”. Marion,
a partir de ese acercamiento ocuparía siempre lugares de responsabilidad en el
entorno de Doriot, especialmente en su propaganda. Marion, habitual de los
“círculos de reflexión”, había llevado también a la oficina de Doriot a
miembros del llamado “Grupo del 9 de julio”, fundado por Jules Romains en 1934
y cuyo programa económico había sido redactado por Alfred Fabre-Luce quien
terminaría interesándose en la iniciativa de Doriot.
Otro de los visitantes de Doriot
sería Victor Arrighi, antiguo responsable comunista de la Banca Obrera y
Campesina (que había quebrado en 1929 en otras cosas por su propia gestión) y que,
tras un período como “hombre de confianza” del Partido Radical en el
ayuntamiento de Courveoie (banlieu de París), estaba en busca de un partido que
coincidiera más con sus aspiraciones. Y luego estaba también Paul Guitard, un
conocido periodista de L’Humanité.
Todos ellos se habían cuestionado el marxismo y veían en Doriot a alguien que
podía seguir esa misma evolución y que gozaba de una fuerte popularidad entre
las masas.
Pero también se encontraban entre
los contactos con Doriot, gentes procedentes del otro extremo político. François
Coy, el millonario propietario de Lóreal, impenitente financiados de todos los
movimientos anticomunistas durante el período de las entre-guerras, había
enviado en misión de “observación” a uno de sus hombres, el periodista Jean
Marie Amiot que hasta ese momento había militado en el Partido Francista y era
redactor del diario de Coty, L’Ami du
Peuple. Mucha más clara era la misión de Claude Jeantet, antiguo
responsable de los estudiantes de Action Française, excomulgado por Maurras y
convertido en uno de los impulsores de la Jeune Droite. Varios disidentes del
Coronel La Rocque, dirigente de la organización excombatientes Croix du Feu,
parecían también interesados en el proyecto de Doriot. Entre ellos Bertrand de
Maud´huy, Yves Paringaux, el periodista Claude Popelin, el ingeniero Roberto
Laoustau y Pierre Pucheu que ostentaba un cargo de responsabilidad en la
industria siderúrgica francesa.
A estos nombres se sumaban los de
Bertrand de Jouvenel (que conoció a Doriot en 1933 en el curso de una encuesta
sobre el paro) y Pierre Drieu la Rochelle que no hacía mucho había publicado su
obra Socialismo fascista y esperaba
encontrar al líder que pudiera encarnar su provocadora tesis.
Tras las elecciones de abril-mayo
de 1936, Doriot se puso en contacto con Gabriel Le Rey-Laudire, director
general de la Banca Worms, que le aseguró su apoyo. Eran los tiempos del Frente
Popular y de la oleada de huelgas que acompañó su advenimiento. León Blum,
había jurado su cargo el 4 de junio. Los militantes comunistas, a través de los
sindicatos, habían iniciado un movimiento huelguístico utilizando como excusa
justas reivindicaciones populares. Doriot había denunciado desde el primer
momento la instigación comunista en este proceso que había sido presentado como
un movimiento espontáneo. El 17 de junio de 1936, en el curso de un mitin
convocado en el Teatro Municipal de Saint Denis fijó su posición: “La patronal
de este país ha creído que podía aprovecharse de la crisis de manera indefinida
y se ha entregado a una compresión abusiva de los salarios. ¿Era normal? ¿Era
humano? Naturalmente que no. En realidad, la patronal ha lanzado dinamita en
sus propios pies. No se sorprenda, pues, si explota”. Es evidente que la Banca
Worms, viera en Doriot al único interlocutor entre la clase obrera que disponía
de popularidad suficiente y de posiciones razonables en la cuestión social.
Doriot no se opuso a las primeras
medidas de carácter social aplicadas por el Frente Popular. Tan solo afirmó que
algunas medidas le producían inquietud sobre sus posibilidades de aplicación y
sobre sus efectos. Las 40 horas de trabajo, por ejemplo, afirmaba que podía
provocar el cierre de un cierto número de pequeñas y medianas empresas. La
tesis de Doriot es que la “burguesía”, “mal orientada y mal dirigida” tenía
prisa por aplicar reformas que acallaran las protestas obreras. Esto
facilitaría el que el Partido Comunista (que formaba parte del Frente Popular)
pudiera ganar fuerza entre la clase obrera y dirigir el movimiento huelguístico.
Así pues, la responsabilidad final de la oleada de agitación era el PCF. En el
curso de ese mitin, Doriot ironizó: “es una suerte que Moscú esté tan lejos”.
A pesar de este análisis, durante el movimiento huelguístico, la alcaldía de Saint-Denis prestó apoyo al movimiento obrero que se extendió inmediatamente por esta población. En los quince días que se prolongó la huelga (del 29 de mayo al 12 de junio), la alcaldía sirvió 130.000 raciones a los huelguistas y a sus familias. Doriot, en todo momento, recomendó a los huelguistas que mantuvieran su independencia y no se dejaran manipular por los sindicalistas adictos al PCF. Sin embargo, el espectáculo de 15.000 huelguistas en la ciudad (la huelga fue prácticamente general en Saint-Denis) convenció a Doriot y a sus nuevos visitantes sobre la inviabilidad del sistema capitalista liberal y la necesidad de un “nuevo orden económico”.
El
nacimiento del PPF
El movimiento huelguístico
concluyó quince días antes de la Conferencia de Saint Denis en la que tiene su
origen el PPF. Reunidos en la Sala de Fiestas de la alcaldía, Doriot pronunció
un discurso de tres horas de duración ante un millar de delegados. Drieu La
Rochelle estaba allí: “[el encuentro de Saint Denis] es como si nadie lo
hubiera convocado, pero todos querían estar en él. Esto es lo que yo me decía
mientras hablaba Doriot. Estaba sentado en una esquina mirando todo estos
rostros de los que muchos me eran desconocidos y que, sin embargo, parecía
reconocer de siempre. (…) Entre la audiencia, un fuerte núcleo de la “célula
mayoritaria”, obreros llegados de la región parisina y de algunos departamentos
de provincias; muchos intelectuales también; y periodistas “simpatizantes” que
venían a cubrir el evento”. Todos quedaron subyugados por el nuevo tono
oratorio de Doriot.
Ya no utilizaba guiños, bromas,
buenas palabras, o chistes fáciles para arrancar aplausos y reacciones
favorables en el auditorio. Su discurso fue un ejercicio de seriedad, de
responsabilidad, repleto de propuestas políticas y análisis muy concretos.
Jules Romains sintetizó así esta nueva forma de dirigirse a una masa de
cuadros: “Las gentes que lo oyen están obligadas a decir: Soy yo quien piensa
esto. Este hombre me está explicando lo que yo pienso”. En ese momento, Doriot
ni es, ni se considera “fascista”. Tampoco lo será cuando tenga lugar unos
meses después el I Congreso del PPF.
Doriot tenía una característica
como orador que pronto llamará la atención de todos los que lo oían. Desde el
inicio de sus discursos transpiraba de una manera inusual, casi patológica. Con
cierta frecuencia, después de algunos de sus mítines, debía de cambiar de
camisa. A pesar de que hoy pueda parecer normal, en los años 30 era poco
frecuente que un orador subiera a la tribuna en mangas de camisa o que mostrara
el cuello de la camisa abierta y sin corbata. Al cabo de poco rato ya estaba
bañado en una capa de sudor perfectamente perceptible por el público. Era como
si algo ardiera en su interior.
Su método oratorio consistía en
iniciar sus alocuciones exponiendo los hechos de manera clara y serena, evitaba
comentarios y juicios, se limitaba simplemente a relatar cómo se había llegado
a tal o cual situación y lo hacía de manera cortante e irrebatible. En una
segunda parte, de manera no menos tajante, ofrecía alternativas. Era aquí
cuando variaba el tono y la gesticulación y se mostraba más vehemente. Drieu lo
vio así: “La burguesía no está habituada a que se le hable franca y brutalmente
(….). Doriot ha sido obrero metalúrgico, de esa época le queda alguna cosa. En
esto y en todo. Siente la vida como una realidad concreta y masiva, como un
bloque de metal que trata de laminar, cortar y forjar. Y esto se convierte, en
su exposición, en una serie potente, completa, de hechos que se articulan, que
se engranan unos con otros. Y entonces se convierte en un instrumento de
acción”.
Era un estilo completamente
diferente al de los agitadores bolcheviques en cuyas filas se había
familiarizado Doriot en el arte de dirigirse a las masas. El “nuevo Doriot”
tenía aires de gran dirigente político, mostraba cualidades como analista de
política internacional, era capaz de realizar un análisis político, pero
también una crítica doctrinal, atacaba a la política del PCF con abundancia de
datos que evidenciaban su dependencia de Moscú, demostraba conocer y
anticiparse a la política de Stalin, y, sobre todo, y aquí estaba el cambio,
hablaba de Francia y de los intereses de los franceses como prioritarios. Drieu
tuvo razón en reconocer que, tras el “encuentro de Saint-Denis”, el nuevo
partido tendría dos enemigos: “de un lado el conservadurismo social, tanto en
el interior como en el exterior, y su espíritu de rutina; de otro lado, el
partido de Stalin y su espíritu de perversión nacional”.
Pocos días después de esta
primera reunión, el nuevo Partido publicará su “manifiesto” en el que resumía
las grandes líneas por las que circularía la formación: Reforma del Estado, en
sus instituciones y en su administración, de forma que garantizara la
independencia de la institución en relación al poder financiero, mediante una
dirección política firme; un “Estado fuerte”, en definitiva, capaz de dar
coherencia y prosperidad a la sociedad francesa. A pesar de que el término
“corporativismo”, alude a las “asambleas económicas fundadas en la representación
profesional”. Asume las defensa de las clases medias “que constituyen la esencia misma de la
nación”; la planificación de la economía y el desarrollo de los servicios
sociales por parte del Estado, “para engendrar una raza más fuerte, más
sana”... No eran, temas nuevos en su mayoría, sino que los primeros pasos del
partido parecen marcados por las reflexiones de Marcel Déat y de los
neo-socialistas, sin embargo, era la primera vez que se difundían entre un
público mayoritariamente obrero.
El éxito fue inmediato. En poco
tiempo, el partido contó con 15.000 adhesiones según anunció L’Emancipation National el 11 de julio
de 1936; el 1º de agosto ya habían ascendido a 50.000, a 101.000 el 31 de
octubre y a 120.000 el 28 de noviembre, después del I Congreso Nacional. En
cuando a L’Emancipation National su
tirada ascendió a 250.000 ejemplares en la región parisina. Era en esa zona en
la que tuvieron lugar las grandes reuniones que indicaban la estrategia:
alcanzar un peso político específico en la región de París para luego lanzarse
a la conquista de las provincias. Doriot en esos primeros meses convocó mítines
multitudinarios en las salas más grandes de París: el 11 de julio en la sala
Wagram (12.000 asistentes), el 30 de julio en el Velódromo de Invierno (30.000
asistentes). Estas cifras, obviamente, son cuestionables y reflejan solamente
las dadas por el partido. Es probable que las cifras reales estuvieran entre la
mitad y un tercio de las dadas. Lo cual no era poco para un partido recién
constituido.
Uno de los elementos que
diferenciaba al PPF de las formaciones de la extrema-derecha y de la
extrema-izquierda era que careció siempre de milicias. Se limitaba a tener un
“servicio de orden” encargado de la seguridad en los mítines y manifestaciones.
Este recurso había sido necesario porque, desde su origen, el PCF se había
tomado el nacimiento del PPF como una ofensa contra su línea política. En aquel
momento, recién instaurado el Frente Popular, los comunistas se sentían lo
suficientemente fuertes como para tratar de interrumpir y disolver reuniones y
manifestaciones de los partidos de la derecha y de otros que, sin serlo, eran
considerados como “disidentes” y, por tanto, según la línea stalinista,
merecedores de recibir su agresividad. Pronto, el PPF fue lo suficientemente
fuerte en la región parisina como para que resultara imposible para los
comunistas sabotear sus reuniones. Sin embargo, no ocurría lo mismo en provincias.
En efecto, el 27 de julio de
1936, tuvieron lugar incidentes muy violentos en Marsella cuando los militantes
del PCF trataron de interrumpir una reunión de un grupo local que se había
aproximado al PPF. Simon Sabiani, su dirigente, tenía un recorrido paralelo al
de Doriot. Héroe de la Primera Guerra Mundial (había perdido un ojo en combate
y fue citado en cuatro ocasiones por actos de heroísmo, siendo merecedor de las
más altas condecoraciones militares francesas), ingresó en el PCF, pero lo abandonó
en 1923. En 1925 fue elegido, en la primera vuelta, como consejero general del
4º Cantón de Marsella. En 1928 fue diputado por la ciudad por abandono del
candidato comunista. Sabiani había firmado el programa del Bloque Obrero y
Campesino, salvo la “Defensa de la URSS contra todo ataque imperialista”, sin
embargo, en esas elecciones, el PCF decidió que era el “mal menor” frente
al candidato socialista de la SFIO. Sin
embargo, su evolución hacia posiciones que dejaban presentir un deslizamiento
hacia el fascismo, fue anterior a la de Doriot. El 31 de marzo de 1934, en un
gran mitin en el Alcázar de Marsella, lanzó por primera vez la famosa consigna:
“Ni derecha, ni izquierda: ¡Francia primero!”. Sabiani, eliminó el canto de la Internacional de sus reuniones y empezó
a aludir tempranamente a la “creación de un socialismo en el marco nacional”.
En octubre de 1934 perdió las elecciones cantonales, seguramente porque buena
parte del electorado le consideraba como un aventurero. Había algo de esto, en
efecto. Desde 1930 se había rodeado de un equipo de lumpen, marginales y
asociales, a los que se sumaron los ingentes parados que generó en Marsella la
crisis económica de 1929. Inicialmente se les conocía como “la banda de Simón”
o “la banda de Carbone”, para utilizar luego por voluntad propia el de
“Falanges Proletarias”, logró reclutar en los turbulentos muelles de la ciudad
a marineros y estibadores, con los que formó un temible servicio de orden, una
especie de guardia pretoriana fanatizada y agresiva. Pero Saviani, además,
disponía de una formación política, el Partido de Acción Socialista, que había
creado el Frente Francés. La fuerza local de este grupo se evidencia con los
resultados electorales de 1934: 45% de los votos… frente al 55% del candidato
comunista. Sin embargo, esta derrota, que fue presentada por la izquierda
comunista como el entierro político de Saviani, lo utiliza como trampolín para
su siguiente operación: tomar las calles de Marsella, asumiendo la oposición al
Frente Popular y la movilización de las clases medias para las que se convirtió
en “el salvador de Marsella”. En 1936 los caminos de Sabiani y de Doriot
terminaron por encontrarse.
El 26 de julio, Doriot pudo
hablar en las Arenas del Prado de Marsella ante 15.000 personas en presencia de
notables de la ciudad, incluidos industriales y directores de medios de
comunicación. Sabiani se incorporó inmediatamente al PPF con los 3.000 miembros
de su movimiento: “Hemos encontrado nuestro jefe (…) y partir de ahora combatiremos a su lado, para la
renovación del alma francesa, por el triunfo de la patria amenazada”, dijo
Sabiani en su intervención y luego, dirigiéndose a Doriot: “Te seguiremos hasta
el fin de nuestro combate. Ante ti, hago juramento de lealtad. No albergaré más
que respeto y disciplina para aquel a quien hoy me doy como jefe”. El abrazo
que siguió fue entusiásticamente aplaudido por los presentes. Paul Marion pudo
decir: “a partir de ahora, el PPF tiene dos patrias, Saint-Denis y Marsella”.
De esa época datan los ataques
del PCF a Doriot como “hitleriano” (algo que no era en absoluto”). En aquellos
ayuntamientos en los que el PCF era mayoritario, Doriot y los suyos no tuvieron
posibilidades de manifestarse. Y allí en donde se atrevieron a intentarlo,
estallaron gravísimos incidentes. En Montpellier el mitin que debía celebrarse
en el hipódromo el 25 de octubre de 1936, fue prohibido por el ayuntamiento. La
reunión debió celebrarse en una fábrica a 6 km de la ciudad consiguiendo reunir
solamente a 1.500 personas. Pero desde las 15:30 los incidentes desencadenados
por el PCF estallaron con violencia. Un grupo comunista que intentó asaltar el
hotel en el que se encontraba Doriot, fue rechazado por tres miembros del PCF
que dispararon sus armas contra los comunistas, resultando herida una mujer en
el brazo. En el curso de los incidentes que siguieron el propio Doriot resultó
herido de una pedrada en la cabeza. Estaba claro que el PCF no iba a dejar que
sus “disidentes” pudieran ser oídos por el proletariado francés.
Incidentes como estos se
reprodujeron en toda Francia y mostraron muy tempranamente que si el partido
quería expresarse iba a tener que ganar por la fuerza su derecho a la libertad
de expresión. En Niza, el 31 de octubre de 1936, Doriot. La federación del PPF
en esa zona estaba dirigida por Marcel Philipe y por Víctor Barthélemy. El
discurso de Doriot, pronunciado ante 8.000 personas, fue mucho más violento que
en otra ocasiones, especialmente contra los comunistas, quizás como reacción a
los incidentes que habían tenido lugar tres días antes en Montpellier. Éstos,
por su parte, volvieron a hostigar la reunión produciéndose en el curso de los
incidentes más de trescientos heridos, dos de los cuales, ambos miembros del
PPF, morirían como resultado de sus heridas. La represalia se produjo el 9 de
noviembre, cuando se convocó otro mitin en Vaillant-Couturier: los grupos del
servicio de Orden del PPF se organizaron en pequeños grupos de combate
impidiendo a los comunistas reunir a sus tropas en los puntos de concentración
que habían fijado. La misma actitud se adoptó en el curso de los mítines
siguientes (Burdeos, 12.000 asistentes; Argel, 6.000 asistentes), mientras que
en Lyon, Clermont-Ferrand, Berck, los mítines fueron directamente prohibidos
por las autoridades. Solamente en la primera quincena de octubre, el PPF había
celebrado seis mítines en París, especialmente en feudos del PCF. Drieu
escribió emocionado: “El avión de Doriot, la joven máquina de Saint-Denis,
empieza a despegar: no hay duda (…) Es el espíritu del pueblo de París y de
Francia lo que va así a volar”.
Cuando tiene lugar el I Congreso
del PPF, el domingo 9 de noviembre de 1936, el partido está en plena
efervescencia y experimenta un auge considerable y un impacto en la opinión
pública que puede ser considerado sin precedentes en la sociedad francesa para
una nueva formación política. El congreso reúne a 740 delegados, casi un millar
de invitados y numerosos periodistas. Doriot pronuncia en la sesión inaugural
un largo discurso de seis horas de duración en el que expone las tres grandes
líneas de su política en cuatro áreas: anticomunismo, política exterior, política
interior y cuestión económica. Empieza denunciando el doble rostro del PCF,
como partido democrático y a la vez como formación que acopia armas y prepara
la insurrección. Concluye esta parte realizando un llamamiento a los partidos
de izquierda para que rompan con el PCF y exige del Estado el desarme y la
disolución de esta fuerza política. De este tema pasa, casi de manera natural,
a analizar la política exterior francesa de la que dice que ha cometido tres
errores fundamentales: la imposición del Tratado de Versalles (“somos los
padres de Mussolini y de Hitler, los padres de todas las dictaduras que existen
actualmente en el mundo”), critica que Francia no haya aprovechado el desarme
de Alemania para obtener una disminución de los armamentos presentes en Europa,
ataca a la Sociedad de Naciones y a su pasividad e ineficacia y, finalmente,
ataca el pacto franco-soviético, aduciendo que la URSS quiere la guerra en
Europa Occidental, denunciando que el papel de Stalin ha sido fundamental para
expulsar a Italia de la Sociedad de Nacional (a raíz de la crisis producida por
la invasión italiana de Abisinia), arrojándola en brazos de Hitler. Pedirá la
estricta neutralidad de Francia en la Guerra Civil Española que está librando
en esos momentos su primera fase y condena el aprovisionamiento oficioso que
las dos partes en conflicto están recibiendo de toda Europa. También afirma que
Francia no debe de tener ninguna reserva en reconocer al gobierno de Franco en
el caso de que se haga con la mayor parte del país. En relación Alemania se muestra favorable a iniciar
conversaciones con este país de la misma forma que lo ha hecho el Reino Unido
modificando algunas cláusulas del Tratado de Versalles. Recuerda que desde que
Hitler llegó al poder, los gobiernos franceses nunca han recogido el guante
lanzado permanentemente por Hitler para sentarse a debatir los problemas mutuos
de seguridad. Doriot afirma explícitamente: “Soy prudente con Alemania. Quiero
discutir pero no quiero que seamos ingenuos y porque no quiero que lo seamos,
estoy dispuesto, paralelamente al ejército alemán, a crear en Francia
condiciones de seguridad tales que Hitler sabrá que no es preciso llamar a nuestra
puerta”. En la postguerra a esta política se le llamaría “de equilibrio de
fuerzas”. Lo que está defendiendo Doriot en materia de política internacional
es el pro realismo político.
Pero también hay en estas
orientaciones y en las que Doriot mantendrá, casi linealmente, hasta el
estallido del conflicto en septiembre de 1939, existe la sincera actitud
pacifista de un soldado que ha conocido durante demasiado tiempo la guerra y
sus destrozos. Su pacifismo es inseparable de la voluntad de independencia y de
poderío de Francia. Doriot no era “hitleriano” en 1936 tal como lo presentaba
la propaganda comunista. Estaba muy lejos de serlo.
En lo que se refiere a la
política económica, Doriot dedica una parte importante de su discurso a
denunciar como “inaplicable” el programa del Frente Popular. Denuncia así mismo
el empeoramiento de las condiciones económica para el proletariado francés.
También en este terreno se muestra extremadamente realista. Su teoría es que
“la obtención de beneficios sociales debe estar limitadas por las posibilidades
económicas del país y del momento”. Esta idea, que sin duda debió ser muy bien
recogida por la patronal francesa, viene acompañado de otra que, sin duda,
causaría el efecto contrario en el mismo grupo social: “querer restaurar el
liberalismo sería una verdadera catástrofe nacional”. ¿Cuál es la propuesta de
Doriot en este terreno? Organizar un mercado protegido de cien millones de
personas a partir del Imperio Francés. Esta medida, unida a las protecciones
arancelarias, deberá bastar para reactivar la economía y generar una especie de
autarquía limitada a la “francidad”.
El último punto, relativo a la
política interior, es el que Doriot desarrolla con más rapidez tocando una
multiplicidad de temas sobre la que resulta imposible detenerse durante mucho
tiempo. Son las propuestas para reorganizar la sociedad francesa. La primera
idea es “instaurar una disciplina nacional” frente al “materialismo desmovilizador”.
Esta idea puede resumirse así: “los franceses deben entender que el interés
nacional está por delante de los intereses particulares”. Y la sintetiza en una
consigna: “Francia primero, cada francés después”. Luego plantea el cambio de
las instituciones existentes, no es muy explícito, se muestra partidario de
conservar las instituciones republicanas y de que están funcionen eficazmente,
pero no hay grandes propuestas, quizás porque en ese momento, Doriot todavía no
había iniciado su deriva fascista y excluía completamente las propuestas
marxistas.
Además del discurso-ponencia de
Doriot, en el congreso defendieron otras ponencias los que se habían
configurado como principales dirigentes del partido. Henri Barbé trató el tema
de la organización del partido, Víctor Arrighi compuso una ponencia sobre el
Imperio, Alexandre Abremski sobre la cuestión obrera y la actuación en los
medios obreros; Robert Loustau de doctrina económica y social, y Paul Marion
del destino de la nación francesa. Con todo este material el partido ya tenía
un perfil propio y relativamente bien definido. El acto siguiente consistió en
la elección del Buró Político “provisional” y a los miembros del Comité
Central. En el primer organismo, de los siete miembros que lo componían, seis
procedían del PCF y solamente Yves Paraingaux, encargado de organización,
procedía de los Voluntarios Nacionales, del Coronel La Rocque. En cuanto al
Comité Central, fueron elegidos los dirigentes regionales del partido y algunas
personalidades como Drieu La roche, Bertrand de Jouvenel, Claude Jeantet,
Maurice Lebrun y Camile Fégy.
El ceremonial adoptado, mucho más
que el programa político, o la composición misma del partido, evidenciaba
cierta voluntad de equidistancia del partido: como saludo se había establecido
una fórmula diferente al puño elevado comunista o al brazo extendido del
fascismo. Consistía en colocar el brazo derecho semi extendido formando un
ángulo de 90 grados, con la palma tendida… Se aprobó también el himno de la
formación, el distintivo y la fórmula de juramento. En este “segundo encuentro
de Saint-Denis”, el PPF había adquirido coherencia y perfil programático y
organizativo, había salido con órganos de dirección compuestos por
personalidades brillantes en sus distintos campos de actuación y se había visto
adornado por una cobertura mediática sin precedentes. Tiene razón quien ha
calificado de “fulminante” el despegue del PPF
En 1969, Éric Labat, que había ejercido como miembro del servicio de orden del PPF en el I Congreso del Partido y posteriormente fue voluntario en el Frente del Este junto a Doriot escribía sus recuerdos: “Doriot, hablando, cubierto por un sudor espeso y pesado, era el sudor del esfuerzo físico. Y este esfuerzo, convertido por no sé qué fenómeno de transmisión, perceptible para su auditorio, sumergía en el espíritu de cada uno martilleando argumentos y frases, armonizado por crispaciones musculares que reproducían y daban ritmo al esfuerzo del tribuno. Se tenía la impresión de asistir a una especie de violación enorme y colectiva por una virilidad elemental”. El sudor, siempre el sudor… Ese sudor de Doriot había conseguido reunir seis meses después de su fundación a un partido compuesto por 60.000 afiliados y 300.000 simpatizantes, dotado de una impresionante sede central de seis pisos en el número 10 de la céntrica rue des Pyramides (entre Opéra y Rivoli).