La
deriva hacia el fascismo
Hay que decir que, al margen de
los calificativos que pudieran lanzar los comunistas contra el PPF y a pesar de
lo que algunos de sus intelectuales quisieran ver en el partido, e incluso de
los contactos internacionales que hubieran podido tener en Italia, Doriot no se
había definido nunca como fascista. En 1936, L’Emancipation había publicado un artículo de Robert Loustau:
“Estamos lejos de ser fascistas (…) Al contrario, somos demócratas y es por
esto que rechazamos la forma actual de la democracia que oculta bajo la mentira
de las palabras la tiranía hipócrita de un puñado de aprovechados, políticos y
capitalistas”. Ramón Fernández, por su parte, escribía en la misma línea:
“Fascistas, ¿por qué? ¿Por qué somos herederos de la más gloriosa unificación
nacional, iríamos a copiar en una noción cuya independencia y grandeza respetamos, pero cuyo destino es
diferente al nuestro, dirección que podemos obtener con nuestras propias manos?
¿Por qué iríamos a copiar una disciplina de unificación nacional, cuando nosotros
ya estamos unificados? ¿Por qué?”. Argumentos similares pueden encontrarse en
Falange Española y más concretamente en Ramiro Ledesma. Sin embargo, queda algo
por precisas en el caso del PPF.
A diferencia del “fascismo
español”, el PPF partió con algo más de un tercio de su militancia procedente
del Partido Comunista. Era imposible que, en esas circunstancias, el partido se
declarase “fascista” con el riesgo de perder a parte de esa base que hasta
pocos meses antes había sostenido posiciones “anti-fascistas”. En 1934, hay que
recordarlo, el cimiento que unificó a los disidentes del PCF que formaron en
torno suyo era la “unidad revolucionaria y el antifascismo” e incluso en el
himno de los comunistas de Saint-Denis que la “célula mayoritaria” había seguido
utilizando con posterioridad a la escisión la primera estrofa decía: “Ante el
fascismo que nos amenaza | en nuestras filas se encuentra vuestro lugar |
adelante Saint-Denis, adelante”…
Era imposible que el partido, una
vez constituido, se declarara, pues, antifascista. Doriot rechazó esta actitud
como también rechazó la posibilidad de ser un partido que se situara fuera del
marco legal y parlamentario, que apostara por el partido único y la preparación
de un golpe de Estado que llevara a un estado totalitario. Era perfectamente
consciente de que su actuación se desarrollaba en una de las más viejas
democracias europeas, bien arraigada que constituía una tradición que le sería
difícil romper. Procedente de una tradición marxista, Doriot no podía evitar el
realizar un “análisis de clase” y reconocer que buena parte de las clases
medias (a diferencia de lo que había ocurrido en Alemania y en menor medida en
Italia) estaban en contra de soluciones fascistas. Consideraba, como
conclusión, que Francia no estaba “madura” para aceptar una forma de fascismo y
que sería un suicidio proponerlo.
La cuestión era: en ese momento,
hacia 1936-37, Doriot ¿era o no era fascista? Una vez más, es Victor Barthélemy,
en esos años, interlocutor privilegiado del “jefe”, quien aporta el testimonio
que le comunicó el propio Doriot: “No sé si soy fascista. El fascismo no se
copia (…). No quiero copiar ni a Mussolini ni a Hitler. Quiero hace del PPF un
partido de nuevo estilo, un partido como ningún otro en Francia. Un partido por
encima de las clases. Durante mucho tiempo he creído en la lucha de clases como
factor esencial de la revolución. Ahora ya no creo en esto”… Estas confidencias
datan de octubre de 1936, una época en la que Hitler y Mussolini distaban
todavía mucho de estar de acuerdo; el segundo, había constituido el “frente de
Stresa” con Francia y Gran Bretaña. No sería sino unas semanas después cuando
mejorarían sus relaciones y se crearía el “Eje Roma-Berlín”. No fue sino hasta
principios de 1937 cuando puede decirse que el fascismo adquirió una “dimensión
europea”. Hace falta recordar también que Eugenio Coselschi, dirigentes de los
Comités de Acción por la Universalidad de Roma, la “internacional fascista”,
seleccionaba a sus secciones nacionales en esa época en función de su fidelidad
al fascismo… y de su hostilidad al Tercer Reich. Los Dinasos flamencos de Joris
Van Severen eran extremadamente hostiles al NSDAP y en cuando a Bertrand de
Jouvenel, cuya madre era judía, manifestaban la misma hostilidad.
Las cosas en 1936-1937 no estaban
tan claras como pueden estarlo hoy. Doriot, en realidad, eludía la cuestión
formulada por Barthélemy: sabía perfectamente que no era necesario “copiar” ni
al régimen italiano, ni al alemán para “ser fascista”. Análogos razonamientos y
reflexiones se habían realizado unos años antes en España y Portugal por parte
de Ramiro Ledesma, José Antonio y Rolão Preto… Y al igual que el nacional-sindicalismo
español, Doriot siempre quiso superar al PCF en “ímpetu revolucionario”. Y como
los nacional-sindicalistas españoles se atribuyó rasgos comunes al fascismo “Un
partido como el nuestro no es un partido como los demás; es un estado de
espíritu, un alma, una doctrina, una mística”. A pesar de contar con
aportaciones sociales y políticas muy distintas, parte de las reflexiones de
Doriot y de los nacional-sindicalistas españoles eran muy similares. Y ambas se
dirigían hacia el fascismo, no como fenómeno italiano en sentido estricto, sino
en su acepción genérica. En su primer congreso, en noviembre de 1936, el PPF
mostró todavía una ambigüedad en relación al fascismo, pero en él aparecen
algunas fórmulas que ya dejan presagiar cierta influencia. La fórmula de
juramento, por ejemplo: “En el nombre del pueblo y de la patria, juro fidelidad
y entrega al PPF, a su ideal y a su jefe. Juro consagrar todas mis fuerzas a la lucha contra el comunismo y al egoísmo
social. Juro seguir hasta el sacrificio supremo la causa de la revolución
nacional y popular de donde saldrá una Francia nueva, libre e independiente”. En
cuanto al saludo no era más que un remedo del saludo fascista que nunca pudo
establecerse del todo. Sabiani fue el primero en adoptar el saludo fascista
brazo extendido en alto.
Es cierto que, por su origen, el PPF realizó una
simbiosis de temas procedentes de la extrema-derecha y de la extrema-izquierda.
Esto se evidencia de manera extraordinariamente gráfica en las celebraciones
del partido: por una parte a Juana de Arco y por otra a la Comuna de París. La
bandera del PPF era la que había lucido en la Fiesta de la Federación de 1790
(como decía L’Emancipation “evocaba un momento de nuestra historia que vuelve a
ser actualidad ya que una vez más la
Patria está en peligro”. Sin embargo, dentro de
esa bandera, el emblema del partido, una francista estilizada, recordaba a la
cruz céltica y/o a la esvástica.
El nuevo himno del PPF, estrenado en el I Congreso, France, libére-toi, cuya partitura había sido escrita por un obrero
metalúrgico y la música compuesta por un empleado de banca, decía:
Libérate, Francia, libérate
Sacude el yugo de luchas fratricidas
Que el extranjero lleva a tu suelo
Bajo la apariencia de promesas pérfidas.
Que el francés sea dueño de sus leyes.
Fuera del país los provocadores de conflictos
Un admitimos vuestra tutela
Libérate, Francia, libérate
El resto de estrofas apunta contra la dictadura roja,
nos habla de sangre, sufrimientos y enemigos y termina recordando la figura d
Doriot: “Escucha a Doriot que te llama, hijo de Francia, hacia el más noble
fin”. Hay algo en esta letra que remite a La Marsellesa. En cuanto a la antigua En avant Saint-Denis, cambió s estribillo por En avant Jacques Doriot. La consigna más habitualmente repetida era “PPF vencerá” (que en 1969 fue recuperada por Ordre Nouveau).
La mística de la muerte y del sacrificio era común a
Falange Española. En el verano de 1936, en Argelia, fue asesinado un militante
del PPF, Manuel Manchón y al año siguiente cayó en Marsella, el portaestandarte
de la sección, Louis Revergat; en 1938, también en Marsella, moriría Nöel
Arnaud. Doriot dedicó a estas tres víctimas su obra Refaire la France (Reconstruir Francia) que incluía el texto del largo
discurso que pronunció en el II Congreso del partido. A partir de ese momento,
en las ceremonias y actos del partido, se mencionaban los nombres de los
afiliados asesinados, respondiendo la masa con un “¡presente!”.
El PPF, como hemos dicho, nunca extendió la uniformidad
a toda la militancia, sin embargo, en los mítines del partido, el servicio de
orden lucía camisa azul con distintivo del partido en el brazalete, pantalón
azul marino y boina. En los grandes mítines del partido, el servicio de orden
formaba en un lugar destacado ante la tribuna.
Con todos estos detalles sobre la uniformidad, la
jerarquía interior, el sentido de la disciplina y la mística del jefe y de los
camaradas muertos, los símbolos y el saludo, pretendemos demostrar que el PPF
fue un partido genéricamente fascista en lo exterior, mucho antes que lo fuera
en el programa o que se reconociera como tal. Así mismo, en sus publicaciones
constan innumerables artículos aludiendo a la exaltación del instinto, a las
"fuerzas espontáneas de la vida”, al “primado de la acción”, todas ellas
características de una “concepción del mundo” próxima al fascismo, sino
netamente fascista.
En cuanto a la violencia, el PPF mantuvo un servicio de
orden, ciertamente eficaz, no tanto por su postura agresiva sino más bien para
prevenir ataques procedentes del PCF que no podía tolerar competencia en zonas
obreras de sus antiguos disidentes. Más que un partido “violento”, el PPF fue
“contra-violento”. El “servicio de orden” que se constituía para proteger acto
estaba compuesto mayoritariamente por parados de origen norte-africano. Existía
también una “brigada especial” compuesta por un centenar de “hombre
completamente seguros” que protegían los domicilios de los dirigentes, los
acompañaban en sus desplazamientos y estaban con ellos en las manifestaciones.
Pero no formaron nunca grupos paramilitares al estilo de otras formaciones de
la época.
En la Costa Mediterránea, los dirigentes locales de
Niza constituyeron un “servicio de orden” particularmente eficiente en la lucha
callejera contra los comunistas, cuyo organizador fue Joseph Darnand que, tras
un período de militancia en La Cagoule (la empresa que dirigía era utilizada
para introducir armas procedentes de Italia), ingresó en el PPF. En Marsella,
Sabiani, puso también en marcha un “terrible servicio de orden”, cuando ya se
consideraba públicamente fascista.
En realidad, la “fascistización” del PPF se realizó
poco a poco. Primero se evidenció en los gestos y en buena parte del aspecto
exterior, luego en las consignas. Finalmente, afectó a la ideología y al
programa. Uno de los temas a los que Doriot nunca renunció –a pesar de cobrar
subsidios de distintas patronales- fue al “anticapitalismo”. Aludió en muchas
ocasiones a la lucha “contra las 200 familias” que controlaban el capitalismo
francés. En el programa de 1936 acusaba a los viejos partidos de haber arrasado
el país y haber implantado un sistema incoherente de producción. Contantemente
atacó al liberalismo al que consideraba superado y que tenía como responsable
de la crisis de 1929.
En el II Congreso del partido insistió en la necesidad
de alcanzar una “justicia social” (“Nuestra mística es la de la justicia y de
la paz sociales (…). La paz social es el único terreno sobre el que se puede
reconstruir Francia”. En los escritos de especialistas en economía del PPF como
Loustau se perciben los ataques al “capitalismo financiero”, a la concepción
del trabajo como mercancía y se pide una limitación a los beneficios del
capital. Uno de los jóvenes que habían prestado su apoyo a la Unión de la
Juventud Francesa, Maurice Duverger, que luego destacaría como politólogo, era
precisamente ese aspecto anticapitalista: “Si tantos camaradas han dado la
espalda a la patria, es porque no han visto en ella más que la máscara que el
capitalismo ha puesto sobre su rostro y que la desfigura (…) Nosotros no
suprimiremos el capital, sino que suprimiremos el capitalismo, es decir, la
dominación del capital”. La propuesta de Doriot en este tema era que, a partir
de cierto nivel de concentración de capital o de beneficios empresariales, el
excedente fuera a parar directamente a un fondo social. A pesar de que el PPF
no tuvo nunca escisiones por cuestiones socio-económicos, es cierto que en
algunas delegaciones la sensibilidad social era más acusada. Sabiani, por
ejemplo, reclamaba una reforma del derecho de propiedad y lo limitaba a la
competencia y a la moralidad. Jean Paul Brunet en su historia del PPF y de
Doriot, advierte con razón: “Sabiani no era el Gregor Strasser del PPF”.
Existía un acuerdo unánime en condenar e liberalismo económico y la utilización
del capital con fines egoístas.
Hacia 1938, el PPF asumió que su proyecto era
“corporativo” y fundado sobre la solidaridad entre los miembros de la empresa.
Se trata de un corporativismo clásico que no tiene elementos propios ni
originales sino que remite al viejo corporativismo francés teorizado por René de
La Tour du Pin y aplicado por el régimen mussoliniano. En general, el programa
económico del PPF se adapta perfectamente a la imagen que tenemos del fascismo,
algo que ya parece implícito desde el “primer encuentro de Saint-Denis” previo
a la fundación del partido y en donde este se definió como “social y
revolucionario”.
Otro tanto cabe decir sobre el modelo de Estado. En
marzo de 1938, Doriot declaraba que “Somos republicanos”, para añadir
posteriormente que una discusión sobre este tema es “precipitada” y que
“todavía no está madura por el momento”. Pero en el II Congreso del Partido ya
aludirá al “Estado Popular Francés” que está diseñado casi como el Estado
Corporativo italiano. En cuanto la religión, Doriot y el programa del PPF se
muestran partidarios de dejar las cuestiones confesionales a la conciencia de
las personas.
Lo que Doriot ha descubierto desde su marcha del PCF es
la idea de “patria”: “Nuestro credo es la patria y nada más que la patria”
había dicho en su discurso del II Congreso del PPF: “El PPF no quiere conocer
otra doctrina más que el nacionalismo, yo diría incluso un nacionalismo
intransigente”.
El antisemitismo no está presente en su planteamiento.
En el I Congreso del PPF ya había apuntado claramente: “Nuestro partido no es
antisemita. Es un gran partido nacional, que tiene cosas mejores que hacer que
luchar contra los judíos. No tenemos intención de defender a los judíos ni de
atacarlos (…) Pero rechazamos a los que se declaran judíos antes que franceses.
No aceptamos que una categoría de ciudadanos haga pasar sus intereses raciales
antes que el interés nacional”. Y al año siguiente amplió esta idea ante los
estudiantes del partido: “personalmente no soy ni judío ni franc-masón y
rechazaría ocuparte de estas tonterías cuando Francia corre el peligro de ser
entregada al comunismo”. En realidad, la cuestión es mucho más compleja…
Doriot había obtenido cuantiosos fondos de tres bancos
cuyos administradores eran judíos: la banca Rothschild, la banca Lazard y la
banca Worms. En el Buró Político del PPF, así mismo, se encontraba un judío,
Alexandre Abremski. El mismo Bertrand de Jouvenel, como ya hemos dicho, era
hijo de madre judía. Pero también hay que mencionar que algunos miembros de la
dirección –Paul Marion, Abel Bonnard o Drieu La Rochelle- eran notorios
antisemitas. Bruscamente, algunos de estos problemas se solucionaron antes de
que alcanzaran el nivel previo al estallido: Jouvenel abandonó el partido en
enero de 1939 y un año antes, Abremski murió en accidente. En su elogio
fúnebre, Doriot no mencionó el detalle de que era hijo de una familia judía de
provincias. A partir de estas dos desapariciones, el antisemitismo creció
dentro del partido, especialmente entre la sección argelina. La prensa del
partido publicó un artículo firmado por G. Roux en el que se aludía a “la doble
dominación de los judíos que desprecia
Francia y de los comunistas que la temen, pero ambos la odian”. En esos
meses un proyecto legislativo promovido por el gobierno para penare l
antisemitismo, desencadenó una corriente extremista y popular entre los
europeos de Argelia que veían en la emancipación de los judíos un paso previo
para la concesión de la ciudadanía francesa los musulmanes. Víctor Arrighi, en
el curso del II Congreso de la sección norteafricana del PPF pronunció un
alegato violento contra los judíos: “África del Norte debe ser totalmente
liberada de la empresa judía. El PPF expulsará a los judíos de África del Norte”.
Era una opinión que compartía la poderosa sección del partido en las colonias
(la más fuerte después de la federación de París y de la del Mediterráneo).
Todos estos elementos demuestran que si el PPF no era
en el período 1936-1937 un partido “fascista”, iba camino de serlo. A pesar de
que en esa época parecía estar más cerca de los no-conformistas que del
fascismo y compartía sin fisuras la posición definida por Robert Aron y Arnaud
Dandieu en La revolución
necesaria (“No somos de derechas ni
de izquierdas, pero si es absolutamente preciso situarnos en términos
parlamentarios, repetimos que estamos a medio camino entre la extrema-derecha y
la extrema-izquierda, por detrás del presidente y dando la espalda a la
asamblea”). Esta posición era la única que podían aceptar los 30 ó 40.000
comunistas que siguieron a Doriot y que no habrían aceptado pasar directamente
del PCF a una formación “fascista”. No era un tránsito infrecuente: apenas
cinco años antes, el gobierno autónomo de Prusia había disuelto las cámaras
ante la censura presentada por el NSDAP y el KDP. Y en 1932 el secretario de
este último partido, Thaelmann vio como 1.200.000 votos comunistas fueron a
parar al NSDAP… En 1938, el PPF era, pues, un partido en proceso de
fascistización.