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lunes, 10 de agosto de 2020

> El Partido Popular Francés: cuando los comunistas pasaban en masa al fascismo (5 de 10) - LA FUNDACIÓN DEL PPF

 

Tras quince años de trepidante militante en el Partido Comunista de Francia y en el Komintern, Doriot rompe con el stalinismo. En esos años había añadido a su elevada inquietud cultural y a su interés por las cuestiones doctrinales y el análisis política, una preparación técnica y política de primera magnitud que lo había convertido en uno de los dirigentes más conocidos del movimiento comunista internacional. Pronto observó que la política del Komintern se realizaba mucho más en función de los intereses de la política exterior soviética que de las necesidades de los partidos comunistas de cada país Eso, unido a las prácticas stalinistas y a su libertad de espíritu, le llevaron a alejarse del PCF. En una primera fase se siguió declarando “comunista”, pero el contacto con otras personalidades y fuerzas políticas situadas en el ámbito “no-conformista” hace que, poco a poco, esta orientación vaya cambiando. El objeto del presente estudio es el Doriot situado entre la formación del Partido Popular Francés y el inicio de la Segunda Guerra Mundial que abrirá el camino de la “colaboración”. Así pues, tenemos a tres “Doriots”: el comunista, el que va derivando hacia el fascismo y el “colaboracionista”. Tres etapas de un mismo dirigente político.

Nuevas amistades y nueva situación: el Frente Popular

El nacimiento oficial del Partido Popular Francés tiene lugar en el curso de la conferencia celebrada por la antigua “célula mayoritaria” de Saint Denis los días 27 y 28 de junio de 1936, si bien hacia finales de 1935 Doriot ya había anunciado que tenía el proyecto de constituir un “movimiento político de nuevo cuño”. A partir de ese anuncio proliferan los encuentros de Doriot con “disidentes”, buena parte de los cuales son antiguos miembros del PCF que se habían ido distanciando en distintas épocas. Uno de ellos es Paul Marion que había realizado un largo tránsito desde el PCF al neo-socialismo de Marcel Déat, pasando por el socialismo de la SFIO. Marion pertenecía en el momento de contactar con Doriot a un círculo de reflexión, el “Grupo de las Acacias”, que proponía un “Estado fuerte, la organización de la economía y la renovación de las formas sociales y políticas del país”. Marion, a partir de ese acercamiento ocuparía siempre lugares de responsabilidad en el entorno de Doriot, especialmente en su propaganda. Marion, habitual de los “círculos de reflexión”, había llevado también a la oficina de Doriot a miembros del llamado “Grupo del 9 de julio”, fundado por Jules Romains en 1934 y cuyo programa económico había sido redactado por Alfred Fabre-Luce quien terminaría interesándose en la iniciativa de Doriot.

Otro de los visitantes de Doriot sería Victor Arrighi, antiguo responsable comunista de la Banca Obrera y Campesina (que había quebrado en 1929 en otras cosas por su propia gestión) y que, tras un período como “hombre de confianza” del Partido Radical en el ayuntamiento de Courveoie (banlieu de París), estaba en busca de un partido que coincidiera más con sus aspiraciones. Y luego estaba también Paul Guitard, un conocido periodista de L’Humanité. Todos ellos se habían cuestionado el marxismo y veían en Doriot a alguien que podía seguir esa misma evolución y que gozaba de una fuerte popularidad entre las masas.

Pero también se encontraban entre los contactos con Doriot, gentes procedentes del otro extremo político. François Coy, el millonario propietario de Lóreal, impenitente financiados de todos los movimientos anticomunistas durante el período de las entre-guerras, había enviado en misión de “observación” a uno de sus hombres, el periodista Jean Marie Amiot que hasta ese momento había militado en el Partido Francista y era redactor del diario de Coty, L’Ami du Peuple. Mucha más clara era la misión de Claude Jeantet, antiguo responsable de los estudiantes de Action Française, excomulgado por Maurras y convertido en uno de los impulsores de la Jeune Droite. Varios disidentes del Coronel La Rocque, dirigente de la organización excombatientes Croix du Feu, parecían también interesados en el proyecto de Doriot. Entre ellos Bertrand de Maud´huy, Yves Paringaux, el periodista Claude Popelin, el ingeniero Roberto Laoustau y Pierre Pucheu que ostentaba un cargo de responsabilidad en la industria siderúrgica francesa.

A estos nombres se sumaban los de Bertrand de Jouvenel (que conoció a Doriot en 1933 en el curso de una encuesta sobre el paro) y Pierre Drieu la Rochelle que no hacía mucho había publicado su obra Socialismo fascista y esperaba encontrar al líder que pudiera encarnar su provocadora tesis.

Tras las elecciones de abril-mayo de 1936, Doriot se puso en contacto con Gabriel Le Rey-Laudire, director general de la Banca Worms, que le aseguró su apoyo. Eran los tiempos del Frente Popular y de la oleada de huelgas que acompañó su advenimiento. León Blum, había jurado su cargo el 4 de junio. Los militantes comunistas, a través de los sindicatos, habían iniciado un movimiento huelguístico utilizando como excusa justas reivindicaciones populares. Doriot había denunciado desde el primer momento la instigación comunista en este proceso que había sido presentado como un movimiento espontáneo. El 17 de junio de 1936, en el curso de un mitin convocado en el Teatro Municipal de Saint Denis fijó su posición: “La patronal de este país ha creído que podía aprovecharse de la crisis de manera indefinida y se ha entregado a una compresión abusiva de los salarios. ¿Era normal? ¿Era humano? Naturalmente que no. En realidad, la patronal ha lanzado dinamita en sus propios pies. No se sorprenda, pues, si explota”. Es evidente que la Banca Worms, viera en Doriot al único interlocutor entre la clase obrera que disponía de popularidad suficiente y de posiciones razonables en la cuestión social.

Doriot no se opuso a las primeras medidas de carácter social aplicadas por el Frente Popular. Tan solo afirmó que algunas medidas le producían inquietud sobre sus posibilidades de aplicación y sobre sus efectos. Las 40 horas de trabajo, por ejemplo, afirmaba que podía provocar el cierre de un cierto número de pequeñas y medianas empresas. La tesis de Doriot es que la “burguesía”, “mal orientada y mal dirigida” tenía prisa por aplicar reformas que acallaran las protestas obreras. Esto facilitaría el que el Partido Comunista (que formaba parte del Frente Popular) pudiera ganar fuerza entre la clase obrera y dirigir el movimiento huelguístico. Así pues, la responsabilidad final de la oleada de agitación era el PCF. En el curso de ese mitin, Doriot ironizó: “es una suerte que Moscú esté tan lejos”.

A pesar de este análisis, durante el movimiento huelguístico, la alcaldía de Saint-Denis prestó apoyo al movimiento obrero que se extendió inmediatamente por esta población. En los quince días que se prolongó la huelga (del 29 de mayo al 12 de junio), la alcaldía sirvió 130.000 raciones a los huelguistas y a sus familias. Doriot, en todo momento, recomendó a los huelguistas que mantuvieran su independencia y no se dejaran manipular por los sindicalistas adictos al PCF. Sin embargo, el espectáculo de 15.000 huelguistas en la ciudad (la huelga fue prácticamente general en Saint-Denis) convenció a Doriot y a sus nuevos visitantes sobre la inviabilidad del sistema capitalista liberal y la necesidad de un “nuevo orden económico”.


El nacimiento del PPF

El movimiento huelguístico concluyó quince días antes de la Conferencia de Saint Denis en la que tiene su origen el PPF. Reunidos en la Sala de Fiestas de la alcaldía, Doriot pronunció un discurso de tres horas de duración ante un millar de delegados. Drieu La Rochelle estaba allí: “[el encuentro de Saint Denis] es como si nadie lo hubiera convocado, pero todos querían estar en él. Esto es lo que yo me decía mientras hablaba Doriot. Estaba sentado en una esquina mirando todo estos rostros de los que muchos me eran desconocidos y que, sin embargo, parecía reconocer de siempre. (…) Entre la audiencia, un fuerte núcleo de la “célula mayoritaria”, obreros llegados de la región parisina y de algunos departamentos de provincias; muchos intelectuales también; y periodistas “simpatizantes” que venían a cubrir el evento”. Todos quedaron subyugados por el nuevo tono oratorio de Doriot.

Ya no utilizaba guiños, bromas, buenas palabras, o chistes fáciles para arrancar aplausos y reacciones favorables en el auditorio. Su discurso fue un ejercicio de seriedad, de responsabilidad, repleto de propuestas políticas y análisis muy concretos. Jules Romains sintetizó así esta nueva forma de dirigirse a una masa de cuadros: “Las gentes que lo oyen están obligadas a decir: Soy yo quien piensa esto. Este hombre me está explicando lo que yo pienso”. En ese momento, Doriot ni es, ni se considera “fascista”. Tampoco lo será cuando tenga lugar unos meses después el I Congreso del PPF.

Doriot tenía una característica como orador que pronto llamará la atención de todos los que lo oían. Desde el inicio de sus discursos transpiraba de una manera inusual, casi patológica. Con cierta frecuencia, después de algunos de sus mítines, debía de cambiar de camisa. A pesar de que hoy pueda parecer normal, en los años 30 era poco frecuente que un orador subiera a la tribuna en mangas de camisa o que mostrara el cuello de la camisa abierta y sin corbata. Al cabo de poco rato ya estaba bañado en una capa de sudor perfectamente perceptible por el público. Era como si algo ardiera en su interior.

Su método oratorio consistía en iniciar sus alocuciones exponiendo los hechos de manera clara y serena, evitaba comentarios y juicios, se limitaba simplemente a relatar cómo se había llegado a tal o cual situación y lo hacía de manera cortante e irrebatible. En una segunda parte, de manera no menos tajante, ofrecía alternativas. Era aquí cuando variaba el tono y la gesticulación y se mostraba más vehemente. Drieu lo vio así: “La burguesía no está habituada a que se le hable franca y brutalmente (….). Doriot ha sido obrero metalúrgico, de esa época le queda alguna cosa. En esto y en todo. Siente la vida como una realidad concreta y masiva, como un bloque de metal que trata de laminar, cortar y forjar. Y esto se convierte, en su exposición, en una serie potente, completa, de hechos que se articulan, que se engranan unos con otros. Y entonces se convierte en un instrumento de acción”.

Era un estilo completamente diferente al de los agitadores bolcheviques en cuyas filas se había familiarizado Doriot en el arte de dirigirse a las masas. El “nuevo Doriot” tenía aires de gran dirigente político, mostraba cualidades como analista de política internacional, era capaz de realizar un análisis político, pero también una crítica doctrinal, atacaba a la política del PCF con abundancia de datos que evidenciaban su dependencia de Moscú, demostraba conocer y anticiparse a la política de Stalin, y, sobre todo, y aquí estaba el cambio, hablaba de Francia y de los intereses de los franceses como prioritarios. Drieu tuvo razón en reconocer que, tras el “encuentro de Saint-Denis”, el nuevo partido tendría dos enemigos: “de un lado el conservadurismo social, tanto en el interior como en el exterior, y su espíritu de rutina; de otro lado, el partido de Stalin y su espíritu de perversión nacional”.

Pocos días después de esta primera reunión, el nuevo Partido publicará su “manifiesto” en el que resumía las grandes líneas por las que circularía la formación: Reforma del Estado, en sus instituciones y en su administración, de forma que garantizara la independencia de la institución en relación al poder financiero, mediante una dirección política firme; un “Estado fuerte”, en definitiva, capaz de dar coherencia y prosperidad a la sociedad francesa. A pesar de que el término “corporativismo”, alude a las “asambleas económicas fundadas en la representación profesional”. Asume las defensa de las clases medias  “que constituyen la esencia misma de la nación”; la planificación de la economía y el desarrollo de los servicios sociales por parte del Estado, “para engendrar una raza más fuerte, más sana”... No eran, temas nuevos en su mayoría, sino que los primeros pasos del partido parecen marcados por las reflexiones de Marcel Déat y de los neo-socialistas, sin embargo, era la primera vez que se difundían entre un público mayoritariamente obrero.

El éxito fue inmediato. En poco tiempo, el partido contó con 15.000 adhesiones según anunció L’Emancipation National el 11 de julio de 1936; el 1º de agosto ya habían ascendido a 50.000, a 101.000 el 31 de octubre y a 120.000 el 28 de noviembre, después del I Congreso Nacional. En cuando a L’Emancipation National su tirada ascendió a 250.000 ejemplares en la región parisina. Era en esa zona en la que tuvieron lugar las grandes reuniones que indicaban la estrategia: alcanzar un peso político específico en la región de París para luego lanzarse a la conquista de las provincias. Doriot en esos primeros meses convocó mítines multitudinarios en las salas más grandes de París: el 11 de julio en la sala Wagram (12.000 asistentes), el 30 de julio en el Velódromo de Invierno (30.000 asistentes). Estas cifras, obviamente, son cuestionables y reflejan solamente las dadas por el partido. Es probable que las cifras reales estuvieran entre la mitad y un tercio de las dadas. Lo cual no era poco para un partido recién constituido.

Uno de los elementos que diferenciaba al PPF de las formaciones de la extrema-derecha y de la extrema-izquierda era que careció siempre de milicias. Se limitaba a tener un “servicio de orden” encargado de la seguridad en los mítines y manifestaciones. Este recurso había sido necesario porque, desde su origen, el PCF se había tomado el nacimiento del PPF como una ofensa contra su línea política. En aquel momento, recién instaurado el Frente Popular, los comunistas se sentían lo suficientemente fuertes como para tratar de interrumpir y disolver reuniones y manifestaciones de los partidos de la derecha y de otros que, sin serlo, eran considerados como “disidentes” y, por tanto, según la línea stalinista, merecedores de recibir su agresividad. Pronto, el PPF fue lo suficientemente fuerte en la región parisina como para que resultara imposible para los comunistas sabotear sus reuniones. Sin embargo, no ocurría lo mismo en provincias.

En efecto, el 27 de julio de 1936, tuvieron lugar incidentes muy violentos en Marsella cuando los militantes del PCF trataron de interrumpir una reunión de un grupo local que se había aproximado al PPF. Simon Sabiani, su dirigente, tenía un recorrido paralelo al de Doriot. Héroe de la Primera Guerra Mundial (había perdido un ojo en combate y fue citado en cuatro ocasiones por actos de heroísmo, siendo merecedor de las más altas condecoraciones militares francesas), ingresó en el PCF, pero lo abandonó en 1923. En 1925 fue elegido, en la primera vuelta, como consejero general del 4º Cantón de Marsella. En 1928 fue diputado por la ciudad por abandono del candidato comunista. Sabiani había firmado el programa del Bloque Obrero y Campesino, salvo la “Defensa de la URSS contra todo ataque imperialista”, sin embargo, en esas elecciones, el PCF decidió que era el “mal menor” frente al  candidato socialista de la SFIO. Sin embargo, su evolución hacia posiciones que dejaban presentir un deslizamiento hacia el fascismo, fue anterior a la de Doriot. El 31 de marzo de 1934, en un gran mitin en el Alcázar de Marsella, lanzó por primera vez la famosa consigna: “Ni derecha, ni izquierda: ¡Francia primero!”. Sabiani, eliminó el canto de la Internacional de sus reuniones y empezó a aludir tempranamente a la “creación de un socialismo en el marco nacional”. En octubre de 1934 perdió las elecciones cantonales, seguramente porque buena parte del electorado le consideraba como un aventurero. Había algo de esto, en efecto. Desde 1930 se había rodeado de un equipo de lumpen, marginales y asociales, a los que se sumaron los ingentes parados que generó en Marsella la crisis económica de 1929. Inicialmente se les conocía como “la banda de Simón” o “la banda de Carbone”, para utilizar luego por voluntad propia el de “Falanges Proletarias”, logró reclutar en los turbulentos muelles de la ciudad a marineros y estibadores, con los que formó un temible servicio de orden, una especie de guardia pretoriana fanatizada y agresiva. Pero Saviani, además, disponía de una formación política, el Partido de Acción Socialista, que había creado el Frente Francés. La fuerza local de este grupo se evidencia con los resultados electorales de 1934: 45% de los votos… frente al 55% del candidato comunista. Sin embargo, esta derrota, que fue presentada por la izquierda comunista como el entierro político de Saviani, lo utiliza como trampolín para su siguiente operación: tomar las calles de Marsella, asumiendo la oposición al Frente Popular y la movilización de las clases medias para las que se convirtió en “el salvador de Marsella”. En 1936 los caminos de Sabiani y de Doriot terminaron por encontrarse.

El 26 de julio, Doriot pudo hablar en las Arenas del Prado de Marsella ante 15.000 personas en presencia de notables de la ciudad, incluidos industriales y directores de medios de comunicación. Sabiani se incorporó inmediatamente al PPF con los 3.000 miembros de su movimiento: “Hemos encontrado nuestro jefe (…) y  partir de ahora combatiremos a su lado, para la renovación del alma francesa, por el triunfo de la patria amenazada”, dijo Sabiani en su intervención y luego, dirigiéndose a Doriot: “Te seguiremos hasta el fin de nuestro combate. Ante ti, hago juramento de lealtad. No albergaré más que respeto y disciplina para aquel a quien hoy me doy como jefe”. El abrazo que siguió fue entusiásticamente aplaudido por los presentes. Paul Marion pudo decir: “a partir de ahora, el PPF tiene dos patrias, Saint-Denis y Marsella”.

De esa época datan los ataques del PCF a Doriot como “hitleriano” (algo que no era en absoluto”). En aquellos ayuntamientos en los que el PCF era mayoritario, Doriot y los suyos no tuvieron posibilidades de manifestarse. Y allí en donde se atrevieron a intentarlo, estallaron gravísimos incidentes. En Montpellier el mitin que debía celebrarse en el hipódromo el 25 de octubre de 1936, fue prohibido por el ayuntamiento. La reunión debió celebrarse en una fábrica a 6 km de la ciudad consiguiendo reunir solamente a 1.500 personas. Pero desde las 15:30 los incidentes desencadenados por el PCF estallaron con violencia. Un grupo comunista que intentó asaltar el hotel en el que se encontraba Doriot, fue rechazado por tres miembros del PCF que dispararon sus armas contra los comunistas, resultando herida una mujer en el brazo. En el curso de los incidentes que siguieron el propio Doriot resultó herido de una pedrada en la cabeza. Estaba claro que el PCF no iba a dejar que sus “disidentes” pudieran ser oídos por el proletariado francés.

Incidentes como estos se reprodujeron en toda Francia y mostraron muy tempranamente que si el partido quería expresarse iba a tener que ganar por la fuerza su derecho a la libertad de expresión. En Niza, el 31 de octubre de 1936, Doriot. La federación del PPF en esa zona estaba dirigida por Marcel Philipe y por Víctor Barthélemy. El discurso de Doriot, pronunciado ante 8.000 personas, fue mucho más violento que en otra ocasiones, especialmente contra los comunistas, quizás como reacción a los incidentes que habían tenido lugar tres días antes en Montpellier. Éstos, por su parte, volvieron a hostigar la reunión produciéndose en el curso de los incidentes más de trescientos heridos, dos de los cuales, ambos miembros del PPF, morirían como resultado de sus heridas. La represalia se produjo el 9 de noviembre, cuando se convocó otro mitin en Vaillant-Couturier: los grupos del servicio de Orden del PPF se organizaron en pequeños grupos de combate impidiendo a los comunistas reunir a sus tropas en los puntos de concentración que habían fijado. La misma actitud se adoptó en el curso de los mítines siguientes (Burdeos, 12.000 asistentes; Argel, 6.000 asistentes), mientras que en Lyon, Clermont-Ferrand, Berck, los mítines fueron directamente prohibidos por las autoridades. Solamente en la primera quincena de octubre, el PPF había celebrado seis mítines en París, especialmente en feudos del PCF. Drieu escribió emocionado: “El avión de Doriot, la joven máquina de Saint-Denis, empieza a despegar: no hay duda (…) Es el espíritu del pueblo de París y de Francia lo que va así a volar”.

Cuando tiene lugar el I Congreso del PPF, el domingo 9 de noviembre de 1936, el partido está en plena efervescencia y experimenta un auge considerable y un impacto en la opinión pública que puede ser considerado sin precedentes en la sociedad francesa para una nueva formación política. El congreso reúne a 740 delegados, casi un millar de invitados y numerosos periodistas. Doriot pronuncia en la sesión inaugural un largo discurso de seis horas de duración en el que expone las tres grandes líneas de su política en cuatro áreas: anticomunismo, política exterior, política interior y cuestión económica. Empieza denunciando el doble rostro del PCF, como partido democrático y a la vez como formación que acopia armas y prepara la insurrección. Concluye esta parte realizando un llamamiento a los partidos de izquierda para que rompan con el PCF y exige del Estado el desarme y la disolución de esta fuerza política. De este tema pasa, casi de manera natural, a analizar la política exterior francesa de la que dice que ha cometido tres errores fundamentales: la imposición del Tratado de Versalles (“somos los padres de Mussolini y de Hitler, los padres de todas las dictaduras que existen actualmente en el mundo”), critica que Francia no haya aprovechado el desarme de Alemania para obtener una disminución de los armamentos presentes en Europa, ataca a la Sociedad de Naciones y a su pasividad e ineficacia y, finalmente, ataca el pacto franco-soviético, aduciendo que la URSS quiere la guerra en Europa Occidental, denunciando que el papel de Stalin ha sido fundamental para expulsar a Italia de la Sociedad de Nacional (a raíz de la crisis producida por la invasión italiana de Abisinia), arrojándola en brazos de Hitler. Pedirá la estricta neutralidad de Francia en la Guerra Civil Española que está librando en esos momentos su primera fase y condena el aprovisionamiento oficioso que las dos partes en conflicto están recibiendo de toda Europa. También afirma que Francia no debe de tener ninguna reserva en reconocer al gobierno de Franco en el caso de que se haga con la mayor parte del país. En relación  Alemania se muestra favorable a iniciar conversaciones con este país de la misma forma que lo ha hecho el Reino Unido modificando algunas cláusulas del Tratado de Versalles. Recuerda que desde que Hitler llegó al poder, los gobiernos franceses nunca han recogido el guante lanzado permanentemente por Hitler para sentarse a debatir los problemas mutuos de seguridad. Doriot afirma explícitamente: “Soy prudente con Alemania. Quiero discutir pero no quiero que seamos ingenuos y porque no quiero que lo seamos, estoy dispuesto, paralelamente al ejército alemán, a crear en Francia condiciones de seguridad tales que Hitler sabrá que no es preciso llamar a nuestra puerta”. En la postguerra a esta política se le llamaría “de equilibrio de fuerzas”. Lo que está defendiendo Doriot en materia de política internacional es el pro realismo político.

Pero también hay en estas orientaciones y en las que Doriot mantendrá, casi linealmente, hasta el estallido del conflicto en septiembre de 1939, existe la sincera actitud pacifista de un soldado que ha conocido durante demasiado tiempo la guerra y sus destrozos. Su pacifismo es inseparable de la voluntad de independencia y de poderío de Francia. Doriot no era “hitleriano” en 1936 tal como lo presentaba la propaganda comunista. Estaba muy lejos de serlo.

En lo que se refiere a la política económica, Doriot dedica una parte importante de su discurso a denunciar como “inaplicable” el programa del Frente Popular. Denuncia así mismo el empeoramiento de las condiciones económica para el proletariado francés. También en este terreno se muestra extremadamente realista. Su teoría es que “la obtención de beneficios sociales debe estar limitadas por las posibilidades económicas del país y del momento”. Esta idea, que sin duda debió ser muy bien recogida por la patronal francesa, viene acompañado de otra que, sin duda, causaría el efecto contrario en el mismo grupo social: “querer restaurar el liberalismo sería una verdadera catástrofe nacional”. ¿Cuál es la propuesta de Doriot en este terreno? Organizar un mercado protegido de cien millones de personas a partir del Imperio Francés. Esta medida, unida a las protecciones arancelarias, deberá bastar para reactivar la economía y generar una especie de autarquía limitada a la “francidad”.

El último punto, relativo a la política interior, es el que Doriot desarrolla con más rapidez tocando una multiplicidad de temas sobre la que resulta imposible detenerse durante mucho tiempo. Son las propuestas para reorganizar la sociedad francesa. La primera idea es “instaurar una disciplina nacional” frente al “materialismo desmovilizador”. Esta idea puede resumirse así: “los franceses deben entender que el interés nacional está por delante de los intereses particulares”. Y la sintetiza en una consigna: “Francia primero, cada francés después”. Luego plantea el cambio de las instituciones existentes, no es muy explícito, se muestra partidario de conservar las instituciones republicanas y de que están funcionen eficazmente, pero no hay grandes propuestas, quizás porque en ese momento, Doriot todavía no había iniciado su deriva fascista y excluía completamente las propuestas marxistas.

Además del discurso-ponencia de Doriot, en el congreso defendieron otras ponencias los que se habían configurado como principales dirigentes del partido. Henri Barbé trató el tema de la organización del partido, Víctor Arrighi compuso una ponencia sobre el Imperio, Alexandre Abremski sobre la cuestión obrera y la actuación en los medios obreros; Robert Loustau de doctrina económica y social, y Paul Marion del destino de la nación francesa. Con todo este material el partido ya tenía un perfil propio y relativamente bien definido. El acto siguiente consistió en la elección del Buró Político “provisional” y a los miembros del Comité Central. En el primer organismo, de los siete miembros que lo componían, seis procedían del PCF y solamente Yves Paraingaux, encargado de organización, procedía de los Voluntarios Nacionales, del Coronel La Rocque. En cuanto al Comité Central, fueron elegidos los dirigentes regionales del partido y algunas personalidades como Drieu La roche, Bertrand de Jouvenel, Claude Jeantet, Maurice Lebrun y Camile Fégy.

El ceremonial adoptado, mucho más que el programa político, o la composición misma del partido, evidenciaba cierta voluntad de equidistancia del partido: como saludo se había establecido una fórmula diferente al puño elevado comunista o al brazo extendido del fascismo. Consistía en colocar el brazo derecho semi extendido formando un ángulo de 90 grados, con la palma tendida… Se aprobó también el himno de la formación, el distintivo y la fórmula de juramento. En este “segundo encuentro de Saint-Denis”, el PPF había adquirido coherencia y perfil programático y organizativo, había salido con órganos de dirección compuestos por personalidades brillantes en sus distintos campos de actuación y se había visto adornado por una cobertura mediática sin precedentes. Tiene razón quien ha calificado de “fulminante” el despegue del PPF

En 1969, Éric Labat, que había ejercido como miembro del servicio de orden del PPF en el I Congreso del Partido y posteriormente fue voluntario en el Frente del Este junto a Doriot escribía sus recuerdos: “Doriot, hablando, cubierto por un sudor espeso y pesado, era el sudor del esfuerzo físico. Y este esfuerzo, convertido por no sé qué fenómeno de transmisión, perceptible para su auditorio, sumergía en el espíritu de cada uno martilleando argumentos y frases, armonizado por crispaciones musculares que reproducían y daban ritmo al esfuerzo del tribuno. Se tenía la impresión de asistir a una especie de violación enorme y colectiva por una virilidad elemental”. El sudor, siempre el sudor… Ese sudor de Doriot había conseguido reunir seis meses después de su fundación a un partido compuesto por 60.000 afiliados y 300.000 simpatizantes, dotado de una impresionante sede central de seis pisos en el número 10 de la céntrica rue des Pyramides (entre Opéra y Rivoli).